Dos visiones de izquierda de la Cuba actual

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Dos visiones de izquierda de la Cuba actual
Samuel Farber y Saul Landau :: 21/05/2008
Dos conocidos y respetados analistas de izquierda, han expuesto recientemente para la revista
norteamericana Foreign Policy Focus sus distintos puntos de vista sobre el presente y el futuro
político, económico y social de Cuba.
Dos visiones de izquierda de la Cuba actual: (1) La vida después de Fidel Samuel Farber
18/05/08 La renuncia oficial de Fidel Castro al puesto de jefe del estado cubano, aunque esperada,
ha sido un momento crucial que ha planteado grandes interrogantes sobre el futuro de Cuba. Su
hermano menor Raúl, que oficialmente ya ha asumido el mayor puesto oficial del país, había antes
sustituido "temporalmente" al comandante en jefe el 31 de julio de 2006, después de que Fidel
Castro se retirara debido a una grave enfermedad, cuya naturaleza ha sido declarada secreto de
estado. La decisión de los dirigentes cubanos de escoger a José Ramón Machado Ventura, de 77
años, como sucesor de Raúl Castro, ha sido sorprendente pero reveladora. La mayoría de los
observadores, incluido quien esto escribe, esperaban el nombramiento de Carlos Lage, un médico
aún en la cincuentena, con reputación de moderado, y que desde hace años ha jugado un papel
relevante en la dirección de la economía cubana. Los dirigentes cubanos han designado en cambio a
un partidario de la línea dura que se ha dedicado a preservar la pureza ideológica del sistema.
Machado Ventura también ha ayudado a consolidar la influencia del ejército en las más altas esferas
de poder del gobierno, permitiendo con ello una sucesión del status-quo que aseguraría la
continuidad del actual sistema. Existen diferencias políticas tanto en la jefatura como en la
intelligentzia del país sobre la cuestión del cambio político y económico, dudas acerca de sus futuras
relaciones con los círculos militares dominantes. Al mismo tiempo, hemos podido ver signos de
nuevas protestas desde abajo que podrían frustrar los planes de la elite. Y existe además una presión
exterior, particularmente desde los Estados Unidos, que indudablemente tiene un importante
impacto en cualquier tipo de transición política que tenga lugar en la isla. Desintegración social
Las discusiones políticas sobre el futuro de Cuba están teniendo lugar con una considerable
desintegración social como telón de fondo. En un importante discurso realizado en la Universidad de
La Habana en noviembre de 2005, Fidel Castro ya señaló que la corrupción se había extendido tanto,
que temía que pudiera destruir la revolución desde dentro. Buena parte de esta corrupción es el
resultado de graves penurias económicas. A pesar de que ha habido mejoras materiales
significativas, especialmente en la distribución de electricidad –los apagones casi han
desaparecido— y en el transporte público de La Habana, el país no se ha recuperado completamente
de la tremenda crisis que trajo consigo la desaparición del bloque soviético. Sanidad y educación, las
áreas que fueron testimonio de un mayor progreso desde los primeros días de la revolución, fueron
gravemente perjudicadas por la crisis. Ha habido una preocupante escasez de profesores, debida
sobre todo a los bajos salarios que prevalecen en el sector. Entre los efectos de esta crisis del
sistema educativo cubano destacan la sustitución de profesores por clases televisadas y la cada vez
mayor importancia de las clases particulares remuneradas, una tendencia que fue observada con
preocupación por el periódico Juventud Rebelde el 30 de mayo. Hay una importante escasez de
medicinas y provisiones médicas en las clínicas y hospitales que atienden a la población general (que
contrasta con las instalaciones sanitarias disponibles para la elite política y los "turistas sanitarios").
La crisis sanitaria se ha agravado a causa del intercambio de médicos por petróleo con Venezuela,
que ha provocado una falta de médicos de cabecera en el otrora muy apreciado programa de
médicos de familia, así como entre los especialistas a los cuales estos pacientes eran remitidos.
Además, la cartilla de racionamiento oficial cubre solamente la mitad de las necesidades alimenticias
de la población. El resto debe obtenerse en el mercado libre a precio de peso convertible (que es aún
más caro que el dólar). La Comisión Económica de las Naciones Unidas para Latinoamérica (ECLA,
por sus siglas en inglés) estima que el 62% de los cubanos tiene acceso a esta moneda fuerte (en
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cantidades muy variadas), mientras que el 20% de la población urbana de la isla se encuentra en
riesgo de no ser capaz de cubrir sus necesidades mínimas básicas (Cuba es actualmente urbana en
un 75%). No es ninguna sorpresa que el robo, sobre todo de la propiedad estatal (incluyendo incluso
partes del tendido eléctrico), y todo tipo de chanchullos se hayan convertido en el pan de cada día
para un buen número de cubanos. Últimamente, la prensa cubana ha informado de un creciente
número de incidentes que sugieren una crisis social generalizada más allá de la corrupción y del
quebrantamiento de la ley con fines utilitarios. Estos incidentes van desde el absentismo escolar, el
alcoholismo y el declive del civismo a hechos mucho más graves, como los ataques espontáneos a
autobuses que recorrían barrios pobres y algunos casos de gamberrismo sin precedentes en
acontecimientos deportivos. Las reformas de Raúl Raúl Castro está tratando de incrementar a
corto plazo su apoyo popular y su legitimidad garantizando reformas económicas para eliminar las
restricciones actuales, particularmente en lo que se refiere a la vida económica del país, mientras
mantiene firmas las riendas con el objetivo de prevenir cualquier viso de democratización de la
sociedad cubana. Ésta parece ser su respuesta, discrecional y selectiva, a las demandas populares
expresadas tras su llamada –en el discurso del 26 de julio de 2007— a la organización de un debate
franco y abierto de alcance nacional. No es la primera vez que se hace una llamada de este tipo en la
isla. Algo parecido ocurrió en el periodo anterior al IV Congreso del Partido Comunista en 1991. En
aquella ocasión, sin embargo, la prensa oficial publicó frecuentemente las propuestas hechas en
reuniones de comunidades y lugares de trabajo, aunque con escaso o ningún efecto práctico.
Algunos cubanos describen este tipo de apertura institucionalizada como la "cultura del
montacargas": las propuestas son enviadas hacia arriba, a las autoridades, y las respuestas de éstos
bajan sin que la gente pueda responder o actuar por otras vías. En otras palabras, la gente tiene
prohibido organizarse independientemente, fuera de los canales oficiales, prohibición que tiene
como fin prevenir la confrontación directa con los dirigentes y cortocircuitar cualquier petición de
soluciones a sus problemas. Así las cosas, Raúl Castro ya ha retirado la prohibición de comprar
teléfonos móviles, computadoras y otros electrodomésticos, así como suministros y utensilios
agrícolas. También ha retirado la prohibición a los cubanos de hospedarse en los hoteles para
turistas y de alquilar automóviles. Estas concesiones sólo benefician, sin embargo, a los cubanos que
tienen acceso a la moneda fuerte. Raúl Castro ha retirado el tope de los salarios estatales y está
dispuesto a sentar las condiciones que permitan a más cubanos establecerse laboralmente por su
cuenta en las ciudades. Ha empezado también a distribuir a los campesinos grandes porciones de
tierra estatal sin cultivar, la mayor parte de las cuales pasaron a estar disponibles con las pérdidas
drásticas que afectaron a la industria azucarera. Una medida como ésta, si fuera considerablemente
extendida, abriría la caja de Pandora, con consecuencias políticas que merecen ser tenidas en
cuenta. De él se espera en el futuro próximo que relaje las duras restricciones de viajar al
extranjero, y que reduzca, o directamente elimine, las desorbitantes cantidades de dinero, hogar y
otras propiedades personales que los cubanos tienen que abandonar, si quieren que se les permita
emigrar. Por encima de todo, Raúl Castro mantendrá su propio estilo de gobierno limitando la
frecuencia de las manifestaciones políticas que interrumpan las rutinas políticas, delegando
funciones en vez de librarse a la gestión del pequeño detalle, y reduciendo las repentinas y
arbitrarias improvisaciones en el campo de la economía. En otras palabras, Raúl intentará formar,
como base para sus reformas, una clase burocrática "normal" que le permita poner fin,
substituyéndolo, al caótico desorden dimanante de un bonapartismo carismático. Ya sobreviva Raúl
a su hermano mayor, ya continúe el ejército manteniendo su supremacía actual tras la muerte de
Fidel, los dirigentes cubanos adoptarán probablemente alguna variante del modelo vietnamita o
chino que Raúl tanto admira. Este modelo reduciría la apertura democrática a una economía
capitalista de libre mercado bajo la dirección de un estado autocrático de partido único controlado
en su mayor parte por el ejército. La base material para un modelo como éste prácticamente ya
existe, si tenemos en cuenta el papel dominante en la economía que las Fuerzas Armadas Cubanas, a
menudo en conjunción con capital extranjero, han jugado al menos desde principios de los noventa
tras el desplome de la Unión Soviética. El ejército ha estado coordinando sus actividades económicas
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a través de una corporación llamada GAESA; uno de sus holdings, Gaviota, es probablemente la
mayor empresa turística en Cuba. Oficiales del ejército de alto rango han estado dirigiendo otros
importantes sectores de la economía, como la industria azucarera. Resulta significativo que Raúl
Castro haya promocionado recientemente a otro miembro de la vieja guardia, el comandante general
Julio Casas Regueiro, a Ministro de Defensa. Casas perfeccionó el rendimiento empresarial y la
eficacia basada en métodos de organización capitalistas en las compañías dirigidas por el ejército
(los mismos métodos también han sido empleados en algunas empresas civiles). Las actividades
económicas del ejército han creado un importante estrato de técnicos militares y directores
ejecutivos, "hombres de negocios en uniforme" que, junto a sus homólogos civiles en iniciativas
empresariales con capital extranjero, constituyen la base social principal para el posible surgimiento
de un modelo sino-vietnamita en Cuba. Comunistas liberales versus Talibanes Desde hace cierto
tiempo, una tendencia comunista liberal apoyada por la mayoría de los intelectuales, académicos y
artistas de la isla, ha venido actuando con cautela, y seguirá jugando, según parece, un papel
importante en el futuro inmediato. Recientemente, este grupo hizo notar su presencia en el congreso
de la UNEAC –Unión de Escritores y Artistas Cubanos— que tuvo lugar a primeros de abril. Esta
tendencia tiende a favorecer una apertura de mercado, pero no según pautas neoliberales, sino más
cercana a las reformas moderadas de mercado que se intentaron llevar a cabo en Europa del Este
antes de la caída del Muro en la década de los 80, e incluso antes. Además de estas reformas
económicas, a los comunistas liberales también les gustaría ver reformas democráticas que
condujeran a una Cuba más pluralista, quizá incluyendo incluso la presencia de diferentes fracciones
políticas en el seno del Partido Comunista Cubano. Estos puntos de vista son publicados y
predominan en publicaciones de relativamente escasa circulación, como La Gaceta de Cuba, Temas,
Revolución y Cultura. Aunque estas reformas democráticas no serían aceptables para un futuro
grupo dirigente "sino-soviético", los liberales de mercado y los autócratas de mercado forjarían una
alianza temporal, ya que la introducción del mercado acarrearía una liberalización en el terreno
social. Este hecho podría llevar a reformas que están actualmente bajo consideración y pronto
podrían ser anunciadas, como una reducción de las restricciones para viajar al extranjero, una
mayor libertad para las pequeñas empresas, el derecho a alquilar, comprar y vender la propia casa y
un mayor acceso a Internet, aun dentro de las limitaciones de la censura. Cualquier concesión
material que un régimen como el cubano sea capaz de proporcionar a los intelectuales (la base
social de los actuales comunistas liberales) prolongará la vida de semejante alianza. Lo que sí es
seguro es que los fidelistas de línea dura se resistirán a los cambios liberalizadores en la economía y
lucharán contra cualquier intento de democratizar la política. En Cuba se les llama "talibanes", y en
el grupo se incluye a gente como Felipe Pérez Roque, el jefe del estado mayor de Fidel Castro y
actual Ministro de Exteriores. El centro principal del poder "talibán" se encuentra en el Grupo de
Apoyo a Fidel Castro y entre algunos sectores del aparato del Partido Comunista, sobre todo en las
provincias, que incluyen a personas que fueron personalmente formadas por el comandante en jefe.
El Grupo de Apoyo, constituido por figuras como Carlos Valenciaga, el secretario personal de Fidel
Castro, han sido marginadas por Raúl Castro. Apodados jocosamente "los huerfanitos", han jugado
un papel clave en la "Batalla de Ideas" de Fidel Castro. Esta "batalla" implicó no sólo luchas políticas
e ideológicas acompañadas de manifestaciones masivas, sino también la realización de proyectos
económicos que a menudo se desviaban de los planes preestablecidos y usurpaban el poder y las
funciones de los departamentos y ministerios gubernamentales. Los "talibanes" no tienen ningún
futuro político mientras el ejército esté bajo el liderazgo de Raúl Castro, o quienquiera le suceda, y
permanezca unido y capaz de llevar a cabo importantes reformas económicas a corto plazo que
incrementen su legitimidad y popularidad entre la mayoría de la población. La transición China es
un buen ejemplo con el que comparar el papel jugado por los "talibanes": sus equivalentes asiáticos
fueron la "Banda de los Cuatro" y quienes permanecieron apegados al viejo sistema estalinista.
Ninguno de ellos fue rival para Deng y lo que prometió: una mejora del nivel de vida y un alivio de
las arbitrariedades y mobilizaciones sin cuento de Mao. Tendencias políticas Como en muchas
otras transiciones post-comunistas que han tenido lugar desde los ochenta, hay un apoyo muy poco
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significativo en Cuba a una economía y a una sociedad de tipo colectivista controlada desde la base
mediante una política abierta y democrática. El panorama político parece limitarse a tres puntos de
vista: dos de éstos apoyan la existencia de un estado de partido único aun difiriendo entre sí en lo
tocante al grado en que debería Cuba abrirse a una economía de mercado. Un tercer punto de vista,
influyente entre intelectuales y académicos, apoya la liberalización y la democratización de la
sociedad, pero dentro del contexto de un giro hacia el mercado de impronta poco menos que
neoliberal. Sin embargo, el sentir popular en Cuba es tal, que, aun a pesar del creciente de personas
tenadas a pensar que el capitalismo es el mejor sistema para producir bienes y servicios, la mayoría
defiende ferozmente la sanidad, la educación y otros servicios sociales públicos y gratuitos que
ganaron en los primeros años de la revolución. Las abundantes historias ya conocidas de transición
al capitalismo sugieren que una transición capitalista en Cuba estaría muy lejos de adoptar una
forma relativamente benigna. Más bien seremos testigos de varias "terapias de shock" y agudas
reducciones en el gasto y las instituciones del "estado del bienestar", reducciones impuestas por el
dominio dictatorial del ejército en colaboración con el capital extranjero y el emergente capital
nacional. También podemos esperar un papel determinante de los EEUU. en los asuntos internos de
la isla con un ajuste estructural del estilo del FMI, privatización y políticas de austeridad que
tendrían un efecto devastador, particularmente entre los pobres y la población negra cubana. Las
posibilidades de un cuarto punto de vista, el de las políticas democráticas anticapitalistas, hay que
cifrarlas en la oposición popular a una transición como la mencionada. Precisamente, los
acontecimientos recientes en la isla parecen sugerir la aparición de una tendencia en este tipo. El
año 2007 puede que haya sido testigo del incipiente arranque de una transición de las políticas de
queja individual –que ganaron una difusión particularmente relevante con la crisis provocada por la
caída del bloque soviético a principios de los noventa— a políticas de resistencia colectiva. El año
empezó con la protesta de los intelectuales y artistas cubanos contra la reaparición pública de tres
individuos asociados con las viejas políticas culturales represivas, quienes purgaron a numerosos
intelectuales y artistas destacados en el periodo más oscuro de los 70: Luis Pavón Tamayo, Armando
Quesada y Jorge "Papito" Sergueras. La protesta fue políticamente limitada, ya que nunca desafió a
la censura ni planteó preguntas acerca de quién había dado las órdenes de que volvieran estos
funcionarios de la represión cultural; pero era inédita en Cuba, pues empezó de manera espontánea
por correo electrónico y permitió a los artistas e intelectuales poner a prueba su músculo político y
su independencia frente al control del estado de partido único. El gobierno trató de contener la
protesta, pero los manifestantes consiguieron obtener con éxito una declaración oficial de
reafirmación de las relativamente tolerantes políticas culturales actuales. Desde entonces han tenido
lugar varios acontecimientos que confirman que algo se mueve en el país. En septiembre de 2007,
algunos cientos de estudiantes se manifestaron abiertamente en la Universidad de Oriente de
Santiago de Cuba en protesta por las precarias condiciones de vida y educativas, así como por la
falta de seguridad para las estudiantes. La protesta estudiantil debe de haber sido importante, pues
el gobierno consideró necesario organizar una gran contramanifestación oficial en Santiago de Cuba
a primeros de octubre de reafirmación del apoyo al régimen. Hay noticias sin confirmar de que
muchos de los manifestantes fueron expulsados de la universidad; pero los medios de comunicación
controlados por el gobierno han mantenido un silencio absoluto respecto de este asunto. En enero
de 2008 lo que puede calificarse sin reservas como un casi-motín interrumpió una reunión en la que
funcionarios del gobierno informaban a los trabajadores de compañías extranjeras de que, a partir
de ahora, se les cobraría un impuesto por los suplementos salariales en moneda fuerte otorgados
bajo cuerda por sus empleadores extranjeros. Los trabajadores estaban particularmente indignados
porque el gobierno cubano ya recibía en moneda fuerte sus salarios en estas compañías para luego
pagárselos en pesos. A principios de febrero, en un vídeo profusamente distribuido por Internet,
estudiantes de la Universidad de Ciencias de la Información, situada en lo que en su día fue el
puesto de escucha soviético en Lourdes, se encararon con Ricardo Alarcón, presidente de la
Asamblea Nacional Cubana. Protestaban por las restricciones para viajar, la prohibición de visitar
instalaciones turísticas en Cuba, los efectos injustos del sistema de doble moneda, una falta de
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información sobre los candidatos a las elecciones parlamentarias y sus respectivos programas, y
contra la censura que impide acceder a motores de búsqueda como Yahoo. Los estudiantes
realizaron sus reivindicaciones libertarias y democráticas desde un punto de vista explícitamente
revolucionario. En su hipócrita respuesta, Alarcón contestó que la mayoría de gente en el mundo
carece de los medios para viajar, y que si todo el mundo pudiera viajar, no habría recursos bastantes
para satisfacer la demanda. Confundió deliberadamente el derecho político y legal a viajar con la
capacidad para permitírselo. También omitió el hecho de que en Cuba, por razones exclusivamente
políticas, algunas personas tienen más derecho a viajar que otras. El papel de los EEUU Desde
hace casi 50 años, el imperialismo estadounidense ha impuesto un bloqueo económico que ha
violado el derecho de Cuba a su autodeterminación y empeorado considerablemente la vida del
pueblo cubano. El bloqueo también ha proporcionado una base anti-imperialista al régimen que le ha
ayudado a asegurar su supervivencia. El fin de la Guerra Fría redujo considerablemente la
importancia de Cuba en la política exterior norteamericana, como lo atestigua la ausencia de Cuba
en prácticamente todos los análisis estratégicos de amenazas y desafíos internacionales a los que se
enfrenta el gobierno estadounidense. Sin embargo, el régimen de Castro ha alimentado el miedo a
una invasión cada vez que lo ha considerado conveniente por razones de política interior y exterior,
con el fin de desviar la atención de los escándalos nacionales, como cuando impuso fuertes condenas
de prisión a 75 disidentes pacifistas en la primavera de 2003. Han pasado varias décadas desde que
los EEUU contemplaron seriamente una invasión de la isla. No obstante, el gobierno
estadounidense, y en particular la administración Bush, han continuado con una política de
intimidación, con un creciente acoso que tiene como objetivo el empeoramiento de las condiciones
de vida en la isla, acelerando así el colapso del régimen desde dentro sin necesidad de emprender
una invasión. Al mismo tiempo, han dado refugio a terroristas como Luis Posada Carriles y Orlando
Bosch –responsables de la muerte de 73 civiles inocentes en el atentado a un avión cubano cerca de
Barbados, en 1976— e intentado comprar apoyo político dentro de la isla. La actual estrategia del
gobierno estadounidense hacia Cuba parece estar basada en la idea de que los individuos y los
grupos de la isla que apoyan las políticas e intereses estadounidenses tomarán el poder con la ayuda
del gobierno estadounidense y sus asociados cubano-americanos del sur de Florida. Esta gente
implantaría entonces una transición capitalista "democrática" en Cuba. Aparte del hecho de que
semejante transición precisaría de una dictadura feroz, la idea pertenece al desacreditado género de
la política-ficción que predijo que las tropas norteamericanas serían recibidas como libertadores en
Bagdad. Desde el desplome del bloque soviético, la política económica de bloqueo y acoso político ha
sido mantenida más por razones políticas y electorales que por el deseo de la clase empresarial
norteamericana, la cual, de hecho, no ha dejado de mostrar un creciente interés en emprender
negocios con Cuba. Muchos directores de empresa y destacados políticos – señaladamente los de la
costa Oeste y del Medio Oeste, que han facturado cientos de millones de dólares al año vendiendo
comida y productos manufacturados a Cuba bajo las excepciones "humanitarias" que garantizaba el
bloqueo desde noviembre del 2001— han visitado la isla estos últimos años. Este creciente interés se
ha reflejado en el Congreso estadounidense. Durante los años en que Bush júnior ha ocupado su
cargo, el Congreso ha estado muy cerca de aprobar una legislación, con el apoyo republicano, que
hubiera supuesto un serio revés para el bloqueo; pero Bush supo actuar a través de los lobbies con
éxito, sacarla de la agenda política del Congreso. Propuestas legislativas de este tipo puede que sean
aprobadas por el nuevo Congreso que será elegido en noviembre. Si terminará o no siendo vetado
por quienquiera sea el nuevo presidente, es pregunta que está por ahora todavía en el aire. Lo cierto
es que una transición "sino-vietnamita" en Cuba, sobre todo si viniera de la mano de un dirigente
que no se apellidara Castro, dividiría a la derecha cubana de Florida, debilitándose así el principal
apoyo político con que cuenta el bloqueo estadounidense. Llegados a ese punto, los dirigentes de la
isla podrían invitar a los capitalistas cubano-americanos de Florida a viajar, invertir y enriquecerse
en Cuba, siempre que pudieran acreditar que se mantienen al margen de toda cuestión política.
Sería el equivalente a lo que el gobierno chino ha hecho con los empresarios chinos de ultramar y al
decreto que ha impuesto Putin a la oligarquía empresarial rusa. Las perspectivas para una Cuba
lahaine.org :: 5
post-Castro son preocupantes, tanto si se inclina por el modelo "sino-vietnamita", como si continúa
con el mismo régimen (aun con cambios liberalizadores). Los progresistas norteamericanos pueden
contribuir a la posibilidad de una transición democrática, humana y socialista en Cuba exigiendo una
restauración inmediata de las relaciones económicas y políticas de EEUU con la isla. Para hacerlo,
no es necesario crear ilusiones sobre la naturaleza del régimen cubano. Hacerlo, sería, de hecho,
contraproducente, porque minaría la credibilidad de las fuerzas que luchan por un cambio en la
política estadounidense. La normalización de las relaciones con Cuba haría avanzar la causa de la
autodeterminación de las naciones y sería una buena alternativa práctica para casi cincuenta y cinco
años de fallida política de bloqueo económico y acoso político. No puede haber un mejor momento
que éste para traer todo ello a colación y presionar a favor del cambio en el contexto de las
elecciones de este 2008. Samuel Farber nació y se crió en Cuba. Su libro más reciente es The
Origins of the Cuban Revolution Reconsidered [Una revisión de los orígenes de la revolución cubana]
(University of North California Press). Colabora regularmente con Foreign Policy in Focus.
Dos visiones de izquierda de la Cuba actual: (2) La lucha continúa Saul Landau 18/05/08
Desde la caída de la Unión Soviética en 1991, los cubanos han vivido un "periodo especial". Este
eufemismo significa no sólo el declive drástico de la media de vida, sino también una violenta
alteración de los valores sociales. La ayuda soviética se desvaneció junto con el comercio ventajoso
con el bloque soviético. A medida que declinaba la economía soviética en Cuba, el estado rompió
parte de su contrato social: no cubrió las necesidades materiales básicas de los cubanos, ni les
proporcionó suficiente comida ni vestir. La sanidad básica y la educación pública permanecieron,
pero fueron recortadas. El gobierno recortó todavía más las raciones a más de la mitad de las que
existían, y la comida barata desapareció. Para sobrevivir, cada cubano tuvo que transformarse a sí
mismo de los valores del comunismo (compartir) a los valores del individualismo (sálvese quien
pueda). A principios de los noventa, expertos del gobierno estadounidense y otros prestigiosos
entendidos predijeron la caída inminente del gobierno de Fidel Castro. Las oficinas de los
departamentos de la burocracia de seguridad nacional de Washington empezaron a hacer quinielas
(¿qué día o semana caerá Castro?). El premio Pulitzer Andrés Oppenheimer escribió en 1992 un
libro titulado La hora final de Castro (dando un nuevo significado a las palabras "final" y "hora").
Diecisiete años después de la desaparición de la URRS, Cuba permanece como el único estado
socialista del mundo. Sus críticos lo tildan de "estado fallido" o "caso perdido", pero tras la última
década el nivel de vida de los cubanos ha crecido rápidamente. Los corredores de apuestas han
cerrado la timba sobre la fecha de su desaparición. Supervivencia milagrosa Los dirigentes
cubanos admiten en privado que es un milagro que hayan sobrevivido. La razón de ello puede
descansar en la política maquiavélica de Castro de exportar a sus enemigos a los Estados Unidos
(casi un millón). Incluso sus detractores más militantes envían regularmente dinero a sus familiares
en la isla, dando así vida un tesoro público casi vacío con casi mil millones de dólares al año en
remesas. La agilidad política de Castro, sin embargo, no ha ayudado a desarrollar su quijotesca
visión de convertir a Cuba en un espejo en el que otros países del tercer mundo busquen reflejarse
en su búsqueda de los caminos más adecuados para el desarrollo. En vez de eso, los cubanos siguen
abandonando la isla peligrosamente en balsas o barcos ilegales, en busca de mayores oportunidades
en Florida. Ingenieros, científicos y doctorados en literatura eligen no desperdiciar sus vidas, y se
disponen a hacer pizzas o cajas de cartón, o a enseñar en las escuelas primarias. Los cubanos
también quieren ganar dinero suficiente para sobrevivir. Durante el "periodo especial" los adultos se
buscaron "chanchullos" para ganar lo suficiente para la supervivencia de sus familias. Lo que
significaba quebrantar la ley, comprar o vender ilegalmente o pergeñar alguna pequeña trampa
ocasional. También significó perpetración de robo en propiedades estatales y búsqueda de la
prosperidad en las operaciones del mercado negro. En 2006, sin embargo, China y Venezuela
empezaron a inyectar cientos de millones de dólares de inversión en los recursos minerales y
petrolíferos de la isla. Además, el descubrimiento de petróleo costero atrajo nuevos inversores a
Cuba. Con el dinero recibido, Cuba empezó a reconstruir su deteriorada infraestructura. A mediados
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de los noventa, los apagones de verano duraban hasta veinte horas los peores días; en 2008, la
renovada red eléctrica permite al gobierno vender electrodomésticos al público y elevar
gradualmente el nivel de vida. Rechazo de otros modelos En 2007, los dirigentes cubanos
empezaron un debate público para encarar algunos de los problemas aparecidos en el periodo postsoviético. Algunos de esos problemas echaban sus raíces en el mismo modelo soviético. La cúpula
dirigente, sin embargo, no tenía ninguna intención de convertirse al capitalismo. Quienes apostaron
por los modelos chino o vietnamita no lograron imponerse cuando, el último 26 de julio, Raúl Castro
habló de resolver los temas más urgentes, como las adversidades cotidianas, la escasez de comida y
la baja productividad agrícola, en el marco de un modelo socialista. El gobierno ha respondido así a
un descontento popular, a la alienación y a un descomunal cinismo, y en los últimos dos años ha
importado un 35% más de comida. Raúl ha admitido que "los salarios son claramente insuficientes
para satisfacer las necesidades del pueblo." Esta afirmación no significa lo que por lo común
informan los periodistas estadounidenses cuando comentan con sorna que el salario medio cubano
alcanza los veinte dólares al día. No tienen en cuenta la gratuidad del sistema de sanidad público, ni
de la educación desde la guardería hasta los programas de doctorado; la ausencia de impuestos y
alquileres; la gratuidad de prácticamente todos los medios de transporte o el entretenimiento y la
comida subvencionados. Pero todo ello aún se encuentra lejos de la seguridad desde la cuna a la
tumba que experimentaron los cubanos antes de la desaparición de la Unión Soviética. Muchos
periodistas extranjeros también omiten lo obvio: que los dirigentes cubanos toman sus decisiones
según las necesidades de más de 11 millones de personas, destacando el carácter básico de la
sanidad y la educación. Los periodistas mantienen como axiomas los valores de las sociedades de
consumo de las que provienen, en las que tiendas y supermercados están abastecidos con productos
de varias marcas. Si los cubanos desean mantener la igualdad como un valor irrenunciable, un
modelo como ése no debería asomarse por la isla. A pesar de que el comercio cubano se ha
incrementado, especialmente con Venezuela y China, está muy lejos de ser competitivo. Su fuerza de
trabajo ha permanecido poco productiva, lo que se explica parcialmente como resultado de las leyes
laborales que dificultaban el despido o incluso la disciplina de los trabajadores. Permitir la venta de
más bienes de consumo no significará una explosión de las ventas, porque la mayoría de los cubanos
no posee en exceso moneda extranjera para comprarlos. Los cubanos tendrán que escoger entre los
nuevos productos disponibles, incluyendo las estancias en hoteles de postín. Los cubanos que
reciben remesas de miembros de sus familias en el extranjero, o pagan en moneda fuerte, continúan
disfrutando con la compra de privilegios –desigualdad institucionalizada—, crispando con ello a la
mayoría de la población. Pero la libertad para comprar no puede ser el pilar de un país socialista,
sobre todo en una nación del tercer mundo construida sobre cimientos de justicia e igualdad. Las
nuevas inversiones de Cuba se han destinado también al transporte público, especialmente los
autobuses y los trenes urbanos y de largo recorrido. Las reformas también han dado mayores
libertades a los pequeños campesinos, que han rendido mejor que los grandes establecimientos
agrícolas estatales. Más comida, mejor transporte, y menos apagones significan mucho en la vida
cotidiana de los cubanos. La revolución en peligro El nuevo sentir se ha extendido más allá de lo
material. Los artistas e intelectuales han manifestado que no tolerarán más la censura. La cúpula
dirigente se ha mostrado de acuerdo. Todas las aperturas y reformas significan progreso, pero
medidas positivas aparte, la revolución está en peligro. En los primeros meses de este año, miles de
cubanos abandonaron la isla en dirección a Florida. No abandonaron su país por la falta de libertad
de expresión, sino por imposibilidad de ejercer sus profesiones y en búsqueda de mayores
posibilidades para ellos y para sus hijos. Fidel Castro alertó de que, aunque la revolución cubana
haya desafiado con éxito al imperialismo, los cubanos pueden ser los responsables de perder su
propia revolución. En su carta del 3 de abril al presidente de la Unión de Escritores y Artistas
Cubanos, Miguel Barnet, escribió Castro que "todo lo que éticamente fortalezca a la revolución es
bueno; todo lo que la debilite es malo". Algo similar dijo a los intelectuales cubanos en 1961: "Todo
dentro de la revolución, nada fuera de la revolución." La revolución significaba soberanía e
independencia, justicia social e igualdad. Pero si uno está de acuerdo con este programa y simpatiza
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con él, por fuerza tiene que estremecerse cuando ve cómo actúan los dirigentes cubanos de manera
que o contradice o ignora ese punto de partida. Algunos acontecimientos recientes son
especialmente perturbadores. A principios de abril de 2003, funcionarios de seguridad del estado
cubano arrestaron a tres hombres que habían intentado secuestrar un ferry de pasajeros y matado al
piloto cuando se resistió. El tribunal los condenó a la pena de muerte, dando a los condenados sólo
unos cuantos días para apelar la sentencia. El Tribunal Supremo Cubano y el Consejo de Estado
confirmaron las sentencias, y el 11 de abril fueron ejecutados los tres. Los funcionarios cubanos
afirmaron que la rapidez del proceso "resultaba ejemplar" para otros secuestradores potenciales.
Una avalancha de robos de barcos y aviones permitió antes a los cubanos huir a los Estados Unidos,
y los funcionarios ni castigaron a sus autores ni reclamaron el retorno de las embarcaciones. Pero la
pena de muerte sin prácticamente tiempo para apelar la sentencia, lo que indica es más bien pánico,
si se compara con las respuestas razonadas que los dirigentes cubanos suelen dar a las crisis. Un
mes antes, en marzo, Cuba arrestó a 75 disidentes, escandalizando a buena parte del mundo y
entristeciendo a algunos de los partidarios de Cuba. En el juicio subsiguiente, los testigos declararon
que los disidentes acusados habían recibido bienes y servicios de diplomáticos estadounidenses en
La Habana. Doce testigos eran supuestos disidentes, incluyendo a algunos de los miembros más
concienzudos y mejor conectados, como el periodista Néstor Baguer, que presentó documentos
describiendo las transacciones de los acusados, que eran una violación de la legislación cubana
concebida para responder al Acta Helms Burton, hostil a Cuba. En 1998, Baguer dirigía la Agencia
de Prensa Independiente de Cuba. Con unos pocos periodistas, envió por fax informes a Reporteros
Sin Fronteras y al gobierno estadounidense, y fundó Radio Martí. En el juicio de abril de 2003,
Baguer se reveló como uno de los doce topos infiltrados por el servicio de seguridad del estado. Las
pruebas convincentes que se presentaron al tribunal no disuadieron a los críticos, que creían que
Cuba no debería castigar a la gente que mantiene puntos de vista disidentes, ni siquiera en caso de
aceptar dinero de representantes de un gobierno enemigo. ¿Por qué abroquelarse recurriendo a la
pena de muerte y arrestar a quienes habían sido neutralizados ya por agentes infiltrados? ¿Y por qué
exponer a esos agentes a la luz pública? Los funcionarios cubanos, algunos de ellos medio
excusándose, me explicaron que tenían que mostrar a los Estados Unidos que no podrían actuar
impulsivamente contra Cuba como lo habían hecho en Afganistán e Irak. Ejecutando a los
secuestradores y arrestando a los disidentes, el gobierno mostró su determinación: será implacable
–y hasta sangriento— contra las provocaciones estadounidenses. Estas explicaciones no me
satisficieron, aunque creo que los funcionarios cubanos me contaron la verdad. Cuba duele "La
revolución cubana tenía que haber sido diferente", escribió en una ocasión el escritor uruguayo
Eduardo Galeano. "Atacada por el incesante acoso del imperio por el norte, sobrevivió como pudo y
no como quiso. El pueblo, valiente y generoso, sacrificó una gran oportunidad para seguir de pie en
un mundo de servilismo rampante. Pero año tras año los procesos sacudieron a la isla, y la
revolución empezó a perder la espontaneidad y la frescura que había tenido en sus comienzos." No
exagera. En 1960 pude comprobar hasta qué punto la vida cotidiana cubana estaba dominada por un
torrente de creatividad. Y como Galeano, he tenido ocasión de ver cómo en estos 48 años "la virtud
revolucionaria" iba transformándose en "obediencia a las órdenes que vienen de arriba." Ese es el
resultado, casi como si de una ley de la naturaleza política se tratara, de medio siglo de agresiones
estadounidenses. El crimen de Cuba: la desobediencia. Castigando a este advenedizo, escribió
Galeano, los Estados Unidos habían bloqueado de manera efectiva "el desarrollo de la democracia en
Cuba, alimentando la militarización del poder y proporcionando una coartada para la rigidez
burocrática." "La revolución que fue capaz de sobrevivir a la furia de 10 presidentes
estadounidenses y 20 directores de la CIA", continua Galeano; "necesita la energía que proviene de
la participación y la diversidad para enfrentarse a los oscuros tiempos por venir que seguro le
aguardan. Siempre digo con tristeza que Cuba duele." ¿Podría yo o cualquiera que yo conozca
haberlo hecho mejor? Fidel asegura que la CIA ha tratado de asesinarle en 638 ocasiones. La CIA
sostiene que exagera levemente. La Agencia admite que lanzó miles de ataques terroristas contra
Cuba y los cubanos. En medio siglo, los Estados Unidos han atacado a la isla económica, psicológica
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y, acaso, hasta química y bacteriológicamente. Trataron de aislar a Cuba diplomáticamente, y siguen
haciendo una propaganda agresiva desde Radio y TV Martí. Apertura democrática Cuba resistió y
sobrevivió; mas salió herida del combate. En marzo de 2008, sin embargo, la apertura democrática
que Galeano y otros viejos simpatizantes esperaban, comenzó. Por encima y más allá de la tan
cacareada libertad de los cubanos para comprar electrodomésticos y teléfonos móviles y para poseer
sin mayores problemas su propia casa, Cuba ha firmado la cláusula de las Naciones Unidas de los
derechos humanos y laborales, que la ata a los principios de estos acuerdos. Eso significa que los
sindicatos no pueden ser parte del gobierno, y que las libertades de expresión y de prensa, y
también las políticas, tendrán que ser respetadas. Ya se verá que pasa. Un ciudadano explicó al
Vicepresidente Carlos Lage, con ocasión de una conferencia de éste, que el gobierno carecía de
sensibilidad para las necesidades sociales de la gente y para sus problemas psicológicos, cosas que
el dinero no puede resolver. Lage se disculpó. Los cubanos lo vieron por televisión. A principios de
este año, en Juventud Rebelde, un periódico oficial, el gobierno fue acusado de amañar las
estadísticas de desempleo. Los cambios han empezado, pero los contrabandistas permanecen en la
isla. Los barcos también marchan llenos. Echemos un vistazo histórico a la revolución cubana. Ha
sido un éxito. Ha conseguido soberanía e independencia para el país; ha educado y mejorado la
salud de su población; ha cubierto sus necesidades básicas y instruido a su pueblo para que tenga un
papel en el escenario de la historia mundial, sin limitarse a ser un mero espectador de la misma. Los
cubanos alteraron el destino de Sudáfrica cuando sus tropas ayudaron a derrotar a los ejércitos del
apartheid en Cuito Cuanavale en 1987-88. Mandela abrazó a Fidel en su nombramiento como
presidente: "Tú hiciste esto posible", dijo al mundo para que escuchara. Los cubanos han jugado un
papel vital ayudando a Angola a mantener su independencia, y a Namibia a obtener la suya. Han
jugado un papel importante en las guerras de Vietnam y del Yom Kippur, y liderado el cambio para
terminar de una vez por todas con la Doctrina Monroe. Hace cincuenta años, Washington controlaba
Latinoamérica y ningún dirigente se atrevía a desafiar su hegemonía o sus políticas económicas.
Hoy, cuatro de los hijos ideológicos de Fidel gobiernan países (Venezuela, Bolivia, Ecuador y
Nicaragua), y muchos de sus primos gobiernan otros tantos (Brasil, Chile, Argentina y Panamá).
Médicos y científicos cubanos, artistas y bailarines, escritores y cineastas han dejado estampados
sus nombres en los frontispicios de innumerables países con su excelente trabajo. La revolución
cubana ayudó a formarlos a todos ellos. Todos esos triunfos pertenecen al pasado. La cuestión ahora
es: ¿puede Cuba sobreponerse a la herencia del periodo especial, cuando el individualismo erosionó
el espíritu colectivo? ¿Puede superar las tres décadas del modelo soviético que tuvo que adoptar
para sobrevivir? Sus dirigentes han vivido en y para la revolución, y han difundido sus valores entre
la población. ¿Responderán los cubanos recogiendo su iniciativa y preservando unos logros enormes,
o sucumbirán al brillante atractivo del consumo de masas? Ya veremos. Saul Landau es un
reconocido académico, escritor y cineasta que ha tratado cuestiones nacionales e internacionales. Es
miembro del Institute for Policy Studies desde 1972. Ha escrito 13 libros y miles de artículos y
críticas para la prensa y ha realizado más de 40 películas y reportajes de televisión sobre cuestiones
sociales, políticas, económicas e históricas. Es profesor emérito en la Cal Poly Pomona University y
colaborador de Foreign Policy in Focus. Traducido por sinpermiso.info
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