1 Resumen Filosofía, Género y Diferencia Sexual Desde la publicación en 1968 del libro de Robert Stoller Sex and Gender y de El tráfico de las mujeres de la antropóloga Gayle Rubin en 1975 el concepto de género, entendido como la construcción sociocultural de lo femenino y de lo masculino, ha pasado a ser una categoría de análisis de las Ciencias Humanas y de las Ciencias Sociales y, en menor medida, de las Ciencias Naturales. En esta exposición nos proponemos indagar cómo afecta el género a la Filosofía: ¿Es neutral la Filosofía respecto al género? Y la Epistemología ¿tiene género? ¿Cómo ha pensado la Filosofía los sexos? ¿Cómo han conceptualizado los diversos sistemas filosóficos la relación que debían mantener los sexos entre sí? ¿Qué correlación hay entre Epistemología, Filosofía y Filosofía Política? ¿Y entre Filosofía y Ciencias Humanas o Sociales? ¿Y entre el discurso filosófico hegemónico y la praxis cotidiana?. Ante estos interrogantes algunas personas contestan: “El conocimiento es simplemente conocimiento con independencia del género o de cualquier otra cuestión ajena al propio conocimiento”. Pero también se puede contestar que “el conocimiento es algo menos y algo más de lo que a simple vista parece”. Se puede pensar que existen buenas razones para considerar que el género es pertinente para la epistemología y para la otras ciencias. Razones acerca de la contaminación, de la manipulación del conocimiento por causas externas al mismo son alegadas desde el siglo XIX por autores como Freud, Marx y Nietzsche. Este triunvirato de la sospecha denuncia la falacia de la “verdad” de la ciencia, afirmando que tras la aparente racionalidad o neutralidad de la ciencia asoman siempre deseos de carácter inconsciente, causas de carácter económico o la voluntad de poder. Posteriormente a estos hermeneutas de la sospecha Walter Benjamin en su libro, Tesis sobre la Filosofía de la Historia, publicado en 1938, mantiene que la historia no es más una reconstrucción del pasado construida por los grupos y las clases dominantes, basándose en los datos que ellos consideran “relevantes” para confirmar su propia historia. Desde el siglo XIX, pues, se viene afirmando la vinculación existente entre saber y poder, pero el gran teórico del poder, de la microfísica del poder, es Foucault. Para Foucault poder y saber están relacionados dialécticamente ya que toda forma de poder conlleva un discurso que legitima y reproduce las relaciones de dominación. El ejercicio del poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlleva efectos de poder. El ejercicio del poder es, en cierta manera, la producción de discursos que se vuelven verdades incuestionadas. El discurso es una forma específica de poder, procura la legitimación del mismo, mientras el poder institucionaliza el saber. La relación entre poder-saber-verdad legitima la exclusión, la dominación y el castigo en el cuerpo social. 2 Para la teoría feminista la complicidad no sólo se da entre conocimiento y poder, entre razón y dominación, entre racionalidad y opresión sino de todos ellos con la masculinidad. Esta vinculación de conocimiento-poder-sabermasculinidad implica necesariamente la elevación de los hombres a la categoría de modelo ideal, en tanto que las mujeres quedan reducidas a un ser más débil y más incompetente que los varones. Por esta razón afirma R. Braidotti: “La misoginia no es un acto irracional de odio a la mujer sino, más bien, una necesidad estructural, un paso lógico en el proceso de construir la identidad masculina oponiéndola –es decir, rechazando- a la Mujer. Consecuentemente, la Mujer se vincula con el patriarcado por la negación. La paradoja de ser definida por otro reside en que las mujeres terminan por ser definidas como otros: son representadas como diferentes del Hombre y a esta diferencia se le da un valor negativo. La diferencia es, pues, una marca de inferioridad”1. Partiendo de la hipótesis de la íntima conexión existente entre saber y poder y de la vinculación de ambos con la masculinidad se aborda el análisis de la filosofía hegemónica como una “tecnología del género”, o lo que es lo mismo, como una de las prácticas discursivas utilizadas por la elite dominante para legitimar una ideología patriarcal y una sociedad jerarquizada desde el punto de vista de los géneros. En este sentido en la primera parte de la exposición se presentan o analizan ciertos sistemas filosóficos legitimadores del sexismo (e incluso de la misoginia) y del androcentrismo. Su objetivo no es ofrecer ciertas “perlas misóginas” sino conocer cómo el poder se convierte en un saber que se instala como verdad y cómo a través de esta verdad se legitima un sistema de conocimiento de carácter “hommosexual” no en el sentido erótico del término sino en el sentido que lo utiliza la filósofa feminista Luce Irigaray y que está provocado por el juego de palabras entre el término latino “homo”= hombre y la voz griega “homo”= igual (idéntico), es decir, en el sentido de que el verdadero y único protagonista de este sistema es el varón. Este reduccionismo en torno al arquetipo viril es el causante del carácter androcéntrico de nuestra cultura, es decir, del hecho de que el varón se establezca como medida y canon de todas las cosas y que las mujeres hayan sido pensadas como un ser imperfecto, castrado respecto al prototipo masculino. Por otra parte, según el propio Foucault, donde hay poder hay resistencia, resistencias que se generan por parte de los sujetos dominados. Así como el poder tiene la característica de estar diversificado, atomizado, de la misma manera se despliegan las resistencias, ante los innumerables micropoderes. Las formas de resistencia son variables, pudiendo ser individuales o colectivas, pacíficas o violentas, espontáneas u organizadas, de corto o largo alcance. Lo principal es que son respuestas específicas a 1 Braidotti. R., Feminismo, Diferencia Sexual y Subjetividad Nómade, Gedisa, Barcelona, 2004, pp. 12-13. 3 micropoderes específicos que actúan interrrelacionados como estrategias de poder. Por lo que respecta a la Filosofía siempre hubo sistemas de pensamiento, más o menos estructurados o fragmentados, que no fueron predominantes o que incluso fueron anómalos en su época, que contestaron la concepción predominante de los sexos y de la relación que debían mantener entre sí. Estas prácticas discursivas más o menos marginales o liminares constituyen el punto de partida de un “corpus filosófico” de carácter no androcéntrico. Esta filosofía de carácter no androcéntrico, que utiliza el discurso como medio de resistencia frente a los poderes y saberes hegemónicos, no puede concebirse como un sistema totalitario, unitario u homogéneo de verdades sino como una estrategia o herramienta de lucha que analiza, cuestiona, denuncia y revela cómo actúa el poder, quién lo sostiene y cuáles son los dispositivos tecnológicos de dominación que emplea. La segunda parte de esta exposición está dedicada precisamente a exponer aquellos discursos que denuncian, desmantelan y explicitan las contradicciones y paradojas del discurso universalista (masculinista) de la filosofía hegemónica y que defienden una concepción más igualitaria de los sexos. Está dedicada también a rescatar de la noche de los tiempos a aquellas filósofas o pensadoras que permanecen en el olvido para comenzar a crear una genealogía femenina. La tercera parte está orientada no ya a denunciar el sexismo o el androcentrismo inherente a nuestro sistema de pensamiento sino a presentar a la teoría feminista como un pensamiento emergente con un estatuto filosófico propio. En palabras de R. Braidotti: “Las mujeres piensan y pensaron desde tiempos inmemoriales; desde el advenimiento del feminismo, sin embargo, no solamente piensan más sino que piensan acerca de lo que piensan; vale decir, han adquirido un nivel metateórico que les permite clarificar y canonizar sus propias ideas”2. En este sentido en esta parte se presenta una reconstrucción del conocimiento partiendo de la experiencia de las mujeres y de las formas de entender e interpretar el mundo dentro de las tradiciones femeninas. No se trata aquí sólo de deconstruir, de constatar la ausencia de mujeres, de denunciar su invisibilidad, de señalar algunas lagunas del saber dominante sino de crear algo nuevo, de crear una nueva alianza entre filosofía y feminismo. En efecto si entendemos la filosofía como búsqueda del fundamento, de la raíz, del núcleo, del por qué de las cosas y si entendemos el feminismo como una reflexión crítica y una postura política contestataria del orden patriarcal y de sus secuelas económicas y políticas, entonces necesariamente Filosofía y Feminismo han de acoplarse y de su encuentro es posible que emerja una 2 Braidotti, R., Feminismo, Diferencia Sexual y Subjetividad Nómade. Gedisa, Barcelona, 2004, p. 19. 4 ruptura epistemológica que ha de germinar algún día en una nueva civilización, en una nueva concepción de lo humano”3. Comesaña, G. “Los estudios de la mujer en Venezuela” en Bonder, G., (Editora), Estudios de la Mujer en América Latina. OEA/OAS, Washington, 1998. pp. 207 a 223. Gloria Comesaña Santalices: Artículos. 3