SOBRE EL MODO NUESTRO DE HACER TEOLOGÍA

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SOBRE EL MODO NUESTRO DE HACER TEOLOGÍA
Alberto Parra S.J. (COL)
1. MEMORIA
La autobiografía del peregrino, como él mismo la llama, es una descripción de la honda
experiencia espiritual de Ignacio de Loyola desde el sentir y gustar de las cosas de Dios, más
por mostración experimental, antes que por letras. Las prisiones de Ignacio en Alcalá, en
Salamanca, en París y en Venecia por fuerza de la inquisición obedecían a la sospecha de que
alguien, insuficientemente versado aún en teología, pudiese hablar de las cosas espirituales y
divinas en la forma en que Ignacio lo hacía.
Esa misma autobiografía da cuenta de la aventura teológica de Ignacio cuando se determina
por los estudios de Artes y de Teología en las mismas Universidades de Alcalá, de Salamanca
y de París. La enorme ebullición teológica suscitada por la reforma luterana, por el
humanismo erasmiano, por los movimientos de alumbrados, por la conformación de Iglesias
nacionales fue el medio ambiente en que el Ignacio realizó sus estudios de teología y en el que
discernió el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener.
La obra máxima de Ignacio de Loyola, sus Ejercicios Espirituales, están diseñados en una
arquitectura teológica medieval en que se advierten los tratados del método escolástico:
pecado y gracia, trinidad y cristología, soteriología y misión, antropología y escatología,
eclesiología y espiritualidad.
Así, la Compañía de Jesús desde sus orígenes (1540) nació ligada a las Universidades, a las
facultades de teología y a la teología misma, siendo teólogos destacados los primeros
compañeros de Ignacio (1491-1556), como Laínez y Salmerón..
No extraña, entonces, que la cuarta parte principal de las Constituciones de la Compañía, al
entrelazar la finalidad misma de la Orden con la teología, exprese que “Como sea el fin de la
Compañía y de los estudios ayudar a los prójimos al conocimiento y amor divino y salvación
de sus ánimas, siendo para esto el medio más propio la facultad de teología, en ésta se debe
insistir principalmente en las Universidades de la Compañía, tratándose diligentemente por
muy buenos maestros lo que toca a la doctrina escolástica y sacra Escritura, y también de la
positiva lo que conviene para el fin dicho” (XII,1).
Los teólogos jesuitas del Concilio de Trento, el insigne eclesiólogo san Roberto Belarmino y
el gran controvertista de la reforma san Pedro Canisio, consolidaron la vocación teológica
que bebieron todos del primer espíritu fundacional de la Orden.
La historia de la teología registra la contribución destacada que para el desarrollo de la
teología misma tuvieron insignes teólogos de la Compañía, tanto en las vertientes de la
escolástica, como en las controversias sobre la libertad y la gracia, en las corrientes de
contrarreforma, en la apologética, en el humanismo moderno, en la antropología
trascendental, en las relaciones entre filosofía, ciencia y teología. En América Latina cada
Provincia de la Compañía debería trazar la propia memoria de la producción teológica y
pastoral de insignes teólogos jesuitas que han contribuido a consolidar la fisonomía de una
teología pastoral vertebrada en el contexto histórico, social y cultural de nuestra América.
Resulta claro que desde la fundación de la Compañía de Jesús hasta nuestros días puede
reconocerse una forma peculiar de hacer teología que, con justa causa, se denomina escuela
jesuitica, caracterizada por el empleo de las mediaciones humanísticas y filosóficas, por la
apropiación responsable de la tradición y del magisterio de la Iglesia, por el modo de conciliar
el juego de la libertad humana con la gracia divina y por la manera de leer a Dios presente en
las criaturas “en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando
y el hombre dando a entender” (Ejercicios Espirituales 235), como lo sintió desde su
experiencia teologal y teológica san Ignacio de Loyola.
La vocación teológica es, pues, marca indeleble de la Compañía de Jesús siempre y en todas
partes. Y ese talante teológico se ha hecho concreción en las universidades de las ciencias, en
las facultades de teología, en los centros de espiritualidad, en la dirección de los ejercicios
espirituales, en los libros, en los escritos y publicaciones, en las conferencias y congresos, en
la dirección que la Compañía imprime a todo campo de su múltiple apostolado. De ahí que el
aporte teológico y espiritual de la Compañía de Jesús no deba ser buscado en una obra
concreta, sino en todo ministerio y en todo el trajinar misionero, científico, cultural, social,
pastoral, educativo de la Compañía.
La Congregación General 34 (1995) expresa así esta conciencia de la Compañía: “Entre todos
los caminos de dedicación al apostolado intelectual al servicio del Reino de Dios, la
investigación y reflexión teológicas tienen un puesto singular y merecen reflexión explícita. El
P. Pedro Arrupe citó la reflexión teológica entre las cuatro prioridades apostólicas de la
Compañía de Jesús. Entre los temas contemporáneos urgentes para la reflexión teológica
enumeraba el humanismo, la libertad, la cultura de masas, el desarrollo económico y la
violencia. La CG 32 recordó y confirmó el énfasis del Padre Arrupe sobre la reflexión
teológica, solicitando también un análisis social de las causas estructurales de las injusticias
contemporáneas y un discernimiento ignaciano acerca de la respuesta apostólica apropiada
a estas injusticias. La CG 34 vuelve a confirmar la necesidad de tal reflexión teológica y
añade otros dos temas necesitados de tratamiento: la inculturación y el diálogo
interreligioso.
“La reflexión teológica, el análisis social y el discernimiento son fases de un proceso que el
Papa Juan XXIII llamaba “lectura de los signos de los tiempos”. Es el esfuerzo por discernir
la presencia y actividad de Dios en los acontecimientos actuales de la historia
contemporánea para decidir lo que debemos hacer como servidores de la Palabra. Se nutre
de las fuentes inagotables de la teología católica, de las experiencias vividas –individuales y
colectivas- de los miembros de la comunidad de fe que es la Iglesia, especialmente de su
experiencia de pobreza y opresión. Se nutre de las disciplinas profanas –muy particularmente
la filosofía, el análisis social y las ciencias naturales-. Su objetivo es discernir, aclarar e
interpretar las oportunidades y problemas de la vida contemporánea.
“Esta reflexión puede guiar no sólo nuestros ministerios sino también nuestro modo de
contemplar e interpretar las situaciones personales, sociales, culturales y políticas, sin
olvidar nuestra vida espiritual” (CG 34, Decreto sobre la dimensión intelectual del
apostolado de la Compañía, nos. 7,8,9).
TEOLOGÍA EN CONTEXTO
La memoria anterior pone ya de manifiesto no sólo el modo nuestro de hacer teología, su
prioridad y su urgencia sino también los temas y problemas que nuestra reflexión teológica
debe abordar para orientar desde ahí el amplio campo del apostolado de la Compañía.
A continuación se expresan algunos elementos de método y de asunto para animar la reflexión
ulterior:
Tomar para teologizar la realidad del contexto
En la comprensión de la revelación propuesta por Vaticano II (Dei Verbum 2), el mostrarse de
Dios está unido a los hechos de la historia, que deben ser interpretados por la palabra. De
modo tal, que el acontecer determina para la teología tanto la quaestio, como lo teoló-geno y
lo pertinente, en tanto que la interpretación por la palabra determina para la teología la lectio,
lo teológico y la pertinencia.
El deber de apropiar el texto de tradición para producir teología y, sobre todo acción en el
mundo, es correlativo con el deber de apropiar responsablemente la propia contextualidad,
temporalidad e historicidad para ser leída y actuada a la luz de la revelación y de la fe. Así, el
gran espacio político y cultural, económico y social llamado América Latina es el elemento
sobre el cual y a propósito del cual se elabora una teología responsable. El contexto
latinoamericano determina para la forma nuestra de hacer teología las cuestiones pertinentes a
la racionalidad formal de la misma teología.
Servirse de las mediaciones en que la sociedad expresa la conciencia de sí misma
“Ha de quedar claro que hoy la filosofía o las filosofías de ningún modo representan el único
e incuestionable mercado de intercambio suficiente por sí mismo en el que la teología entra
en contracto con la ciencia profana y con la propia concepción del hombre. La teología sólo
es teología auténticamente proclamable en la medida en que logra hallar contacto con toda
la autocomprensión profana del hombre en una época determinada; en la medida en que
logra establecer diálogo con ella, hacerla suya y dejarse fecundar por ella en el lenguaje de
la cosa misma. Las filosofías ya no proporcionan las únicas autocomprensiones del hombre
importantes para la teología. Más bien, hoy como teólogos nos encontramos forzosamente en
un diálogo –ya no mediado por las filosofías- con ciencias pluralistas de tipo histórico,
sociológico y científico natural” (Rahner Karl, Curso fundamental sobre la fe, 1979, 24-25).
Integrar de modo permanente en la reflexión teológica el análisis social
“Necesitamos desarrollar una nueva forma de pensar que sea crítica y creativa, que aborde
nuestra realidad par iluminarla, para interpretarla y también para cambiarla. Queremos que
nuestro análisis no sea un mero ejercicio académico. Nacido de nuestro contacto con la vida
allí donde más amenazada la encontramos, busca defender la vida en acciones concretas.
Nuestro análisis no sólo se orienta a enriquecer la comprensión sobre la vida humana en sus
dimensiones sociales, sino a proponer y, en cuanto es posible, a crear formas de convivencia
social más respetuosas de la dignidad de todo hombre y mujer” (Características del
apostolado social de la Compañía de Jesús, Roma 1998, 21-22)
Mantener la prioridad incuestionable del pobre y de la pobreza
“La pobreza tiene muchos rostros y abarca más que un bajo ingreso. Refleja también mala
salud y educación, la privación de conocimientos y comunicaciones, la incapacidad para
ejercer derechos humanos y políticos y la falta de dignidad, confianza y respeto por sí mismo.
Hay también un empobrecimiento ambiental y el empobrecimiento de países enteros, donde
esencialmente todos viven en la pobreza. Detrás de esos rostros de la pobreza se oculta la
sombría realidad de vidas desesperadas sin salida y, con frecuencia, gobiernos que carecen
de la capacidad para enfrentar la situación.
“La pobreza, enraizada en la cultura local e influida por factores locales, debe ser “leída y
releída” cultural, política y también religiosamente. “La pobreza y la miseria no son tratadas
nunca con complacencia en los Evangelios” dijo el Padre General en Nápoles. “Son no
valores que simplemente no deberían existir y que en modo alguno expresan la voluntad del
Creador”” (Características del apostolado social de la Compañía de Jesús, Roma 1998, 3132)
“É consensual que a teologia da libertacao, desde a sua origem, pretende ser uma rerflexao
teológica a partir e sobre as prácticas de libertacao dos pobres e oprimidos. Os pobres foram
assumidos como lugar epistemológico da reflexao teológica. Os pobres entendidos como
empobrecidos económicamente, no sentido material. Sendo asssim, a econocomia –tanto a
teoria quanto a prática- que foi asssumida como un asunto central na teologia da libertacao
deveria ser objeto de muitas reflexoes teológicas. Entretanto, apos 1975, os teólogos mas
conhecidos e divulgados nas comunidades de base –em especial nas comunidades católicascomo Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino, Clodovis Boff, Joao B. Libanio e
outros, pouco ou nada trabalharam a relacao teologia e economia. Passada la fasse da teoria
da dependencia, temas econômicos importantes, como o neoliberalismo, a crise da dívida
externa da América Latina, a revolucao tecnológica e mudanzas nas relacoes de trabalho,
nao foram objetos de reflexao teológica por parte deles” (Mo Sung Jung, Teologia e
Economia, Vozes, 1994, 8).
Caminar con decisión en el diálogo interconfesional e interreligioso
El diálogo religioso deberá superar el esquema eclesiocéntrico excluyente que se plasmó en
el célebre aforismo fuera de la Iglesia no hay salvación, para que el paradigma cristocéntrico
-mucho más incluyente- permita horizontes amplios y despejados sobre el misterio de la
gracia y de la salvación redentora que opera más allá de las fronteras empíricas de nuestra
propia Iglesia.
Aún más, los paradigmas reinocéntrico y logocéntrico -todavía más amplios y abarcantesdeben ser referentes sustantivos al momento de dar cuenta del valor y del sentido de las
iglesias y de las mezquitas, de las sinagogas y de los templos, de la variedad de ritos y
sagradas escrituras, de la única voluntad salvadora universal y de la multiplicidad de sus
realizaciones históricas, culturales y sociales.
“No tiene sentido persistir en un espíritu particularista o de privilegio; y, menos, en
cualquier tipo de acercamiento exclusivista. La verdadera y auténtica referencia tienen que
ser Dios mismo y su interés salvador por la humanidad entera. Y Él está delante de todas las
religiones. Su llamada es, siempre y para todas, algo nuevo: hacia una figura inédita a
construir en comunión, cada religión desde el gozo y la cruz de su propia confesión. Nadie
debe imponer nada a nadie. Por eso no se trata de que ninguna religión deba “volver” a
ningún redil, sino de que todas –cada una en su propia medida- salgan fraternalmente hacia
delante, hacia el futuro de Dios: a esa plenitud en la Él será verdaderamente todo en todos
(1Co 15,28)” (Torres Queiruga, Andrés, El diálogo de las religiones en el mundo actual, en
Alternativas (Managua) no.27, 2004, 37-38).
Animar la actividad humana en el mundo desde los intereses reales de la vida
La propuesta de la Escuela de Frankfurt acerca de los intereses reales de la vida como
principios rectores del conocimiento trasformador es hoy una significativa proposición que
amplía los panoramas presumiblemente estrechos en que situaron su reflexión tanto la primera
como la segunda modernidad. En ese. o en otro marco análogo, deberán impulsarse las metas
latinoamericanas hacia la adaptación conveniente y suficiente de nuestros recursos naturales;
hacia la comunicación intersubjetiva e intercultural, identitaria y consensual; hacia la
emancipación de nuestras sociedades con relación a los explotadores en el ámbito económico,
a los dominadores en el ámbito político y a los neocolonizadores en el espacio cultural.
“La teología debe proporcionar información sobre el modo como la reflexión teórica de la
teología enlaza metodológicamente con las acciones comunicativas básicas de los sujetos.
Tampoco este debe resultar ajeno a la teología, dado que su materia está referida a las
realizaciones más elementales de la existencia humana” (Peukert Helmut, Teoría de la
ciencia y teología fundamental, Herder, Barcelona 2000, 331).
Bogotá, Octubre de 2005
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