Guerra de Reforma de México

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LA REFORMA
El 4 de octubre de 1855 Juan Ôlvarez es elegido como presidente interino de México por una junta de
representantes del partido liberal, según lo establecido en el Plan de Ayutla. Su gabinete lo integraban
Ponciano Arriaga como Ministro de Fomento, Guillermo Prieto de Hacienda, Melchor Ocampo de Relaciones,
Ignacio Comonfort de Guerra y Benito Juárez de Justicia y Negocios Eclesiásticos.
Desde el inicio de este gobierno siempre hubo problemas antagónicos entre Ignacio Comonfort y Melchor
Ocampo, pues el primero siempre quiso mantener tanto al ejército como al clero, mientras que Ocampo
querÃ−a disolver al ejército y en tanto al clero querÃ−a disminuir sus privilegios.
El 23 de noviembre de 1855 surge la primera de las conocidas Leyes de Reforma, ésta era la Ley de
Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Federación, mejor conocida como la Ley
Juárez. La importancia de esta Ley radicó en la supresión de los tribunales especiales, en lo referente a los
delitos del fuero común y también porque se modificó el sistema de fueros. Esta disposición ya
empezaba a inquietar los intereses tanto del ejército como de la Iglesia, aunque el impacto no llegarÃ−a a
sufrirlo Juan Ôlvarez, pues por motivos de salud, renunciarÃ−a a la presidencia en diciembre de 1855.
El 11 de diciembre de 1855 Ignacio Comonfort asumÃ−a la presidencia como sustituto y ya preparaba el
llamado que habÃ−a hecho Juan Ôlvarez para conformar un Congreso Constituyente que empezarÃ−a sus
deliberaciones el 18 de febrero de 1856.
El 25 de junio de ese mismo año, Miguel Lerdo de Tejada daba a conocer una nueva Ley llamada Ley de
Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de Corporaciones Civiles y Eclesiásticas, la
cual serÃ−a más conocida como la Ley Lerdo y en la cual se establece que las corporaciones eclesiásticas
tienen que vender los terrenos que tengan en arrendamiento a sus arrendatarios por el mismo precio del
arrendamiento, quedando también dispuesto que estas corporaciones no recuperarán la propiedad de
dichas tierras. Esto con el objeto de hacer más productivas esas tierras que no estaban siendo utilizadas y
hacerse el gobierno de recursos mediante un nuevo sistema tributario que permitiera recaudar un impuesto de
esas tierras. Pero no contaron con que esas tierras no iban a ser denunciadas ya que aquellas personas que
asÃ− lo hacÃ−an corrÃ−an el riesgo de ser excomulgadas. Esto originó que se beneficiaran extranjeros no
católicos y que se diera paso a un latifundismo.
Comonfort empezó su gobierno con serios problemas, especialmente por un levantamiento organizado por el
obispo Don Pelagio Antonio Labastida y Dávalos el cual bajo el lema de “Religión y Fueros” se apoderó
del estado de Puebla. Los esfuerzos por mantener el orden fueron enormes, pues a los sublevados también
se sumó San Luis PotosÃ−.
Por fin el 5 de febrero de 1857 es sancionada y jurada la Constitución Federal de los Estados Unidos
Mexicanos, la cual declaraba principalmente la libertad de enseñanza, de imprenta, de trabajo y de
asociación. VolvÃ−a a organizar al paÃ−s como una República Federal, establecÃ−a un sistema
unicameral que mantenÃ−a muy limitada la autoridad del Presidente de la República. Entre otras cosas
incluÃ−a un capÃ−tulo dedicado a las GarantÃ−as Individuales y un procedimiento judicial para proteger
esos derechos, conocido como Amparo. También apoyaba la autonomÃ−a de los municipios. No se
atrevieron a declarar la tolerancia religiosa ante el temor general de un movimiento popular, pero se eliminó
la católica como religión de Estado y se declaró que no se prohibÃ−a el ejercicio de culto alguno. Algunos
liberales pretendieron la adopción del modelo anglosajón del juicio por jurado como institución
democrática, pero no se aprobó.
El 11 de abril de 1857 se decreta lo que se conocerÃ−a como la Ley Iglesias, el cual era un decreto que
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señalaba los aranceles parroquiales para el cobro de derechos y obvenciones, esto ya no permitÃ−a el cobro
excesivo de la iglesia por simples tramites o papeleos.
Ignacio Comonfort toma posesión como Presidente de la República el primero de diciembre de ese 1857
con Benito Juárez como vicepresidente ya una vez promulgada y jurada la Constitución. En esta votación
los conservadores se abstuvieron, pues de no haberlo hecho estarÃ−an aceptando la validez de esta carta.
Comonfort nunca estuvo de acuerdo con esta nueva Constitución y el 17 de diciembre de ese mismo año
junto con Félix Zuloaga proclaman el Plan de Tacubaya que decÃ−a:
• Cesa de regir la Constitución por no estar con las necesidades del paÃ−s.
• Comonfort es presidente con facultades omnÃ−modas.
• Un Congreso elaborará una Constitución que satisfaga las necesidades de la nación.
• En tanto que esto suceda funcionará un Consejo de Gobierno.
A este Plan se adhirieron Veracruz, Puebla, San Luis PotosÃ− y Tampico, aunque después Veracruz se
pronunció del lado de los legalistas. Por otra parte los gobernadores de Jalisco, Michoacán y Guanajuato
formaban el ejército de la Coalición y negaron su adhesión a este Plan.
Ante estos acontecimientos Comonfort tuvo muchos problemas pues los liberales le reprochaban su traición,
mientras que por el otro lado los conservadores exigÃ−an que se suprimiera la legislación reformista. El 11
de enero de 1858 Félix Zuloaga se pronuncia pidiendo la destitución de Comonfort y éste deja en
libertad a Benito Juárez, quien habÃ−a sido apresado el dÃ−a del golpe de Estado (Plan de Tacubaya). Ya
para el 17 de enero de ese año, Comonfort abandonaba no solo la Presidencia sino también el paÃ−s,
tomando el camino del destierro a Estados Unidos.
Ante esta situación Benito Juárez llegó el 15 de enero de 1858 a Guanajuato y en un manifiesto declaró
que el gobierno quedaba reconstituido y siendo Juárez el primer magistrado de la nación, éste asume la
presidencia y los liberales asÃ− reconocen a Juárez como Presidente de la República. Mientras los
conservadores reconocen a Félix Zuloaga con este carácter y asÃ− empieza lo que se conocerÃ−a con el
nombre de Guerra de Reforma o Guerra de los Tres Años.
El lado conservador contaba con el apoyo del alto clero y de los militares con mayor rango y experiencia
como Severo del Castillo, Leonardo Márquez, Tomás MejÃ−a, Miguel Miramón y Luis G. Osollo.
Mientras que del lado liberal eran pocos los militares que destacaban, entre ellos Leandro Valle, José Luis
Uraga y José Justo Ôlvarez, aunque después también destacarÃ−an militares como Santos
Degollado, Jesús González Ortega, Ignacio Zaragoza, Miguel Blanco y Pedro Ogazón.
Ante las constantes derrotas por parte de sus fuerzas, Juárez decide ir a Veracruz, pero al no poder atravesar
por tierra decide seguir la ruta Panamá-Nueva Orleans, saliendo de Manzanillo el 14 de abril y llegando a su
destino el 4 de mayo, dejando al frente del ejército a Santos Degollado. Mientras tanto los conservadores se
hacÃ−an de victorias a manos de Miguel Miramón, quien el 16 de diciembre de ese año en un rancho de
San Miguel cerca de Ponchitlán Jalisco logra derrotar a Santos Degollado, volviéndolo a hacer diez dÃ−as
más tarde en San JoaquÃ−n.
Miguel Miramón sabÃ−a de lo importante que era llegar y apropiarse del Puerto de Veracruz, pues sabÃ−a
que éste representa una zona económica muy favorable, en cuestión de impuestos por importación. A
inicios de 1860 manda comprar a Cuba dos barcos el General Miramón y el Marqués de la Habana. Al
saber Juárez de esta maniobra, dialoga con el comandante norteamericano Mr. Turner con el objetivo de
detener a supuestos barcos piratas y asÃ− apoderarse de las embarcaciones enemigas. Una vez capturados los
barcos Miramón bombardea el Puerto de Veracruz, aunque el intento terminó siendo un fracaso. Dos meses
más tarde, en mayo, Miguel Miramón se apodera de la presidencia y toma prisionero a Félix Zuloaga,
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quien se retira por un tiempo, aunque se publicarÃ−a un decreto en 1860 en virtud del cual Zuloaga
reasumirÃ−a la presidencia, la cual asumirÃ−a con el apoyo de militares conservadores del 13 de agosto al 28
de diciembre de 1862, aunque prácticamente sin participación alguna.
En el lado liberal existÃ−an ciertas discrepancias en el tiempo en que debÃ−an de ser promulgadas las leyes
que regularÃ−an el proceso reformista. Por un lado estaba Melchor Ocampo, quien estaba acostumbrado a
viajar desde muy joven y conocÃ−a de experiencias similares como la ocurrida en la Revolución Francesa,
querÃ−a esperar a ganar la guerra para poder promulgar las leyes, pues creÃ−a que si lo hacÃ−an antes
podrÃ−an tener más problemas de los ya presentes. Por otro lado, se encontraba Miguel Lerdo de Tejada, el
cual tenÃ−a una visión más cerrada pues estaba acostumbrado a la burocracia, a los números y a la
estadÃ−stica, por lo que no pensaba más que en promulgar las leyes lo más rápido posible con el objeto
de recaudar fondos para el sostenimiento de la guerra.
La personificación de la guerra la tenÃ−a Santos Degollado, quien al ya no aguantar más el embate del
ejército conservador decide ir a Veracruz y pedirle a Juárez promulgue las leyes reformistas, pues simple
y sencillamente ya no aguantaba más, por lo que sin más remedio, Juárez se vio obligado a hacerlo de
inmediato. Por fin el 12 de julio de 1859 se decreta la Ley de Nacionalización de los Bienes del Clero
Regular y Secular, en el cual se establecÃ−a principalmente que los bienes del clero pasaban a formar parte
del patrimonio nacional, además se establecÃ−a la separación entre la Iglesia y el Estado, entre otras cosas.
El 28 de julio de ese mismo año se decretarÃ−a la Ley del Registro Civil por la cual el Estado se harÃ−a
cargo de todos los asuntos referentes al estado de las personas y su registro.
Ante estas medidas los obispos mexicanos se reunieron en Puebla y el 30 de agosto de 1859 dan a conocer una
Manifestación donde protestan por los actos y las leyes de Juárez.
TRATADO Mc LANE-OCAMPO Y MON-ALMONTE
Ante la falla de los liberales por hacerse de recursos con la venta de los bienes del clero, Lerdo de Tejada
partió a Estados Unidos para ver si podÃ−a conseguir un empréstito que no consiguió, en parte porque, a
pesar de haber sido reconocido el gobierno de Juárez por Estados Unidos desde abril de ese 1859, no se
confiaba en la estabilidad del gobierno de Juárez. El presidente Jacobo Buchanan no veÃ−a con mucha
simpatÃ−a ese gobierno, principalmente por los problemas internos que tenÃ−a su paÃ−s, aparte que creÃ−a
que podrÃ−a haber en México una intervención extranjera.
Para negociar el préstamo se reunieron Robert Mc Lane como ministro plenipotenciario de los Estados
Unidos y Melchor Ocampo como Ministro de Relaciones de Juárez. En un principio Mc Lane querÃ−a no
solo el libre tránsito por el istmo de Tehuantepec, sino que además querÃ−a una parte del territorio
nacional, la cual ya no pudo ser negociada.
El tratado mejor conocido como Mc Lane-Ocampo el cual cedÃ−a a los Estados Unidos prácticamente un
dominio total de toda la República para poder transitar libremente y poder trasladar sus mercancÃ−as sin
ningún problema e incluso con el resguardo del ejército mexicano, y si ellos lo creÃ−an conveniente
podrÃ−a entrar el ejército norteamericano a resguardar la seguridad de su misma gente. Las rutas
comprendÃ−an no solo el istmo de Tehuantepec, sino además una ruta que comprendÃ−a desde Guaymas a
Nogales Arizona y otra, una tercera que iba de Mazatlán a Matamoros pasando por Monterrey.
El tratado fue firmado en la ciudad de Veracruz el dÃ−a primero de diciembre de 1859 y a partir de entonces
Juárez empezó a ser mal visto no solo por los conservadores, sino inclusive por los propios liberales
quienes sentÃ−an que Juárez vendÃ−a la nación entera. Afortunadamente para nuestra historia el Congreso
de los Estados Unidos, especÃ−ficamente el Senado, no ratificó este tratado por considerarlo inapropiado, ya
que ellos estaban en plena guerra de secesión y no querÃ−an darle mayor fuerza a los estados esclavistas del
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sur.
Unos meses antes de la firma de este tratado, en septiembre de ese año, los conservadores también
estaban buscando el reconocimiento de su gobierno en el extranjero y fue precisamente con Juan Nepomuceno
Almonte, quien ya habÃ−a establecido su domicilio en Francia, quien funge como representante del gobierno
de Félix Zuloaga y firma junto con Alejandro Mon, ministro de España, un tratado conocido con el
nombre de tratado Mon-Almonte, el cual establece que el gobierno conservador se compromete a reconocer y
a pagar todas las deudas atrasadas y a resarcir los daños causados a los españoles que habÃ−an sido
agredidos y asesinados a cambio de que el gobierno español reconociera al gobierno de Zuloaga.
En un acto desesperado de Miramón para conseguir recursos económicos, éste contrae un empréstito
con Jean Baptiste Jacker, un banquero suizo que fraguó un préstamo por 725,000 dólares, los cuales al
terminar de pagarse darÃ−an un resultado de 15,000,000 de dólares, lo cual serÃ−a como pagar un interés
del 400%, esto representaba un robo. Al encontrarse Miramón sin dinero manda a Leonardo Márquez a
violar los sellos de la legación inglesa y apoderarse del dinero. La falta de pago de los bonos emitidos por
este préstamo iba a ser una de los pretextos para la invasión francesa.
Ante la enorme presión polÃ−tica y económica que corrÃ−a del lado liberal Santos Degollado propone un
plan de pacificación en el cual proponÃ−a que con asistencia de un cuerpo diplomático y de representantes
de los partidos: liberal y conservador se procediera a designar un presidente provisional mientras un Congreso
Constituyente nombraba un presidente interino. Se elaborarÃ−a una nueva Constitución, siendo las bases de
la misma la libertad religiosa, la supremacÃ−a del poder civil, la nacionalización de los bienes eclesiásticos
y el respeto a los principios contenidos en las Leyes de Reforma. Esta propuesta ni siquiera fue tomada en
cuenta por los propios liberales y Juárez depone a Degollado del cargo y lo somete a juicio, en su lugar
nombra a Jesús González Ortega.
En un ataque perfectamente organizado, los liberales comandados por González Ortega con la ayuda de
Ignacio Zaragoza, Leandro Valle y José Justo Ôlvarez, se dirigieron con dirección a la capital del paÃ−s,
pero al enterarse Miramón de dicho propósito decidió detenerlos y es asÃ− como el 22 de diciembre de
1860 en Calpulalpan Estado de México, se dio fin a esta guerra con el triunfo de los liberales. Miramón
huyó a la capital por refuerzos pero éstos desertaron y al encontrarse solo, decidió irse a Cuba, para
tiempo después exiliarse a Francia, no sin antes escribirle a Leandro Valle para encargarle a su familia.
AsÃ−, en enero de 1861 Juárez entraba a la Ciudad de México, pero poco antes de que esto sucediera, el 6
de noviembre de 1860, Juárez habÃ−a convocado a elecciones para diputados del Congreso y Presidente de
la República en un plazo de dos meses, asÃ−, una vez que el partido liberal ganó la guerra y regresaron a la
capital y después de unas cerradas elecciones, Juárez fue electo Presidente constitucional y González
Ortega vicepresidente.
COMPAÃ Ã AS DESLINDADORAS
El 13 de marzo de 1861 se publicó un decreto cuyo artÃ−culo primero decÃ−a, entre otras cosas, que todo
extranjero o sociedad de extranjeros que adquirieran terrenos para trabajos agrÃ−colas, quedarÃ−an
exceptuados por cinco años de toda clase de contribuciones, y era tal la ansiedad del gobierno por que se
poblaran todas las zonas desiertas del paÃ−s que el 25 de agosto de1862, Benito Juárez dispuso que todos
los reos de sexo masculino que se pudieran trasladar con sus familias a estos lugares, recibirÃ−an dos reales
por seis meses y vivirÃ−an con total libertad. El 20 de julio de 1863, la misma administración publicó la
Ley sobre Ocupación y Enajenación de Terrenos BaldÃ−os, que en parte de su artÃ−culo segundo decÃ−a:
todo habitante de la república tiene derecho a denunciar hasta 2,500 hectáreas.
Los beneficiarios de estas disposiciones fueron extranjeros que acapararon gran parte del territorio del norte.
Las compañÃ−as deslindadoras tenÃ−an las siguientes caracterÃ−sticas:
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• Los directos beneficiarios de la comercialización de las tierras y sus productos fueron los socios de las
compañÃ−as.
• Las compañÃ−as deslindadoras, muchas veces no solo se apoderaron de baldÃ−os, sino también de
tierras ocupadas por ranchos comunidades. Es verdad que algunos de los modestos ranchos que se ubicaban
en las serranÃ−as de la penÃ−nsula, sobre todo al noroeste, rara vez fueron afectadas por aquellas
corporaciones, pero no por generosidad, sino porque no tenÃ−an valor comercial y se encontraban muy
lejos de los caminos.
• Las protestas que llegaron a hacer algunos legÃ−timos propietarios o posesionarios de tierras contra los
abusos de las compañÃ−as no tuvieron eco, ya que éstas se avenÃ−an fácilmente con el gobierno.
• Nunca se produjo el esperado arribo masivo de colonos que aplicarÃ−an modernos métodos de cultivo
en tierras mexicanas, ni los supuestos beneficios para su población.
Entre las principales compañÃ−as se encuentran la Colorado River Land Company que controlaba las
fértiles tierras irrigadas por el RÃ−o Colorado en el Valle de Mexicali en Baja California, también la
CompañÃ−a minera de El Boleo S. A. en Santa RosalÃ−a Baja California Sur, que controló la extracción
de cobre en esta entidad y la extracción de oro en El Arco, también en Baja California.
Estas compañÃ−as no solo se apropiaban de los terrenos baldÃ−os, sino que además también de
aquellos que estaban poblados, comprándolos por cantidades irrisorias, las cuales, en ocasiones ni siquiera
eran pagadas. También se trasladaba a trabajadores yaquis desde Sonora teniéndolos prácticamente
como esclavos. Las compañÃ−as tenÃ−an sus propias cárceles e imponÃ−an sus propias leyes, en
ocasiones hasta designaban a la misma autoridad, como a la policÃ−a. Esta figura se mantendrÃ−a hasta el
periodo del porfiriato.
INTERVENCIÃ N FRANCESA
Frecuentemente se dice que Juárez fue autor de una revolución que se llevó a cabo con el apoyo del
pueblo mexicano. La verdad es que Juárez estuvo secundado por el esfuerzo de una minorÃ−a selecta, muy
audaz y muy resuelta pero al fin y al cabo una minorÃ−a. à se fue su gran mérito, realizar una obra
sobreponiéndose al deseo de la mayorÃ−a, enfrentándose a viejos hábitos, destruyendo creencias
seculares.
En los primeros dÃ−as de enero de 1861 se dieron órdenes para que fueran desterrados el delegado
apostólico Luis Clementi, el embajador de España JoaquÃ−n Francisco Pacheco y el ministro de
Guatemala Felipe Neri del Barrio. Se procedió también a expulsar al arzobispo lázaro de la Garza y a los
Obispos Clemente de Jesús MunguÃ−a, Espinoza y Barajas. Se consideraba que unos y otros habÃ−an
tomado participación en la polÃ−tica nacional en contra del gobierno de Juárez. TodavÃ−a el 2 de febrero
de 1861 se decretaba la Ley de Secularización de Hospitales y Establecimientos de Beneficencia la cual
dejaba a cargo del Estado a estas instituciones, asÃ− como también sus fincas y capitales.
Los conservadores que habÃ−an quedado de la batalla de Calpulalpan en junio de 1861 capturaron a Melchor
Ocampo y lo fusilaron. Para vengar la muerte de Ocampo, Santos Degollado y Leandro Valle fueron a hacerle
frente a los conservadores pero el primero fue muerto en un combate el 15 de junio y Valle fue tomado
prisionero y ejecutado el 23 del mismo mes.
Debido a la banca rota permanente de la Hacienda Pública, el gobierno reinició la venta de bienes
nacionalizados delo clero para obtener fondos, solo que los liberales, además de haberlos sobreestimado,
obtuvieron poco dinero por el crédito que la ley otorgaba y la admisión de bonos de la deuda pública. Por
lo tanto, el 17 de julio de 1861 mediante una ley, Juárez se vio obligado a suspender el pago de las deudas
extranjeras por un periodo de dos años, entre ellas las de los dos préstamos británicos obtenidos en
1824, infladas por el atraso del pago de intereses y el pago de diversas reclamaciones extranjeras y el de los
préstamos usurarios del gobierno.
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Del otro lado del mundo Napoleón III tenÃ−a grandes sueños expansionistas en América y quiso
aprovechar la suspensión de pagos para usarla de pretexto para sus fines, asÃ− que convocó a las otras dos
potencias afectadas, España e Inglaterra, para estudiar juntos el asunto mexicano, y el 31 de octubre de 1861
firmaron la Convención de Londres, en donde declararon que buscaban una garantÃ−a para el pago de los
compromisos pecuniarios que México tenÃ−a contraÃ−dos con estos paÃ−ses, además se pactó que se
respetarÃ−a la integridad territorial de la República Mexicana y de ninguna manera se verÃ−an inmiscuidos
en su forma de gobierno, esto último no siendo acatado por el gobierno francés.
Juárez, al tener noticia de que desembarcarÃ−an fuerzas de las tres potencias, dio a las autoridades de
Veracruz orden de no ofrecer resistencia. No se darÃ−a al adversario un motivo para justificar la agresión
armada, por la vÃ−a diplomática se buscarÃ−a una solución. En diciembre llegarÃ−an las fuerzas
españolas comandadas por Juan Prim y en los primeros dÃ−as de enero de 1862 las escuadras francesas e
inglesas estaban en Veracruz. Como representante de Francia llegaba Dubois de Saligny y el de Inglaterra era
Sir Charles Wike. Por su parte Juárez mandó al ministro Manuel Doblado para negociar, asegurando que
los pagos se restaurarÃ−an tan pronto fuera posible.
El 9 de enero de 1862 se llevarÃ−an a cabo las negociaciones en el pueblo de La Soledad, cuyo resultado
serÃ−a el Tratado de la Soledad, el cual establecÃ−a principalmente los siguientes puntos:
• El reconocimiento del gobierno de Juárez.
• La declaración de que las potencias respetarÃ−an la integridad y la independencia nacional.
• Las negociaciones se llevarÃ−an a cabo en Orizaba, y las fuerzas aliadas establecerÃ−an sus cuarteles en
las ciudades de Córdoba, Orizaba y Jalapa.
• En caso de declararse rotas las relaciones, las tropas aliadas volverÃ−an a los puntos que inicialmente
ocupaban en el Puerto de Veracruz.
Las negociaciones parecÃ−an marchar bien hasta que Dubois se negó a aceptar la propuesta del gobierno
mexicano. Por su parte los gobiernos de España e Inglaterra aceptaron la propuesta y retiraron sus tropas,
mientras que de lado de los franceses, no solo no se marcharon, sino que además desembarcaron más
tropas, entre ellos Juan Nepomuceno Almonte e iniciaron el avance a la capital desde Orizaba el 27 de abril de
1862.
Ignacio Zaragoza preparaba la defensa y decide instalar a su ejército en la ciudad de Puebla, donde no
solamente se iba a cuidar del ejército enemigo, sino además de los simpatizantes del imperio, ya que
Puebla siempre fue un estado clerical. Almonte le recomendó a Lorencez, general en jefe del ejército
francés, que rodeara la ciudad de Puebla para poder atacarla, pero éste confiado del poder de su
ejército, decidió atacarlo de frente y asÃ− es como el 4 y 5 de mayo, el general Zaragoza logra repeler al
ejército francés, quien a las cinco de la tarde anunciaba la retirada.
Lorencez manda una carta a Napoleón III pidiendo refuerzos y más armamento pero al no saber explicar la
razón de su derrota, le manda los refuerzos pero lo substituye por Federico ElÃ−as Forey, quien con un
ejército de entre 20,000 a 30,000 hombres vuelve a enfrentar a un ejército mexicano ya sin Zaragoza,
quien habÃ−a muerto a causa de tifoidea el 8 de septiembre de1862. De marzo al 19 de mayo de 1863 los
franceses volvieron a sitiar Puebla, esta vez aplastando al ejército de González Ortega, quien al no recibir
ninguna garantÃ−a del ejército francés. Decide destruir las armas y entregarse al enemigo. Al saber el
gobierno de Juárez la toma de Puebla decide abandonar la capital y refugiarse con su gobierno en San Luis
PotosÃ−. El 10 de junio los franceses llegaban a la capital.
IMPERIO DE MAXIMILIANO DE HABSBURGO
Una vez tomada la capital, el general Forey nombra una Junta Suprema de Gobierno y ya elegida una Junta de
Notables se proclama el imperio el 19 de julio. El 3 de octubre de 1863 una comisión presidida por José
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MarÃ−a Gutiérrez de Estrada le ofrece a Fernando Maximiliano de Habsburgo la corona del imperio
mexicano, la cual acepta solemnemente el 10 de abril de 1864 firmando los Tratados de Miramar con
Napoleón III, los cuales establecÃ−an que Napoleón se comprometÃ−a a mantener al ejército en
México, pero que iba a ser reducido gradualmente y también se establecÃ−a el monto de los gastos que
por motivo de ocupación debÃ−a pagar México, incluidos los intereses.
En el transcurso del triunfo del ejército francés y la llegada de Maximiliano, Forey cumplÃ−a las
órdenes de Napoleón consistentes en un gobierno liberal, lo cual empezó a alborotar a la lÃ−nea
conservadora, ante la incapacidad de Forey, Napoleón nombró en su lugar a Francisco Aquiles Bazaine,
quien decidió cumplir con mano dura lo mandado por Napoleón, lo cual le trajo seros problemas con el
entonces regente y recién llegado arzobispo don Pelagio Antonio Labastida y Dávalos, quien se reveló
contra la determinación de hacer efectivos los pagarés que por concepto de desamortización de bienes
eclesiásticos se habÃ−an otorgado.
Maximiliano llega a México el 28 de mayo de 1864, pero la esperanza de los conservadores se diluye al ver
que el nuevo emperador era liberal. Maximiliano decide tomar las cosas con calma, hace viajes al interior del
paÃ−s y manda embellecer la ciudad, manda construir el Castillo de Chapultepec, alumbra las calles y las
llena de fresnos y construye el Paseo del Emperador (hoy Paseo de la Reforma). Su tarea legislativa fue el
Estatuto del Imperio y el Código Civil.
Los problemas de Maximiliano con los conservadores se acrecentaron cuando el Papa Pio IX le mando con el
arzobispo Pedro Francisco Meglia una carta en la cual se establecÃ−an los siguientes principios:
• Se debe decretar religión de Estado la católica sin tolerancia de ninguna otra.
• Dar completa libertad al episcopado.
• Restablecer las órdenes monásticas.
• Poner la enseñanza pública y privada bajo la dependencia de la Iglesia.
• Que no ejerza la autoridad civil influencia sobre la Iglesia de una manera tal que limite sus libertades.
Obviamente el gobierno de Maximiliano no llegó a un acuerdo con el Vaticano, lo cual le costó la falta de
apoyo de diversos sectores, inclusive del gobierno de Napoleón III.
Por otra parte, Juárez movió su gobierno de San Luis a Saltillo el 9 de enero de 1864 y le pidió a Santiago
Vidaurri, gobernador de Nuevo León, que pusiera a disposición del gobierno federal los productos de la
aduana de Piedras Negras, a lo cual éste se negó. No obteniendo resultados de manera pacÃ−fica, Juárez
pidió el apoyo de José MarÃ−a Patoni y de González Ortega, pero no contaba con recibir el apoyo del
sur de Nuevo León, el norte de Coahuila, Saltillo y Tamaulipas, quienes se manifestaron en contra de
Vidaurri, quien se retirarÃ−a del gobierno para someterse al imperio de Maximiliano. El 3 de abril de 1864
Juárez establecÃ−a su gobierno en Monterrey pero el avance del ejército francés lo hizo abandonar
Monterrey en agosto y establecerse en Chihuahua, donde permanecerÃ−a casi un año antes de ir hacia Paso
del Norte.
1865 y 1866 fueron los años crÃ−ticos para Maximiliano, pues Francia enfrentaba la amenaza de una
posible guerra con Prusia por lo que amenazaba con el retiro de sus soldados, el gobierno de Austria mandó
un ejército de 4,000 hombre que no pudieron llegar a su destino por reclamaciones del gobierno liberal de
Estados Unidos comandado por Abraham Lincoln que no reconocÃ−a al gobierno francés. Ante estas
circunstancias Maximiliano decide abdicar al poder pero Carlota lo detiene y decide ir ella misma a hablar con
Napoleón III y con el Papa. La primer entrevista se dio el 11 de agosto de 1866 con Napoleón III, quien le
negó rotundamente cualquier tipo de ayuda, pues los prusianos habÃ−an derrotado a los austriacos el 3 de
julio de ese año, por lo que el ejército francés debÃ−a de regresar lo más pronto posible. Después
Carlota decide entrevistarse con el Papa Pio IX, pero ante el mismo resultado pierde por completo el juicio. Al
enterarse de lo sucedido, Maximiliano decide abdicar al trono, pero un grupo de conservadores liderados por
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Miramón y Márquez lo convencen de permanecer, ofreciéndole dinero y soldados.
Maximiliano decide refugiarse en Querétaro, la cual es atacada por el republicano Mariano Escobedo el 14
de marzo de 1867 sin ningún resultado. Por otra parte Puebla estaba siendo tomada por Porfirio DÃ−az el 2
de abril sin que Márquez lo pudiera detener. El ejército de Márquez fue destrozado por las fuerzas
conjuntas de DÃ−az y Escobedo, aunque Márquez pudo llegar a la capital el 11 de abril. Ante esta derrota
Miramón propuso la retirada de Querétaro pero Maximiliano se negó. La noche del 14 de abril Miguel
López estregaba el Convento de la Cruz a los republicanos, ocasionando la caÃ−da de la ciudad y la captura
de Miramón y Maximiliano, quienes fueron sometidos a un Consejo de Guerra del cual resultó que
Maximiliano habÃ−a usurpado la soberanÃ−a de México y atentado contra su independencia. El 19 de
junio de 1967 Maximiliano, Miramón y MejÃ−a eran fusilados en el Cerro de las Campanas.
LA RESTAURACIÃ N DE LA REPÃ BLICA
Una vez tomado el control de parte de los liberales se efectúan elecciones presidenciales para el periodo
1867-1871, de las cuales Juárez resulta presidente y Lerdo de Tejada vicepresidente. Deciden formar su
gabinete de civiles y reorganizar al paÃ−s, aun a costa de la naciente fracción militar, que también
querÃ−a formar parte del poder.
Se designa a Gabino Barreda para organizar la educación y crea la Escuela Nacional Preparatoria el 2 de
diciembre de 1867, se decide reducir al ejército de 80,000 o 90,000 hombres a solo 30,000 o 20,000 lo cual
molesta a los militares quienes se rebelan contra el gobierno de Juárez, se reconoció el contrato imperial
con la compañÃ−a que construÃ−a el ferrocarril de Veracruz y se favorecieron inversiones extranjeras.
Las elecciones de 1871 para sustituir al ejecutivo estaban representadas por Porfirio DÃ−az, Lerdo de Tejada
y Benito Juárez, siendo este último el vencedor, a lo cual algunos civiles y militares se molestaron y
rebelaron en contra del gobierno establecido y firmaron el 8 de noviembre el Plan de la Noria firmado por
DÃ−az, el cual se declara que: la reelección indefinida, forzosa y violenta, del Ejecutivo Federal, ha puesto
en peligro las Instituciones Nacionales… Juárez pudo dominar la revuelta y otros movimientos armados,
pero el 19 de julio de 1872 muere a causa de una enfermedad en el corazón, tomando al dÃ−a siguiente
posesión del cargo Lerdo de Tejada con carácter provisional.
Para las elecciones de 1872-1876 se presentaban Lerdo de Tejada y Porfirio DÃ−az, Lerdo ganó por un
margen francamente muy amplio. En su administración se inaugura la lÃ−nea ferroviaria de MéxicoVeracruz, creó el Senado de la República para contribuir al equilibrio de los Poderes Federales y procedió
a incorporar las Leyes de Reforma a la Constitución. También expulsa del paÃ−s a las Hermanas de la
Caridad y a algunos jesuitas extranjeros.
El 10 de enero de 1876 se da el Plan de Tuxtepec, que reconocÃ−a como ley suprema del paÃ−s a la
Constitución de 1857, que proclamaba el principio de la no reelección del Presidente y de los Gobernadores
de los Estados. Se designaba general en jefe del ejército llamado Regenerador a don Porfirio DÃ−az. El 26
de octubre el Congreso declaraba la reelección de Lerdo, elecciones que el Presidente de la Suprema Corte
de Justicia José MarÃ−a Iglesias calificó de fraudulentas y que por tal motivo él asumÃ−a la
presidencia. El 16 de noviembre DÃ−az ganaba la batalla de Tecoac y cuatro dÃ−as después Lerdo
abandonaba la presidencia y el paÃ−s. El 23 de noviembre Porfirio DÃ−az ocupó la Presidencia de la
República y de aquÃ− en adelante empieza el periodo denominado “Porfiriato”.
ANEXO 1
Plan de Ayutla.
1o. de marzo de 1854
8
El general de División Juan Ôlvarez a las tropas de su mando:
Soldados:
Habéis abandonado vuestros hogares e intereses para escuchar de mis labios la causa que motiva vuestra
reunión en este sitio, y voy a decÃ−rosla.
Por medio de intrigas y tortuosos manejos asaltó el general Santa-Anna el poder supremo pocos meses ha,
quien pérfido como siempre, burlando a los crédulos y apoyándose en los proyectos, quiere sojuzgar a
la nación, sin tener en cuenta la mayorÃ−a inmensa de mexicanos que marcaremos el hasta aquÃ− a sus
temerarios avances. Preciso es destruir su error, para que redunde en bien del paÃ−s lección tan provechosa.
¡Valientes compatriotas! Don Antonio López de Santa-Anna, que a su arbitrio dispone de los destinos de
nuestra patria, sirve de ciego instrumento a un partido detestable que no contento con nuestra independencia, y
enemigo jurado de la libertad, trabaja sin descanso por arrebatarnos esos preciosos bienes, cuya conquista nos
costara cruentos sacrificios.
¡SÃ−! sabedlo: allá en México donde por tanto tiempo imperaron los virreyes, quieren hoy los que su
lugar ocupan y suspiran por aquella dominación nefanda, establecer un gobierno indefinible, parodia
ridÃ−cula del que nos agobió en añejos tiempos, aunque con peores tendencias.
Esos miserables, solicitando únicamente satisfacer su vil deseo de mando y de riquezas, han impetrado el
auxilio de nuestros antiguos dominadores, ofreciendo a España que reconquistarÃ−a su perdido imperio;
cuando a la vez contrata con la república del Norte la venta de nuestros terrenos más feraces, que entregan
por bajo precio al astuto comprador.
El sufrimiento de los mexicanos es proverbial; pero el de ningún pueblo es infinito; en consecuencia,
exacerbado el nuestro, llegó la vez de que repeliera tanto ultraje y... ;quiénes deberán ser los primeros
que levanten la voz, y la espada empuñen con tal objeto?... ¿quiénes?...
Vosotros; sÃ−, vosotros, porque habéis sido siempre los defensores de la libertad, y contáis con elementos
indestructibles que os ha prodigado el Dios de los cristianos, que protege siempre a los valientes que lo adoran
y sirven a sus designios.
¡Mis amigos! me habéis visto encanecer a vuestro lado, y sabéis bien que nunca os engaña vuestro
anciano general: creedme por tanto.
Peligra nuestra cara independencia, quiere privársenos de la libertad y se pretende despojarnos hasta de la
tierra que pisamos, donde nacieron nuestros hijos y reposan las cenizas de nuestros padres...
¿Y lo podremos tolerar?... ¡no!... ¡mil veces no!... Juremos antes morir siguiendo el heroico ejemplo del
inmortal Guerrero, y tantos otros que sucumbieron por darnos patria.
Esa madre común por mi conducto demanda con imperio que no excuséis sacrificios para salvarla en su
actual conflicto; y porque os conozco puedo asegurar que será atendida y satisfecha: veo con gusto brillar en
vuestras manos las temibles armas que son el timbre de vuestras glorias y el paladión de las libertades
públicas. Con razón envÃ−a el tirano a sus genÃ−zaros para que os despojen de ellas!
Oprobio y baldón eterno a quien sufriere tanta infamia y sepa quien tal haga, que sobre sÃ− reporta la
maldición de Dios, el odio de los pueblos, y el más alto desprecio de quien para los buenos hijos del Sur, es
y será, como ha sido siempre, padre amoroso, fiel amigo y compañero constante.
La Providencia,
9
Febrero 27 de 1854.
J. Ôlvarez.
Los jefes, oficiales e individuos de tropa que suscriben, reunidos por citación del Sr. coronel don Florencio
Villarreal, en el pueblo de Ayutla, distrito de Ometepec, del estado libre y soberano de Guerrero.
CONSIDERANDO:
Que la permanencia de don Antonio López de Santa-Anna en el poder es un amago constante para las
libertades públicas, puesto que con el mayor escándalo, bajo su gobierno se han hollado las garantÃ−as
individuales que se respetan aun en los paÃ−ses menos civilizados:
Que los mexicanos, tan celosos de su libertad, se hallan en el peligro inminente de ser subyugados por la
fuerza de un poder absoluto, ejercido por el hombre a quien tan generosa como deplorablemente se confiaron
los destinos de la patria:
Que bien distante de corresponder a tan honroso llamamiento, sólo ha venido a oprimir y vejar a los pueblos
recargándolos de contribuciones onerosas, sin consideración a la pobreza general, empleándose su
producto en gastos superfluos, y formar la fortuna, como en otra época, de unos cuantos favoritos:
Que el plan proclamado en Jalisco y que le abrió las puertas de la República, ha sido falseado en su
espÃ−ritu y objeto, contrariando el torrente de la opinión, sofocada por la arbitraria restricción de la
imprenta:
Que ha faltado al solemne compromiso que contrajo con la Nación al pisar el suelo patrio, habiéndole
ofrecido que olvidarÃ−a resentimientos personales y jamás se entregarÃ−a en los brazos de ningún partido:
Que debiendo conservar la integridad del territorio de la República, ha vendido una parte considerable de
ella, sacrificando a nuestros hermanos de la frontera del Norte, que en adelante serán extranjeros en su
propia patria, para ser lanzados después, como sucedió a los californianos:
Que la Nación no puede continuar por más tiempo sin constituirse de un modo estable y duradero, ni
dependiendo su existencia polÃ−tica de la voluntad caprichosa de un solo hombre:
Que las instituciones republicanas son las únicas que convienen al paÃ−s con exclusión absoluta de
cualquier otro sistema de gobierno:
Y por último, atendiendo a que la independencia nacional se halla amagada bajo otro aspecto no menos
peligroso por los conatos notorios del partido dominante levantado por el general Santa Anna; usando de los
mismos derechos de que usaron nuestros padres en 1821 para conquistar la libertad, los que suscriben
proclaman y protestan sostener hasta morir, si fuere necesario, el siguiente
PLAN
1o. Cesan en el ejercicio del poder público a don Antonio López de Santa Anna y los demás funcionarios
que como él, hayan desmerecido la confianza de los pueblos, o se opusieren al presente plan.
2o. Cuando éste haya sido adoptado por la mayorÃ−a de la nación, el general en jefe de las fuerzas que lo
sostengan, convocará un representante por cada Estado y Territorio, para que reunidos en el lugar que estime
conveniente, elijan al presidente interino de la República, y le sirvan de consejo durante el corto periodo de
su encargo.
3o. El presidente interino quedará desde luego investido de amplias facultades para atender a la seguridad e
independencia nacional, y a los demás ramos de la administración pública.
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4o. En los Estados en que fuere secundado este plan polÃ−tico, el jefe principal de las fuerzas adheridas,
asociado a siete personas bien conceptuadas, que elegirá él mismo, acordará y promulgará al mes de
haberlos reunido, el estatuto provisional que debe regir en su Estado o Territorio, sirviéndose de base
indispensable para cada estatuto que la nación es y será siempre, sola indivisible e independiente.
5o. A los quince dÃ−as de haber entrado en sus funciones el presidente interino, convocará el congreso
extraordinario, conforme a las bases de la ley que fue expedida con igual objeto en el año de 1841, el cual se
ocupe exclusivamente de constituir a la nación bajo la forma de República representativa popular, y de
revisar los actos del ejecutivo provisional de que se habla en el artÃ−culo 2o.
6o. Debiendo ser el ejército el apoyo del orden y de las garantÃ−as sociales, el gobierno interino cuidará
de conservarlo y atenderlo, cual demanda su noble instituto, asÃ− como proteger la libertad del comercio
interior y exterior, expidiendo a la mayor brevedad posible los aranceles que deben observarse, rigiendo entre
tanto para las aduanas marÃ−timas el publicado bajo la administración del Sr. Ceballos.
7o. Cesan desde luego los efectos de las leyes vigentes sobre sorteo y pasaportes, y la gabela impuesta a los
pueblos con el nombre de capitación.
8o. Todo lo que se oponga al presente plan o que prestare auxilios directos o indirectos a los poderes que en
él se desconocen, será tratado como enemigo de la independencia nacional.
9o. Se invita a los excelentÃ−simos señores generales don Nicolás Bravo, don Juan Ôlvarez y don
Tomás Moreno, para que puestos al frente de las fuerzas libertadoras que proclaman este plan, sostengan y
lleven a efecto las reformas administrativas que en él se consignan, pudiendo hacerle las modificaciones
que crean convenientes para el bien de la nación.
Ayutla, marzo 1o. de 1854.
El coronel Florencio Villarreal, comandante en jefe de las fuerzas reunidas.
Esteban Sambrano, comandante de batallón.
José Miguel Indart, capitán de granaderos.
MartÃ−n Ojendiz, capitán de cazadores.
Leandro Rosales, capitán.
Urbano de los Reyes, capitán.
José Pinzón, subteniente.
Máximo Sosa, subteniente.
Pedro Bedolla, subteniente.
Julián Morales, subteniente.
Dionisio Cruz, capitán de auxiliares.
Mariano Terraza, teniente.
11
Toribio Zamora, subteniente.
José Justo Gómez, subteniente.
Juan Diego, capitán.
Juan Luesa, capitán.
Vicente Luna, capitán.
José Ventura, subteniente.
Manuel Momblan, teniente ayudante de su señorÃ−a.
Por la clase de sargentos: Máximo Gómez. Teodoro Nava.
Por la clase de cabos: Modesto Cortés. Miguel Perea.
Por la clase de soldados: AgustÃ−n Sánchez.
El capitán Carlos Crespo, secretario.
Es copia. Ayutla, marzo 1o. de 1854.
Carlos Crespo, secretario.
ANEXO 2
Noviembre 23 de 1855. -- Decreto del gobierno. .-- Ley de administración de Justicia y orgánica de los
tribunales de la federación.
Ministerio de Justicia.-El Excmo. Sr. presidente interino se ha servido dirigirme el decreto que sigue:
El C. Juan Ôlvarez, presidente interino, etc.
LEY SOBRE ADMINISTRACION
DE JUSTICIA Y ORGÔNICA DE LOS TRIBUNALES DE LA NACION, DEL DISTRITO Y
TERRITORIOS.
Art. 1. Entre tanto se arregla definitivamente la administración de justicia en la nación, se observarán las
leyes que sobre este ramo regÃ−an en 31 de Diciembre de 1852, con las modificaciones que establece este
decreto.
SUPREMA CORTE DE JUSTICIA.
2. La Corte Suprema de Justicia de la nación se compondrá de nueve ministros y dos fiscales. Para ser
ministro ó fiscal se requiere ser abogado, mayor de treinta años, estar en ejercicio de los derechos de
ciudadano, y no haber sido condenado en proceso legal á alguna pena infamante.
3. La Corte Suprema de Justicia se dividirá en tres salas. La primera, que será unitaria, conocerá de todo
negocio que corresponda á la Suprema Corte en primera instancia. La segunda, que se compondrá de tres
ministros, conocerá de todo negocio que deba verse en segunda instancia; y la tercera, de cinco, conocerá
en grado de revista de todo negocio que según las leyes lo admitan. Los ministros 1º, 2º 5º,8º y 9º
compondrán la sala de tercera instancia. Los ministros: 3º, 4º y 7º compondrán la segunda sala, y el
6º ministro formará la sala unitaria.
4. Habrá cinco ministros suplentes, que deberán tener las mismas cualidades de los propietarios y residir en
la capital de la República.
5. Las faltas de los ministros se cubrirán llamando primero al fiscal que no hubiere pedido en el negocio, y
12
en su defecto á los ministros suplentes de que habla este decreto, á quienes se llamará por turno. Los
ministros suplentes gozarán, los dÃ−as que funcionaren, de la mitad del sueldo que disfrutarÃ−an siendo
propietarios; pero cuando sus funciones duren más de quince dÃ−as, se les abonará el sueldo Ã−ntegro.
6. Ni los ministros ni los fiscales de la Suprema Corte de Justicia, podrán ser recusados sin causa que se
compruebe. Solo podrán excusarse por motivos que justificarÃ−an la recusación.
7. Cada sala tendrá una secretarÃ−a en la que habrá los empleados siguientes:
Un secretario letrado.
Un oficial Ã−dem.
Dos escribientes.
Un portero.
Un mozo de aseo.
El secretario de la primera sala lo será de la corte plena.
8. Para todas las salas habrá un escribano de diligencias y un ministro ejecutor. Cada fiscal tendrá un
escribiente.
9. La Suprema Corte de Justicia cesará de conocer de los negocios civiles y criminales pertenecientes al
Distrito y territorios; pero conocerá de los negocios y causas de responsabilidad del gobernador del Distrito,
de los magistrados del Tribunal Superior del mismo, y de los jefes polÃ−ticos de los territorios.
10. Corresponde á la corte plena:
1º Dar con audiencia fiscal las consultas sobre pase ó retención de bulas en materia contenciosa.
2º Recibir de abogados á los que ante ella lo pretendieren.
3º Distribuir los negocios entre los fiscales.
4º Ejercer las demás atribuciones que las leyes vigentes en 1852 le encomendaron.
11. Pertenece á la tercera sala:
1º El conocimiento de las competencias de que habla el art. 29 de la ley de 14 de Febrero de 1826.
2º El de los recursos de protección y fuerza en negocios que corresponden á los juzgados de Distrito,
tribunales de circuito, ó á la Suprema Corte, asÃ− como el de los que ocurran en el Distrito y territorios.
3º El de los recursos de nulidad que se interpusieren de sentencia pronunciada por la segunda sala de la
misma Corte y por la sala colegiada del Tribunal Superior del Distrito.
4º El de todos los negocios cuya tercera instancia corresponda á la Suprema Corte.
12. Las salas serán permanentes, y nunca se llamará á los ministros de una para cubrir las faltas que
hubiere en otras. En caso de impedimento temporal, se suplirán dichas faltas del modo prevenido en el art.
5º de este decreto.
13. Los magistrados propietarios y suplentes, y los fiscales de la Suprema Corte, serán juzgados como se
dispone en el art. 139 de la Constitución de 1824; y no pudiendo al presente hacerse el nombramiento de
jueces como en él se ordena, se verificará de la manera siguiente: En los casos en que según las leyes sea
necesaria la declaración de haber lugar á la formación de causa, se hará ésta por el consejo de
gobierno; y para organizar el tribunal que debe juzgar á los responsables, el gobierno formará una lista de
veinticuatro abogados residentes en la capital, que tengan las cualidades que se requieren para ser ministro de
la Suprema Corte, y no sean jueces ni empleados de los tribunales. Llegado el caso de juzgar á algún
responsable, el consejo de gobierno insaculará veinticuatro cédulas con los nombres que compongan la
lista citada, y sacará por suerte las de los individuos que deben formar el tribunal.
14. El mismo tribunal conocerá conforme á las leyes de los recursos de nulidad, siempre que ésta se
haya causado en la tercera sala de la Suprema Corte de Justicia.
CORTE MARCIAL.
15. La Suprema Corte de Justicia se erigirá en corte marcial, asociándosele al efecto siete oficiales
generales y un fiscal de la misma clase, para conocer de las causas criminales puramente militares ó mixtas,
en los términos prevenidos en esta ley.
16. La corte marcial se compondrá de tres salas de justicia y una que se llamará de ordenanza. Las salas de
justicia serán de 1ª, 2ª y 3ª instancia. Formarán la de 1ª instancia los dos primeros ministros de la
Suprema Corte por el orden de su nombramiento, excluyendo al presidente, y el 4º de los oficiales generales
nombrados para la corte marcial: la 2ª instancia se formará de los ministros letrados que sigan por el orden
13
referido, y el 5º de los oficiales generales: la de 3ª instancia de los tres letrados siguientes, por el mismo
orden, con el 6º y 7º militares.
17. La sala de ordenanza se formará de los tres primeros oficiales generales nombrados para la corte marcial
y el fiscal de la misma clase. El último de los ministros letrados de la Suprema Corte concurrirá sin voto á
la sala de ordenanza para dar su dictamen á los vocales en las dudas que les ocurran. El gobierno, al hacer
los nombramientos de ministros, designará el presidente de esta sala, que lo será de la corte marcial.
18. La sala de ordenanza tendrá una secretarÃ−a compuesta de
Un secretario, coronel efectivo del ejército.
Un oficial, teniente coronel Ã−dem de Ã−dem.
Dos escribientes, capitanes id. de id.
Un portero.
Dos ordenanzas.
19. Habrá tres ministros suplentes, que serán también oficiales generales, y cubrirán por turno las faltas
temporales de los ministros propietarios.
20. La corte marcial se sujetará á la ley de 27 de Abril de 1837 y reglamento de 2 de Setiembre del mismo
año, en todo lo que no se oponga á este decreto.
21. Los ministros propietarios y suplentes, el oficial y demás empleados de la corte marcial, disfrutarán
solamente el sueldo que les corresponde por su empleo en el ejército.
22. Los ministros de la corte marcial serán juzgados por el tribunal y en la forma que se establece en el art.
13 de este decreto.
TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO.
23. Se establece un Tribunal Superior de Justicia en el Distrito, que se compondrá de cinco magistrados y
dos fiscales. Para ser ministro ó fiscal se requiere: ser abogado, mayor de treinta años, estar en el ejercicio
de los derechos de ciudadano, y no haber sido condenado á alguna pena infamante. Habrá cinco ministros
suplentes, que tendrán las mismas cualidades que los propietarios
24. El Tribunal Superior del Distrito se dividirá en tres salas: dos unitarias de segunda instancia, y una
compuesta de tres magistrados que conocerá en tercera. El tribunal pleno, en el acuerdo diario, sorteará los
negocios de que se dé cuenta, entre las salas unitarias y los fiscales. El gobierno, al hacer el nombramiento
de ministros, designará el presidente del tribunal.
25. La sala colegiada se compondrá del primero, tercero y quinto ministro y las unitarias del segundo y
cuarto.
26. Las faltas temporales de los ministros se suplirán del modo siguiente: se llamará por su orden, 1º á
los fiscales, excluyendo al que hubiere pedido en el negocio: 2º, á los jueces de lo civil, exceptuando al que
hubiese conocido del negocio en primera instancia; y 3º á los suplentes. Un fiscal no podrá cubrir la falta
de un ministro propietario sino por un mes, á cuyo término se seguirá el turno que este artÃ−culo
establece. No podrá un mismo juez suplir en el tribunal por más de quince dÃ−as continuos; pero seguirá
supliendo los dÃ−as precisos para terminar los negocios cuya vista hubiere comenzado. Los fiscales y los
jueces durante su suplencia, continuarán despachando sus demás negocios en las horas que les queden
libres, y los segundos no tendrán entonces más sueldo que el de sus empleos. Los suplentes, en igual caso,
gozarán por cada asistencia la mitad del sueldo que en ese dÃ−a les correspondiera siendo ministros
propietarios, y cuando su ocupación en el tribunal durare más de quince dÃ−as, disfrutarán el sueldo
Ã−ntegro.
27. Cada una de las salas del Tribunal Superior del Distrito, tendrá los empleados siguientes:
Un secretario letrado.
Un oficial Ã−dem.
Dos escribientes.
El secretario de la sala de súplica lo será del tribunal pleno. Las faltas del secretario, por ocupación en
alguna sala ó por cualquiera otra causa, se suplirán por el oficial respectivo. Para todas las salas habrá dos
abogados defensores de pobres, un escribano de diligencias, un archivero, un ministro ejecutor, un portero y
dos mozos de aseo. Habrá dos escribientes para los fiscales.
28. Para el conocimiento de los negocios civiles y criminales del Distrito, el Tribunal Superior se sujetará á
14
las leyes que sobre administración de justicia regÃ−an en 31 de Diciembre de 1852, conociendo en los
grados y conforme lo hacia la Suprema Corte de Justicia de la nación en aquella época.
29. El Tribunal Superior del Distrito conocerá de las causas de responsabilidad de los jueces de primera
instancia del mismo, y de los menores de la ciudad de México. En este caso, y cuando funcionando como
tribunal de circuito, conforme á esta ley, defina la responsabilidad de un juez de Distrito, una de las salas
unitarias conocerá en primera instancia, y la sala colegiada en segunda.
Dentro de un mes de instalado el tribunal, formará su reglamento interior, y lo presentará al gobierno para
su aprobación.
Entre tanto, observará el de la Suprema Corte de Justicia. El tribunal pleno recibirá de abogados á los que
ante él lo solicitaren. La sala colegiada dirimirá las competencias que ocurran entre los jueces del Distrito,
y conocerá de los recursos de nulidad que se interpongan de las sentencias pronunciadas por las salas
unitarias.
TRIBUNALES DE CIRCUITO Y JUZGADOS DE DISTRITO.
30. Se restablecen los tribunales de circuito y juzgados de Distrito, con las modificaciones que á
continuación se expresan:
1ª La sala colegiada del Tribunal Superior del Distrito, ejercerá las funciones de tribunal de circuito de
México, y conocerá en tercera instancia de los negocios pertenecientes al Territorio de Tlaxcala, que sean
suplicables conforme á las leyes.
2ª El tribunal de circuito de Culiacán, conocerá en grado de súplica de los negocios pertenecientes al
Territorio de la Baja-California.
3ª El tribunal de circuito de Guanajuato, comprenderá los Estados de Morelia, Querétaro, Guanajuato y
Territorio de Sierra-Gorda: se situará en la ciudad de Celaya y conocerá en tercera instancia de los
negocios pertenecientes al territorio expresado.
4ª El tribunal de circuito de Guadalajara comprenderá los Estados de Zacatecas, Jalisco y el Territorio de
Colima, y conocerá en tercera instancia de los negocios pertenecientes á dicho territorio.
5 ª El tribunal de circuito de Mérida, comprenderá los Estados de Chiapas, Tabasco, Yucatán y el
Territorio de la Isla del Carmen, y conocerá en tercera instancia de los negocios pertenecientes al último.
6ª El juzgado de Distrito de Sinaloa, conocerá en grado de apelación de los negocios pertenecientes á la
Baja-California.
7ª El juzgado de Distrito de Guadalajara, que residirá en Colima, conocerá en segunda instancia de los
negocios pertenecientes al Territorio de Colima.
8ª El juzgado de Distrito de México, conocerá en segunda instancia de los negocios pertenecientes al
Territorio de Tlaxcala.
9ª El juzgado de Distrito de Querétaro y Guanajuato, que residirá en la capital de este último Estado,
conocerá en segunda instancia de los negocios pertenecientes al Territorio de Sierra-Gorda.
10ª El juzgado de Distrito de Campeche, conocerá en segunda instancia de los negocios pertenecientes á
la Isla del Carmen.
11ª En los juzgados de Distrito de Michoacán, Oaxaca, San Luis y Zacatecas, desempeñarán las
funciones de promotor fiscal, los empleados de hacienda respectivos.
12ª En los lugares donde residiere un juzgado de Distrito y el tribunal de circuito, el promotor fiscal de
éste lo será también del juzgado de Distrito.
13ª En cada uno de los tribunales de circuito y juzgados de Distrito que conozcan de los negocios civiles y
criminales pertenecientes á los territorios, habrá un escribiente, á más de los empleados señalados por
la ley.
31. Los tribunales de circuito y juzgados de Distrito, conocerán de los negocios y en la forma que se
determinó por las leyes de su creación y posteriores relativas hasta 31 de Diciembre de 1852, ejerciendo
además las atribuciones que se les encomiendan por esta ley.
32. La responsabilidad de los jueces de los territorios, será definida por los de Distrito á quienes toque
revisar sus fallos.
JUZGADOS DE PRIMERA INSTANCIA EN EL DISTRITO Y TERRITORIOS.
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33. Los juzgados de lo civil y de lo criminal, continuarán en el Distrito bajo la forma que hoy tienen, sin
más alteraciones que las que induce esta ley.
34. Se declara vigente la ley de 17 de Enero de 1853, que creó los jueces menores, en lo que no se oponga á
la presente.
35. En el Territorio de la Baja-California habrá un solo juzgado de lo civil y de lo criminal, con los
empleados que se expresan en la planta que se agrega á esta ley.
36. El Territorio de Colima seguirá formando un solo partido judicial, en el que habrá dos jueces de lo civil
y de lo criminal, que se turnarán por semanas en el conocimiento de los negocios criminales que de nuevo
ocurran.
37. En el Territorio de la Isla del Carmen habrá un solo juzgado para los negocios civiles y criminales, bajo
la forma que hoy tiene.
38. En la Sierra-Gorda habrá también un solo juzgado de primera instancia, del modo en que hoy existe.
39. El Territorio de Tlaxcala continuará dividido en dos, partidos judiciales, el de Tlaxcala y el de
Huamantla, en cada uno de los cuales habrá un juzgado para los negocios del ramo civil y criminal.
40. La parte del Territorio de Tehuantepec, que no se ha agregado al Estado de Oaxaca, queda sujeta á las
disposiciones que en este ramo dictare el gobierno del Estado de Veracruz.
41. El partido judicial de Balancan, que se habÃ−a segregado del Estado de Tabasco, se sujetará á las
disposiciones del gobierno de este Estado.
DISPOSICIONES GENERALES.
42. Se suprimen los tribunales especiales, con excepción de los eclesiásticos y militares. Los tribunales
eclesiásticos cesarán de conocer en los negocios civiles, y continuarán conociendo de los delitos comunes
de los individuos de su fuero, mientras se expide una ley que arregle ese punto. Los tribunales militares
cesarán también de conocer de los negocios civiles, y conocerán tan solo de los delitos puramente
militares ó mixtos de los individuos sujetos al fuero de guerra. Las disposiciones que comprende este
artÃ−culo, son generales para toda la República, y los Estados no podrán variarlas ó modificarlas.
43. Se suprimen las auditorÃ−as de guerra de las comandancias generales. Los jueces de distrito, y en su
defecto los jueces letrados de las respectivas localidades, asesorarán á los tribunales militares, como lo
previene la ley de 30 de Abril de 1849. En el Distrito se turnarán por semanas para ese efecto, los jueces de
primera instancia y de Distrito. El turno empezará por el juez de distrito, siguiendo los de lo civil y
después los de lo criminal, por el orden de su numeración. El turno será para las causas que comiencen
en la semana, pues en aquellas en que hubiere consultado un juez, seguirá haciéndolo el mismo hasta su
conclusión.
44. El fuero eclesiástico en los delitos comunes es renunciable.
45. Los jueces del fuero común conocerán de los negocios de comercio y de minerÃ−a, sujetándose á
las ordenanzas y leyes peculiares de cada ramo. Los gobernadores y jefes polÃ−ticos ejercerán las facultades
económico-gubernativas que las ordenanzas de minerÃ−a concedÃ−an á las diputaciones territoriales. Las
disposiciones de este artÃ−culo y del anterior, son para toda la República.
46. Continuarán vigentes la ley de 30 de Abril de 1842 y sus correlativas que reglamentaron el uso del papel
sellado, con las modificaciones que hizo el decreto de 27 de Octubre último; y entre tanto la oficina
respectiva dispone que se selle el papel correspondiente, los gobernadores de los Estados, el del Distrito y los
jefes polÃ−ticos de los territorios, podrán habilitar el necesario.
47. Ningún juez ó magistrado podrá ser suspenso ó removido sin previa causa justificada en el juicio
respectivo.
48. El gobierno nombrará los magistrados, fiscales, jueces y demás empleados del ramo judicial, mientras
la Constitución polÃ−tica de la nación dispone otra cosa. Al hacer los nombramientos, el gobierno
designará el presidente y vice-presidente de la Suprema Corte de Justicia.
49. Los sueldos de los empleados de que habla esta ley, serán los que se expresarán al fin de ella.
50. La declaración de inmunidad siempre que un reo se acoja al asilo, corresponde al superior inmediato.
51. En los procedimientos civiles se observarán las reglas contenidas en los artÃ−culos siguientes.
52. Los pregones no se darán hasta que la causa haya sido sentenciada de remate.
53. Para oponerse á la ejecución se determinará expresa y detalladamente la excepción que se le alega.
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La oposición que se hiciere de otro modo, no surtirá efecto alguno.
54. Cuando el demandado se rehúse al reconocimiento de una firma, previos tres requerimientos, se le
tendrá por confeso y se procederá á la ejecución; y cuando emplazado personalmente, se niegue á
comparecer para hacer el reconocimiento, se procederá al secuestro de bienes por vÃ−a de apremio, en
cantidad correspondiente á la demanda.
55. En la vÃ−a ejecutiva no se admitirá apelación del auto de exequendo.
56. La adjudicación en pago por falta de postor, se hará en las dos terceras partes del valúo.
57. Las tercerÃ−as excluyentes en ningún caso suspenden el curso del juicio ejecutivo, cuando se inician
antes de pronunciada sentencia de remate.
58. Si la acción del opositor fuese ordinaria, se continuará el juicio ejecutivo hasta hacerse pago el
ejecutante bajo la firma correspondiente.
59. Cuando dicha acción fuese ejecutiva, continuarán separadamente el juicio ejecutivo en que deberá
acreditar el opositor su derecho, y el principal promovido por el ejecutante, hasta que cada uno de ellos sea
sentenciado de remate.
60. Pronunciada que sea la sentencia de remate en ambos juicios, si obtuviere el opositor, se le devolverán
los bienes embargados, siendo la tercerÃ−a de dominio; pero si fuere sobre preferencia de crédito, el
opositor y el ejecutante, en el caso que éste hubiese también obtenido, entrarán desde luego al juicio
sobre preferencia, llevándose entre tanto adelante la ejecución, hasta dejar realizados los bienes
embargados, cuyo importe se depositará para hacer el pago al que acreditare mejor derecho.
61. Si después de la sentencia de remate saliese el opositor con acción ejecutiva y la tercerÃ−a fuese de
dominio, se suspenderá el juicio ejecutivo en el estado en que se encuentre, hasta que se dé sentencia de
remate sobre el derecho del opositor, conforme á lo dispuesto en el art. 59; pero si la tercerÃ−a se funda en
preferencia de crédito, la ejecución seguirá adelante, observándose lo prescrito en el artÃ−culo
anterior.
62. En los secuestros por vÃ−a de providencia precautoria, si la parte embargada los contradijera, verificados
que sean se citará á audiencia verbal para tenerla dentro del tercero dÃ−a; y por lo que en ella se alegue, se
determinará la subsistencia ó levantamiento de la medida precautoria. Si se necesitare de prueba, se
presentará ésta en otra audiencia, que se verificará dentro de los seis dÃ−as siguientes.
63. Las apelaciones de estos fallos se tratarán también verbalmente, y la vista se verificará dentro de seis
dÃ−as de recibida el acta de primera instancia en el Tribunal Superior.
64. Nunca se esperará segunda rebeldÃ−a para decretar el apremio, y en todas serán las costas á cargo de
aquel que haya demorado la devolución de los autos.
65. En los negocios urgentes de arraigo, interdictos ó medidas precautorias, el proveÃ−do se dictará dentro
de una hora, bajo la responsabilidad del juez.
66. A todos los escritos se pondrá fecha, y el escribano asentará el dÃ−a y hora en que los recibe, á
presencia de la parte.
67. Las notificaciones se harán dentro de veinticuatro horas personalmente, ó por instructivo, y en los
negocios urgentes de que habla el art. 65, sin pérdida de momento. No haciéndose asÃ−, el juez
impondrá al escribano una multa del duplo de lo que debÃ−a devengar por la diligencia; y si el perjuicio
causado fuere grave, suspenderá al escribano hasta que satisfaga á la parte ó se le declare inculpable.
68. El actor en su escrito de demanda y el reo en la primera notificación que se le haga, señalarán la casa
donde se les hayan de hacer las demás, y en ella se les buscará hasta que den aviso contrario.
69. No se pasarán los autos á tasación sino cuando alguna de las partes lo exija, en cuyo caso el juez de la
causa ó el superior respectivo, nombrará de entre los abogados al que deba hacer la tasación. Este no
cobrará derechos dobles.
70. Los escribanos no cobrarán buscas, debiendo á la primera dejar el instructivo, por el que se cobrará lo
que corresponde á la notificación y nada más.
71. De todo auto se dará á la parte, al notificarla, copia si la pidiere, cobrándole un real por cada
veintidós renglones de los que excedan de doce.
72. Se omitirá en los juicios ordinarios la réplica y dúplica por escrito. Contestada la demanda, el juez
citará á audiencia verbal, en la que cada parte expondrá sobre los hechos y su derecho. Procurará el juez
la avenencia, y no lográndose, citará para sentencia, si el punto fuere de derecho. Si hubiere hechos que
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probar, quedarán asentados los puntos sobre que debe recaer la prueba. El término ordinario de ésta no
excederá de sesenta dÃ−as.
73. No es necesaria la habilitación del dÃ−a ó de la hora para actuar en cualquiera momento, aun cuando
sea de noche ó dÃ−a feriado, en los negocios criminales y civiles que fueren urgentes.
74. Los términos legales son improrrogables.
75. Todo término se contará de momento á momento descontando los dÃ−as feriados.
76. Los jueces de primera instancia del Distrito conocerán en juicio verbal hasta la cantidad de trescientos
pesos.
77. Quedan insubsistentes y sin efecto alguno todas las disposiciones que sobre administración de justicia se
han dictado desde Enero de 1853 hasta la fecha.
ARTICULOS TRANSITORIOS.
1º La Suprema Corte de Justicia y la marcial, se instalarán á los tres dÃ−as de hechos los nombramientos
de las personas que deben componerlas. Los nombrados prestarán juramento ante el consejo de gobierno,
bajo la fórmula siguiente:
¿Juráis guardar y hacer guardar el plan de Ayutla y las leyes expedidas en su consecuencia, administrar
justicia y desempeñar fiel y lealmente vuestro encargo?-SÃ− juro.-Si asÃ− lo hiciereis, Dios os lo premie, y
si no, El y la nación os lo demanden.
2º Todos los empleados nombrados á virtud de esta ley, prestarán el mismo juramento. Los ministros del
Tribunal Superior de Distrito ante la Suprema Corte, en acuerdo pleno. Los jueces de circuito y de distrito, y
sus promotores, ante la misma, si residieren en esta capital, ó ante el gobernador del Estado en que residan:
los jueces de primera instancia y los menores de la ciudad de México, ante el superior tribunal del Distrito,
y todos los demás empleados ante su respectivo superior.
3º Los tribunales especiales suprimidos en virtud de este decreto, pasarán todos los negocios que tuvieren,
á los jueces ordinarios, y cuando aquellos se sigan á instancia de parte y hubiere varios jueces en el lugar,
al que eligiere el actor.
4º Los tribunales militares pasarán igualmente á los jueces ordinarios respectivos, los negocios civiles y
causas criminales sobre delitos comunes: lo mismo harán los tribunales eclesiásticos con los negocios
civiles en que cesa su jurisdicción (Se omite la planta de sueldos por no tener importancia alguna de
actualidad esta parte de la ley.).
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Palacio nacional. De
México, á 22 de Noviembre de 1855.-Juan Ôlvarez.-Al ciudadano Benito Juárez.
Y lo comunico á V. E. para su inteligencia y fines consiguientes.
Dios y libertad. México, Noviembre 23 de 1855.-Juárez.
ANEXO 3
LEY DE DESAMORTIZACIÃ N DE FINCAS RÃ STICAS Y URBANAS PROPIEDAD DE
CORPORACIONES CIVILES Y ECLESIÔSTICAS
Ministerio de Hacienda y Crédito Público.
El Eximo. Sr. Presidente sustituto de la República se ha servido dirigirme el decreto que sigue:
Ignacio Comonfort, Presidente sustituto de la República mexicana, a los habitantes de ella, sabed:
Que considerando que uno de los mayores obstáculos para la prosperidad y engrandecimiento de la Nación
es la falta de movimiento o libre circulación de una gran parte de la propiedad raÃ−z, base fundamental de la
riqueza pública, y en uso de las facultades que me concede el plan proclamado en Ayutla y reformado en
Acapulco, he tenido a bien decretar lo siguiente:
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ArtÃ−culo 1.- Todas las fincas rústicas y urbanas que hoy tienen o administran como propietarios las
corporaciones civiles o eclesiásticas de la República se adjudicarán en propiedad a los que las tienen
arrendadas por el valor correspondiente a la renta que en la actualidad pagan, calculada como rédito al seis
por ciento anual.
ArtÃ−culo 2.- La misma adjudicación se hará a los que hoy tienen a censo enfitéutico fincas rústicas o
urbanas de corporación, capitalizando al seis por ciento el canon que pagan, para determinar el valor de
aquéllas.
ArtÃ−culo 3.- Bajo el nombre de corporaciones se comprenden todas las comunidades religiosas de ambos
sexos, cofradÃ−as y archicofradÃ−as, congregaciones, hermandades, parroquias, ayuntamientos, colegios y
en general todo establecimiento o fundación que tenga el carácter de duración perpetua o indefinida.
ArtÃ−culo 4.- Las fincas urbanas arrendadas directamente por las corporaciones a varios inquilinos se
adjudicarán, capitalizando la suma de arrendamientos, a aquél de los actuales inquilinos que pague mayor
renta, y en caso de igualdad, al más antiguo. Respecto de las rústicas que se hallen en el mismo caso, se
adjudicará a cada arrendatario la parte que tenga arrendada.
ArtÃ−culo 5.- Tanto las urbanas como las rústicas que no estén arrendadas a la fecha de la publicación
de esta ley, se adjudicarán al mejor postor en almoneda que se celebrará ante la primera autoridad
polÃ−tica del Partido.
ArtÃ−culo 6.- Habiendo fallos ya ejecutoriados en la misma fecha para la desocupación de algunas fincas se
considerarán como no arrendadas, aunque todavÃ−a las ocupen de hecho los arrendatarios; pero éstos
conservarán los derechos que les da la presente ley si estuviere pendiente el juicio sobre desocupación.
También serán considerados como inquilinos o arrendatarios, para los efectos de esta ley, todos aquellos
que tengan contratado ya formalmente el arrendamiento de alguna finca rústica o urbana, aún cuando no
estén todavÃ−a de hecho en posesión de ella.
ArtÃ−culo 7.- En todas las adjudicaciones de que trata esta ley, quedará el precio de ellas impuesto al seis
por ciento anual y a censo redimible sobre las mismas fincas, pudiendo cuando quieran los nuevos dueños
redimir el todo o una parte que no sea menor de mil pesos, respecto de fincas cuyo valor exceda de dos mil, y
de doscientos cincuenta en las que bajen de dicho precio.
ArtÃ−culo 8.- Sólo se exceptúan de la enajenación que queda prevenida, los edificios destinados
inmediata y directamente al servicio u objeto del instituto de las corporaciones, aún cuando se arriende
alguna parte no separada de ellos, como los conventos, palacios episcopales y municipales, colegios,
hospitales, hospicios, mercados, casas de corrección y de beneficencia; como parte de cada uno de dichos
edificios podrá comprenderse en esta excepción una casa que esté unida a ellos y la habiten por razón
de oficio los que sirven al objeto de la institución, como las casas de los párrocos y de los capellanes de
religiosas. De las propiedades pertenecientes a los ayuntamientos se exceptuarán también los edificios,
ejidos y terrenos destinados exclusivamente al servicio público de las poblaciones a que pertenezcan.
ArtÃ−culo 9.- Las adjudicaciones y remates deberán hacerse dentro del término de tres meses, contados
desde la publicación de esta ley en cada cabecera de Partido.
ArtÃ−culo 10.- Transcurridos los tres meses sin que haya formalizado la adjudicación el inquilino
arrendatario, perderá su derecho a ella, subrogándose en su lugar con igual derecho al subarrendatario o
cualquiera otra persona que en su defecto presente la denuncia entre la primera autoridad polÃ−tica del
partido, con tal que haga que se formalice a su favor la adjudicación dentro de los quince dÃ−as siguientes a
la fecha de la denuncia. En caso contrario, o faltando ésta, la expresada autoridad hará que se adjudique la
finca en almoneda al mejor postor.
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ArtÃ−culo 11.- No promoviendo alguna corporación ante la misma autoridad dentro del término de los
tres meses el remate de las fincas no arrendadas, si hubiere denunciante de ellas se le aplicará la octava parte
del precio, que para el efecto deberá exhibir de contado aquel en quien finque el remate, quedando a
reconocer el resto a favor de la corporación.
ArtÃ−culo 12.- Cuando la adjudicación se haga a favor del arrendatario, no podrá éste descontar del
precio ninguna cantidad por guantes, traspaso o mejoras; y cuando se haga a favor del que se subrogue en su
lugar, pagará de contado al arrendatario tan sólo el importe de los guantes, traspaso o mejoras que la
corporación hubiere reconocido, precisamente por escrito, antes de la publicación de esta ley; quedando en
ambos casos a favor de aquélla todo el precio, capitalizada la renta actual al seis por ciento. En el caso de
remate al mejor postor, se descontará del precio que ha de quedar impuesto sobre la finca, lo que deba
pagarse al arrendatario por estarle reconocido en la forma expresada.
ArtÃ−culo 13.- Por las deudas de arrendamiento anteriores a la adjudicación, podrá la corporación
ejercitar sus acciones conforme a derecho común.
ArtÃ−culo 14.- Además el inquilino o arrendatario deudor de rentas, no podrá hacer que se formalice a su
favor la adjudicación sin que, liquidada antes la deuda con presencia del último recibo, o la pague de
contado, o consienta en que se anote la escritura de adjudicación, para que sobre el precio de ella quede
hipotecada la finca por el importe de la deuda entre tanto no sea satisfecha. Esta hipoteca será sin causa de
réditos, salvo que, prescindiendo la corporación de sus acciones para exigir desde luego el pago, como
podrá exigirlo aún pidiendo conforme a derecho el remate de la finca adjudicada, convenga e que por el
importe de la deuda se formalice imposición sobre la misma finca.
ArtÃ−culo 15.- Cuando un denunciante se subrogue en lugar del arrendatario, deberá éste, si lo pide la
corporación, presentar el último recibo, a fin de que, habiendo deuda de rentas, se anote la escritura para
todos los efectos del artÃ−culo anterior. Entonces podrá el nuevo dueño usar también de las acciones de
la corporación para exigir el pago de esa deuda. Más en el caso de remate al mejor postor, no quedará por
ese tÃ−tulo obligada la finca.
ArtÃ−culo 16.- Siempre que no se pacten otros plazos, los réditos que se causen en virtud del remate o
adjudicación se pagarán por meses vencidos en las fincas urbanas, y por semestres vencidos en las
rústicas.
ArtÃ−culo 17.- En todo caso de remate en almoneda se dará fiador de los réditos y también cuando la
adjudicación se haga en favor del arrendatario o de quien se subrogue en su lugar, si aquél tiene dado
fiador por su arrendamiento, pero no en caso contrario.
ArtÃ−culo 18.- Las corporaciones no sólo podrán, conforme a derecho, cobrar los réditos adeudados,
sino que, llegando a deber los nuevos dueños seis meses en las fincas urbanas, y dos semestres en las
rústicas, si dieren lugar a que se les haga citación judicial para el cobro y no tuviesen fiador de réditos,
quedarán obligados a darlo desde entonces, aun cuando verifiquen el pago en cualquier tiempo después de
la citación.
ArtÃ−culo 19.- Tanto en los casos de remate como en los de adjudicación a los arrendatarios, o a los que
subroguen en su lugar, y en las enajenaciones que unos a otros hagan, deberán los nuevos dueños respetar
y cumplir los contratos de arrendamiento de tiempo determinado, celebrados de antes de la publicación de
esta ley, y no tendrán derecho para que cesen o se modifiquen los de tiempo indeterminado, sino después
de tres años contados desde la misma fecha. Cuando la adjudicación se haga a los arrendatarios, no
podrán modificar dentro del mismo término los actuales subarriendos que hubieren celebrado. Lo
dispuesto en este artÃ−culo se entenderá sin perjuicio del derecho para pedir la desocupación por otras
causas, conforme a las leyes vigentes.
20
ArtÃ−culo 20.- En general, todos los actuales arrendamientos de fincas rústicas y urbanas de la República
celebrados por tiempo indefinido podrán renovarse a voluntad de los propietarios después de tres años
contados desde la publicación de esta ley; desde ahora, para lo sucesivo se entenderá siempre que tienen el
mismo término de tres años todos los arrendamientos de tiempo indefinido, para que a ese plazo puedan
libremente renovarlos los propietarios.
ArtÃ−culo 21.- Los que por remate o adjudicación adquieran fincas rústicas o urbanas en virtud de esta ley,
podrán en todo tiempo enajenarlas libremente y disponer de ellas como de una propiedad legalmente
adquirida, quedando tan sólo a las corporaciones a que pertenecÃ−an los derechos que conforme a las leyes
corresponden a los censualistas por el capital y réditos.
ArtÃ−culo 22.- Todos los que en virtud de esta ley adquieran la propiedad de fincas rústicas podrán dividir
los terrenos de ellas para el efecto de enajenarlos a diversas personas, sin que las corporaciones censualistas
puedan oponerse a la división, sino sólo usar de sus derechos para que se distribuya el reconocimiento del
capital sobre las fracciones en proporción de su valor, de modo que quede asegurada la misma suma que
antes reconocÃ−a toda la finca.
ArtÃ−culo 23.- Los capitales que como precio de las rústicas o urbanas queden impuestos sobre ellas a favor
de las corporaciones tendrán el lugar y prelación que conforme a derecho les corresponda entre los
gravámenes anteriores de la finca y los que se le impongan en lo sucesivo.
ArtÃ−culo 24.- Sin embargo de la hipoteca a que quedan afectas las fincas rematadas o adjudicadas por esta
ley, nunca podrán volver en propiedad a las corporaciones, quienes al ejercer sus acciones sobre aquéllas
sólo podrán pedir el remate al mejor postor, sin perjuicio de sus derechos personales contra el deudor.
ArtÃ−culo 25.- Desde ahora en adelante, ninguna corporación civil o eclesiástica, cualesquiera que sean su
carácter, denominación u objeto, tendrá capacidad legal para adquirir en propiedad o administrar por sÃ−
bienes raÃ−ces, con la única excepción que expresa el ArtÃ−culo 8 respecto de los edificios destinados
inmediata y directamente al servicio u objeto de la institución.
ArtÃ−culo 26.- En consecuencia, todas las sumas de numerario que en lo sucesivo ingresen a las arcas de las
corporaciones, por redención de capitales, nuevas donaciones a otro tÃ−tulo, podrán imponerlas sobre
propiedades particulares o invertirlas como accionistas en empresas agrÃ−colas, industriales o mercantiles,
sin poder por esto adquirir para sÃ− ni administrar ninguna propiedad raÃ−z.
ArtÃ−culo 27.- Todas las enajenaciones que por adjudicación o remate se verifiquen en virtud de esta ley
deberán constar por escrituras públicas, sin que contra éstas y con el objeto de invalidarlas en fraude de
la ley puedan admitirse en ningún tiempo cualesquiera contradocumentos, ya se les de la forma de
instrumentos privados o públicos, y a los que pretendieren hacer valer tales contradocumentos, asÃ− como a
todos los que los hayan suscrito, se les perseguirá criminalmente como falsarios.
ArtÃ−culo 28.- Al fin de cada semana desde la publicación de esta ley, los escribanos del Distrito enviarán
directamente al Ministerio de Hacienda una noticia de todas las escrituras de adjudicación o remate
otorgadas ante ellos, expresando la corporación que enajena, el precio y el nombre del comprador. Los
escribanos de los Estados y Territorios enviarán la misma noticia al jefe superior de Hacienda respectivo,
para que éste las dirija al Ministerio. A los escribanos que no cumplan con esta obligación, por sólo el
aviso de la falta que dé el Ministerio o el jefe superior de Hacienda a la primera autoridad polÃ−tica del
Partido, les impondrá ésta gubernativamente, por primera vez, una multa que no baje de cien pesos ni
exceda de doscientos o, en defecto de pago, un mes de prisión; por segunda vez, doble multa o prisión, y
por tercera, un año de suspensión de oficio.
ArtÃ−culo 29.- Las escrituras de adjudicación o remate se otorgarán a los compradores por los
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representantes de las corporaciones que enajenen; mas si éstos se rehusaren, después de hacerles una
notificación judicial para que concurran al otorgamiento, se verificará éste en nombre de la corporación
por la primera autoridad polÃ−tica o el juez de primera instancia del Partido, con vista de la cantidad de renta
designada en los contratos de arrendamiento o en los últimos recibos que presenten los arrendatarios.
ArtÃ−culo 30.- Todos los juicios que ocurran sobre puntos relativos a la ejecución de esta ley, en cuanto
envuelvan la necesidad de alguna declaración previa, para que, desde luego, pueda procederse a adjudicar o
rematar las fincas, se sustanciarán verbalmente ante los jueces de primera instancia, cuyos fallos se
ejecutarán sin admitirse sobre ellos más recurso que el de responsabilidad.
ArtÃ−culo 31.- Siempre que, previa una notificación judicial, rehúse alguna corporación otorgar
llanamente, sin reservas ni protestas relativas a los efectos de esta ley, recibos de los pagos de réditos o
redenciones de capitales que hagan los nuevos dueños, quedarán éstos libres de toda responsabilidad
futura en cuanto a esos pagos, verificándolos en las oficinas respectivas del gobierno general, las que los
recibirán en depósito por cuenta de la corporación.
ArtÃ−culo 32.- Todas las traslaciones de dominio de fincas rústicas y urbanas que se ejecuten en virtud de
esta ley causarán la alcabala de cinco por ciento, que se pagará en las oficinas correspondientes del
gobierno general, quedando derogada la ley del 13 de febrero de este año en lo relativo a este impuesto en
las enajenaciones de fincas de manos muertas. Esta alcabala se pagará en la forma siguiente: una mitad en
numerario y la otra en bonos consolidados de la deuda interior por las adjudicaciones que se verifiquen dentro
del primer mes; dos terceras partes en numerario y una tercera en bonos por las que se hagan en el segundo; y
sólo una cuarta parte en bonos y tres cuartas en numerario por las que se practiquen dentro del tercero.
Después de cumplidos los tres meses, toda la alcabala se pagará en numerario.
ArtÃ−culo 33.- Tanto en los casos de adjudicación como en los de remate pagará esta alcabala el
comprador, quien hará igualmente los gastos del remate o adjudicación.
ArtÃ−culo 34.- Del producto de estas alcabalas se separará un millón de pesos, que, unidos a los otros
fondos que designará una ley que se dictará con ese objeto, se aplicará a la capitalización de los retiros,
montepÃ−os y pensiones civiles y militares, asÃ− como a la amortización de alcances de los empleados
civiles y militares en actual servicio.
ArtÃ−culo 35.- Los réditos de los capitales que reconozcan las fincas rústicas o urbanas que se adjudiquen
o rematen conforme a esta ley continuarán aplicándose a los mismos objetos a que se destinaban las rentas
de dichas fincas.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.
Dado en el Palacio Nacional de México, a 23 de junio de 1856.
Ignacio Comonfort
Al C. Miguel Lerdo de Tejada
Y lo comunico a V. E. para su inteligencia y exacto cumplimiento.
Dios y libertad
México, junio 25 de 1856.
ANEXO 4
22
Abril 11 de 1857
Ministerio de justicia, Negocios Eclesiásticos é Instrucción pública.
El Excmo. Sr. presidente sustituto de la República, se ha servido diri−girme la siguiente
Ley sobre derechos y obvenciones parroquiales. Ignacio Comonfort, presidente sustituto de la República,
etcétera.
Art. 1. Desde la publicación de esta ley se observará fielmente en todos los curatos y sacristÃ−as de la
República, lo prevenido en los párrafos 19, tÃ−tulo 59, libro 19; 19 y 29, tÃ−tulo 10, libro 39 del tercer
Concilio mexicano mandado cumplir y ejecutar por la ley 79 tÃ−tulo 89 libro 19 de la Reco−pilación de
Indias: en los párrafos 19, 14 y 17 del Arancel de las parro−quias de esta capital, de 11 de noviembre de
1857, formado con arreglo á la real cédula de 24 de diciembre de 1746: en la tercera de las limitaciones
que se hallan al fin del Arancel para todos los curas de este arzobispado, que publicó el Sr. Dr. D. Alonso
Núñez de Haro y Peralta, arzobispo de Mé−xico, en 3 de junio de 1789: en los párrafos que tratan de
las asignacio−nes que deben pagar los menesterosos, del Arancel sobre obvenciones y derechos parroquiales,
formado para el obispado de Puebla, por el Ilmo. Sr. Dr. D. Francisco Fabián y Fuero, y aprobado por la
audiencia de México: en el art. 1° del Arancel de párrocos del obispado de Michoacán, de 22 de
diciembre de 1831: en el art. 1° del Arancel para reales de mi−nas del obispado de Guadalajara, de 9 de
octubre de 1809: en el párrafo que trata de derechos de entierros y en el que habla de derechos de fábrica,
del Arancel del obispado de Sonora, de 9 de mayo de 1827; y en el párrafo que trata de entierros del Arancel
del obispado de Yucatán, de 14 de febrero de 1756, cuyas disposiciones todas, que en copia se ponen al
calce de la presente ley, previenen que en los bautismos, amonestaciones, casa−mientos y entierros de los
pobres, no se lleven derechos algunos.
Art. 2. Para los efectos del artÃ−culo anterior, se considerarán como pobres todos los que no adquieran por
su trabajo personal, por el ejercicio de alguna industria, ó por cualquier tÃ−tulo honesto, más de la cantidad
diaria indispensable para la subsistencia, y cuyo mÃ−nimum designará respecto de cada Estado ó
Territorio, su gobernador ó jefe polÃ−tico, debiendo hacerlo á los quince dÃ−as de la publicación de esta
ley en la capital del mismo Estado ó Territorio.
Art. 3. Las cuotas fijadas, en los términos expresados, no podrán alte−rarse sin previo consentimiento del
legislador general.
Art. 4. A la autoridad polÃ−tica local corresponde en cada caso particular, la calificación de si se tiene 6 no
la cualidad de pobreza necesaria para gozar los beneficios de esta ley.
Art. 5. El abuso de cobrar a los pobres, se castigará con la pena del tri−ple de lo cobrado, la cual se
impondrá por las mismas autoridades polÃ−ticas locales; cuidándose de toda preferencia de que se
devuelva al interesado lo que se le obligó á pagar, y dividiéndose la multa por mitad entre el propio
interesado y la cárcel de la municipalidad.
Art. 6. En los casos en que se cometa el abuso de que habla el artÃ−culo anterior, se podrá proceder de
oficio, cuando no mediare queja de la parte agraviada.
Art. 7. Haciéndose la debida distinción entre la administración de los Sacramentos y la pompa con que se
practiquen estos actos y otras funciones religiosas, los curas y vicarios podrán cobrar á los fieles los
derechos estable−cidos en los aranceles actuales respecto de ellas.
Art. 8. Siempre que deniegue la autoridad eclesiástica, por falta de pago, la orden respectiva para un entierro,
la autoridad polÃ−tica local podrá disponer que se haga. En los casos de bautismo y matrimonio, en que por
dicho motivo se rehusare un cura 6 vicario al cumplimiento de sus deberes, los prefectos podrán imponerles
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la pena de diez á cien pesos de multa, y si se resistiesen á satisfacerla, la de destierro de su jurisdicción
por el término de quince á sesenta dÃ−as, haciéndola efectiva desde luego.
Art. 9. Si los curas y vicarios estimaren infundadas las providencias dic−tadas contra ellos por los prefectos,
podrán quejarse ante el gobernador del Estado, quien las confirmará, modificará ó revocará, según lo
juzgue conve−niente.
Art. 10. Se derogan en lo que pugnen con esta ley los aranceles de dere−chos parroquiales que han estado
vigentes hasta la fecha en todos los obis−pados de la República y en los mismos términos se declaran
insubsistentes todas las disposiciones dictadas hasta hoy sobre prestación de servicio per−sonal, tasaciones,
concordias, alcancÃ−as y hermandades destinadas á satisfa−cer en algunos pueblos, minerales y haciendas,
las referidas obvenciones.
Art. 11. En los cuadrantes ó curatos de todas las parroquias, en la sala municipal de todos los ayuntamientos,
y donde no hubiere estas corporacio−nes, en los despachos de todos los juzgados, se fijará un ejemplar de la
pre−sente ley, autorizado por los respectivos gobernadores y sus secretarios. Los curas y vicarios no podrán
hacer cobro alguno, si no conservan sus curatos y vicarÃ−as, el ejemplar de que habla este artÃ−culo.
Art. 12. SÃ− en virtud de la estricta observancia de lo prevenido en el ar−tÃ−culo 1° de esta ley, algunos
curatos resultaren incongruos, el gobierno cui−dará de dotarles competentemente.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.
Palacio del gobierno nacional de México,
Ô 11 de abril de 1857
.-Ignacio Comonfort.-Al C. José MarÃ−a Iglesias.
Y lo comunico á V. E. para su inteligencia y fines consiguientes. Dios y libertad. México, Abril 11 de
1857. Iglesias.
ANEXO 5
LEY DE NACIONALIZACIÃ N DE LOS BIENES DEL CLERO REGULAR Y SECULAR
Ministerio de Justicia. Negocios Eclesiásticos e Instrucción pública.
ExcelentÃ−simo señor:
El Excmo. Sr. Presidente interino constitucional de la República se ha servido dirigirme el decreto que sigue:
El ciudadano Benito Juárez, Presidente interino constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a todos sus
habitantes, sabed:
Que con acuerdo unánime del Consejo de Ministros y considerando:
Que el motivo principal de la actual guerra promovida por el clero es conseguir sustraerse de la dependencia a
la autoridad civil;
Que cuando ésta ha querido, favoreciendo el mismo clero, mejorar sus rentas, el clero, por sólo
desconocer la autoridad que en ello tenÃ−a el soberano, ha rehusado aún el propio beneficio;
24
Que cuando quiso el soberano, poniendo en vigor los mandatos mismos del clero, sobre observaciones
parroquiales, quitar a éste la odiosidad que le ocasionaba el modo de recaudar parte de sus emolumentos, el
clero prefirió aparentar que se dejarÃ−a perecer antes de sujetarse a ninguna ley;
Que como la resolución mostrada sobre esto por el metropolitano prueba que el clero puede mantenerse en
México, como en otros paÃ−ses, sin que la ley civil arregle sus cobros y convenios con los fieles;
Que si en otras veces podÃ−a dudarse por alguno que el clero ha sido una de las rémoras constantes para
establecer la paz pública, hoy todos reconocen que está en abierta rebelión contra el soberano;
Que dilapidando el clero los caudales que los fieles le habÃ−an confiado para objetos piadosos, los invierte en
la destrucción general, sosteniendo y ensangrentando cada dÃ−a más la lucha fratricida que promovió en
desconocimiento de la autoridad legÃ−tima, y negando que la República pueda constituirse como mejor crea
que a ella convenga;
Que habiendo sido inútiles hasta ahora los esfuerzos de toda especie por terminar una guerra que va
arruinando la República, el dejar por más tiempo en manos de sus jurados enemigos los recursos de que tan
gravemente abusan serÃ−a volverse cómplices, y
Que es imprescindible deber poner en ejecución todas las medidas que salven la situación y la sociedad, he
tenido a bien decretar lo siguiente:
ArtÃ−culo 1.- Entran al dominio de la nación todos los bienes que el clero secular y regular ha estado
administrando con diversos tÃ−tulos, sea cual fuere la clase de predios, derechos y acciones en que consistan,
el nombre y aplicación que hayan tenido.
ArtÃ−culo 2.- Una ley especial determinará la manera y forma de hacer ingresar al tesoro de la nación
todos los bienes de que trata el artÃ−culo anterior.
ArtÃ−culo 3.- Habrá perfecta independencia entre los negocios del Estado y los negocios puramente
eclesiásticos. El gobierno se limitará a proteger con su autoridad el culto público de la religión católica,
asÃ− como el de cualquier otra.
ArtÃ−culo 4.- Los ministros del culto, por la administración de los sacramentos y demás funciones de su
ministerio, podrán recibir las ofrendas que se les ministren y acordar libremente con las personas que los
ocupen, la indemnización que deben darles por el servicio que les pidan. Ni las ofrendas ni las
indemnizaciones podrán hacerse en bienes raÃ−ces.
ArtÃ−culo 5.- Se suprimen en toda la República las órdenes de los religiosos regulares que existen,
cualquiera que sea la denominación o advocación con que se hayan erigido, asÃ− como también todas
las archicofradÃ−as, congregaciones o hermandades anexas a las comunidades religiosas, a las catedrales,
parroquias o cualesquiera otras iglesias.
ArtÃ−culo 6.- Queda prohibida la fundación o erección de nuevos conventos de regulares, de
archicofradÃ−as, cofradÃ−as, congregaciones o hermandades religiosas, sea cual fuere la forma o
denominación que quiera dárseles. Igualmente queda prohibido el uso de los hábitos o trajes de las
órdenes suprimidas.
ArtÃ−culo 7.- Quedando por esta ley los eclesiásticos regulares de las órdenes suprimidas reducidos al
clero secular, quedarán sujetos, como éste, al ordinario eclesiástico respectivo en lo concerniente al
ejercicio de su ministerio.
25
ArtÃ−culo 8.- A cada uno de los eclesiásticos regulares de las órdenes suprimidas que no se opongan a lo
dispuesto en esta ley se les ministrará por el gobierno la suma de quinientos pesos por una sola vez. A los
mismos eclesiásticos regulares que por enfermedad o avanzada edad estén fÃ−sicamente impedidos para
el ejercicio de su ministerio, a más de los quinientos pesos, recibirán un capital fincado ya, de tres mil
pesos, para que atiendan a su congrua sustentación. De ambas sumas podrán disponer libremente como de
cosa de su propiedad.
ArtÃ−culo 9.- Los religiosos de las órdenes suprimidas podrán llevarse a sus casas los muebles y útiles
que para su uso personal tenÃ−an en el convento.
ArtÃ−culo 10.- Las imágenes, paramentos y vasos sagrados de las iglesias de los regulares suprimidos se
entregarán por formal inventario a los obispos diocesanos.
ArtÃ−culo 11.- El gobernador del Distrito y los gobernadores de los Estados, a pedimento del M.R. arzobispo
y los R.R. obispos diocesanos, designarán los templos regulares suprimidos que deben quedar expeditos para
los oficios divinos, calificando previa y escrupulosamente la necesidad y utilidad de caso.
ArtÃ−culo 12.- Los libros, impresos, manuscritos, pinturas, antigüedades y demás objetos pertenecientes
a las comunidades religiosas suprimidas se aplicarán a los museos, bibliotecas y otros establecimientos
públicos.
ArtÃ−culo 13.- Los eclesiásticos regulares de las órdenes suprimidas que después de quince dÃ−as de
publicada esta ley en cada lugar continúen usando el hábito o viviendo en comunidad, no tendrán derecho
a percibir la cuota que se les señala en el ArtÃ−culo 8, y si pasado el término de quince dÃ−as que fija
este artÃ−culo se reunieren en cualquier lugar para aparentar que siguen la vida común, se les expulsará
inmediatamente fuera de la República.
ArtÃ−culo 14.- Los conventos de religiosas que actualmente existen continuarán existiendo y observando el
reglamento económico de sus claustros. Los conventos de estas religiosas que estaban sujetos a la
jurisdicción espiritual de alguno de los regulares suprimidos quedan bajo la de sus obispos diocesanos.
ArtÃ−culo 15.- Toda religiosa que se exclaustre recibirá en el acto de su salida la suma que haya ingresado
al convento en calidad de dote, ya sea que proceda de bienes parafernales, ya que la haya adquirido de
donaciones particulares o ya, en fin, que la haya obtenido de alguna fundación piadosa. Las religiosas de
órdenes mendicantes que nada hayan ingresado a sus monasterios recibirán, sin embargo, la suma de
quinientos pesos en el acto de su exclaustración. Tanto de la dote como de la pensión podrán disponer
libremente como de cosa propia.
ArtÃ−culo 16.- Las autoridades polÃ−ticas y judiciales del lugar impartirán a prevención toda clase de
auxilios a las religiosas exclaustradas para hacer efectivo el reintegro de la dote o el pago de la cantidad que se
les designa en el artÃ−culo anterior.
ArtÃ−culo 17.- Cada religiosa conservará el capital que en calidad de dote haya ingresado al convento. Este
capital se le afianzará en fincas rústicas o urbanas por medio de formal escritura que se otorgará
individualmente a su favor.
ArtÃ−culo 18.- A cada uno de los conventos de religiosas se dejará un capital suficiente para que con sus
réditos se atienda a la reparación de fábricas y gastos de las festividades de sus respectivos patronos,
Natividad de N.S.J., Semana Santa, Corpus, Resurrección y Todos Santos, y otros gastos de comunidad. Los
superiores y capellanes de los conventos respectivos formarán los presupuestos de estos gastos, que serán
presentados dentro de quince dÃ−as de publicada esta ley al gobernador del Distrito o a los gobernadores de
los Estados respectivos para su revisión y aprobación.
26
ArtÃ−culo 19.- Todos los bienes sobrantes de dichos conventos ingresarán al tesoro general de la nación,
conforme a lo prevenido en el artÃ−culo 1 de esta ley.
ArtÃ−culo 20.- Las religiosas que se conserven en el claustro pueden disponer de sus respectivas dotes,
testando libremente en la forma que a toda persona le prescriben las leyes. En caso de que no haya ningún
testamento o de que no se tenga ningún pariente capaz de recibir la herencia ab intestato, la dote ingresará
al tesoro público.
ArtÃ−culo 21.- Quedan cerrados perpetuamente todos los noviciados en los conventos de las señoras
religiosas. Las actuales novicias no podrán profesar y al separarse del noviciado se les devolverá lo que
hayan ingresado al convento.
ArtÃ−culo 22.- Es nula y de ningún valor toda enajenación que se haga de los bienes que se mencionan en
esta ley, ya sea que se verifique por algún individuo del clero o por cualquier otra persona que no haya
recibido expresa autorización del gobierno constitucional. El comprador, sea nacional o extranjero, queda
obligado a reintegrar la cosa comprada o su valor, y satisfará además una multa de cinco por ciento
regulada sobre el valor de aquélla. El escribano que autorice el contrato será depuesto o inhabilitado
perpetuamente en su servicio público, y los testigos, tanto de asistencia como instrumentales, sufrirán la
pena de uno a cuatro años de presidio.
ArtÃ−culo 23.- Todos los que directa o indirectamente se opongan o de cualquier manera enerven el
cumplimiento de lo mandado en esta ley serán, según que el gobierno califique la gravedad de su culpa,
expulsados fuera de la República y consignados a la autoridad judicial. En estos casos serán juzgados y
castigados como conspiradores. De la sentencia que contra estos reos pronuncien los tribunales competentes
no habrá lugar de recurso de indulto.
ArtÃ−culo 24.- Todas las penas que impone esta ley se harán efectivas por las autoridades judiciales de la
nación o por las polÃ−ticas de los Estados, dando éstas cuenta inmediatamente al gobierno general.
ArtÃ−culo 25.- El gobernador del Distrito y los gobernadores de los Estados, a su vez, consultarán al
gobierno las providencias que estimen convenientes al puntual cumplimiento de esta ley.
Por tanto, mando se imprima, publique y circule a quienes corresponda.
Dado en el Palacio de Gobierno General en Veracruz, a 12 de julio de 1859.
Benito Juárez
Melchor Ocampo, presidente del Gabinete, Ministro de Gobernación, Encargado del Despacho de
Relaciones Exteriores y del de Guerra y Marina.
Lic. Manuel RuÃ−z, Ministro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública.
Miguel lerdo de Tejada, Ministro de Hacienda y Encargado del ramo de Fomento.
Y lo comunico a vuestra excelencia para su inteligencia y cumplimiento.
Palacio del Gobierno General en Veracruz, a 12 de julio de 1859.
ANEXO 6
LEY DEL REGISTRO CIVIL
27
Secretaria de Estado y del Despacho de Gobernación.
ExcelentÃ−simo señor:
El excelentÃ−simo señor Presidente interino constitucional de la República se ha servido dirigirme el
decreto que sigue:
El ciudadano Benito Juárez, Presidente interino constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a los
habitantes de la República:
Considerando que para perfeccionar la independencia en que deben permanecer recÃ−procamente el Estado y
la Iglesia no puede ya encomendarse a ésta por aquél el registro que habÃ−a tenido del nacimiento,
matrimonio y fallecimiento de las personas, registros cuyos datos eran los únicos que servÃ−an para
establecer en todas las aplicaciones prácticas de la vida el estado civil de las personas;
Que la sociedad civil no podrán tener las constancias que más le importan sobre el estado de las personas si
no hubiese autoridad ante la que aquéllas se hiciesen registrar y hacer valer.
Ha tenido a bien decretar lo siguiente:
SOBRE EL ESTADO CIVIL DE LAS PERSONAS
DISPOSICIONES GENERALES
ArtÃ−culo 1.- Se establecen en toda la República funcionarios que se llamarán jueces del estado civil y que
tendrán a su cargo la averiguación y modo de hacer constar el estado civil de todos los mexicanos y
extranjeros residentes en el territorio nacional, por cuanto concierne a su nacimiento, adopción, arrogación,
reconocimiento, matrimonio y fallecimiento.
ArtÃ−culo 2.- Los gobernadores de los Estados, Distrito y Territorios designarán, sin pérdida de
momento, las poblaciones en que deben residir los jueces del estado civil, el número que de ellos debe de
haber en las grandes ciudades y la circunscripción del radio en que deben ejercer sus actos, cuidando de que
no haya punto alguno de sus respectivos territorios en el que no sea cómodo y fácil, asÃ− a los habitantes
como a los jueces, el desempeño pronto y exacto de las prescripciones de esta ley.
ArtÃ−culo 3.- Los jueces del estado civil serán mayores de treinta años, casados o viudos y de notoria
probidad; estarán exentos del servicio de la guardia nacional, menos en los casos de sitio riguroso, de guerra
extranjera en el lugar en que residan y de toda carga concejil.
En las faltas temporales de los jueces del Registro Civil, serán éstos remplazados por la primera persona
que desempeñe las funciones judiciales del lugar, en primera instancia.
A juicio de los gobernadores de los Estados, Distrito y Territorios, juzgarán y calificarán los impedimentos
sobre el matrimonio, sin necesidad de ocurrir el juez de primera instancia, y celebrarán aquél sin asociarse
con el alcalde del lugar si por sus conocimientos son dignos de ello. Los gobernadores determinarán estas
facultades en los nombramientos que de tales jueces expidan.
Los jueces del estado civil que no tengan declaradas desde su nombramiento estas facultades podrán
adquirirlas con el buen desempeño de sus funciones y la instrucción que en el mismo adquieran, en cuyo
caso pedirán al gobernador la autorización correspondiente; pero mientras no se les declare el uso de tales
facultades deberán remitir al juez de primera instancia el conocimiento de los casos de impedimento, según
el artÃ−culo 11 de la ley de 23 de julio de 1859, y se asociarán al alcalde del lugar, conforme al artÃ−culo
28
45 de la misma ley.
Tales artÃ−culos se declaran asÃ− transitorios.
ArtÃ−culo 4.- Los jueces del estado civil llevarán por duplicado tres libros, que se denominarán: Registro
Civil, y se dividirán en:
1) Actas de nacimiento, adopción, reconocimiento y arrogación.
2) Actas de matrimonio; y
3) Actas de fallecimiento.
En uno de estos libros se sentarán las actas originales de cada ramo, y en el otro se irán haciendo las copias
del mismo.
ArtÃ−culo 5.- Todos los libros del Registro Civil serán visados en su primera y última foja por la primera
autoridad polÃ−tica del cantón, departamento o distrito, y autorizados por la misma con su rúbrica en todas
sus demás fojas. Se renovarán cada año, y el ejemplar original de cada uno de ellos quedará en el
archivo del Registro Civil, asÃ− como los documentos sueltos que les correspondan; remitiéndose, el
primer mes del año siguiente, a los gobiernos de los respectivos Estados, Distrito y Territorios los libros de
copia que de cada uno de los libros originales ha de llevarse en la oficina del Registro Civil.
ArtÃ−culo 6.- El juez del estado civil que incumpliere con la prevención de remitir oportunamente las copias
de que habla el artÃ−culo anterior a los gobiernos de los Estados, Distrito y Territorios será destituido de su
cargo.
ArtÃ−culo 7.- En las actas del Registro Civil se hará constar el año, dÃ−a y hora en que se presenten los
interesados, los documentos en que consten los hechos en que se han de hacer registrar en ellas y los nombres,
edad, profesión y domicilio, en tanto como sea posible, de todos los que en ellos sean nombrados.
ArtÃ−culo 8.- Nada podrá insertarse en las actas, ni por vÃ−a de nota o advertencia, sino lo que deba ser
declarado por los que comparecen para formarlas.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.
Dado en el Palacio de Gobierno General, en la H. Veracruz, a julio 28 de 1859.
Benito Juárez
Al C. Melchor Ocampo, Ministro de Gobernación.
Y lo comunico a usted para su inteligencia y cumplimiento.
Palacio del Gobierno General en Veracruz, julio 28 de 1859.
ANEXO 7
Tratado de Mc Lane-Ocampo.
Suscrito el 1 de Diciembre de 1859 por las dos partes; Mr. Robert Mc Lane, ministro plenipotenciario del
gobierno de los Estados Unidos de América, su presidente Mr. James Buchanan. D. Melchor Ocampo,
29
ministro de Relaciones Exteriores del gobierno liberal de la República Mexicana que preside D. Benito
Juárez.
Con base en lo estipulado por un Protocolo que se sabe acordado en Febrero del presente año por Mr.
William Churchwell con el citado ministro Ocampo y con D. Miguel Lerdo de Tejada.
Los artÃ−culos del dicho tratado son:
ARTà CULO PRIMERO.- Por vÃ−a de ampliación del artÃ−culo 8º del tratado de 30 de Diciembre de
1853, cede la República Mexicana a los Estados Unidos y sus conciudadanos y bienes, en perpetuidad, el
derecho de tránsito por el istmo de Tehuantepec, de uno a otro mar, por cualquier camino que actualmente
exista o que existiese en lo sucesivo, sirviéndose de él ambas repúblicas y sus ciudadanos.
ARTà CULO SEGUNDO.- Convienen ambas repúblicas en proteger todas las rutas existentes hoy o que
existieren en lo sucesivo, al través de dicho istmo, y en garantizar la neutralidad del mismo.
ARTà CULO TERCERO.- Al usarse por primera vez bona fide, cualquiera ruta al través de dicho istmo,
para transitar por ella, establecerá la República Mexicana dos puertos de depósito, uno al Este y otro al
Oeste del istmo. El gobierno de México no impondrá derechos a los efectos o mercancÃ−as que pasen
bona fide por dicho istmo, y que no estén destinados al consumo de la República Mexicana. No se
impondrán a los extranjeros y sus propiedades que pasen por ese camino contribuciones ni derechos mayores
que los que se impongan a las personas y los bienes de los mexicanos. La República de México
continuará permitiendo el tránsito libre y desembarazado de las malas de los Estados Unidos, con tal que
pasen en valijas cerradas y que no hayan de distribuirse en el camino. En ningún caso podrán ser aplicables
a dichas malas ninguna de las cargas impuestas o que en lo sucesivo se impusieren.
ARTà CULO CUARTO.- Conviene la República Mexicana en establecer por cada uno de los puertos de
depósito, uno al Este y otro al Oeste del istmo, reglamentos que permitan que los efectos y mercancÃ−as
pertenecientes a los ciudadanos y súbditos de los Estados Unidos o de cualquiera paÃ−s extranjero, se
depositen en almacenes que al efecto se construirán, libres de derecho de tonelaje y de toda otra clase,
excepto los gastos necesarios de corretaje y almacenaje, cuyos efectos y mercancÃ−as podrán ser retirados
subsecuentemente para transitar al través de dicho istmo y para ser embarcados en cualquiera de dichos
puertos de depósito para cualquiera puerto extranjero, libres de todo derecho de tonelaje y otras clases; y se
les podrá sacar también de dichos almacenes para la venta y el consumo dentro del territorio de la
República Mexicana, mediante el pago de los derechos hoy puestos o que dicho gobierno mexicano tuviese a
bien cobrar.
ARTà CULO QUINTO.- Conviene la República Mexicana en que si en algún tiempo se hiciese necesario
emplear fuerzas militares para la seguridad y protección de las personas y los bienes que pasen por alguna de
las precipitadas rutas, empleará la fuerza necesaria al efecto; pero si por cualquiera causa dejase de hacerlo,
el gobierno de los Estados Unidos, con el consentimiento, o a petición del gobierno de México, o a su
ministro en Washington, o de las competentes y legales autoridades locales, civiles o militares, podrá
emplear tal fuerza con este y no con otro objeto; y cuando en la opinión del gobierno de México, cese la
necesidad, inmediatamente se retirará dicha fuerza.
Sin embargo, en el caso excepcional de peligro imprevisto o inminente para la vida o las propiedades de
ciudadanos de los Estados Unidos, quedan autorizadas las fuerzas de dicha República para obrar en
protección de aquéllos, sin haber obtenido previo consentimiento, y se retirarán dichas fuerzas cuando
cese la necesidad de emplearlas.
ARTà CULO SEXTO.- La República de México concede a los Estados Unidos el simple tránsito de
sus tropas, abastos militares y pertrechos de guerra por el istmo de Tehuantepec, y por el tránsito o ruta de
30
comunicación a que se alude en este convenio desde la ciudad de Guaymas, en el golfo de California, hasta
el rancho de Nogales, o algún otro punto conveniente de la lÃ−nea fronteriza entre la República de
México y los Estados Unidos cerca del 111º Grado Oeste de longitud de Greenwich, dándose inmediato
aviso de ello a las autoridades locales de la República de México. Y asimismo convienen las dos
repúblicas en que se estipulará expresamente con las compañÃ−as o empresas a quienes se conceda en lo
sucesivo el acarreo o transporte, por cualesquiera ferrocarril u otras vÃ−as de comunicación en los
precitados tránsitos, que el precio ordinario que paguen los pasajeros o las mercancÃ−as que pasen por
dichos caminos de tránsito; quedando entendido que si los concesionarios de privilegios concedidos ya, o
que en lo sucesivo se concedieren sobre ferrocarriles u otras vÃ−as de comunicación por dichos tránsitos,
rehusaren recibir por la mitad del precio de transporte las tropas, armas, abastos militares y municiones de los
Estados Unidos, el gobierno de éstos no les dispensará la protección de que hablan los artÃ−culos 2º y
5º, ni ninguna otra protección.
ARTà CULO Sà PTIMO.- La República Mexicana cede por el presente a los Estados Unidos, a
perpetuidad y a sus ciudadanos y propiedades, el derecho de vÃ−a o tránsito al través del territorio de la
República de México, desde las ciudades de Camargo y Matamoros, o cualquiera punto conveniente del
rÃ−o Grande, en el estado de Tamaulipas, por la vÃ−a de Monterrey, hasta el puerto de Mazatlán, a la
entrada del golfo de California, en el estado de Sinaloa; y desde el rancho de Nogales o cualquier punto
conveniente de la lÃ−nea fronteriza entre la República de México y los Estados Unidos cerca del 111º
Grado de longitud Oeste de Greenwich, por la vÃ−a de Magdalena y Hermosillo, hasta la ciudad de Guaymas
en el golfo de California, en el Estado de Sonora, por cualquier ferrocarril o ruta de comunicación, natural o
artificial, que exista actualmente o existiere o fuere construido en lo sucesivo, del cual usarán y se servirán
en la misma manera y con iguales condiciones ambas repúblicas y sus respectivos ciudadanos,
reservándose siempre para sÃ− la República Mexicana el derecho de soberanÃ−a que al presente tiene
sobre todos los tránsitos mencionados en este tratado. Todas las estipulaciones y reglamentos de todas clases
aplicables al derecho de vÃ−a o tránsito al través del istmo de Tehuantepec y en que han convenido
ambas repúblicas, se hacen por el presente extensivos y aplicables a los precitados tránsitos o derechos de
vÃ−a, exceptuando el derecho de pasar tropas, provisiones o pertrechos de guerra desde el RÃ−o Grande
hasta el golfo de California.
ARTà CULO OCTAVO.- Convienen asimismo las dos repúblicas en que, de la adjunta lista de
mercancÃ−as, elija el Congreso de los Estados Unidos las que, siendo producciones naturales, industriales o
fabricadas de una de las dos repúblicas, puedan admitirse para la venta y el consumo en uno de los dos
paÃ−ses, bajo condiciones de perfecta reciprocidad, bien se las reciba libres de derecho, bien con el derecho
que fije el Congreso de los Estados Unidos; proponiéndose la República Mexicana admitir los artÃ−culos
de que se trata al más módico tipo de derecho y hasta completamente exentos del mismo, si el Congreso de
los Estados Unidos conviene en ello. Su introducción de una a otra de las dos repúblicas, tendrá efecto por
los puntos que los gobiernos de ambas designen, en los lÃ−mites o fronteras de las mismas, cedidos y
concedidos para los tránsitos y a perpetuidad, por este convenio, al través del istmo de Tehuantepec o
desde el golfo de California hasta la frontera interior entre México y los Estados Unidos. Si México
concediere privilegios semejantes a cualquiera otra nación en los extremos de los precitados tránsitos sobre
los golfos de México y California y sobre el mar PacÃ−fico, lo hará teniendo en cuenta las mismas
condiciones y estipulaciones de reciprocidad que se imponen a los Estados Unidos por los términos de este
convenio.
Lista de mercancÃ−as, adjunta al artÃ−culo 8º
Animales de todas clases.- Arados y barrotes de hierro, sueltos.- Arroz.- CacerÃ−a y huevos frescos.Azogue.- Carbón de piedra.- Carnes frescas, saladas y ahumadas.- Casas de madera y de hierro.- Cueros al
pelo.- Cuernos.- Chile o pimiento colorado.- Dibujos y modelos de máquinas grandes, edificios,
monumentos y botes.- Botes de todas clases y tamaños para la navegación de los rÃ−os de la frontera.Escobas y materiales para hacerlas.- Bocados para caballos (Bridle Bits).- Frutas frescas o secas y
31
azucaradas.- Tipos, espacios, planchas para imprimir o grabar, reglas, viñetas y tinta de imprimir.- Arcos.Madera en bruto y leña.- Manteca y queso.- Mapas geográficos y náuticos y planos topográficos.Mármol, en bruto y labrado.- Máquinas e instrumentos de agricultura, y para el laboreo de minas, y para el
desarrollo de las artes y las ciencias, con todas sus piezas sueltas o para ser compuestas.- Palos de tinte.Pescado, alquitrán, trementina y ceniza.- Plantas, árboles y arbustos.- Pizarras para techos.- Sal común.Sillas de montar.- Sombreros de palma.- Estuco (gypsum).- Vegetales.- Pieles de carnero.- Toda clase de
granos para hacer pan.- Harina.- Lana.- Tocino.- Sebo.- Cuero y efectos de cuero.- Toda clase de tejidos de
algodón, excepto la llamada manta trigueña.
ARTà CULO NOVENO.- En aplicación de los artÃ−culos 14 y 15 del tratado del 5 de Abril de 1831, en el
cual se estipuló lo relativo al ejercicio de su religión para los ciudadanos de México, se permitirá a los
ciudadanos de los Estados Unidos al ejercer libremente su religión en México, en público o en privado,
en sus casas o en las iglesias y sitios (places) que se destinen al culto, como consecuencia de la perfecta
igualdad y reciprocidad que, según dice el segundo artÃ−culo de dicho tratado, sirvió de base al mismo.
Podrán comprarse las capillas o sitios para el culto público, serán consideradas como propiedad de los
que las compren, como se compra y se conserva cualquiera otra propiedad, exceptuando de ello, sin embargo,
a las comunidades y corporaciones religiosas, a las cuales las actuales leyes de México han prohibido para
siempre el obtener y conservar toda clase de propiedades. En ningún caso estarán sujetos los ciudadanos de
los Estados Unidos, residentes en México, al pago de empréstitos forzosos.
ARTà CULO Dà CIMO.- En consideración a las precedentes estipulaciones y por vÃ−a de
compensación a las rentas a que renuncia México permitiendo el transporte de mercancÃ−as libre de
derecho por el territorio de la República, conviene el gobierno de los Estados Unidos en pagar al gobierno de
México la suma de 4 000 000 de duros, dos de los cuales se pagarán inmediatamente después de
canjeadas las ratificaciones de este tratado, y los otros dos millones quedarán en poder del gobierno de los
Estados Unidos, para pagar las reclamaciones de ciudadanos de los Estados Unidos contra el gobierno de la
República Mexicana, por daños y perjuicios sufridos ya, después de probada la justicia de esas
reclamaciones según la ley y el uso de las naciones y los principios de equidad, y se pagarán las mismas a
prorrata, hasta donde lo permita la citada suma de dos millones, en cumplimiento de una ley que expedirá el
Congreso de los Estados Unidos, para la adjudicación de la misma, y lo restante de esta suma se devolverá
a México por los Estados Unidos, en caso de que sobrase algo después del pago de las reclamaciones
reconocidas como justas.
ARTà CULO UNDà CIMO.- Este tratado será ratificado por el presidente de los Estados Unidos, con el
consentimiento y consejo del Senado de los Estados Unidos, y por el presidente de México, en virtud de sus
facultades extraordinarias y ejecutivas, y las respectivas ratificaciones serán canjeadas en la ciudad de
Washington, dentro del preciso término de seis meses, a contar desde la fecha de su firma, o antes si fuese
posible, o en el asiento del gobierno constitucional, si el presidente y el Senado de los Estados Unidos
hicieren algunas alteraciones o enmiendas que fuesen aceptadas por el presidente de la República de
México.
ARTÃ CULOS CONVENCIONALES
Por cuanto, a causa de la actual guerra civil de México, y particularmente en consideración al estado de
desorden en que se halla la frontera interior de México y los Estados Unidos, pueden presentarse ocasiones
en que sea necesario para las fuerzas de las dos repúblicas obrar de concierto y en cooperación para hacer
cumplir estipulaciones de tratados y conservar el orden y la seguridad en el territorio de una de las dos
repúblicas; por tanto se ha celebrado el siguiente convenio:
ARTÃ CULO PRIMERO.- Si se violaren algunas de las estipulaciones de los tratados existentes entre
México y los Estados Unidos, o si peligrara la seguridad de los ciudadanos de una de las dos repúblicas
dentro del territorio de la otra y el gobierno legÃ−tima y reconocido de aquella no pudiere, por cualquier
32
motivo, hacer cumplir dichas estipulaciones o proveer a esa seguridad, será obligatorio para ese gobierno el
recurrir al otro para que le ayude a hacer ejecutar lo pactado y a conservar el orden y la seguridad en el
territorio de la dicha república donde ocurra tal desorden y discordia, y en semejantes casos especiales
pagará los gastos la nación dentro de cuyo territorio se haga necesaria tal intervención; y si ocurriere
algún desorden en la frontera de las dos repúblicas, las autoridades de ambas más inmediatas al punto
donde existe el desorden obrarán de concierto y en cooperación para arrestar y castigar a los criminales que
hayan perturbado el orden público y la seguridad de una de las dos repúblicas, y con este objeto podrá
arrestarse a los culpables en cualquiera de las dos repúblicas y entregárselos a las autoridades de la
república en cuyo territorio se haya cometido el crimen: la naturaleza y carácter de esa intervención, lo
relativo a los gastos que ocasione y a la manera de arrestar y castigar a dicho criminales, serán determinados
y reglamentados por un convenio entre el departamento ejecutivo de los dos gobiernos.
ARTà CULO SEGUNDO.- Este convenio será ratificado por el presidente de los Estados Unidos y por el
presidente de México, en virtud de sus facultades extraordinarias y ejecutivas, y las respectivas
ratificaciones serán canjeadas en la ciudad de Washington, dentro del preciso término de seis meses, a
contar desde la fecha de su firma, o antes si fuere posible, o en el asiento del gobierno constitucional, si el
presidente y el Senado de los Estados Unidos hicieren algunas alteraciones o enmiendas que fuesen aceptadas
por el presidente de la República de México.
Suscriben los presentes,
Robert Mc Lane, ministro plenipotenciario del gobierno de los Estados Unidos
Melchor Ocampo, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno liberal de México
Dado en Veracruz, México, el 1 de Diciembre de 1859
ANEXO 8
Tratado Mon-Almonte.
Septiembre 26, 1859
ArtÃ−culo 1o. Habiendo sido juzgados ya por los tribunales, los principales reos de los asesinatos cometidos
en las haciendas de San Vicente y Chiconcuac y ejecutada en sus personas la pena capital que se les ha
impuesto, el Gobierno de México continuará activamente la persecución y castigo de los demás
cómplices que hayan logrado hasta hoy eludir la acción de la justicia, y activará todos los procedimientos
a fin de que tengan el debido castigo los culpables de los crÃ−menes perpetrados en el Mineral de San Dimas,
Departamento de Durango, el 15 de septiembre de 1856, tan luego como dicho Departamento vuelva a la
obediencia del Gobierno Mexicano o puedan se aprehendidos los reos, o autores de dichos crÃ−menes.
ArtÃ−culo 2o. El Gobierno de México aunque está convencido de que no ha habido responsabilidad de
parte de las autoridades, funcionarios ni empleados, en los crÃ−menes cometidos en las haciendas de San
Vicente y Chiconcuac, guiado sin embargo del deseo que le anima de que se corten de una vez las diferencias
que se han suscitado entre la República y España, y por el común y bien entendido interés de ambas
naciones, a fin de que caminen siempre unidas y afianzadas en los lazos de una amistad duradera, consiente en
indemnizar a los súbditos españoles a quienes corresponda de los daños y perjuicios que se les hayan
ocasionado por consecuencia de los crÃ−menes cometidos en las haciendas de San Vicente y Chiconcuac.
ArtÃ−culo 3o. Movido de los mismos deseos manifestados en el artÃ−culo anterior, el Gobierno Mexicano
consiente también en indemnizar a los súbditos de S.M.C., de los daños y perjuicios que hayan sufrido
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por consecuencia de los crÃ−menes cometidos el 15 de septiembre de 1856 en el Mineral de San Dimas,
Departamento de Durango.
ArtÃ−culo 4o. Animado de los propios sentimientos expresados en los dos artÃ−culos anteriores y abundando
en los mismos deseos, el Gobierno Español consiente en que las referidas indemnizaciones no pueden servir
de base ni antecedente para otros casos de igual naturaleza.
ArtÃ−culo 5o. Los Gobiernos de México y España convienen en que la suma o valor de las
indemnizaciones de que tratan los artÃ−culos anteriores, se determine de común acuerdo por los Gobiernos
de Francia y de Inglaterra que han manifestado hallarse dispuestos a aceptar este encargo que
desempeñarán por sÃ− o por sus Representantes, teniendo en cuenta los datos que presenten los
interesados y oyendo a los respectivos Gobiernos.
ArtÃ−culo 6o. El Tratado de 12 de Noviembre de 1853 será restablecido en toda su fuerza y vigor como si
nunca hubiese sido interrumpido Ã−nterin que por otro acto de igual naturaleza no sea de común acuerdo
derogado o alterado.
ArtÃ−culo 7o. Los daños y perjuicios cuyas reclamaciones se hallaban pendientes al interrumpirse las
relaciones, y cualesquiera otros que durante esta interrupción hayan podido dar lugar a nuevas
reclamaciones, serán objeto de arreglos ulteriores entre los dos Gobiernos de México y España.
ArtÃ−culo 8o. Este Tratado será ratificado por Su Excelencia el Presidente de la República Mexicana y por
S.M. la Reina de España; y las ratificaciones se canjearán en ParÃ−s dentro de cuatro meses contados
desde esta fecha, o antes si fuera posible.
En fe de lo cual los Infrascritos Plenipotenciarios lo han firmado y sellado con los sellos respectivos.
Hecho por triplicado en ParÃ−s, a veinte y seis dÃ−as del mes de Septiembre del año del Señor de mil
ochocientos cincuenta y nueve.
Firmado. Juan N. Almonte.
Firmado. Alejandro Mon.
ANEXO 9
LEY DE SECULARIZACIÃ N DE HOSPITALES Y ESTABLECIMIENTOS DE BENEFICENCIA
El C. Benito Juárez, Presidente interino constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a sus habitantes,
hago saber:
Que en uso de las facultades de que me hallo investido, he tenido a bien decretar lo siguiente:
ArtÃ−culo 1.- Quedan secularizados todos los hospitales y establecimientos de beneficencia que hasta esta
fecha han administrado las autoridades o corporaciones eclesiásticas.
ArtÃ−culo 2.- El Gobierno de la Unión se encarga del cuidado, dirección y mantenimiento de dichos
establecimientos en el Distrito Federal, arreglando su administración como le parezca conveniente.
ArtÃ−culo 3.- Las fincas, capitales y rentas de cualquiera clase que les corresponden les quedarán afectos de
la misma manera que hoy lo están.
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ArtÃ−culo 4.- No se alterará respecto de dichos establecimientos nada de lo que esté dispuesto y se haya
practicado legalmente sobre desamortización de sus fincas.
ArtÃ−culo 5.- Los capitales que se reconozcan a los referidos establecimientos, ya sea sobre fincas de
particulares, ya por fincas adjudicadas, seguirán reconociéndose sin que haya obligación de redimirlos.
ArtÃ−culo 6.- Si alguna persona quisiere redimir voluntariamente los que reconozca, no podrá hacerlo sino
por conducto de los directores o encargados de los establecimientos, con aprobación del Gobierno de la
Unión y con la obligación de que los capitales asÃ− redimidos se impongan como en otras fincas.
ArtÃ−culo 7.- Los establecimientos de esta especie que hay en los Estados quedarán bajo la inspección de
los gobiernos respectivos y con entera sujeción a las previsiones que contiene la presente ley.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule y observe.
Dado en el Palacio Nacional de México, a 2 de febrero de 1861
Benito Juárez
Al C. Francisco Zarco, Encargado del Despacho del Ministerio de Gobernación
ANEXO 10
El Tratado de Miramar.
Palacio de Miramar, 10 de Abril de 1864.
ArtÃ−culo 1. Las tropas francesas que se hallan actualmente en México serán reducidas lo más pronto
posible a un cuerpo de 25,000 hombres, inclusa la legión extranjera.
Este cuerpo, para garantizar los intereses que han motivado la intervención, quedará temporalmente en
México en las condiciones arregladas por los artÃ−culos siguientes:
ArtÃ−culo 2. Las tropas francesas evacuarán a México, a medida que S.M. el Emperador de México
pueda organizar las tropas necesarias para reemplazarlas.
ArtÃ−culo 3. La legión extranjera al servicio de la Francia, compuesta de 8,000 hombres, permanecerá, sin
embargo, todavÃ−a durante seis años en México, después que las demás fuerzas francesas hayan sido
llamadas con arreglo al artÃ−culo 2o.
Desde este momento la expresada legión extranjera pasará al servicio y a sueldo del gobierno mexicano.
El gobierno mexicano se reserva la facultad de abreviar la duración del empleo de la legión extranjera en
México.
ArtÃ−culo 4. Los puntos del territorio que hayan de ocupar las tropas francesas, asÃ− como las expediciones
militares de estas tropas, si tienen lugar, serán determinados de común acuerdo y directamente, entre S.M.
el Emperador de México y el Comandante en jefe del cuerpo francés.
ArtÃ−culo 5. En todos los puntos cuya guarnición no se componga exclusivamente de tropas mexicanas, el
mando militar será devuelto al comandante francés.
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En caso de expediciones combinadas de tropas francesas y mexicanas, el mando superior de las fuerzas
pertenecerá igualmente al comandante francés.
ArtÃ−culo 6. Los comandantes franceses no podrán intervenir en ramo alguno de la administración
mexicana.
ArtÃ−culo 7. Mientras las necesidades del cuerpo de ejército francés requieran cada dos meses, un
servicio de transportes entre Francia y el puerto de Veracruz, el costo de este servicio, fijado en la suma de
400,000 francos por viaje de ida y vuelta, será a cargo del Gobierno mexicano y satisfecho en México.
ArtÃ−culo 8. Las estaciones navales que Francia mantiene en las Antillas y en el Océano PacÃ−fico,
enviarán frecuentemente buques a mostrar el pabellón francés en los puertos de México.
ArtÃ−culo 9. Los gastos de la expedición francesa en México, que debe reembolsar el Gobierno
mexicano, quedan fijados en la suma de 270 millones por todo el tiempo de la duración de esta expedición
hasta 1o. de julio de 1864. Esta suma causará interés a razón de un 3 por 100 anual.
Del 1o. de julio en adelante, los gastos del ejército mexicano quedan a cargo de México.
ArtÃ−culo 10. La indemnización que debe pagar a la Francia el Gobierno mexicano, por sueldo, alimento y
manutención de las tropas del cuerpo de ejército, a contar del 1o. de julio de 1864, queda fijada en la suma
de 1,000 francos anuales por plaza.
ArtÃ−culo 11. El Gobierno mexicano entregará inmediatamente al Gobierno francés la suma de 66
millones en tÃ−tulos del empréstito, al precio de emisión, a saber: 54 millones en deducción de la deuda
mencionada en el artÃ−culo 9o., y 12 millones en abono de las indemnizaciones debidas a franceses, en virtud
del artÃ−culo 14 de la presente convención.
ArtÃ−culo 12. Para el pago del exceso de los gastos de guerra y para el cumplimiento de los cargos
mencionados en los artÃ−culos 7, 10 y 14, el Gobierno mexicano se obliga a pagar anualmente a la Francia la
suma de 25 millones en numerario.
Esta suma será abonada: primero, a las sumas debidas en virtud de los expresados artÃ−culos 7 y 10;
segundo, al monto en interés y capital de la suma señalada en el artÃ−culo 9o.; tercero, a las
indemnizaciones que resulten debidas a subsidios franceses en virtud de los artÃ−culos 14 y siguientes.
ArtÃ−culo 13. El Gobierno mexicano entregará el último dÃ−a de cada mes en México, en manos del
pagador general del ejército, lo debido a cubrir los gastos de las tropas francesas que hayan quedado en
México, con arreglo al artÃ−culo 10.
ArtÃ−culo 14. El Gobierno mexicano se obliga a indemnizar a los súbditos franceses, de los perjuicios que
indebidamente hayan resentido y que motivaron la expedición.
ArtÃ−culo 15. Una comisión mixta, compuesta de tres franceses y de tres mexicanos, nombrados por sus
respectivos Gobiernos, se reunirá en México dentro de tres meses, para examinar y arreglar esas
reclamaciones.
ArtÃ−culo 16. Una comisión de revisión, compuesta de dos franceses y de dos mexicanos, designados del
mismo modo, establecida en ParÃ−s, procederá a la liquidación definitiva de las reclamaciones admitidas
ya por la comisión en el artÃ−culo precedente, y resolverá respecto de aquellas cuya decisión le haya sido
reservada.
ArtÃ−culo 17. El Gobierno francés pondrá en libertad a todos los prisioneros de guerra mexicanos, luego
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que el Emperador entre en sus Estados.
ArtÃ−culo 18. La presente Convención será ratificada, y las ratificaciones serán cambiadas lo más
pronto posible.
Hecho en el palacio de Miramar, el 10 de Abril de 1864.
Firmado:
Herbet.
JoaquÃ−n Velázquez de León.
ARTÃ CULOS ADICIONALES SECRETOS
ArtÃ−culo 1. Habiendo aprobado S.M. el Emperador de México, los principios y las promesas anunciadas
en la proclama del general Forey, de once de junio de 1863, y las medidas adoptadas por la Regencia y por el
General en jefe francés, con arreglo a esta declaración ha resuelto S.M. hacer saber sus intenciones sobre
el particular en un Manifiesto a su pueblo.
ArtÃ−culo 2. S.M. el Emperador de los franceses declara, por su parte, que la fuerza efectiva actual de treinta
y ocho mil hombres del cuerpo francés, no la reducirá sino gradualmente y de año en año; de manera
que el número de las tropas francesas que quede en México, comprendiendo la legión extranjera, sea de
* 28,000 hombres en 1865.
* 25,000 hombres en 1866.
* 20,000 hombres en 1867.
ArtÃ−culo 3. Cuando con arreglo a lo pactado en el artÃ−culo 3 de la Convención, pase la legión
extranjera al servicio de México, y sea pagada por este paÃ−s, como continuará sirviendo a una causa que
a Francia le interesa, el general y los oficiales que formen parte de ella, conservarán su calidad de franceses
y su derecho a ascensos en el ejército francés, con arreglo a la ley.
Hecho en el palacio de Miramar, el 10 de Abril de 1864.
Firmado.
Herbet.
Velázquez de León.
ANEXO 11
LEY SOBRE ADICIONES Y REFORMAS A LA CONSTITUCIÃ N
Sebastián Lerdo de Tejada, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a todos sus
habitantes, sabed:
Que el Congreso de la Unión ha decretado lo siguiente:
El Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, en ejercicio de la facultad que le concede el ArtÃ−culo 127 de
la Constitución PolÃ−tica promulgada el 12 de febrero de 1857 y previa la aprobación de la mayorÃ−a de
la Legislaturas de la República, declara:
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Son adiciones y reformas a la misma Constitución:
ArtÃ−culo 1.- El Estado y la Iglesia son independientes entre sÃ−. El Congreso no puede dictar leyes
estableciendo o prohibiendo religión alguna.
ArtÃ−culo 2.- El matrimonio es un contrato civil. Este y los demás actos del estado civil de las personas son
de la exclusiva competencia de los funcionarios y autoridades del orden civil, en los términos prevenidos
por las leyes, y tendrán la fuerza y validez que las mismas les atribuyan.
ArtÃ−culo 3.- Ninguna institución religiosa puede adquirir bienes raÃ−ces ni capitales impuestos sobre
éstos, con la sola excepción establecida en el ArtÃ−culo 27 de la Constitución.
ArtÃ−culo 4.- La simple promesa de decir verdad y de cumplir las obligaciones que se contraen sustituirá al
juramento religioso con sus efectos y penas.
ArtÃ−culo 5.- Nadie puede ser obligado a prestar trabajos personales sin la justa retribución y sin su pleno
consentimiento. El Estado no puede permitir que se lleve a efecto ningún contrato, pacto o convenio que
tenga por objeto el menoscabo, la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre, ya sea por
causa de trabajo, de educación o de voto religioso. la ley, en consecuencia, no reconoce órdenes
monásticas ni puede permitir su establecimiento, cualquiera que sea la denominación u objeto con que
pretendan erigirse. Tampoco puede admitir convento en que el hombre pacte su proscripción o destierro.
TRANSITORIOS
Las anteriores adiciones y reformas a la Constitución, serán publicadas desde luego con la mayor
solemnidad en toda la República.
Palacio del Congreso de la Unión, México, septiembre 25 de 1873.
Por tanto mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.
Dado en el Palacio Nacional de México, a 25 de septiembre de 1873.
Sebastián Lerdo de Tejada
Al C. licenciado Cayetano Gómez y Pérez, encargado del despacho del Ministerio de Gobernación.
Y lo comunico a usted para su conocimiento y efectos consiguientes.
Independencia y Libertad. México, septiembre 25 de 1873.
Cayetano Gómez y Pérez, Oficial Mayor.
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