Teología de la liberación: una nueva manera de hacer teología J. M. Fajardo (2012) El énfasis profético imprime a la teología de la liberación un carácter “ortodoxo”, en el sentido de que se establecen las líneas fundamentalmente aceptadas respecto a su orientación y contenido. Estamos en el génesis” de la teología de la liberación en el que se configura la identidad de la teología latinoamericana. Es en éste sentido desde el que hay que entender cuando se expresa que la teología latinoamericana nace en la segunda mitad del siglo XX. En este momento se define el desarrollo posterior de la teología latinoamericana hasta nuestros días. ¿En qué sentido la teología de la liberación es punto de partida?, la lectura histórica que hace Oliveros es iluminadora al respecto: Las instituciones, esbozos, artículos, simposios, las orientaciones de Medellín, las búsquedas y profundizaciones posteriores vinieron a cristalizar en el libro de Gustavo Gutiérrez: Teología de la liberación. El esfuerzo teológico de los sesenta encontró forma y cauce en este trabajo. En él se expresa con claridad y penetración el tema central del quehacer teológico en América Latina: Hablar de una teología de la liberación es buscar una respuesta al interrogante: ¿qué relación hay entre salvación y el proceso histórico de liberación del hombre? Se aborda el tema con el método teológico que hemos descrito con anterioridad, el cual se delinea y profundiza en ese estudio. Y se abren las perspectivas para repensar y resituar los grandes temas de la teología. El libro de G. Gutiérrez es un hito, un salto cualitativo en la teología latinoamericana; marca un antes y un después… El pensamiento teológico latinoamericano llegó a alcanzar vida propia con dicho estudio. La teología latinoamericana formulada en términos de teología de la liberación, toma cuerpo hacia 1971, cuando se publica la primera edición de Teología de la liberación. Perspectivas, de Gustavo Gutiérrez. Se inicia un período de formulación en el que toman cuerpo, con distintos énfasis, las líneas fundamentales que identificarán y darán cuerpo a una disciplina que se hace presente cada vez más en la experiencia cotidiana y política. Desde la formulación que de teología hace G. Gutiérrez, “teología… reflexión crítica sobre la praxis [de liberación]”, la teología latinoamericana se esboza como sistema teológico con identidad propia, donde sin negar la diversidad de temas y perspectivas, como tampoco el proceso histórico al que se ve sometida, la identidad está referida a unos ejes epistemológicos fundamentales, a saber: a. Teología pensada desde la realidad El punto de partida del quehacer teológico es la praxis de liberación. Este carácter hace que la teología sea concebida como un acto [“segundo”] respecto a la praxis. Concepto de praxis que remite a la noción marxista, pero que, como hemos mostrado en nuestro análisis anterior, adquiere una densidad propia, de carácter metafísico-teológico, en relación con la categoría historia, que es donde se despliega la realidad [del Ser de Dios]. Si bien la praxis es el punto de partida, no es cualquier praxis. Es la praxis de liberación, que se inscribe en el espíritu del don gratuito de Dios en la historia. La realidad no es la praxis, porque la praxis es el punto de partida de la “experiencia histórica elevada al nivel de lo consciente”. La realidad a la que se accede en la teología es, por tanto, no al término ontológico de Dios en cuanto ser, sino a su presencia como “don” en el devenir histórico. Es la realidad que se sustenta en la teología, donde no hay separación entre sujeto cognoscente y realidad objetivada, puesto que la experiencia desde el lugar adecuado, situados en clave de lectura pertinente (el pobre; la praxis de liberación; el compromiso político), nos abre desde la experiencia a la absoluta totalidad de Dios, que no es “el otro” sobrenatural, sino el inmanente en la historia misma. Por esta dimensión transcendental de la praxis histórica a la luz de la palabra de Dios, hay que hacer opción. La teología “será una reflexión en y sobre la fe como praxis liberadora. Inteligencia de la fe que se hace desde una opción”601, por tanto, función de la teología es su carácter crítico, reflexivo, respecto a la verdad en el compromiso liberador. El punto de partida y la realidad que se desvela, redimensionan la función de la teología. La teología de la liberación es “una nueva manera de hacer teología”603, por lo que la implicación es más radical que abrirse a nuevos y distintos temas. Es un cambio de método. De este modo, aunque tomando distancia considerable respecto a otras teologías europeas y norteamericanas, la teología de la liberación imprime un carácter novedoso y radical respecto a ellas. El punto de partida establecido, y el necesario cambio de método, expresan la novedad de la teología latinoamericana [de la liberación] en el ámbito eclesial y teológico. Novedad que, por otro lado, queda limitada a los presupuestos de los que parte, en cuanto que su apertura es respecto a una comprensión moderna de la historia, que se presenta como un horizonte en el que devienen procesos, mecanismos y leyes autónomas, ante los cuales el ser humano es sujeto de actuación, capacitado para comprender y actuar (praxis) en el proceso de realización de la misma. En este sentido, de igual manera, la teología latinoamericana en su versión formulación originaria es determinada por el carácter eclesial católico. Representa una novedad respecto a otras teologías, pero al mismo tiempo es fuertemente determinada por la preocupación de la Iglesia Católica de abrirse al mundo, a la modernidad. Esto, podemos decir, es un proceso normal en la génesis de una teología que se abre críticamente a las nuevas comprensiones de realidad y religión. Teología que encuentra en la noción de Dios-historia la superación [o plenificación] de una visión religiosa que, en su pretensión de sostener su existencia objetiva y marca una distancia absoluta entre el absolutamente otro y el sujeto humano. En la nueva noción teológica, Dios “es” en la historia el horizonte en el cual, y desde el cual, el ser humano se abre a su plenitud (personal, social y de la historia misma), como lo señala el propio Gutiérrez: “Si ahondamos un poco en la forma como se plantea hoy la cuestión del valor de salvación, descubrimos en la tarea histórica así entendida, es decir, como praxis liberadora, que se trata de una pregunta sobre la significación misma del cristianismo. Ser cristiano es, en efecto, aceptar y vivir solidariamente en la fe, la esperanza y la caridad, el sentido que la palabra del Señor y el encuentro con él dan al devenir histórico de la humanidad en marcha hacia la comunión total. Colocar la relación única y absoluta con Dios como horizonte de toda acción humana es situarse, de primer intento, en un contexto más amplio, más profundo. Más exigente también.” Estamos, lo vemos más descarnadamente en nuestros días, ante la cuestión teológico-pastoral central: ¿qué es ser cristiano?, ¿cómo ser iglesia en las condiciones inéditas que se avecinan? Es, en última instancia, buscar en el mensaje evangélico la respuesta a lo que, según Camus, constituye el interrogante capital de todo hombre: «Considerar si la vida merece o no merece la pena ser vivida». b. El sujeto como lugar teológico En su traducción pastoral, el método de la teología latinoamericana se traduce en tres momentos “ver-juzgar-obrar”. Estos tres momentos del método pastoral corresponder a las tres mediaciones del método teológico: mediación socioanalítica, mediación hermenéutica y mediación práctica. La teología latinoamericana establece un círculo hermenéutico que, con momentos y mediaciones determinadas, formula un punto de partida, un momento de análisis hermenéutico, con el propósito de volver a la realidad desde la conciencia de una acción transformadora. La teología, en este sentido, es reflexión crítica ubicada, desde un lugar determinado. El lugar teológico, el desde dónde se hace teología, encuentra en la teología latinoamericana diversas formulaciones. Para Gustavo Gutiérrez, una de las intuiciones centrales de la teología de la liberación es “la perspectiva del pobre”. En este sentido, el pobre sería la clave de lectura, el lugar teológico privilegiado. Sin embargo, esta preferencia por el pobre es, ante todo, una opción eclesial. En el contexto eclesial latinoamericano de las conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979) donde se explicita el carácter de opción profética. Desde este punto de vista, la explicitación del lugar teológico –en cuanto explicitación teológica, no tanto en su densidad bíblica o eclesial– es “el compromiso de los cristianos” (praxis histórica), “la vida, predicación y compromiso histórico de la Iglesia”. Desde otras perspectivas, la explicitación del lugar teológico ha sido central en la teología latinoamericana. Desde esta perspectiva, lugares teológicos han sido el la religiosidad popular, los pobres, las culturas indígenas, los afro, las mujeres oprimidas, la tierra explotada. ¿Cómo entender, entonces, la centralidad del lugar teológico en la teología latinoamericana? Más allá de los temas, la teología latinoamericana se ha formulado siempre como “un nuevo modo de hacer teología”, con lo cual, el método es su criterio determinante. La novedad del método teológico latinoamericano es que se formula respecto a una comprensión de realidad. Aquella comprensión de realidad que subsiste a la reflexión teológica es la noción de dependencia, que es asumida como presupuesto epistemológico. El carácter sistémico estructural del presupuesto permite establecer lecturas en las cuales lo fundamental es el carácter relacional, de poder, de dualidad. Este carácter determinó la identidad de una teología hecha desde la periferia, interpretada en términos de “cautiverio”, de “exilio”. El carácter estructural de la categoría dependencia constituyó uno de los aspectos del método teológico, que desde sus primeros momentos fue complementado con otra perspectiva propiamente teológica, y marcada dependencia filosófica: el horizonte de la historia en cuanto manifestación de Dios. De este modo la praxis humana, es situada en el horizonte de la historia, lo que posibilita leer la realidad en término de sujetos. Sujetos excluidos, empobrecidos, marginados, que, en el horizonte de la historia de salvación, exige opción y compromiso transformador de cara a la liberación. El lugar teológico, en esta comprensión del método, se formula en términos de sujetos excluidos, marginados, empobrecidos, que en virtud de la plenitud a la que está orientada la historia, exige asumir la fe como praxis liberadora. Es este aspecto de sujeto “periférico”, “marginado” el que proporciona la densidad de lugar teológico, desde el cual se leen los distintos sujetos en la teología latinoamericana. Esta perspectiva, por otro lado, traslada la discusión del problema religioso de creyentes o no creyentes, a ser partícipes o no de la experiencia religiosa auténtica. La verdad religiosa es compromiso de liberación. El no-compromiso, aun cuando se formule en términos de doctrina cristiana, es idolátrico. c. Teología, palabra segunda La teología es “reflexión crítica”, en cuanto tal, acto segundo respecto al acto primero que es el “compromiso en el proceso de liberación”. Desde esta perspectiva, se recuperan las dimensiones más amplias de la tarea clásica de la teología: sabiduría y saber racional (logos), frente a las concepciones que reducen el quehacer teológico al ámbito de los dogmas. La teología establece una “integración epistemológica” con las ciencias sociales. Propio de su qué hacer es realizar una lectura crítica que, sin entrar en competencia y compartimentación respecto a otras disciplinas, ponga en evidencia la exigencia ético-profética de la praxis. De este modo, la teología se plantea como una reflexión no determinada por los temas a los que se refiera, sino por mostrar la exigencia ética de la voluntad divina en el devenir de la historia. La teología es, así, reflexión que busca orientar la praxis liberadora. d. Clodovis Boff y el primado de la praxis Este carácter de reflexión segunda caracterizó la comprensión de teología en las alusiones de los propios teólogos. Un esfuerzo por sistematizar el discurso teológico latinoamericano, y establecer las condiciones epistemológicas lo realizó Clodovis Boff, en su obra Teología de lo Político (1980). Para Clodovis es necesaria la distinción entre saber y método, aspectos que los teólogos de la liberación no habían distinguido. Tarea que se propone realizar, y para lo cual formula la tipología tripartita de las mediaciones: mediación socio-analítica, mediación hermenéutica y mediación práctica de la fe. La teología, expresa, debe tener claro los ámbitos del saber y el momento que corresponde a cada uno, para evitar ambigüedades en el discurso. Hay en la obra de Clodovis una crítica directa a la praxis como punto de partida, acto primero, de la teología, y propone en su lugar propone lo político. Este acto primero se constituye en objeto formal, que objetiva la realidad social desde la perspectiva de las ciencias sociales. La teología no es, así, acto segundo de la praxis, sino acto segundo de la mediación socio-analítica. La praxis, al contrario, “es el verdadero medio de realización de la práctica teológica concreta”, pero no punto de partida o medio con el cual se el medio se haga teología. ¿Implicaría esto una reflexión teórica “teológica” sobre postulados científico sociales? Boff postula que no se trata de una preocupación teórica, pero si de una preocupación teológica respecto a la práctica de la fe: “”ha sido la relación histórica fe-política la que ha provocado la relación teórica teología-CdS. En términos más sencillos, el encuentro práctico de los cristianos con los desafíos políticos ha sido el punto de partida y la base del encuentro teórico de los teólogos con las «ciencias sociales». De esta forma la relación teología-CdS fue postulada y lo sigue siendo en su raíz por la relación fe-praxis”. En su análisis, Clodovis establece la distinción entre lo político y la fe (cristiana), formulando que la exigencia teológica está en función del dato de fe, cuestionado por la experiencia política concreta de hombres y mujeres. Asumido en sus aspectos más prácticos, cuando no dejado de lado por las implicaciones críticas hacía el método teológico, su obra puso en evidencia un problema profundo del quehacer teológico latinoamericano: el primado de la praxis. Boff parece intuir que la categoría praxis tiene el problema de referir tanto a la práctica (cotidiana) de hombres y mujeres, cristianos o no, y de referir también, al aspecto metafísico al que hemos aludido en nuestra investigación: la historia como devenir del Espíritu de Dios. En esta ambigüedad del término, Boff le da preeminencia a la práctica concreta y cotidiana, donde se juega la cuestión crucial que es la fe del creyente en su compromiso político. Práctica que por ser política no puede ser analizada teológicamente, ni tampoco es objeto de la teología, a no ser en su mediación del análisis social. Por lo que la preocupación, y por tanto destinatarios de la reflexión teológica, la fe del cristiano creyente. e. Experiencia auténticamente profética En virtud de la primacía de la praxis y del carácter profético, la teología latinoamericana se formula en términos de verdad radical en cuanto alude al núcleo profético fundamental: “… en la predicación de los grandes profetas de Israel. Y veremos, sin no me equivoco, que el pensamiento profético o, si se quiere, la teología de los profetas, tiene poco que ver con los supuestos eclesiológicos vigentes y con los criterios de la teología política europea”. En la teología latinoamericana, expresa Tahar, [se dio] la convicción de haber encontrado lo más fundamental del mensaje cristiano, es decir el “cristianismo auténtico”, desde la actualidad histórica de América Latina… Se interpretaban los temas tradicionales del cristianismo y los textos bíblicos desde la actualidad de la “opresión” y de la “liberación”, así como esa actualidad se interpretaba a la luz del mensaje evangélico y de las grandes gestas bíblicas (el éxodo, el sufrimiento de Job, la crucifixión, la resurrección, etc.). Se definían dos tradiciones cristianas, una “occidental” y “romanizada” de opresión y otra “judeocristiana” y “original” de liberación. En este mismo sentido, se resaltaba el compromiso de liberación frente a la fórmula “promoción humana”, que proponía la Comisión Teológica Internacional que en 1974 decidió estudiar el fenómenos de la teología de la liberación. La conciencia profética se traduce en práctica eclesial concreta. La promoción de la teología popular, la constitución de comunidades eclesiales de base, y la conciencia de iglesia verdadera, en la radicalidad profética, tenían como punto de partida la noción de la praxis histórica de liberación, y se traducía, al mismo tiempo, en compromisos popular, social y eclesial. La teología, en este sentido, no era recluirse en el ámbito académico o intelectual, sino que pasó a ser dimensión de orientación práctica. f. La nueva humanidad dentro de los límites de la razón La teología de la liberación, fundándose en los presupuestos de la primacía de la praxis, la conciencia de dependencia (por tanto, marginación, pobreza, y liberación) y la historia en cuanto realidad del devenir de Dios, proponían un sentido de esperanza utópica cristiana, identificado con el Reino de Dios. La reflexión teológica es un momento segundo que eleva la conciencia al nivel de la historia en sus mecanismos, lo que exige el compromiso y la participación activa por la liberación. En el análisis que Gutiérrez hace de “los límites de la teología moderna”, inicia señalando: “la reflexión teológica se realiza en el contexto de procesos históricos determinados y está por lo tanto ligada a ellos”. Este carácter contextual de la teología le sirve para analizar la relación de las pretensiones teológicas europeas, en autores como Bonhoeffer y Barth, que se abren a las preocupaciones modernas, dejando de lado, expresará Gutiérrez, lo fundamental: Estamos, en definitiva, ante la cuestión no de quién es el espíritu moderno, qué es lo que puede aceptar de la fe cristiana, sino frente a una interrogante radical: ¿Quién es Dios?” Y señala: “La respuesta a la modernidad no está en colocar a Dios más allá de los límites de la razón, o en introducirlo en la historia, o en domiciliarlo en el sentimiento religioso, o dentro de una abierta mentalidad burguesa en hacer de la creencia en él un factor de perfeccionamiento humano. Ni tampoco en afirmar que alejarse de él es perder la raíz de toda cultura humana, o en hacerlo objeto de una libre decisión personal. Dios en Cristo es el Dios sufriente, participar en su debilidad es creen en él. Eso es ser cristiano”. Para Gutiérrez, sólo desde la experiencia del sufriente, desde abajo, desde el pobre, se puede superar el límite de la mentalidad moderna y burguesa. Por lo mismo, solo a partir de la fe vivida y pensada en la situación de las clases sociales explotadas, las razas despreciadas, las culturas marginadas. Desde allí los hoy ausentes de la historia hacen suyo el don gratuito del amor del Padre creando nuevas relaciones sociales, relaciones de fraternidad. Ese es el punto de partida de lo que llamamos una teología «desde el reverso de la historia» Con ello, la teología latinoamericana, teología desde el reverso de la historia, se presenta como poseedora de la verdad emancipadora que libera al hombre de la esclavitud, desde la identificación (y conversión) con el Dios sufriente. La conciencia-relación con el Dios sufriente, desde la experiencia del pobre y excluido, abre la posibilidad de una apertura al don gratuito, que es construcción de relaciones de fraternidad, un nueva humanidad. La teología, en este sentido, cumple una función de razón moderna, que en su dimensión crítica y de reflexión, posibilita descubrir la dimensión emancipadora en la creencia del Dios verdadero. Desde este punto de vista, la teología latinoamericana formula su identidad propia a partir de la teología de la liberación. En su desarrollo posterior, se abre a nuevos temas y sujetos, pero, permanece en ella un carácter central e incuestionable que se hace presente, incluso hoy día, en las lecturas que buscar abrir el horizonte diverso y plural de la teología latinoamericana.