Fukushima, cuatro años después: Un Chernóbil a cámara

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Fukushima, cuatro años después: Un Chernóbil a cámara
lenta que sigue activo
Salvador López Arnal :: 16/03/2015
La irracionalidad del cientificismo unilateral. El hombre unidimensional, el conocimiento
parcial y acrítico
En 1997 obtuvo el 'Right Livelihood Award' –el que se conoce como Premio Nobel Alternativo- por
alertar al mundo sobre los riesgos del uso del plutonio. En 2007 fue designado miembro del Grupo
Internacional para Materiales Fisibles de la Universidad de Princeton. Sabe, pues, de qué habla.
“Fukushima es un desastre que no terminó”, comentó Mycle Schneider, un consultor independiente
en energía nuclear en junio de 2014.
Habían pasado entonces tres años y unos meses desde el terremoto y el subsiguiente tsunami que
dañaron cuatro reactores de la planta nuclear de Fukushima Daiichi. Las consecuencias se seguían,
se siguen sufriendo por, entre otras consecuencias, la continua fuga de radiactividad al ambiente.
Entrevistado por IPS [1], se le preguntó por la situación de la opción nuclear como fuente de energía
en el mundo: ”La situación del uso comercial de la energía nuclear es bastante diferente de lo que
percibe la población”. Si se analizan la cantidad de reactores nucleares operativos en el mundo,
proseguía, “vemos que el máximo se alcanzó en 2002, hace 12 años. Entonces hubo 444 funcionando
al mismo tiempo”. En aquel momento había operativos unos 400 reactores. “Oficialmente, en Japón
están funcionando 48, pero ninguno genera electricidad, aunque la Agencia Internacional de Energía
Atómica sigue considerándolos a todos en funcionamiento”.
En realidad, señalaba MS, existía un declive significativo. “En Europa, el máximo número se alcanzó
en 1988, hace 25 años, cuando hubo 177 reactores operativos”. Quedaban entonces 131, 46
unidades menos. No vivimos un renacimiento, digan lo que digan los apologetas cegados de lo
nuclear (incluido en ellos Nicholas Wade, el autor de Una herencia incómoda) sino un fuerte declive.
La porción de la energía nuclear en la generación eléctrica en todo el mundo llegó a su máximo en
1993, hace más de 20 años. Entonces representaba un 17%, ahora apenas el 10%. La tendencia, en
opinión de MS, apuntaba y apunta claramente a la disminución de las plantas en funcionamiento.
La lección más importante que debía aprender la sociedad antes que nada era, en su opinión,
reducir el peligro potencial. “La energía contenida en los tanques de gas natural líquido, por
ejemplo, es increíble en términos de energía pura”. Podía ser equivalente, señalaba, a dos veces la
bomba de Nagasaki en un tanque. Es muy poco probable que explote, “pero aun si el riesgo fuera
solo del 10%, el daño que podría causar supera toda imaginación”. Y esas bombas, añadía, están por
todas partes.
La gente solemos creer que Fukushima fue el peor caso, el escenario más dantesco y que ya pasó.
Tranquilidad pues. Pero no era, no es así. Puede ser peor. “Es un hecho sin precedentes por su
complejidad, su dimensión y sus consecuencias. El mayor problema es que la metodología elegida
por el gobierno japonés y Tepco (la empresa operadora de la planta que colapsó tras el terremoto y
posterior tsunami el 11 de marzo de 2011) no parece apropiada”. Es de nuevo Mycle Schneider
quien habla. La situación está lejos de estabilizarse. De hecho, la cantidad de radiactividad que se ha
filtrado al agua y a los sótanos se estima en más del triple de la que se liberó tras el accidente de
Chernóbil .
Según Helen Caldicott, médico y activista antinuclear, los tres núcleos fundidos de la planta de
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Fukushima, cada uno con un peso de 100 toneladas, son tan radiactivos que nadie puede acercarse a
ellos. Ni siquiera los robots; se derriten al acto. "Y nadie se acercará. La contaminación continuará
durante cientos de años", dijo Caldicott a RIA Novosti citando a los mejores físicos de la actualidad
[2].
Por sorprendente que pueda parecer, la empresa operadora de Fukushima, TEPCO, no está
asesorándose con nadie: “ni con Rusia o Ucrania, que vivieron la catástrofe de Chernobyl, ni con la
empresa de ingeniería Bechtel, que opera 150 centrales nucleares en EE.UU”. TEPCO quiere
ahorrar dinero, “¡incluso utiliza papel procedente de refugios para desamparados". Las personas que
desempeñan distintos trabajos en las instalaciones de la central son contratadas por la mafia
japonesa, la 'yakuza'. La ganadora del Premio Nobel de la Paz precisaba que el mundo está
presenciando una catástrofe absoluta: “entre 300 y 400 toneladas de agua radiactiva son vertidas
diariamente al Pacífico”. Esto ha estado ocurriendo desde hace casi cuatro años. “Según ha
reconocido TEPCO, en el periodo entre mayo de 2011 y agosto de 2013 se han derramado al océano
Pacífico sustancias que representan un total de 20 billones de 'becquerel' de cesio 137, 10 billones
de 'becquerel' de estroncio 90 y 40 billones de 'becquerel' de tritio”. Desconocemos las cifras
actuales.
“50 razones para temernos lo peor de Fukushima” fueron apuntadas por el incansable e
imprescindible Harvey Wasserman . “En Fukushima han desaparecido los núcleos derretidos pero
las emisiones radioactivas siguen secretamente supurando”!. La dura censura dictatorial de Japón,
son sus palabras, “ha ido acompañada de un apagón –exitoso- en los medios corporativos globales a
fin de que Fukushima permanezca lejos de la mirada pública”. Pero todo ello, como es evidente, “no
mantiene la radiación real alejada de nuestro ecosistema, nuestros mercados… o nuestros cuerpos.
Las especulaciones acerca del impacto final van desde lo totalmente inofensivo a lo intensamente
apocalíptico”.
La realidad básica era muy simple… y trágica: a lo largo de siete décadas, las fábricas de bombas del
gobierno de EEUU y de otros gobiernos atómicos y los reactores de propiedad privada han estado
arrojando a la biosfera cantidades masivas de radiación. “Se desconocen fundamentalmente los
impactos de estas emisiones en la salud ecológica y humana porque la industria nuclear se ha
negado rotundamente a estudiarlos”.
Entre las 50 razones preliminares de por qué ese legado radioactivo exigía que nos preparemos para
lo peor respecto a nuestros océanos, nuestro planeta, nuestra economía y nosotros mismos,
apuntaba HW: 1. En nuestra ecosfera hay inyectados más de 400 reactores nucleares comerciales
sin haber contado con datos significativos que midan su potencial impacto en la salud y en el medio
ambiente, y sin establecer ni mantener una base sistemática de datos globales. 2. Fue a partir los
incorrectos estudios de la Bomba-A iniciados cinco años después de Hiroshima, cuando se
conjuraron los niveles de “dosis aceptables” para los reactores comerciales, y en Fukushima, y en
más lugares, se ha sido todo lo laxo que se ha podido a fin de salvaguardar el dinero de la industria.
3. Miembro del Manhattan Project, y médico responsable de la investigación pionera del colesterol
LDL, Gofman llamó más tarde instrumento de “asesinato masivo premeditado” a la industria de los
reactores nucleares. 4. La continua lluvia radioactiva de Fukushima supera ya en gran medida la de
Chernobyl (mayor a su vez que la de Three Mile Island). 5. Un informe de las “lecciones aprendidas”
por el ejército de EEUU de la campaña de limpieza de la Operación Tomodachi de Fukushima señala
que “la descontaminación de los aviones y del personal sin que la población se alarme supone
nuevos retos”. El informe cuestionaba la limpieza porque “no se han llevado a cabo auténticas
operaciones de descontaminación”, arriesgando por tanto “la potencial extensión de la
contaminación radiológica entre el personal militar y la población local”. 6. El impacto de esas
supuestas dosis “minúsculas” que se extienden desde Fukushima afectará, con el tiempo, a los
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minúsculos huevos de criaturas que van desde las sardinas a las estrellas de mar y a los leones
marinos, con su letal impacto reforzado por otros contaminantes ya presentes en el mar.
Hay 44 razones más.
Miguel Muñiz por su parte –“2015, las dos aguas de Fukushima” [3]- ha recordado que “Japón es un
país húmedo, la cordillera de montañas que constituye la columna vertebral del archipiélago y el
océano Pacífico, que lo envuelve, garantizan precipitaciones abundantes de lluvia y nieve. En
Honshu, la mayor isla, el promedio mensual de días de lluvia no baja nunca de 10, y el de
precipitaciones anuales supera los 1.000 milímetros”. El país nipón no tiene grandes ríos con
amplios cauces pero “un flujo continuo de agua desciende desde las montañas y desemboca en el
mar durante todas las estaciones. No hay sequías. En Japón, la abundancia de agua ha sido siempre
una bendición”.
Pero, dialécticamente, esta vez sí, “la abundancia de agua es, en el caso de Fukushima, una
maldición para el mundo. Por economía, y para garantizar la refrigeración, los 50 reactores atómicos
de Japón fueron construidos a orillas del mar. La central de Fukushima, además, se construyó sobre
un auténtico río subterráneo, que fluye a unos 24 metros de profundidad bajo la estructura”.
De los tres reactores cuyos núcleos se han fundido, los números 1, 2 y 3, prosigue MM, el del reactor
1, el que se cree que ha tenido una fusión completa, “sí se está hundiendo en el subsuelo. No se sabe
nada con certeza, porque se trata de una zona en la que, aunque hayan pasado cuatro años, nadie ha
podido mirar, ni siquiera mediante cámaras transportadas por robots; se calcula que el núcleo se
encuentra ya a unos 25 metros de profundidad, y por lo tanto los materiales radiactivos de alta
actividad ya han entrado en contacto con la corriente de agua subterránea”. Así que, como se indicó,
desde hace unos cuatro años, “un flujo mínimo de unas 300 toneladas diarias de agua queda
contaminado radiactivamente y desemboca en el océano Pacífico. Contabilicemos. Son 300.000 litros
de agua diarios, 402 millones de litros desde que comenzó la catástrofe, en la valoración más
prudente”.
Todos los intentos de resolver el problema, recuerda MM, “se han saldado con fracasos. Fracasó la
construcción de un muro de hormigón subterráneo; fracasó el intento de realizar un “by-pass”, un
canal de captación del agua antes de que llegase a la zona radiactiva para su posterior desvío;
fracasó el llamado “muro de hielo”, una fantástica obra de ingeniería-ficción en la que se congelaría
el subsuelo para evitar el paso del agua (con el consiguiente despilfarro energético)... Mientras, el
agua, imperturbable ante las ideas de ingenieros y planificadores, se sigue abriendo paso”. No
somos omnipotentes. La tecnología no siempre puede.
Fracasos técnicos, pero, también dialécticamente, éxitos económicos. “Un río de agua radiactiva se
vierte en el Pacífico, pero un río de miles de millones de yenes de dinero público se vierte en los
balances de Tepco, empresa propietaria de Fukushima, y en otras empresas que participan en las
obras. El trigésimo sexto ingreso de fondos públicos a Tepco se dio a conocer el 25 de enero pasado,
7.830 millones de yenes, provenientes de la “Nuclear Damage Compensation and Decommissioning
Facilitation Corporation”; se calcula en unos 4,53 billones de yenes el total ingresado desde que
comenzó la catástrofe”. El 30 de enero de 2015 “Tepco anunció que los ingresos contables por su
actividad empresarial se habían incrementado un 20%, llegando a los 227 millones de yenes”.
Increíble pero cierto. Real como la vida misma de los negocios en la “economía libre de mercado”.
Nada que ver con una vida humanizada.
Una última aproximación
Hace dos años, en Ciencia en el ágora [4], el gran científico franco-barcelonés Eduard Rodríguez
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Farré, el científico republicano que acuñó, pocos momentos después del desastre, el acertado lema y
diagnosis “Un Chenóbil a cámara lenta”, se expresaba en estos términos.
Por qué “a cámara lenta” se le preguntaba; su respuesta:
“En Chernóbil también fue por un mal diseño, como reconoció el que fuera director de Seguridad
Nuclear soviético. Era malo, muy malo. Era un reactor pensado para la obtención de plutonio, para
el armamento atómico de la URSS. Tenía una serie de problemas de diseño y, además, no lo
olvidemos, estuvieron los experimentos que hicieron. No sólo fue la culpa de los técnicos que
estaban in situ, en la central, en el momento en que ocurrió el accidente. Fue durante unos
experimentos, durante unas pruebas de resistencia que estaban haciendo cuando se les fue de las
manos todo el sistema. También falló la refrigeración, se empezó a fundir el núcleo y explotó de
golpe. Fue todo muy brusco. El sistema les falló en un momento determinado, empezó a subir la
temperatura, se fundió el núcleo, se formó la nube y ya sabemos que pasó. Lo que sucedió en el
accidente de Fukushima y lo que pasó en Chernóbil, mucho de lo que hemos visto, tiene el mismo
guión, el mismo escenario, la misma cosmovisión de fondo”.
El guión, el escenario, la cosmovisión:
“De entrada, se niega que haya un accidente importante. Se dice que el accidente está controlado,
que las dosis de radiactividad son de unos pocos microsieverts, que son completamente inocuas, y
también corre la historia que es como hacerse una radiografía. En el caso de Chernóbil fueron los
suecos los primeros que dieron la alarma señalando que había llegado al Ártico una cantidad de
radiactividad muy alta (por cierto, recuerdo que se tuvo que eliminar toda la cabaña de renos en el
norte de Suecia y Finlandia). Después cambió la dirección del viento y empezó a detectarse en otros
países… Asistimos también en ambos casos al asunto de los aviones y los helicópteros arrojando
agua, después vertiendo cemento y arcilla para bloquear los reactores afectados. Pero, en el caso de
Chernóbil, el accidente ocurrió en pocas horas. Las escenas siguientes son las que de nuevo hemos
visto en el caso de Japón: negación de la gravedad; después se afirmó que las cifras eran mayores,
no se evacuó inicialmente a la gente, se le dijo que se quedaran en casa; luego se empezó a evacuar,
aunque en el caso del accidente de Chernóbil la población que vivía en las proximidades era mucho
menor”
La conversación finalizaba con unas sentidas palabras del Nobel Kenzaburo Oé:
“Hace no mucho, leí una obra de ciencia-ficción en la que la humanidad decide enterrar cantidades
ingentes de residuos radiactivos en las profundidades subterráneas. No saben de qué modo deben
advertírselo a la generación futura, a la que se le dejará el cometido de deshacerse de los residuos,
ni quién debe firmar la advertencia. Desgraciadamente, la situación ya no es un tema de ficción.
Estamos endosando, unilateralmente nuestras cargas a las generaciones futuras. ¿Cuándo abandonó
la humanidad los principios morales que nos impedían hacer algo así? ¿Hemos superado un punto de
inflexión fundamental en la historia? […] Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, la derrota de
Japón en la II Guerra Mundial y la subsiguiente ocupación del país por las fuerzas aliadas tuvieron
lugar durante mi niñez. Todos éramos pobres. Pero cuando se dio a conocer la nueva Constitución
me impresionó la repetición de la palabra “determinación” en su preámbulo. Me llenaba de orgullo
saber que los mayores tenían tanta resolución. Hoy, a través de los ojos de un hombre mayor, veo
Fukushima y las difíciles circunstancias a las que este país se enfrenta. Y sigo teniendo esperanza en
una nueva firmeza del pueblo japonés” [5].
ERF cerraba con una observación: “Yo también mantengo esa misma esperanza. En el pueblo
japonés y en todos los ciudadanos comprometidos e informados del mundo”. Por eso, sabido lo que
sabemos, vivido lo que hemos vivido y estamos viviendo, cuesta mucho entender un comentario
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como éste de Nicholas Wade, un (supuestamente) muy informado periodista científico, el autor de
Una herencia incómoda [6].
Preguntado sobre si el progreso científico lo justificaba todo, “aun si descubriésemos algo que los
racistas pudieran usar para justificar sus ideas y acciones”, respondía en los siguientes términos:
“Es una de las preguntas centrales de la ciencia. La política general ha sido: no hemos de temer el
conocimiento, sino aceptar que, si descubrimos algo peligroso, sabremos afrontarlo”. El ejemplo
más evidente de ello, proseguía era la energía atómica: “podríamos haber dicho que era demasiado
peligrosa , pero en realidad permitió crear las plantas nucleares, que serán muy útiles si el
calentamiento de la tierra se convierte en un problema serio. Si echamos la vista atrás, veremos que
las armas nucleares no han sido tan malas, habida cuenta de que mantuvieron la paz entre EEUU y
la URSS. De no existir armas nucleares podríamos haber vivido una tercera guerra mundial. Ahí
fuimos valientes para reunir ese nuevo conocimiento y darle buen uso.”
Ni Hiroshima ni Nagasaki ni Chernóbil ni Fukushima han existido. Ni incluso la posibilidad de una III
Guerra Mundial con armamento atómico o su uso encubierto en guerras recientes. Fuimos valientes,
en opinión de mister Wade. Las armas nucleares no han sido tan malas. Se han creado y se pueden
crear plantas nucleares si el calentamiento de la tierra (obsérvese el condicional) se convierte en un
problema serio,… La irracionalidad del cientificismo unilateral. El hombre unidimensional, el
conocimiento parcial y acrítico.
Así, pues, lemas tan válidos y necesarios como hace 40 años: “Ser activos hoy, para no ser mañana
radiactivos”. “¿Nuclears? No, gràcies!”
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PS: Hay más nudos. “Los residentes de Fukushima desgarrados por el plan de residuos nucleares”
titula Mari Saito [7].
Norio Kimura perdió a su mujer, su padre y su hija de siete años, Yuna, en el tsunami de marzo de
2011. “Ahora teme que también podría perder su tierra, ya que el Gobierno quiere construir un
almacén de residuos radiactivos a la sombra de la destruida planta nuclear de Fukushima”.
Como acaban de leer.
Como muchos otros ciudadanos, “Kimura está indignado porque el Gobierno tiene previsto aparcar
30 toneladas de residuos radiactivos recogidos después del accidente nuclear en lo que era la puerta
de entrada a su casa. Pocos creen las promesas de Tokio de que el sitio será limpiado y cerrado
después de 30 años”. Pocos… o nadie más bien. "No puedo creer que vayan a deshacerse de su
basura aquí después de todo lo que hemos estado haciendo”. Kimura, por otra parte, “fue obligado a
abandonar la búsqueda de su familia en las frenéticas horas tras el tsunami y fue evacuado después
de que las explosiones afectaran al complejo de Fukushima, sólo a 3 km de su casa”. Algunos meses
después, encontró los cadáveres de su mujer y padre.
“Cuatro años después del terremoto y el tsunami, Kimura todavía vuelve a su ciudad natal y recorre
la playa desértica buscando el cuerpo de Yuna, en periodos de cinco horas, el máximo permitido por
las normas sobre radiación y salud”.
La basura con radiación, cuenta el corresponsal de Reuters, “ahora yace en sacos de plástico azules
y negros a lo largo de Fukushima, apilada en arrozales abandonados, aparcamientos e incluso patios
residenciales”. El gobierno japonés planea construir “unas instalaciones de almacenamiento más
permanentes en los próximos años en Okuma y Futaba, otra ciudad ahora abandonada cerca de la
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planta nuclear de Fukushima, ante la oposición de algunos residentes locales”.
¿Quién tomo la decisión? El gobernador de Fukushima acordó albergar “el complejo de residuos
después de que Tokio dijera que ofrecería 2.500 millones de dólares en subsidios, y prometiera sacar
la basura nuclear de la prefectura después de 30 años”. Los alcaldes de Futaba y Okuma han
acordado “acoger la instalación de 16 km cuadrados, alrededor de cinco veces el tamaño de Central
Park, que se concentrará en torno a la planta de Fukushima y albergará múltiples incineradoras”.
Unos 2.300 residentes que poseen parcelas de terreno en Futaba y Okuma “que el Gobierno necesita
para la planta de residuos se enfrentan a lo que muchos describen como una opción imposible”. El
sitio de almacenamiento será construido si el Gobierno puede alquilar o comprar tierra suficiente.
Sean cuales sean, concluye Mari Saito, “las preocupaciones que puedan tener quienes no están de
acuerdo.”. Le llaman democracia pero no lo es.
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Notas:
[1] http://www.ipsnoticias.net/2014/06/fukushima-es-un-desastre-que-no-termino/
[2] Texto completo en:
http://actualidad.rt.com/actualidad/view/138151-japon-fukushima-yakuza-amenaza-eterna
http://actualidad.rt.com/actualidad/view/138151-japon-fukushima-yakuza-amenaza-eterna
[3] http://www.mientrastanto.org/boletin-133/notas/2015-las-dos-aguas-de-fukushima
[4] Eduard Rodríguez Farré y SLA, Ciencia en el ágora, Barcelona, El Viejo Topo, 2012.
[5] Kenzaburo Oé, “La responsabilidad por el desastre de Fukushima”. El País, 30 de septiembre de
2011 (on line:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/responsabilidad/desastre/Fukushima/elpepiopi/20110930elpe
piopi_5/Tes
[6] http://cultura.elpais.com/cultura/2015/03/05/babelia/1425576720_345829.html
[7[ http://es.reuters.com/article/idESKBN0M50VY20150309?sp=true
La Haine
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http://www.lahaine.org/mundo.php/fukushima-cuatro-anos-despues-un
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