LA ECONOMÍA DE CARRERA (2ª PARTE): FACTORES DE LOS QUE DEPENDE Y ENTRENAMIENTO Autores: Daniel A. Boullosa Álvarez y José Luis Tuimil López INEF de Galicia; Universidade da Coruña E-Mail de contacto: [email protected] Palabras clave: economía, carreras de fondo, entrenamiento, velocidad aeróbica máxima. RESUMEN Diferenciando entre factores extrínsecos o intrínsecos, son muchas las variables o fenómenos que pueden influir, positiva o negativamente, en el consumo de oxígeno del corredor a velocidad estable. De los factores extrínsecos, que son aquellos ajenos al propio corredor como sistema biológico, nos fijaremos en los factores ambientales o meteorológicos, al calzado y a la superficie sobre la que se realiza el esfuerzo. Las características de estos factores y sus interacciones, nos pueden aportar valiosa información para optimizar la EC, tanto en situación real de competición como a la hora de proceder a su valoración. De los factores intrínsecos, que son los relativos a la estructura y funcionamiento del organismo del corredor, nos referiremos a la variabilidad biológica (antropometría, raza, sexo y edad) y a los factores biomecánicos (cinemáticos, cinéticos, tipología de las fibras y elasticidad), relacionados estos últimos con parámetros fisiológicos como la velocidad aeróbica máxima (VAM). En el último apartado de este trabajo, citaremos algunos ejemplos de estrategias novedosas y originales, aparecidas en la literatura reciente, encaminadas a mejorar la EC mediante el entrenamiento. De la variedad de tratamientos, parece que los relacionados con los factores neuromusculares son los que están cobrando un mayor protagonismo. Key words: economy, distance running, training, maximal aeróbic speed. SUMMARY If we difference between extrinsec and intrinsec factors to runner, there are many fenomena that could influence, positively or negatively, in oxygen uptake at constant velocity. From the extrinsec factors, that are those strange to runner like biological system, we will look to the ambiental or meteorological factors, shoes and to the ground where the effort is taken place. Characteristics of these factors and their interactions, could give us interesting information to optimize running economy (RE), both in real competition task and when we proceed to her valoration. From the intrinsec factors, that are those relative to the structure and working of runner´s organism, we will refer to biological variability (anthropometry, race, sex and age) and to biomechanical factors (kinematics, kinetics, fiber type and stiffness), related the later with physiological parameters like maximal aerobic speed (MAS). In the last chapter of this work, we will speek about some examples of cool and latest strategies, published in recent literature, focused to improve RE with training. From the variety of treatments, it seems that those related with neuromuscular factors are getting stronger importance. 1. INTRODUCCIÓN Una vez aclaramos el concepto y significado de la EC en la primera parte, discutiendo los factores que se deben controlar para su correcta valoración, nos vamos a centrar ahora en los factores que influyen en la EC y qué estrategias, según la bibliografía reciente, pueden servirnos para mejorar este parámetro de rendimiento. De la multitud de factores que pueden beneficiar o perjudicar a la EC, son los factores neuromusculares, o los relacionados con la capacidad anaeróbica de los corredores, los que parece que están cobrando importancia en la literatura científica sobre la resistencia. Lejos de parecer una moda, es probable que el acceso a las nuevas y modernas tecnologías de valoración neuromuscular posibilite la consideración y estudio de estos parámetros que, aunque ya existían antes, estaban lejos de despertar el interés que otros parámetros como el VO2 generaban entre los fisiólogos del deporte. Estos nuevos fenómenos de estudio parece que están ayudando a poner en entredicho el modelo tradicional del rendimiento en resistencia (Noakes, 1988). Esta discusión, mantenida entre la elite científica del deporte (2000), está propiciando la aparición de nuevos modelos que expliquen y definan el mapa conceptual del rendimiento en los deportes de resistencia cíclica (Figura 1). En un último apartado, hablaremos del entrenamiento de la EC que, aunque pudiera considerarse como un factor extrínseco, no lo es desde nuestro punto de vista, porque lo consideramos un proceso complejo que abarca facetas y variables tanto intrínsecas como extrínsecas al corredor y en el que intentar diferenciar sobre qué variable(s) determinada(s) ha influido, es muy difícil. En esta revisión mencionaremos algunas de las estrategias más novedosas y originales publicadas en la bibliografía reciente. Entrenamiento de resistencia Capacidad y Potencia aeróbica -Transporte de O2 - Utilización de O2 VO2máx Entrenamiento de Fuerza y Velocidad Capacidad y Potencia anaeróbica - Glicólisis + Ac. láctico - Almacenam. PCr + Utilización Umbral Anaeróbico Capacidad neuromuscular - Control neural - Fuerza muscular + elasticidad Economía de carrera VMART RENDIMIENTO EN CARRERAS DE FONDO Figura 1. Modelo hipotético de los determinantes de rendimiento en corredores de resistencia bien entrenados. PCr, phosphocreatina; VO2máx , máximo consumo de oxígeno; V MART, velocidad pico en el MART (maximal anaerobic . running test) (Extraído de Paavolainen, 1999b) 2. FACTORES QUE INFLUYEN EN LA EC Siguiendo la clasificación de Fredericks (1992), los factores que influyen en la economía de movimiento (EM) son extrínsecos o intrínsecos al sujeto. De los factores extrínsecos, nos referiremos a los factores ambientales, al calzado y a las características de la superficie. En cuanto a los factores intrínsecos, fijaremos nuestra atención en los referidos a la variabilidad biológica (antropometría, raza, sexo, edad y factores psicológicos) y a los biomecánicos (cinéticos, cinemáticos, tipología de las fibras musculares y elasticidad), relacionados estos últimos con parámetros fisiológicos tales como la velocidad aeróbica máxima (VAM). 2.1 Factores Extrínsecos 2.1.1. Factores Ambientales La resistencia al aire o viento de marcha, y la resistencia al viento o viento relativo, definido como la resultante entre el viento real y el viento de marcha (Aguado, 1993), son los factores ambientales que más influyen en el rendimiento y, por ende, en la EC. La resistencia al aire aumenta con el cuadrado de la velocidad, lo que significa que a velocidades altas (p.e. velocidad aeróbica máxima) su influencia es mayor. Según Pugh (1970,1971) el VO2 añadido debido a la resistencia al aire debería incrementarse con el cubo de la velocidad de carrera (Pugh, 1970, 1971). Por ejemplo, el costo energético de la carrera debido a la resistencia al aire suma un 8% de total al correr un 5000 m. Davies (1980) estimó que supone entre un 4 y un 2% del VO2 máximo en carreras de media distancia y maratón respectivamente. Posteriormente, Léger y Mercier (1984) revisando la cuestión a partir de los datos ya existentes en la literatura, concluyeron que en pista, entre 8 y 25 km·h -1, el VO2 = 3.5 * velocidad, para una población adulta a partir de las estimaciones del consumo de O2 en tapiz rodante, añadidos al consumo determinado por Pugh (1971) para la resistencia contra el viento, resultando más la diferencia de la carrera en pista respecto de la carrera en tapiz rodante a partir de los 15 km·h-1. En este sentido, señalar que, según Jones y Doust (1996), una inclinación en el tapiz rodante de un 1% con estadios de una duración de 5 min. y a velocidades comprendidas entre 2.92 y 5 m·s-1, equipara el consumo de oxígeno obtenido en las mismas condiciones en pista. Siguiendo a di Prampero (1986), el dispendio energético contra el viento es directamente proporcional a la densidad del aire, que en sí es una función de la presión barométrica (PB) y la temperatura (T). De esta forma, se puede interpretar que una mayor altitud beneficia al corredor por la disminución que existe en la densidad del aire. Esto no es cierto si entra en consideración que, a mayor altura, también es mayor la dificultad para captar oxígeno, pues se produce una caída en la presión parcial de éste. Así, Péronnet et al. (1991) determinaron que, para carreras de medio fondo y fondo, la altitud perjudica al rendimiento por la reducción en la máxima potencia aeróbica. En relación a esto, Morgan y Craib (1992) referencian que la demanda aeróbica submáxima al nivel del mar era significativamente mayor que la carrera en altitud, tanto en tapiz rodante como en pista, sugiriendo como explicación posible que la demanda menor de energía requerida es debida a la menor densidad del aire en altitud a pesar del mayor esfuerzo para ventilar. Más recientemente, Sproule (1998) comparó el efecto de un ambiente húmedo y cálido (25-35ºC; 66-77% humedad relativa) en la EC, contrastándolo con mediciones en laboratorio en condiciones neutras (22-23ºC; 56-62% humedad relativa). Se concluyó que el deterioro de la EC a 3 m·s-1, después de correr 60 min. al 80% del VO2 máx , ocurría independientemente del ambiente. Este aspecto es de suma importancia en los planteamientos tácticos que se determinen en competición. Así, Pugh (1971) estimó que un atleta corriendo a 1 m por detrás de otro debería tener una resistencia al aire disminuida en un 80%, lo que supone una reducción en el coste energético de aproximadamente un 6%. En un estudio posterior, Kyle (1979) calculó que un espacio de 2 m reduce la resistencia en un 40%, restando un coste energético de un 3%. Además de esta estrategia, otros aspectos pueden influir en una mejor aerodinámica. Los experimentos que Kyle & Caiozzo (1986) realizaron en un túnel de viento muestran que, entre otros, la ropa floja, los calcetines y el pelo largo, son fuentes significativas de resistencia al aire, aunque no de forma muy importante, pues no parecen incrementar en más de entre 5 y 15 segundos el tiempo en una maratón. En resumen, la influencia del viento es grande a velocidades elevadas y en pista, siendo inexistente si la valoración es en laboratorio. Una menor densidad del aire con la altitud, aunque pudiera favorecer al corredor, parece que no es tan determinante al disminuir también la presión parcial de oxígeno y, por lo tanto, disminuir también la captación de oxígeno. En competición, es interesante considerar el ahorro energético que supone correr con la ropa apropiada y por detrás de los rivales. 2.1.2. El Calzado Según los estudios que han examinado la potencial influencia del calzado en la demanda aeróbica de la locomoción, se puede decir que un calzado más pesado produce un consumo de O2 más elevado a razón de un 1% por 100g de peso añadido en cada zapatilla (Tabla 1) (Fredericks, 1985). Las propiedades de amortiguación del calzado también parecen tener importancia en el coste metabólico (Williams, 1990). Así, Morgan et al. (1996) comparando un prototipo de calzado diseñado para potenciar el recobro de energía elástica con otro modelo convencional de igual peso, encontraron un menor coste metabólico de 1.1% para el prototipo, que se magnificaba cuanto mayor era la velocidad. Según Williams (1990), debe buscarse un equilibrio entre la tendencia a reducir el coste metabólico añadiendo propiedades de amortiguación, con el coste metabólico adicional resultante del peso añadido. Según Aguado (1993) y Novacheck (1998), no parece que las propiedades de amortiguación de unas marcas de zapatillas respecto de otras resulten en una diferencia significativa en las propiedades de amortiguamiento. Velocidad (m·s-1) Δ VO2 (ml·min ) -1 3.83 35 4.13 39 4.47 33 4.88 30 Tabla 1. Incremento de la demanda aeróbica con un peso extra de 100g (Extraído de Frederick, 1985) La elección de las zapatillas ha de comprender las características individuales (p.e pronador) para garantizar un apoyo correcto. Respecto de la influencia de estas propiedades en el mayor riesgo de lesiones, según James y Jones (1990), es más relevante la influencia del entrenamiento, con lo que sólo parece necesario cambiar de zapatillas cuando estas estén tan deterioradas que no conserven sus propiedades originales. 2.1.3. La Superficie Las cualidades que la superficie tenga para favorecer la eficiencia mecánica de la carrera, como son la elasticidad y la inclinación, pueden influir en la EC interactuando con el complejo músculo-tendinoso del atleta. McMahon y Greene (1979) determinaron un rango de elasticidad (ksurf) de la superficie de la pista que incrementaba la velocidad de carrera en un 2-3% con un descenso del 50% de las lesiones. Basándose en este estudio, Kerdok et al. (2002) comprobaron que a 3.7 m·s -1 en una plataforma con capacidad para regular la elasticidad del piso, un decremento del 12.5% suponía un descenso del 12% en el coste metabólico, con un incremento del 29% en la elasticidad del miembro inferior, sin alterar los parámetros mecánicos en el apoyo. Estos resultados parecen estar en concordancia con el trabajo de Bosco et al. (1987) en el que atribuye una diferencia en la eficiencia en el salto continuo en 1 min. a la deformación de la superficie, sugiriendo además que el hombre cambia su patrón neuromuscular para adaptar el comportamiento de la musculatura a las propiedades de amortiguamiento de la superficie. En este sentido, Dixon et al. (2000), que investigaron el efecto que tenían varias superficies de diferentes coeficientes de elasticidad en las variables cinemáticas de la carrera, concluyeron que, para algunos sujetos, el mantenimiento de picos de fuerza en el impacto similares para las diferentes superficies, se explicaba por ajustes cinemáticos tales como un incremento de la flexión inicial de rodilla en las superficies más blandas. Estos datos no eran suficientes para explicar este fenómeno en todos los sujetos, por lo que estos autores resaltan la necesidad de realizar análisis individuales para poder esclarecer los mecanismos implicados, dada la gran variabilidad individual en los mecanismos de adaptación. De reciente interés es el estudio del coste energético de la carrera en arena (Zamparo et al., 1992; Lejeune et al., 1998). A este respecto, el estudio de Pinnington y Dawson (2001) sobre la EC en arena de playa seca con y sin calzado, comparada con la EC en hierba en corredores recreativos y “iron men” de elite, nos apunta unos resultados bastante interesantes. Este estudio, que incluye la EC neta anaeróbica (resultante de la diferencia entre los valores de concentración de lactato en reposo y post-ejercicio), a partir del gasto energético estimado a partir de la concentración de lactato (di Prampero, 1981), concluye que el coste energético es mayor en arena que en hierba en los “iron men”, no encontrando diferencias entre correr descalzo o calzado en arena. Comparado con los corredores recreativos, los “iron men” son más económicos por tener una menor concentración de lactato y, por lo tanto, un menor coste energético anaeróbico. Si comparamos la EC neta total, los “iron men” eran más económicos sólo en la condición de carrera en arena descalzos. Otro aspecto a tener en cuenta al considerar la superficie sobre la que se corre es la inclinación del piso. Según Svedenhag (2000), en la carrera cuesta arriba, en la que la masa corporal es más activamente transportada contra la gravedad, la captación de oxígeno puede estar, teóricamente al menos, más relacionada a kg-1 que a kg-0.75. Contrariamente, el costo metabólico durante la carrera cuesta abajo es marcadamente más bajo que los costos asociados con la carrera en llano (Williams, 1990). Estas consideraciones cobran relevancia en las carreras de campo a través o en las de ruta, en las que los continuos toboganes pueden alterar o distorsionar la EC. Interesantemente, Klein et al. (1997), comparando tres trazados corridos en 35 min. a la velocidad correspondiente al umbral anaeróbico individual, encontraron que, frente a la carrera en llano control, dos trazados con 10 min. asignados de forma aleatoria con un 5% de inclinación, no alteraron significativamente, ni la mecánica de carrera (cinemática), ni los parámetros fisiológicos estudiados (FC, VO2 , y parámetros ventilatorios) en seis corredores entrenados en resistencia. De forma contraria, Staab et al. (1992), estudiaron a once corredores de fondo entrenados en cinco tramos de seis minutos, en tres combinaciones con o sin pendiente positiva y negativa del 5%, corridas a ritmo individual. Determinaron que el aumento de velocidad en los tramos cuesta abajo no permitía un mantenimiento del consumo de O 2, mientras en los de cuesta arriba suponían un incremento en la concentración de lactato, aún decreciendo el ritmo de carrera, con lo que el coste energético total era mayor y no constante para los dos trazados sinuosos comparados con el trazado totalmente llano. Para resumir, según Aguado (1993), es bien sabido por todos que las pistas desgastadas son más duras pero, al mismo tiempo, más rápidas. De todas formas, las propiedades de las pistas están muy estudiadas hoy en día para favorecer el rendimiento con el menor riesgo de lesión. Por otro lado, parece que las evidencias experimentales refuerzan el conocimiento que ya existía sobre el mayor costo metabólico que supone correr a ritmo no constante, como sucede en el caso de las carreras con subidas y bajadas, aunque no son todavía concluyentes los datos al respecto. 2.2. Factores Intrínsecos 2.2.1. Variabilidad Biológica (Antropometría, Raza, Sexo y Edad). Existe bastante controversia a la hora de definir las características antropométricas que influyen en el rendimiento de los corredores de fondo. Recientemente, Larsen (2003), en una revisión acerca de los posibles factores que explicasen la preponderancia de los corredores keniatas, se refiere a la posibilidad de que unas piernas más delgadas y alargadas que los corredores caucásicos pudiesen suponer una ventaja. Al respecto, Bergh (2003), en otra interesante revisión, aborda, entre otras, la cuestión de si una talla más pequeña y un menor peso corporal pudiesen suponer también una ventaja. Las razones aluden a que unas fuerzas de reacción del suelo menores en sujetos más ligeros, permiten mantener un volumen de entrenamiento mayor de alta intensidad con un riesgo disminuido de lesión. Además, una menor masa corporal podría suponer una ventaja desde el punto de vista termodinámico, ya que los sujetos más pesados producen y acumulan más calor, lo que podría resultar en un factor limitante al elevar el consumo de O2 y la frecuencia cardiaca pudiendo, de esta forma, no mantener la velocidad. En la tabla 2 presentamos un resumen de los factores antropométricos propios de una EC a partir de la fabulosa revisión de Anderson (1996). Altura media o ligeramente más baja para los hombres pero ligeramente mayor que la media para las mujeres Alto índice ponderal y físico ectomórfico o ectomesomórfico Bajo porcentaje de grasa corporal Morfología de la pierna que distribuye la masa próxima a la articulación de la cadera Pelvis estrecha Pies más pequeños que la media Tabla 2. Factores antropométricos asociados a una mejor EC (Anderson,1996) Coetzer et al. (1993), estudiando comparativamente diferentes parámetros fisiológicos, antropométricos y el entrenamiento en una población de corredores caucásicos y negros sudafricanos, ya advertían que los corredores de color eran más bajos y menos pesados con una masa magra mucho menor en los muslos que los corredores caucásicos. De entre todos los parámetros estudiados, la EC no explicaba el mejor rendimiento de los corredores negros y sí una menor concentración de lactato durante el ejercicio, además de detectar que éstos entrenaban más a intensidades mayores al 80% del VO2 máx . Estas observaciones están en la línea de las llamadas de atención que Bergh (2003) hace sobre cómo se obvian normalmente datos en los estudios, como por ejemplo el tipo de entrenamiento realizado. De todas formas, otro estudio más reciente (Weston et al., 2000) en el que se comparaban a corredores sudafricanos caucásicos y negros de iguales características antropométricas –excepto una mayor talla de los blancos-, e iguales rendimientos en los 10 km, sugiere que sí son una mejor EC y una mayor fracción del consumo de oxígeno al ritmo de competición, asociado a un pico de consumo máximo de oxígeno menor, las potenciales diferencias que favorecen el mayor éxito de los corredores africanos. Estas observaciones más ecológicas no invalidan, de todas formas, cualquier tipo de relación hallada en cualquier estudio más experimental. Al respecto, está asumido que los sujetos más pesados tienen una demanda aeróbica menor por kilo de peso (Bergh et al., 1991; Martin y Morgan, 1992), lo que de cara a la normalización del efecto de la masa corporal en la EC, debería, para una valoración más correcta de los atletas, determinarse el consumo máximo y submáximo de oxígeno en relación a kg-0.75 más que a kg-1. Al respecto, se ha comprobado, incluso, que añadiendo un 7.5% del peso corporal al tronco reducía el consumo submáximo relativo de O2 (Cureton y Sparling, 1980). Varios son los estudios, según Bergh et al. (1991), que añadiendo cargas adicionales al peso corporal han encontrado o desestimado esta hipótesis. Según Martin y Morgan (1992), la cuestión se centraría en cómo se distribuye la masa corporal, ya que de todos los trabajos revisados se concluye que es menos costoso energéticamente añadir masa adicional en el tronco que en las extremidades, a razón de un incremento de un 1% en el tronco, un 3.5% en el muslo y un 7% en los pies por kilo de peso añadido. Desde una perspectiva biológica, otro tipo de trabajos estudiaron el costo de la locomoción en animales (Kram y Taylor, 1990; Roberts et al., 1998a; Roberts et al., 1998b). Según estos estudios, en lo referente al diseño de las extremidades y su relación con el peso corporal y el desarrollo de la fuerza para la locomoción, parece que un mayor volumen en las extremidades neutraliza el beneficio de una mejor economía asociada a unas tasas menores en la producción de fuerza. El modelo en el que se basa, determina que el consumo de energía es directamente proporcional al peso corporal e inversamente proporcional al tiempo de aplicación de la fuerza para la locomoción, de tal forma que los animales bípedos, que teóricamente tienen la ventaja de tener miembros más largos que proporcionan pasos mas largos, usando fibras lentas más económicas, consumen más energía para una tasa de producción de fuerza determinada porque requieren un mayor volumen de volumen muscular para soportar su peso corporal. Evidencias más recientes desde esta perspectiva, pero en humanos (Wright y Weyand, 2001), confirman que las tasas metabólicas durante la carrera pueden determinarse a partir de las tasas de aplicación de fuerza en el suelo y el volumen de musculatura activada. Recientemente, McCann y Adams (2003), determinaron un consumo de oxígeno a velocidades entre 1.6 y 3.1 m·s-1 mayor en niños que en adolescentes, y también mayor de estos últimos que en adultos. Sin embargo, si se aplicaba el índice adimensional llamado “coste energético de locomoción independiente del tamaño” (size-independent cost of locomotion) (ml·kg-1) (SIC), definido como la cantidad de oxígeno neta usada para mover la masa de 1 kg a una distancia igual a la estatura, hallaron un mayor consumo de oxígeno en adolescentes que en niños o adultos, siendo los valores de estos últimos similares. El análisis de los resultados con la literatura indica que el pico en el SIC alrededor de los 15 años coincide con los cambios en la relación entre la longitud de la pierna y la estatura. Debe hacerse notar que el “SIC” anula variables como el metabolismo en reposo y el efecto dimensional del peso y la estatura. Estas cuestiones y una amplísima discusión son abordadas por Saibane y Minetti (2003) en una impresionante revisión sobre la biomecánica y la fisiología de la locomoción humana. Estos autores concluyen que comparando a niños, pigmeos y enanos con sujetos normales, no se encuentran diferencias cuando la velocidad es expresada en términos dinámicamente equivalentes, como ya señalábamos respecto del “coste de locomoción independiente del tamaño” (McCann y Adams, 2003). Para una mejor comprensión de la teoría original y las aportaciones posteriores sobre la equivalencia dinámica en la locomoción, se recomienda la lectura de Alexander (2005). Una lógica consecuencia de estas conclusiones, en relación a las dimensiones corporales, es el estudio de la EC en niños y adolescentes con vistas a comprender si estas diferencias son debidas a la antropometría, y si el crecimiento y el desarrollo son factores a tener en cuenta en la evolución de la EC. Aquí hay que señalar la dificultad de atribuir a estos factores, y no a otros de tipo madurativo o entrenamiento, las diferencias encontradas, aunque sí es cierto que esta mejora aparece con y sin la presencia de entrenamiento de carrera. Krahembuhl y Williams (1992) señalan como causantes de esta peor EC en niños, a unas mayores tasas metabólicas en reposo, un coste energético de la respiración mayor y unas frecuencias y amplitudes de zancada desaventajadas a iguales velocidades. Rowland (1990), al respecto, añade que la comúnmente asumida peor EC en niños respecto de los adultos, que va mejorando con el crecimiento hasta el final del desarrollo, puede atribuirse, entre otros, a factores tales como la ratio superficie/masa corporal, una mecánica de carrera inmadura, la relación fuerza-velocidad, o a diferencias en la aportación de energía por vía anaeróbica. Lo cierto es que un estudio más reciente (Ariëns et al., 1997) que presenta la gran ventaja de estudiar la EC longitudinalmente en una población de 84 varones y 98 féminas desde los 13 a los 27 años, corrobora una mejora en la EC con el paso de los años, señalando, además, a las chicas como poseedoras de una mejor EC que los chicos. Éste último apunte relativo a la diferencia en la EC entre sexos, es relevante en cuanto que, hasta ahora, la mayoría de los estudios determinaban, según Daniels y Daniels (1992), o igualdad entre sexos, o una mejor EC en los hombres, si bien ha de tenerse cautela al comparar ambos géneros, pues el resultado varía dependiendo de si el criterio de agrupamiento es la velocidad, el consumo absoluto o relativo de oxígeno o parámetros de rendimiento como la v VO2 máx . Al respecto, también es complicado determinar si las posibles diferencias son de tipo antropométrico o están implicados otros factores como, por ejemplo, el ciclo menstrual (Williams y Krahembuhl, 1997). Con todo esto, un estudio realizado con maratonianos de ambos sexos noruegos de nivel similar (Helgerud, 1995), en el que se controla la influencia del peso corporal en el consumo de oxígeno, indica que los VO2 máx y UAN superiores en los hombres se ven compensados por una mejor EC en las mujeres, lo que les permite correr la prueba a una proporción más elevada del VO2 máx . Un caso especial es el trabajo de Allor et al. (2000) que emparejaron a chicas adolescentes y mujeres de igual antropometría y VO2 máx con el objeto de determinar las diferencias en la EC. La mejor EC en las mujeres se pudo explicar en parte con un consumo de oxígeno pre-ejercicio menor, además de encontrar unas FC y frecuencia respiratoria mayores en las chicas, pero que no explicaban las diferencias encontradas entre ambos grupos. Por último, y de forma más aplicada, nos parece reseñable y original el estudio de Maldonado et al. (2002), en el que se estudia el coste energético de la carrera (Cr) relacionado con la masa corporal y la talla en corredores de diferentes especialidades. Este trabajo encontró un Cr y un VO2 máx mayores en los corredores de medio fondo largo (5000-10000 m) comparado con los de medio fondo corto y maratón en un test progresivo máximo en tapiz rodante. Asimismo, determinaron unas correlaciones del Cr con la altura (r = -0.86, p<0.001) y la masa corporal (r = -0.77, p<0.01), pero sólo en el grupo de medio fondo corto, con lo que concluyen que los corredores de fondo altamente entrenados muestran unos perfiles compensados de EC y VO2 máx (a mayor el primero, lo es el segundo y viceversa), y que las características antropométricas relacionadas con un buen rendimiento son diferentes en las distancias de fondo largo y medio fondo. En resumen, aunque no de forma concluyente, parece que algunas características antropométricas pudieran tener cierta relación con la mejor EC mostradas por los corredores africanos. Respecto de la influencia de estas características en las diferencias entre sujetos maduros e inmaduros o entre sexos, ha de tenerse cierta cautela por la influencia de otro tipo de variables y el parámetro de valoración elegido para la comparación. 2.2.2. Factores Psicológicos El estado psicológico, al menos de forma indirecta, parece guardar cierta relación con la EC, o por lo menos, como ha sugerido Crews (1992), existen estudios que muestran cierta relación entre la emoción, la percepción o la cognición, y el incremento o decremento del consumo de oxígeno en reposo y en ejercicio, aunque son pocos los que lo estudian en la marcha o la carrera, además de no controlar determinados factores que confunden la relación entre la EC y el estado psicológico. Según este autor, las técnicas de relajación podrían ser las más adecuadas para mejorar la EC. Williams et al. (1991) estudiaron diez corredores, cinco veces por semana, durante cuatro semanas, y correlacionaron la EC a la puntuación total en una escala sobre estados de ánimo, encontrando que los valores de mejor EC se correspondían con los perfiles de salud mental más positivos. Aunque aparentemente no relacionado, Williams y Krahembuhl (1997) encontraron una peor EC en la fase luteal media del ciclo menstrual que, paradójicamente, no se correspondía con las fluctuaciones en el estado de ánimo detectadas con la misma escala sobre estados de ánimo. En definitiva, aunque no existan suficientes estudio al respecto, parece que el estado mental y el ánimo pueden influir en la EC. Los ejercicios de relajación parecen los más indicados para dicho propósito. 2.2.3. Factores Biomecánicos Según Bailey y Messier (1991), de todos los factores biomecánicos que parecen influir de alguna manera en la EC, según los estudios empíricos, la longitud de zancada es el más importante. Al respecto, Williams (1990) señala que, en general, no han aparecido evidencias que indiquen que unas longitudes de zancada más cortas o más largas, en términos absolutos o relativos, se puedan asociar con una peor o mejor EC, aunque esto no quiere decir que este parámetro tenga su influencia con el gasto energético. En este sentido, parece que los corredores son más económicos con la amplitud de paso elegida libremente para cada velocidad, y no con amplitudes acortadas o alargadas (Morgan et al., 1994). En la revisión sobre la influencia de los factores biomecánicos en la EC, Anderson (1996) (Tabla 3) concluye que las relaciones de los diferentes parámetros biomecánicos son por lo general pobres e inconsistentes. Al respecto, Williams (1990) ya planteaba que es posible que la economía resultante en un individuo dependa de la influencia de un gran número de variables mecánicas, tanto económicas como no económicas, y que incluso cuando un individuo muestra características aparentemente relacionadas con una economía pobre, basada en resultados de grupos de corredores, sí hay razones para no pesar que esas mismas características son, de hecho, económicas para ese individuo. Con esto en mente, debemos ser cautos a la hora de considerar cualquier tipo de factor biomecánico en lo que respecta a su posible influencia en la EC. Un trabajo muy interesante por evaluar, al mismo tiempo, medidas cinemáticas, cinéticas y la actividad muscular, es el llevado a cabo por Kyröläinen et al. (2001), en el que valoraron la EC en 17 jóvenes corredores a 12-13 velocidades diferentes, desde los 3.25 m·s -1 a los 6.50 m·s-1. No pudiendo identificar ningún factor que explicase la EC de forma exclusiva, y asumiendo las limitaciones metodológicas inherentes, estos autores sí corroboraron que, a pesar de lo complejo de las relaciones de los diferentes parámetros estudiados, sí se constata que los corredores que son más económicos a una velocidad determinada, son más económicos, por lo general, a velocidades mayores. Kaneko et al. (1985), a su vez, hallaron un nivel de eficiencia mayor en los fondistas respecto de los velocistas, a velocidades menores de 7 m·s-1, al mismo tiempo que esta relación se truncaba a velocidades mayores, lo que parece indicar una cierta especificidad en la relación entre la EC y la velocidad específica de competición. Esta contradicción, en apariencia, se puede atenuar, según Williams (1990), valorando a los sujetos en un rango de velocidades y procediendo con un análisis de regresión en términos de economía. Lo cierto es que, como indica Noakes (2000), los atletas difieren, en la tasa de consumo de oxígeno a cualquier velocidad, y además, en la velocidad pico de carrera, con lo que de la interacción de estos dos parámetros resultan unas curvas de EC peculiares en cada corredor. Oscilación vertical pequeña del centro de masas Ángulo más pequeño de la rodilla durante el balanceo de la pierna libre Menor grado de movimiento pero mayor velocidad angular de la flexión plantar durante el despegue del pie Movimiento de brazos de menor amplitud Picos bajos de las fuerzas de reacción al suelo Rotación de los hombros más rápidas en el plano transversal Mayor ángulo de excursión de las caderas y hombros sobre el eje longitudinal y el plano transversal Tabla 3. Factores biomecánicos asociados a una mejor EC. (Anderson, 1996) 2.2.3.1. Tipología de las fibras musculares También existe bastante controversia, en lo referente a la relación entre la eficiencia y la velocidad de carrera, con la importancia que puede adquirir la tipología de las fibras musculares. Al respecto, Coyle et al. (1992) y Horowitz et al. (1994), encontraron una mayor eficiencia de las fibras tipo I en el rendimiento en resistencia, pero en cicloergómetro. Estos resultados están en concordancia con el trabajo de Bosco et al. (1987), en el que hallaron una correlación positiva entre el porcentaje de fibras tipo II y el costo energético de la carrera. Esto sugiere una mayor eficiencia de las fibras lentas, explicada por una mayor capacidad de estas fibras de acumular energía elástica a velocidades bajas, aunque este tipo de justificación mecánica no sea posible en el caso del cicloergómetro. Williams y Cavanagh (1987), al respecto, hallaron que los corredores más económicos, al comparar tres grupos según si su EC era alta, media o baja, exhibían una tendencia a poseer mayor número de fibras tipo I, aunque la correlación no resultó ser significativa. Más reciente, el estudio de Kyröläinen et al. (2003) en el que evaluaron la EC de diez jóvenes corredores de medio fondo a seis velocidades diferentes, revela una correlación entre el gasto energético y la cantidad de isomorfos tipo II de la cadena pesada de la miosina, corriendo a las velocidades próximas a la de competición (7 m·s-1). Estos hallazgos, que están en la línea de investigación más vanguardista respecto de la composición muscular y el rendimiento en carreras de velocidad y medio fondo y fondo (Andersen, 2000), aunque no son concluyentes, sí nos sugieren una cierta especificidad y relación entre la composición muscular y la EC, dependiendo de la velocidad específica de competición y la tendencia de la carga de entrenamiento. 2.2.3.2. El “Stiffness” (Elasticidad) Siguiendo con la explicación mecánica del retorno de energía elástica, nos merece especial atención el modelo “Leg Spring” (“Masa-Muelle”) propuesto por McMahon y Cheng (1990) y aplicado a la demanda aeróbica de la carrera por Heise y Martin (1998). Dicho modelo atribuye al sistema músculo-esquelético del atleta las propiedades de un muelle lineal con la masa equivalente a la masa corporal del sujeto, y predice y describe relativamente bien la mecánica de la carrera. Según el trabajo de Heise y Martín (1998), en la que se correlacionó la demanda aeróbica de 16 corredores aficionados con diferentes parámetros relativos al modelo, la relación inversa hallada entre Kvert, es decir, el “stiffness” efectivo vertical normalizado (la ratio entre la fuerza y el desplazamiento vertical del centro de masas, en el momento en que el centro de masas alcanza su punto más bajo), y la demanda aeróbica de la carrera (r = - 0.48), indica que los corredores menos económicos poseen un estilo de carrera más “blando” durante el contacto con el suelo. Previamente, He et al. (1991) ya determinaron un aumento del “stiffness” vertical con el incremento de la velocidad, aunque no varíe apenas con la disminución de la gravedad. Este dato viene reforzado por la conclusión a la que llegan Farley y González (1996) en el que, aplicando dicho modelo, concluyen que el ajuste más importante que el sistema realiza para acomodarse a frecuencias de carrera mayores, es el aumento de la elaticidad de la pierna, es decir, del “stiffness”. Además, otros estudios (Bourdin et al., 1993; Greene y McMahon, 1979) han demostrado un incremento del “stiffness” de la musculatura de las piernas con el incremento del peso corporal. En concreto, Bourdin et al. (1993), revelaron un decremento significativo del Cr con un incremento de la masa corporal del 9.3%. En la condición de sobrecarga, encontraron una actividad mayor del bíceps femoral y del gastrocnemio lateral durante la fase excéntrica del apoyo, lo que podría provocar una mejora del “stiffness” de la pierna en esta fase, asociándose a un incremento significativo de la frecuencia de zancada. El hecho de que el “stiffness” vertical sea más decisivo a la hora de mejorar la EC, se refuerza con el hecho de que el costo metabólico para generar fuerzas durante la carrera humana es, según Chang y Kram (1999), de dos tercios para generar las fuerzas verticales frente a un tercio para las fuerza horizontales. Además, según Heise y Martin (2001), el impulso vertical total y el impulso vertical neto, son las únicas fuerzas de reacción del suelo que correlacionan (r = 0.62; r = 0.60, respectivamente) con la EC, lo que puede estar relacionado con un requerimiento mayor de masa muscular en el apoyo, en 16 corredores aficionados a una velocidad de 3.35 m·s-1. Por último, reseñar la relación que algunos trabajos han encontrado entre algunas medidas de flexibilidad, como la dorsiflexión y la rotación de la cadera (Craib et al., 1996), o el test de “seat and reach” (Jones, 2002), y la EC. La explicación defendida por estos autores alude a un mejor retorno de energía elástica potenciado por una peor flexibilidad de las estructuras músculo-tendinosas del miembro inferior, lo que estaría relacionado con un mayor “stiffness”, contribuyendo además, con la reducción del trabajo de la musculatura estabilizadora, lo que supone un menor consumo de energía. 2.2.4. Velocidad aeróbica máxima (VAM) Desde que Noakes (1988) aludiera a la importancia de los “muscle power factors” (“factores de la potencia muscular”), responsables del incremento y la fuerza de la actividad de los puentes cruzados, pues encontró una correlación entre la potencia de la pierna y el tiempo en los 10 km., no han parado de surgir otros trabajos que se refirieran a las cualidades neuromusculares como las responsables de un mejor rendimiento en las carreras de resistencia. En otro trabajo de orientación similar, Paavolainen et al. (1999a) determinaron que la diferencia entre un grupo de corredores de nivel alto respecto de otro de nivel bajo, eran una mayor preactivación de los músculos gastrocnemios y unos tiempos de contacto menores durante un intento en 10 km. Esta preactivación óptima pudiera relacionarse con un “stiffness” mejorado debido a, como señala Kyröläinen (2001), un incremento de la actividad de los flexores plantares en el momento previo al apoyo. Por otro lado, la VAM, o Velocidad Aeróbica Máxima (para una revisión de la cuestión a fondo, ver Tuimil y Rodríguez, 2003) ha resultado ser un buen predictor del rendimiento en carreras de fondo, particularmente en corredores entrenados (Morgan et al., 1989; Noakes et al., 1990; Padilla et al., 1992), y relaciona en un solo término la potencia aeróbica y la EC (Léger y Boucher, 1980; Hill y Rowell, 1996). Según Noakes (1988), es incluso un mejor predictor del rendimiento que el VO2 máx , sugiriendo así que otros factores diferentes al consumo de oxígeno pueden estar implicados, ya que, como sugiere en otro trabajo (Noakes, 1990), es posible incrementar la velocidad sin incrementar el consumo de oxígeno, en corredores de elite que muestran un plató al final del test de VO2 máx . Al respecto, Tuimil et al. (2001), encontraron en la ejecución de la prueba progresiva en pista de la Universidad de Montreal (UMTT) (Léger y Boucher, 1980), unos tiempos de contacto menores en el grupo de corredores, con una VAM individual mayor respecto del grupo de no corredores deportistas entrenados en resistencia, sugiriendo como responsable una mejor eficiencia de carrera, ya que ambos grupos alcanzaron unos consumos máximos de oxígeno similares, lo que refuerza, más si cabe, el papel de los factores neuromusculares. Figura 2. Protocolo de valoración de la velocidad aeróbica máxima en el que el ritmo es impuesto por un ciclista. 3. EC Y ENTRENAMIENTO Morgan y Craib (1992), en la revisión que presentan sobre el efecto de diversos tipos de entrenamiento, ya avisan de lo equívoco de los resultados presentados por los diferentes autores, por la gran cantidad de variables implicadas y la dificultad a la hora de poder comparar unos trabajos con otros, además de las anteriormente citadas limitaciones metodológicas. Estos autores encontraron estudios que han conseguido modificar o no la EC con diversos tipos de entrenamiento, no pudiendo definir los mecanismos implicados, pues hasta ese momento no existían evidencias que confirmasen la validez o no de las hipótesis explicativas. Lo que sí parece más claro es, según Daniels y Daniels (1992), la pertinencia de la evaluación de la EC en la velocidad específica de competición, pues los corredores de medio fondo parecen más económicos que los de fondo largo a velocidades mayores y viceversa, con lo que, a la hora de interpretar los resultados, es necesaria una caracterización más precisa de la población estudiada para poder extrapolar esos datos a nuestra propia realidad. Ya más recientemente, Paavolainen et al. (1999b) mejoraron la EC y el rendimiento en 5 km, en 10 corredores de campo a través, mediante un entrenamiento de fuerza explosiva basado en saltos y carreras de velocidad, demostrando que la mejora de las características neuromusculares en corredores de fondo es altamente efectiva. En este mismo experimento mejoraron la VMART (velocidad en el test máximo de carrera anaeróbico), cuyo rendimiento viene determinado por la capacidad y potencia anaeróbicas y las características neuromusculares (Rusko y Nummela, 1996). Además, estos cambios no fueron acompañados de mejora en el consumo máximo de oxígeno en el grupo experimental, aunque sí en el grupo control. Con este trabajo, quedaba por primera vez demostrada la efectividad de un entrenamiento de este tipo en la EC, aunque ya había sido sugerido previamente por otros autores en estudios de tipo descriptivo (Bulbulian et al., 1986; Noakes, 1988; Houmard et al., 1991). Es a partir de este primer trabajo cuando surgen otros que, basados en la potenciación de las características neuromusculares, consiguen mejorar la EC. Así, los trabajos más vanguardistas de Turner et al. (2003) y Spurrs et al. (2003), confirman la efectividad de un entrenamiento de tipo pliométrico a la hora de mejorar la EC. Turner et al. (2003), con un entrenamiento de saltos, sentadillas y carrera en cuesta, durante seis semanas, mejoraron la EC en 18 corredores entrenados en resistencia sin cambios en el VO2 máx . En este estudio, sin embargo, no pudieron determinar el mecanismo implicado ya que no hubo mejora en la altura de los test de salto ni en variables relacionadas con la eficiencia. En otro trabajo, Spurrs et al. (2003), mejoraron la EC y el rendimiento en 3000m en 17 corredores varones con un entrenamiento pliométrico de 6 semanas, consistente en diferentes tipos de saltos. Aquí tampoco hubo cambios ni en el VO2 máx ni en el Umbral anaeróbico, sugiriendo la mejora del “stiffness” musculotendinoso como mecanismo explicativo. Otro tipo de estudio es el publicado por Millet et al. (2002) en el que observaron los cambios en la cinética de oxígeno y la EC en 15 triatletas que realizaron aleatoriamente o un entrenamiento de fuerza y resistencia simultáneo, o un entrenamiento de resistencia sólo. Señalar que el entrenamiento fue definido por los investigadores como de fuerza máxima (3-5 series de 3-5 repeticiones al fallo) y duró unas 14 semanas. Los resultados fueron una mejora de la fuerza máxima, la EC y la potencia de salto, no afectando ni al VO2 máx , el “stiffness” de la pierna o la cinética de oxígeno. Los autores indican que los factores limitantes en deportistas entrenados en resistencia son más de tipo local/periférico que central, sugiriendo que el reclutamiento de unidades motoras de tipo II, como consecuencia de una mejora de la fuerza máxima, si la frecuencia de zancada permanece invariable, como así sucedió en este experimento, permite un pico de tensión relativo menor en cada ciclo, volviéndose de esta manera más eficiente el movimiento. Este mecanismo ya fue determinado por Hoff et al. (1999) en una mejora de la economía de trabajo en ergómetro, en 15 esquiadoras que realizaron un entrenamiento de fuerza máxima durante 9 semanas. Además de una reducción en la carga relativa, Hoff et al. (1999) encontraron una anticipación del tiempo del pico de fuerza, sin cambios en el Umbral anaeróbico, mejorando significativamente (p < 0.001) el tiempo hasta la extenuación. Lamentablemente este trabajo no ha sido realizado con corredores, con lo que debemos tener cierta cautela con las conclusiones. Además de estos últimos estudios en los que se observa una mejora de la EC mediante el entrenamiento de los factores neuromusculares, existen otro tipo de trabajos que nos apuntan estrategias diferentes y originales. Mencionaremos a Caird et al. (1999) que consiguieron una mejora en la EC mediante entrenamiento con “biofeedback” consistente en técnicas de relajación y control de variables fisiológicas tales como el VO2 , la FC o el VE , intentando reducirlas durante el entrenamiento de EC al 70% de la VAM. Los siete corredores de fondo participantes consiguieron mejorar estas variables y así la EC, sin modificar otros parámetros como la VAM, VO2 pico , el Umbral de lactato o la eficiencia de los ciclos estiramiento-acortamiento. Por otro lado, y referidos a la VAM, citaremos el trabajo de Franch et al. (1998) en el que la mejora de la EC se relaciona con una reducción de las demandas ventilatorias ( VE ) (r = 0.77; p < 0.0001), resultando muy efectivos tanto el método continuo como el interválico largo, mientras el interválico corto fracasaba. Estas mejoras se acompañaron de una mejora de la VAM en estos dos métodos, y el Tlim en los tres métodos empleados, permaneciendo inalteradas variables cinemáticas y la composición muscular. En la misma línea, Billat et al. (1999), empleando un entrenamiento interválico a la VAM durante cuatro semanas, a razón de una sesión por semana, mejoraron la EC, la VAM, y disminuyeron la FC, en ocho atletas entrenados en resistencia, sin alterar el Tlim y el Umbral de lactato. Posteriormente aplicaron cuatro semanas de sobreentrenamiento, con tres sesiones semanales, que no tuvieron repercusiones relevantes sobre los parámetros investigados. Este tipo de estudios nos dan una idea de la utilidad de la VAM como parámetro a utilizar en el entrenamiento de la EC, aunque son muchas, todavía, las cuestiones planteadas por resolver. 4. CONCLUSIONES En este trabajo hemos visto como, tanto factores extrínsecos como intrínsecos al corredor, pueden influir de manera notable en la EC, destacando de entre todos ellos a los factores neuromusculares. Mientras el control de los factores extrínsecos es fundamental para una correcta valoración de la EC y el rendimiento, el control de los factores intrínsecos nos pueden orientar, tanto en la selección de talentos, como en la orientación de las cargas de entrenamiento. Sobre este último punto, parece interesante la relación que la EC y el VO2máx tienen en un parámetro como la VAM, que además de ser un buen predictor del rendimiento, es muy útil para la prescripción y el control del entrenamiento. 5. BIBLIOGRAFÍA Aguado, X. (1993). Eficacia y técnica deportiva. Barcelona: Inde. Allor, K.M., Pivarnik, J.M., Sam, L.J., and Perkins, C.D. (2000). Treadmill economy in girls and women matched for height and weight. J. Appl. Physiol. 89: 512-516. Anderson, T. (1996). Biomechanics and running economy. Sports Medicine 22: 76-89. Äriens, Geertje A.M., Van Mechelen, W., Kemper, Han C.G., and Twisk, Jos W.R. (1997). 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