Observaciones para una sociología de la comunicación Susana Becerra Mucho se habla en los últimos tiempos y en nuestros países, acerca de "teoría de la comunicación", e incluso en ocasiones se la nomina como "ciencia de la comunicación". Nosotros creemos que ambas formulaciones son, por el momento, presuntuosas y apresuradas, y que aún es necesario avanzar en múltiples aspectos antes de poder sostener que estamos en posesión de una teoría científica de los fenómenos que se han englobado como "comunicación". En particular, si reparamos en que dichos fenómenos van mucho más allá del simple manejo operativo de instrumentos tecnologías para mediante ellos construir un mensaje. Nosotros no nos planteamos que esto último equivale, por sí, a "comunicación". Tomar tal elemento como principal es poner el carro delante de los caballos y confundir la mera aptitud técnica con su implicación y pertenencia a un proceso social. Y precisamente tal será el particular ángulo de reflexión que sistemáticamente intentaremos tomar como punto de partida: una teoría de la comunicación, antes que cualquier otra cosa, debe constituirse como una teoría científica de los procesos y relaciones sociales en los que podemos discernir elementos comunicacionales. Lo que nos lleva, inicialmente, a una pregunta: ¿cuáles son las relaciones entre dichos procesos —sociales— y los que habitualmente son estudiados por la "sociología"? Lo que por otra parte connotaría que de acuerdo a esta tesitura, toda teoría de la comunicación debería comenzar por una "sociología de la comunicación". Y así, nos encontramos ya en condiciones de poder formular varios señalamientos. El rápido desarrollo de las llamadas "ciencias de..." en el curso de las últimas décadas, como reflexión sobre el resurgimiento de viejas cuestiones y el nacimiento de otras nuevas, ha conducido — en variadas circunstancias— a imprecisiones de distinta índole; en particular, a admitir sin más las proposiciones de otras disciplinas como propias y adecuadas a la disciplina que se va diseñando. Considerando lo enunciado, preguntarse por una "sociología de la comunicación" presupone delimitar algunas cuestiones previas, como por ejemplo: ¿la sociología de la comunicación no es más que un capítulo de la sociología general? ¿La particularización de objeto no conllevará otros tipos de diferenciaciones? De acuerdo a esto último: ¿no correspondería entonces dar respuesta a los problemas comunicacionales desde ellos mismos, dejando de convertirlos y considerarlos un mero punto de cruce de otras disciplinas, que se ocupan de la comunicación como una de varias derivaciones o niveles posibles? Para no dar una respuesta arbitraria y contingente a estas preguntas previas, deberemos detenernos en considerar que el punto de partida de toda investigación consiste siempre en un planteamiento claro, inicial, de problemas que se quiere indagar y resolver; ninguna búsqueda es posible sin la determinación previa del objeto que se busca (aunque luego, en el mismo camino, surjan sorpresas y variantes). A fin de lograr tal determinación, es necesaria la conjugación con el método. ¿Qué intentamos significar con lo dicho? Recordemos que método significa literalmente "el hecho de seguir un camino", investigación con un plan prefijado y con reglas determinadas y aptas para conducir a un fin propuesto (el conocimiento de un definido campo de la realidad). Por eso, el método es —más que conocimiento— camino al conocimiento, "programa" que se dirige a la obtención del saber, y que bajo el nombre de "metodología" se aplica al estudio de los caracteres generales y particulares de los procedimientos metódicos para alcanzar el conocimiento en un orbe determinado de lo real, avanzado de la pura forma metódica (lógica), hacia la fusión de forma y contenido (lógica, teoría del conocimiento, conocímiento del objeto). De tal manera, en función de dicho "orbe determinado", a las preguntas que se consideraron como previas, cabe comenzar a darles una respuesta más aproximada. De tal modo, la "sociología de la comunicación" no puede ser únicamente considerada como un capítulo de la sociología general; sus lazos con ésta son indiscutibles, pero su carácter no puede agotarse en ellos. Por una parte, los sobrepasa; por la otra, está contenida en los mismos, y con tales problemas se vinculan las características peculiares de los fenómenos y procesos que comprendemos como "comunicación", mucho más amplios —por cierto— que los que acaecen mediante los canales técnicos "artificiales" desarrollados históricamente. Esas características implican, básicamente, que es preciso partir de las determinaciones específicas de los fenómenos y procesos que estamos estudiando (que estudiaremos), en su propio ámbito y respetando sus particulares formas de "ser". Así, en sociología de la comunicación, lo que nos importa, lo que nos preocupará y ocupará, sera ésta, la comunicación bajo un ángulo particular, considerándola como "región" de una concepción (realidad conceptuada) antropológica más vasta, que en el caso planteado enlaza con la sociología general, pero reconociendo aquella ya mencionada vinculación más amplia, en virtud de la cual ambas —sociología de la comunicación y sociología general— se revierten en momentos necesarios y específicos de la reflexión abordada por el complejo de las ciencias de la cultura (históricas, sociales). Corresponde entonces —metódica y metodológicamente— realizar una determinación rigurosa de esa "región" ("comunicación") y de la disciplina que se ocuparía de ella. Así como de las formas material-históricas de origen y desenvolvimiento de los fenómenos a investigar, estableciendo —en el proceso de estudio— de sus delimitaciones e interrelaciones con otros objetos de estudio y otras disciplinas, fundando estos aspectos en el propio plexo y nudo problemático que propone la realidad de la comunicación. De este modo, una "sociología de la comunicación" no puede confundirse con la aplicación mecánica, al campo de la comunicación, de las delimitaciones y conceptos de la sociología general; por el contrario, si aspira a ser un conocimiento cierto desde una perspectiva, debe esforzarse —en todo caso—por desarrollar sociológicamente los elementos implicados en el concepto (correspondiente a los fenómenos reales) de "comunicación"; no es la sociología la que debe explicitar la comunicación, sino la comunicación la que debe explicitarse sociológicamente. Delimitada así la sociología de la comunicación de la sociología general, cabe inquirir a partir de qué categoría habrá de desarrollarse la primera como tal. Inicialmente, podemos válidamente afirmar que la comunicación no es una realidad inasible, ni tampoco "algo perteneciente al topos uranos, sino en lo básico, uno relación social que hay que saber reconocer y conceptualizar. Al mismo tiempo, se muestra como un tipo de relación social diferente al que ha intentado identificarse como homogéneo, bajo la conceptuación de "información". Esa pretendida homogeneidad es, precisamente y por el contrario, el factor que impide una clara elucidación de los problemas (y distintos tipos de relaciones sociales) que ambas denominaciones representan. "Información" y "comunicación": esa es la diferencia básica para poder desarrollar sociología de la comunicación y una teoría científica de la comunicación, diferenciación que atiende, justamente, a que cada una de ellas se manifiesta en y mediante procesos sociales distintos, dando origen a relaciones sociales distinguibles con claridad. "Por "comunicación" o "relación comunicacional" entendemos aquélla que produce (y a la vez supone) una interacción múltiple que da lugar al con-saber, lo cual sólo es posible cuando entre los integrantes (interlocutores) de la estructura relacional de los "papeles sociales" son intercambiables, y todo intercambio en este nivel se muestra como "diálogo" en el sentido más preciso de la acepción. Así, la "comunicación" es múltiple, circular, abierta, presupone y da lugar a relaciones sociales de caracteres participativos y ampliamente democráticos, una de cuyas referencias posibles —en nuestra historia política cultural— sería la "polis" griega con una de sus manifestaciones más relevantes: el diálogo socrático. Sólo es, pues auténtica "comunicación" la que se asienta en la posibilidad de "oír uno a otro" o "prestarse oídos", como mutua voluntad y condición de entenderse. En cambio, proponemos reservar el término de "información" a los procesos de vehiculación unilateral del "saber" (Pasquali), entre un transmisor (emisor) institucionalizado y una "X" cantidad de receptores, sea cual fuere el lenguaje o medio empleado (siempre Pasquali). De tal modo la información, como diferencia, direccional, cerrada, vertical, siendo, expresión de relaciones (y sociedades) jerárquicas, autoritarias, escasas o nulamente participatívas. Uno y otro proceso conforman y dan lugar a relaciones sociales diferenciadas, y el predominio de uno u otro se halla en estrecha, vinculación con las diversas formas y características de organización con que lo social puede estructurarse. Se presenta, de tal modo, como los conceptos fundamentales a partir de los cuales instituir, desde el seno mismo del complejo de problemas que abordamos, una "sociología de la comunicación", o una sociología de la información como sociología de los procesos que se desarrollan en los tipos de sociedad donde se ha producido la institucionalización (jurídico-política y no ético-política en el sentido Gramsciano) de los emisores. Esta perspectiva, con toda su fecundidad, debe a su vez corroborarse como posible sociología de la comunicación-información en relación a los fenómenos que se producen vinculadamente con las distintas realidades de clases y situaciones y condiciones nacionales e internacionales (clases dominantes dominadas; relaciones entre las fracciones de clase y entre clase y vanguardia; relaciones entre países de distintos grados de desarrollo o régimen social, etc.) De tal modo, la preocupación por la "comunicación", entendiendo a ésta como una relación social, desemboca en la preocupación dominante por una práctica políticosocial de la comunicación.