LA GUERRA CIVIL INTRODUCCIÓN

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LA GUERRA CIVIL
INTRODUCCIÓN
Lo que comenzó en julio de 1936 fue el conflicto más grave de la historia de España contemporánea, aunque
muchos de sus protagonistas no pudieran imaginarlo en un principio. Las guerras carlistas fueron más
duraderas, pero menos mortíferas, y no afectaron tan profundamente a la vida del país. Los golpes de Estado y
pronunciamientos que se dieron en el siglo XIX, y con menos frecuencia, pero también, en el XX, triunfaban
o fracasaban en pocos días, a veces en pocas horas. Tal vez pudo ocurrir lo mismo en esta ocasión, pero la
igualdad de las fuerzas y el carácter decisivo a vida o muerte, más la ayuda extranjera, prolongaron la disputa
por espacio de tres años. Y una guerra civil de esta envergadura tenía que cambiar los destinos de España de
un modo mucho más duradero y profundo que un simple golpe instantáneo.
EL ALZAMIENTO
La conspiración. Antes de incorporarse a sus respectivos destinos durante el mes de marzo coincidieron en
Madrid, Franco y Mola. Ambos establecieron entonces, de acuerdo con otros jefes militares que se hallaban
también en la capital (Orgaz, Villegas, Fanjul, Rodríguez del Barrio, Ponte, Saliquet, García de la Herrán,
González Carrasco, Varela) las líneas maestras de lo que podía ser un proyecto de alzamiento.
Según Jorge Vigón: Galarza venía de mucho tiempo atrás reuniendo en su mano los hilos de todas las
múltiples conspiraciones, o mejor dicho, de la acción de los numerosos grupos de conspiradores que se
multiplicaban cada día. Se le llamaba El técnico, para enmascarar su nombre, y lo era en verdad: maestro del
disimulo, del orden, de la organización y maestro de la lealtad. Nadie tuvo que nombrarle jefe de Estado
Mayor de la gran conspiración en marcha porque lo era, de hecho, desde que se iniciaron los primeros brotes
Pero no solo contamos con este testimonio, según D. José Delgado asistieron a la conferencia: Franco, Orgaz,
Mola, Villegas, Varela, Fanjul y Gallarza; fuera de la habitación estaban los comandantes Lapatza y Carrasco
Verde, y el mismo D.José Delgado. A lo que parece Varela se mostró partidario de un golpe de audacia y de
valor..El general Mola habló a continuación, y se mostraba pesimista y contrario de un movimiento
exclusivamente militar, por considerar que tal como estaba contaminado el Ejército se había llegado
demasiado tarde para ello, ya que se dejó pasar el momento propicio que hubiera sido antes de las elecciones
de febrero. El General Varela, apoyado totalmente por Orgaz, insistió en que aún era tiempo para levantar el
Ejército, que sería apoyado sin reservas, llegado el momento, por importantes núcleos del Requeté y otras
organizaciones afines. A continuación, cada uno expuso su parecer, y por fin, después de una larga discusión
sobre los diferentes puntos de vista, se llegó a la conclusión de que se organizara e intentara con urgencia un
nuevo golpe de Estado, en el cual el general Varela se haría cargo del Ministerio de la Guerra, y el general
Orgaz de Capitanía.
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Las dos opiniones contrastadas en la famosa reunión (la de Varela y la de Mola), puede decirse que matizan y
definen respectivamente dos etapas de la preparación del Alzamiento.
ETAPAS DEL ALZAMIENTO
La primera tiene como eje un golpe centrado en Madrid; todavía en la línea del típico pronunciamiento,
reproduce el esquema de agosto del 32; su animador es Varela. La segunda da cauce al plan definitivo, que
considerará a Madrid como difícil objetivo a conquistar, confiando en el éxito al resto de las provincias, y en
especial a las de la meseta y a la guarnición de Marruecos. Su organizador es Mola. La divisoria entre ambas
etapas se sitúa en el crítico mes de abril. De una a otra, la jefatura de Sanjurjo se mantiene (casi como un
símbolo) acatada por todos los conspiradores.
Por lo pronto después de la marcha de Mola, y Franco, la conspiración había continuado en Madrid a través de
una junta de generales de la que formaban parte Rodríguez del Barrio, Inspector General del ejército, Saliquet
y Ponte, amén de Varela y Orgaz. Fijado el pronunciamiento para el día 19 de abril, se repartieron los
principales papeles en la capital Varela, Rodríguez del Barrio y Orgaz, pero el plan tenía ya una amplia
proyección. Según González Carrasco nunca estuvo el Movimiento mejor organizado. El 14 de abril murió un
guardia civil de los incidentes que marcaron el desfile. Pero todo quedó en un amago sin peores
consecuencias. Según relata Pemán en la Biografía de Varela: los jefes comprometidos se trasladaron a sus
provincias, y así con todo listo, llegó, la noche del 18. El general Varela está oculto en casa de unos amigos,
los señores de Lapique, repasando su papel, cuando recibe un aviso del General nada bueno espera Varela de
esta llamada. El General del Barrio apareció ante los ojos de José Enrique con el ánimo totalmente desfondado
y aprisionado, su petición era el aplazamiento por unos días, pero que significaba aplazamiento sin fecha y del
todo incompatible con la exactitud y justeza que requeria el funcionamiento de la operación.
Fracasado el plan Varela, había que empezar de nuevo, bajo la dirección de Mola. Mola no tardó mucho en
empezar a pensar el plan, el 29 de mayo, Sanjurjo ratificaría lo que ya era una realidad en marcha. Fanjul y
Villegas sustituyeron para el golpe en Madrid, a Varela y Orgaz. Dos generales más se sumaron a la
conspiración: Queipo de Llano i Cabanellas. En manos de Mola, el proceso iniciado en marzo iría englobando
todas las resistencias a la
revolución frentepopulista, y desprendiendose del carácter de simple pronunciamiento militar que tuviera los
iniciales proyectors. Ya el 25 de abril había dictado la Instrucción reservada, en la que se sientan las bases de
una organización militar de la rebelión. Decididamente el objetivo queda limitado a reestablecer el orden
público, imponer el imperio de la ley, y reforzar convenientemente el Ejército para consolidar la situación de
hecho que pasará a serlo de derecho.
No mucho después, Seguí, teniente coronel de Estado Mayor, en situación de retiro llevaba a Mola la adhesión
de la guarniciones de Marruecos.
El 25 de mayo, Mola entendía que era muy difícil un triunfo inicial en Madrid, por lo que se haría necesaria la
conquista de la capital. Debía producirse un simultáneo y amplísimo alzamiento en todas las provincias, que
aprestarían rápidamente columnas militares para marchar sobre Madrid. Si el intento fracasaba, preveíase un
repliegue sobre la línea del Duero en primer término, y sobre el Ebro después. El nervio de la resistencia
quedaría constituído, en tal caso, entre Miranda y Zaragoza: tras esta barrera, Navarra había de convertirse en
una fortificación invencible. Tanto desconfiaba Mola del triunfo en Madrid, que creía oportuno que las tropas
de guarnición en la capital abandonasen sus cuarteles a tiempo, rehuyendo la lucha, para sumarse a las
columnas que llegasen del Norte. Indéntica la inquietud que brindaba la situación de Barcelona. Sólo hasta
cierto punto podía contrarrestrarla la adhesión de la Escuadra, conseguida por Franco en una entrevista con el
almirante Salas.
La actividad conspiradora de Mola es notable por su exquisita cautela. Durante el mes de junio, todos los hilos
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de la organización militar van anudándose cuidadosamente. Mola se entrevista con Queipo de Llano, pero
debido al deber de Quiepo vuelven a entrevistarse un par de veces. En estas entrevistas se habla ya de todo:
incluso de pormenores de ejecución. Queipo quisiera, llegado el momento, sublevarse en Valladolid; Mola
piensa que es preferible que se haga cargo de la dirección de la compleja operación en Sevilla, donde, sin
duda, se presentarán dificultades ingentes. Y Queipo acepta de buen grado lo que cree que puede ser su
muerte y no sospecha que va ser su gloria.
En la ultima semana de Junio, el plan inicial del Alzamiento, desde el punto de vista militar, está
perfectamente listo. Mola asigna ahora uno de los principales papeles al Ejército de Africa.
El estricto pronunciamiento castrense cuenta con los siguientes protagonistas: Queipo de Llano que se tiene
que encargar de Andalucía; Cabanellas actuará en Zaragoza, Saliquet en Valladolid; Goded en Valencia;
Villegas en Madrid; Franco en África; Mola en Navarra y Burgos. Aún habrá de producirse algún cambio: el
de Villegas por Fanjul en Madridf; y el de Gonzalez Carrasco y Goded, que invierten los papeles: González
Carrasco en Valencia y Goded en Cataluña.
Pero a Mola le interesa enmarcar en este esquema estrictamente militar, la espóntanea movilización de los
partidos de derecha. Por estas fechas, el estado de la opinión de Navarra está en su punto. El Frente Popular
quiere sustituir la Diputación Foral por una Comisión Gestora; semejante medida provoca un movimiento
interno de reacción. Por primera vez los Calistas acuden al General, tienen dispuestos siete mil mozos. Las
negociaciones por unos y otros grupos tropiezan con dificultades. El general teme que que las asistencias que
encuentra en el Ejército vayan a esterilizarse por la falta de acuerdo entre las facciones políticas. Mola habla
de un abandono de la empresa; incluso de pedir él mismo su pase a reserva. Sin embargo es posible interpretar
esta actitud como un premeditado gesto para imprimir nervio a los preparativos. Porque es precisamente ahora
cuando el Directordespacha al capitán Tercio Imaz con la orden de sublevación para aquellas tropas a fecha
fija el 14. Es decir la fecha en que deben concluir proyectadas maniobras de Llano Amarillo. Todavía se
impondrá no obstante, un último aplazamiento: Elena Medina, agente de enlace, se encarga de comunicar la
contraorden.
Entrentanto caminan lentamente los acuerdos con el carlismo. Las conversaciones del Generla con José Luis
Oriol y con Manuel Fal Conde no lograrán establecer más que un vago acuerdo de principio. Hasta entrado el
mes de julio no ha de llegarse más fundamentales compromisos. El dia 5, Rodezno aconseja al general que se
dirija directamente a la Junta Suprema Nacional del Partido Tradicionalista , que en San Juan de Luz preside
Fal Conde. Se realiza una entrevista en la que Zamanillo substituye a Fal Conde, debido a que está enfermo.
En esta entrevista trataron de conceretar los objetivos del levantamiento, que al fin, quedaron esquematizados
en un breve repertorio de lemas.
El 10 de julio, Raimundo García traía desde Madrid una nota en la que Calvo sotelo ratificaba su adehsión y la
de los que le seguían. El 14 de julio, tenía concertada una reunión en Madrid con Calvo, Rodezno y Gil
Robles, a fin de obtener la adhesión de este último. Se interpuso en el tiempo el asesinato de Calvo Sotelo. El
mismo García debía trasladarse a continuación a Alicante, para raealizar una gestión cerca de José Antonio
Primo de Rivera. Pero la muerte de Calvo Sotelo, eliminó las últimas reservas de los grupos políticos de
derechas; desplazó todos los escrúpulos, presentandola apelación a las armas como único medio de eludir al
revolución roja en perspectiva.
El mismo día se habían trasladado a San Juan de Luz Baleztena, Martínez Berasaín, Arellano, Martínez de
Morentín y Elizalde para entrevistarse con el Príncipe Javier de Bo
LOS DOS BANDOS
No hay inconveniente en reconocer que fue una guerra entre las famosas dos Españas. Y no entre la España
oficial y la España vital; sino entre la España tradicional y la España antitradicional; Cuyo antagonismo se
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había venido radicalizando desde la llegada de la República. Los apelativos de tradicional y antitradicional
son un tanto vagos y hemos de aceptarlos a falta de otros más adecuados. Sería más impreciso hablar de un
bando democrático y de otro antidemocrático, porque la gran mayoría de los luchadores que se enzarzaron en
la lucha no deseaban un sistema parlamentario, pro lo menos un sistema como el vigente durante la Segunda
República; la aceptación por parte de los vencidos en cada caso del resultado de las elecciones había sido cada
vez menor, y al fin ambos lados prefirieron la lucha de las elecciones. También conviene deshacer el tópico de
que se trató de una guerra entre un ejército y un pueblo. Fue una guerra entre dos ejércitos, porque las fuerzas
armadas españolas se dividieron en dos mitades casi iguales, ayudado cada bando por inesperados masivos de
voluntarios civiles que querían sumarse a la lucha.
Foto del Frente del lado nacional
También pueden aceptarse para designar a uno y otro grupo los términos derecha e izquierda, pero siempre
que tengamos en cuenta lo complejo de dichas expresiones. Hay una derecha sociológica, una derecha
económica, una derecha ideológica, una derecha religiosa, muy diversas entre si; y lo mismo puede predicarse
de la izquierda; ningún parecido guardan un intelectual progresista y un anarquista revolucionario pero dicha
pareja militó en un mismo bando.
Por los nacionales, lucharon tanto aquellos que pretendían mantener sus intereses o su privilegiada situación
de antes de la República, como los que preferían la dictadura del proletariado; los que pretendían el poder de
un Estado dueño de todos los recursos del país, y los que apoyaban la completa desaparición del Estado. Tan
radicales diversidades no hicieron desaparecer ciertos puntos comunes, y esos puntos comunes hicieron que
todos levantasen con el mismo entusiasmo las banderas de uno y otro bando. Es posible que en esos puntos
comunes pesaran más los ingredientes negativos, es decir, el peso de aquello contra lo que se iba que los
positivos.
EL ALZAMIENTO
Como se ha precisado anteriormente, la conspiración fue, obra exclusiva de los militares. Pero el ambiente de
movilización que se vivía en España, sobre todo desde las elecciones de febrero de 1936, hizo inevitable la
entrada en la trama de elementos civiles. El golpe en sí lo efectuaron miembros de las fuerzas armadas, pero
entre su pronunciamiento y la presentación de los primeros voluntarios por uno y otro bando no medió
intervalo cronológico alguno. Iba a ser al mismo tiempo un conflicto militar y un conflicto de masas.
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El primer golpe lo dieron las fuerzas del protectorado de Marruecos, el 17 de julio. Estas fuerzas, con más de
20.000 hombres eran cuerpos de élite, de capacidad superior a las unidades de reclutas de guarnición en la
Península ( unos 60.000) pero no ocupaban una posición de fácil operatividad. En los días siguientes (del 18 al
28) se levantaron las guarniciones, o mejor dicho, parte de ellas, de muy diversas capitales dela Península,
pero con muy distinta fortuna. Se impusieron en la cuenca del Duero, la mayor parte de Aragón, Galicia,
Baleares, Canarias y algunas ciudades de Andalucía, al principio casi cercadas por fuerzas hostiles.
En cambio en el movimiento fracasó en las grandes ciudades, excepto Sevilla, donde de forma casi
inexplicable, el General Queipo de Llano se hizo dueño de la situación con un puñado de hombres. En
Barcelona, el general Goded no contó con fuerzas suficientes, y fue aplastado.
En Madrid se sublevó sólo parte de la guarnición, y, además, demasiado tarde, cuando el gobierno ya estaba
preparado, y el general Fanjul quedó en situación precaria. Las milicias obreras, armadas por el Gobierno,
asaltaron y cometieron una matanza en el Cuartel de la Montaña. También falló el intento en Bilbao, Valencia
y Málaga. Y triunfó en Zaragoza porque el Republicano Cabanellas decidió ponerse al frente de él.
Después de varios días de inmensa confusión, en que fue imposible el método por uno u otro bando, se vio
claro que el levantamiento no había triunfado en toda España, pero tampoco había fracasado.
Era una situación que pocos habían previsto, y que muchos consideraron horrible, pero no existía otra
alternativa que la guerra civil.
LAS FUERZAS EN PRESENCIA
El mapa que dibujaban las zonas de dominio de unos y otros era absurdo y contravenía los más elementales
principios estratégicos. Los sublevados o nacionales dominaban además de Baleares y Canarias, Galicia, la
meseta del Norte y el alto Ebro, dejando un territorio enemigo en la cornisa cantábrica; y los republicanos o
rojos controlaban la meseta sur, Cataluña, Levante, parte de Andalucía y Extremadura, con otro terreno
adversario que tenía su principal núcleo en la línea de Sevilla−Cádiz. Las Islas Baleares, decantadas por los
nacionales, tenían enfrente más de mil kilómetros de costa republicana. Sin embargo, la distribución
geográfica coincide llamativamente con el mapa de las preferencias electorales en febrero de 1936.
En números redondos, la zona republicana abarcaba unos 275.000 kilómetros cuadrados, con casi trece
millones de habitantes, y la nacional unos 230.000 kilómetros y once millones de habitantes. Otra vez una
situación de casi empate. Pero las circunstancias geoestratégicas favorecían a los republicanos de forma que
casi se puede clasificar de aplastante. De las cinco principales ciudades, contaban con cuatro, entre ellas la
capital de la nación. Disponían de prácticamente todas las zonas mineras del carbón y del hierro, de toda la
industria pesada, de casi toda la industria textil, de las huertas más fértiles, incluyendo las zonas de
producción agrícola de exportación. Tenían a su disposición las articulaciones centrales del aparato del Estado
militar, los republicanos contaban con dos tercios de la escuadra y tres cuartos de la aviación. En cuanto a
mandos, 22 generales quedaron a disposición de los republicanos y 17 de los nacionales; por lo que se refiere
a la Marina, la desproporción es todavía mayor: 11 almirantes por parte de los republicanos y sólo tres de los
republicanos. Otra cosa es que estos mandos estuviesen dispuestos a combatir en su bando con el mismo
entusiasmo que en el otro; pero también es cierto que los republicanos dispusieron de tres magníficos
estrategas, Miaja, Pozas y Rojo, con los cuales tal vez sólo Franco por la otra parte, se les podía comparar. Si
la victoria sonrió al fin a los nacionales, no fue por su superioridad, sino porque su gran unión interna, por su
disciplina y por haber seguido las estrategias más realistas.
EL AVANCE SOBRE MADRID
Para los nacionales, era decisivo colocar las tropas de Marruecos en la Península; pero, aunque disponían para
ello del terreno Cádiz−Algeciras, la operación no era nada simple, porque la escuadra republicana contaba en
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las primeras semanas con una superioridad indisputable, que le permitía dominar el Estrecho.
El general Franco, pronto pudo disponer de un grupo de aviones cedidos por Mussolini, para compensar el
ofrecimiento de aparatos que el frente popular francés había hecho al español. Comenzaba así la intervención
de elementos extranjeros en la Guerra: primero porque varias naciones Europeas estaban interesadas en el
éxito de uno u otro bando, y segundo, porque la promesa de Azaña de sustituir el personal sobrante en el
Ejército por un material más abundante y moderno no se había cumplido en absoluto. En España no había
municiones para tres meses de Guerra.
Con aquellos aviones pudo establecer Franco el primer puente aéreo de la historia, y transportar cientos de
legionarios a Sevilla. El 5 de agosto, aprovechando la torpeza de la escuadra enemiga ( en que los marineros
habían asesinado a los oficiales y dirigían los barcos), consiguió enviar un convoy de Ceuta a Algeciras.
Franco, en Sevilla, disponía ya de tropas suficientes para avanzar hacia Extremadura.
El 10 de agosto, el general Yagüe estaba en Mérida, y el 15 caía Badajoz. El 3 de septiembre se producía el
contacto entre las tropas del Norte (Mola) y la del Sur (Franco): las dos zonas nacionales quedaban unidas en
una.
Desde entonces se inició el avance en flecha sobre Madrid, siguiendo la línea del Tajo. De momento, con
fuerzas relativamente reducidas, en que se hizo evidente la preparación técnica de las traídas de África,
prevalecieron las operaciones en columna sobre el movimiento de frentes. El ejército republicano era, en las
primeras semanas, de formación muy irregular. Los nacionales entrenaban a los voluntarios entre las tropas
regulares, mientras que en el otro campo todo intento de disciplina común tropezaba con grandes dificultades:
el hecho pudo ser decisivo, sobre todo en los momentos iniciales de la guerra.
Pero algo distrajo a las tropas nacionales en su avance sobre Madrid. En Toledo, donde había triunfado el
alzamiento, el coronel Moscardó se defendía heroicamente en el alcázar de Carlos V. Ni la artillería, ni los
tanques ni las minas lograron conquistar aquel resguardo que se iba convirtiendo en un montón de escombros.
Ahora no sólo era España, sino el mundo entero que seguían con expectación la Gesta del Alcázar. Se explica
que en estas condiciones Franco decidió aplazar el ataque sobre Madrid y liberar Toledo. La modificación del
plan iba contra todas las reglas de la guerra, pero es un símbolo de los valores humanos puestos en juego por
los españoles en aquellos momentos. El 27 de septiembre, las tropas del general Varela entraban en Toledo, y
ponían fin a aquel extraordinario episodio.
Sin embargo, el retraso de la ofensiva nacional sobre Madrid resultó decisivo. El defensor de la capital, Miaja,
entró con ello lo único que necesitaba: tiempo. Pudo
alinear frente a los 23.000 atacantes unos 100.000 hombres que había conseguido instruir, y en los que podía
faltar cualquier cosa menos entusiasmo. La Pasionaria, la primera mujer líder que tuvo el comunismo, lanzó la
célebre frase: no pasarán; y efectivamente los nacionales, no pasaron, al menos en ese momento. Miaja,
escalonó inteligentemente sus líneas defensivas, que fueron haciendo progresivamente más lento el avance
nacional durante el mes de octubre. Los atacantes llegaron al puente de Toledo, a la Moho loa, a la Ciudad
Universitaria. Quizá una ofensiva a la desesperada hubiera podido todavía hacerles dueños de la capital de
España, pero Franco, por temperamento prudente, no quiso exponerse a una desgracia tal vez fatal.
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Se ha hablado mucho de las Brigadas Internacionales, se conoce con este nombre a un cuerpo de voluntarios
extranjeros que, a iniciativa de Moscú, se formó para ayudar al bando republicano. Se alistaron en las
Brigadas Internacionales comunistas franceses, balcánicos, hasta italianos, pero también idealistas
anglosajones especialmente norteamericanos que juzgaban estar defendiendo a la democracia. El papel de las
Brigadas Internacionales fue exagerado por los dos bandos: por los republicanos para mostrar que el mundo
estaba con ellos; por los nacionales para justificar el fracaso de su ofensiva sobre Madrid. Más tarde, los
vencidos tratarían por todos los medios de minimizar su influencia en la guerra. No se trata de supervalorar ni
de infravalorar ese papel. En un principio, cuando la batalla estaba por Madrid, su numero no pasaba de
30.000 o 40.000 hombres. Pudo ser suficiente para detener a los nacionalistas, aunque tal vez no fue esa la
única causa.
INTERNACIONALIZACIÓN Y UNIFICACIÓN
El fracaso nacionalista en el último momento de la ofensiva sobre Madrid:
• prolongó la duración de la guerra,
• hizo incierto su desenlace durante mucho tiempo,
• multiplicó la intervención extranjera,
• Obligó a ambos bandos a una plena movilización de hombres y recursos, e impuso una férrea
disciplina interior.
El ejército español, como he dicho en los puntos anteriores, no estaba preparado para una guerra larga. Su
prolongación obligaría a reclamar recursos exteriores. En un principio las ayudas recibidas (por los
republicanos de Francia y Rusia, y por los nacionales de Italia) apenas consistieron más que en aviones y
armas ligeras. A fines de 1936, estas ayudas, se hicieron más numerosas y más generalizadas. Quizá ninguno
de los dos bandos deseaba esta ayuda, pero la escasa calidad del material que había dado lugar la falta de
política militar durante la República la hicieron necesaria. Con ello, la España republicana se convirtió más y
más en el primer satélite de la Unión Soviética (en aquella zona se hicieron más frecuentes los vivas a Rusia
que los vivas a España) contra el deseo de la burguesía progresista, que en absoluto deseaba tal intervención;
y la España nacional tuvo que admitir el influjo de las potencias como Italia y Alemania.
La entrada de fuego de las Brigadas internacionales obligó a Franco a aceptar la presencia de un cuerpo de
voluntarios italianos (CTV, corpo troppe volontaire), que llegó a comienzos de 1937, y una escuadrilla de
aviones alemanes, la Legión Condor. Ambos bandos hubieron de permitir la entrada de asesores extranjeros,
si bien su presencia ha sido con frecuencia exagerada: la lucha se desarrolló siempre y fundamentalmente
entre españoles, aunque con material que acabó siendo casi todo extranjero. También es cierto que los
asesores soviéticos acabaron tomando fundamentalmente decisiones políticas y estratégicas en la zona
republicana.
Llegó un momento en que la intervención extranjera amenazó con internacionalizar la guerra de España.
Entonces, y por iniciativa de Inglaterra, se creó un Comité de No Intervención, al que se adhirieron todas las
potencias, excepto Rusia. El peligro de una guerra europea fue conjurado, aunque los distintos países
siguieron vendiendo discretamente armas a los españoles, algunos como Inglaterra, a los dos bandos. Los
norteamericanos, al tiempo que admitían el envío de voluntarios a la Brigadas Internacionales, vendían a los
franquistas los carburantes que imperiosamente necesitaban.
Al mismo tiempo, en una y otra zona se intentó una férrea unión de fuerzas. La unificación triunfó casi
plenamente en el bando nacional, mientras fracasó en buena parte en el contrario. Ye el 1 de octubre de 1936
el general Franco fue nombrado Jefe del Gobierno de Estado sin que nadie protestase: la unidad de jerarquía,
en esos tiempos, era sagrada. Y Franco seguiría ostentando ese título hasta su muerte, en noviembre de 1975.
El 19 de abril de 1937 se dio en la zona nacional el Decreto de Unificación, por el que se prohibían los
partidos políticos, y los dos principales movimientos que informaban la dialéctica del Régimen, falangistas y
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carlistas, quedaban unidos bajo la complicada denominación de Falange Española Tradicionalista y de las
JONS). Fue una asociación falsa, no bien decidida por unos ni por otros, pero que surtió efectos.
Por el contrario, la unificación fracasó en la zona republicana. El Ejército trató de regularizar a las milicias
socialistas, comunistas y anarquistas, pero lo consiguió solo en parte, por los recelos de las unidades de
voluntarios, que deseaban mantener su autonomía. Tampoco podían desconocerse los méritos de guerreros
improvisados, como Durruti, Líster, Cipriano Mera o El Campesino, a veces simples pistoleros de acciones
incontroladas, pero cuya capacidad de convocatoria no ofrecía duda. Azaña se quejaba del
NEOCANTONALISMO, en que había caído la zona republicana, dirigida en gran parte por comités auto
nombrados que desconocían la autoridad gubernamental. Y al tiempo en que la otra parte se proclamaba la
unificación (abril 1937) estallaba una verdadera guerra interna entre socialistas y comunistas de un lado y
trotskistas&del POUM y anarquistas del otro.
LA LIQUIDACIÓN DEL FRENTE NORTE
La situación de virtual empate aconsejó a unos y otros dos las tácticas distintas:
• Por una parte lo republicanos buscaron acumular fuerzas masivas en un punto determinado, y lanzar
ofensivas en gran escala que pudieran romper el frente enemigo.
• En cambio los nacionales, de acuerdo con la filosofía de Franco,prefirieron lanzar pequeños ataques
parciales de objetivos limitados en aquellos sectores donde pudieran disponer de eventual
superioridad.
Los hechos parecen demostrar que los nacionales iban mejor encaminados. De pronto, y aprovechando el
esfuerzo de los voluntarios Italianos, los nacionales organizaron en febrero de 1937 un movimiento
envolvente sobre Málaga, que les deparó el dominio de aquella capital y su provincia. Por el contrario, los
esfuerzos realizados en febrero y marzo por completar el cerco de Madrid por Norte y Sur (batallas del Jarama
y Guadalajara) terminó en un fracaso casi completo. Desde entonces, Franco renunció a la conquista de la
capital, que seguiría en poder de los republicanos hasta el fin de la guerra.
El consejo dado por Mola, hizo que se decidiera operar en el Frente Norte, donde los republicanos estaban en
desventaja, y dificilmente podían recibir refuerzos. La ofensiva, de ritmo lento, se inicó en abril por
Guipuzcoa. En mayo penetraban los nacionales en Vizcaya, y en junio, pese a la construcción del Cinturón de
Hierro, en torno a Bilbao, cayó aquella capital, que ponían en manos nacionales lo mejor de la industria
pesada española.
Fue entonces, en julio de 1937, cuando los republicanos lanzaron la primera de sus grandes ofensivas de gran
estilo, en el sector de Brunete, al Oeste de Madrid, aprovechando los tanques rusos que acabavan de recibir, la
idea de Miaja estaba bien concebida, y podía romper por su base la pinza Norte del frente nacional; pero su
avance se produjo sólo por el centro, mientras los extremos se mostraban incapaces de vencer la resistencia, y
al fin, después de durísimos combates, se decidió suspender el ataque, ante la amenaza de estrangulamiento.
En agosto, se reanudó la ofensiva nacional en el Norte, con la conquista de Santander, que cayó el 26. y en
septiembre lanzaron los republicanos su segundo gran intento, esta vez frente a Zaragoza, ciudad que gracias a
su superioridad en hombres y medio, esperaban conquistar fácilmente. Pero la resistencia nacional fue
superior a lo que se esperaba, y resultó sorprendente en la ciudad de Belchite, que aguantó el tiempo necesario
para que Franco pudiera enviar refuerzos. Belchite quedó convertido en un montón de ruinas, pero Zaragoza
se había salvado.
En octubre, los nacionales pudieron terminar su precisada liquidación del frente Norte, con la conquista de la
parte de Asturias todavía no ocupada; el 21 de octubre, con la ocupación de Gijón, el frente Norte había
dejado de existir. Fue una ventaja para la España de Franco en todos los sentidos: dominaba una zona de
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enorme importancia minerometalúgica, desaparecía un segundo frente, y quedaban con las manos libres de
unos 65.000 hombres, sin que sus enemigos pudiesen decir lo mismo, pues sus efectivos apenas pudieron ser
evacuados por mar. La mente clara de Prieto comprendió entonces que los republicanos habían perdido la
guerra. Otros no opinaban lo mismo, aunque tuvieron que echarse en manos de la Unión Soviética.
Realmente, la disputa iba a prolongarse todavía por espacio de año y medio.
INDICE
Pag 1 Introducción
Pag 2 El alzamiento(introducción)
Pag 3 Etapas del alzamiento
Pag 8 Los dos bandos
Pag 10 El alzamiento
Pag 11 Las Fuerzas en presencia
Pag 12 El avance sobre Madrid
Pag 15 Internacionalización y unificación
Pag 18 La liquidación del frente norte
LA
GUERRA
CIVIL
&Neocantonalismo: sistema político que aspira a dividir el Estado en regiones (cantones) casi independientes
&Trotskista: dícese del partidario de las ideas de Trotski, el cual defendía la ideología comunista.
&Filosofía de Franco: era una filosofía de ritmo lento
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