¿A qué temen los directivos? ¿Qué dificulta su felicidad? Se trata de ser perfectos e infalibles o de asumir limitaciones y seguir aprendiendo Tomado de la revista Training & Development Digest (Marzo 2004 – No.45) ¡Suscríbase en la sección Revista Training & Development Digest del área de People’s Mind! ¿Vive mejor un directivo de hoy que el de hace 20 ó 30 años? Posiblemente tenga un mayor poder adquisitivo, aunque no creo que esto compense la inseguridad y la angustia que muchas veces supone. El nuevo escenario económico, social y empresarial, unido a los nuevos modelos y prácticas de gestión de recursos humanos, hace que muchos directivos vivan su día a día de forma angustiosa y muy tensionante. Así lo declaran muchos, cuando hablas tranquilamente tomando un café o comiendo, y también como motivo de conversación cuando mantienes con ellos una sesión de “coaching”. Estar a la última (formado y preparado en todo). “No me da tiempo a aprender bien los nuevos sistemas de gestión; no puedo ni leer los resúmenes de prensa que me envían todos los días”. Mantener reuniones y recibir correos electrónicos en otros idiomas. “Ya no me vale con mi nivel de inglés; lo paso muy mal en estas reuniones”. Ahora ya no basta con gestionar bien (planificar, organizar, dirigir y hacer un seguimiento), también hay que liderar (marcar rumbo, ilusionar, desarrollar). “¿Cómo se hace esto?, con el equipo que tengo y la cultura de mi organización…”. Incertidumbre ante la compra, fusión o incluso el cierre de la compañía. “Cada vez es más difícil permanecer largos períodos de tiempo en puestos de responsabilidad”. “Me pueden despedir cuando quieran, hay gente muy buena en la calle”. Mayor competencia, al haber jóvenes muy bien preparados técnicamente, familiarizados con las nuevas tecnologías y con buen nivel de idiomas. “Por la mitad de mi salario hay mucha gente que podría desempeñar mi función”. ¿Cuáles son esas presiones a las que se puede ver sometido un directivo/a o ejecutivo/a? La consecución de resultados ( presupuesto, objetivos) es, sin duda alguna, una de las que más preocupa. “Todos los meses, en cada nueva campaña, en cada comité, tienes que explicar y justificar los desfases que llevas”. Ser evaluado y juzgado casi permanentemente por los demás (clientes, jefes, colaboradores u pares) es, desde mi punto de vista, la que más energía consume. “Cada día, en cada nuevo proyecto, ante el nuevo jefe, tienes que demostrar de nuevo lo que vales”. “Y ahora, a final de año, el variable va a depender de lo que opine todo el mundo de mí, con al Evaluación 360 grados”. La necesidad de cambiar e innovar permanentemente (nuevas ideas, productos, iniciativas). “Ya no sé qué proponer, se trata de cambiar por cambiar”. En definitiva, estas presiones se pueden vivir como “miedos” o temores a la pérdida de algo importante para nosotros, como: Perder el control, no poder estar a la altura de forma permanente (miedo a enfermar, el estrés). www.peoplesadvantage.com The Washington Quality Group, publicado en Gestión empresarial). Perder la confianza, el apoyo de nuestros responsables y de la empresa (miedo a reducir nuestro estatus y poder). Perder nuestro nivel de vida, los ingresos necesarios para hacer frente a las cargas que asumimos (miedo a la pérdida del sueldo variable e incluso al despido). Al margen de las circunstancias objetivas que cada directivo pueda tener en su compañía, lo importante es cómo lo vive cada uno de manera personal y subjetiva y las consecuencias que pueda tener en su desempeño profesional (y, por lo mismo, en el de sus colaboradores y en el de su compañía). Es como un círculo vicioso o una espiral, donde el miedo hace que nos podamos bloquear y que descienda la calidad de nuestro desempeño, favoreciendo así que se cumplan esos miedos o pérdidas. No me gustaría dar una sensación catastrofista y muy negativa de la clase dirigente empresarial de nuestro país, sino más bien realista y constructiva. Es cierto que pocas veces, cuando le preguntas a un directivo qué tal le va, te contesta que bien o muy bien. Lo que solemos escuchar, por desgracia y en estos años de recesión que nos toca vivir más, son problemas con el negocio, con el jefe, con el equipo, con el exceso de trabajo y falta de tiempo libre, con recortes en la empresa (reducción de gastos, despidos, congelaciones salariales), problemas de salud (dolores de espalda, de cabeza, falta de sueño y descanso), etc. Es de justicia reconocer también, en general, la gran capacidad de trabajo y entrega de nuestros directivos, así como una gran orientación a resultados, asunción de responsabilidades ante decisiones tomadas y una conducta ética y honesta. Se habla mucho de la soledad del directivo. Uno de mis coachees los define como “llaneros solitarios”. Puedes ver a muchos de ellos comiendo rápido, mal y solo porque se les ha hecho tarde, tienen poco tiempo y ya no tienen con quién ir. Queda mucho adicto al trabajo sobre la idea de que “es mejor profesional el que más trabaja”. Algunos presumen de no haber faltado al trabajo en los últimos no sé cuántos años, o de no haberse podido coger todas las vacaciones en los últimos no sé cuántos años, o de irse los últimos de la oficina o de tener que trabajar los fines de semana… Quizá para entender mejor el porqué de esta situación, debamos reflexionar sobre varios aspectos: Venimos de una sociedad (con una clara traducción en las formas de hacer y en el ambiente empresarial), muy restrictiva. No olvidemos lo joven que es nuestra democracia y que muchos directivos actuales se han formado en la España de los años 70 y 80. La formación recibida por nuestros managers, salvo en los últimos años, ha sido eminentemente técnica y local. Muchos se han actualizado y reciclado con Programas de Gestión (de un área funcional o de dirección de empresas), en los que no se tratan adecuadamente los valores y las competencias que garanticen una buena dirección y un buen liderazgo. Para ejercer el liderazgo hemos sido verdaderos autodidactas. La cultura y la educación que hemos recibido en nuestras familias, como ideal de buen profesional, nos recuerda a: trabajar mucho, ser serios, no mezclar los problemas personales con los profesionales, no contradecir, ser disciplinados, buscar algo seguro y no arriesgado, etc. Prestigiosas compañías de servicios profesionales han publicado estudios hechos en el último año en los que se llegan a las siguientes conclusiones: “Los malos jefes trasmiten miedos y temores a sus equipos, a los que gritan, desprecian, no escuchan y roban medallas. Las conductas negativas más extendidas entre los jefes son falta de respeto, prepotencia y no escuchar”(Estudio de Otto Walter 2003, publicado en Cinco Días el 17/11/03). “El 70% de los directivos reconoce que carece de cualidades para ser líder. Menos de un tercio se ven a sí mismos como futuros líderes” (Estudio de Krauthamer Internacional, publicado en Cinco Días el 24/11/03). “El directivo español no gestiona adecuadamente su tiempo, descuida el desarrollo de las personas, le cuesta delegar determinadas funciones, teniendo un grave desequilibrio entre su vida personal y profesional” (Estudio “El directivo español 2002” de El reto, por tanto, que tenemos ante nosotros es diseñar fórmulas que permitan desbloquear y desarrollar ese talento directivo y de liderazgo que todos tenemos, superando los miedos que nos limitan y dotando de herramientas que nos garanticen pasar de una cultura del miedo a otra de compromiso y confianza. Desarrollemos y formemos a nuestros actuales y potenciales directivos con programas que nos permitan ser www.peoplesadvantage.com verdaderos líderes, en un sentido amplio (de negocios, de proyectos, de personas y sobre todo, de nosotros mismos). Un programa tan ambicioso, desde nuestro punto de vista, debe tener las siguientes características: Dedicación y compromiso. Requiere, al menos, una duración de seis meses. Algo que llevamos haciendo durante muchos años no podemos cambiarlo solo leyendo un buen libro del gurú del momento, asistiendo a una buena conferencia o en un curso de dos días (que nos puede ayudar a mejorar en una competencia en concreto, pero no a desarrollar nuestro liderazgo de una forma integral). Introspección y compromiso real de cambio personal. Para liderar a los demás debemos empezar por liderarnos a nosotros mismos. Potenciar nuestras virtudes, asumir nuestras limitaciones, practicar para desarrollar habilidades que nos permitan liderar desde el compromiso personal y desde el ejemplo. Que trabaje lo fundamental, además de competencias y habilidades propias del liderazgo (pensamiento estratégico, destrezas de gestión, modelos de dirección y liderazgo, ética y compromiso, etc.), como son las competencias conversacionales y emocionales. Que conecte lo aprendido con la práctica en la realidad empresarial de cada participante desde el primer momento, mediante una metodología multicanal (presencial, tareas individuales on-line, reuniones con compañeros de aprendizaje y con el equipo natural del participante, coaching personal), que permita la aplicación inmediata con una dedicación muy flexible. Que optimice y rentabilice la inversión, evaluando el grado de transferencia y los resultados obtenidos, y provocando que los líderes desarrollados hagan de coalición conductora y expansiva ante los profesionales de su organización. Existen, sin duda, otras fórmulas que pueden completar y ayudar a que ese ser humano “imperfecto”, como todos, viva pleno y feliz la función de directivo que le toca jugar. Me refiero a técnicas de meditación (Yoga, Tai Chi, etc.), de relajación y desinhibición (Biodanza, Risoterapia, etc.), además de una buena alimentación, ejercicio regular y tiempo suficiente para el descanso y las aficiones. Se trata, por último, de “emocionalizar” y “humanizar” a nuestros directivos haciendo girar el arte del liderazgo sobre valores como la liviandad, la autenticidad, la flexibilidad, el compromiso y el entusiasmo. El reto no es fácil y es ambicioso, aunque estamos seguros de qué se consiguen resultados (así lo demuestran las experiencias “in company” que ya hemos realizado este último año). Lo que hace falta es compromiso decidido por parte de las compañías para invertir en sus directivos. Son ya muchos los gurús que nos han puesto en alerta sobre las consecuencias de una economía capitalista que busca, de forma casi única, grandes beneficios a corto plazo y crecimientos espectaculares de un año al siguiente. Creemos que con estas iniciativas cumplimos un compromiso social, al colaborar en conseguir una sociedad mejor, mediante el desarrollo de buenos líderes, de profesionales equilibrados y felices, lo cual repercutirá (además de en ellos mismos), en sus colaboradores, en sus empresas y, por lo tanto, en la sociedad. Ovidio Peñalver Martínez Director de Consultoría en Recursos Humanos de Soluziona www.peoplesadvantage.com