¿Laicidad o símbolos religiosos personales? (I) Velos, crucifijos... Francia (laicista) y Canadá (multiculturalista) son occidentales y aceptan los derechos humanos; ¿a cuál se parece más España? Hace unos días informaba ForumLibertas que una sentencia del Consejo de Estado francés había rechazado la pretensión de un sikh, que pedía salir en la fotografía del carnet de conducir con su turbante. El Conseil d’État argumentó que la seguridad pública y la correcta identificación de los conductores debían prevalecer sobre las costumbres religiosas (Décisions du Conseil d’État, séance du 2 novembre 2005, núm. 278133). En Canadá las cosas son bien distintas. Tuve ocasión de comprobarlo cuando me desplacé allí con una beca de investigación y recopilé jurisprudencia para mi libro Musulmans a Catalunya. El repte de la integració i la llibertat religiosa (Angle Editorial, 2004). De hecho, la Corte Suprema acaba de amparar a un joven sikh, al que no permitían entrar en la escuela por vestir con un kirpan, pequeña daga ceremonial de carácter religioso, que vendría –salvando las distancias– a simbolizar una especie de bautismo. La Corte, después de referirse a la reasonable accommodation y al minimal impairment test, señala que tal prohibición supone un límite injustificado a la libertad religiosa del joven. (Multani v. Comission Scolaire Marguerite-Bourgeoys, 2006, SCC 6). Francia y Canadá representan dos modelos diferentes del tratamiento de la multiculturalidad: el laicista y el multiculturalista. Pero ambos son occidentales, y aceptan sin titubeos los derechos humanos, como ocurre en nuestro país. Por ello cabe preguntarse: ¿el sistema jurídico español, es más parecido al francés o al canadiense? Respecto a los símbolos religiosos personales, tengo constancia de un primer informe de los Servicios Jurídicos de la Dirección General de la Policía, que admitió las fotografías de las mujeres musulmanas de nacionalidad española siempre que se visualizasen sus rasgos faciales (frente, cejas, ojos, nariz, labios y barbilla) sin los que la identificación de la titular del documento no es factible. Durante el verano de 1987 el dirigente de la Comunidad Islámica de Sevilla se dirigió por escrito al gobernador civil para informarle de las quejas de las mujeres musulmanas, que encontraban dificultades para obtener el D.N.I. y el pasaporte. Al parecer, los servicios de la policía rechazaban las fotografías que se hacían con el pañuelo que cubría el cabello y las orejas. El dirigente de la comunidad alegaba que la religión islámica obliga a las mujeres a vestir con el hijab cuando se encuentran fuera de sus casas, y que se había enterado de que las monjas católicas obtenían los documentos oficiales aunque presentaran fotografías con la cabeza cubierta por la toca del hábito religioso. El artículo 5 del Decreto 196/1976, de 6 de febrero, que regulaba el Documento Nacional de Identidad, establecía que este documento «llevará incorporada la fotografía del rostro de su titular de cara y con la cabeza descubierta.» Si se interpreta aisladamente este precepto, cualquier pieza de ropa que tape la cabeza no permitirá la expedición de estos documentos. No obstante, en relación con el requisito impuesto por el decreto, los servicios jurídicos de la policía reconocieron lo siguiente: «No es importante en el caso de las mujeres, ya que éstas pueden hacerse la fotografía con diferentes peinados que, de hecho, disimulan el nacimiento del cabello en la región frontal y que, en muchas ocasiones, cubren los pabellones auriculares, por lo que el hecho de que la fotografía no sea con la cabeza descubierta, siempre que se vean correctamente las facciones del rostro, no tiene mayor trascendencia […]. Por otra parte, […] existe cierta tolerancia respecto a las fotografías que presentan las religiosas católicas en las que aparecen con la toca propia del hábito de la orden religiosa a la que pertenecen.» Pero el 30 de junio –unos días más tarde– se pronunció el Jefe del Servicio Jurídico del Ministerio del Interior. En su escrito aseguró que el D.N.I. era uno de los «aspectos relacionados o conexos con el orden público. Debe entenderse, pues, que la libertad religiosa queda limitada en sus manifestaciones […] si impide o frustra la finalidad a que tiende el D.N.I.» La pregunta que habrá de responderse es si el hijab impide o frustra el objetivo identificador del documento. Pues bien, para el Jefe del Servicio Jurídico la respuesta debe ser negativa, ya que «con esta creencia religiosa no se impide la identificación de la persona a través del documento fotográfico […]. Debe admitirse que la confección del D.N.I. se practique para las mujeres de nacionalidad española que profesen la religión islámica respetando las creencias de su culto.» Sin embargo, los problemas con las comunidades islámicas no finalizan aquí. El 5 de octubre de 1998, el imam Najem Al-Hassan Al-Khalaf envió un escrito a la Subdelegación del Gobierno de Barcelona quejándose de que algunos funcionarios no aceptaban las fotografías de las mujeres de su comunidad. La respuesta que recibió fue favorable a sus intereses, por lo que todo parece indicar que la praxis administrativa iniciada en Andalucía a mediados de los ochenta se está consolidando lentamente en beneficio de la libertad religiosa. En Francia, la laïcité –imbuida del concepto de «seguridad pública»– es el criterio utilizado para limitar el turbante o el velo. En cambio, en España la laicidad queda en un segundo término, primándose la libertad religiosa. Laicidad y símbolos religiosos (II) La normativa francesa, y algunas normativas socialistas en España, no son neutrales sino activamente contrarias a los signos religiosos. En el anterior artículo decía que la laicidad y la seguridad pública eran los soportes del Estado francés para limitar el turbante y el velo, a diferencia de lo acontecido en la experiencia jurídica canadiense, mucho más permeable. Pero, ¿qué ocurre en España? Al margen de las fotografías del D.N.I. –que recordemos principiaron a mediados de los ochenta–, más acá en el tiempo se abrió un expediente disciplinario a un conductor de autobuses judío. Alegaban que había vulnerado el Convenio colectivo de la empresa de transportes municipales en la que venía prestando sus servicios. El convenio, que regulaba la indumentaria obligatoria con la que debían vestir los empleados, excluía los sombreros u otros complementos similares que cubriesen la cabeza. En su sentencia de 9 de septiembre de 2002, el Tribunal Superior de Justicia de las Islas Baleares reconoció, en primer lugar, el poder de dirección y organización del empresario, que «legitima en ocasiones para imponer a los trabajadores la uniformidad de vestimenta durante la prestación de su trabajo». Pero tal ámbito de decisión patronal no puede atentar «a la dignidad y honor del trabajador […] o a cualquiera de los derechos fundamentales o libertades públicas que reconoce la Constitución», ya que son los límites al ius variandi empresarial. Asimismo, recuerda la sentencia que «no existen derechos ilimitados, y el derecho de la empresa a imponer a sus empleados el uso de un uniforme determinado puede ceder si colisiona con un derecho al cual se haya de atribuir un rango preponderante.» Y este derecho –obviamente–, es el de poder manifestar a través de la indumentaria las propias convicciones derivadas del ejercicio de la libertad religiosa. En efecto, a continuación el tribunal confirma que la kipa (el casquete que usan los varones judíos), «no obedece a un mero capricho o al seguimiento de modas [dado que el actor] es miembro de la Comunidad Israelita de Mallorca y practicante de la religión judía desde hace unos 23 años, […] esta creencia considera necesario tener siempre cubierta la cabeza en señal de respeto a la divinidad» [1] Así pues, y basándose en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional sobre el ejercicio de la libertad religiosa, la utilización que el conductor hace de la kipa, «constituye para el demandante un acto prescrito por su religión, de manera que el conflicto se plantea entre el derecho de la empresa a dirigir la actividad laboral […] y el derecho fundamental a la libertad religiosa de uno de sus empleados […] que incluye, junto a la garantía de la existencia de un claustro íntimo de creencias y, por tanto, de un espacio de autodeterminación intelectual ante el fenómeno religioso, una “dimensión externa de agere licere que faculta a los ciudadanos para actuar con arreglo a sus propias convicciones y mantenerlas frente a terceros”» Como se desprende de la decisión expuesta, en un conflicto de esta naturaleza prevalece la doctrina de la ponderación de los intereses en juego y las circunstancias que concurran según cada una de las situaciones concretas. A juicio del Tribunal Superior, la conducta del empleado no ha causado «ningún tipo de daño o menoscabo a la imagen de la empresa, como tampoco ningún tipo de incidente o trastorno durante la ejecución del servicio o, más en general, ninguna clase de perjuicio.» En consecuencia, parece razonable que el tribunal se pregunte por qué razón la empresa, que había consentido la kipa durante años, cambie ahora bruscamente de actitud. Como quiera que ni la actividad empresarial ni los intereses empresariales quedan afectados negativamente, «no se ve razón atendible que justifique en derecho una decisión de la empresa, rayana, pues, en el autoritarismo, que hiere, sin provecho para sí, los sentimientos religiosos de uno de sus empleados constitucionalmente tutelados; máxime cuando la demandada es una empresa municipal y por tanto perteneciente al sector público, y puede que, por ello, más comprometida que las de puro carácter privado con el cumplimiento efectivo de los valores constitucionales.» De lo escrito hasta aquí, puede deducirse que existen diferencias entre los símbolos religiosos estáticos y los personales. Mientras que los primeros no suelen dimanar del ejercicio directo de la libertad religiosa, los segundos sí. En cualquier caso, tanto las Universidades como el resto de las instituciones públicas son espacios regidos por normas de especial sujeción, que regulan aspectos variados como son los horarios o ciertas conductas del personal. Es por ello que las manifestaciones de la libertad religiosa pueden –en ciertos casos– colisionar con determinados intereses preponderantes o límites legales de orden público. No obstante, para la resolución de este tipo de conflictos parece más aconsejable acudir a la doctrina de la ponderación de los intereses en juego. No fue ése el ejemplo de la Loi n.º 2004228 du 15 mars 2004 encadrant, en application du principe de laïcité, le port de signes manifestant une appartenance religieuse dans les écoles, collèges et lycées publics. Con esta ley se prohibieron las indumentarias que visualizasen signos religiosos ostensibles. Y en idéntico sentido hay que citar la Proposición no de ley de 7 de mayo de 1999, que presentó el Grupo parlamentario del PSOE, que instaba al gobierno central a que adoptara todas «las medidas oportunas para que en los centros docentes públicos la actividad educativa se desarrolle con sujeción al principio de neutralidad ideológica y respeto de las opciones religiosas y morales a que hace referencia el artículo 27.3 de la Constitución, e impida la utilización de cualesquiera símbolos que pudiesen violentar los derechos reconocidos constitucionalmente.» (Ref. 082717, Secretaría General del Congreso de los Diputados). Ni la normativa francesa ni la proposición no de ley pueden considerarse neutrales, puesto que se decantan por una laicidad rigurosa, cercana al laicismo. Por ello –ha señalado el Prof. Santiago Cañamares– «la solución a estos conflictos sólo puede resultar de una valoración que tenga presente en cada supuesto las peculiaridades que rodean a cada caso. De esta manera, se deben rechazar las soluciones abstractas orientadas a resolver la generalidad de los conflictos en que pueda verse implicada alguna manifestación derivada del ejercicio del derecho de libertad religiosa. […] Se trata, por tanto, de armonizar estas dos dimensiones, la política o estatal, con la religiosa […]. Aplicando esta doctrina a la casuística que nos ocupa bien se podría afirmar que la laicidad del Estado no puede mostrar su faz hostil al ejercicio del derecho de libertad religiosa, sino que, antes bien, debe ser precisamente esta libertad la que condicione la laicidad del Estado.» FORUNLIBERTAS Alex Seglers