Orlando Pardo Martínez

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EL IMPERIUM DE LOS ROMANOS Y LOS ESTADOS DE EXCEPCIÓN EN LA
HISTORIA CONSTITUCIONAL COLOMBIANA
Orlando Pardo Martínez
Simón Bolívar en el año de 1828, proclamaba que después de una detenida y
madura deliberación resolvía encargarse del poder Supremo de la República, el
cual ejercería con la denominación de Libertador presidente. A renglón seguida
insistía:
¡Colombianos! No os diré nada de libertad, porque si
cumplo mis promesas seréis más que libres – seréis
respetados; además bajo la dictadura ¿quién puede
hablar de libertad? ¡Compadezcámonos mutuamente del
pueblo que obedece y del hombre que MANDA SOLO 1¡
La proclama de la dictadura de Bolívar en 1828, apenas fue una de las tantas
formas excepcionales en que un gobernante se ha abrogado la potestad de dirigir
los designios del Estado colombiano en condiciones excepcionales. Desde los
mismos inicios de la transformación política, tras la Independencia en 1819, el
legislador no escatimo esfuerzos en consagrar una disposición de carácter
constitucional que le concediera al gobernante facultades extraordinarias que le
permitieran
1
el restablecimiento del orden público, toda vez que este se viera
GACETA DE COLOMBIA. Bogotá, No. 370, Agosto 31 de 1828. Ver también: PIDRAHITA,
Restrepo. Carlos. Constituciones Políticas nacionales de Colombia. Bogotá, Universidad Externado
de Colombia. 1995. Pàg: 100.
alterado; es decir se institucionalizó que
se producían modificaciones, de
determinados mecanismos del Estado de Derecho para su defensa ante situaciones
anormales.
En la guerra de Independencia, al naciente poder ejecutivo se le concedieron
facultades extraordinarias en todos aquellos lugares que estuvieran sirviendo de
teatro de operaciones militares, y en los territorios recién liberados de la dominación
española, pero con la clara y expresa consideración de que solo se debía
circunscribir al tiempo, como decía la Constitución de 1821 en su artículo 55, “ que
sólo será el muy necesario”; salvedad que no tenía otro carácter, si no de evitar la
concentración de poder en manos de un solo funcionario, y de paso se quería dejar
sentado el rechazo a cualquier forma de dominación despótica permanente, a la
cual se estaban oponiendo.
Estas nobles intenciones de Bolívar en su dictadura, y la de los constituyentes de
Villa del Rosario de Cúcuta de 1821, por asegurar una independencia permanente
que les permitiera borrar el fantasma de la reconquista española, los llevó a
consagrar estas excepcionales medidas de carácter constitucional. En adelante, los
legisladores incorporaron en las diversas constituciones que han regido en el país
sin excepción alguna el mismo instituto, con la única diferencia de haber variado su
designación gramatical, pero conservando intacto su esencia.
De esa forma, Estados de Excepción, Conmoción Interior, Estados de Sitio, han
sido algunos de los más comunes términos empleados por el legislador colombiano
desde el siglo XIX hasta nuestros días, para referirse jurídicamente al otorgamiento
de atribuciones extraordinarias al jefe de la administración pública, en aquellos
eventos en que se alteraba el orden público o la seguridad exterior del Estado se
veía comprometida. Con esas facultades excepcionales, el Presiente de la
República podía tomar todas aquellas medidas de carácter administrativo,
legislativo, judicial y militar tendientes al restablecimiento del orden.
Esta dictadura de carácter constitucional, en su esencia hundía sus raíces en la
época más clara del republicanismo romano de la Antigüedad. En adelante las
presentes líneas son un esfuerzo por establecer un marco comparativo entre la
clásica dictadura de los romanos en la República, con la moderna institución de los
Estados de conmoción interior o estado de sitio,
que han regido en Colombia
desde las primer Cartas constitucional de 1821 hasta la actual de 1991. Con ello se
quiere ver como la Magistratura romana de la Dictadura, sentó las bases
republicanas de un instituto que fue adoptado en el constitucionalismo moderno, y
especial el colombiano, y fue convertido en una figura de aplicación permanente,
por parte de los diversos gobernantes que han regido los destinos del país, los que
se han valido de variados argumentos para aplicarla de manera sucesiva; hecho
que ha llevado a que Colombia viva desde el siglo XIX en un permanente estado de
excepción.
Con el advenimiento de la República romana, tras el derrocamiento del último rey
etrusco, emerge un nuevo sistema institucional que marca un hito histórico que
representó una oposición a la realeza. La nueva forma de poder, que reemplazó al
monarca se centró en dos cónsules y en una serie de magistraturas que,
significaron una apertura hacia una ordenación institucional más democrática, que
no se concebía en la época real, y su importancia se vio acrecentada por la
incidencia que tuvieron en el desarrollo del derecho y en la resolución del problema
social que ofrecía Roma desde sus tiempos más arcaicos2.
El dictador era un Magistrado extraordinario, no sometido ni a la provacatio ni a la
intercessio de los tribunos. Esta magistratura hacia parte de una compleja
construcción republicana que conformaban otras magistraturas extraordinarias,
como el Decenvirato o el interregnum3. El dictador, rompía la estructura tradicional
o normal del estado, y se instituía cuando por condiciones anormales y en especial
de orden público a sí lo ameritaban. Su función se restringía a un tiempo
determinado que no podía exceder de seis meses.
Entre las funciones básicas con
que quedaba investido el Magistrado, se
encontraba la potestad que tenía de suspender las libertades ciudadanas y, en sí la
de ejercer poderes omnímodos para tomar todas las medidas que considerara
pertinentes para el cumplimiento de su misión.
El dictador asumía la
responsabilidad de repeler al enemigo y restablecer el orden perturbado, en el
menor tiempo posible, al cabo del cual debía abandonar su cargo.
2
ARGUELLO, Luis Rodolfo. Manual de Derecho Romano. Buenos Aires, Astrea, 1979. pàg. 54.
3
El Decenvirato, fue la magistratura integrada por diez patricios, quienes alrededor del año 451 a.c.
redactaron la Ley de las XII Tablas, y durante el término en que cumplieron su misión reemplazo a
las magistraturas ordinarias de la República.
El Interregnum; aparecía esta magistratura extraordinaria en caso de vacancia del consulado y era
ejercida por los senadores durante cinco días hasta que se producía la elección del cónsul.
Como puede entenderse las facultades extraordinarias de estos magistrados
estaban circunscritas a contrarrestar cualquier amenaza externa o de conmoción
interna. Para ello como se ha insistido se debía tomar rápidamente medidas para
solucionarlas, pues si se esperaba a que los Cónsules tomaran las riendas de la
situación, la crisis se podía ver aumentada; debido a lo complejo e intrincado que
representaba la actuación de los Cónsules; los cuales a pesar de ejercer funciones
civiles, militares y judiciales, estaban limitados para tomar decisiones prontamente,
ya que ellos se autolimitaban mediante la facultad de cada uno de oponerse a las
decisiones del otro (“ intercessio”), disparidad que debía ser resuelta por el senado,
que hacía el papel de árbitro4; a ello se sumaba que solo podían ejercer el mando
por un mes, circunstancias que dilataba y entorpecía la
toma
de decisiones;
constituyéndose estas circunstancias en el móvil que justificaba la creación en la
República de estos magistrados extraordinarios, los que
un principio fueron
elegidos por los Cónsules, pero posteriormente con la reticencia que empezaron a
causar estos funcionarios, se abrogó la facultad de elegirlos el Comicio.
Igualmente no hay que olvidar, que la principal magistratura, es decir “ el
Consulado”, gozaba de todas las prerrogativas para ejercer la administración
pública, para ello tenía la totalidad del imperium, que era
un conjunto de
facultades que la ley le permitía para tomar medidas de todo tipo.
4
NESPAL. Bernardo. El Derecho Romano en el Siglo XX. Buenos Aires. Jurídicas. 2002. Pàg: 9697-
Entre las facultades de los Cónsules se encontraban:

Funciones de policía.

Facultad de dirigir la administración de justicia.

El mando militar.

Derecho a hacer proposiciones a los Comicios.

Derecho a pedir la opinión del Senado.

Amplias facultades financieras.
Todo este conjunto de poderes se designaba con el nombre de “imperium” en
sentido amplio, una figura juridicopolìtica que viene de los etruscos. Fuera de la
ciudad de Roma, este imperium era, en principio, ilimitado; pero, dentro de dicha
ciudad, cada cónsul tropezaba con fuertes limitaciones, como ya se advertìa: la
intercessio de su colega, el veto del tribuno de la plebe, la provocatio ad populum (
una apelaciòn contra la imposición de penas graves, promovida ante los comicios). 5
Las amplias facultades con que contaban los Cónsules, progresivamente se fueron
reduciendo, en la medida en que se iban creando nuevas magistraturas.
La consagración del instituto romano de la dictadura, como se intentó destacar,
tenía un papel bien delimitado, que no permitía que el magistrado designado para
ejercerla intentará perpetuarse en el poder, porque una vez éste cumplía su función
inmediatamente debía abandonar el cargo. La dictadura solo cumplía una función
5
MARGADANT, Floris, Guillermo. El derecho Privado Romano. México, Colima. Pàg: 28
en tiempos de crisis, donde la situación era tan grave que no quedaba otra salida
sino de investir a un magistrado con facultades extraordinarias para que
restableciera el orden. Siendo en esos términos solo la necesidad del
restablecimiento del orden interno o externo el que justificaba la actuación de este
magistrados con facultades extraordinarias.
En ese sentido la dictadura se constituye en un gran aporte del mundo romano que
fue
recogida
por
el
constitucionalismo
moderno,
y
para
el
caso
del
constitucionalismo colombiano, las sucesivas cartas políticas han reconocido la
figura y ha sido llevada a su máxima expresión. En Colombia esos estados de
excepción que en Roma eran transitorios, terminaron convirtiéndose por obra del
legislador y por aplicación permanente de los gobernantes de turno en un estado de
cosas permanentes, llevando a ser incluida la figura en las distintas cartas políticas
que han regido en el país. Colombia ha tenido Constituciones en 1821, cuando el
país estaba integrado por la Nueva Granada, Venezuela y Quito; 1830, 1832, 1843,
1843, 1858, 1863, 1886 (Reformas principales: 1910, 1936, 1968, 1986); y 1991.
En los primeros tiempos de la República, el otorgamiento de facultades
extraordinarias a los jefes militares y de la administración pública del naciente
Estado, no se hicieron esperar. Procesos sumarios y una legislación extraordinaria
de guerra, fue el componente de los primeros actos legislativos que se expidieron
para contrarrestar una posible reconquista española. Así lo hizo sentir el General
Francisco de Paula Santander, cuando ordenó en 1820 ejecutar en proceso
sumario a 38 oficiales españoles prisioneros de la campaña de 1819. Decía
Santander en su testamento:
“ Mi deber era asegurar un territorio que todavía
estaba plagado de enemigos, y asegurarlo de una
manera sólida; mi deber era levantar los espíritus
de los pueblos humillados por la opresión de que
acababan de salir y sobresaltados con nuevos
temores; electrizarlos, inflamarlos, disminuir el
número de los pretendiesen retornarnos a la
servidumbre,
remover los
obstáculos
que
se
opusiesen a que la independencia granjearse
partidarios celosos, y en fin hacer que el gobierno
inspirase confianza a los amigos, temor a sus
contrarios y respeto a todo el mundo.6”
Las “nobles” razones del general Santander se convirtieron en nobles razones para
los siguientes gobernantes quienes desde la promulgación de la Constitución de
1821 hasta la actual de 1991, han echado mano de las medidas extraordinarias que
han sido consagradas en las diversas Cartas Políticas, para contrarrestar estados
de conmoción interna o externas.
Las facultades extraordinarias que se han consagrado en nuestras cartas políticas,
han tenido diversos y variados fundamentos, yendo desde la Constitución de 1821
que pretendía con la consagración de este instituto, conferir facultades
6
Escritos Políticos y Mensajes administrativos de Francisco de Paula Santander. 1820-1837,Bogotá.
Biblioteca Presidencia de la República. 1988. Pàg: 8.
excepcionales al gobierno para dictar todas aquellas medidas extraordinarias que
fueran indispensables, y que no estuvieran comprendidas en la esfera natural de
sus atribuciones; ello con miras a evitar una nueva reconquista española, como ya
había ocurrido en 1816, después de haberse declarado la Independencia en 1810.
Posteriormente y cuando la posible invasión española se había diluido, nuevos
argumentos afloraron para seguir aplicando estados de excepción. Bolívar los
encontró cuando vio que su proyecto de construcción de una gran Nación se estaba
alejando. En 1828, el 20 de febrero, en uso de las facultades extraordinarias que la
Constitución de 1821 le concedía al poder Ejecutivo, dispuso que fueran castigados
con pena de muerte los traidores y conspiradores e incluso los que teniendo
conocimiento no denunciaran cualquier conato. Esta pena se imponía a los que
residiendo en el territorio colombiano tomaran las armas a favor de una potencia
extranjera, y los que haciendo la guerra depusieran de hecho a cualquier autoridad
constituida por el gobierno de la República7. Un Decreto posterior, del 15 de marzo
de 1828 reglamentó la anterior disposición, creo un tribunal especial para juzgar a
través de un procedimiento verbal y sumario a los que resultaran comprometidos en
cualquier atentado contra el orden establecido. Posteriormente Bolívar, fue más allá
de las facultades extraordinarias que le concedía la Constitución y el 28 de agosto
de 1828, tras el fracaso de la Convención de Ocaña, se abrogó facultades de
carácter dictatorial.
7
Codificación Nacional de Leyes de Colombia. Bogotá. Imprenta Nacional. 1925. También ver:
GUERRA, José Joaquín. Estudios Históricos. Bogotá. Biblioteca Colombiana. 1925. Página: 40.
El Libertador, envestido de poderes extraordinarios, quiso enfrentar cualquier
intento desestabilizador de la unidad nacional. Pero apenas un mes después de
haber asumido la dictadura, el 25 de septiembre de 1828 fue víctima de un
atentado, por parte de sus más conspicuos contradictores, entre los que se
encontraba el mismo general Santander y un grupo de intelectuales y políticos
granadinos; el poeta Luis Vargas Tejada, Florentino Gonzáles, Mariano Ospina,
Wenceslao Zulabair; el profesor de filosofía del Colegio de San Bartolomé Pedro
Celestino Azuero, entre muchos otros8. El grupo de conjurados conforme a las
disposiciones del decreto extraordinario del Libertador, y en menos de cinco días en
proceso verbal sumario, en un tribunal conformado por civiles y militares, fueron
condenados a la pena de muerte, catorce hombres soportaron el último suplicio,
muchos otros fueron desterrados del país, como fue el caso de Santander quien a
pesar de la reticencia de Bolívar para conmutarle la pena de muerte a la que había
sido condenado, se le concedió pasaporte para salir del país.
En adelante resultaría común que los diversos gobernantes de turno, se ampararan
en las facultades extraordinarias que les confería la Constitución, para expedir todo
un cuerpo de decretos extraordinarios en diferentes materias, con el objeto de
contrarrestar cualquier atentado contra el régimen constitucional. Ya no era una
posible reconquista española, la que acompañaba las consideraciones de los
decretos de la declaración de turbación del orden público, después de Bolívar, se
evidencia que estas excepcionales facultades concedidas al ejecutivo, se
empezaron a utilizar como forma de contrarrestar los interese de los adversarios
8
JARAMILLO, Uribe. Jaime. Etapas y sentido de la historia de Colombia. En: Colombia Hoy.
Perspectiva Hacia el Siglo XXI. Bogotá, Tercer Mundo.1996. Pàg: 40.
políticos que se disputaban el poder. Colombia desde mediados del siglo XIX, se ha
visto sumida en un enfrentamiento político y bélico permanente entre las dos únicas
fuerzas políticas que han regentado el poder, el partido Liberal y el Conservador.
El 27 de mayo de 1831 se expidió un decreto en el que se reforzaron las medidas
para procesar a todo aquel que atentara contra el orden establecido. Esas
disposiciones se vieron fortalecidas por la Ley 3 de junio de 1833, pues hizo más
gravoso cualquier atentado contra el orden constitucional. Dicha ley tenía su
fundamento en la nueva Carta Política que había sido expedida en 1832, la cual
consagró, que en los casos de grave peligro por causa de conmoción interior, o de
ataque exterior, que amenazara la seguridad de la República, el poder ejecutivo
recurriría al congreso, y en su receso, al consejo de estado, para que, considerando
la urgencia, según el informe del Ejecutivo, le concediera, con las restricciones que
estimara convenientes, en todo o en parte, para: llamar al servicio aquella parte de
la guardia nacional que se considere necesaria; negociar la anticipación que se
juzgara indispensable, de las contribuciones y rendimientos de las rentas
nacionales, con el correspondiente descuento, o para negociar o exigir por vía de
empréstito una suma suficiente, siempre que no pudieran cubrirse los gastos con
las rentas ordinarias, designando los fondos de dónde, y el término dentro del cual
deba verificarse el pago; expedir órdenes de comparecencia o arresto contra los
indiciados de este crimen, interrogarlos o hacerlos interrogar, debiendo ponerlos
dentro de setenta y dos horas a disposición del juez competente, a quien pasará los
documentos que dieron lugar al arresto, junto con las diligencias que se hayan
practicado; Para conceder amnistías o indultos generales o particulares.
A la luz de estas facultades constitucionales y legales, fueron procesados los
presuntos conspiradores del general Francisco de Paula Santander en 1833, quien
fuera presidente de la Nueva Granada desde 1832, después de regresar de su
destierro en Europa. Cuarenta y seis personas fueron condenados a la pena de
muerte por el Tribunal Supremo, en proceso verbal, habiéndosele conmutada esa
pena a 19 de ellos. De todas estas ejecuciones decía Santander, tal y como lo
había hecho cuando ordeno ejecutar a los 38 españoles en 1820:
“Si he hecho ejecutar la pena de muerte en algunos
conspiradores ha sido porque lo creí un deber
indispensable en bien de la estabilidad del país,
víctima
por
largo
tiempo
de
conspiraciones
criminales, cuya impunidad había desterrado la
confianza pública y minado la estabilidad del país,
víctima
por
largo
tiempo
de
conspiraciones
criminales, cuya impunidad había desterrado los
confianza pública y minado la estabilidad del
gobierno constitucional9.”
Las medidas tomadas por Bolívar y Santander fueron hechas al amparo de las
facultades extraordinarias que les concedía la Constitución Política del momento.
Bolívar a la luz de la de 1821, y Santander a la de 1832. Los mandatarios siguientes
echando mano de los mismos argumentos de los pro-hombres de la Independencia,
siguieron legislando al amparo de facultades extraordinarias. Y, es que si se hace
una mirada panorámica de la historia política de Colombia, se encuentra que desde
9
SANTANDER. Francisco de Paula. Escritos Autobiográficos. Presidencia de la República. 1988.
Pàg: 210.
el mismo momento de la Independencia, la alteración del orden público ha sido una
de las características representativas de nuestro régimen político. Hecho que ha
significado que nuestro Estado siempre haya sido gobernado bajo sucesivos
regímenes de excepcionalidad aduciendo para ello conmoción interior o exterior.
Dos guerras internacionales vivió el país en el siglo XIX, con el Perú y el Ecuador, y
una en el siglo XX, nuevamente con el Perú. Se han registrado en el siglo XIX seis
guerras civiles nacionales y un número indeterminado de enfrentamientos locales y
regionales en el periodo Federal, 1858-1886. Durante el siglo XX, la situación
política del país no varió. Dicha centuria se inició con una de las mayores y
devastadoras guerras civiles, llamada “Guerra de los mil días”10, que dejó una
cantidad incalculable de muertos y al país en la mayor postración económica. Por
otra parte, a mitad del mismo siglo el país se vio envuelto en enfrentamientos
partidistas, entre Liberales y Conservadores, que según el registro de los
historiadores de este periodo, se produjo el deceso de más de doscientas mil
personas. Y lo que es más grave, quedó como secuela el nacimiento de los grupos
guerrilleros, los cuales hunden sus raíces desde la década del sesenta, y aún se
hacen sentir con igual o mayor fuerza que cuando se gestaron. Sumado a ello se
encuentra la presencia de los carteles de la droga, los cuales durante la década del
ochenta y noventa, sumieron al país en la más cruenta escalada terrorista, con un
10
Por Decreto número 333 de 1899, se declaró turbado el orden público en los Departamentos de Santander y
Cumdinamarca. En: Compilación del leyes de Colombia 1899. Bogotá. Imprenta. Por Decreto número 480 de
1899, se declaró turbado el orden público en todo el territorio nacional.
altísimo saldo de personas muertas, entre los que se encontraban candidatos
presidenciales, congresistas, ministros, alcaldes, policías y gentes del común.
En una forma muy general se puede vislumbrar la razón por la cual al legislador
colombiano no le han faltado argumentos para mantener en sus diversas cartas
políticas, estados de sitio, estados de excepción, etc., en sí, la “dictadura” de
carácter constitucional, así, pues, la consagración de la figura en las diversas
Constituciones que han regido en el territorio nacional, siguiendo la clásica
institución romana de una Magistratura extraordinaria, fue concebida originalmente
como una figura tendiente al restablecimiento de la tranquilidad y seguridad de la
República, limitada únicamente al tiempo y objeto indispensable para el
restablecimiento del orden.
En Roma la figura de la “dictadura“ tenía un termino de seis meses para que el
Magistrado con facultades extraordinarias lograra el restablecimiento del orden. En
nuestro medio, la Constitución, cualquiera que se invoque dependiendo del
momento
histórico,
estableció
restricciones
para
su
ejercicio,
limitándose
únicamente al tiempo necesario, pero como se apuntaba, han sido tan permanente
las alteraciones del orden público y tan maniquea la forma como se ha utilizado
dicho instituto que nunca se sabe a ciencia cierta en un determinado momento, bajo
que estado de cosas se está. Según diversos estudios, se ha determinado que el
estado de sitio, contemplado en la Constitución colombiana de 1886, estuvo en
vigor los dos tercios de los 105 años de su vigencia. Y muchas de las disposiciones
desarrolladas a la luz del estado de sitio, se convirtieron en legislación permanente
con la entrada en vigencia de la Constitución de 1991.
La nueva Constitución, con el nombre de estados de excepción, mantuvo la
consagración de las facultades extraordinarias, al contemplarla en los artículos 213
y 214, siendo regulada por la Ley 137 de 1994. La Constitución de 1991 consagra
tres estados de excepción: Estado de Guerra exterior en caso de guerra o conflicto
internacional, Estado de Conmoción interior por perturbación del orden público en
caso de un conflicto o guerra interna y el Estado de Emergencia por perturbaciones
económicas, sociales y ecológicas que constituyan grave calamidad pública. La
participación en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, de diversos sectores
de tendencia democrática, transformó la figura del Estado de Sitio por la de Estados
de Excepción, y siendo consonante con la filosofía que justifica ésta excepcional
medida restringió su duración, y expresamente consagró la preservación de las
garantías de los derechos fundamentales de las personas. Con ello se pretendió
que el gobernante de turno no echara mano de la figura para canalizar intereses
diferentes a los móviles que llevaron a decretar la emergencia.
El Estado de Conmoción Interior en nuestro país tiene los siguientes
consideraciones: se limita a noventa días prorrogables a dos términos iguales, los
decretos legislativos solo pueden referirse a materias que guarden relación directa
con la situación que generó la declaratoria, no puede suspenderse las garantías
que protegen los derechos humanos y las libertades fundamentales, no interrumpe
el funcionamiento de las ramas del poder público ni los órganos del estado, debe
cesar una vez termine las causas que la originaron, los abusos cometidos durante
los estados de excepción
tendrán como responsables al Presidente y sus
ministros, y la Corte Constitucional decide si los Estados de Excepción son o no
constitucionales.
Pese a las restricciones consagradas en la nueva Carta a los estados de excepción,
éstos se han seguido manteniendo y aplicando cada vez que el titular del ejecutivo
así lo ha decidido. El presidente César Gaviria Trujillo, acudió en cinco
oportunidades al estado de conmoción interior, el presidente Ernesto Samper lo
implantó dos veces en 1995.11 Y el actual mandatario no ha sido ajeno a la
aplicación de tal medida. A partir de la Constitución de 1991, la declaratoria de los
estados de conmoción se han visto reducidos, pero hay que aclarar que no ha sido
por la voluntad de los mandatarios, sino debido al control previo de
constitucionalidad que realiza la Corte Constitucional, la cual en repetidos fallos ha
encontrado que algunos de los invocados estados de conmoción resultaron
inconstitucionales.12
En una forma clara se puede evidenciar como la institución jurídico-política de la
”dictadura”
creada
por
los
romanos,
sobrevivió
y
se
fortaleció
en
el
constitucionalismo moderno, constituyéndose en un instrumento excepcional para
hacer legales actuaciones gubernamentales que en estado de normalidad serían
11
CAMARGO. Pedro Pablo. Los estados de Excepción en Colombia. Bogotà. LEYER. 1996. Pàg:
33.
12 Corte Constitucional. Sentencia C-083. M.P: Carlos Gaviria Díaz. Marzo 1 de 1995.
inconstitucionales, el cual ha sido utilizado no solo para conjurar las causas que le
dieron soporte a su declaratoria sino, también, como medio para implementar
políticas que de otra forma no prosperarían.
las bases para que la recogiera y la incorporara en las cartas constitucionales,
como instrumento
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1988
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