SOBRE LA FILANTROPÍA Y LOS IMPUESTOS Jesús López Tello la teleología de los sistemas de creación y recaudación de impuestos no es otra que la de allegar los recursos económicos necesarios para que los poderes públicos ofrezcan a los ciudadanos bienes y servicios, entre los que desde luego están la defensa, las relaciones internacionales, la ley y el orden, los mercados o las comunicaciones, pero también la provisión de un nivel mínimo de los bienes y servicios que sirven para la satisfacción de las necesidades básicas del ser humano. La idea ha calado tan hondo en nuestra psique colectiva que ha cristalizado en la lengua. Dice así el diccionario que gasto social es la «partida del gasto público destinada a cubrir necesidades básicas de los ciudadanos». Todavía más, el círculo de ciudadanos beneficiarios de esa cobertura hoy no se entiende que haya de quedar limitado a los nacionales del Estado de que se trate, ni siquiera a los habitantes de su territorio, y se acepta con naturalidad la necesidad de ayudar en lo posible a la población de otros Estados menos desarrollados, si bien se respeta su soberanía de modo que la ayuda de un Estado a los habitantes y nacionales de otro se suele concretar en transferencias de bienes y servicios entre Estados. Esta apretadísima síntesis del Estado de corte occidental que hoy conocemos, sin duda sesgada e incompleta, es sin embargo bastante para subrayar lo primero que queremos decir. Abstracción hecha por un momento del carácter coactivo de los impuestos, tiempo hay de volver sobre ello, contribuir al sostenimiento de las cargas públicas en el marco de un sistema fiscal progresivo –esto es, donde en conjunto pagan proporcionalmente más impuestos quienes más 1. FILANTROPÍA TRIBUTARIA Y FILANTROPÍA GENUINA Se dice que el término filantropía fue creado por Flavio Claudio Juliano, emperador de los romanos desde el año 361 hasta su muerte, acaecida dos años más tarde en campaña contra los persas cerca de la actual ciudad iraquí de Samarra. Conocido como Juliano el Apóstata, por renegar del cristianismo y convertirse al paganismo neoplatónico, fue el último emperador romano politeísta. En su intento por restaurar el perdido esplendor de los dioses grecorromanos, Juliano quiso traer del cristianismo el mandato de amor al prójimo propio de una de sus virtudes teologales, la caridad, acuñando así el término filantropía, etimológicamente derivado del griego philos y antropos, por lo que filantropía significa, llanamente, «amor a la humanidad». Para nuestro propósito aquí nos basta ese significado, si bien expresado constructivamente en forma de ayuda desinteresada a los demás; lo que insertado en el ámbito de la organización de nuestras modernas sociedades occidentales desemboca en concebir la filantropía como la práctica ordenada de la prestación de auxilio a los más necesitados. Entendiendo ese auxilio a los más necesitados en un sentido amplio, no cabe duda de que la filantropía es practicada por los Estados, los cuales pretenden hoy, de una u otra forma, proporcionar a sus ciudadanos de menores recursos unos ciertos niveles de alimentación, vestido, educación, sanidad, subsidios sociales e incluso bienes culturales u ofertas de ocio. Precisamente 203 LA FILANTROPÍA: TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS recursos tienen– es la primera forma de hacer filantropía en el mundo moderno. En efecto, los contribuyentes entregan dinero para la satisfacción de necesidades de interés general sin una prestación equivalente de respuesta. Es obvio que, a modo de donación onerosa –la que impone al donatario un gravamen inferior al valor de lo donado, dice el Código civil español en su artículo 619–, la filantropía terminal tributaria es función de que el valor de los bienes y servicios de toda índole que un contribuyente en particular recibe del Estado sea inferior al valor de los tributos que ese contribuyente esté pagando, pero lo que importa aquí es el conjunto: como quiera que el exceso de pagos de algunos individuos ha de revertir en favor de otros miembros de la sociedad más necesitados, a cada uno de nosotros nos debe ser suficiente con cumplir fielmente con nuestras obligaciones fiscales, sin importar si en un año o momento concreto nuestra balanza personal se vence del lado pagador o del receptor, en cualquier caso y como colectividad estaremos cuidando –mucho o poco, según y cómo, pues la cuantía y el destino del gasto social es un debate diferente– de nuestros semejantes más desfavorecidos. El carácter coactivo de los impuestos no nos parece detrimento de cuanto venimos diciendo. Superada hace tiempo la tesis de la naturaleza odiosa de las leyes tributarias, que hunde sus raíces en las arbitrariedades de los señores medievales y se desarrolla con el liberalismo económico primitivo, para el que no hay mejor impuesto que el que no existe, la coacción propia de la exacción impositiva es en las sociedades democráticas actuales más una cuestión de policía –en el sentido de la segunda acepción del diccionario, esto es, «buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno»–, que de fuerza o violencia ejercida sobre los ciudadanos. Sí nos parece, sin embargo, que en los impuestos falta algo del altruismo que tradicionalmente se empareja con las actividades filantrópicas. Esa parte que falta no es la «procura del bien ajeno aun a costa del propio», pues ese resultado ha de convenirse que tiene lugar también con los pagos impositivos, sino la diligencia que el genuino altruista pone en conseguir ese objetivo, frente a la normalmente remolona actitud del contribuyente. Pero también es verdad que, infortunadamente a nuestro juicio, no hay, todavía, suficiente reconocimiento y halago social para quien cumple con sus obligaciones impositivas, de contrario a la admiración y el aplauso merecidamente dedicados al donante o al mecenas. Vaya esa ausencia de premio social en castigo de la falta de entusiasmo del contribuyente, y quede de esta manera en pie nuestra afirmación anterior de que contribuir al sostenimiento de las cargas públicas en el marco de un sistema fiscal progresivo es la primera forma de hacer filantropía en el mundo moderno. Y aún nos atrevemos a decir algo más, éticamente no parece posible un filántropo genuino que desatienda sus obligaciones tributarias, el cumplimiento de las cuales debe ser un prius para quien pretenda considerarse como tal. La conexión de identidad mediata entre impuestos progresivos sobre la renta y filantropía puede igualmente observarse en el discurso de los opositores al Estado del bienestar, que muchas veces han tomado los fundamentos de su oposición de los planteamientos filosóficos contrarios a la filantropía, compartiendo con ellos la visión de Nietzsche de los débiles como parásitos de los fuertes. La conexión es aún más evidente si se admite la tesis de que el propósito de la filantropía va, o debe ir, más allá del auxilio a los más pobres o necesitados, alcanzando la cobertura de cualquier necesidad social no adecuadamente servida, o percibida como no adecuadamente servida, por los mercados. Bajo esta perspectiva, los Estados entran en competencia con aquellos individuos o asociaciones u organizaciones privadas que, por amor desinteresado a la humanidad, también financian, o directamente prestan, esas actividades de soporte a la subsistencia, educativas, sanitarias, culturales, etc., que las sociedades modernas consideran de interés general aunque sólo sea como 204 SOBRE LA FILANTROPÍA Y LOS IMPUESTOS el país. La gestión de la enorme cantidad de dinero necesaria para ello se organizó sobre dos ideas básicas. La primera, que los recursos no se entregaran directamente a los más necesitados, para no desincentivar dramáticamente el trabajo y la iniciativa individuales; y la segunda, que los recursos, en forma de subvenciones, se distribuyesen entre las instituciones y las organizaciones voluntarias que habían estado proporcionando servicios sociales desde hacía 160 años. De procederse así, se señalaba, el gobierno conseguiría el apoyo político necesario para el mantenimiento de los programas, que pasarían a depender del erario público para su financiación. Horowitz se muestra muy crítico con el resultado obtenido, pues el nivel de gasto social incurrido en los Estados Unidos de América durante los años sesenta y setenta del pasado siglo no se vio acompañado en su opinión de una reducción satisfactoria de la pobreza y los problemas sociales. La razón fundamental de ese fracaso estuvo en que los programas de asistencia y servicio social se financiaron independientemente de los resultados que con ellos se pretendía obtener. Las instituciones voluntarias, que tradicionalmente habían dependido de las donaciones de la filantropía privada, pronto advirtieron que era absurdo seguir financiándose al por menor, contribución a contribución, si podían obtener millones de dólares del gobierno. De este modo, esas instituciones se transformaron en sucursales del gobierno, acomodándose rápidamente a las corrientes políticas del momento y convirtiéndose en eficaces grupos de presión, presionando constantemente en pro del incremento de las contribuciones públicas a sus programas e impulsando así un proceso imparable de aumento del gasto social, que se convirtió en deseable por sí mismo y con independencia de su eficacia real. Horowitz recuerda en este sentido su tiempo al servicio de la Administración Reagan, y destaca el asombro que le supuso ver a miembros de los órganos de gobierno de alguna de esas instituciones abogar en forma más que vehemente por la aprobación de programas sociales claramente ineficientes, concluyendo con mordacidad que «como esto se hace “por los pobres”, es pro- prevención de patologías sociales que pueden llegar a afectar a su propia supervivencia como organismos colectivos. Y es aquí donde situamos el punto de partida de nuestra reflexión. 2. EL ESTADO Y LA FILANTROPÍA: RELACIONES DE COMPETENCIA O COLABORACIÓN Nos preguntamos ahora si la filantropía privada puede constituir un modo alternativo de contribuir a la satisfacción de necesidades sociales y, si la respuesta fuera positiva, si los Estados deben incentivarla. Michael J. Horowitz, quien fue General Counsel de la Oficina Presupuestaria de la Administración Reagan, dictó en el otoño de 1993 una lección magistral sobre «Impuestos y organizaciones sin fines de lucro» en el Centro de Estudios Públicos de Santiago de Chile,1 donde abogó por el fomento de la competencia entre el sector público y las organizaciones privadas en materia social y por el incentivo de esa competitividad a través de los impuestos. A su juicio, la senda más eficaz para avanzar hacia la superación de la pobreza consiste en permitir al sector privado desempeñar efectivamente el papel de competidor del Estado –y no de mero colaborador– en materia de educación, alimentación, vivienda, sanidad y otras áreas sociales. Hasta comienzos de la década de 1930, prácticamente toda la ayuda social a los más necesitados en los Estados Unidos de América provenía de las organizaciones voluntarias, las familias o las Iglesias. La Gran Depresión de 1929 supuso el origen del cambio de ese estado de cosas, y el gobierno del New Deal del presidente Roosevelt puso en marcha los subsidios gubernamentales de jubilación, desempleo e invalidez, hitos de la asistencia social que perduran en nuestros días. Algunas décadas después, el presidente Lyndon Johnson se propuso terminar con la pobreza en 1 http://www.cepchile.cl/dms/archivo_1505_1372/rev53_ horowitz.pdf. 205 LA FILANTROPÍA: TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS bable que se sienta algún tipo de derecho divino para presionar sin límites». Aunque la posición de Horowitz nace de la observación de la historia y la realidad de los Estados Unidos de América, puede ser perfectamente extrapolada al resto del mundo occidental, y hoy también probablemente a los demás países cuyo grado de desarrollo –o de riqueza– les dirige hacia políticas sociales similares. En síntesis, opina que los programas asistenciales gubernamentales suelen ser evaluados por la cantidad de fondos que se les asignan, y no por sus resultados, lo que produce el efecto perverso de que cuantos más recursos se asignan a una determinada área, más presión existe para que se incrementen, y así sucesivamente, desembocando en una espiral de incremento del gasto público. Por el contrario, en su experiencia los programas sociales financiados por el sector privado tienden a ser juzgados más por sus frutos que por la cantidad de recursos empleados. De ahí su recomendación de fomentar la competencia entre el sector público y las organizaciones privadas en materia social y por el necesario incentivo de esa competitividad facilitando la financiación de esas organizaciones mediante donaciones privadas. No nos cuesta mucho convenir en la idea de que la financiación y gestión privada de actividades de interés general puede servir de catalizador de la eficiencia del gasto social de los Estados, aunque sólo fuera en aquellos casos en que se produzca un efecto sustitución que libere recursos públicos; admitiendo entonces desde esta perspectiva, que es la de la contención y eficacia del gasto público, la bondad del modelo mixto de programas asistenciales, con una robusta proporción de ellos no dependientes del presupuesto gubernamental, gestionados por organizaciones privadas y financiados con fondos igualmente privados. Sin embargo, no nos parece tan evidente la meta de que el sector privado se convierta en competidor, más que colaborador, del sector público en materia de asistencia social y otras actividades de interés general. Para explicar este recelo dirigiremos una mirada rápida a algunos aspectos de la ayuda internacional al desarrollo. El sistema de ayuda internacional al desarrollo está construido como un sistema bilateral que descansa en la acción discrecional de los donantes. Consecuencia de esta estructura es la dispersión y falta de coordinación entre los donantes, que está generando efectos claramente dañosos sobre la eficacia del conjunto del sistema. Según observadores muy autorizados –como José Antonio Alonso, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid–, la situación se ha complicado con la aparición cada vez más protagonista de un amplio colectivo de instituciones privadas –organizaciones no gubernamentales (ONG) o redes de ONG–, dando lugar a un proceso que ha conducido a lo que algunos autores2 denominan la «proliferación de los donantes». El profesor Alonso expone3 una triple consecuencia perniciosa de la proliferación de donantes. En primer lugar, mientras hay países que son objetivo de un gran número de donantes, otros apenas reciben recursos. En segundo lugar, casi no existen mecanismos de coordinación que obliguen a una acción concertada, incluso entre los donantes que operan en un mismo país, por lo que se desaprovechan las complementariedades y sinergias que pudieran existir entre los donantes. Finalmente, la proliferación de donantes genera una presión desmesurada sobre los receptores de la ayuda, que han de atender los requerimientos de seguimiento e información de cada uno de ellos. Este último aspecto se ha revelado como especialmente grave, porque origina una desviación de las limitadas capacidades técnicas del Estado receptor que, en lugar de ser dedicadas a gestionar y atender las necesidades del país, se orientan a satisfacer las necesidades de los donantes. 2 Acharya, Fuzzo de Lima y Moore, 2004, «Aid Proliferation: How Responsible Are the Donors?», IDS Working Paper 214, Sussex: Institute of Development Studies. 3 Alonso, J.A, 2004, «El desarrollo como proceso abierto al aprendizaje», The European Journal of Development Research. Vol. 16, No. 4, pp. 845-867, Taylor & Francis Ltd. 206 SOBRE LA FILANTROPÍA Y LOS IMPUESTOS Tanzania tuvo que seguir pagando durante muchos años. Aunque nos gustaría pensar otra cosa, creemos que la sustitución del Estado por una multiplicidad de agentes privados –privadamente financiados– que actuaran como prestadores únicos o principales de servicios sociales y otras actividades de interés general podría acarrear problemas similares a los derivados de la proliferación de donantes en la ayuda internacional al desarrollo, es decir, atención excesiva de algunas necesidades y desatención de otras, uso ineficiente de los recursos por descoordinación de los agentes, y presión burocrática e informativa siempre creciente sobre los beneficiarios, derivada de la atomización de prestadores y de sus necesidades de afirmación social y de las de sus financiadores. También es muy posible que, en ausencia del mecanismo esencial de corrección de errores del sector público que la ciudadanía de un país democrático maneja, esto es, el voto y el cambio por su medio de los gobernantes, las decisiones equivocadas o la mala gestión pudieran generar conflictos sociales de envergadura. No se nos oculta que ese escenario de sustitución del Estado por una multiplicidad de agentes privados privadamente financiados sería con toda probabilidad una quimera por falta de financiación, pero se nos olvidó decir que planteábamos la hipótesis asumiendo que el Estado sería sustituido previa renuncia a los recursos económicos necesarios para prestar los servicios respecto de los cuales dejara de ser actor, que permanecerían en manos del sector privado y serían asignados por éste. Y aquí radicaría el tercer y quizá más importante riesgo del sistema; cual es el que los fondos dejados de percibir por el Estado no fueran asignados a fines sociales por el sector privado en cuantía suficiente, dándose lugar a peligros similares a los existentes en los años veinte del siglo pasado. Volvemos entonces allí donde admitíamos la bondad del modelo mixto de programas asistenciales y de interés social, con una robusta proporción de ellos no dependientes del presupues- Un ejemplo clásico es el de Tanzania. Ya a finales de la década de los noventa del pasado siglo su Ministerio de Cooperación Internacional elaboraba cerca de 2.400 informes de diverso tipo y organizaba la visita y recibía a cerca de 1.000 delegaciones de donantes al año –y es de suponer además que todos ellos pretenderían ser recibidos por el ministro en persona–. No es de extrañar que el presidente de Tanzania pidiera un período de cuatro meses al año de «tregua» para las misiones internacionales.4 Otro aspecto polémico de la ayuda internacional al desarrollo que hace al caso traer a colación es el de la ausencia de mecanismos de responsabilidad por los errores, las decisiones equivocadas o la mala gestión de los responsables de la ayuda. Tanzania va a servir de nuevo como ejemplo –tomado también del profesor Alonso– para ilustrar lo que se quiere decir. En los años setenta del siglo XX el Banco Mundial otorgó un préstamo a Tanzania para desarrollar plantas de procesamiento de anacardo,5 y el apoyo se completó con un crédito japonés para la adquisición de la necesaria maquinaria. Semejante proyecto resultó estar basado en una sobreestimación de la evolución del mercado del anacardo por parte del Banco Mundial. Las plantas de procesamiento no llegaron a funcionar nunca completamente y en gran medida han desaparecido, pero no así las deudas con el Banco Mundial y con Japón, que 4 Hay otros muchos ejemplos. Así, Ferrari Wolfenson, G., dice que es «primordial la armonización de las exigencias de los donantes. En los países en desarrollo hoy existen más de 63 mil proyectos de asistencia en marcha, a menudo con distintos cuerpos normativos sobre la obtención, la evaluación y enfoques ambientalistas y sociales. De acuerdo con las Naciones Unidas, tan sólo en Burkina Faso existen 1.500 proyectos, mientras que Bolivia ha presentado 850 proyectos para donaciones. En demasiadas ocasiones se presentan proyectos paralelos, incluso en el mismo distrito, generando por ejemplo en África que la industria de consultorías que ha surgido en torno a la asistencia extranjera tiene un valor de 4 mil millones de dólares al año»; en «La necesidad de optimizar la cooperación internacional: algunas experiencias latino americanas», VIII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Panamá, 2831 Octubre 2003. 5 Anacardo es el nombre de varias especies de árboles tropicales de flores pequeñas cuyo fruto es comestible y se usa en medicina. También el fruto se llama anacardo. 207 LA FILANTROPÍA: TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS to público, gestionados por organizaciones no gubernamentales y financiados con fondos privados, actuando el sector privado como colaborador y estímulo de los poderes públicos. función de los poderes públicos la de influir en las decisiones individuales de gasto de los ciudadanos. Aquellos que están a favor de los incentivos contraargumentan diciendo que es injusto que se someta a imposición aquella parte de la renta que los ciudadanos no retienen para su beneficio personal sino que dedican, como sustituto o suplemento del gasto público, al beneficio de la sociedad en su conjunto. Son muchos los autores que insisten en esta idea de la renta usada en beneficio del conjunto de la sociedad, por contraposición a su uso en beneficio propio del filántropo. Así, dice Andrés Jiménez Díaz6 que «sería preciso reconocer espacios de exención o bonificación para los modos de altruismo o solidaridad voluntaria, encarnados en el mecenazgo. Y en la medida en que éste viene también a atender necesidades sentidas por el conjunto de la sociedad, la respuesta del Estado no puede ser otra que la de liberar de la obligación de tributar al mecenas por la parte de renta que éste ha destinado a la cobertura de esas necesidades, renunciando a la utilización de esa porción de renta en beneficio propio». Este argumento de la renuncia al uso de la renta en beneficio propio requiere de cierto contexto para su evaluación, pues a su hilo la conexión entre la filantropía y los impuestos se muestra del todo evidente. En efecto, la renta a cuyo uso en beneficio propio renuncia el donante filantrópico no es el montante de la donación, sino la diferencia entre dicho montante y el incentivo fiscal en su caso devengado. Como hablamos de impuestos, es obligado hacer algunos números. Imaginemos un ciudadano residente en un país cuyo impuesto progresivo sobre la renta personal tiene un tipo marginal de gravamen del 43%. Las leyes reguladoras de dicho impuesto ordenan que la parte de renta donada a ciertas organizaciones no gubernamentales prestadoras de servicios sociales quede exenta de gravamen. Nuestro ciudadano, cuya renta global asciende a 1.000 unidades moneta- 3. EL ESTADO Y LA FILANTROPÍA: DESDE LA IGNORANCIA O DESDE EL INCENTIVO La siguiente cuestión en nuestra reflexión era la de si los Estados debían ayudar a la financiación privada de las organizaciones no gubernamentales involucradas en la satisfacción de necesidades sociales, mediante la concesión de incentivos fiscales a los donantes de los fondos. Ya vimos cómo Horowitz respondía a esta cuestión de forma rotundamente positiva. Una respuesta tan rotunda quizá tiene mucho que ver con el escenario en que se mueve. Recordemos que lo que Horowitz propugnaba era la sustitución de la financiación pública de las organizaciones privadas prestadoras de servicios sociales por financiación privada. Esto es, en la medida en que existe un ahorro presupuestario, por el montante del presupuesto gubernamental no dedicado a la financiación pública de las organizaciones privadas prestadoras de servicios sociales, no hay obstáculo en admitir una merma correlativa de los ingresos presupuestarios por causa de incentivos impositivos concedidos a los contribuyentes causantes con sus donaciones de la financiación privada sustitutiva. En cualquier caso, el argumento de compensación entre gastos e ingresos públicos, es decir, el razonamiento de que los menores ingresos públicos derivados de los incentivos fiscales quedan compensados por el menor gasto social directo de los poderes públicos, es clásico entre los defensores de los incentivos fiscales a la provisión privada de necesidades sociales. Sin embargo, los economistas están divididos en sus valoraciones acerca de si tales incentivos están justificados. Los que se oponen a ellos razonan que las donaciones y auxilios filantrópicos son simplemente una forma de gasto personal, y que no es 6 Jiménez Díaz, A., 2005, «Publicidad, Patrocinio, Mecenazgo y Colaboración. Marco legal e incentivos fiscales», p. 48, Biblioteca básica, Asociación Española de Fundaciones. 208 SOBRE LA FILANTROPÍA Y LOS IMPUESTOS rias (u.m.), decide donar las últimas 100 a una de esas organizaciones, y por tanto su renta sometida a gravamen será de 900 u.m. Es cierto que se han donado 100 u.m. –y éste es el importe de la financiación obtenida por la organización donataria–, pero la renta a cuyo uso en beneficio propio ha renunciado el protagonista de nuestro pequeño ejemplo ha sido de 57 u.m., las otras 43 no hubieran estado disponibles para él, pues tendría que haberlas ingresado en el Tesoro del país como pago del impuesto sobre la renta. Sirvan estos pocos números para poner de manifiesto que los incentivos fiscales que los modernos Estados de corte occidental conceden a las donaciones hechas para la provisión privada de necesidades sociales pueden modular la intensidad del esfuerzo filantrópico de los ciudadanos. En el extremo, si un país tuviera un tipo impositivo marginal sobre la renta del 100%, la exención de la renta donada a organizaciones no gubernamentales privaría de esfuerzo filantrópico a las donaciones hechas por contribuyentes cuya renta estuviera por encima del umbral de tipo marginal –en la medida, claro está, en que el importe donado fuera igual o inferior a la renta obtenida por el contribuyente en exceso sobre dicho umbral–. En el lado contrario, y éste es un caso mucho más real que el anterior de 100% de tipo de gravamen marginal, la ausencia de incentivos fiscales implica bajo esta perspectiva el máximo esfuerzo filantrópico de los contribuyentes donantes. De esta manera, tomada la decisión inicial de incentivar, a través de los impuestos, la financiación de la provisión no gubernamental de necesidades sociales, queda abierta la discusión sobre el modo en que dichos incentivos funcionan, y a su luz, sobre cuál o cuáles de ellos deberían ser escogidos, individualmente o en combinación. La teoría más popular sugiere que los tipos marginales más altos incentivan las donaciones porque el «coste» después de impuestos de la donación es menor. A este coste se refieren en ocasiones los autores llamándolo «precio de la donación» y definiéndolo como «el monto efectivamente desembolsado por el donante una vez aplicados los incentivos tributarios existentes».7 Recordemos nuestro ejemplo anterior, donde con un tipo marginal del 43% el coste –o «precio»– de una donación de 100 u.m. era de 57 u.m. –en términos de menor renta marginal disponible–, mientras que con un hipotético tipo marginal del 100% ese coste sería ninguno, pues simplemente se produciría un cambio en la persona del receptor de los fondos: el Estado sería sustituido por la organización donataria. La teoría competidora entiende, sin embargo, que es la renta global disponible después de impuestos, la cual depende de los tipos medios de gravamen más que de los tipos marginales, el factor fundamental que dispara las donaciones de los ciudadanos. Dicho sencillamente, cuanto mayor es la renta de una persona –y más rica es–, más proclive es esa persona a las donaciones filantrópicas. Los partidarios de la primera tesis defienden al mismo tiempo que los incentivos fiscales realmente motivan a los ciudadanos a realizar donaciones para fines sociales y que dichos incentivos tienen una fuerte influencia en el impulso filantrópico de las personas. Los defensores de la segunda, sin despreciar la importancia de los incentivos fiscales, sugieren que la generosidad y el desprendimiento son inclinaciones naturales que no requieren de tales incentivos para existir. Horowitz es un decidido seguidor de esta última tesis. De hecho, recomienda los incentivos fiscales a las donaciones filantrópicas sólo como segunda opción –con tipos marginales del 4. LA RELACIÓN ENTRE LAS DONACIONES FILANTRÓPICAS Y LOS TIPOS IMPOSITIVOS 7 «Diagnóstico y estrategia para promover la filantropía ambiental en Chile», en «Filantropía y Cooperación Público-Privada para la Protección del Medio Ambiente y el Mejoramiento de la Calidad de Vida», Fondo de las Américas – Chile, CONAMA, julio 2000. Existen dos teorías principales sobre la relación entre las donaciones filantrópicas y los tipos de gravamen del impuesto sobre la renta. 209 LA FILANTROPÍA: TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS impuesto personal sobre la renta en el entorno del 50%–, siendo su primera recomendación la rebaja de los tipos marginales hasta tanto como el 10%, umbral en el que, en su opinión, el incentivo de las donaciones filantrópicas ya no es necesario. Dice así que «no es raro escuchar en reuniones de instituciones de beneficencia un comentario como éste: “Dios mío, ahora que el gobierno se propone bajar las tasas de los impuestos deberemos confiar exclusivamente en el genuino impulso filantrópico de los americanos”. Sin embargo, la experiencia demuestra que después de reducir las tasas de los impuestos, las donaciones aumentan sustancialmente; las personas se sienten más ricas y están dispuestas a ser más generosas. Es decir, el “impulso filantrópico” existe, y el riesgo de que las donaciones disminuyan al bajar los impuestos es mínimo. Al parecer, la generosidad es un hábito que produce adicción». Leyendo la literatura –una parte de ella, obviamente– que de alguna manera pone en relación los motivos del filántropo con los incentivos fiscales a la filantropía, se nos queda la sensación de que, en efecto, sólo marginalmente cabe conectar el impulso filantrópico con un tecnicismo tributario de tipos marginales de gravamen en impuestos progresivos sobre la renta. Así, las actuaciones filantrópicas primigenias de protección de familiares y parientes y de hospitalidad con los extraños bien pueden ser consideradas manifestaciones de instintos básicos de la condición humana, como la autodefensa y la protección de descendientes, de modo que cabe admitir que tales costumbres altruistas sean prácticamente una cualidad universal de las sociedades humanas. Desde esta perspectiva, el impulso filantrópico formaría parte, en mayor o menor medida, de las inclinaciones naturales del hombre. En segundo lugar, las obligaciones religiosas han constituido y constituyen un motivo claro y directo del actuar filantrópico. Recuérdese a estos efectos el inicio de este trabajo, donde se aludía al origen de la misma palabra filantropía como el trasunto de la caridad cristiana en el universo politeísta grecorromano tardío. En el mismo sentido, todas las demás grandes religiones del mundo apoyan las donaciones con fines caritativos, para aliviar la pobreza y el sufrimiento, y para acoger a los extraños. El Judaísmo incluye la costumbre del diezmo, que consiste en reservar una décima parte de las ganancias individuales para la beneficencia. Uno de los cinco pilares del Islam obliga a los musulmanes a donar un 2,5% de su ingreso anual y de su riqueza con fines caritativos –zakat–,8 y los primeros grandes hospitales fueron fundados por los dirigentes medievales musulmanes de Bagdad, El Cairo y Damasco. Los textos sagrados del Hinduismo y del Jainismo destacan la virtud de la caridad y a los Budistas Mahayana se les exige seguir el ejemplo de Bodhisattva, quien «da su mejor comida al hambriento (…) protege a los que tienen miedo (…) lucha por sanar al enfermo (…) (y) comparte sus riquezas con los afectados por la pobreza».9 El reconocimiento de la religión como uno de los principales motores de la filantropía en el mundo no es óbice para admitir que hay voces críticas que no consideran el cumplimiento de obligaciones religiosas como un actuar desinteresado. La esperanza de una eventual recompensa en el más allá en pago de ese cumplimiento constituiría, según estas voces, un motivo enervante del carácter altruista de las acciones filantrópicas emprendidas por motivos religiosos. En cualquier caso, no se puede negar que los preceptos Bíblicos han servido claramente de base a la filantropía privada en Occidente y que las religiones organizadas, especialmente el Cristianismo, han tenido una influencia significativa en los programas y las políticas de las agen- 8 El zakat se aplica por encima de un determinado nivel de subsistencia, llamado nisab. El nisab está denominado en metales preciosos y equivale al valor anual de 85 gramos de oro en el mercado. Los bienes esenciales como la vivienda y los muebles están exentos del zakat. Se puede encontrar una calculadora del zakat en http://www.zakat.com.my/engcalculator/incomecalc.html. El zakat puede utilizarse para realizar pagos a la beneficencia, educación, reducción de deuda, ayuda a refugiados, ayuda religiosa y militar, así como para cubrir costes administrativos asociados a estos conceptos. Los receptores deben ser musulmanes. 9 Una muestra de la doctrina de las principales religiones acerca de la caridad puede verse en http://www.unification.net/ws/theme141.htm. 210 SOBRE LA FILANTROPÍA Y LOS IMPUESTOS de donaciones fiscalmente incentivadas. Por otro lado, en caso de descenso de los tipos marginales deberían observarse efectos adversos para los niveles de donativos filantrópicos. Johanna Francis y Jason Clemens desarrollaron en este sentido en 1999 un interesante estudio comparativo entre los casos de Canadá y los Estados Unidos de América.11 Se parte de que, en general, en la década de los noventa del siglo pasado Canadá tuvo tipos marginales más altos que los Estados Unidos. Sin embargo, ello no se tradujo en un nivel comparativamente mayor de donaciones filantrópicas en Canadá. Al contrario, los datos manejados muestran que los canadienses donaron, de media, significativamente menos que sus vecinos del sur. Por otro lado, tanto en Canadá como en Estados Unidos hubo, entre 1980 y 1996, un incremento de las donaciones filantrópicas dentro de una tendencia de descenso de los tipos marginales, de modo que las reducciones de tipos marginales que tuvieron lugar en ambos países en los años 80 del siglo XX no resultaron en el predicho colapso de los donativos para fines sociales. El estudio concluye que, dado que en ese tiempo y países dichos donativos constituyeron un porcentaje bastante estable de la renta personal de los donantes, el crecimiento real de las donaciones filantrópicas depende del crecimiento real de la economía o, en otras palabras, que el factor fundamental de incremento de las donaciones para fines sociales es el incremento de la renta disponible de los ciudadanos. De donde los autores del estudio deducen que un sistema fiscal orientado al crecimiento de la riqueza en manos de los ciudadanos no sólo incentiva el crecimiento económico sino también el ejercicio de la filantropía. En conclusión entonces, y cualquiera que sea la tesis de nuestra preferencia, puede aceptarse sin esfuerzo que un sistema tributario cuyos tipos marginales sean los más bajos posibles y en el marco del cual existan además incentivos fiscales cias oficiales de desarrollo, tanto en calidad de precepto como de modelo. Una tercera fuente de la filantropía es el orgullo. Todo el mundo quiere tener éxito y ser admirado por su prójimo. En ese ámbito, son las personas ricas las que tienen medios para crear instituciones que se convertirán en recuerdo duradero de su generosidad y preocupación por el bienestar de los hombres. Finalmente, también se suele señalar como fuente de la filantropía el propio interés del filántropo. Es una contradicción, pero es así. Ese interés puede adoptar diversas formas, siendo la más comúnmente citada la que relaciona la acción filantrópica con la protección del patrimonio y de los intereses financieros del filántropo y sus herederos. Un ejemplo clásico es el del nacimiento de la Fundación Ford: «Henry Ford y su hijo Edsel constituyeron originalmente la fundación en 1936, no a partir de una enorme visión filantrópica sino para proteger las acciones de su compañía de la fiscalidad y para asegurar un control continuado de la empresa por parte de la familia».10 En su virtud, más nos convence el discurso que considera la renta global disponible después de impuestos –la riqueza, en suma– como el factor fundamental que dispara las donaciones filantrópicas de los contribuyentes, antes que los tipos marginales de gravamen. Este convencimiento intelectual encuentra además apoyo en alguna evidencia empírica. De acuerdo con la teoría que directamente relaciona las donaciones filantrópicas con los tipos marginales de gravamen, aquellas jurisdicciones en donde existan los tipos marginales más altos deberían, con incentivos fiscales similares, ofrecer los mayores niveles, en número y en valor, 10 Heather MacDonald, en www.city-journal.org/html/ 6_4a1.html. La página web de la Fundación Ford (www.fordfound.org) responde que «con objeto de diversificar sus donaciones, entre los años 1956 y 1974, la Fundación vendió o dispuso de sus acciones de la Ford Motor Company e invirtió lo obtenido en otros valores. La Fundación no tiene acciones de la Ford Motor Company y no existe vínculo alguno entre las dos organizaciones, con la excepción de la conexión histórica». 11 http://oldfraser.lexi.net/publications/forum/1999/06/04 _charitable_donations.html (June 1999 Fraser Forum: «Charitable Donations and Tax Incentives»). 211 LA FILANTROPÍA: TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS a los donativos para fines sociales constituye, desde un punto de vista impositivo, un buen escenario para el florecimiento de las acciones filantrópicas. Nos ocuparemos entonces del funcionamiento de tales incentivos en la experiencia española e internacional. Pensemos en un ciudadano que obtiene una renta anual de 100.000 . Esta persona pagaría un impuesto de 36.117 (tipo medio de gravamen del 36,12%), disponiendo de una renta libre después de impuestos de 63.883 . Pensemos ahora que ese ciudadano dona 10.000 a una organización no gubernamental que realiza ciertas actividades sociales y esa donación le da legalmente derecho a que una cantidad de renta igual al importe donado quede exenta de gravamen –o si se quiere, a que la base liquidable constituida por la renta obtenida por el contribuyente se reduzca en una cantidad igual al importe donado–. Así pues, el incentivo fiscal consiste en que el importe donado (10.000 ) se deduce de la renta obtenida (100.000 ) y se somete el resultado (90.000 ) a la tarifa de tipos de gravamen. Éste es el sistema de tax deduction. Sus resultados en nuestro ejemplo serían como siguen: el impuesto a pagar por el contribuyente ascendería a 31.817 (resultado de aplicar la tarifa sobre una base de 90.000 ), y la renta disponible después de donaciones e impuestos sería de 58.183 (100.000 de renta menos la donación de 10.000 y menos el impuesto de 31.817 ). La diferencia de renta disponible para el contribuyente entre el caso general (63.883 ) y la aplicación de la tax deduction por la donación filantrópica (58.183 ) es el «precio de la donación» a que hacíamos antes referencia cuando reflexionábamos sobre la relación entre las donaciones filantrópicas y los tipos de gravamen del impuesto sobre la renta. Ese precio asciende aquí 5. TAX DEDUCTION VERSUS TAX CREDIT Los beneficios fiscales a los donativos para fines sociales en los impuestos personales sobre la renta presentan tradicionalmente la forma de (i) una exención o reducción de la renta sometida a gravamen –técnicamente, de la base imponible del impuesto–, o de (ii) una cantidad a deducir del impuesto a pagar –técnicamente, una deducción de la cuota impositiva–. En la jerga internacional de los impuestos, y con la economía de medios tan característica del idioma inglés, el primer sistema es conocido como tax deduction y al segundo se le llama tax credit. Para ilustrar el debate comparativo entre ambos sistemas, a continuación elaboraremos algunos sencillos ejemplos numéricos, para lo cual usaremos la tarifa de tipos de gravamen del impuesto sobre la renta de las personas físicas vigente en España en el año 2008.12 12 En el territorio común, suma de las escalas estatal y autonómica por defecto (según el artículo 67 de la Ley 51/2007, de Presupuestos Generales del Estado para el año 2008). – La escala general (o estatal) para 2008 se recoge en el cuadro siguiente. mentaria siguiente, que también será aplicable a los contribuyentes que tengan su residencia habitual en el extranjero. – La escala autonómica para 2008 será la que apruebe la Comunidad Autónoma de residencia habitual del contribuyente. De no hacerlo, se utilizará la escala comple- 212 SOBRE LA FILANTROPÍA Y LOS IMPUESTOS Supongamos para ello que nuestro ciudadano gana 15.000 y dona 1.500. Sin incentivos fiscales a la donación, el impuesto a pagar sería de 3.600 , con un tipo marginal de gravamen –y en este caso también medio– del 24%. Aplicando el sistema de tax credit (25%) el impuesto a pagar se reduciría a 3.225 –3.600 menos una deducción de 375 (25% de 1.500 )–. Con tax deduction, sin embargo, el impuesto a pagar sería superior, de 3.240 –24% de 13.500 –. La diferencia entre ambos sistemas son 15 , esto es, el 1% del importe donado, siendo ese 1% el tanto por ciento en que el porcentaje de deducción (25%) excede del tipo marginal (24%). La conclusión anterior puede entonces repetirse de una forma más amplia, diciendo que para los contribuyentes cuyo tipo marginal exceda del porcentaje de deducción del tax credit, el sistema de tax deduction será más favorable; mientras que para aquellos cuyo tipo marginal sea inferior al porcentaje de deducción del tax credit, este último sistema será el más favorable. Simplificando mucho y a riesgo de caer en el maniqueísmo, desde el punto de vista estrictamente numérico del impuesto a pagar el sistema de tax deduction conviene más a los donantes ricos y el de tax credit a los pobres. Aunque también se puede formular de otra manera: habida cuenta de que las donaciones de mayor cuantía provienen comúnmente de los donantes más ricos, el sistema de tax credit es el que más conviene a los Estados interesados en que los incentivos fiscales a las donaciones filantrópicas mermen la recaudación impositiva en la menor medida posible. Como lo que se acaba de decir bordea la incorrección política, digamos también que en defensa del tax credit se suelen alegar razones de equidad, sosteniéndose que promueve una distribución más igualitaria del beneficio fiscal entre todos los donantes.13 a 5.700 , esto es, y como también apuntamos antes, «el monto efectivamente desembolsado por el donante una vez aplicados los incentivos tributarios existentes». Así, la donación fue de 10.000 y el donante «recuperó» vía incentivo fiscal el tipo marginal (43%) aplicable a esa cantidad, en dinero, 4.300 –son los 4.300 que hay de diferencia entre el impuesto a pagar en el caso general (36.117 ) y el impuesto a pagar con la tax deduction (31.817 )–. Vamos ahora con el sistema de tax credit. El sistema consiste en que un porcentaje del importe donado se resta directamente del impuesto a pagar –deducción en cuota–. Como puede imaginarse, la clave del mecanismo radica en cuál sea ese porcentaje. Si el porcentaje de deducción fuera variable para cada contribuyente e igual a los tipos marginales que a cada uno le resultaran aplicables, no habría diferencias entre los sistemas de tax credit y tax deduction. La afirmación se puede comprobar empíricamente con relativa facilidad. En nuestro ejemplo, si al impuesto a pagar del caso general (36.117 ) se le resta una deducción (4.300 ) equivalente al porcentaje que resulte de aplicar el tipo marginal (43%) al importe donado (10.000 ), el impuesto a pagar sería de 31.817 , esto es, la misma cantidad de impuesto derivada del sistema de tax deduction. Por tanto, la diferencia entre ambos sistemas va a estar en la relación entre porcentaje de deducción del tax credit y tipo marginal. Tomemos un porcentaje de deducción del 25%. Entonces el impuesto a pagar por el donante de nuestro ejemplo será de 33.617 –resultado de deducir un crédito fiscal de 2.500 (25% de 10.000 ) del impuesto a pagar antes de la deducción (36.117 )–, lo que compara desfavorablemente con los 31.817 que el contribuyente pagaba con el sistema de tax deduction. Esto es, cuando el tipo marginal de gravamen es superior al porcentaje de deducción el sistema de tax credit es menos favorable para el contribuyente –en términos de impuesto a pagar– que el sistema de tax deduction. Veamos qué pasa cuando el tipo marginal de gravamen es inferior al porcentaje de deducción. 13 Bater, P., 2000, «Evaluating Tax Incentives for Donations to Public Benefit Organizations», International Journal of Not-for-Profit Law, Vol. 3, Issue 2, December 2000. 213 LA FILANTROPÍA: TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS Tanto en uno como en otro sistema, algunos Estados imponen además ciertos límites al beneficio fiscal concedido. Existen tanto límites mínimos como límites máximos. 6. TAX BENEFIT RECLAIM SCHEME Igual que conservan su sistema tradicional de pesos y medidas o conducen por la izquierda, los ciudadanos del Reino Unido tienen también un esquema peculiar de incentivos fiscales a los donativos para fines sociales. Es el denominado tax benefit reclaim scheme –abreviadamente, tax reclaim–. La mejor manera de explicar el sistema quizá sea hacerlo por comparación con el de tax deduction. Como hemos visto, en el tax deduction una donación de 10.000 supone que el donante recupera el tipo marginal aplicable a esa cantidad (por ejemplo, 43%), por la vía de pagar menos impuestos. En definitiva, la organización donataria recibe 10.000 del contribuyente y éste recibe a su vez 4.300 del Estado en forma de menos impuesto personal sobre la renta. En el sistema de tax reclaim, la idea es que la donación se considera neta de impuestos, de modo que es la organización donataria la que reclama el incentivo fiscal del Estado. Sería como si en nuestro ejemplo anterior el contribuyente donara 5.700 y la organización beneficiaria de la donación reclamara del Estado los 4.300 restantes. En realidad, el tax reclaim no produce resultados equivalentes al tax deduction y ello es así por la propia mecánica del sistema, pues, en lugar de elevar al íntegro el importe donado usando para ello el tipo marginal aplicable,15 lo que se reclama del Fisco británico es la cantidad resultante de aplicar ese tipo marginal al importe donado.16 Para explicarlo necesitamos acudir de nuevo a los números. Así, para que con el tax reclaim la organización donataria reciba en total 10.000 , el contribuyente debe donar 6.993 . De este modo, la El límite mínimo implica que sólo tienen derecho al incentivo fiscal las donaciones de cuantía superior a cierto umbral o importe mínimo. Aunque esta técnica podría ciertamente utilizarse para recortar el descenso de ingresos impositivos derivados del incentivo fiscal, los umbrales vistos en la práctica son de importe muy reducido, por lo que la razón del establecimiento de un límite mínimo hay que buscarla, más que en el ahorro presupuestario, en evitar el coste y la sobrecarga administrativa que puede suponer la gestión y comprobación de un gran número de donaciones de pequeña cuantía. Por su parte, un límite máximo de beneficio fiscal opera como su nombre indica, y puede a su vez definirse en términos de una cantidad a tanto alzado o de un porcentaje de la renta gravable. El impacto de un límite máximo puede mitigarse, y así se hace por muchos Estados, permitiendo a los donantes que exceden el límite traspasar el exceso a ejercicios fiscales futuros, hasta su agotamiento. La justificación del establecimiento de un límite máximo, que normalmente sólo afectará a los donantes más generosos o más ricos, es invariablemente la necesidad de poner un techo al coste presupuestario de los beneficios fiscales, a la que en ocasiones acompaña el argumento moral de que no debería ser posible que un contribuyente eliminara por completo su impuesto a pagar por la vía de donaciones filantrópicas.14 14 El supuesto está en el límite con los datos usados en nuestro ejemplo. No obstante, puede darse. Así, el caso de un contribuyente que con 15.000 de renta donase 14.400, siendo el tax credit del 25%. El impuesto a pagar sería 0, pues el impuesto resultante de la tarifa (3.600 , 24% de 15.000) se eliminaría por la deducción fiscal (3.600 , 24% de 14.400). Con unos tipos de gravamen inferiores y un porcentaje de tax credit superior, la eliminación del impuesto a pagar por el incentivo fiscal podría darse sin llegar a extremismos poco creíbles. 15 Esto es, calcular una cantidad tal que, aplicada sobre ella el tipo marginal, resulte en el importe donado. Con un tipo marginal del 43%, es tan simple como dividir el importe donado por 0,57 (1–0,43). 16 Irish, Dongsheng and Simon, 2004, «China’s Tax Rules for Not-For-Profit Organizations», A Study Prepared for the World Bank, p. 141. 214 SOBRE LA FILANTROPÍA Y LOS IMPUESTOS Si a lo anterior se añade la crítica doctrinal de que el sistema presenta la desventaja de que no existe en él un beneficio fiscal directo a los contribuyentes que pueda ser usado para promocionar los donativos para fines sociales entre los potenciales donantes,18 no vemos que el tax reclaim esté adornado de méritos especiales cuando se le compara con el sistema de tax deduction. donataria recibirá 6.993 del donante y 3.007 del Estado (43% de 6.993). Volvamos a nuestro ejemplo del ciudadano con una renta anual de 100.000 . Como en el tax reclaim no existe reducción fiscal del impuesto a pagar para el contribuyente, el impuesto es el mismo que se pagaría si no se hiciera la donación filantrópica. Por tanto, y según tenemos visto –apartado 5 anterior–, el impuesto a pagar sería de 36.117 ; con lo que la renta después de impuestos del contribuyente ascendería a 63.883 , a los que hay que restar los 6.993 donados, resultando una renta disponible de 56.890 . Con el sistema de tax deduction, un ciudadano con una renta anual de 100.000 que donara 10.000 –para que la organización beneficiaria percibiera lo mismo que con una donación de 6.993 bajo el tax reclaim– tendría que pagar 31.817 de impuesto.17. De este modo, la renta disponible después de donaciones e impuestos sería de 58.183 (100.000 de renta menos la donación de 10.000 y menos el impuesto de 31.817 ), lo cual supone 1.293 más de renta disponible que con el tax reclaim. En fin, un sistema peculiar cuyos efectos distintivos en relación con el de tax deduction se concretan en: (i) el Tesoro percibe mayores ingresos, porque el contribuyente paga más impuestos a igualdad de importe nominal recibido por la organización donataria, y porque el Fisco puede obtener ingresos financieros adicionales por el tiempo que medie entre el pago del impuesto por el donatario y la reclamación del incentivo por la organización beneficiaria, (ii) la organización beneficiaria, por la misma razón que se acaba de exponer, asume un coste financiero que no existe en el sistema de tax deduction, y (iii) ambos, Tesoro y organizaciones beneficiarias, soportan una importante carga burocrática añadida, pues el incentivo genera su propio papeleo, sin aprovechar el cauce procesal abierto para el pago ordinario de impuestos. 7. TAX DESIGNATION SCHEMES Estos esquemas consisten en permitir a los contribuyentes que asignen un determinado porcentaje de sus impuestos a ciertos beneficiarios. Se han vuelto enormemente populares en Europa Central y del Este desde su introducción en Hungría en 1996 mediante una ley hoy conocida como la «Ley del 1%». En su virtud, los contribuyentes húngaros personas físicas pueden asignar el 1% de sus impuestos a una organización no gubernamental de entre las reconocidas como elegibles a estos efectos –caracterizadas por perseguir fines de interés social–. Otro 1% está disponible para ser asignado por motivos religiosos. La primera cuestión controvertida en relación con los tax designation schemes es la de su clasificación. También denominados «Percentage Philantropy», en este nombre late la idea de que son una forma de donativo filantrópico. Al fin y al cabo, se dice, el contribuyente está eligiendo entregar una parte de sus impuestos a una organización privada en lugar de al Estado. Sin embargo, la organización beneficiaria recibe dinero público y no dinero propiedad del contribuyente; esto es, se trata de dinero pagado como impuesto por el contribuyente al Estado que luego éste, siguiendo la decisión de aquél, entrega al beneficiario designado. Desde esta perspectiva, por tanto, más parece una forma de asignación del gasto público. En este mismo orden de ideas, la designación no afecta, ni en más ni en menos, ni a los impuestos a pagar ni a la renta disponible para el con- 17 Usando siempre la tarifa de tipos de gravamen del impuesto sobre la renta de las personas físicas vigente en España en el año 2008. 18 215 «Marketed to them» dice Paul Bater, op. cit. LA FILANTROPÍA: TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS tribuyente, ambos permanecen invariables se haga o no uso de la capacidad de asignación. En consecuencia, los tax designation schemes no suponen un esfuerzo filantrópico de los ciudadanos distinto del de pagar impuestos; y efectivamente su encaje científico quizá debiera estar entonces en el ámbito de los mecanismos de participación de los ciudadanos en la asignación del gasto público antes que en el campo de los incentivos impositivos a la filantropía. Ahora bien, incidentalmente interesa destacar que la mera circunstancia de que estos esquemas sean considerados por muchos como una forma de filantropía nos reafirma en las reflexiones con las que abrimos este trabajo, allí donde acabamos diciendo que contribuir al sostenimiento de las cargas públicas en el marco de un sistema fiscal progresivo es la primera forma de hacer filantropía en el mundo moderno. Una segunda cuestión debatida es la del impacto real de los tax designation schemes en la financiación de las organizaciones filantrópicas. Aunque no parece que exista una respuesta clara, no debería dudarse de que, dentro de sus límites –la financiación máxima obtenible no puede estructuralmente rebasar un porcentaje dado de los impuestos pagados (por ejemplo, el 1% + 1% húngaro)–, el esquema habilita una importantísima fuente de fondos no sometidos a restricciones específicas de uso, sobre todo para las organizaciones beneficiarias que persigan aquellos fines que mejor conecten emocionalmente con el ciudadano común (los niños, los animales, la prevención de enfermedades...). Por otro lado, existe un acuerdo casi general en que estos esquemas ayudan al desarrollo de una cultura ciudadana más consciente de las actividades sociales desarrolladas por las organizaciones filantrópicas, lo que puede ser de especial importancia en países donde la sociedad civil se encuentre todavía poco cohesionada. Sin embargo, hay un motivo de preocupación generalizada con estos esquemas, al menos desde el campo de las organizaciones no gubernamentales. Se trata del impacto que puedan tener en la «verdadera» filantropía. Los contribuyentes pue- den convencerse de que, puesto que ya han «donado» mediante el porcentaje de impuestos asignados, no hay necesidad de donativos reales. Y no sólo los contribuyentes, también los Estados pueden llegar a la conclusión de que el mecanismo de asignación es suficiente y de que por tanto los estímulos fiscales a los donantes filantrópicos están de más –por ejemplo, después de la introducción de tax designation schemes, Eslovaquia y Lituania abolieron sus tradicionales incentivos fiscales a las donaciones para fines sociales–. Hay algún temor de que, a largo plazo, el impacto neto de estos esquemas en la financiación de las organizaciones filantrópicas pudiera terminar siendo negativo. 8. EL CASO ESPAÑOL Para las personas físicas, España sigue un sistema de tax credit, en cuya virtud los donantes pueden deducir de su impuesto progresivo personal –el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas («IRPF»)– el 25% del valor de lo donado.19 19 En general, la base de la deducción –el valor de lo donado– es: a) Tratándose de donativos dinerarios, su importe. b) En las donaciones de bienes o derechos, el valor contable que tengan en el momento de la transmisión y, en su defecto, el valor determinado conforme a las normas del Impuesto sobre el Patrimonio. c) En la constitución de un derecho real de usufructo, la base de la deducción es diferente en función de que el usufructo recaiga sobre: – bienes inmuebles: es el importe anual que resulte de aplicar, en cada uno de los períodos impositivos de duración del usufructo, el 2% al valor catastral; – valores: es el importe anual de los dividendos o intereses percibidos por el usufructuario en cada uno de los períodos impositivos de duración del usufructo; – otros bienes y derechos: es el importe anual resultante de aplicar el interés legal del dinero de cada ejercicio al valor del usufructo determinado en el momento de su constitución conforme a las normas del Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales. d) En los donativos o donaciones de obras de arte de calidad garantizada y de los bienes que formen parte del Patrimonio Histórico Español, es la valoración efectuada por la autoridad administrativa competente (la Junta de Calificación, Valoración y Exportación). La valoración que resulte de aplicar estos criterios tiene como límite máximo el valor normal de mercado del bien o derecho transmitido en el momento de su transmisión. 216 SOBRE LA FILANTROPÍA Y LOS IMPUESTOS El crédito fiscal por donativos y aportaciones a entidades sin fines lucrativos está, no obstante, sometido a un límite máximo que opera como un porcentaje de la renta gravable. Así, la base de la deducción –valor de lo donado– no puede superar el 10% de la base liquidable –valor de la renta total sometida a gravamen– del contribuyente donante. Esto es, cualquiera que fuere el valor real de lo donado, a efectos de cálculo del crédito fiscal el máximo considerado sería el 10% de la renta del donante. En nuestro ejemplo del contribuyente de 100.000 de renta anual, el límite estaría entonces en 10.000 de valor de donación –y en consecuencia en un crédito fiscal máximo de 2.500 , cualquiera que fuera la cantidad realmente donada–. Las cantidades donadas en exceso sobre el límite se pierden, pues no son trasladables a ejercicios futuros. Para las personas jurídicas, sometidas a un impuesto proporcional y no progresivo –el Impuesto sobre Sociedades– cuyo tipo general de gravamen para el año 2008 es del 30%, el sistema es también el de tax credit, pero mucho más generoso. Para empezar, porque el porcentaje de deducción es del 35%. Este porcentaje, establecido cuando el tipo general de gravamen del Impuesto sobre Sociedades era del 35% y no modificado después cuando el tipo se redujo por debajo de esa cifra, produce la anomalía estructural de que el sistema ofrece más que una tax deduction. En efecto, un crédito fiscal en cuota de porcentaje igual al tipo impositivo equivale, en un impuesto proporcional, a no someter a gravamen una cantidad de ingresos igual a la base del crédito fiscal. En consecuencia, si el porcentaje de deducción fiscal excede del tipo impositivo, no sólo se deja exenta una renta equivalente al valor de lo donado, sino que se concede un crédito fiscal ex novo –por el exceso del porcentaje de deducción sobre el tipo de gravamen–, que reduce los impuestos debidos por rentas no donadas. El crédito fiscal está, no obstante, sometido al mismo límite máximo del 10% de la renta –base imponible– obtenida por la persona jurídica; pero, y aquí viene otra gran diferencia con las personas individuales, cuando la base de la deducción –el valor de lo donado por la entidad– exceda de dicho límite, el exceso no se pierde, sino que puede aplicarse en los períodos impositivos que concluyan en los 10 años inmediatos y sucesivos. Volviendo a las personas físicas, España tiene también un tax designation scheme de rasgos peculiares. Nacido en ejecución del Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre asuntos económicos, los contribuyentes del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas pueden manifestar en su declaración, en el lugar reservado al efecto, que un porcentaje de su impuesto vaya destinado a colaborar con el sostenimiento económico de la Iglesia Católica, a otros fines de interés social20 o ambas opciones al mismo tiempo. El porcentaje se fija cada año en la Ley General de Presupuestos del Estado, siendo actualmente el 0,7%. La peculiaridad del sistema radica en que la Iglesia Católica sí puede ser designada beneficiaria de la asignación, mientras que cuando la designación lo es en favor de otros fines de interés social –o de ambas opciones al mismo tiempo, en la parte que corresponda a otros fines de interés social– es el Estado el que luego decidirá sobre las concretas organizaciones beneficiarias. Esta diferencia se explica porque, como hemos dicho, el sistema nace nominativamente, en ejecución del Acuerdo entre el Estado español y la 20 Los «otros fines de interés social» son los siguientes: – Los programas de la Cruz Roja y otras organizaciones no gubernamentales y entidades sociales de ámbito estatal, sin fin de lucro, dirigidos a ancianos, disminuidos físicos, psíquicos o sensoriales, incapacitados para el trabajo, toxicómanos o drogodependientes, marginados sociales y, en general, a actividades de solidaridad social ante situaciones de necesidad. – Los programas y proyectos de las anteriores organizaciones en el campo de la cooperación internacional, tendentes al desarrollo de poblaciones necesitadas de países subdesarrollados. – Los programas que las asociaciones declaradas de utilidad pública, así como las fundaciones adscritas al Protectorado del Ministerio de Medio Ambiente, desarrollen en relación con la defensa del medio natural y la biodiversidad, la utilización sostenible de los recursos naturales y la prevención de la contaminación y del cambio climático. 217 LA FILANTROPÍA: TENDENCIAS Y PERSPECTIVAS Santa Sede sobre asuntos económicos, y luego se amplía «a otros fines de interés social» y por tanto a otros beneficiarios que no sean la Iglesia Católica, pero el legislador ha decidido que, por ahora, no sea posible designarlos por el contribuyente. El sistema español parece escaso en el ámbito de las personas físicas. Para empezar, en la Europa de los 27 sólo Chipre, Francia, Hungría, Italia, Portugal y España tienen sistemas de tax cre- dit. Luego, la relación entre porcentaje de crédito fiscal y tipo marginal (25% a 43%) y un límite máximo del 10% sin posibilidad de utilización del exceso en años sucesivos, configuran un sistema de incentivos poco generoso. Las tablas que se insertan a continuación, tomadas del estudio titulado «Comparative Highlights of Foundation Laws. The European Union of 27», 2007, del European Foundation Centre (EFC), sugieren la misma conclusión. 218 SOBRE LA FILANTROPÍA Y LOS IMPUESTOS Quizá convertir el porcentaje y el límite que hoy operan excepcionalmente21 (30% y 15%, respectivamente) en los números generales, ayudaría a situar a España en un entorno más acorde con sus circunstancias actuales. Alonso, J.A, 2004, «El desarrollo como proceso abierto al aprendizaje», The European Journal of Development Research. Vol. 16, No. 4, pp. 845-867, Taylor & Francis Ltd. Bater, P., 2000, «Evaluating Tax Incentives for Donations to Public Benefit Organizations», International Journal of Not-for-Profit Law, Vol. 3, Issue 2, December 2000. Centro de Investigación y Planificación del Medio Ambiente (CIPMA),«Diagnóstico y estrategia para promover la filantropía ambiental en Chile», en Filantropía y Cooperación Público-Privada par la Protección del Medio Ambiente y el Mejoramiento de la Calidad de Vida, Fondo de las Américas – Chile, CONAMA, julio 2000. European Foundation Centre (EFC), 2007, Comparative Highlights of Foundation Laws. The European Union of 27, www.efc.be/ftp/public/ Legal/FoundationLawsEU.pdf. Ferrari Wolfenson, G., VIII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Panamá, 28-31 Octubre 2003. Irish, Dongsheng and Simon, 2004, «China’s Tax Rules for Not-For-Profit Organizations», A Study Prepared for the World Bank, p. 141. Jiménez Díaz, A., 2005, «Publicidad, Patrocinio, Mecenazgo y Colaboración. Marco legal e incentivos fiscales», p. 48, Biblioteca básica, Asociación Española de Fundaciones. Con todo, la reforma que creemos más necesaria es la subida del umbral del tramo a partir del cual opera el tipo marginal máximo. El tramo empieza en 53.407,20 , de modo que toda renta en exceso sobre ese umbral se somete a imposición al tipo impositivo del 43%, lo que casi garantiza que una gran parte de las rentas que podrían ser donadas por los ciudadanos, que previsiblemente serían rentas marginales, se encontrasen en el tramo de máxima disparidad entre porcentaje de deducción para tax credit y tipo impositivo marginal. La medida sería igualmente bienvenida por los convencidos de que el factor fundamental que dispara las donaciones filantrópicas de los contribuyentes es la renta disponible después de impuestos, entre los que nos encontramos. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Acharya, Fuzzo de Lima y Moore, 2004, «Aid Proliferation: How Responsible Are the Donors?», IDS Working Paper 214, Sussex: Institute of Development Studies. 21 Los porcentajes de deducción y de los límites de la base de deducción se elevan en cinco puntos porcentuales cuando la donación se realice en favor de universidades públicas, o privadas dependientes de entidades sin fines lucrativos. Adicionalmente, la Ley de Presupuestos Generales del Estado de cada año puede establecer una relación de actividades prioritarias de mecenazgo y de entidades beneficiarias, en relación con las cuales puede, para ese año, elevar en cinco puntos porcentuales como máximo los mencionados porcentajes de deducción y límite. 219