el sistema oseo 1

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El sistema óseo: la infraestructura de nuestro cuerpo
Es la armazón, la infraestructura que sostiene nuestro cuerpo con los sistemas que
lo forman. Pero también cumple otras funciones, como la de proteger partes vitales
del organismo, producir las células de la sangre y ser una sólida reserva de
nutrientes.
Como los edificios, puentes, automóviles, barcos y muchas cosas más que forman parte
de nuestro mundo, el cuerpo humano tiene un armazón sobre el cual se distribuyen y
forman las demás partes que lo integran. Si desarmaras un auto o pudieras ver a través
del cemento de un edificio, observarías que, al igual que nosotros, también poseen un
esqueleto, necesario para sostener todo lo demás. Claro que sus componentes, como el
hierro y el acero, son distintos a los que constituyen el esqueleto humano: los huesos.
Sin esta infraestructura, nuestro cuerpo no mantendría su forma y no podríamos
movernos ni desplazarnos hacia otros lugares.
La forma en la que están dispuestos los huesos, permite la existencia de espacios que
protegen de los golpes a órganos importantes y delicados, como el cerebro dentro del
cráneo, o el corazón y los pulmones al interior del tórax.
Por otra parte, los huesos van creciendo, especialmente los huesos largos, como los de
las piernas y brazos, regulando el crecimiento de todo el cuerpo.
Además tienen otra función: en su interior (médula) se fabrican las células de la sangre.
Después de un período de maduración, estas células se convierten en:
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Glóbulos rojos, cuya función es transportar oxígeno desde los pulmones a los
tejidos.
Glóbulos blancos, que, transportados por la sangre, nos defienden de las
bacterias y virus.
Plaquetas, que permiten la coagulación y la cicatrización (ver glosario) de las
heridas.
Los huesos del cuerpo humano
El esqueleto
El esqueleto humano se divide en dos partes, el esqueleto axial y el esqueleto
apendicular.
Esqueleto Axial. Lo conforman 80 huesos:
Huesos de la Columna Vertebral, 26 huesos:
Cervicales (cuello): 7
Torácicos: 12
Lumbares: 5
Sacro: 1 (formado por la fusión de 5 vertebras)
Coxis: 1 (formado por la fusión de 4 vertebras)
Huesos del Cráneo (29)
Neurocráneo: 8
Cara: 14
Oido: 6
Hioides: 1
Huesos del Torax (25)
Costillas: 24 (12 pares)
Esternón: 1
Esqueleto Apendicular. Lo conforman 126 huesos:
En los miembros superiores y pectorales: 64
Brazos y manos: 60
Hombros: 2 clavículas y dos escápulas.
En los miembros inferiores y pélvicos: 62
Piernas y pies: 60
Pelvis: 2 huesos pélvicos (formados por la fusión del Ilion, Isquion y
Pubis)
El esqueleto humano adulto consiste en 206 huesos.
Huesos del cráneo:
frontal
parietal (2)
temporal (2)
occipital
esfenoides
etmoides
Huesos de la cara:
maxilar inferior
maxilar superior (2)
palatino (2)
pómulo (2)
hueso propio de la nariz (2)
unguis (2)
vómer
coana inferior nasal (2)
Huesos del oído medio (6):
martillo (2)
yunque (2)
estribo (2)
Huesos de la garganta (1):
hioides
Huesos del hombro (4):
escápula (2)
clavícula (2)
Huesos del brazo
húmero
Huesos del antebrazo
cúbito
radio
Huesos de la muñeca (carpo)
ganchoso
pisiforme
piramidal
semilunar
grande
escafoides
trapecio
trapezoide
Huesos de la mano
Falanges de la mano
Huesos del tórax (25):
esternón
costilla (2 x 12)
Huesos del tarso
astrágalo
calcáneo
escafoides
cuboides
cuñas
Huesos columna vertebral (24):
vértebra cervical (7) incluye atlas y axis
vértebra dorsal (12)
vértebra lumbar (5)
Huesos de la pierna (8)
fémur (2)
rótula (2)
tibia (2)
peroné (2)
Huesos del pie (52)
calcáneo
falanges del pie
Los niños tienen algunos huesos más, que se van fusionando:
vértebras sacras (4 o 5), que se fuisonan en el adulto para fromar el sacro vértebra
coxigea (de 3 a 5), que se fusionan en el adulto para fromar el coxis iliaco, isquion y
pubis, que se fusionan en el adulto para formar la pelvis.
El esqueleto humano está formado por huesos, algunos de ellos articulados entre sí,
soportados por estructuras complementarias como ligamentos, tendones, músculos y
cartílagos.
Es el conjunto de huesos de los vertebrados, de los que formamos parte. El esqueleto de
un ser humano adulto tiene, aproximadamente, 206 huesos, sin contar las piezas
dentarias.
Los huesos tienen tres funciones principales sobradamente conocidas: actúan como
sostén de nuestro cuerpo y permiten que este se mantenga erecto, protegen las vísceras
ante cualquier presión o golpe del exterior, como, por ejemplo, las costillas al albergar
los pulmones, tan delicados y que precisan de un espacio para ensancharse; y además,
permiten el movimiento de las extremidades, funcionando como puntos de anclaje de
los músculos, que si no los tuvieran no podrían contraerse.
¿Cómo se forman los huesos?
Cuando somos apenas unos embriones dentro del útero materno los cartílagos se
encargan de sostener a nuestro cuerpo. Posteriormente, sobre este se va
depositando calcio y otras sales que le dan consistencia, transformando el cartílago
en hueso. Este proceso se llama osificación.
Desde que nacemos se inicia el proceso de formación de los huesos. Al comienzo, estos
son blandos y están formados por un tejido muy especial que recibe el nombre de
cartílago. Cuando somos apenas unos embriones dentro del útero materno, este
cartílago se encarga de sostener a nuestro cuerpo. Posteriormente, sobre este se va
depositando calcio y otras sales que le dan consistencia, transformando el cartílago en
hueso. Este proceso se llama osificación.
Después de nacer, la mayor parte del cartílago se ha transformado en hueso y solo sigue
presente en los extremos de este. Es este cartílago, denominado cartílago de
crecimiento, el que continúa formando hueso, permitiendo que este vaya creciendo y
alargándose.
Cuando dejamos de crecer, alrededor de los veinte años, el cartílago de crecimiento
desaparece, quedando completamente osificado. Esa es la razón de por qué disminuye la
cantidad de huesos, 350 cuando nacemos, a 206 cuando somos adultos.
En la edad adulta, solo tenemos cartílago, con su característica consistencia blanda, en
algunas partes. Es el caso de las orejas y la punta de la nariz.
En el hueso hay dos tipos de células. Unas llamadas osteoblastos, que depositan el
calcio en los huesos. Las otras son los osteoclastos, que reabsorben el calcio.
Cuando se está formando el hueso, dominan los osteoblastos, aunque también funcionan
los osteoclastos, que al reabsorber el calcio impiden que el hueso aumente su grosor en
forma excesiva.
El calcio que se necesita para formar el hueso viene en los alimentos, y especialmente
en la leche. Por esto es sumamente importante tomar mucha leche durante toda la etapa
del crecimiento.
El calcio y los osteoblastos son también muy necesarios cuando un hueso se quiebra (se
fractura), ya que se debe formar tejido óseo nuevo para que el hueso se repare.
Cuando envejecemos, los huesos van perdiendo calcio porque los osteoclastos
comienzan a dominar. Los huesos se vuelven más frágiles y se hacen quebradizos. Este
proceso se llama osteoporosis y es propio de los ancianos y especialmente de las
mujeres. Desgraciadamente, en esta etapa ya es muy difícil que se vuelva a depositar
calcio, por lo que los huesos permanecen débiles. La única forma de prevenir la
osteoporosis es acumular suficiente calcio durante los años de juventud. Esta es otra
razón para seguir tomando leche.
Mirando al interior de los huesos
Los huesos están constituidos por el tejido óseo y la médula.
El tejido óseo rodea o envuelve a la médula, que está en el centro, y tiene dos
consistencias. La capa externa es densa y dura, por lo que se llama tejido compacto, la
cual está recubierta por una membrana llamada periostio. Más al interior, el tejido óseo
se hace poroso y está formado por laminillas muy finas que asemejan una red. Esta zona
se denomina tejido esponjoso.
Al centro de los huesos, y en mayor cantidad al interior del esternón, está la médula, la
cavidad donde se forman las células de la sangre: los glóbulos rojos o eritrocitos, los
glóbulos blancos o leucocitos y las plaquetas, que derivan de los megacariocitos.
¿Por qué son importantes nuestros huesos?
Te has puesto a pensar cómo serías tú si no tuvieras huesos? Parecerías una masa
homogénea, que se desplomaría sin forma alguna y se acomodaría en suelo de
acuerdo al relieve que este tuviera. Quienes permiten que lo anterior no suceda son
los huesos, que forman el andamiaje de tu cuerpo.
Los huesos te permiten ponerte de pie, caminar, correr, doblarte y realizar una gran
cantidad de actividades. ¿Sabes cuántos son?, ¿cómo funcionan?, ¿para qué sirve cada
uno de ellos? Es lo que te contaremos en este capítulo dedicado exclusivamente al
sistema óseo, su estructura y sus enfermedades.
El cuerpo humano está compuesto por 208 huesos articulados, que lo sostienen y
conservan su forma, protegiendo cada uno de los órganos que tienes en tu interior.Los
más pequeños tienen un centímetro, y los más grandes alcanzan, en algunos casos, los
30. El conjunto de todos ellos se llama esqueleto.
El esqueleto consta de varias partes, todas unidas entre sí. Esta unión de dos o más
huesos es lo que conocemos como articulaciones. Las articulaciones pueden ser
blandas o duras; muy movibles (en el caso de los hombros), o estáticas y rígidas (en el
caso del cráneo de un adulto).
Trastornos óseos: Debilitamiento de los huesos
A lo largo de la vida, la dureza y estructura de los huesos se va desgastando por
múltiples razones, lo que hace que aparezcan enfermedades.
Al pasar los años, los huesos comienzan a verse afectados por trastornos nutricionales,
hormonales, congénitos, entre otros.
Así es como van apareciendo algunas enfermedades, entre ellas están las
osteoarticulares:
- Una enfermedad degenerativa muy común es la artrosis (ver recuadro).
- La artritis reumatoide, es una enfermedad autoinmune que inflama las articulaciones,
las cuales llegan a ponerse rígidas y deformes.
- Las artropatías por cristales, que atacan tanto al cartílago como al tejido sinovial
(por donde corre el líquido sinovial), son provocadas por pequeños cristales (ácido
úrico, pirofosfato de calcio) que no han sido bien asimilados por el organismo. Si estos
llegan al cartílago, lo endurecen y originan una artrosis secundaria. En cambio, si estos
van al tejido sinovial, lo hinchan y provocan artritis. El cuadro más común es el
depósito de cristales de ácido úrico, conocido como gota. Esta enfermedad se puede
manejar mediante cambios en la dieta alimentaria, disminuyendo las proteínas.
- El cáncer es una enfermedad maligna que puede afectar también a los huesos. Si se
origina en un hueso, se le conoce como primario. Este es frecuente en personas jóvenes
y el tipo más común es el osteosarcoma (tumor que se aloja en los huesos largos, como
el
fémur).
Con frecuencia, el tumor maligno del hueso es el resultado de la extensión de las células
cancerígenas procedentes de otras partes del cuerpo. Si este cáncer más tarde empieza a
desarrollarse en lugares diferentes, se le conoce como metástasis o cáncer secundario.
Este es corriente en las personas mayores y las zonas afectadas más comunes son el
cráneo, pelvis, vértebras, costillas, esternón y húmero.
- Otras dolencias son la enfermedad de Paget u osteitis deformante, un mal de origen
desconocido que se caracteriza por alterar la formación normal de un hueso, y el lupus,
una afección inflamatoria crónica que puede afectar varias partes del cuerpo,
especialmente articulaciones, piel, sangre y riñones.
Los huesos también se enferman
Aunque no lo parezca, los huesos son también susceptibles de sufrir enfermedades
como las demás partes de nuestro organismo. Muchas de ellas se deben a
problemas nutricionales, hormonales, congénitos (presentes desde el nacimiento) o,
simplemente, a la vejez.
La infraestructura adelgaza
Los huesos de nuestro cuerpo se destruyen y reconstruyen permanentemente, para
facilitar el crecimiento y la reparación.
En los jóvenes, el ritmo de formación ósea es mayor que el de reabsorción de células; es
decir, se construye más que lo que se destruye.
Sin embargo, este proceso se revierte en la edad adulta, por lo que la generación de
huesos es menor que su descomposición. Esto provoca un debilitamiento de la
estructura ósea, porque se hace cada vez más frágil y ligera.
Como habíamos mencionado anteriormente, este fenómeno se llama osteoporosis, y
afecta principalmente a las mujeres de raza blanca en edad adulta. Los huesos afectados
se vuelven más porosos y se fracturan con más facilidad que el hueso normal. Con
frecuencia se producen fracturas de muñeca, vértebras y cadera, aunque puede suceder
en cualquier hueso.
Otros factores de riesgo son la falta de calcio, poca actividad física, ciertos
medicamentos o antecedentes familiares de osteoporosis.
El reumatismo
Con seguridad, en más de una conversación entre abuelitos has escuchado ese término:
que sufren de reuma y en realidad no lo pasan muy bien. Sin embargo, el reuma o
reumatismo no es una enfermedad en sí misma, sino que una serie de síntomas de
algunas enfermedades que afectan a las articulaciones, los huesos y músculos, y que se
traducen en diferentes trastornos caracterizados por dolor, rigidez e hipersensibilidad.
Existen tres grandes grupos de complicaciones que provocan la respuesta reumática:
uno abarca a las enfermedades degenerativas; otro, a las infecciones e inflamaciones, y
el tercero, a las de origen metabólico o derivadas de insuficiencias alimentarias.
En el primer grupo está la artrosis, que es uno de los males reumáticos más comunes.
Es una enfermedad producida por el desgaste de la articulación que lesiona los
cartílagos, y sin la amortiguación que ellos nos garantizan, los huesos se rozan con el
consecuente dolor y deformación.
La artritis reumatoide, perteneciente al segundo grupo, es una extraña enfermedad, ya
que es el propio sistema inmunológico (encargado de las defensas en el organismo) el
que empieza a atacar los tejidos del cuerpo que se supone debe proteger. Este trastorno,
del tipo autoinmune, inflama las articulaciones, que se ponen rígidas, se hinchan y se
deforman.
Muchas de las articulaciones pequeñas se ven afectadas simétricamente. Las manos y
los pies, por ejemplo, se dañan en el mismo grado en ambos lados. Por lo general, la
rigidez es peor por la mañana, aunque mejora durante el día. Cuando la artritis es grave,
los espacios articulares desaparecen y cambia el ángulo de las extremidades como
consecuencia de la laxitud (ausencia de tensión) de los ligamentos. Las extremidades se
vuelven ásperas y alrededor de ellas se forman nódulos; la piel se ve delgada y frágil, lo
que finalmente restringe el movimiento.
En el tercer lugar de las enfermedades osteoarticulares figuran las artropatías, que
atacan tanto al cartílago como al tejido sinovial (por donde circula el líquido sinovial).
Son provocadas por pequeños cristales que no han sido bien asimilados o integrados por
el organismo. Si estos microcristales van al cartílago, lo endurecen y le originan una
artrosis. Si, por el contrario, se dirigen al tejido sinovial, lo inflaman y provocan una
artritis.
Huesos lesionados
Las lesiones más comunes son las fracturas y los esguinces.
No hay que engañarse porque nuestros huesos sean duros, pues también están expuestos
a sufrir golpes o impactos que los pueden dañar. No se trata de evitar correr, saltar,
jugar con tus amigos o practicar deportes, ya que tu esqueleto está preparado para eso;
pero él agradecería que lo comprendieras y rehuyeras los movimientos bruscos y
violentos, que no solo afectarían a tus huesos, sino que también a tus ligamentos y
tendones.
Las lesiones más comunes son las fracturas y los esguinces. Frecuentemente se
producen dentro del hogar, en el colegio, en la calle y lugares de trabajo, mientras
realizamos las actividades que forman parte de nuestra rutina diaria, por lo que siempre
hay que estar prevenidos.
Cuando un hueso se rompe
La rotura de un hueso se llama fractura y puede involucrar a uno o más de estos,
dependiendo de su magnitud. Suceden generalmente por caídas o golpes, que con
frecuencia afectan alguna parte de las extremidades superiores. Sin embargo, las
extremidades inferiores tampoco están libres de sufrir fracturas, como la tibia y peroné,
por ejemplo. Incluso las costillas pueden romperse.
En la mayoría de las fracturas son suficientes el yeso (cuando corresponde) y el reposo,
pues quien se preocupa de reparar la fractura es el propio hueso. ¿Te acuerdas de los
osteoblastos? Pues bien, ellos empiezan a actuar fabricando tejido óseo esponjoso,
estimulados por el aporte extra de oxígeno que llevan los glóbulos rojos atraídos por el
coágulo que se forma en la parte rota del hueso.
Existen diferentes tipos de fracturas: incompleta, en la cual el hueso no está
completamente roto; completa, en la que el hueso sí está totalmente quebrado; cerrada,
es aquella que no está expuesta, como en la abierta, en que uno de los fragmentos ha
rasgado los tejidos cercanos y ha abierto una herida en la piel. La fractura abierta es la
más grave, porque corre el peligro de que se infecte.
Esguinces: efecto en cadena
Seguramente has oído hablar de los esguinces o, por desgracia, los has experimentado.
Lo que sucede es que, ante un esfuerzo violento, el hueso tiende a salirse de su posición
habitual, pero no lo hace. Esto provoca un brusco estiramiento de los músculos,
tendones, ligamentos y vasos sanguíneos que rodean la articulación, produciéndose a
veces la ruptura de alguno de ellos.
Los síntomas de los esguinces son: dolor, hinchazón y moretón en la zona afectada. Los
esguinces más comunes son los de muñeca y tobillo.
Para tratar este tipo de lesiones te recomendamos utilizar almohadas y elevar así la
articulación dañada. Además, debes colocar bolsas de hielo o compresas frías sobre la
lesión por unos 30 minutos, como una forma de disminuir el dolor, e inmovilizar la zona
afectada y concurrir a un centro médico.
Fugas óseas
Cuando un hueso se sale de su articulación, por lo general por un golpe o caída, se habla
de luxación o dislocación. De manera similar al esguince, perjudica a los ligamentos,
tejidos blandos y a la propia articulación. También causa dolor, desfiguración,
hinchazón, imposibilidad de mover la zona afectada y aparición de un moretón después
de horas de producido el accidente.
El tratamiento recomendado para este tipo de traumatismo incluye inmovilizar la zona
afectada, reposo, aplicar compresas frías y concurrir al médico para un tratamiento
definitivo. Si sufres alguna luxación, no debes tratar de reducirla (es decir, devolver el
hueso a su posición normal) si no tienes los conocimientos y práctica en este tipo de
traumatismos, porque al intentar hacerlo puedes provocar un daño mucho mayor.
Traumatismos en las partes duras del cuerpo
Si bien tus huesos son fuertes y duros, también pueden sufrir complicaciones que,
tarde o temprano, te harán pensar que debes cuidarlos mucho. Pueden producirse
traumatismos que afectan no solamente a tus huesos, sino a ligamentos y tendones.
Los traumatismos en las partes duras del cuerpo se producen por un contacto violento
entre una persona y el medio. Este tipo de lesiones se da muy frecuentemente dentro del
hogar, en el colegio, en la calle y lugares de trabajo, ya que la causa forma parte de
nuestra rutina diaria.
Se pueden distinguir algunos como:
Fracturas: un quiebre en el camino
Puede afectar a uno o más huesos, dependiendo de la magnitud de la fractura. Se
producen por lo general por caídas o golpes, que con frecuencia afectan alguna parte de
las extremidades superiores. También se pueden observar fracturas de las extremidades
inferiores, en los huesos de las piernas, como la tibia y peroné, por ejemplo. Cuando se
produce cualquier fractura, por lo general no se pueden realizar movimientos y se
produce una inflamación.
¿Qué hacer con una persona fracturada?
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Es importante no mover al afectado sin antes inmovilizar (entablillar) la zona
afectada.
Se debe dar un tratamiento adecuado a la fractura, ya que una mala maniobra
puede producir daños a los nervios y vasos sanguíneos de la zona afectada.
Si la manipulación no es la adecuada, la fractura cerrada puede convertirse en
expuesta (cuando el hueso se sale por la herida).
Si hay que retirar ropa, esta se debe cortar, para no producir movimientos
bruscos, que causarían un dolor innecesario.
Esguinces: cuando el hueso no quiere morir
En este caso, el hueso podría salirse, pero tiene la posibilidad de volver a entrar a su
articulación. Esto provoca un violento estiramiento de los músculos, tendones,
ligamentos y vasos sanguíneos que rodean la articulación, produciéndose a veces la
ruptura de alguno de ellos.
Los síntomas de los esguinces son: dolor, hinchazón y moretón en la zona afectada.
Para tratar este tipo de lesiones, te recomendamos utilizar almohadas, para elevar la
articulación, colocando bolsas de hielo o compresas frías sobre la lesión por unos 30
minutos, para lograr reducir el dolor; inmovilizar la zona afectada y concurrir a un
centro médico. Los esguinces más comunes son los de muñeca y tobillo.
Luxación o dislocación
Es la salida de un hueso de su articulación. Se conoce vulgarmente como zafadura que,
generalmente, se produce por caídas o golpes. Se daña la articulación, ligamentos y
tejidos blandos. Si sufres una luxación sentirás ciertos síntomas, como dolor,
deformación, hinchazón, imposibilidad de mover la zona afectada y aparición de un
moretón después de horas de producido el accidente. El tratamiento de este tipo de
traumatismo incluye inmovilizar la zona afectada, reposo, aplicar compresas frías, y
concurrir al médico para un tratamiento definitivo. Si sufres alguna luxación, no debes
tratar de reducirla si no tienes los conocimientos y práctica en este tipo de traumatismos,
porque al intentar hacerlo puedes provocar un daño.
La importancia del calcio en tus huesos
El calcio es un mineral esencial muy importante para tener unos huesos y dientes
fuertes.
La gran pregunta es cómo hacer para que nuestros huesos crezcan sanos y fuertes. Para
empezar, lo principal es consumir cierta cantidad de calcio, de acuerdo a tu edad y
tamaño.
La forma más fácil de hacerlo es tomando leche, ya que una taza aporta 300 miligramos
de calcio. Pero si eres de los que no les gusta la leche o de los que sufren intolerancia a
la lactosa, aún hay otros alimentos que te pueden proveer el calcio que necesitas. Por
ejemplo, el yogur, el helado y los quesos duros son alternativas por lo general bien
toleradas. Pero si esto aún no es de tu agrado, tienes otras opciones como:
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Salmón rosado: 85 gr-167 mg
Sardinas: 85 gr-372 mg
Espinaca (cocida): taza-84 mg
Acelga (cocida): taza-178 mg
Almendras: 161 gr-300 mg o 2 cdas-50 mg
Brócoli: 2 y tazas-300 mg
Garbanzos: 1 taza-78 mg
Porotos blancos: 1 taza-entre 121 y 128 mg
Porotos negros: 1 taza-103 mg
Leche de soya fortificada: 1 taza-entre 250 y 300 mg
Jugo de naranja fortificado con calcio: 1 vaso-300 mg
Coliflor: 4 tazas-300 mg
Los huesos del cráneo
El cráneo cumple una función muy importante, ya que se preocupa de contener
todo el sistema nervioso central, con excepción de la médula.
La cabeza ósea está formada básicamente por dos zonas: el cráneo y los huesos de la
cara. El cráneo cumple una función muy importante, ya que se preocupa de contener
todo el sistema nervioso central, con excepción de la médula. Los huesos de la cara,
por su parte, dan soporte a la nariz y a toda la cavidad nasal, a los ojos y al aparato
masticador.
El cráneo óseo es prácticamente un rompecabezas. Está compuesto por el hueso frontal,
que sirve de base del cráneo y se ubica entre los dos parietales y parte de los temporales.
Por detrás, está el hueso occipital, que es la única unión entre la cabeza y la columna
vertebral.
Por su parte, la cara ósea, en su parte superior, está formada por la cara externa y
anterior del hueso frontal y, en su parte inferior, por los huesos nasales, los unguis y los
dos huesos malares (sobre la encía superior). Luego están los dos maxilares, superior e
inferior, que permiten los movimientos de masticación, pero solo se mueve el inferior.
Y, finalmente, están las cavidades orbitales (de los ojos) y la cavidad nasal.
Huesos planos, largos y cortos del cuerpo humano.
HUESOS LARGOS: su longitud predomina más que su anchura y grosor. Este tipo de
huesos tiene dos extremos y un cuerpo. Los extremos denominados epifisis y el cuerpo
diafisis. Ej.: húmero, radio, cúbito.
HUESOS CORTOS: son huesos pequeños donde su longitud, grosos y anchura son
casi iguales entre sí. Ej.: huesos del carpo, muñeca, tarso o tobillo.
HUESOS PLANOS: son aquellos huesos en que el ancho y el largo son predominantes
sobre el grosor, son delgados. Ej.: costillas, esternón, omoplato.
HUESOS IRREGULARES: son huesos que no tienen dominio de ninguna de sus
dimensiones, por tener formas muy complejas. Ej.: etmoides, esfenoides, vomer, etc.
La columna vertebral
Es el eje del esqueleto que sostiene nuestro cuerpo. Está compuesta por 24
vértebras, huesos pequeños situados unos sobre otros, y unidos por músculos y
ligamentos.
La estructura fundamental de tu cuerpo es la columna vertebral, ya que se encarga de
sostener tu cabeza y cuerpo erguidos, y gracias a la cual puedes doblarte y girarte. Está
formada por 33 huesos en forma de anillos, llamados vértebras, unidas por una serie de
articulaciones móviles. Entre ellas hay discos de cartílago duro que se comprimen para
absorber los choques - que a su vez - se encuentran sometidos a grandes fuerzas durante
movimientos determinados.
La columna está configurada por tres tipos de vértebras: cervicales, en el cuello;
torácicas, en la parte superior de la espalda; y lumbares, en la parte inferior. Las
primeras se encargan de sostener la cabeza y el cuello; las torácicas se preocupan de
anclar las costillas; y las lumbares tienen como función soportar el peso y estabilizar el
movimiento.
Un componente vital de nuestro cuerpo es la médula espinal. De tejido nervioso, se
encarga de emitir mensajes entre el cerebro y las diferentes partes del cuerpo, siendo
protegido por las 33 vértebras de la columna dorsal.
Las articulaciones: Unión de los huesos
Aunque los huesos sean duros y rígidos, deben moverse y por eso casi todos están
unidos por partes flexibles llamadas articulaciones.
Si no fuera por las articulaciones, los huesos no podrían tener movilidad, así gracias a
ellas se pueden doblar las distintas extremidades del cuerpo. Existen tres tres tipos de
articulaciones.
- Móviles: también llamadas diartrosis o sinoviales, son las articulaciones que tienen
mayor amplitud de movimientos. Son las que unen huesos de las extremidades con el
tronco, los hombros o las caderas.
- Semimóviles: también llamadas anfiartrosis, son las que realizan movimientos
limitados, como las articulaciones entre las vértebras.
- Fijas: conocidas también como sinartrosis, la mayoría se encuentra en el cráneo y no
necesita movimientos, porque la función principal es proteger los órganos internos.
Las más comunes, las sinoviales, se caracterizan, por tener algunos elementos en
común, estos son:
- Superficies óseas, que son los extremos de los huesos involucrados en una
articulación determinada.
- Cartílago articular, tejido suave y liso, compuesto por colágeno, que permite un buen
deslizamiento entre los
extremos óseos.
- Membrana sinovial, capa que recubre internamente toda la articulación y que secreta
el líquido sinovial, lubricante
de la articulación.
- Meniscos, estructuras aplanadas con forma de semiluna, con la función de
amortiguación y protección del cartílago, entre otras.
- Medios de unión, conformados por fibras de colágeno, dispuestas a modo de
envoltorio llamado cápsula articular y a modo de refuerzos llamados ligamentos.
Tipos de uniones sinoviales
Estos según el tipo de movimiento específico que realicen las articulaciones:
- Articulación esféricas: la cabeza de un hueso encaja en la cavidad cóncava del otro.
Se encuentran las caderas y en los hombros.
- Articulación en silla de montar: solo existe en la base de los pulgares y permite el
movimiento en dos direcciones (adelante y atrás y de lado a lado).
- Articulaciones en bisagra: como las del codo y de los dedos, son menos móviles y
permiten el movimiento en solo una dirección.
- Articulación pivotal: es aquella en que un cilindro óseo gira en torno a su propio eje,
estando en contacto con otra superfi cie que le forma un anillo (parte hueso, parte
ligamento) como la articulación, radio-cubital superior (antebrazo).
- Articulación elíptica: en el extremo de un hueso con forma de ovoide (huevo) se
mueve en una cavidad elíptica. Se encuentran en el radio del antebrazo y el hueso
escafoides de la mano.
- Articulación deslizante: algunas superficies de huesos son casi planas y se deslizan
una sobre otra. Se encuentran en algunas articulaciones de manos y pies.
la columna vertebral
Es el eje del esqueleto que sostiene nuestro cuerpo. Está compuesta por 24
vértebras, huesos pequeños situados unos sobre otros, y unidos por músculos y
ligamentos.
La estructura fundamental de tu cuerpo es la columna
vertebral, ya que se encarga de sostener tu cabeza y cuerpo
erguidos, y gracias a la cual puedes doblarte y girarte. Está
formada por 33 huesos en forma de anillos, llamados
vértebras, unidas por una serie de articulaciones móviles.
Entre ellas hay discos de cartílago duro que se comprimen
para absorber los choques - que a su vez - se encuentran
sometidos a grandes fuerzas durante movimientos
determinados.
La columna está configurada por tres tipos de vértebras:
cervicales, en el cuello; torácicas, en la parte superior de la
espalda; y lumbares, en la parte inferior. Las primeras se
encargan de sostener la cabeza y el cuello; las torácicas se
preocupan de anclar las costillas; y las lumbares tienen
como función soportar el peso y estabilizar el movimiento.
La columna vertebral
Un componente vital de nuestro cuerpo es la médula espinal. De tejido nervioso, se
encarga de emitir mensajes entre el cerebro y las diferentes partes del cuerpo, siendo
protegido por las 33 vértebras de la columna dorsal.
¿Cuándo está sana tu columna?
Tu columna estará sana si tiene tres curvas suaves que ayudan a hacerla resistente y
aseguran un centro de gravedad equilibrado; las secciones cervical y lumbar se curvan
ligeramente hacia adelante, mientras que la sección torácica se curva hacia atrás. Las
curvas exageradas o anormales pueden deberse a un defecto congénito, una mala
postura, músculos abdominales débiles o enfermedades debilitadoras de los huesos.
Caja torácica
Es aquella limitada por las costillas, la columna vertebral y el esternón. Se la
denomina también cavidad torácica o simplemente tórax.
Por lo general, cuando respiras e inhalas aire profundamente, ves que sobre el estómago
se marcan varios huesos arqueados: esas son tus costillas, huesos largos y curvos
formados por una porción ósea posterior y una cartilaginosa (cartílago costal) anterior.
Si realizas este ejercicio nuevamente, podrás sentir cada una de ellas y te darás cuenta
de que son 12, articuladas en su parte posterior con dos cuerpos vertebrales, aunque solo
las siete primeras se unen directamente al esternón por medio de los cartílagos
costales; la 8, 9 y 10 se unen entre sí antes de hacerlo al esternón, y la 11 y 12 quedan
libres en los músculos abdominales. Estos huesos arqueados también pueden sufrir
fracturas, que se producen por traumatismo directo, pero se sueldan espontáneamente en
seis semanas, lo que significa que no se debe utilizar ningún tipo de vendaje, solo
analgésicos. Su riesgo principal deriva de la falta de movilidad torácica por el dolor, lo
cual retiene secreciones y puede facilitar infecciones, como la neumonía. Las fracturas
costales múltiples pueden producir sangrado a la cavidad torácica (hemotórax), entrada
de aire por lesión pulmonar (neumotórax) o desequilibrio de movimientos respiratorios
(tórax volante).
Extremidades superiores
La mano es una parte del brazo de un ser humano o de otro primate, y está situada
donde termina dicho apéndice. La mano se utiliza para agarrar y sujetar cosas.
Son la porción terminal de los brazos o extremidades superiores de tu cuerpo. A veces,
en otros mamíferos y formas inferiores de animales, este tipo de apéndices también se
llaman manos, para distinguirlos de los pies o miembros inferiores; pero las manos
verdaderas solo aparecen en los primates.
Si las observas, podrás ver que constan -cada una- de una palma ancha unida al
antebrazo mediante una articulación denominada muñeca. La principal diferencia entre
las manos de los seres humanos y las de los otros primates consiste en que sus pulgares
no pueden colocarse enfrente de los otros dedos, como sí podemos hacerlo nosotros.
Aunque no lo creas, los huesos de tu mano son 27: ocho en el carpo o muñeca,
colocados en dos filas de cuatro huesos; cinco en el metacarpo o palma, uno para cada
dedo, y los catorce huesos digitales o falanges, dos en el pulgar y tres en cada uno del
resto de los dedos. Los movimientos de la mano se llevan a cabo mediante la
participación de dos grupos de músculos y tendones: los flexores, para flexionar los
cinco dedos, y los extensores, para extenderlos. Los músculos flexores están
localizados en la cara inferior del antebrazo, y están unidos a las falanges de los dedos
por los tendones. Los extensores se encuentran en la parte posterior del antebrazo y se
unen de forma similar.
La articulación de nuestras manos es mucho más compleja y delicada que la de los
órganos comparables de cualquier otro animal. Y precisamente a esta articulación se
debe el que solo nosotros, es decir, los seres humanos, seamos capaces de utilizar y
manipular una gran variedad de herramientas y utensilios.
Extremidades inferiores
Las partes de las extremidades inferiores de tu cuerpo son el fémur, la rótula, la
tibia, el peroné y los huesos del pie, formadas cada una por huesos y articulaciones
que se unen entre sí.
Dejando atrás las manos y bajando por la columna vertebral, te encontrarás con la
pelvis, que es una estructura ósea sostenida por las extremidades inferiores. Por la parte
de atrás, la forman el cóccix y el sacro, y por delante, los huesos coxales. Hacia los
lados se encuentran tus caderas, que se articulan con ella a través de los coxales, y a
través de la cabeza del fémur -el hueso más largo de nuestro cuerpo, que forma el
muslo- con las extremidades.
Las partes de las extremidades inferiores de tu cuerpo son el fémur, la rótula, la tibia,
el peroné y los huesos del pie, formadas cada una por huesos y articulaciones que se
unen entre sí.
La rodilla es la articulación del muslo con la pierna, formada por tres huesos. El
extremo inferior del fémur (el hueso del muslo) forma los cóndilos femorales, que son
dos eminencias voluminosas del extremo inferior del fémur, que se articulan con el
extremo superior de la tibia formando la rodilla. El extremo superior de la tibia, las
mesetas tibiales externa e interna, tienen forma de bandejas planas unidas por el
centro, sobre las que se apoyan, giran, se deslizan y rotan los cóndilos femorales,
extendiendo (cuando estás de pie) o flexionando (cuando estás en cuclillas) la rodilla.
Por su parte, la rótula es un hueso con forma de disco que se apoya sobre la cara
anterior de los cóndilos femorales, deslizándose hacia arriba y abajo al extender y
flexionar la rodilla.
La pierna está formada por la tibia, un hueso muy importante ya que soporta los
mayores esfuerzos que realizan tus piernas, y el peroné, que tiene la función de articular
la pierna con el pie, de manera que puedas caminar y correr libremente. El pie, por su
parte, lo forman los huesos del tarso, con los metatarsianos y las tres hileras de
falanges del pie. Los huesos que componen las extremidades inferiores soportan todo el
peso de tu cuerpo.
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