Escritos – Phil Beach, Jr

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Escritos – Phil Beach, Jr.
Cuando la visión se convierte en vanidad
¿Qué es básicamente una “visión”? En el día en que vivimos, con frecuencia
pensamos de un hombre o mujer con una visión es aquel que posee grandes planes
para el futuro, con esquemas proyectados de crecimiento y engrandecimiento, etc. Los
hombres con frecuencia interpretan Proverbios 29:18ª “Donde no hay visión, el pueblo
se desenfrena” (Biblia de las Américas) diciendo que es necesario “poseer una visión
para Dios” para una vida cristiana de éxito. Los predicadores también han caído en
esta creencia y son empujados a poner en marcha toda clase de planes, y a proyectar
objetivos creyendo que su “visión para Dios” les guardará de la “muerte” (desenfreno)
de su ministerio. Sin embargo, si esta escritura fuera examinada de forma más objetiva
y dentro de su contexto, descubriríamos que esta idea es bastante errónea.
En la Nueva Versión Internacional, Proverbios 29:18ª dice: “Donde no hay visión
(revelación), el pueblo se extravía; ¡dichosos los que son obedientes a la ley!” Vemos
que la Escritura está describiendo dos clases de estilos de vida. Un grupo no tiene
restricciones ni ley porque no hay una revelación abierta. El otro grupo es dichoso
porque guarda la ley de Dios. El significado de la Escritura es claro cuando miramos a
esto en su conjunto: Donde no hay revelación de la majestad y de la gloria de Cristo
reinando en los corazones de un pueblo, el resultado es falta de ley y anarquía. Vemos
vívidamente este principio ilustrado en la victoria de Israel cuando el niño Samuel
ministraba en el Tabernáculo. 1ª Sam. 3:1 nos dice que “la palabra de Jehová
escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia.” Y en el capítulo 2
versículo 12 leemos “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento
de Jehová”. En el día de Samuel, sin una “visión” (una revelación de la Palabra del
Señor y Su persona), hasta el sacerdocio estaba contaminado con el mal. Qué cuadro
de la América moderna también: una nación que ha rechazado la ley de Dios y que se
ha entregado a toda clase de suciedad y de maldad. En contraste, cuando las
personas obedecen y honran la ley de Dios y su moral y sus absolutos éticos, el
resultado es dicha y contentamiento. Así, vemos que hay una vasta diferencia entre el
uso popular de Proverbios 29:18ª respecto de una “visión para Dios” y su significado
real basado en el contexto.
No quiero sugerir que Espíritu Santo no vaya a llevar a los individuos a creer en Él en
cuanto a ciertos objetivos concretos. Sin embargo, debemos tener cuidado en
entender que nuestra responsabilidad es ser atrapados por una visión de Él y en una
visión para Él. Hay una gran diferencia y es aquí donde llegamos a entender el
verdadero significado de una “visión” en el sentido que Dios desea. Sólo cuando
nuestros corazones están completamente centrados en una revelación de Él y de Su
esplendor, podremos recibir de Él una visión de la obra que Él quiere que hagamos
para Él. Al ser cautivados por Él no caeremos infatuados con nuestra labor para Él. Al
contrario, aprenderemos por la gracia de Dios, la suficiencia del Espíritu Santo y la
disciplina de la dirección de Cristo guiándonos a ser fieles con lo que tenemos, siendo
sabios y hábiles siervos. Esta es la visión que Dios da—y este hombre o ministerio
será el vencedor de Dios, usado por Dios en esta hora.
Mayordomía fiel
Cuando los hombres no tienen una visión real de Dios mismo, sus “visiones para Dios”
siempre están fuertemente manchadas con orígenes carnales y toda clase de motivos
impuros. En este día, lo que se necesita es una generación completa de hombres y
mujeres, ministros y ministerios, que abandonen completamente la idea impía y
secular de tener una visión que brota de la ambición egoísta y de la vanidad inútil. El
Espíritu Santo está buscando intensamente a aquellos que aprendan el secreto del
contentamiento y de la fidelidad con lo que tienen. Entonces, estando en la escuela y
bajo la tutoría del dulce Espíritu Santo y dirigidos diariamente por la sabiduría de
Cristo, convirtiéndonos en sabios mayordomos de lo que tenemos, y abandonando
planes mundanos y arrogantes de crecimiento y engrandecimiento, aprenderemos la
verdad celestial que alegra el corazón del Salvador. “Gran ganancia es la piedad
acompañada de contentamiento”. (1ª Tim. 6:6). En tal estado, nuestros corazones son
diariamente purificados de los motivos impuros de la ganancia personal, de la
promoción personal y de la exaltación del ego, y descubrimos humildemente que sólo
Él ha de ser promovido en nuestras vidas y ministerios. Los protocolos, los títulos y el
profesionalismo pierden su atracción cuando la gloria del esplendor de Cristo y su
belleza cautivan nuestras mentes y corazones.
La obra del Espíritu Santo
La idea de la promoción en el mundo de la iglesia hoy es, en muchos casos,
verdaderamente horrible para el Espíritu Santo. Debemos descubrir que la obra y el
ministerio del Espíritu Santo es glorificar a la persona de Jesucristo y hablar de Su
majestad. El único gozo y deleite que tiene el Espíritu Santo es el privilegio de
magnificar la persona y la obra acabada del bendito Hijo de Dios. Por toda la eternidad
este será el sublime ministerio del Espíritu Santo. Por tanto, podemos llegar a la
conclusión de que cuando los ministerios, los hombres, las personalidades, los dones
(bien sean los dones del Espíritu Santos o los talentos personales) estén en el
candelero, el Espíritu Santo no tiene nada que ver con ello. Cuando los corazones del
pueblo de Dios se ocupan en extremo con preferencias personales en cuanto a
predicadores, pastores o ciertas enseñanzas, y se vuelven divisorios, carnales y
críticos, el Espíritu Santo no está en ello. Cuando no apartamos del contentamiento y
comenzamos a visionar toda clase de planes y esquemas—para “la gloria de Dios”,
por supuesto—estamos en peligro de desviarnos bruscamente de la verdad,
entristeciendo al Espíritu Santo y acabando siendo engañados en nuestra propia
perspectiva.
¿Un Ministerio de éxito?
¿Podrías imaginarte a Pablo el apóstol creyendo en la moderna vanidad llamada
“visión para Dios”? Imagínatelo diciendo: “Voy a mejorar mi estilo de vida y mi
ministerio. No necesito la incomodidad de nunca tener dinero. Voy a volverme un poco
más como la generación yuppie en lugar de ser conocido como el “desecho de todos”
(1ª Cor. 13b). No más reuniones de avivamiento ni reuniones de oración que ofendan
a la gente. No más predicación contra el pecado y las maquinaciones de Satanás. Voy
a desplumar al rebaño para poderme construir un templo en Atenas y ser admirado y
estimado como un pastor de éxito. ¡Ni un día más de esta vida básica y sencilla para
mí!” Amados, ¿podéis captar el mensaje? Dios nos ayude a ver Su llamado, Su visión;
¡y que llenos de amor nos sometamos a Él en todas las cosas para que sólo Él pueda
ser glorificado!
Visiones de grandeza
Multitudes de personas son cautivadas diariamente con grandes visiones que
imaginan que son para Dios, tanto dentro como fuera del ministerio. Con frecuencia,
sinceros pero llevados a conclusiones erróneas, estos planes caen como una roca al
suelo, dejando con mucha frecuencia a mucha gente herida, rota y devastada por la
decepción. ¿Por qué? Porque la sutil serpiente de alguna manera se las arregló para
engañar al corazón y apartarlo de la sencillez de Cristo y de buscarle sólo a Él.
La verdadera visión que procede del corazón de Dios es igual a la fidelidad a lo que Él
nos ha dado, movida por el amor por Él. El éxito mundano se mide por la grandeza. El
éxito celestial se mide por la fidelidad. La verdadera marca de una visión real es saber
lo que tienes en lugar de lo que quieres o de lo que puedes soñar. Aquí está la
diferencia principal entre la visión celestial y la mundana. La visión inspirada
satánicamente del día de hoy: la visión mundana siempre está atada al ego, al orgullo,
a la promoción personal y al poder. Con tanta frecuencia escuchamos a cristianos y a
predicadores contando su visión para Dios. Eso es exactamente lo que es--¡su visión
pero no la de Dios! Podemos decir todo lo que queramos respecto de que todo es
para Su gloria y para Su honra. Pero hasta que no seamos iluminados a la verdadera
visión, siendo hechos conscientes de lo que tenemos y no lo que imaginamos que
podríamos tener— ¡siempre estaremos incubando nuestras propias visiones y nunca
poseeremos Su visión particular y concreta para nuestras vidas!
El éxito--el camino de Dios
El incremento en el reino de Dios nunca es resultado de la fortaleza de un hombre o su
capacidad para soñar sueños. ¡No! Esta es la mentira moderna de “como tener éxito”.
El éxito se mide hoy día haciéndose más grande, mejor y más conocido por otros. Esta
no es la medida del éxito de Dios. Cuando Dios verdaderamente comienza una obra
por Su Espíritu, Él es el autor y consumador de su crecimiento. El crecimiento no es el
producto de una persona con talentos y habilidades. “Nada es el que siembra ni el que
riega, sino Dios, que da el crecimiento.” (1ª Cor. 3:7) El que planifica no es nada, el
que sueña, no es nada; estos no son los recursos o las soluciones para el éxito.
Nombrar comités sobre como crecer o agrandar un ministerio, o leer libros sobre como
conocerte mejor y subir por la escalera del éxito---¡Estos no son métodos bíblicos! En
su lugar, un corazón fiel, una obra de amor, un siervo desinteresado, eso es gran éxito
a los ojos de Dios (2ª Cron. 16:9). En una vida así, el Señor puede traer el incremento
de cualquier forma que le sea agradable. ¡No por medio de grandeza o notoriedad!
¡Tenemos que recordar esto!
Permanecer en el juicio
Pablo nos habla de un día en el que cada creyente estará “ante el tribunal de Cristo,
para que cada uno sea recompensado por sus obras en el cuerpo, conforme a lo que
haya hecho, sea bueno o sea malo” (2ª Cor. 5:10). El siguiente versículo dice: “Por
tanto conociendo el temor de Dios, persuadimos a los hombres...” (2ª Cor. 5:11ª). Creo
que el fundamento del juicio que Cristo usará en ese día, será la plomada de la
fidelidad! Cada creyente será juzgado y recompensado completamente en base a lo
fiel que haya sido con lo que Dios le dio y el motivo que inspiró su trabajo y su
entrega. Muchas se entristecerán en ese día cuando Dios revele la calidad de
nuestros motivos y de nuestras obras, si lo que hicimos fue resultado del llamado de
Dios o de nuestra propia ambición egoísta. Pablo describe para nosotros lo que
sucederá en ese día: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como
perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo
sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el
cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras
preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el
día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el
fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo
será salvo, aunque así como por fuego.” (1ª Cor. 3:10-15).
Aquí tenemos una de las más grandes enseñanzas de toda la Biblia sobre la visión
celestial apropiada, y podemos aprender dos importantes lecciones. Primero, los
bloques de construcción de la visión: Oro, plata, piedras preciosas, madera, heno y
paja. Después, la duración de la visión, bien duradera, que permanece y a ser
recompensada o bien a ser quemada por el fuego de la presencia de Dios, con el
resultado del sufrimiento de pérdidas. Basado en las enseñanzas de Jesús y de los
apóstoles en el Nuevo Testamento, podemos sugerir lo siguiente para una
consideración y meditación serias: Dios es la fuente de todos nuestros talentos y el
autor de todo lo que Él nos ha dado. ¡Sólo Él es la roca y el fundamento sobre el que
hemos de construir nuestras vidas! Oro, plata y piedras preciosas podrían representar
el motivo puro del amor por Dios—la fuerza que capacita para ser fiel con lo que nos
ha sido dado (no lo que hemos anhelado y producido por la obra de nuestras manos).
Esto representa la verdadera visión celestial. La madera, el heno y la paja sugerirían
los motivos impuros del egoísmo, del ego, y un deseo de reconocimiento, con el
resultado de ser llevado a un anhelo de tener éxito; la locura de tener más y más—¡la
medida del éxito del mundo! ¡Ese es el todo de muchos que se han desviado y se han
interesado más en soñar vanas visiones para Dios en lugar de aprender a amarle con
todo el corazón, a ser fieles y a estar satisfechos con lo que tienen!
Recuerda, Jesús dirá en el última y gran día, “Bien hecho, buen siervo fiel” (Mat.
25:21,23). Muchos esperan que Él diga, “Bien hecho, siervo bueno y celoso” o “siervo
próspero y bueno” o “siervo bueno y muy famoso” o “siervo bueno y carismático”—y la
lista no se acaba. Bien, amigo, Él no dirá ninguna de esas cosas. Solo bueno y fiel. No
fiel a tu sueño, visión, atracción, planes, y trucos publicitarios. Fiel a lo que Él te ha
dado y a lo que Él te ha demandado. Mucha actividad, credenciales impresionantes,
viajes por todo el mundo, hablar a las multitudes, edificar grandes edificios, ser pionero
de muchas iglesias y ministerios—estas cosas no son sinónimo de la aprobación de
Dios. Muchos presentarán sus obras a Él y Le oirán diciendo “¡Nunca os llamé a hacer
estas cosas!” ¡Sólo aquel que sea fiel en su caminar con Cristo y deje que Dios le
traiga el incremento, ése es el que recibirá la recompensa completa! ¡Hay una
responsabilidad puesta sobre cada creyente de buscar a Dios y de saber lo que Él (no
el hombre) espera de ti!
La perspectiva correcta
De acuerdo con la revelación de Pablo en 1ª Corintios, hemos de considerarnos a
nosotros mismos como “ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios”
(1ª Cor. 4:1). Pablo hace esta sobria declaración que revela que hemos de dar cuentas
a Dios: “Se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel” (4:2). Creo
que el Espíritu Santo está diciendo a toda la Iglesia Cristiana en su conjunto que se
necesita una nueva perspectiva con respecto a nuestra responsabilidad de rendir
cuentas a todo lo que Dios nos ha confiado. Hemos perdido visión de nuestra
responsabilidad celestial como ministros (siervos) de Cristo y administradores de Sus
misterios. Hoy hay una atracción en el corazón de la iglesia por destacar en
notoriedad, influencia y éxito, tal y como es medido por los estándares del mundo. ¡Sin
embargo, estamos perdiendo visión espiritual de nuestra responsabilidad hacia Él!
La verdadera visión
La visión adecuada solo puede estar asegurada después de que la persona en
cuestión llegue a descubrir la confianza exacta que como individuo le ha sido dada.
Cuando Pablo se refiere a nosotros como “siervos” de Cristo, utiliza una palabra muy
exclusiva para explicar exactamente la implicación. La palabra griega huperetes
(“siervo”), entendemos que significa “un remero, no simplemente un marinero”. Esta
palabra llegó a indicar a cualquier subordinado que trabajaba bajo la dirección de otro:
un siervo en relación con su superior. La idea de la fidelidad se basa en lo bien que
desarrollemos nuestro papel de “remeros”. ¿Estás siendo fiel en mirar a Jesús
diariamente para encontrar toda tu dirección, fortaleza e inspiración? Como remeros,
seremos juzgados en base a lo fiel y a lo bien que hayamos respondido a nuestro
superior, no en base a lo bien que hayamos jugado nuestros juegos religiosos de la
iglesia del siglo XX.
Verdadera mayordomía
Después, Pablo nos dice que somos administradores. La palabra administrador
significa el director de una casa o de un estado. La idea en todo esto sugiere que
hemos sido confiados con una mayordomía o con un llamado administrativo a
supervisar correctamente las posesiones de alguien. Ciertamente, estamos en Su
Reino, salvos para ser Sus siervos, llamados a ser administradores de Sus misterios.
La palabra “misterios” sugiere aquello que está fuera del alcance del mero
entendimiento espiritual. ¡Estos misterios solo pueden ser dados a conocer por
revelación divina por medio del Espíritu de Dios! ¡Dios nos exige que entendamos que
esta visión celestial es aquello a lo que debemos ser hallados fieles!
El incremento de Dios
Cualquier plan o meta que una persona pueda tener pero que no sea el resultado
directo de la absoluta fidelidad a Él primero, se convertirá finalmente en la obra del
hombre y de la carne, y no en la obra del Espíritu Santo. Nuestra única seguridad al
experimentar “crecimiento” tanto en el sentido ministerial como en nuestras vidas
personales, se encuentra en la afirmación y reafirmación diarias de nuestro supremo
objetivo e impulso—es decir, ser fieles como remeros, representando correctamente el
misterio de la gran redención de Cristo. Cuando un fundamento así está asegurado en
nuestras vidas, entonces podemos descansar en Él, confiando en Su mano para que
Él incremente Su obra a Su tiempo y de la forma que Él quiera escoger. ¡En esto están
la visión bíblica y el verdadero gozo!
El reposo de la fe
“¡Vuelve tus ojos a Jesús—mira enteramente Su maravilloso rostro—y las cosas de la
tierra se volverán extrañamente tenuas ante la luz de Su gloria y de Su gracia!” De qué
forma tan hermosa expresa este coro el sentimiento de mi corazón. Y qué
maravillosamente nuestro Señor satisface las necesidades de los suyos cuando
aprendemos a apartar nuestros ojos del yo y a ponerlos en Su belleza. Dios
ciertamente conoce nuestras necesidades y proveerá cuando primero busquemos Su
reino. El llamado a correr la carrera para ganar a Cristo se ha apoderado de los
corazones de santos hambrientos. Vivir es Cristo—morir es ganancia. Hay un anhelo
por el genuino avivamiento que envía el Cielo cuando nuestras raíces están
establecidas en Él y en Su Palabra. Al seguir fieles con lo que tenemos, nuestro
campo se agranda—nuestra obra para Él florece. El Espíritu Santo dice
repetidamente, “No busques agrandarte tú ni tampoco trates de estirar la esfera de la
obra. Sólo sé fiel con lo que tienes, estando contento con ello, y Yo traeré el
incremento a Mi tiempo y a Mi manera.” Debemos entrar en el reposo de conocer que
Dios mismo trae el incremento—tanto en el crecimiento espiritual de Sus corderos
como también en el campo del ministerio de una iglesia individual o de un creyente
individual. En este reposo somos protegidos de caer en la trampa de edificar un reino
aparte del Suyo. “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los edificadores.”
(Salmos 127:1ª) Qué gozo suena en nuestros corazones cuando escuchamos
diariamente la voz del Señor diciendo: “Os he llamado a ser fieles. No tratéis de tener
éxito conforme a la idea moderna del éxito. En mi Reino, la fidelidad es lo mismo que
el éxito.” ¡Gloria a Dios! Señor, ayúdanos a recordar: Aquel que es fiel, ése el que
tiene éxito.” 
Este mensaje es un extracto de un libro titulado, “Rompiendo la Tierra en barbecho”, por Phil
Beach, Jr.
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