HERACLES Heracles (Hércules para los romanos) es el más famoso de los héroes helénicos y el protagonista de un ciclo épico que lleva sus hazañas por todo el orbe conocido de los antiguos griegos. Fue el héroe más admirado de la antigüedad, adorado en multitud de templos en Grecia y Roma. I. Nacimiento, infancia y juventud de Heracles Heracles era hijo de Zeus y de Alcmena, hija del rey de Micenas y esposa del rey de Tirinto. Zeus se enamoró de Alcmena y, aprovechando la ausencia de su marido, tomó la apariencia de éste y se unió a ella, con la intención de engendrar un hijo que sería el más poderoso de los mortales y gobernaría la noble casa de Perseo. Hera, esposa de Zeus, celosa por la infidelidad de su marido, hizo prometer a Zeus, cuando Heracles estaba a punto de nacer, que el príncipe que naciera antes del anochecer en la familia de Perseo sería el rey. Entonces Hera retrasó el nacimiento de Heracles y adelantó el de su primo Euristeo, que nació sietemesino. Así, Heracles quedó constituido en vasallo de Euristeo debido al juramento de Zeus. No contenta con esto, Hera quiso matar a Heracles enviando dos enormes serpientes para que lo estrangulasen en su cuna, pero Heracles se libró de ellas ahogándolas con sus propias manos. El joven Heracles recibió la educación propia de los héroes, tuvo los mejores maestros y pronto destacó en las artes guerreras, siendo infalible con la jabalina y con el arco. A los dieciocho años Heracles realizó su primera hazaña, dando muerte a un enorme león que estaba haciendo estragos entre los rebaños de la zona. Heracles mató al león de un mazazo, se vistió con su piel y se puso por casco sus mandíbulas abiertas. Por aquella misma época la ciudad de Tebas estaba obligada a pagar tributo a la de Orcómeno. Cuando los recaudadores de Orcómeno se presentaron, Heracles les cortó la nariz y las orejas y se las colgó del cuello, diciendo que ese era el tributo que debían presentar a su rey Ergino. Ergino atacó la ciudad de Tebas y fue derrotado por Heracles, quien obligó a los de Orcómeno a pagar desde entonces tributo a los tebanos. Creonte, rey de Tebas, agradecido, dio en matrimonio a Heracles a su hija Mégara. Años más tarde los eubeos, con su rey Pirecmes a la cabeza, marcharon sobre Tebas. Heracles venció a Pirecmes y ordenó que unos potros desgarraran su cuerpo, partiéndolo en dos, y que sus restos fueran abandonados sin enterrar junto al río Heracleo. Hera, irritada por los excesos de Heracles, lo enloqueció; preso de un terrible ataque de locura, Heracles mató a todos los hijos que había tenido con Mégara, a ésta y a dos de sus sobrinos. Cuando Heracles recobró la cordura acudió al rey Tespio para que lo purificase, tras lo cual se dirigió a Delfos para pedir consejo a la pitonisa, quien le ordenó ir a Tirinto y servir a su primo Euristeo durante doce años; si realizaba con éxito los diez trabajos que su primo le impondría (que acabaron siendo doce ya que su primo no dio por válidos dos de ellos) obtendría como premio la inmortalidad. Su sobrino Yolao compartiría con él los trabajos, sirviéndole como escudero. Antes de partir hacia Tirinto Heracles fue equipado por los dioses: Hermes le entregó una espada, Apolo un arco, Zeus un escudo irrompible, Atenea una túnica, Hefesto una armadura, y Poseidón un tiro de caballos para su carro. • Los doce trabajos Primer trabajo: El León de Nemea El primer trabajo que Euristeo impuso a Heracles fue dar muerte al león de Nemea, hijo de los monstruos 1 Ortro y Equidna, fiera temible cuya piel era invulnerable a toda clase de armas. Heracles intentó matarlo con una maza pero sólo logró asustarlo, el león se introdujo en su cueva y Heracles lo siguió y luchó con la fiera cuerpo a cuerpo, estrangulándola. Presentó el cadáver del animal a Euristeo, quien, asombrado y aterrorizado, le prohibió que volviera a entrar jamás en la ciudad; en adelante debía exhibir los frutos de sus trabajos ante las puertas de Micenas. Euristeo ordenó a sus herreros que le fabricasen una jarra de bronce que escondió bajo tierra. En adelante, siempre que se anunciaba la llegada de Heracles, se refugiaba en ella y enviaba sus órdenes por medio de un heraldo. Utilizando las garras del león, Heracles lo despellejó y llevó a partir de entonces su piel invulnerable como armadura, y su cabeza como casco. El león de Nemea, tras su muerte, se convirtió en la constelación Leo. Segundo trabajo: La Hidra de Lerna El segundo trabajo ordenado por Euristeo fue la destrucción de la hidra de Lerna, enorme serpiente multicéfala hija de Tifón y Equidna. Este monstruo había sido criado por la propia Hera para enfrentarlo a Heracles; sus cabezas se reproducían al ser cortadas, y exhalaban un vaho capaz de matar a todo el que se hallara cerca. Heracles, conteniendo la respiración, comenzó a luchar contra la hidra aplastando sus cabezas con una maza, pero enseguida brotaban otras nuevas. Hera envió un enorme cangrejo para que ayudase a la hidra, pero Heracles lo aplastó con el pie. Yolao acudió en ayuda de Heracles, y mientras éste cortaba las cabezas con una espada Yolao quemaba las heridas con una antorcha para evitar que se reprodujesen. Tras dar muerte a la hidra y desentrañarla, mojó sus flechas en la hiel del monstruo, a partir de entonces la más pequeña herida que estas flechas causasen sería letal. En premio a los servicios prestados por el cangrejo, Hera colocó su imagen entre los doce signos del Zodíaco (la constelación de Cáncer). Euristeo no consideró este trabajo como debidamente ejecutado, ya que Yolao había ayudado a Heracles. Tercer trabajo: La Cierva de Cerinia El tercer trabajo de Heracles consistía en capturar la cierva de Cerinia y llevarla viva a Micenas. Este animal tenía pezuñas de bronce y cornamenta de oro. Estaba consagrada a Artemis, ya que era una de las cinco ciervas que la diosa había intentado capturar para engancharlas a su carro, y la única que había logrado escapar. Heracles persiguió a la cierva incansablemente día y noche hasta el mismo país de los Hiperbóreos. Aprovechando un momento en que el animal se detuvo a beber, Heracles inmovilizó sus patas delanteras con una flecha que hizo pasar entre el tendón y el hueso sin derramar sangre. Entonces la apresó y se la llevó a Micenas. Cuarto trabajo: El Jabalí de Erimanto Euristeo ordenó a Heracles que capturase vivo a un enorme jabalí que vivía en los bosques de Erimanto y que causaba estragos en los campos que rodeaban Psófide. De camino hacia Erimanto, Heracles hizo una parada para visitar a su amigo el centauro Folo, quien 2 compartió con él su comida y su vino. Pero los otros centauros, al oler el vino que estaba especialmente reservado para ellos, montaron en cólera y atacaron a Heracles, quien los rechazó primero con teas y luego con sus flechas envenenadas, dando muerte a varios de ellos y poniendo en fuga a los demás. Mientras Heracles enterraba a sus víctimas Folo sacó una de las flechas de Heracles y la examinó, asombrado de que algo tan pequeño pudiese dar muerte a criaturas tan formidables. La flecha se le cayó y lo hirió en un pie, matándolo. Heracles enterró a su amigo con excepcionales honras fúnebres al pie de la montaña que tomó su nombre, y prosiguió en busca del jabalí. Heracles persiguió a la bestia durante horas, llevándolo hasta una zona cubierta de nieve donde saltó sobre su lomo y lo ató con cadenas, llevándoselo sobre sus hombros a Micenas. Los colmillos del jabalí de Erimanto se conservaron en el templo de Apolo en Cumas. Quinto trabajo: Los establos del Rey Augias Augias, rey de Elide, era el hombre que más ganado poseía en el mundo, los dioses habían hecho a sus rebaños inmunes a todas las enfermedades, y eran increíblemente fértiles. Pero Augias no había limpiado jamás sus establos, que esparcían un hedor insoportable por todo el Peloponeso. Además la capa de estiércol sobre la tierra de los valles era tan gruesa que ya no podían labrarse para sembrar grano. Euristeo ordenó a Heracles limpiar aquello en un solo día, sonriendo al imaginar al héroe cargando el estiércol en cestos y llevándoselo sobre sus hombros. Heracles, sin mencionar el mandato de Euristeo, convino con Augias en que, si lograba limpiar todo aquello en un solo día, obtendría a cambio la décima parte de los rebaños. Heracles derribó dos de las cuatro paredes de cada establo, tras lo cual desvió de sus cursos los ríos Alfeo y Peneo, consiguiendo que las aguas se llevasen todo el estiércol de los establos, así como el que cubría los valles. Pero Augias, al enterarse de que Euristeo ya había ordenado a Heracles limpiar sus establos, se negó a pagar lo acordado. Heracles pidió que el caso se sometiera a arbitraje, el hijo de Augias declaró ante los jueces que su padre había hecho un trato con Heracles, por lo cual Augias, lleno de cólera, desterró de Elide a su hijo y a Heracles, afirmando que los dioses de los ríos, y no él, habían realizado el trabajo. Euristeo, por su parte, no consideró el trabajo como uno de los diez, ya que Heracles había sido contratado por Augias. Sexto Trabajo: Las Aves del Lago Estínfalo Heracles recibió de Euristeo la orden de expulsar del lago Estínfalo a ciertos pájaros comedores de hombres y ganado que tenían picos, alas y garras de bronce y cuyos excrementos venenosos arruinaban los cultivos. Heracles no podía ahuyentar a las aves con sus flechas, pues eran demasiado numerosos. Atenea le entregó un par de címbalos de bronce, que Heracles agitó con fuerza produciendo tal estruendo que las aves, enloquecidas de terror, alzaron el vuelo. Muchas de ellas fueron derribadas por las flechas de Heracles, y las restantes huyeron hacia la isla de Ares en el Mar Negro, donde fueron encontradas años después por los Argonautas. Séptimo trabajo: El Toro de Creta El rey cretense Minos había prometido a Poseidón sacrificar en su honor un hermoso toro. Minos incumplió su promesa y Poseidón, como venganza, volvió loco al animal e hizo que Pasífae, esposa de Minos, se aparease con él, concibiendo al Minotauro. El toro, que arrojaba llamas por la boca, recorría la isla 3 destrozándolo todo a su paso. Euristeo ordenó a Heracles que capturase al toro. Tras una ardua lucha, Heracles doblegó al monstruo y lo llevó vivo a Micenas, donde Euristeo quiso consagrarlo a Hera, quien rechazó el regalo. El toro fue puesto en libertad, atravesó la Argólide, cruzó el istmo de Corinto y se quedó en la llanura de Maratón, donde posteriormente lo encontraría Teseo. Octavo trabajo: Las Yeguas de Diomedes El octavo trabajo impuesto por Euristeo consistía en capturar las cuatro yeguas comedoras de hombres del rey tracio Diomedes. Este las tenía atadas con cadenas, y las alimentaba con la carne de sus inocentes huéspedes. Heracles partió hacia Tracia con un grupo de voluntarios; tras derrotar a los hombres de Diomedes Heracles arrojó el cuerpo de éste, todavía con vida, a sus yeguas, quienes tras devorarlo se volvieron tan mansas que el héroe pudo uncirlas al carro de Diomedes y llevárselas a Micenas, donde fueron consagradas a Hera. Durante la lucha las yeguas devoraron a Abdero, amigo de Heracles, quien había quedado encargado de custodiarlas. Heracles fundó en su honor la ciudad de Abdera. Noveno Trabajo: El Cinturón de Hipólita Hipólita, reina de las amazonas, llevaba un cinturón regalo de Ares, el dios de la guerra. Euristeo quiso regalar este cinturón a su hija Admete, e impuso a Heracles la tarea de conseguirlo. Los amigos de Heracles se unieron a él en su aventura para ayudarlo a vencer al poderoso ejército de las amazonas. Embarcaron hacia Escitia, región próxima al Mar Negro, y desembarcaron en el puerto de Temiscira, donde Hipólita fue a visitarlos. Sintiéndose atraída por el musculoso cuerpo de Heracles, Hipólita le ofreció el cinturón como prenda de amor. Mientras tanto Hera, disfrazada de amazona, había difundido el rumor de que los extranjeros planeaban raptar a Hipólita; las amazonas, encolerizadas, atacaron la nave de los griegos. Heracles, sospechando una traición, mató a Hipólita y le arrebató el cinturón; tras una dura batalla en la que Heracles dio muerte a todas las jefas amazonas obligó a huir a su ejército. En el camino de vuelta Heracles, al pasar cerca de Troya, vio a una muchacha encadenada a unas rocas. Se trataba de Hesíone, hija del rey troyano Laomedonte, quien había sido castigado por Poseidón (el Dios de los Mares) por haber incumplido un trato. Hesíone sería sacrificada a un monstruo enviado por Poseidón. Heracles rompió las cadenas de Hesíone y se ofreció a matar al monstruo a cambio de dos yeguas inmortales que Zeus había regalado a Laomedonte. Heracles dio muerte al monstruo pero Laomedonte se negó a cumplir lo pactado, tras lo cual Heracles se hizo de nuevo a la mar, jurando vengarse. Décimo trabajo: Los Bueyes de Geriones Para realizar su décimo trabajo, Heracles tuvo que viajar a los confines del mundo. Euristeo le ordenó que le trajese el ganado del monstruo Geriones, quien tenía tres cabezas, seis brazos y seis piernas y cuya fuerza era extraordinaria. Geriones vivía en la isla de Eriteya, en el extremo occidente, más allá del río Océano, sus rebaños pastaban cerca de los de Hades y estaban al cuidado del pastor Euritión y del perro Ortro, monstruo bicéfalo hermano de Cerbero, el guardián de los infiernos. Al llegar a Tartesos, en el estrecho que separaba Europa de la antigua Libia (el actual Estrecho de Gibraltar) Heracles, para conmemorar su largo viaje, levantó dos columnas, una en Europa y otra en África. Helio 4 brillaba sobre Heracles y éste, enfadado por el intenso calor que le impedía trabajar, disparó una flecha al dios, quien protestó malhumorado. Heracles se disculpó por su acción y destensó su arco, Helio ofreció entonces a Heracles la copa de oro que le servía para trasladarse cada noche del occidente al oriente, en la que Heracles navegó hasta la isla de Eriteya. Al llegar a la isla el perro Ortro y el pastor Euritión se abalanzaron sobre el héroe, quien los mató de un mazazo. Avisado por el pastor de Hades, Geriones alcanzó a Heracles y lo obligó a luchar, siendo traspasado por sus flechas. Seguidamente Heracles embarcó el ganado en la copa de Helio y se dirigió de nuevo a Tartesos para devolvérsela. Luego, continuó su camino bordeando las costas mediterráneas, donde hubo de defender varias veces su botín de los ataques de los ladrones de ganado. En Italia vivió numerosas aventuras; al pasar por Liguria fueron tantos sus asaltantes que agotó todas sus flechas y tuvo que dirigir una plegaria a Zeus para que le enviase una lluvia de piedras, gracias a las cuales pudo librarse de sus enemigos. Al llegar a Micenas Heracles entregó el ganado a Euristeo, quien lo sacrificó en honor a Hera. Undécimo Trabajo: Las Manzanas de las Hespérides Al no considerar Euristeo como válidos dos de los diez trabajos que había impuesto a Heracles (la destrucción de la hidra y la limpieza de los establos de Augias) impuso a éste dos nuevas tareas, la primera consistía en recoger los frutos del manzano de oro, regalo de bodas de la Madre Tierra a la diosa Hera, esposa de Zeus. Este manzano estaba plantado en un jardín situado en el extremo norte de la Tierra, custodiado por las ninfas Hespérides −hijas del titán Atlante, castigado por Zeus a sostener eternamente la bóveda del cielo− y el dragón Ladón, monstruo de cien cabezas hijo de Tifón y Equidna. Heracles no sabía cómo llegar al jardín por lo que se dirigió hacia Iliria en busca del dios Nereo, conocedor del secreto, a quien obligó a revelar la situación del jardín; Nereo intentó escapar adoptando múltiples formas, pero al final se vio obligado a revelar el secreto. Al pasar por el Cáucaso Heracles se encontró con Prometeo, quien por haber entregado el secreto del fuego a los hombres había sido castigado por Zeus a una horrible tortura: encadenado a una montaña, un águila monstruosa lo atacaba a diario y le devoraba el hígado, que crecía de nuevo al irse el águila. Heracles mató al águila de un flechazo y liberó a Prometeo quien, en agradecimiento, desveló a Heracles el secreto de cómo obtener las manzanas: no debería ser él quien las arrancase del árbol, sino Atlante, y advirtió a Heracles que no debía aceptar la propuesta que Atlante le haría a continuación. Atlante estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de librarse aunque sólo fuese por unos momentos de la terrible carga que soportaba, Heracles le ofreció sostener él mismo la bóveda del cielo si Atlante le traía las manzanas de oro; como Atlante temía al dragón Ladón Heracles lo mató con una flecha, tras lo cual relevó a Atlante sosteniendo la bóveda celeste mientras éste obtenía las manzanas. Atlante, feliz al verse liberado de su carga, propuso a Heracles llevar él mismo las manzanas a Euristeo. Heracles, recordando la advertencia de Prometeo, fingió estar de acuerdo y pidió a Atlante que se hiciese cargo del peso durante unos momentos mientras él se colocaba una almohadilla en la cabeza para estar más cómodo. Atlante dejó las manzanas en el suelo y volvió a soportar su carga, Heracles cogió las manzanas y se despidió. Tras vivir una serie de aventuras en Libia y Egipto Heracles regresó a Micenas donde entregó las manzanas a Euristeo, quien las devolvió a Hera. Duodécimo Trabajo: La Captura de Cerbero 5 El último trabajo fue el más peligroso de todos, Euristeo ordenó a Heracles descender al Tártaro (el Reino de los Muertos), los dominios del temible Hades, y capturar a Cerbero, perro monstruoso hijo de Tifón y Equidna, que tenía tres cabezas, una serpiente por cola y cabezas de serpiente a lo largo de su cuerpo. Cerbero era el guardián de la puerta de entrada al Tártaro. Antes de descender al Tártaro Heracles se dirigió a Eleusis, donde el sacerdote Eumolpo lo inició en los Misterios Eleusianos, ritos sagrados purificadores preparatorios para la vida en el Mundo Subterráneo. Una vez preparado, Heracles descendió al Tártaro, guiado por Hermes y Atenea. Aterrado por el aspecto de Heracles, el barquero Caronte lo transportó sin reparos a la otra orilla de la laguna Estigia; cuando Heracles bajó de la barca de Caronte los espíritus de los muertos huyeron aterrados, con excepción de Meleagro y la Gorgona Medusa. Al ver a Medusa desenvainó su espada, pero Hermes lo tranquilizó diciéndole que no era más que un fantasma; cuando apuntó con una flecha a Meleagro, éste se rió diciéndole que nada tenía que temer de los muertos, y tras una charla amistosa Heracles, conmovido por la triste historia de Meleagro, prometió a éste que se casaría con su hermana Deyanira. Más adelante Heracles se encontró con Teseo y Pirítoo, a quienes Hades retenía vivos en el Tártaro, pegados a la Silla del Olvido desde que bajaron con la intención de raptar a Perséfone (esposa de Hades); Heracles consiguió liberar a Teseo pero tuvo que dejar atrás a Pirítoo. Luego liberó a Ascálafo de la roca bajo la cual lo había encarcelado Démeter (madre de Perséfone). Viendo la sed que sufrían las almas de los muertos Heracles quiso sacrificar una de las vacas de Hades para que pudieran beber su sangre, siendo atacado entonces por el pastor de Hades, Menetes; cuando Heracles estaba a punto de acabar con Menetes apareció Perséfone, quien rogó a Heracles que perdonase la vida a su rival y condujo a Heracles al palacio de Hades. Cuando Heracles pidió el perro Cerbero a Hades éste le dio permiso para llevárselo si conseguía dominarlo sin emplear armas. Tras un prolongado forcejeo con Cerbero logró vencerlo y se lo llevó a Micenas, y tras presentarlo ante Euristeo lo devolvió a Hades. III. Otras aventuras de Heracles Después de haber completado los doce trabajos impuestos por Euristeo, libre al fin de la servidumbre de éste, Heracles se dirigió hacia Ecalia al enterarse de que el rey Eurito había prometido casar a su hija Yole con el arquero que disparase mejor que él y sus cuatro hijos. El Dios Apolo había regalado un arco a Eurito y le había enseñado a utilizarlo, y el rey se jactaba de superar al dios en puntería. Heracles ganó la competición pero Eurito despreció a Heracles y no cumplió su promesa. Heracles, enfadado, abandonó Ecalia. Poco después se produjo un robo en Ecalia, varias yeguas del rey Eurito habían desaparecido y éste culpó inmediatamente a Heracles. Ifito, hijo de Eurito, siguió las huellas de las yeguas, que conducían a Tirinto; disimulando sus sospechas, Ifito pidió a Heracles que lo ayudase a buscar el ganado robado; Heracles comprendió que Ifito lo acusaba de ser el ladrón, y lo mató arrojándolo desde la torre más alta de Tirinto. A consecuencia del homicidio Heracles sufrió un segundo ataque de locura. A pesar de ser purificado por el rey Deífobo el héroe sufría terribles pesadillas y tuvo que acudir al oráculo de Delfos en busca de consejo. Al negarse la pitonisa a atenderlo por haber matado a Ifito Heracles, airado, se apoderó del trípode de Apolo sobre el que la pitonisa se sentaba. El dios Apolo, indignado, acudió para evitar el robo del trípode sagrado y luchó con Heracles hasta que Zeus separó a los combatientes con un rayo y los obligó a hacer las paces. A continuación la pitonisa accedió a los deseos de Heracles y profetizó que para librarse de su aflicción éste debería venderse a sí mismo como esclavo durante un año y entregar a los hijos de Ifito el dinero que obtuviese. Heracles fue comprado por la reina Onfale de Lidia, a quien Heracles sirvió durante el tiempo convenido, librando Asia Menor de los bandidos que la infestaban. Una vez libre Heracles regresó a Tirinto, donde reclutó un ejército para atacar Troya y vengarse del rey Laomedonte, quien había incumplido la promesa hecha a Heracles en su camino de regreso del país de las 6 Amazonas. Heracles arrasó Troya y dio muerte a Laomedonte y a todos sus hijos con excepción del menor, Podarces, y de Hesíone. Tras entregar a Hesíone como esposa a su amigo y lugarteniente Telamón, Heracles invitó a Hesíone a elegir como regalo de bodas a uno de los prisioneros; Hesíone eligió a su hermano pequeño Podarces, y pagó además su libertad ofreciendo su velo de oro a cambio; de aquí, según la tradición, Podarces tomó el nombre de Príamo (que significa comprado). Heracles, tras saquear Troya, puso a Príamo en el trono y partió rumbo a Tirinto. Por aquél entonces tenía lugar la batalla entre los Dioses y los Gigantes, enfurecidos estos últimos porque Zeus había recluido a sus hermanos los Titanes en el Tártaro. Hera profetizó que los Gigantes jamás morirían por mano de un dios sino por la de un humano vestido con una piel de león. Atenea, enviada por Zeus, pidió ayuda a Heracles quien mató primero al jefe de los gigantes, Alcioneo, cayendo a continuación Porfirión −quien, herido por una flecha de Eros, había cambiado su cólera por lujuria y se disponía a violar a Hera−, el siguiente en caer fue Efialtes, quien cuando estaba a punto de vencer a Ares fue alcanzado por una flecha de Apolo en el ojo izquierdo y por otra de Heracles en el derecho. Cada vez que un dios hería a un gigante era Heracles quien tenía que asestarle el golpe mortal. Poco después de su regreso a Tirinto, Heracles reunió un nuevo ejército y atacó Elide para vengarse del rey Augias, a quien guardaba rencor a causa del quinto trabajo. Esta vez, sin embargo, Heracles enfermó y fue derrotado por los llamados Moliónidas, generales del ejército contrario, quienes hirieron gravemente a su hermano Ificles y obligaron a Heracles a retirarse. Poco tiempo después Heracles tendió una emboscada a los Moliónidas cuando iban de camino hacia los Juegos Istmicos, los mató y organizó una segunda expedición contra Elide, tomando la ciudad y matando a Augias, tras lo cual estableció como rey a Fileo, hijo de Augias que había defendido los derechos de Heracles siendo por ello desterrado por su padre. A continuación Heracles saqueó y quemó la ciudad de Pilos, cuyos habitantes habían acudido en ayuda de Elide. Uno de los defensores de la ciudad era Periclímeno, nieto de Poseidón, quien tenía el poder de adoptar formas diversas. Periclímeno se transformó primero en león, luego en serpiente, al cabo de un rato para pasar desapercibido tomó forma de abeja, Atenea advirtió a Heracles y Periclímeno, al verse descubierto, tomó forma de águila y se abalanzó sobre el héroe, quien lo atravesó con una flecha. Heracles se dirigió luego hacia Calidón, donde pidió al rey Eneo la mano de su hija Deyanira, tal como había prometido a Meleagro en el Tártaro. Uno de los pretendientes de Deyanira era el dios−río Aqueloo, con quien Heracles se vio obligado a luchar. Tras una dura batalla en la que Aqueloo luchó adoptando sus tres formas de toro, serpiente y hombre con cabeza de toro, Heracles lo venció y le arrancó uno de sus cuernos. Después de casarse con Deyanira Heracles se quedó a vivir en Calidón hasta que durante un banquete mató involuntariamente al sobrino del rey Eneo, y a pesar del perdón de éste Heracles decidió pagar con la debida pena del exilio y partió hacia Traquis acompañado de Deyanira. De camino hacia Traquis Heracles y Deyanira llegaron al río Eveno, donde el centauro Neso se ofreció a trasladar a Deyanira a la otra orilla a cambio de dinero. Pero Neso, en lugar de cumplir el trato, escapó al galope con Deyanira en sus brazos con la intención de violarla; Heracles hirió al centauro con una de sus flechas envenenadas y Neso, antes de morir, aconsejó a Deyanira que recogiese en un tarro la sangre que manaba de su herida y mojase con ella una túnica de Heracles, si algún día le era infiel, indicándole que de esta forma recuperaría el amor del héroe. Tras llegar a Traquis y haber realizado varias acciones guerreras en Tesalia Heracles marchó sobre Ecalia, cuyo rey Eurito se había negado a entregarle a su hija Yole años atrás. Heracles tomó la ciudad y se llevó a Yole como concubina. IV. Muerte y Apoteosis de Heracles 7 Tras la conquista de Ecalia Heracles, agradecido por su victoria, quiso erigir un altar en honor de su padre Zeus y envió a su heraldo Licas a Traquis para que le trajese una túnica para la ceremonia. Deyanira, celosa al ver que Yole acompañaba a Licas, impregnó la túnica con la sangre del centauro Neso; cuando Heracles se vistió la túnica el calor derritió el veneno de la Hidra −inoculado por la flecha de Heracles− mezclado con la sangre del centauro. El veneno corroía la carne de Heracles y éste, al intentar quitarse la túnica, se arrancaba también pedazos de carne. Su sangre hervía a borbotones, se tiró de cabeza al arroyo más cercano y las aguas empezaron a hervir (posteriormente fueron llamadas Termópilas, o "paso caliente"). Nadie se atrevía a acercarse a Heracles hasta que, retorciéndose de dolor, éste mandó venir a su hijo Hilo, a quien ordenó que construyese una gran pira y quemase su cuerpo inmortal hasta que quedase totalmente destruido. Deyanira, desolada, se suicidó. Nadie se atrevía a encender la hoguera hasta que Filoctetes consintió en hacerlo, recibiendo como recompensa el arco y las flechas de Heracles. Mientras el fuego destruía su cuerpo una gran nube envolvió la pira y pudo escucharse un formidable trueno. Al disiparse la nube no quedaba ya rastro del cuerpo de Heracles: su alma inmortal había ascendido al Olimpo. Tras reconciliarse con Hera, ésta ofreció a Heracles a su hija Hebe en matrimonio. Heracles viviría desde entonces eternamente entre los dioses. 1/ 12 8