Gustavo Adolfo Bécquer. Mariano José de Larra

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El romanticismo: Bécquer y Larra
ÉPOCA:
El liberalismo moderado: 1836, año en el que nace Bécquer, es también el año del motín de la Granja. Un
grupo de sargentos progresistas impone a la reina regente María Cristina la constitución de 1812. Este hecho
es la culminación de varios levantamientos en varias ciudades, es significativo de lo que será la situación
política durante todo el siglo: el conflicto permanente entre lo que serán las dos ramas del liberalismo, la
moderada y la progresista.
Este conflicto sucede al que, desde la guerra de la Independencia, enfrenta a liberales (Partidarios de una
constitución que reconozca los principios de la soberanía nacional y consagra las libertades) con los del bando
absolutista (defensores del poder absoluto de la monarquía, y de la alianza de la corona con la iglesia). En el
año 1836 el liberalismo a triunfado, aunque los absolutistas continúen oponiéndose a él. La forma más
violenta de esta oposición la representa el carlismo. Faltan, en 1836, tres años para que la primera de las
cuatro guerras carlistas, que ensangrentarán el país, acabe, con el convenio de la Vergara.
La era isabelina: La regencia progresista del general Espartero suceden los moderados. La revolución de
1854 inaugura un bienio progresista y, desde 1856 y hasta 1868, se alternan los progresistas y la centrista
<<Unión liberal>> de O´donell. Es la era de Isabel II, que ha subido al trono en el 1844, los años de la
moderación, los de la Constitución de 1845 con sus restricciones al sufragio y la soberanía nacional; los
años en los que vive y escribe Bécquer.
El enfrentamiento absolutismo−liberalismo es la expresión de un problema más profundo: La crisis del
antiguo régimen y el advenimiento de una nueva sociedad, burguesa e industrial.
Una economía basada en la agricultura, una sociedad rural, una cultura tradicionalista y religiosa, van ha ser
sustituidas por una sociedad que se hace tímidamente urbana, financiera e industrial; la máquina de vapor y el
ferrocarril cambian el horizonte económico y social; las antiguas creencias se adaptan a los nuevos intereses.
Nuevos sectores sociales se crean y en los estamentos dirigentes algo cambia: la iglesia pierde gran parte de su
poder económico y la aristocracia lo consolida enriqueciéndose con la compra de las propiedades
eclesiásticas, a partir de la Desamortización de Mendizábal.
LITERATURA:
El romanticismo: la década que va de 1830 a 1840 había sido, en España, la del triunfo del romanticismo.
Mucho más que un movimiento literario o artístico, éste había supuesto una nueva manera de ver el mundo, en
el momento en el que toda Europa, le revolución política y liberal y la revolución industrial hacen desaparecer
el antiguo régimen.
De ver el mundo como algo estático y ordenado, inteligible por la razón, se pasa a concebir como una realidad
en movimiento y misteriosa, en la que hay que sumergirse para conocerla. La razón sólo es considerada como
una parte más de lo humano, que ignora precisamente lo más individual y lo más verdadero: el sentimiento y
la imaginación. El hombre universal (una idea del ser humano que trasciende las diferencias personales,
sociales y nacionales) va a ser desplazado por el yo concreto, igual que la idea de una humanidad genérica lo
será por la del pueblo.
La literatura romántica: La estética y la temática del romanticismo giran en torna a estos dos conceptos:
Individualismo y subjetivismo y exaltación de la libertad, que se pueden desarrollar en una serie de aspectos:
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• El romántico lucha a favor de la libre expresión de su sentimiento.
• Los temas predominantes son: la frustración del yo, del amor y de los sentimientos de tristeza, soledad,
nostalgia, melancolía y desesperación.
• La visión de la realidad a través de la subjetividad y la aceptación o rechazo de la misma según la
resonancia que tenga su intimidad.
• La visión dramática y sentimental de la naturaleza. Manifiesta un profundo y rico sentimiento del paisaje,
pero este se representa a sus ojos en cohesión con su estado de ánimo.
• La actitud de rebeldía.
• Ante la sociedad mediocre e insensible, porque no valora ni comprende. Pone como protagonistas de sus
obras a los personajes más mediocres de la sociedad ( el verdugo, el mendigo, el reo de muerta, el pirata,
Espronceda.).
• Ante la muerte o ante el mismo Dios.
• El romántico se mueve incómodamente en la realidad, porque le resulta estrecha, el mundo sórdido y el
vivir la produce hastío, por lo que se evade.
• En el tiempo: se traslada a los tiempos de la edad media.
• En el espacio: se traslada a lugares exóticos, como a oriente.
• Más allá de sí mismo.
• Mezcla en una misma obra prosa y verso.
La concepción del arte y de la literatura cambiará radicalmente: una obra artística ya no es, como hasta el S.
XVIII, un objeto hermoso, bien construido, sujeto a ciertas reglas, conseguido tras la paciente búsqueda de un
lenguaje. Por el contrario, el arte es algo espiritual, algo que está más en quien crea que en el objeto creado; y
hay un cierta desvalorización del lenguaje. El romanticismo creó un lenguaje propio, una manera de escribir o
pintar, en el que triunfó el yo, la imaginación, los sentimientos
Durante el romanticismo se renuncia a la perfección y se crea un lenguaje nuevo que rompe todas las reglas y
modelos hasta entonces vigentes. No fue sólo reflejado en la literatura y en el arte si no que influyó
definitivamente en la evolución de olas costumbres de la sociedad vigente.
El fin del romanticismo: A mediados de siglo comienza un cambio en el gusto dominante tan arraigadas
durante la primera mitad del siglo. Comienza un periodo en el que la literatura se muestra tímidamente
realista, tratando de mirar y describir con objetividad la realidad exterior. Muchos de los tópicos románticos
(ruinas, noche, suicidio, locura, ) comienzan a ser diana de una crítica literatura satírica. En España, en 1854
el joven escritor Valera constata el fin del movimiento.
Quedaba del romanticismo el gusto por lo concreto y la valoración del sentimiento, pero si pretender borrar el
mundo, olvidar le presente. De hecho, estos dos tópicos con sus conflictos sociales y políticos serán la materia
prima de la nueva literatura realista. A la rebelión contra el mundo, que supuso el romanticismo, le sigue una
captación reflexiva del mismo.
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER:
(1836−1870), poeta español. Es una de las figuras más importantes del romanticismo y sus Rimas supusieron
el punto de partida de la poesía moderna española.
VIDA
Nació en Sevilla, hijo de un pintor y hermano de otro, Valeriano. También él mismo practicó la pintura, pero,
después de quedarse huérfano y trasladarse a Madrid, en 1854, la abandonó para dedicarse exclusivamente a
la literatura. No logró tener éxito y vivió en la pobreza, colaborando en periódicos de poca categoría.
Posteriormente escribió en otros más importantes, donde publicó crónicas sociales, algunas de sus Leyendas y
los ensayos costumbristas Cartas desde mi celda. Obtuvo un cargo muy bien pagado, en 1864, de censor
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oficial de novelas. Hacia 1867 escribió sus famosas Rimas y las preparaba para su publicación, pero con la
Revolución de 1868 se perdió el manuscrito y el poeta tuvo que preparar otro, en parte de memoria. Su
matrimonio, con la hija de un médico, le dio tres hijos, pero se deshizo en 1868. Bécquer, que desde 1858
estaba aquejado de una grave enfermedad, probablemente tuberculosa o venérea, se trasladó a Toledo, a casa
de su hermano Valeriano. Éste murió en septiembre de 1870 y el poeta el 22 de diciembre, a los treinta y
cuatro años.
LAS LEYENDAS
Un acento poético semejante y una calidad artística nada inferior, tienen las Leyendas, título con el que se
agrupan todas las narraciones en prosa de Bécquer. Se publicaron originalmente en periódicos, entre 1861 y
1863, por lo que se supone que su composición fue anterior a la mayor parte de las Rimas. Son veintidós y
están escritas con un estilo vaporoso, delicado y rítmico, donde abundan las descripciones, las imágenes y las
sensaciones. Revelan un aspecto importante del romanticismo literario de su autor al mostrar un interés
artístico y arqueológico por la edad media, con sus templos y claustros románicos o góticos, campos sombríos
y calles tenebrosas, palacios y castillos. Predomina en ellas un espíritu donde se impone lo misterioso, lo
sobrenatural y mágico con historias de raíz popular en muchas ocasiones, en las que la búsqueda de lo
inalcanzable suele ser su argumento central.
El monte de las ánimas, Maese Pérez el organista y El rayo de luna, tres de la s leyendas de Bécquer más
conocidas, son particularmente significativas de las ideas y sentimientos que aparecen en el fondo de las
restantes, así como de una manera de contar.
En El monte de las ánimas Alonso, un joven enamorado, accede a la petición de su amada, Beatriz, que le
pide que valla al monte de las ánimas a recoger su banda azul, que ha dejado allí abandonada. Es tan grande el
amor de Alonso que accede a ir a pesar de que se cuenta que en la noche de los difuntos las almas en pena
salen en el monte de las ánimas, y que puede ser devorado por los lobos. Tras una noche intranquila en la que
Beatriz oye ruidos y en la que el terror se apoderó de ella al día siguiente despierta y encuentra su banda en la
habitación pese a que Alonso había sido encontrado muerto devorado por los lobos, y muere. Desde entonces
el día de los difuntos en espectro de mujer da vueltas con horror a la tumba de Alonso.
En la siguiente leyenda, Maese Pérez el organista, no se trata el tema del amor, pero si de lo sobrenatural.
Maese Pérez acude la misa de gallo a tocar el órgano en un muy mal estado, y muere tras una magistral
interpretación. Al año siguiente nadie quiere tocar el órgano en honor al gran organista, pero un mal músico se
atreve a desafiar a todo el mundo, y contra todo pronostico, su intervención es magnífica. Un año mas tarde la
iglesia estaba prácticamente vacía, pues todo el mundo había acudido a la catedral a escuchar al otro músico, y
es la hija de Maese Pérez quien va a tocar el órgano, cuando para sorpresa de todos ven que el órgano está
tocando solo.
La última de las leyendas El rayo de luna trata a cerca de un gran Señor, que es también un gran soñador. Un
día cuando está mirando la luna, le parece ver a una mujer, de la que queda prendado, y a la cual decide
seguir. La persigue por todo el bosque y por toda la ciudad sin éxito hasta que llega a una casa en la que cree
que está, pero la luz que ve es simplemente la luz de un Señor enfermo. Al cabo de algunos meses, la vuelve a
ver, y tras seguirla que da cuenta de que no era más que un rayo de luna.
Temas: Dos temas principales aparecen las leyendas: la fuerza del amor y la presencia de lo sobrenatural. En
El monte de las ánimas, la fuerza del amor lleva a Alonso a la muerte; en El rayo de luna, el amor, como la
mujer que los encarna, resultan ser irreales, sueños, capaces con todo de provocar locura.
Los espectros salen a la luz la noche de los difuntos y la banda azul de Beatriz aparece misteriosamente en su
habitación; el órgano de Maese Pérez, que conoció la santidad y el genio de su amo toca sólo.
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Ambos temas guardan relación entre sí: expresan la insuficiencia de la razón para comprender el mundo. La
razón no puede dominar la pasión de Alonso ni que Manrique renuncie a un sueño absurdo; no puede explicar
los misterios de la noche de los difuntos ni que Maese Pérez regrese a tocar su viejo órgano. La realidad, sea
la que habita en el interior del hombre, sean los hechos que ocurran fuera de él, no es racional.
Eso produce a veces desasosiego. Desasosiego o incredulidad: es, cuando el autor empieza a contar, hablar
por hablar, contar para lograr entretener. Y sin embargo, el narrador asiente, manifiesta estar de acuerdo con
Manrique o con la mujer que habla en Maese Pérez el organista. Por eso recurre Bécquer al género de las
leyendas, que durante esta época alcanzó un extraordinario auge. Los escritores románticos buscan un mundo
más armónico en el pasado y en un pueble que nunca existió, pero que idealizan y exaltan. Verdad es que
estos temas no son originales, pero que resultan especialmente intensos por la manera de contar.
El lenguaje y estructura: Un narrador que oscila entre la distancia y la toma de partido; uno personajes claros
y bien definidos; una localización espacial y temporal remota y un desenlace maravilloso, pero no inesperado,
son los elementos que componen las leyendas. Y desde luego excepcionalmente formado, nuevo, este sí, en la
literatura española. Analicémoslo brevemente:
En El monte de la ánimas y Maese Pérez se inicia con la aparición de un narrador (el escritor Gustavo Adolfo
Bécquer) que dice, con algo de ironía y de distancia, haber oído la tradición que va a referir. Sin embargo esa
leve ironía desaparece y el narrador se entrega totalmente al relato, aceptándolo tal cual es, tal cual le ha sido
contado. Esta toma de partido es evidente en El Rayo de luna.
Los protagonistas de las leyendas responden a dos modelos tipo clásicos en Bécquer: el enamorado, valiente y
frágil a la vez (Manrique y Alonso) y el poeta−artista, que consigue el ideal al que aspira, como Maese Pérez,
o que por el contrario no lo consigue, como Manrique. Con esa escasa o nula complejidad psicológica.
Ya hemos indicado el tiempo en que se sitúan los acontecimientos es un tiempo remoto, aludido vagamente,
con trovadoras, caballeros y castillos. El espacio es la naturaleza o lo sagrado, lugares no profanados por el
hombre y la razón, representan lo original.
Las leyendas de Bécquer tienen una estructura argumental característica: situaciones que se describen
exhaustamente, como pequeñas escenas, y un cierto aplazamiento de los episodios fundamentales. Una
atmósfera creada detenidamente, en la que lo narrativo tarda en aparecer. Como si lo importante fuese más, lo
que ocurre dentro de los personajes que, que los hechos exteriores.
Tres aspectos de la prosa de b tienen especial importancia: en primer lugar, la búsqueda de un ritmo
conseguido mediante enumeraciones y, frecuentemente, mediante series fijas de elementos de la misma
función sintáctica; en segundo lugar, la insistencia en la descripción de imágenes plásticas y sonoras; en fi, la
diversidad de registros que adopta, buena muestra de la cual es el contraste entre la lengua de la mujer y el
narrador. Si este último rasgo nos recuerda a otra dimensión de l escritura de Bécquer, autor de artículos y
tonos bien diversos, periodista en la suma, estos dos nos lo sitúan como creador de lo que se ha llamado
poema en prosa castellana, y como precursor de una nueva sensibilidad, la que el modernismo introducirá en
la prosa española.
RIMAS
Las Rimas, una colección de setenta y nueve poesías, publicadas al año siguiente con el título inicial de El
libro de los gorriones, poseen una cualidad esencialmente musical y una aparente sencillez que contrasta con
la sonoridad un tanto hueca del estilo de sus predecesores. Formalmente son poemas breves en versos
asonantes, donde el mundo aparece como un conjunto confuso de formas invisibles y átomos silenciosos
cargados de posibilidades armónicas que se materializan en visión o sonido gracias a la acción del poeta que
une las formas con las ideas. Se refieren a la emoción de lo vivido, al recuerdo, a experiencias convertidas en
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sentimientos. También aparece el amor, el desengaño, el deseo de evasión, la desesperanza y la muerte. Su
pureza y humildad, junto con su engañosa sencillez, suponen la "culminación de la poesía del sentimiento y de
la fantasía", en palabras de Jorge Guillén, y como dijo Luis Cernuda: "Desempeñan en nuestra poesía
moderna, un papel equivalente al de Garcilaso en nuestra poesía clásica: el de crear una nueva tradición que
llega a sus descendientes."
Las 79 rimas constituyen en realidad un solo poema de amor. Bécquer no deja nunca de hablar de sí mismo,
de su vida interior. Nombra a la mujer que ama, a la que un día le amó, a la que le abandonó. Todo el camino
que va desde el presentimiento del amor hasta el fracaso, desde el momento en el que el amor aparece hasta en
el momento de la soledad en el que no habrá más que el recuerdo, se recorre a lo largo de las rimas.
Ignoramos en que circunstancias concretas se escribieron, a que mujer o mujeres se refieren. El poeta escribe
para hablas del amor, en el que no hay separaciones no limites, sino unión del individuo con la naturaleza, de
las realidades con los deseos, del hombre con Dios. Pues no se trata aquí de ideas, sino de sentimientos, de
imágenes y de música. Se trata más de sugerir que de decir. Aparente sencillez en el lenguaje de las rimas:
Bécquer no quiere que sus poemas parezcan poéticos, sino que nombren la verdadera poesía, en la naturaleza,
en le misterio, en los sentimientos, en el amor.
Estructuras de las rimas: La música de las rimas, el ritmo, lo toma a la vez de la tradición culta y de la
popular; junto a versos de 10, 11 y 12 sílabas, versos de 5,6, 7 y8: En ocasiones una estrofa se construye con
heptasílabo y endecasílabo, y otras con y otras con octosílabo, pero son los heptasílabos combinados con
endecasílabo lo preferidos por Bécquer. Sólo muy excepcionalmente Bécquer recurre a estrofas clásicas. Evita
l rima con sonante, y la asonancia, más leve, más ligada a la lírica popular. La sugerencia y la brevedad son
esenciales en las rimas, a demás de los paralelismos, las construcciones adversativas. Además, la repetición de
una estructura sintáctica acentúa en el lector una sensación de entusiasmo o de abatimiento, hace mayor el
peso de la emoción. La antítesis de o las estructuras adversativas expresan una contradicción esencial en las
rimas: la inspiración contra el corazón, la luz frente a la oscuridad
Las rimas de Bécquer son en su mayoría poemas cortos, de una, dos o tres estrofas, en las que predominas las
de cuatro versos combinados, en asonancia alternante en los pares, de pie quebrado. La característica más
destacable en cuanto a la métrica es que tiene un carácter indiscutiblemente de poesía culta, pero que sigue los
cauces de las formas líricas tradicionales en cuanto a rima y brevedad.
Particular interés tiene también el final de muchas rimas. Una explicación muy breve, una exclamación,
significa saber callar a tiempo, en el momento más alto de la emoción. En otras ocasiones el final es una
explicación o una frase sentenciosa, sobre las cuales, no obstante prevalece el clima emocional creado en las
estrofas anteriores.
El lenguaje poético: Leer las rimas es como percibir al mismo tiempo un sentimiento, una estructura y una
forma. Un encabalgamiento en los primeros versos de una rima:
Antes que tu me moriré: escondido
en las entrañas ya
el hierro llevo con que abrió tu mano
la ancha herida mortal ()
hace decir al mismo tiempo, que el hierro esta escondido en las entrañas y que el poeta morirá escondido. Una
metáfora hace decir que el poeta lleva clavado u hierro y que el amor es ese hiero. La abundancia de figuras
literarias (de repetición sintáctica la mayoría, anáfora, paralelismos) Los hipérbatos, la frecuente anteposición
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de adjetivos, la variedad de la entonación (frases interrogativas y exclamativas) constituyen algunos de los
aspectos esenciales del lenguaje de las rimas.
Igualmente esenciales son las imágenes, la representación de experiencias sensoriales: sonido, tacto, vista,
oído, movimiento necesarias cuando se pretende expresar algo confuso, interior, son extraordinariamente
abundantes en las rimas. Las imágenes más frecuentes en las rimas son las referidas a la luz y al movimiento.
Las cuatro series y sus temas: Se ha dicho que las rimas de Bécquer es la historia de un amor desgraciado
(J.Mª. Díez Taboada). En efecto, los temas dominantes son la búsqueda del tú amoroso y la confrontación y el
antagonismo del tú de la amada y el yo del poeta. Como aspectos parciales el tú de la amada se concreta en
poemas en los que canta su belleza, dormida o despierta, aunque también en otros, la mujer es fatal cínica,
engañadora o estúpida. El yo del poeta se concreta en poemas en los que aparece ilusionado, engañado o
dolorido y hastiado y decepcionado.
Pero el amor que provocó la exaltación se perdió y solo que da el dolor; si la mujer ideal se, e inalcanzable se
alcanza se transforma en una mujer real, cruel y sin sentimientos. Lo que se convierte en uno de los temas
principales de Bécquer. Estos son los temas de las rimas: a la reflexión sobre las rimas, de la rima I a la XI,
sucede la exaltación amorosa de la rima XII a la XXIX; tras ésta, el desengaño, de la XXX a la LI y,
finalmente un sentimiento de dolor y angustia que proyecta sobre la condición humana, la muerte, la pregunta
por la inmortalidad, de la rima LII a la LXXIX. Tales temas coinciden con las cuatro tiradas que José Pedro
Díaz considera en las rimas a partir de la ordenación que toman en la ordenación de la edición de 1871.
MARIANO JOSÉ DE LARRA
(1809−1837), escritor romántico y periodista español famoso por sus brillantes retratos críticos de la vida y la
sociedad española de su época.
Larra nació en Madrid durante la ocupación francesa y pasó sus primeros años de vida en Burdeos, donde su
padre, un cirujano militar que había colaborado con los invasores, tuvo que refugiarse tras la derrota de los
franceses en 1812. Después de la amnistía de 1818 la familia regresó a Madrid y su padre se convirtió en
médico personal del hermano de Fernando VII. Larra estudió en un colegio de jesuitas y completó su
formación en Valencia y Valladolid.
Comenzó una brillante carrera periodística, primero en dos periódicos de su propiedad, El duende satírico del
día (1828) y El pobrecito hablador (1832−1833), y posteriormente, colaboró como crítico de teatro con el
diario nacional La revista española, donde firmaba sus crónicas bajo el pseudónimo de Fígaro. Se convirtió en
uno de los periodistas más famosos y mejor pagados del país y colaboró en diversas publicaciones además de
escribir la novela El doncel de Don Enrique el Doliente (1834), y la obra de teatro Macías (1834). También
tradujo diversas obras de teatro francesas.
Larra es conocido ante todo por sus Artículos de costumbres o escenas de la vida española. Estos artículos,
típicamente característicos de la época, estaban imbuidos de nostalgia. Larra, por el contrario, utilizó el género
para producir una serie de retratos de la sociedad tremendamente satíricos, en los que despliega su talento
periodístico para describir la complacencia, la hipocresía, la vacuidad y la corrupción de la sociedad española.
Influido por el neoclasicismo francés, su vida se convirtió, sin embargo, en un símbolo de la confusión
romántica. Fue amargamente desgraciado en el amor; se enamoró de una mujer que más tarde resultó ser la
amante de su padre, vivió un matrimonio infeliz y acabó suicidándose, tras un fracasado romance adúltero, a
los 28 años.
Aunque Larra ofrece una visión muy pesimista de la vida española, su irritación responde al amor que sentía
por su país. Es uno de los escritores más destacados del siglo XIX, tanto por su visión de la vida como por la
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calidad literaria de sus escritos. Sesenta años después de su muerte, la Generación del 98 convirtió la figura de
Larra en precursora de este movimiento literario.
ALRTÍCULOS:
Larra compuso poemas poco importantes, algunas obras dramáticas como Macias, y una novela histórica El
Doncel do Enrique y el Doliente.
Pero la importancia de Larra en la literatura española radica en sus artículos periodísticos. De él se ha dicho
que es fue el mejor periodista de su tiempo y el creador del periodismo moderno. Empleo diversos
seudónimos para firmar sus colaboraciones, hasta adoptar finalmente el de Fígaro. Los doscientos artículos
periodísticos que escribió suelen agruparse en tres apartados: artículos de costumbres, artículos políticos y
artículos literarios. Casi todos los artículos tienen una misma estructura, un comienzo generalizador en el que
plantea el problema, y una segunda parte que desciende a casos concretos del problema −tipos, anécdotas,
situaciones− para presentar con más garra el tema, en un lenguaje sencillo, directo y popular.
Los artículos literarios y políticos tienen hoy menos interés. Los primeros, los más famosos en su tiempo
testimonian su ideología liberal. Los literarios, menos agresivos comentan obras y autores, y trazan un
sombrío monumento literario español, criticando su dependencia de la literatura extranjera.
Los artículos de costumbres son los más interesantes y en su mayoría plenamente actuales y los mejores desde
el punto de vista literario. Es un costumbrismo que no se limita a representar tal o cual costumbre desde una
óptica meramente descriptiva e incitadora al tipismo. Larra dedica escasas líneas a describir a sus tipos. El
primer cuadro de costumbres que ofreció Larra data del 26 de Febrero de 1828, artículo primerizo aparecido
en El Duende satírico del Día y al que Larra apenas concedió importancia. En la serie del pobrecito hablador
aparece otro artículo −«Corrida de toros»− que actúa cono germen de futuros artículos.
En más de una ocasión Larra vitupera no sólo a los estamentos más populares, sino también a todo aquello
que se pudiera definir como masa. En este sentido Larra es enteramente aristocrático y no es que sus escritos
estén en contra de su sentir y hablar liberal, sino que él superponía esa inteligencia aristocrática a al
comportamiento del pueblo. Desde los artículos de Larra se censura a aquellas gentes que no hacen
precisamente gala de recato t de buenos modos. Sus críticas mordaces son contra toda la sociedad que peque
de pereza, brutalidad, ineducación, hipocresía, insensatez, etc. Artículos que rebelan una honda preocupación
por el sistema educativo, que constituyen una autentica diatriba al sistema penitenciario español, o que, como
el duelo entre Ignacio Argumañes y Gregorio Cané, darán pie a Larra para insistir en la funesta administración
de justicia.
Su temperamento pesimista sobre el oficio de escritor se hace latente en varios artículos. Sus críticas
reiterativas a modos y comportamientos de los españoles, a dudar del patriotismo de Larra, patriotismo que
dicho sea de paso era una autentica constante entre los autores costumbristas. Pero sin duda a alguna, lo que
Larra intentaba con sus artículos era aleccionar a su país, a ese país que tanto amaba, y la imposibilidad de
esto fue lo que le llevó al suicidio.
ALGUNOS ARTÍCULOS:
Algunos de los artículos de costumbres más conocidos y más importantes son: El café, El casarse pronto y
mal, Vuelva usted mañana, En este país y El día de los difuntos de 1836.
El café: En este articulo Larra cuenta como llega a un café del cual es cliente con frecuencia y se sienta a
tomar algo, durante el tiempo que esta ahí sentado se dedica a ver como actúa la gente y atiende a sus
conversaciones, para luego apuntarlas en una libreta. Principalmente satiriza y critica a la gente que habla sin
saber realmente de que esta hablando, los que se quejan del país cuando son ellos los que principalmente
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contribuyen a su mala imagen, a los hipócritas, etc. De esta visita al café no sale tan satisfecho como
habitualmente, días en los que suele salir riendo, pero en esta ocasión a quedado consternado y desilusionado
por la situación en la que se encuentra el país y su gente, que no parecen preocuparse más que por aparentar
que saben mucho de lo que están hablando y criticar, sin mucho tino la situación nacional. Pero Larra no
pierde la ilusión de poder cambiar esta situación que cuenta en uno de sus mejores artículos.
El casarse pronto y mal: En este artículo Larra cuenta dos historias paralelas de familiares suyos que cometen
el mismo error, casarse con precipitación y sin pensárselo dos veces. Este artículo es en el fondo una auto
crítica, pues a los veinte años Larra ya contrajo matrimonio, y como los ocurre a los protagonistas de este
artículo, obtuvo el consiguiente fracaso amoroso.
En primer lugar habla de su hermana, que al haber recibido una educación muy severa decide casarse de muy
joven y marcharse a Francia, con un hombre de poco dinero y sin trabajo, hasta que finalmente regresa a
España.
Luego trata la historia de su sobrino, que sin tener ni trabajo ni dinero fue a pedir la mano de su amada, tras un
primer fallo, logra que sus futuros suegros se la conceden porque ellos consiguen convencerles de que lo
único que necesitan es su mutuo amor. Pero tras un mes de casados se cansan el uno del otro y ella comienza
mantener relaciones con otro hombre. Su sobrino que se entera de ello decide ir a buscarla, y cuando la
encuentra mata a su mujer y a su amante, y se pega un tiro.
Es un artículo bastante hiperbólico, pero que trata un tema que sigue siendo actual, y que produce rupturas
dentro del seno de las familias.
Vuelva usted mañana: Este artículo critica la pereza, esa pereza tan característica de este país. Es un artículo
bastante exagerado, en él cuenta las peripecias de un extranjero que ha amasado algo de dinero y decide
invertirlo en España, en conseguir permisos y demás, piensa emplear diez días, y Larra le avisa de la
imposibilidad de conseguir esto que se propone. Tras muchos meses, este extranjero no ha conseguido hablar
con ninguna persona de las que tenía previsto hablar. Con todas con las que lo ha intentado ha recibido la
misma respuesta vuelva usted mañana, y no porque dichas personas estuvieran muy ocupadas, sino por el
simple hecho de que no les apetece, la pereza. Finalmente decida marcarse y Larra concluye el artículo con
una discusión con hombre que piensa que el susodicho extranjero no tenía derecho ni se merecía montar es
negocio, contra la opinión de Larra que piensa que eso contribuiría a mejorar el país.
En este país: La crítica de esta artículo va dirigida a aquellos que creen que el hecho de criticar al país le hace
ser superiores. Esa gente que critica sin saber, como hizo en El café. Gente que dice que solo pasan cosas
malas en España, y lo dicen sin conocer otros países, que piensan que la prensa nacional es inferior a la
extranjera y ni siquiera leen el periódico, o tienen conocimientos suficientes para poder leer la prensa
extranjera. Todo esto esta puesto en boca de un hambre que habiendo publicado un folleto no había publicado
ni un solo ejemplar, y en vista del fracaso decide echar la culpa a la gente del país y a éste en general, cuando
la razón de la abstinencia de compra por parte del público del folleto, es la total falta de calidad del mismo.
Este personaje no cesa de quejarse sin hacer nada por mejorar la situación de la que tanto se protesta.
La noche de los difuntos de 1836: Es te articulo es uno de los últimos que este sensacional autor realizó. Es
artículo mucho más pesimista que el resto, es como su testamento, como su última voluntad en la que muestra
ya su total desesperación ante la imposibilidad de cambiar el mundo.
Cuenta como el día de los difuntos de 1836, cuando todo el mundo sale a los cementerios a rendir tributo a los
familiares muertos él decide quedase en la ciudad se va dando cuenta que la propia ciudad es una tumba, en la
que yacen todos los valores que el siempre ha defendido, y que ninguno va a poder resucitar.
Es una en el que se muestra muy desesperado, pues se da cuenta de que todo por lo que ha estado luchando
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toda su vida, todo lo que ha escrito, no ha servido para nada, y que la voluntad de n a solo persona no puede
cambiar lo malo. Y ya que nadie parece ayudarle cae en una profunda depresión. Poco después Mariano José
de Larra, o Fígaro, se suicidaría por todas las causas que explica en este artículo y en el siguiente La Navidad
de 1836.
SUS PUBLICACIONES
Larra comienza su labor periodística en El Duende Satírico de Día. Observamos a través Del Duende las
intenciones de Fígaro. Intenciones que aparecerán reiteradamente a lo largo de su vida periodística y que
señala un marcado propósito satírico. En cuanto a su enfoque político des de las páginas Del Duende, y
aunque no se muestra abiertamente, su impulso originario hay que relacionarlo con el espíritu que había
caracterizado a la mayoría de la prensa.
El pobrecito Hablador figura como el segundo periódico de las publicaciones de Larra. Larra utilizó de nuevo
el seudónimo, costumbre innovadora y que perdurará hasta la aparición del costumbrismo coincidente con la
novela realista. Esta serie tuvo más éxito que la de El Duende, pues los tres volúmenes de 1835 comprendían
setenta y seis artículos satíricos, de costumbre y de critica literaria. En esta serie encontramos artículos harto
significativos. Unas veces lanzará sus diatribas contra el comportamiento de las gentes, contra la pereza
nacional− «Vuelva usted mañana»−, contra tipos que alardean de franqueza y cordialidad, y cuya sola
presencia aterroriza a Larra −«El castellano viejo». Artículos tomados como trasunto del propio Fígaro y que
provocan el total infortunio −«El casarse pronto y mal». Y sátiras contra la falsa erudición, la hipocresía, el
engaño, contra un mundo, en definitiva, que no hace alarde de buenas costumbres y se sumerge en un círculo
vicioso de mentiras y engaños.
LENGUA Y ESTILO:
En casi la totalidad de los artículos de Larra encontramos una honda preocupación por la utilización del
lenguaje. En convierte en escasa ocasiones, en infatigable censor de los que no hacen uso correcto de la
misma. De ahí su profunda preocupación por la profunda dicción de las palabras y su crítica contra los actores
que maltratan la lengua. Presencia de no pocas variantes fonéticas, gráficas o morfológicas en artículos que
pretenden corregir su desafortunada utilización. De igual forma Larra se muestra de acuerdo con la necesidad
de renovar la lengua, aceptando, si es preciso, la utilización del neologismo. Por otro lado se sirve de la
derivación y composición de palabras en momentos en los que la situación satírica y humorística lo requiere.
Otro refuerzo típico del lenguaje de Larra son los tecnicismos, aspecto aplicable no, sólo a los costumbristas
del momento, sino a las colecciones costumbristas del momento que intentaron emular los pasos de Los
españoles pintados por si mismos.. En lo concerniente a la utilización de vulgarismos, Larra no hace Gala de
un gran conocimiento ni de una gran preocupación. En contadas ocasiones da entrada al vulgarismo. Los
recursos estilísticos de Larra han sido ya estudiados desde una doble perspectiva: Sincrónica y
diacrónicamente.
El estilo de Larra es mordaz, incisivo, tajante, de acorde con el tema tratado en el artículo. Su prosa castellana
le sitúa en un lugar en la historia de nuestra literatura. En muy pocas ocasiones encontramos esa premura
periodística tan usual en los anales del periodismo. Su ingenio, puesto precisamente al servicio de la palabra.
Ara que nos sintamos ante un autor actual, ya no sólo por la censura de los defectos o taras de índole general,
sino porque su ágil prosa cautiva y admira a la par que convence. De ahí que su estilo perdure como modelo
imperecedero para aquellos que quieren seguir el difícil camino iniciado por Larra.
El romanticismo: Bécquer y Larra
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