Colegio Franciscano del Virrey Solís “Educar para la Justicia, la Paz y las Nuevas Relaciones” Bogotá D.C. ÁREA Filosofía PENSAMIENTO FILOSÓFICO EN SAN AGUSTÍN AREA Filosofía FECHA DOCENTE Gabriel Eduardo Sabogal Murillo Fuentes UD 2 Filosofía después de Aristóteles GRADO/CURSO DÉCIMO NOMBRE CRITERIOS DE EVALUACIÓN. - A B C Responder las preguntas de actividad en el cuaderno. LA FILOSOFIA AGUSTINIANA En principio Agustín está de acuerdo con los estoicos en que la Filosofía debe ser un saber de salvación, soteriológico. Pero la salvación para Agustín no se puede dar de «tejas para abajo», sino que está en otra vida; por ello dirá que la Filosofía, a la que suele llamar Sabiduría, es “el estudio de las cosas divinas”. O sea, que la Filosofía debe colaborar con la fe en la salvación del hombre, del alma humana. Acepta la división estoica de la Filosofía, así como la valoración de cada una de estas partes hecha por el estoicismo. Estas partes son: Lógica (dialéctica). Física. Ética. 1. LÓGICA O DIALÉCTICA AGUSTINIANA Bajo el término dialéctica comprende Agustín lo que hoy en día llamaríamos Lógica y, especialmente Gnoseología; es decir, en esta parte trata el santo preferentemente del problema del conocimiento (la Lógica como tal le interesó poco). La teoría del conocimiento de San Agustín la resumiremos así: a) Crítica del escepticismo; él conocía muy bien esta postura filosófica por su trato con los Académicos; al afirmar el escéptico “no podemos llegar a tener certeza de ningún juicio” se contradice, ya que al menos está seguro de la verdad del juicio “no podemos estar ciertos de nada”; por otra parte, aun suponiendo que yo siempre me equivocara, que siempre estuviera en el error y en la duda, también es indudable la verdad del juicio “si me engaño, existo” (“si enim fallor, sum”), ya que un ser inexistente no puede ni engañarse ni dudar (siglos después Descartes formulará, como veremos, algo semejante). Por último, la conciencia del hombre le da plena seguridad de la verdad de los primeros principios lógicos (como el de identidad o no contradicción), primeros principio éticos (como: «haz el bien y evita el mal»), e igualmente de la realidad de un mundo exterior. Parece que al afirmar esto último San Agustín no se muestra con una mentalidad crítica muy aguda; la realidad del mundo exterior es muy discutible; pero esta mentalidad crítica no aparecerá hasta Descartes. b) Distingue entre varios tipos de conocimiento: el sensible, el racional inferior y el racional superior. 1. El conocimiento sensible; la sensación, es algo realizado por el alma, siendo los estímulos externos mera ocasión para que el alma sienta; toda la actividad en el fenómeno de la sensación es anímica; es evidente la influencia platónica. La impresión de la luz sobre mi retina no es la causa de que yo vea un color verde; sólo es mera ocasión para que mi alma produzca en ella la visión del color verde. Este conocimiento sensible sólo engendra “dóxa”, opinión mudable y sin valor, como lo son las cosas que con él conocemos, las cosas y fenómenos concretos y materiales. 2. El conocimiento racional inferior; es un conocimiento obtenido por la razón, en una actividad inferior de la misma; con él conocemos lo universal y necesario, pero relativo a lo temporal; es el conocimiento que llamamos ciencia, como puede serlo el conocimiento matemático. Por supuesto que este conocimiento no lo extrae el alma de las cosas materiales, sino que lo produce la razón de sí misma; hay en Agustín un innatismo precursor del de los racionalistas modernos, que ya estudiaremos: las ideas universales y necesarias no se obtienen a partir experiencia sensible, sino que se originan en la razón siendo el conocimiento sensible, a lo más, mera ocasión para que la razón produzca tales ideas, que surgen de ella como Atenea salió de Zeus. (Sigue la influencia platónica). 3. El conocimiento racional superior; lo llama Agustín sabiduría, y es, en realidad, el conocimiento filosófico; versa sobre las verdades universales y necesarias del orden ético y religioso; son verdades eternas e inmutables; por él conocemos racionalmente, por ejemplo, los principios éticos, la existencia e inmortalidad del alma o la existencia de Dios. Este conocimiento, por supuesto, no puede ser obtenido a partir de la sensación, pero tampoco puede el alma extraerlo de sí misma, no es innato al alma; para San Agustín, la perfección y excelsitud de tales conocimientos están tan alejadas de la imperfección de este mísero mortal que es el hombre, que no ve otra posibilidad para explicarlo que recurrir a la actividad de Dios, a una iluminación que Dios concede al alma, a la razón, luz que le permite captar tales conocimientos (precisamente por carecer de esta iluminación, y pese a su elevada inteligencia, los paganos no llegaron a ellos). c) ¿Qué es en realidad la iluminación agustiniana? a. La iluminación consistiría en que el alma ve tales verdades en Dios, en la propia esencia divina; es la tesis ontologista, defendida por Malebranche y Gioberti. Parece que no era éste el pensamiento de Agustín. b. Dios iría comunicando directamente tales ideas y verdades al hombre en un momento dado de su existencia y con ocasión de algunas sensaciones; es como si Dios depositara en la razón y ésta recibiera pasivamente tales verdades; es la interpretación ideogénica, de Portalié. 1 c. La iluminación consiste en que Dios concede a la razón un poder, una “virtus” especial que faculta a dicha razón para que, por ella misma, alcance tales verdades eternas; la iluminación sería una fuerza comunicada por Dios a la razón humana que le concede poderes que en su estado natural y normal no tiene. Es la tesis más comúnmente admitida. d. La iluminación no es sino la capacidad natural de la razón para captar las verdades eternas, capacidad que participa de la luz divina, pero de la misma manera que cualquier ser creado participa de la causa que lo creó. Es la tesis de Santo Tomás de Aquino, que identifica la iluminación agustiniana con lo que Tomás llama entendimiento agente. Esta interpretación no es aceptable. e. La iluminación consistiría no en un poder concedido a la razón humana para que pueda llegar a captar verdades que de otro modo serían incaptables por ella; la iluminación es una luz que recae sobre tales verdades, que de suyo son oscuras e inasequibles para la razón y, al ser iluminadas, se hacen captables (del mismo modo que en una habitación oscura no vemos nada; abrimos la ventana y la luz del sol no aumenta el poder de nuestro ojo, sino que recae sobre los objetos y de invisibles los hace visibles). 2. LA FÍSICA AGUSTINIANA Por Física entendía San Agustín lo que entendían los estoicos o cualquier filósofo griego, es decir, el estudio de la “físis”, de la Naturaleza. Su objeto es, pues, el ser natural; pero ser natural es tanto un árbol o una piedra como el hombre o Dios. Todo lo existente en la realidad era lo que estudiaba la Física en aquellos tiempos. Las teorías físicas de San Agustín pueden dividirse en tres apartados: el estudio del mundo material, el estudio del hombre, el estudio de Dios. a) El mundo material; para Agustín, los seres materiales están constituidos por materia y forma, de acuerdo con la teoría “hilemórfica” aristotélica. Pero lo más interesante es su teoría —de origen estoico— de las “rationes seminales”, de las “razones seminales”. Dios depositó en la materia un conjunto de fuerzas, de semillas, en estado de latencia, semillas que germinan y originan los seres particulares cuando se producen una serie de circunstancias oportunas y adecuadas. En consecuencia, todos los seres naturales están creados desde el principio del mundo, unos en acto, otros en potencial como “rationes seminales”. Pongamos un ejemplo: Dios, al crear el mundo, creó en acto determinados seres (en lenguaje actual, diríamos que tales seres fueron un conjunto de partículas elementales atómicas); pero en potencia, como “razones seminales”, creó todos los demás seres, el sol, el primer planeta, la Tierra, el primer ser viviente, el ammonites, el brontosaurio, el Australopiteco, el Pitecántropo, el hombre. A medida que se produjeron las circunstancias oportunas, estos seres fueron sucesivamente pasando de la potencia al acto, de “razón seminal” a ser natural. Evidentemente esta concepción es algo grandioso; los seres naturales no han sido creados todos en acto simultáneamente, sino que han aparecido unos detrás de otros: Agustín no es fijista (se llamó “fijistas” a los que sostenían que Dios creó simultáneamente todos los seres naturales y que estos seres siempre fueron los mismos, es decir, que desde el primer momento de la creación ya existían el gato, el león y el hombre), sino evolucionista. ¿San Agustín evolucionista, precursor de Lamarck y de Darwin? En cierto sentido sí; en cierto sentido, no. Es evolucionista en cuanto que, como hemos visto, para él no todos los seres, entre ellos los vivientes, fueron creados al mismo tiempo por Dios en acto; es decir, que en consecuencia hubo una sucesión de formas vitales a lo largo de la historia del mundo y de la Tierra. En esta visión, realmente genial, Agustín se presenta como lo que realmente fue, un portentoso pensador. No es evolucionista porque en ningún momento habla el santo de que unas especies vivientes procedan de otras por transformación; y esto es básico para la concepción evolucionista. San Agustín es, pues, un evolucionista a medias; pero ser evolucionista a medias en el siglo IV es algo extraordinario. b) El hombre; para San Agustín, el hombre está compuesto de materia (el cuerpo) y de forma (el alma). Pero de ambos principios componentes el valioso es el segundo. De nuevo Platón proyecta su sombra sobre el santo. Tanto es así, que Agustín dirá que el hombre es un alma racional que utiliza un cuerpo mortal y terreno; el hombre es alma, alma que, eso sí, usa de un instrumento, como pueda el escultor usar de un cincel. La unión entre cuerpo y alma será pues, como decía Platón, accidental. Por otra parte, Agustín dirá, en “los Soliloquios”, y con toda claridad, que los dos únicos temas que de verdad le interesan son el alma y Dios; y nada más. Acerca del alma, San Agustín se plantea tres cuestiones fundamentales: 1. En cuanto a su naturaleza, el alma es una sustancia espiritual, simple, indivisible, que realiza sus funciones a través de diversas facultades, entre las que destacan la memoria, la inteligencia y la voluntad (San Agustín verá en la unidad del alma junto con su pluralidad de tres facultades una imagen, imperfecta por supuesto, del misterio de la Trinidad). 2. El destino del alma; después de la muerte del hombre, el alma subsiste, ya que es inmortal; y no podría ser de otro modo, ya que un ser que es espiritual es simple; si es simple, no tiene partes; y si no tiene partes, no puede descomponerse en sus partes, y la muerte no es si no una descomposición (argumento de claro matiz platónico). Además, si el alma conoce, comprende, participa de las verdades eternas e indestructibles, tendrá que ser ella indestructible, dado que sólo lo semejante conoce a lo semejante (este principio fue formulado ya por Empédocles). 3. ¿Cuál es el origen del alma? San Agustín dudó entre dos explicaciones: el creacionismo y el traducionismo o generacionismo, duda que persistió incluso en “las Retraciones” (obra que contiene una crítica de todos sus trabajos). ¿Por qué esta persistente duda? El creacionismo sostiene que el alma es creada por Dios en el momento en que surge un nuevo cuerpo humano (el instante concreto de esa creación, si es simultánea a la generación o formación del zigoto o posterior, es cuestión aun hoy muy controvertida). Pero en esta teoría San Agustín veía una dificultad muy fuerte para él, derivada del dogma del pecado original: ¿cómo puede crear Dios almas en pecado, almas manchadas, almas imperfectas? El generacionismo o traducionismo —teoría que ya parece en Tertuliano— sostiene que el alma es generada por los padres al igual que el cuerpo, que el alma “pasa de los padres a los hijos” (el latín “traducere” significa “pasar de un 2 lado a otro”). Así se explica muy bien el pecado orinal; Adán y Eva pecaron, su alma quedó manchada y esta mancha se ha ido transmitiendo de padres a hijos. Pero surge una terrible y poderosa objeción: si el alma es simple, ¿cómo puede pasar de padres a hijos?; los padres no pueden ceder a sus hijos parte de su alma, porque el alma al ser simple no tiene partes; podrían, eso sí, cederles toda el alma; pero eso supondría que en el acto de la generación los padres morirían, que el tener un hijo implicaría la muerte de los padres: lo que evidentemente no sucede. c) Dios, el tema central para Agustín. Respecto de las doctrinas del santo sobre Dios veremos lo siguiente: 1. La existencia de Dios se demuestra con diversos argumentos; por el testimonio de la conciencia universal (todos los pueblos han creído en un Ser Supremo) y de la conciencia individual (si buscamos en sus profundidades, sentimos la presencia de Dios; a este respecto Agustín dirá que la verdad se encuentra en el interior del hombre; si se quiere demostrar que Dios existe, no mires al exterior, penetra en tí mismo, ya que en tu interior está la verdad); por el orden del universo, ya que todo orden implica un Ordenador; pero su argumento básico y más querido por él es el derivado de las verdades eternas. Consideremos la proposición 2 + 2 = 4; esta proposición es verdadera, y además el entendimiento humano ve claramente que es así y no puede ser de otra manera, que es imposible que cambie, que es una verdad eterna; pero toda verdad tiene que tener un fundamento; ese fundamento no pueden ser las cosas creadas, todas cambiantes y quizás excesivamente cambiantes; el fundamento de la inmutabilidad y eternidad de las verdades eternas tiene que estar en un ser que sea a su vez inmutable y eterno, es decir, en lo que llamamos Dios. 2. Respecto de los atributos divinos; San Agustín atribuye a Dios, como es lógico, todas las perfecciones en grado sumo, insistiendo en la unicidad de Dios (que hay un sólo Dios) a causa de la difusión por aquellas épocas del maniqueísmo, el cual, como ya hemos visto, era dualista. También destaca la bondad, por influjo de la importancia dada por Platón a la idea del Bien. Pero para San Agustín el atributo más característico de Dios es la inmutabilidad; es el que más le diferencia de los seres creados, tan esencialmente mutables, y es el atributo del que lógicamente se derivan todos los demás; en resumen, es el atributo que constituye lo que después la Teología llamará la esencia metafísica de Dios o constitutivo formal de Dios, es decir, aquel atributo que en el orden lógico de la razón humana es el primero de todos los atributos, —no en la real esencia divina, en la que todos los atributos son iguales y se identifican entre sí—, de manera que de él se derivan todos los demás, siendo, por tanto, el atributo en mayor grado diferenciador de Dios en relación con los seres creados. 3. El ejemplarismo agustiniano; el conocimiento que Dios tiene de su propia esencia implica el conocimiento de todas y cada una de las esencias de todos los demás seres finitos, tanto de los realmente creados como de todos los demás seres posibles pero no reales; en efecto, las ideas de todas las cosas están en la mente divina, en el Logos, en el Verbo. Las ideas que Dios tiene de cada uno de los seres son modelos, ejemplos, de los seres creados; ejemplos o arquetipos con acuerdo a los cuales Dios los creó. De nuevo, en este ejemplarismo, vemos la influencia de Platón, a través de Filón de Alejandría; y el ejemplarismo fue una de las teorías agustinianas que mayor influjo ejercería sobre el pensamiento medieval. 3. LA ÉTICA AGUSTINIANA El pensamiento ético de San Agustín es una armoniosa síntesis de platonismo, estoicismo y, naturalmente, cristianismo: a) El fin último de la conducta humana es la consecución de la felicidad. b) Esta felicidad, inasequible en esta existencia terrena, sólo puede alcanzarse con la posesión, en la otra vida, del Sumo Bien, de Dios (influencia platónica y cristiana). c) Tal posesión se realiza mediante la llamada visión beatífica de Dios, que sólo en el cielo tienen los bienaventurados (tesis estrictamente cristiana). d) El camino de la salvación es la práctica de la virtud (con base en el platonismo y estoicismo). e) Las virtudes en San Agustín no son sólo las cardinales ya conocidas por los paganos, sino también las teologales. Además tendrá un alto papel la gracia. Pero esto ya no es Filosofía, sino Teología. f) El problema del mal; es éste un problema capital en San Agustín. No sólo por influencia del maniqueísmo, sino también del pelagianismo (herejía defendida por Pelagio, relativa a la cuestión del pecado original y a la capacidad del hombre y de la libertad humana para salvarse). Para San Agustín todo el universo, y cada una de las cosas que lo integran, es bueno, es un bien, dado que es una imitación, imperfecta por supuesto, de las Ideas divinas (ejemplarismo). El ser es bueno, todo lo que es, es bueno; “ens et bonum convertuntur” (“el ser y el bien se identifican”). El mal no es ser, sino carencia de ser; cualquier ser creado no es malo por lo que es, sino por lo que no es. El mal no es algo positivo (ser), sino negativo (carencia de ser, no-ser). Y San Agustín pone un bello ejemplo para aclarar esto; si algo fuese malo positivamente, lo sería para todos los seres creados; en consecuencia, si el veneno del escorpión fuese malo positivamente, entonces también sería veneno para el propio escorpión, y ya sabemos que no es así. En consecuencia, dado que el mal es carencia de ser, (no-ser), no podemos acusar a Dios de su existencia, ya que Dios es responsable del ser, que es lo que ha creado, pero no del no-ser, que no lo creó, porque el no-ser no es. Claro es que se podría argumentar diciendo que por qué Dios no creó a las criaturas sin carencia de ser; pero tal supuesto es absurdo, ya que entonces tendría que haber creado a las criaturas en la plenitud del ser, es decir, infinitamente perfectas, o sea, tendría que haber creado tantos dioses como criaturas, y esto, evidentemente, es un total absurdo. 3 4. LA TEORÍA POLÍTICO-SOCIAL EN SAN AGUSTÍN En realidad, y dentro de la división agustiniana de la Filosofía, sus doctrinas sociopolíticas pertenecen a la Ética. Sin embargo, las hemos incluido en epígrafe aparte por su importancia y para mayor claridad. Estas teorías están expuestas básicamente en “La Ciudad de Dios”. El motivo que impulsó al santo a escribir esta obra fue, como ya ha sido analizado, el hundimiento del Imperio romano. Este hundimiento dio lugar a dos fenómenos interesantes y muy motivadores en el santo. De una parte, el dolor lógico en los cristianos que, no lo olvidemos, eran ciudadanos del Imperio. De otra parte, la acusación de los pensadores paganos, acusación ya levantada desde antiguo —pensemos en Libanio o en Símmaco— de que la causa de la decadencia y ruina del Imperio era el que se hubiera hecho cristiano. En síntesis, el argumento de los paganos era éste: Mientras Roma fue fiel a sus dioses, Roma creció y prosperó y fue la señora del mundo. A medida que el Cristianismo fue extendiéndose, iba acelerándose la ruina del Imperio. La causa de nuestra decadencia es el Cristianismo; el remedio a la misma, volver a nuestros viejos dioses. En La Ciudad de Dios, San Agustín va a intentar responder y solucionar ambas cuestiones; pero para ello va a construir, por primera vez en la historia humana, una Filosofía de la Historia universal —quizás con la excepción del historiador pagano Polibio. Para San Agustín, la historia de la Humanidad es la historia de la lucha entre dos ciudades, la del Bien y la del Mal, la ciudad de Dios y la ciudad terrena, la ciudad de la luz y la ciudad de las tinieblas. Para entender bien esto hay que tener en cuenta que en latín había dos palabras que traducimos por ciudad, “urbs” y “civitas”; “urbs” significa el conjunto de edificaciones de una ciudad, las casas, paseos, monumentos, etc.; “civitas” es el conjunto de los habitantes de la ciudad, el conjunto de los hombres que moran en ella. Por tanto, cuando San Agustín habla de “Ciudad de Dios”, hay que entender el conjunto de los seres humanos que han existido, existen y existirán creyentes en Dios y anhelantes por la virtud; y algo igual, pero todo lo contrario, respecto de la ciudad terrena. “La Ciudad de Dios” se inicia con la creación de los ángeles, siendo su primer componente humano Abel y alcanzando su máxima expresión en la Iglesia de Cristo; la segunda nace con el pecado original, siendo su primer representante Caín. Y el santo esboza un gigantesco esquema en el que, indudablemente con errores históricos grandes, nos describe la historia universal hasta su tiempo como una épica lucha entre las dos ciudades. Esta lucha seguirá hasta el final de los tiempos, en los que se llegará al triunfo definitivo de la Ciudad de Dios sobre la terrena (aquí San Agustín usará mucho del Entresacando los puntos más importantes de la riquísima floresta de ideas que es su obra “La Ciudad de Dios”, diremos: 1. San Agustín establece que el Imperio romano es un momento más de esa épica lucha, y que la ruina del Imperio, si llegara a consumarse, no significa —pese a que él lo sienta tanto como el más patriota romano pagano— el fin del mundo, sino una etapa más hacia ese final; sería un Imperio más de los muchos antes existentes y también destruidos. 2. Que, en cualquier caso, la causa de la ruina no ha sido el que haya muchos romanos que sean cristianos, sino el que no todos los romanos lo sean; ha sido el afán desmesurado de lujo y placer de los romanos paganos lo que ha debilitado el Imperio. 3. En cualquier caso, el Cristianismo es la única esperanza que le queda a Roma: Lo que custodia Cristo no puede ser destruido por el godo, dirá el santo. 4. Refiriéndose, no ya al problema de la sociedad romana, sino a la sociedad en general, mantendrá que el sumo bien de la sociedad radica en la paz; la única justificación de la guerra es que sea una guerra encaminada a restablecer una paz ya rota. 5. La sociedad es beneficiosa para el individuo, pese a sus inconvenientes e imperfecciones. La sociedad no es un mal necesario, como diría Epicuro, sino un bien, aunque no perfecto. 6. La institución familiar y la sociedad se derivan de la misma naturaleza humana (tesis aristotélica), no es producto de una convención o pacto interesado. 7. El poder del gobernante, procede directamente de Dios. San Agustín defiende el origen divino y directo del poder del que gobierna (ya veremos que en la Edad Media surgirá la teoría del poder divino indirecto). ACTIVIDAD 1. Argumente ¿en qué consiste la lógica agustiniana? ¿Qué papel desempeña la iluminación de Dios en este proceso? 2. Explique de manera descriptiva ¿qué papel tiene el mal y el bien en la física agustiniana? 3. Elabore una comparación entre la antropología platónica y la agustiniana a través de un cuadro comparativo. 4. Explique con sus propias palabras que es la ética agustiniana. 5. Describa y argumente, ¿cuál es la teoría político-social de san Agustín? Explíquelo a través de cuadro mental, haciendo uso de la idea y argumento de la ciudad terrenal y la ciudad de Dios. 4