Guerras Floridas

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Introducción
La guerra entre los pueblos mesoamericanos tuvo diversas finalidades, como ampliar la fuerza económica y
política por medio de la conquista territorios y sometimiento de sus habitantes para obtener tributos, así como
para capturar prisioneros que serían sacrificados en honor a los dioses. Otra peculiaridad de la actividad
guerrera fue la asociación de los acontecimientos de conquista con los ciclos astrales, particularmente el de
Venus.
A nivel ritual, algunas costumbres religiosas, como el sacrificio de ciertos animales y más aún el sacrificio
humano, se realizaron en casi todas partes como una forma de veneración y para tener protección y
benevolencia de los dioses.
En el horizonte posclásico, fue de gran importancia, pues se convirtió en la base del poderío de grandes
imperios como el mexica motivo por el cual se le clasifica como teocrático militarista. Para esta cultura el
sacrifico humano, tuvo un significado especial, pues estaba ligado estrechamente con la vida y el movimiento
de su mundo y el Universo, los cuales consideraban que debían ser renovados por medio del alimento sagrado
de la sangre y los corazones de los seres humanos. En este sentido los mexica−tenochcas se sentían como el
grupo escogido para proveer a los dioses de la comida divina y así poder sostener la existencia de todas las
cosas. Esto llevó a la creciente necesidad de obtener cada vez más el alimento sagrado, por lo que desde los
tiempos de Moctezuma se establecieron las guerras floridas, que se justificaron por su finalidad de obtener
prisioneros para ofrecer sus corazones a los dioses.
• Concepción de la guerra en el México prehispánico
La guerra en México, en la época prehispánica es un fenómeno muy complejo de características
sociopolíticas, económicas y religiosas, junto con el sacrificio humano, la esclavitud y la tributación impuesta
a los vencidos se oponen al concepto de un pueblo promotor de valores de bienestar y convivencia.
La expansión territorial convertía progresivamente al campesino agricultor en guerrero profesional, de
productor de bienes se convertía en miembro de una élite militar que debía ser sostenida por medio del tributo.
Cuando un pueblo era derrotado en la guerra tenía que pagar tributos al conquistador y debido a ello la guerra
se convirtió en la principal fuente de riqueza de la sociedad azteca. Así los mexicas dependían del tributo
impuesto a los vencidos de tal modo que Tenochtitlán vivía con holgura a costa de los pueblos conquistados.
La guerra sagrada era un deber cósmico y para hacerla existían reglas que se respetaban rigurosamente, para
atacar una ciudad se necesitaba un casus belli y uno frecuente era la agresión que recibían los comerciantes
durante sus viajes o la negativa a comerciar. Pero el conflicto no llegaba sino hasta después de agotar
negociaciones laboriosas por medio de delegaciones, regalos y discursos.
Los aztecas se abstenían deliberadamente de las ventajas que proporciona la sorpresa. Se dejaba al adversario
tiempo suficiente para preparar la defensa y hasta se le suministraban armas, aunque fuese de forma
simbólica. Detrás de ello hay que percibir la idea de que la guerra era un juicio de los dioses. Los guerreros no
trataban tanto de matar enemigos, sino de capturarlos, para sacrificarlos después.
Si bien la guerra buscaba capturar enemigos, el objetivo final era derrotar al adversario. La derrota era una
convención, la ciudad se declaraba vencida cuando los adversarios habían logrado penetrar hasta su templo,
incendiando luego el santuario de su dios tribal. La toma del templo equivalía a la victoria, pues así los dioses
habían pronunciado su sentencia.
Una batalla podía empezar con una incursión sorpresiva al campo enemigo para hacer cautivos, pero las
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guerras más importantes se iniciaban con una gran marcha, portando banderas y dando fuertes alaridos, al
toque de instrumentos musicales. Llevaban así mismo las imágenes de sus dioses y otras protecciones
sobrenaturales. Antes de ir a la guerra hacían varios ritos propiciatorios y de protección y durante la batalla
ejercitaban actos de magia chamánica como transformarse en águilas o jaguares.
El guerrero que iba a ser sacrificado pasaba un año en que se ejercitaba en toda clase de artes, ya que en cierta
forma representaba al dios viviente. Se desposaba con cuatro vírgenes las cuales, el día del sacrifico lo
acompañaban en una gran embarcación hasta el lugar donde estaba el gran templo. Ahí lo dejaban y él solo
subía por las escalinatas donde cuatro sacerdotes lo recibían para llevar a cabo el sacrificio. El pecho le era
abierto con un cuchillo y el corazón palpitante era presentado a Huitzilopochtli.
• Las Guerras floridas
La cultura azteca es particularmente notable por la práctica de sacrificios humanos a gran escala; los
ofrecimientos a Huitzilopochtli serían hechos para restaurar la sangre que perdió, ya que el sol era
confrontado en una batalla diaria. Esto prevendría el fin del mundo que podría suceder en cada ciclo de 52
años.
Los aztecas frecuentemente iniciaban guerras (las llamadas guerras floridas) con el intento de capturar
prisioneros para usarlos en los sacrificios. Existen múltiples relatos de los conquistadores capturados que
fueron sacrificados durante las guerras de la conquista española de México, aunque solamente Bernal Díaz
afirmó ser un testigo de ello.
Las guerras floridas (Xochiyaoyotl en náhuatl) fueron la cacería divina del hombre mesoamericano hecha por
el dios Sol. Para el hombre prehispánico el sol, al salir en el oriente, mataba con las flechas de sus
inumerables rayos de luz a las cuatrocientas estrellas. Vencía a la Noche y se hacía el Día. Era un guerrero
celeste, Ilhuicamina, flechador del cielo. Como el águila es el ave suprema cazadora del cielo, ella representa
al sol. El águila desciende sobre el nopal, y atrapa en sus garras las tunas florecidas que representan al corazón
del hombre, el cuauhnochtli, la tuna del águila.
La creencia profunda en la promesa de Huitzilopochtli en la seguridad que, desde las raíces más profundas
desde su pasado obcuro, les demosraba que los aztecas eran los escogidos, el pueblo a quien el dios había
hecho la promesa suprema; era la base de visión del mundo.
En los días de su miseria habían pagado con infinitos dolores la promesa de un futuro glorioso. Durante los
días de su triunfo, tenían que seguir soportando el terrible peso de conservar en vida a su dios, al sol. Cada
tarde cuando se ocultaba tras las montañas del oeste, surge la duda terrible: ¿logrará durante la noche vencer a
sus enemigos? ¿Podrá luchar contra los tigres y tantos terrores que lo van a atacar? ¿Volverá a nacer el día de
mañana? Para estar seguros de que así sería debía dársele fuerza, asegurar su triunfo sobre los enemigos.
El único alimento (desgraciadamente sobre todo para los vecinos de los aztecas) que le gustaba al sol era la
sangre humana. Por ello en toda lógica, la sangre resultaba indispensable para la sobre vivencia del mundo.
Pero también la necesidad más elemental de conservación y el egoísmo más obvio indicaban que había que
procurarse la sangre no sacrificando aztecas, sino sacrificando a otras gentes. Porque después de todo, los
aztecas no sólo se salvaban así mismos, sino al resto del mundo, el sol no era sólo para ellos, alumbraba
también a los demás. Así, hasta el rito aparentemente más cruel pretende justificarse lógicamente.
Para lograr este fin la guerra se hacía indispensable, ya que la sangre de los guerreros vencidos era la más
valiosa.
Entonces la guerra, necesaria como factor económico, es también necesaria como factor religioso. La guerra
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era muy común en el mundo de los aztecas. Siempre ellas tenían que defender su tierra y aumentar su región.
Pero había una base para la guerra en su religión (el sol necesitaba sangre y sacrificio para mantenerse). Por
eso, los cautivos de los aztecas eran muy importantes para los ritos religiosos. Y los sacerdotes siempre
necesitaban más.
Cuando los sacerdotes decían que el sol y los dioses necesitaban más comida, más sacrificios, dos pueblos
aztecas tenían una guerra florida solamente para sostener el sol. En estas guerras, los dos pueblos Aztecas
mandarían sus caballeros a un campo sagrado para el batallón. Eran un poco como los torneos de la Edad
Media en Europa, pero en esos los dos pueblos robaron al muerto.
Eran un tipo de guerra ritual propio del Valle de México en los siglos anteriores a la conquista consistente en
el acuerdo entre varias ciudades de organizar combates en los que se capturaban prisioneros de ambos bandos
que eran sacrificados ritualmente, frecuentemente se realizaban en condiciones de sequía extrema.
Pero morir en las guerras floridas era un honor, también. En la gran Piedra del Sol o Calendario Azteca, a los
lados de la cara del sol se ven las dos garras del águila aprisionando corazones humanos, y en la parte trasera
del monolito llamado el Teocalli de la Guerra Sagrada, está el águila posada sobre las tunas−corazones
producto del tunal divino que es el nopal. Allí mismo el águila muestra en su pico el jeroglifo atl−tlachinolli
formado por una corriente de agua y otra de fuego. La primera representa al líquido precioso que es la sangre
humana, o al atlati el lanzadardos, y la segunda al incendio de los templos, señal de la victoria.
La práctica tiene una justificación racional, ya que la guerra aliviaba también la presión demográfica en
tiempos de escasez. Además dada la práctica mesoamericana del sacrificio de prisioneros y la ingesta de parte
de sus cuerpos, estas guerras a través del sacrificio humano permitían enriquecer la dieta en proteínas de las
ciudades participantes en la guerra florida. Esta explicación de tipo material fue propuesta inicialmente por
Michael Harner y fue ampliada por Marvin Harris y ha sido muy polémica a pesar de la racionalidad y solidez
argumental de la propuesta.
Para proveer de víctimas a los dioses y de alimento a los hombres, se instituyó la costumbre de las guerras
floridas, con el exclusivo objeto de tomar prisioneros, sacrificarlos y comerlos []
El jeroglifo en el pico del águila es el grito que pregona la Guerra Florida. A ella iban los guerreros jaguares,
guerreros de la Noche, a luchar contra los guerreros águila, guerrero del Día. Iban al campo de batalla a
recolectar flores (corazones) porque en la piedra de los sacrificios, al golpe de cuchillo del sacrificador, surgía
la flor más preciosa, el corazón del hombre. De allí el nombre de Guerras Floridas. Los corazones eran
depositados en el cuauhxicalli, la jícara o vaso de águila, y a él descendía el guerrero celeste en forma de
colibrí a libar la miel (la sangre) de aquella flor preciosa. Esta guerra representa lo más sagrado de la religión
del hombre mesoamericano: la cacería de hombre hecha por Dios.
En ocasiones, los aztecas mataban a los cautivos más aristocráticos, notables por su valor en combate ritual:
encadenaban la víctima al piso, quien vestía solamente un taparrabos, le daban un arma falsa y un escudo, y
era muerto luchando contra un guerrero jaguar completamente armado. Se dice que cuando un pueblo era
derrotado, los sacerdotes aztecas seleccionaban de los cautivos, al guerrero más destacado de los adversarios y
lo tiraban por las escaleras del Templo Mayor.
Al terminar su caída, los intestinos eran utilizados para las fieras del zoológico, y el cuerpo era entregado al
guerrero. Este hervía el cuerpo y separaba la carne, se quedaba con los huesos como trofeo y partía la carne en
fragmentos muy pequeños que ofrecía a los señores, incluso de otros pueblos. Los señores pretendían comerla,
pero según algunos relatos, como el Códice Ramírez, y la relación del nieto de Nezahualcóyotl, la carne en si,
se consideraba que carecía de valor, por lo que era sustituida por carne de guajolote. A cambio de esta carne,
el guerrero recibía grandes obsequios: Joyas, plumas ricas, mantas finas y esclavos. Este era un método para
estimular a los guerreros exitosos y ayudarlos a subir en la escala social.
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Conclusiones
La guerra prehispánica no se parece a la actual, aquélla iniciaba y terminaba con una negociación basada en el
principio de que el vencedor favorecido por los dioses, tenía todos los derechos pero podía renunciar a ellos
por medio de una compensación o tributo. A cambio la cuidad vencida conservaba sus instituciones, sus ritos,
sus costumbres y su lengua. Esta concepción explica por qué la última guerra de Tenochtitlán terminó de una
manera tan desastrosa para la civilización mexica. Españoles y mexicanos no hacían la misma guerra; en el
campo de lo social y de lo moral, no pensaban en la guerra de la misma manera.
Todas las reglas tradicionales fueron violadas por los invasores, lejos de negociar antes del conflicto
asesinaban por sorpresa y en lugar de hacer prisioneros mataban a todos los guerreros. Cuando estaba todo
acabado, los dirigentes mexicanos no recibían la oferta del tributo que debían pagar. Ellos no concebían la
aniquilación total.
Cabe mencionar que a pesar de todo el concepto de guerra en mesoamérica (época prehispánica) es muy
similar al concepto occidental en la edad antigua, se basa en la práctica de magia, en la creencia de un dios
que guiaba y para ellos el cosmos era fundamental en la realización del acto guerrero, no se pelea con armas
de fuego y más aún, la guerra se llevaba a cabo basándose en una ideología distinta a la de épocas posteriores,
si bien los objetivos son similares en todas las etapas de la historia (políticos, expansivos, económicos, etc),
cada paso que se daba en la antigüedad estaba guiado y justificado por el aspecto religioso, o mejor dicho, por
los dioses de la guerra; si los dioses querían la guerra se ganaba o se perdía, las señales indicaban si se debía
seguir o esperar, en fin es por esas semejanzas que considero que el estudio de la guerra en México en la
época prehispánica puede empalmarse con el estudio de guerra en la edad antigua en el viejo Mundo.
Bibliografía
• COSSIO Villegas Daniel, Ignacio Bernal, et.al. Historia mínima de México, México, El Colegio de
México, 1994.
• COSSIO Villegas Daniel, Ignacio Bernal, et.al. Breve historia de México, México, El Colegio de
México, 2001.
• FLORESCANO Enrique, Historia de las Historias de la nación mexicana, México, Ed. Taurus, 2002.
• IBARRA Carlos, Historia de México, Ed. Cajica, 1963.
• SEMO Enrique (coordinador), México un pueblo en la historia I, México, Alianza editorial, 1998,
vol. 1.
Índice
Página
Introducción
1
• Concepción de la guerra en el México prehispánico
2
• Las Guerras floridas
4
Conclusiones
8
Bibliografía
9
Índice
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La época prehispánica se dividió en tres grandes periodos: el preclásico, el clásico y el posclásico, este último
es el de mayor esplendor de las culturas mesoamericanas antes de la conquista.
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La chamanería es un tipo de magia que se practica comúnmente en América latina y consiste en una serie de
ritos que están encabezados por un hechicero dotado de poderes sobrenaturales para sanar a los enfermos,
adivinar, invocar a los espíritus y convertirse en animales, a estos personajes también se les llama nahuales.
Daniel Cosío Villegas, Historia mínima de México, México, 2001. pp. 48
Ibarra, Carlos, Historia de México, México, 1963, p.p.20
Hay muchas versiones de lo que es un guajolote en México. En la actualidad, de una forma más popular el
pavo es conocido así, sin embargo su origen viene desde la época prehispánica, en la leyenda de los soles, en
donde se dice que los hombres se volveron guajolotes, tratando de insinuar que eran uno sgrandes monstruos;
otra versión es que guajolote viene de hua (relativo al monte, selva, vegetación, árboles, etc) y xolotl (payaso
o bufón), es decir payaso de la selva dicho así por su aspecto gracioso.
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