UNA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA CONVERGENCIA: DEL CONSENSO DE WASHINGTON AL CONSENSO DE BEIJING Ignacio Muñoz-Alonso Consejero Delegado, Addax Capital, LLP y Profesor de Finanzas Avanzadas, IE Business School INTRODUCCIÓN globales y desplazamiento hegemónico. Así descrito, el cuadro bien puede avalar la tesis de aquellos que interpretan la crisis financiera actual como ampliamente originada por la prolongación durante décadas de fuertes desequilibrios macroeconómicos surgidos entre ambas zonas del mundo: las economías desarrolladas, Europa y Estados Unidos, por una parte, y por otra la formada por un grupo diverso de economías emergentes que incluye a los BRICs junto a otros países como Turquía, Vietnam, Indonesia y a países exportadores de petróleo y materias primas, entre otros. La mejora constante de las condiciones de productividad de estos últimos, el advenimiento de sus clases medias y la interpretación inteligente de las políticas económicas y cambiaras en su beneficio, junto con altas dosis de complacencia occidental, les han permitido avanzar con éxito hacia la paridad con los países desarrollados. Con ello se inicia la era de «la Gran Convergencia», un fenómeno sin precedentes que de sostenerse tendrá un alcance histórico por lo que representa en la homologación de sus condiciones productivas, tecnológicas y su nivel de vida con las economías avanzadas y por los cambios fundamentales que impondrá en la gobernanza de la economía global. Un fenómeno soportado además, y de ahí su relación con la crisis financiera actual, en un proceso sostenido de transferencias y acumulaciones desiguales de capital que desemboca en última instancia en el colapso del sistema financiero «Aún es pronto, solo han pasado dos siglos» Zhou Enlai, preguntado en 1971 por la importancia y significación de la Revolución Francesa. La transición del G-8 al G-20, reunido en cumbre por primera vez en Noviembre de 2008 en Washington, señala el fin del multilateralismo restringido y la apertura en la práctica de la coordinación económica internacional a formatos mas amplios, capaces de albergar ámbitos críticos y de relevancia creciente fuera de la esfera de control de las potencias tradicionales. A la convocatoria acuden por primera vez unos Estados Unidos no como líderes comprometidos con su posición de garantes de último recurso de la estabilidad financiera internacional, sino como una nación necesitada de auxilio, abrumada por los efectos de la onda expansiva del terremoto de sus mercados y arrojando sobre la mesa los restos de un sistema bancario fundido, unos mercados financieros colapsados y un balance macroeconómico imposible de cuadrar, tan solo unas semanas después de haber llevado a la economía global al borde del colapso con la primera crisis financiera exportada por ellos en ochenta años. La escena ilustra la realidad de dos mundos hasta entonces separados convergiendo aceleradamente por una senda marcada por tres surcos: crisis financiera, desequilibrios macroeconómicos 69 LAS ECONOMÍAS EMERGENTES Y EL REEQUILIBRIO GLOBAL: RETOS Y OPORTUNIDADES PARA ESPAÑA tud evidencia la importancia que han resultado tener casi veinte años de capitales fluyendo «aguas arriba», en contra de lo que predice la teoría económica tradicional, que supone que los capitales fluyen «aguas abajo», de los países desarrollados ricos en capital, hacia los emergentes necesitados. Si bien es cierto que por supuesto han existido flujos aguas abajo durante este periodo, sus volúmenes fueron más que compensados con la acumulación de reservas en bancos centrales y fondos soberanos de los países emergentes. En 1990 las reservas globales de los bancos centrales sumaban aproximadamente $200 mil millones de dólares y en 2009 la cifra alcazaba los 12 billones, a los que se sumaban otros 4 billones en fondos soberanos, con la mayor parte de los crecimientos consignados en países emergentes. Brasil, Chile, China, Rusia y Singapur, por ejemplo, incrementaron sus reservas desde el cuatro por ciento de sus PIB al 27 por ciento en 2007. occidental, dando lugar por primera vez una asimetría de nuevo cuño: unas economías emergentes pujantes y en crecimiento franco en múltiples frentes, desacopladas de un mundo desarrollado que lucha por mantener a flote sus finanzas públicas y su sistema bancario a costa de penosas reformas fiscales, sacrificios sociales y, en definitiva, disminución del bienestar de sus ciudadanos. Cuatro años después del comienzo de la crisis ya conocemos cual era el límite de los déficits comerciales de Estados Unidos entre otros –sin olvidar a España– su insostenibilidad y su relación con el desorden monetario global que resulta del desplazamiento masivo de capitales a zonas emergentes del mundo, frecuentemente ilustrado en la acumulación de los mas de 300 billones de dólares en reservas internacionales en las arcas del Banco Central de China; una cifra que, para ponerla en perspectiva, equivale al triple del PIB de un país como España. La magni- Fuente: IMF, Country Reports, 2011. manifestaba abiertamente en las declaraciones de influyentes analistas vinculados en muchos casos a la administración americana: La realidad ahora patente es que las economías superavitarias comercialmente estuvieron financiando durante años, décadas, a unas economías occidentales cada vez más endeudadas y apalancadas pero, al mismo tiempo, tolerantes con el deterioro de su competitividad, en la medida en la que la facilidad para encontrar capitales dispuestos a financiar sus déficits se interpretaba como una prueba de su fortaleza y supremacía económica y política. Hasta poco antes de la crisis existía una corriente de pensamiento firmemente asentada que avalaba esta tesis y que se «El déficit por cuenta corriente de los Estados Unidos y su deuda externa no representan problemas para su posición global, como advierten los voceros de Casandra. El poder de los Estados Unidos está firmemente asentado en una superioridad económica y estabilidad financiera cuyo fin no se vislumbra. (…) El papel del dólar como patrón monetario no esta amenazado y el riesgo para la estabilidad financiera de los Estados Unidos representado por la acumulación de deuda 70 UNA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA CONVERGENCIA: DEL CONSENSO DE WASHINGTON... entre naciones que propiciase el libre comercio, el libre mercado y la movilidad de capitales. Los fundamentos del modelo son la soberanía nacional como principio identitario del estado moderno, inspirado en los acuerdos de Westfalia; y el «orden liberal» como sistema relacional basado en la apertura comercial, el multilateralismo, la adherencia a reglas de decisión –acuerdos, tratados– y el institucionalismo, con la creación mas reciente del Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio o el FMI, por ejemplo. El modelo así entendido encuentra un valedor con la suficiente autoridad para actualizarlo e implantarlo políticamente en el presidente Franklin Roosevelt, quien tras la Segunda Guerra Mundial, consigue la plasmación de muchos de los contenidos del orden liberal en los acuerdos de Bretton Woods, que nos han servido para articular las relaciones comerciales y financieras del mundo durante décadas. Si bien la visión era originalmente global en espíritu, las presiones y tensiones de la era de la Guerra Fría condicionaron su curso hacia un orden liberal–hegemónico, centrado en la supremacía euro-americana. Una de las versiones contemporáneas de este orden liberal dominante se sintetiza en el programa de prescripciones político económicas denominado «Consenso de Washington» (Williamson, 1989), y que se articula en torno a diez principios programáticos de acción político económica que son defendidos por los tres guardianes de dicho consenso: la administración americana, el Fondo Monetario Internacional y El Banco Mundial: Al margen de si existe o no consenso pleno dentro de dicho consenso, y de que coexistan interpretaciones diversas sobre la forma en que han de aplicarse dichos principios, si hay en cambio unanimidad en cuanto a la relevancia que ha tenido en el diseño de políticas de crecimiento y estabilidad de los países emergentes, imponiéndose su cumplimiento en muchos casos de forma condicional en las agendas de ayuda a estas economías durante las últimas décadas. externa ha sido ampliamente exagerado. (...) Si algo hay que reseñar, es que el apetito (extranjero) por los activos americanos magnifica su dominio más que amenazarlo». (Levey, Brown, 2005). La insostenibilidad del proceso se manifiesta con la interrupción del mecanismo de recirculación crediticia desde el Este hacia el Oeste, que cortocircuita con el colapso de las hipotecas sub prime, un mercado relativamente pequeño de 250.000 millones de Dólares, que resultó ser el eslabón mas débil de una cadena de mercados interrelacionados y cuya onda expansiva debería de haber quedado confinada a un ámbito mucho más restringido de no ser porque las vulnerabilidades latentes en los mercados financieros occidentales permitieron su rápida propagación y el contagio sistémico. Pronto se pone en evidencia que los fallos de los mercados no eran mas que el reflejo de profundos desequilibrios macroeconómicos y monetarios que comprometían de raíz la estabilidad del sistema financiero y bancario occidental, y que las pérdidas de competitividad relativas de cualquier economía, por muy grande que sea, no pueden ser financiadas indefinidamente por el resto del mundo. Las consecuencias políticas inmediatas son el desplazamiento de las áreas de hegemonía económica con la definición de nuevas cartografías comerciales, penetración económica y circuitos de influencia comercial, y el replanteamiento de los principios directores que sostuvieron el estatus quo de las políticas dominantes hasta el momento, de acuerdo con una interpretación más favorable a los intereses de los actores emergentes. EL ORDEN QUE SE DESVANECE La arquitectura financiera internacional vigente surge como modelo evolutivo tras siglos de iteraciones de internacionalismo liberal, una construcción de las potencias atlánticas, Reino Unido en los S. XVIII y XIX y Estados Unidos en el XX, impulsores decididos de un marco internacional predecible de relaciones políticas y económicas 71 LAS ECONOMÍAS EMERGENTES Y EL REEQUILIBRIO GLOBAL: RETOS Y OPORTUNIDADES PARA ESPAÑA LAS RECOMENDACIONES DEL CONSENSO DE WASHINGTON Fuente: Autor, elaboración propia, 2011. nales impuestos por el FMI a cambio del cumplimiento escrupuloso de muchos de los términos del Consenso de Washington, una terapia de choque que frecuentemente hería el sentimiento nacionalista de estos países y obtenía logros solo a costa de durísimas y penosas reformas que se saldaban con elevados costes sociales y políticos. Como alguien dijo, el sentimiento de muchos de estos países era que la imposición del Consenso de Washington a los países emergentes no era más que «la culminación de la arrogancia que trajo el fin de la historia». En los últimos años sin embrago muchos de estos países, alejándose de la ortodoxia occidental, adoptan catálogos de prescripciones alternativas y heterogéneas, que sin embargo mostraban como denominador común la acumulación de reservas a través de las ganancias de competitividad y de cuota internacional de comercio como eje central de sus políticas. En este contexto, el mantenimiento de unos niveles competitivos de tipo de cambio se vuelve esencial, aceptándose a cambio una cierta laxitud con la inflación, las consecuencias de una política monetaria fuertemente expansiva y una gestión heterodoxa de los tipos de interés que relega a un segundo plano la Las experiencias recientes hacen sin embargo que algunos de estos países empezasen a mirar con recelo las hojas de ruta impuestas por Washington a través del FMI y el Banco Mundial. En el caso asiático en particular, la desastrosa experiencia de las crisis cambiarias de finales de los 90 llevó a sus dirigentes a diseñar políticas que impidiesen la repetición de errores y a ignorar con frecuencia las prescripciones de la ortodoxia a través de un marco alternativo de políticas más simples, y frecuentemente centrado en la gestión del tipo de cambio como catalizador de un proceso acumulador de capitales que permitiese la correcta administración de las finanzas públicas, el desarrollo de su mercado de capitales y la inversión en programas de educación, salud e infraestructuras. Y sobre todo, sirviese de seguro contra futuras crisis derivadas de contagios, experimentadas por los países emergentes de forma muy severa como dobles o triples crisis, con toda su serie de impagos soberanos, bancarios y corporativos y terminando en última instancia en devaluaciones masivas, incrementos de las primas de riesgo y colapsos crediticios. La salida de las crisis y la reparación de las economías solía hacerse por la vía de rescates condicio72 UNA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA CONVERGENCIA: DEL CONSENSO DE WASHINGTON... formalidad monetaria dictada por los organismos internacionales. Algunos de los autores que han contribuido al asentamiento de dicha doctrina la justifican argumentando que el único elemento común a cualquier política de crecimiento de éxito contrastado, es la entrada de capitales por la vía del impulso exportador, a su vez determinada por la orientación de las políticas cambiarias. En un detallado análisis de ponderación cuantitativa de coeficientes de los distintos factores de influencia aceptados por las diversas teorías del crecimiento, Bhalla (2007, 2011) concluye que el resultado mas significativo es que una divisa depreciada1 aparece como variable presente y significativa como factor explicativo del crecimiento en todos los casos, sin importar que otras variables adicionales se introduzcan en la regresión. De esta manera concluye que las políticas fiscales, de rentas, educativas, industriales, la calidad institucional, o incluso la religión o la orientación sociológica de los países, solo están presentes como factores explicativos del crecimiento si han coexistido con una gestión del tipo de cambio acorde con una orientación exportadora y acumuladora de capitales. A la vista de lo ocurrido en el mundo en los últimos años, resulta difícil no prestar atención al argumento. Los resultados de la estrategia de ahorro y acumulación de los emergentes y el éxito y la rapidez del proceso de convergencia han excedido las expectativas de sus creadores. Tras la Gran Recesión de 2008 se han dado pasos de gigante en el avance hacia la paridad con las economías desarrolladas, quizá imposibles de no haber podido disponer del seguro que representaban sus enormes reservas de capitales para estabilizar sus divisas, evitar la fuga de capitales, defender sus sistemas financieros, mantener el acceso a los mercados y acometer programas de estimulo fiscal anticíclicos. La novedad está además en que muchos, si no todos ellos, han inicia- do el camino de la independencia en el diseño y ejecución de sus políticas, han creado un catálogo heterogéneo de soluciones a la medida de cada uno y, por primera vez, se encuentran en disposición de contestar y separase de la ortodoxia no solo en lo concerniente a los tipos de cambio, sino en muchas de las otras rúbricas de las prescripciones de Washington, adoptando soluciones heterogéneas en materia fiscal, de privatizaciones o inversión directa extranjera. Si la propiedad estatal produce crecimiento, ¿Por qué privatizar? Si los controles estatales financieros y comerciales son tan efectivos ¿Por qué liberalizar? Si el control del tipo de cambio es la llave a la entrada de capitales ¿Por qué flotar la divisa? Si un único partido opera maravillas generando PIB, ¿Por qué democratizar? (Yasheng Huang, 2011). Estos son los desafíos lanzados al Consenso de Washington. PERO, ¿EXISTE UN CONSENSO ALTERNATIVO? Pero al margen de los argumentos teóricos que se puedan encontrar para explicar el éxito de estas nuevas políticas, las preguntas que nos surgen en este momento orbitan en torno a la posibilidad de entender y gestionar un mundo gobernado por un orden, un consenso alternativo del que en realidad sabemos poco mas allá de la heterogeneidad de su praxis y la voluntad de alejamiento y cuestionamiento de la ortodoxia de quienes lo practican. Lo más parecido a una definición programática de este nuevo orden lo encontramos en lo que se ha venido a denominar el Consenso de Beijing, según el término acuñado por Cooper Ramo, ya en 2004 (Cooper, 2004). La visión en aquel momento del nuevo orden que se abría paso, alumbraba una práctica económica y política alejada de los principios dominantes y más orientada hacia el cambio social que al económico, asentada en el pragmatismo característico de los dirigentes chinos y produciendo un conjunto de acciones tan diversas y flexibles que difícilmente podrían clasificarse de doctrina. Aunque claramente inspirada en la era post-Deng Xiao- 1 La apreciación o depreciación relativa de una divisa se determina mediante el cálculo de la desviación de su cotización con respecto a una medida teórica representativa del Tipo de Cambio de Equilibrio de Largo Plazo. 73 LAS ECONOMÍAS EMERGENTES Y EL REEQUILIBRIO GLOBAL: RETOS Y OPORTUNIDADES PARA ESPAÑA ping, el Consenso de Beijing continuaría adherido a la visión pragmática del viejo dirigente plasmada en su afirmación de que el mejor camino hacia la modernización sería el de «ir removiendo el suelo hasta encontrar piedras con las que cruzar el río». A partir de aquí se enuncia un catálogo director articulado en torno a tres elementos comunes al conjunto de la acción político económica china, los tres teoremas del Consenso de Beijing, según el propio Cooper Ramo. El primero de ellos sería el replanteamiento del concepto de innovación, argumentando que los países en desarrollo deben adoptar tecnologías de última generación –fibra óptica– en lugar de seguir el camino trazado anteriormente por otros –líneas de cobre– permitiéndose así evitar etapas del desarrollo cuyo coste superaría a sus beneficios. El segundo teorema enuncia la importancia de la calidad de vida como objetivo de política económica frente al crecimiento del PIB, como única manera de gestionar el crecimiento en medio de las contradicciones sociales existentes en China. Y en tercer lugar, el Consenso de Beijing contendría una inspiración poderosa de autodeterminación, independencia económica, y quizá de nacionalismo, enfatizando la importancia del tamaño y de la rapidez del cambio para soslayar la interferencia de las potencias hegemónicas en su desarrollo. Este es quizá el rasgo que más se aproximaría a la inspiración política de dicho nuevo orden y el que podría tener un mayor alcance en la configuración de cualquier esquema alternativo de relaciones económicas y comerciales. Pero siete años mas de historia, y una crisis económica y financiera sin precedentes por medio, nos pueden ayudar a comprender con mas claridad la verdadera sustancia del nuevo orden anunciado así como las líneas del cambio de un mundo gravitando hacia el Este y el Sur. Reconociendo el alcance del proceso de convergencia, no existe sin embargo evidencia alguna de que nada parecido a un Consenso de Beijing haya sobrevivido a la crisis. No se ha planteado un cuerpo normativo compacto que soporte la acción político económica de las autoridades chinas o de cualquier otro país emergente, mas allá de que resulta de la búsqueda legitima de su propio interés en el marco de una acción que entiende y asume todavía, en ausencia de cualquier otra alternativa, mucho de lo contenido en la ortodoxia de Washington. Los intentos realizados por sistematizar y dotar de carácter normativo a cualquier alternativa a la praxis de Washington, no pasan de ser catálogos de declaraciones muchas veces sin un contenido económico tangible y por tanto difícilmente contrastables o contestables por la vaguedad de su formulación (Xin et. Al, 2009). Se muestran por otra parte contradicciones importantes entre la teoría predicada por el modelo y la práctica, como lo demuestra por ejemplo la divergencia entre crecimiento del PIB de China, 8,1% de media entre 1989 y 2004, y el crecimiento de la renta personal per cápita 5,4% en el mismo periodo. Por último, y quizá la razón mas importante que hace único al modelo de Beijing, es su imbricación en algunos casos, como el chino, en modelos políticos de estado capitalista autoritario, mas preocupados por atender sus propias necesidades de forma muy pragmática, que de la adherencia a cualquier forma de ortodoxia compartida, obviando cualquier forma de proselitismo de una práctica que difícilmente se puede sistematizar y exportar. Al día de hoy no tiene por tanto mucho sentido hablar del Consenso de Beijing ni de ninguna otra doctrina alternativa al Consenso de Washington, por muy poco consenso y aceptación que este último suscite. Sí podemos en cambio trazar algunos rasgos distintivos de la acción político económica de las autoridades Chinas y de algunos de los otros países que, dentro de la heterogeneidad de estas políticas alternativas, han prosperado apartándose del recetario tradicional. Podemos empezar constatando que la evidencia muestra que ni hay países completamente heterodoxos ni la heterodoxia es practicada de igual manera por todos ellos. Si algo puede decirse de los modelos de apartamiento de la doctrina ortodoxa es que son diversos y heterogéneos y que cada país se ha diseñado su propia mezcla de políticas a la medida de sus ventajas y restricciones. Si es elemento común en cambio el unilateralismo, entendido como la desvinculación de cual74 UNA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA CONVERGENCIA: DEL CONSENSO DE WASHINGTON... quier compromiso que trascienda al propio beneficio directo o que implique la asunción de costes de liderazgo o coordinación internacional, enfocando los esfuerzos por el contario hacia la creación de empleo doméstico y en el cumplimiento escrupuloso de los propios objetivos. Se da así paso a un mundo de relaciones multipolares en el cual la solución global bien puede ser la suma de las decisiones y acuerdos tomados bilateralmente entre los polos de hegemonía, sin pretensión alguna de coordinación ni de diseños apriorísticos. Esta suerte de nacionalismo económico da lugar a un espacio mas amplio para las soluciones políticas únicas, heterogéneas, no siempre consistentes y a la medida de cada situación específica, en detrimento de la coordinación internacional y la predictibilidad. Y quizá también en algunos casos a una nueva forma de imperialismo económico, que realimenta otro rasgo definitorio de la nueva doctrina: la defensa a ultranza de la autodeterminación política y económica, que parece asentarse en el principio de que la mejor manera de garantizar la independencia es la expansión de la influencia a otras áreas. Las limitaciones impuestas por muchos de estos países a la inversión directa extranjera, las incursiones de China y Rusia, por ejemplo, en Asia Central, África o Latino America en búsqueda de su seguridad energética y de abastecimiento de recursos naturales, ilustran este aspecto ampliamente. Se elabora además en línea con esto una doctrina de seguridad económica fuertemente asentada, con implicaciones estratégicas y militares y que subraya la importancia de mantener la independencia económica si se pretende ejercer con autoridad alguna forma de influencia política. Occidente mira con recelo esta derivación por tratarse en algunos casos de potencias autoritarias, que habiendo aceptado mas o menos el discurso capitalista, no aceptan los valores democráticos del estado de derecho. Otro elemento común, relacionado con esto último, sería la desafección ideológica. El Consenso de Washington contiene una carga ideológica profunda al propagar, al menos nominalmente, principios tales como la democracia o la defensa de los derechos humanos en su versión extendida. La historia reciente de sanciones y embargos por razones políticas o humanitarias –Sud África, Cuba, países árabes– promovidos desde Washington ilustran bien el caso. No existe nada parecido, ni en este sentido ni en el contrario, a ningún tipo de proselitismo ideológico en la práctica del modelo de Beijing. Por el contrario, coexisten naciones plenamente democráticas, como Brasil o India, junto con naciones autoritarias –China– o con regimenes difícilmente interpretables desde una perspectiva occidental –Rusia– y en casi todos los casos se declaran abiertamente los acuerdos con regimenes autoritarios –Brasil, India, Rusia con China, Irán, Venezuela, etc.– ignorando o incluso sin sufrir la presión de la comunidad internacional, a diferencia de lo que sucede en Occidente, introduciendo con esta práctica grados adicionales de libertad, y por tanto de incertidumbre, en las relaciones políticas y comerciales internacionales. Un último rasgo compartido sería la voluntad expresa de mantener una postura alternativa a los dictados de la ortodoxia, a pesar de no contar con una normativa enteramente compartida. Fue el presidente Lula quien afirmó, durante un viaje a India y China en 2004, que ante la frustración que le producían las propuestas de los Estados Unidos y la UE sobre la ordenación mundial del comercio, a lo que debían de comprometerse todos (los emergentes) era a «cambiar la geografía comercial del mundo». Efectivamente, se manifiesta una voluntad común de contestación dentro de esta acción político económica diversa, pero sin un cuerpo teórico alternativo comúnmente aceptado, ni tan siquiera un conjunto de directrices robustas de aplicación política propiamente coordinadas. La diversidad llega hasta la proclamación de consensos alternativos dentro de la heterodoxia, como el propuesto por el ex secretario del tesoro americano, Larry Summers, quién en una reunión empresarial indo-americana en 2010, declaró la posibilidad de un Consenso de Mumbai, alternativo al de Beijing, pero inspirado en los mismos principios de independencia económica. 75 LAS ECONOMÍAS EMERGENTES Y EL REEQUILIBRIO GLOBAL: RETOS Y OPORTUNIDADES PARA ESPAÑA ¿QUÉ NUEVO MUNDO? lación, sin compromisos que limiten la aplicación unilateral de medidas monetarias de alcance global, como las «relajaciones cuantitativas» adoptadas por el gobierno americano, u otras acciones de corte proteccionista similares. Los votantes americanos y europeos exigirían a sus gobiernos un grado mayor de proteccionismo comercial que les asegure el empleo, mientras que los gobiernos de países como Brasil o India harían los mismos favores a sus agricultores, en respuesta a la falta de acuerdo sobre los subsidios europeos y americanos a la agricultura. Las guerras de divisas estarían garantizadas como corolario a este escenario de conflictos comerciales, al igual que sucedió durante la década posterior a la Gran Depresión del siglo XX, y se extenderían no solo a los frentes Este-Oeste, sino entre los propios componentes de los mismos grupos, como ya se vislumbró justo antes de la reunión del Noviembre del G-20, cuando Brasil e India se sumaron a los Estados Unidos y la UE para denunciar la manipulación del Yuan, o como ha denunciado nuevamente la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en la última cumbre del FMI en Washington. El proteccionismo se extendería también al ámbito financiero con el establecimiento de límites al control de la titularidad de activos, con la imposición de restricciones estrictas a la inversión directa extranjera y a la actuación de los fondos soberanos, en especial en aquellos casos en los que el control corporativo de empresas en sectores estratégicos se viese alterado. Ya existen precedentes en este sentido. La prohibición por parte de las autoridades americanas de la compra de los activos americanos de P&O, una empresa portuaria inglesa titular de las concesiones de seis puertos americanos, por parte de Dubai Ports, un inversor de los EAU, ante las alegaciones de la amenaza que para su seguridad representaba la entrega de la gestión de varios puertos americanos a manos árabes, es prueba de ello. De la misma manera y por las mismas razones se prohíbe la venta de Unocal, una empresa energética americana, a una empresa publica china en 2005. El conflicto sobre el control de activos se acentuaría en la medida en la que los países emer- La ruptura del consenso, el desacoplamiento económico y de políticas y la rapidez del proceso de convergencia entre bloques, plantean cuestiones de dominancia y de gestión del desplazamiento de los centros de gravedad. Nos preocupa saber si la dialéctica económica y política se encaminan hacia la cooperación o la confrontación y cuales pueden ser los costes de transición hacia este nuevo sistema de hegemonías en términos de reformulación de acuerdos y de desplazamientos de enfoque. Ya no existen respuestas creíbles a los retos económicos globales sin la participación de Brasil, India o China, pero, ¿cómo se resolverán en última instancia los conflictos y el proceso de convergencia en este nuevo contexto? ¿Nos encaminamos hacia un mundo de confrontación o de mayor cooperación? ¿Cómo operará este mundo multi polar? ¿Cómo se articularán las relaciones económicas internacionales y como se tomarán las decisiones, una vez aceptado el peso de los emergentes? Podemos especular, de entrada, en torno a tres escenarios posibles. El primero de ellos es un escenario de conflicto y dibuja un mundo de liderazgo difuminado y confrontación escalada en materias centrales, tales como la coordinación macroeconómica internacional, la regulación financiera, los acuerdos comerciales o el cambio climático. Un mundo de «Gravedad-Cero», (Bremmer et al. 2011) sin centros reconocibles de decisión, en el que la crisis económica acentúa el declive de Washington y la ausencia de un liderazgo cuando más se necesita. Durante los próximos años veríamos un deslizamiento desde la cooperación al conflicto en la definición de políticas de liberalización del comercio, que resultaría en un resurgir del proteccionismo, la muerte definitiva de la Ronda de Doha y la profundización de las rivalidades ya planteados entre los Estados Unidos y la Unión Europea con Brasil, China e India y otras economías emergentes, preocupados tan solo de proteger a sus propios trabajadores. Se profundizarían los conflictos financieros sin posibilidad de llegar a un acuerdo global sobre regu76 UNA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA CONVERGENCIA: DEL CONSENSO DE WASHINGTON... gentes solo estarían dispuestos a repatriar una parte de los capitales acumulados por la vía comercial, a través de la balanza de capital, esto es, invirtiendo en compañías europeas y americanas sobre cuyo control pudiesen ejercer influencia. Sería entonces altamente probable que viésemos la creación de legislaciones específicas que acoten las formas de penetración de los fondos soberanos y que limitasen tanto los sectores como el grado de control y la participación que pudiesen tomar en compañías occidentales. Y por supuesto, asistiríamos a una creciente tensión sobre la cotización y el papel del Dólar como moneda internacional de reserva. Mientras que las autoridades americanas no tienen la más mínima intención de discutir ninguna propuesta que cuestione la utilización del Dólar para tal fin, China ya ha propuesto dar una mayor importancia a los Derechos Especiales de Giro como activo de reserva internacional. Pero los Estados Unidos se encuentran en un dilema difícil de resolver. Por una parte, sus déficits acumulados presionan su moneda a la baja, ante la protesta de los emergentes, y la contención de sus déficits probablemente no sea posible hasta que veamos un dólar mucho más bajo, lo que llevaría a los primeros a alejarse y demandar más activamente la introducción de una alternativa. Por otra parte, en la medida en la que los Estados Unidos han de proveer liquidez al resto del mundo, añaden un factor de presión a la baja adicional sobre su moneda. En este contexto, no sería de extrañar que durante los próximos años viésemos el surgimiento de una presión coordinada orientada hacia la sustitución del Dólar por alguna otra alternativa cambiaría que incorporase la realidad y la relevancia de las monedas emergentes, como el Yuan por ejemplo. Pero en la medida en la que la asunción de un mayor protagonismo en este frente implicaría necesariamente la flotabilidad y la libre convertibilidad del Yuan, no parece que esta alternativa sea viable de momento, a la vista de la actitud de las autoridades chinas, extendiéndose así también la ausencia de liderazgo global al frente cambiario. La pérdida de influencia americana y del Dólar, el surgimiento del proteccionismo y la bila- teralidad nos llevarían durante los próximos 20 ó 30 años a un mundo sin consensos, ni Washington ni Beijing, mucho más parecido al de la década de los años 30 que a la de los 40 del siglo pasado, que alumbró los acuerdos de Bretton Woods, en el que el conflicto, la ausencia de reglas y la competición económica y comercial no depararían un horizonte de estabilidad ni prosperidad asegurada para nadie. Podemos plantear sin embargo un segundo escenario mas amistoso, que surge de la incorporación de nuevos actores y relaciones a un marco genérico de continuidad del orden liberal, que sobrevive a la era de la convergencia. Sería el «Orden Liberal Post-Americano» (Ikenberry, 2011). Casi nadie argumentaría hoy que el mundo futuro será como el que dejamos antes de la crisis, habrá nuevos polos de influencia, nuevos actores, autoridad compartida; pero sí es plausible concebir la subsistencia de muchos de los principios del liberalismo internacional que han servido para cimentar con éxito las relaciones económicas de los últimos doscientos años, dando paso así a ese nuevo mundo de «internacionalismo post-americano». Reconociendo el declive y la contestación al poder americano, existiría una arquitectura de inspiración liberal internacional adoptada por los nuevos países emergentes que permanecería invariable, por ser el resultado natural de la evolución durante siglos de las formas de relación de las potencias, la que garantiza el estado de máximo beneficio para todas ellas. Los principios de cooperación, apertura, liberalización, imperio de la ley y la cultura de aceptación del compromiso, devuelven a la larga más prosperidad a las naciones que el conflicto, la ausencia de liderazgo y la fragmentación de los equilibrios. Y por eso se han impuesto como modelo de éxito tras eras de conflicto y confrontación. Hay varias razones que avalarían esta posibilidad. China, India, Brasil o Rusia se encuentran inmersos de lleno en el tejido del comercio mundial y han llegado a alcanzar esa posición tan solo negociando y respetando los tratados internacionales. El 40% de contribución de las exportaciones al PIB chino, posible gracias a la apertura, los 77 LAS ECONOMÍAS EMERGENTES Y EL REEQUILIBRIO GLOBAL: RETOS Y OPORTUNIDADES PARA ESPAÑA tratados y la evitación de conflictos, solo es sostenible en el marco de la Organización Mundial del Comercio, y no parece razonable por tanto que se desee su cuestionamiento como marco de negociación, al margen de reclamaciones puntuales de mejora. Por otra parte, y a medida que las inversiones chinas y de los demás países emergentes se diseminan, crecerá su dependencia económica con el resto del mundo, haciéndose necesaria la profundización en los mecanismos de estabilidad y de seguridad internacional. Además, el asentamiento de las clases medias y las elites económicas y empresariales en estos países, deberían propiciar un clima de apertura social e intelectual, cooperación y confianza comercial, además de una inclinación favorable a aceptar el sometimiento a tratados y acuerdos negociados, y aceptados voluntariamente como consagración del principio estabilizador del imperio de la ley. Y por último, es cierto que la posibilidad de obtener ventajas derivadas del alejamiento del sistema es tan solo posible si existe un sistema del que poder beneficiarse oportunisticamente. En la medida en la que el sistema se fragmenta y se reemplaza por una suma de decisiones proteccionistas, bilaterales e impredecibles, deja de ser un sistema y se convierte en un ámbito en el que la confrontación hace que todo el mundo sufra y que a la larga no interese a nadie. En este escenario sí podría resultar factible que el Yuan, o cualquier otra cesta que contuviese ponderaciones distintas de monedas de países emergentes, reemplazase al Dólar como patrón monetario de referencia si bien es cierto que, una vez más, la exigencia en ese caso de dejar flotar la moneda no está hoy día presente en la mente de los dirigentes Chinos. De la misma manera que la adopción del internacionalismo liberal como doctrina impone una serie de condicionantes políticos a los gobiernos, como, los son la introducción de un sistema democrático y participativo así como el abandono paulatino del modelo capitalista autoritario, decisiones que tampoco están todavía hoy visibles en las agendas políticas chinas. Quizá es verdad que en el largo plazo sigamos asistiendo a la misma representación, las mismas escenas y el mismo guión que ha dictado las reglas de gobernanza de la economía global durante décadas, solo que interpretados por distintos actores. La cuestión al día de hoy es que no sabemos cuan largo es el largo plazo, ni por que caminos habremos de transitar hasta que lleguemos a ese momento. Podemos especular con un último escenario, al que denomínanos de «retorno a la media». Se justifica desde una lógica de equilibrio de mercado, una perspectiva eminentemente económica, y contempla la necesidad de restauración natural de una parte de los equilibrios macroeconómicos perdidos en la medida en la que configuran un escenario muy inestable de asimetrías en la distribución de capitales y de flujos comerciales, que serían en última instancia insostenibles e ineficientes desde una óptica estricta de asignación óptima de recursos. La evidencia empírica constata que el «empacho ahorrador» al que se refería Greenspan debería de estar próximo a su fin, interrumpiendo el flujo de capitales «aguas arriba» y propiciando en última instancia la redirección de los capitales «aguas abajo» en un futuro. Una vez finalizada la fase de acumulación de capital, la prioridad de las políticas económicas de los países emergentes ha de concentrarse en la convergencia efectiva con las economías desarrolladas, y para ello han de diseñarse políticas específicas que contemplen una expansión de la inversión y la estabilidad de precios, permitiendo una subida de sus tipos de interés y una apreciación paulatina de sus divisas. En esta línea se pronuncio en Abril de este año el gobernador del Banco Popular de China al afirmar que «las reservas Chinas exceden los requerimientos razonables (del país)». Los equilibrios necesarios entre coste y rentabilidad marginal del capital llevarían a los países emergentes a iniciar un ciclo inversor después del ahorrador, llevando con ello a la economía mundial a nueva fase reajuste a medida que los patrones de equilibrio de inversiones, ahorro y flujos de capital comenzasen a normalizarse. Las economías emergentes, ante la presión social y demográfica de sus ciudadanos, comenzarían a hacer un uso mas extensivo de sus ahorros para inver78 UNA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA CONVERGENCIA: DEL CONSENSO DE WASHINGTON... tir y ello estimularía su demanda interior y con ello el comercio mundial. Además, las divisas de estos países tenderían a apreciarse en relación a las de los países desarrollados, como ya parece que ha empezado a suceder desde 2005, reforzando el proceso de reajuste global y poniendo fin al principio sobre el que pivotó la acumulación de capital, la contención de los tipos de cambio. Las ganancias en productividad, los precios al alza de las materias primas y las presiones políticas deberían de contribuir a reforzar el ciclo de apreciación de estas monedas, conduciendo con ello inevitablemente hacia un escenario en el que se invierte el sentido de los flujos de capital al tiempo que se inicia un ciclo inversor de vasto alcance. Esto bien podría señalar el cierre de la primera fase de la «Gran Convergencia», la marcada por la acumulación de capital, un proceso que ha sido solo posible a costa de unos profundísimos desequilibrios macroeconómicos que, una vez corregidos, estarían dando paso a una fase inversora que situaría al bloque de países emergentes en condiciones de mayor paridad con los países avanzados. De hecho, en pocos años los niveles de educación y escolarización de muchos países emergentes se han situado ya a los niveles que tenia las economías desarrolladas en 1975. Los desequilibrios globales son la respuesta de las economías emergentes a su reciente historia de fragilidad y vulnerabilidad, pero una vez que los objetivos de seguridad y estabilidad se han alcanzado y se avanza en la convergencia, estará en el interés común el mantenimiento de un sistema de estabilidad en el que la prosperidad pueda ser compartida por todos. En este contexto de equilibrios propiciados por fuerzas y antagonismos de mercado en busca de equilibrios, el reequilibrio macroeconómico deberá de estar acompañado de un reequilibrio político en el que las naciones emergentes puedan alcanzar cuotas más altas de autoridad e influencia. Quizá la enigmática afirmación del premier Zhou Enlai que encabeza este artículo, no surgiese de la prudencia atribuida a la milenaria sabiduría china de la paciencia, sino que expresase un gesto de desconfianza hacia un orden, el de los valores ilustrados sobre los que se levanta gran parte del edificio simbólico político occidental, que preveía próximo a su fin, a sabiendas de su carácter efímero ante la realidad inminente de su país. Sea como fuere, la realidad es que el mundo se encuentra en un momento en el que la posibilidad de una combinación afortunada de aceptación de marcos de estabilidad en el ejercicio de las relaciones políticas, comerciales y económicas globales, junto con la apertura de un gran ciclo inversor por parte de los países emergentes, pueden llevar a la economía mundial a una era de expansión y prosperidad sin precedentes, después de haber sufrido una de las crisis mas devastadoras de su historia reciente. BIBLIOGRAFÍA Bhalla, Surjit (2007). «Second Among Equals: The Middle Class Kingdoms of India and China», Peterson Intitute for International Economics. www.oxusinvestments.com/files/pdf/NE20090 106.pdf Bhalla, Surjit (2011). «Devaluing to Prosperity», Peterson Institute for International Economics. Forthcoming. Bremmer, I., Roubini (2011). N. «A G-Zero World: The New Economic Club will produce Conflict, Not Cooperation». Foreign Affairs Magazine. Volume 90. Number 2. 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