Henri Brugmans

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Henri Brugmans
Pero al mismo tiempo se ve que las naciones industriales no podrán contentarse ya con vivir como están
acostumbrados ha hacerlo, dando una pequeña, o no tan pequeña, parte de sus riquezas a los subprivilegiados.
Se hace demasiado grande el escándalo entre el lujo de unos y la miseria de otros, y para impedir un conflicto
mundial, no basta con que los ricos hagan `sacrificios'. Será necesario que reconsideren su modo de vida a la
luz de una solidaridad mundial y de un esfuerzo común, a nivel de `todo el globo'. Mientras que la única
norma de la producción siga siendo la rentabilidad inmediata, las posibilidades de venta, con la ayuda de la
publicidad, seguirá siendo verdad alguna variante de las terribles palabras de Kipling: `El Sur es el Sur y el
Norte es el Norte, y nunca jamás se encontrarán los dos'.
Henri Brugmans
La idea europea, 1920−1970"
página 359.
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e Henri Brugmans tan solo conozco nombre y profesión. Ha sido imposible acceder a más datos sobre su
persona. Ni fechas, ni lugares, ni referencias. Era Rector del Colegio de Europa cuando recopiló toda la
información que sus ojos pudieron leer y elaboró La idea europea, 1920−1970", en 1970.
¿Qué ha aportado Brugmans a esta nuestra Europa? Para empezar, el libro que tengo entre manos. Con él
accedemos a un sin fin de respuestas que nos planteamos estos días en que Europa es más actual que nunca.
Pero lo más importante es su concepción federalista de Europa, una Europa unida pero sin intentar alienar su
diversidad. Esta es una idea que deja entrever en las páginas del libro. Porque Brugmans hace gala de una
objetividad pasmosa. Observa los acontecimientos, recopila datos, estudia y plasma. Igual arremete contra
conservadores que liberales o socialistas. Todo con la misma fuerza y sin cerrar los ojos ante nadie. Y este
pequeño detalle hace que el trabajo se multiplique. Porque al leer algunas páginas parece que nos hacemos
una idea de su posición respecto cómo debe ser Europa. Leemos un poquito más y ya no sabemos si tomar
como bueno y acertado lo anterior.
Para el autor, al examinar la idea europea, la examinamos como una respuesta −buena o mala, pero concreta
en todo caso− dada a un problema concreto que tiene planteado nuestro continente: la división de Europa e
Estados−naciones soberanos y el de los nacionalismos que acarrea esta división, página 25.
Como una respuesta, eso afirma. Pero inmediatamente hace un aparte quedándose al margen y guardando su
opinión para la almohada, −buena o mala−.
A pesar del valor y las convicciones europeas de cada uno de sus miembros individualmente, el Consejo
jurídicamente no es ni un Ejecutivo supranacional ni un Senado federal representativo de los intereses
nacionales legítimos. Permanece como símbolo de una Europa mal concebida, mal pensada, ineficaz y, por lo
tanto, poco democrática. El problema sólo podría solucionarse con una estructura al menos pre−federal,
página 328.
Para encontrar una buena fórmula y construir la Europa unida, bien pensada, eficaz y democrática, es
necesario el federalismo. En estas palabras queda bien clara la concepción federalista de Brugmans. No puede
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haber unión bien hecha si no se asienta sobre el pilar histórico de la democracia. Democracia para todos los
Estados, para todas sus regiones, para los pueblos y sus gentes.
Pero el patriotismo no es, por sí sólo, una alternativa. Es válido en tanto que encarna una voluntad de
adueñarse de su país, pero es reaccionario cuando pretende reducir la vida de un pueblo moderno a un molde
exclusivamente nacional. De lo que se desprende que la única posibilidad de emancipación y de progreso es
una integración, tanto en el Este como en el Oeste, integración que no debe estar dirigida contra uno u otro de
los supergrandes, sino independiente de ellos y que permita reanudar el contacto entre los europeos, a pesar de
las divergencias de sus sistemas.
(...) A pesar de todo, nos está permitido soñar con estas soluciones para un futuro más o menos próximo.
(...) Sin embargo, al final de una obra consagrada a la idea europea, es muy seductor el esbozar la visión de
una Europa pacificada, totalmente dueña de su destino, página 338.
Brugmans pretende una Europa integrada donde el respeto entre las naciones se convierta en un principio
fundamental e inalienable. Mediante éste respeto y la consideración de los grandes respecto a los pequeños es
como se alcanzará una Europa consistente, unida y cooperante.
Personalmente, no estamos convencidos de que la futura Federación Europea deba basarse sobre la
`inmediatez' política de las etnias, pequeñas o grandes (...) Pero es cierto que el actual despertar de las
nacionalidades internas y de las regiones con fisonomías particulares constituyen uno de los elementos más
positivos del futuro europeo (...); constituye, en efecto, uno de los antídotos más seguros contra toda forma de
americanización, o mejor, digamos de uniformalización cultural y social.
(...) Pero conviene señalar, primero, que el federalismo bien entendido, doctrina Proteo, nunca se ha
presentado como un sistema aplicable a todas partes de la misma manera, según ciertas leyes de carácter
matemático. Más bien todo lo contrario. Pretende justamente aplicarse en los diferentes lugares de forma
diversa, adaptándose cada vez de una manera original a las realidades humanas dadas.
En otros términos, el federalismo no es un modelo universal que haya que admitir para Europa, después de
haberlo introducido en América y otros lugares. El federalismo es, por el contrario, un cierto estilo de
pensamiento y de acción que quiere insertarse en una civilización especial, con sus cualidades y sus defectos
propios.(...) Unir no es unificar, y que, por el contrario, las verdaderas uniones fecundas y duraderas son las
que permiten, e incluso suscitan, las más ricas diversidades internas (...) Europa tiene el gusto y la capacidad
de adaptar y de adaptarse. Cuanto más unida esté, más cuenta se dará del carácter irreductible de sus
diversidades. Cuanto más orgullosa esté de ellas, más verá en ellas su baza principal en el diálogo de los
continentes.
(...) Europa, por el contrario, no será ni francófona ni de dominio germánico ni anglosajón, y ahí estará su
fuerza, una vez que se hayan superado las rivalidades y las desconfianzas nacionales.
Cuando se constituya la Europa Federal, la Europa de los Negocios, sin duda, pero también la de los
particularismos fecundos, podrá actuar de nuevo en el mundo de catalizador, como árbitro, como intérprete,
como agente de adaptación, páginas 353,354,355.
Empecemos por el principio, por el primer párrafo. Ingeniosamente Brugmans identifica americanización con
uniformalización cultural y social. Pero Europa posee una diversidad que el autor ensalza y convierte en una
de las cualidades más notables del continente.
Brugmans explica las cualidades del federalismo. Es un sistema integrador que respeta y armoniza las
distintas concepciones socioeconómicas de sus miembros. El federalismo no tiene una fórmula magistral
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aplicable a todas las circunstancias, espacios y tiempos. Busca el respeto y la convivencia de sus miembros.
Europa cree que uno de sus mayores problemas reside en su diversidad, en la cantidad de matices que surgen
de un mismo color. Europa teme no ser aceptada. Existen odios nacionales, odios entre las regiones, entre los
Estados,... y todo ello en parte por la acción patriótica y arcaica de los Estados.
Antes de terminar su exposición determina quien será el dueño de Europa: los europeos. No habrá ninguna
cultura, ni forma de vida, ni pensamiento europeo que extermine a sus congéneres. Esa será la fuerza que
Estados Unidos no tiene ni tendrá jamás, una fuerza capaz de desbancarlos del podio en el que se encuentran
en estos momentos.
Admite, y con esto concluye, que la unión de Europa traerá la unión de los negocios. Lo reconoce pero
enseguida pasa de nuevo a su principal preocupación: la Europa de las personas, de las particularidades de
éstas personas. Con ello conseguiremos ocupar de nuevo una posición predominante en este mundo.
La Comunidad debe, de todas maneras, elaborar su propia política industrial. En ella, y no en movimientos
nacionales, impotentes por definición, se encuentra la posibilidad de solución. La única imaginable en todo
caso. En el marco europeo pueden introducirse nuevas ideas, pero nunca en el marco de nuestros Estados
nacionales. Es demasiado tarde, pues el Estado nacional está condenado, página 360.
El Estado nacional está condenado y debe superarse. Pero las políticas de estos Estados se aferran a la idea
nacional y así no puede funcionar la unión Europea. Hay que hacer algo, y ese algo es elaborar su propia
política industrial, como bien apunta Brugmans. Ya no caben innovaciones en el cada vez más estrecho marco
del Estado nacional. Luego entonces, ¿por qué no hacer aportaciones a la joven unión?
Es cierto que no van a desaparecer las diversidades en el interior de Europa, y sobre todo no desaparecerán las
patrias. Pero la unión las liberará de sus egocentrismos colectivos, de sus fáciles indulgencias ante sus
defectos, de sus tendencias a supravalorar sus propias cualidades reales o supuestas.
Además, si una patria es un enraizamiento, una nación política que se pretenda societas perfecta es una
prisión, tanto más nefasta cuanto que sus justificaciones prácticas desaparecen. Ahora que, con la unión
europea, las verjas están abiertas y se derrumban los prejuicios, nuestros diferentes pueblos descubren cuanto
tienen que aprender unos de otros, cuanto tienen que aportar a sus vecinos. Al acercarse en el presente, se
darán cuenta también de hasta qué punto tienen un pasado común, si ese pasado ha permanecido vivo. Se
asombrarán, con vergüenza, de haber denigrado a Richeliu y glorificado a Bismark, o al revés, cuando en los
dos latían los mismos ideales. Y sobre todo, haciendo proyectos para el futuro, verán cómo se parecen sus
reacciones fundamentales y cómo se diferencian de los no europeos, con los que tendrán que tratar cada vez
más. Todos juntos descubrirán el aire de familia que tienen y sus antiguas disputas se convertirán en un mal
recuerdo que hay que olvidar.
(...)esta cohesión familiar constituye la base de toda la idea europea, página 363.
Con este brillante párrafo concluyo. Si intentamos justificar los estúpidos tópicos con los que hemos crecido
veremos que están sostenidos en odios y envidias. Ya va siendo hora de superar este pensamiento arcaico y
reaccionario que logra la incomprensión entre los pueblos. Brugmans pugna por una Europa unida cuyos
protagonistas sean los ciudadanos, y no el vil negocio que engendra males eternos.
El libro que ha hecho posible este trabajo y con el que he descubierto el discurso social de Brugmans, que
encuentra en el federalismo un medio para lograr una Europa social de sus gentes, y no un fin en sí mismo, es
LA IDEA EUROPEA 1920−1970", EDITORIAL Moneda y crédito, Madrid, 1972.
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