Registro de Ciudadanos para llevar a cabo Inspecciones por Drogas: Jurisprudencia de los Estados Unidos La legalidad de los registros de ciudadanos ha sido cuestionada en varios casos nuevos en los Estados Unidos. Este artículo resume las novedades de los procesos más trascendentales de los últimos años, En City of Indianapolis, et al., Petitioners v. James Edmond, et al., (531 U.S. 32 (2000)), la Corte Suprema de los Estados Unidos enfrentó la interrogante de sí un punto de registro establecido con el propósito principal de encontrar drogas era constitucional. En 1998, la Ciudad de Indianapolis empezó a establecer puntos de registro en las carreteras en un esfuerzo por interceptar drogas. Se instalaron seis barricadas en carreteras, parando a más de 1000 vehículos. Se llevaron a cabo ciento cuatro arrestos --55 por delitos relacionados con drogas. Las partes estipularon que las paradas en los puntos de registro fueron breves, estandarizadas, y sin poder para decidir subjetivamente. La duración total de cada parada era de cinco minutos o menos. En cada puesto de registro la policía paraba a un número predeterminado de vehículos. Un oficial se acercaba, solicitaba al piloto que enseñara su licencia y matrícula, buscaba señales de anomalías, y escudriñaba el interior del vehículo. Un perro entrenado para encontrar drogas caminaba alrededor de cada vehículo que era parado. Los puntos de registro se anunciaban con señales luminosas que decían “Punto de Registro de Narcóticos ____ Millas Adelante, se usan Caninos Entrenados, Prepárese para Detenerse.” La Corte Suprema revisó la decisión del Séptimo Circuito encontrando que los puntos de registro violaban la Cuarta Enmienda. La Magistrada O’Connor, en nombre de una mayoría de seis jueces, revisó las circunstancias limitadas que dispensan el requisito usual de sospecha individualizada antes de cualquier registro o allanamiento. Empezando con pruebas para drogas a los empleados del ferrocarril, inspecciones administrativas sin orden judicial de las instalaciones de negocios “regulados muy de cerca”, O’Connor después se manifestó sobre United States v. Martinez-Fuerte, (428 U.S. 543 (1976)), reconociendo la legitimidad de puntos de registro fijos de la Patrulla Fronteriza diseñados para interceptar a extranjeros ilegales. A continuación ella reconoció que los puntos para controlar la sobriedad (Michigan Department of State Police v. Sitz, 496 U.S. 444 (1990)), y las barricadas en carretera para controlar las licencias y las matrículas de los vehículos (Delaware v. Prouse, 440 U.S. 648 (1979)), son registros carentes de sospecha que pueden permitirse constitucionalmente. Sin embargo, O’Connor tuvo el cuidado de encontrar, en todos los tres casos que defendían las barricadas, un especial interés del estado más allá del interés general en el control del crimen. La Magistrada O’Connor hizo ver la necesidad de patrullar la frontera y la falta de sentido práctico de un estudio particularizado de un vehículo dado para discernir si éste transportaba extranjeros ilegales como una justificación para los puntos de control de las Patrullas Fronterizas. Señaló la necesidad de reducir el peligro inmediato que representa la presencia de pilotos ebrios en las carreteras y la conexión obvia entre la seguridad en las carreteras y las barricadas para controlar a los pilotos ebrios. Finalmente, la Magistrada O’Connor observó que Prouse permite los puntos de control en carreteras para asegurar que se cumple con los requisitos para licencias, matrículas, e inspección de vehículos. Pero O’Connor observó que en Prouse la corte encontró que el otro interés obvio del estado – detectar vehículos robados - no justificaba las paradas en los puestos de control y que “no se puede distinguir del interés general en el control de crímenes.” La Magistrada O’Connor con esto establece su conclusión final en cuanto a que la agenda anti-drogas de los puntos de registro de Indianapolis es simplemente para promover “los intereses generales en el control del crimen.” “Declinamos suspender el requerimiento usual de sospecha individualizada donde la policía busca emplear un punto de registro principalmente para el proyecto común de investigar crímenes. No podemos aprobar paradas que se justifican únicamente por la posibilidad generalizada y siempre presente de que el interrogatorio e inspección pueda revelar que cualquier automovilista ha cometido algún crimen.” La parte más interesante de la exposición de O’Connor, y tal vez de mayor uso para los defensores que buscan usar Indianapolis v. Edmond para objetar los puntos de registro (que desde hoy en adelante siempre serán llamados “puntos de control de sobriedad en carreteras” o “puntos de control de licencias de conducir y de matrículas de vehículos”), es su exposición sobre la intención subjetiva y las limitaciones de Whren v. United States, 517 U.S. 806 (1996). Whren encontró que una intención subjetiva de un oficial individual no es pertinente en un análisis de la Cuarta Enmienda de una parada de tráfico siempre que la parada estuviera justificada por una causa razonable para creer que hubo una infracción a las leyes de tránsito. O’Connor construye una pared alrededor del malvado del caso Whren, al observar que las motivaciones reales de los oficiales individuales involucrados juega un papel en el análisis de la validez de los registros llevados a cabo en ausencia de una causa razonable tales como registros de inventarios (Florida v. Wells, 495 U.S. 1 (1990). Colorado v. Bertine, 479 U.S. 367 (1987), e inspecciones administrativas válidas llevadas a cabo sin orden judicial (New York v. Burger, 482 U.S. 691 (1987)). En apoyo a la interpretación restringida de Whren, la Magistrada O’Connor cita el reciente caso de Bond v. United States (529 U.S. 334 (2000)) donde la corte puso fin al examen táctil del equipaje de mano en un autobús. Ella escribió, “nada en Bond sugiere que extenderíamos la máxima de Whren a todas las situaciones donde faltara la sospecha individualizada.” Luego ella aborda de frente el argumento de disentimiento, que los puntos de registro se justifican para el propósito secundario legal de mantener a los automovilistas inhabilitados fuera de la carretera y verificar las licencias y las matrículas; “si este fuera el caso, sin embargo, las autoridades encargadas de velar por el cumplimiento de la ley podrían establecer puntos de registro virtualmente para cualquier propósito siempre y cuando incluyeran también un chequeo de la licencia y de sobriedad.” 2 La Magistrada O’Connor predice donde será la próxima batalla – es decir puntos de registro de vehículos o puntos de control de sobriedad cuando un segundo propósito sea interceptar drogas. La mayoría da alguna indicación sobre la naturaleza de esa futura batalla constitucional. Ella indica que la “indagación del propósito” en ese contexto “debe conducirse solamente a nivel programático y no es una invitación para sondear las mentes de los oficiales individuales que están en la escena.” Sin embargo, ella también cita New Jersey v. T.L.O. (469 U.S. 325 (1985)) en cuanto a la proposición de que el registro debe estar “razonablemente relacionado en su propósito a la circunstancia que justificó la interferencia en primer lugar.” Obviamente, la presencia de herramientas tradicionales de interdicción de drogas en un punto de control de sobriedad será una indicación del propósito programático real de las barricadas en carreteras – perros entrenados, agentes de la DEA, las herramientas para desmantelar los vehículos, y la presencia de equipo no rutinario para exámenes contra drogas. El disentimiento es interesante, aún cuando sea solamente para demostrar cómo una estrategia conservadora obvia fue desbaratada por la opinión de la mayoría. Claramente, el Presidente de la Corte pensó que ya que Martínez-Fuerte y Sitz habían establecido la legitimidad de las barricadas en carreteras, Whren dejaría el camino abierto para cualquier barricada que cumpliera con los criterios objetivos de ser breve, estandarizada, y sin poder para decidir subjetivamente, ya que el propósito real de los oficiales en las barricadas era ahora constitucionalmente no pertinente de acuerdo con Whren. Entonces, no es una sorpresa que el primer caso sobre puntos de control de drogas que fue aceptado para revisión por la Corte por vía de un auto de avocación esperó varios años después de Sitz y Martínez-Fuerte, pisándole los talones a Whren. Afortunadamente, el resto de la corte no encontró ese paso “lógico” siguiente tan fácil como el Presidente Renquist y el Magistrado Scalia. Por último, el disentimiento en forma concisa del Magistrado Thomas es una revelación. Aunque él está de acuerdo con el Presidente en que Sitz y Martínez Fuerte permiten el registro en puestos de control en carreteras, sin sospecha alguna para detener un vehículo, él indica que defiende la denegatoria tanto de Sitz como de Martínez-Fuerte, “Prefiero dudar que los Autores de la Cuarta Enmienda hubieran considerado ‘razonable’ un programa de paradas indiscriminadas de individuos de quienes no se tuviera sospecha de que hubieran cometido alguna fechoría.” Aunque no es probable que él convenza al resto de la corte sobre su punto de vista, Thomas es un aliado vacilante y no confiable en cualquier esfuerzo para ampliar el uso de puntos de control. Como espera la mayoría, el reto siguiente será revelar el propósito principal verdadero de los “puntos para control de sobriedad” que realmente sirven como barricadas para interdicción de drogas. 3