El proceso revolucionario

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El proceso revolucionario
La transición de la revolución democrática a la revolución socialista en Venezuela
Felipe Cuevas
Del proceso revolucionario en Venezuela, a favor o en contra de su marcha, se hace y se habla a
diario, lo más de sus virtudes, sus problemas, sus aspectos, sus pros y sus contras. Además éste se
remarca en tantos sentidos como clases y sectores giran en su entorno; ya para conducirlo por
sendas positivistas, evolucionistas, caóticas, inerciales, retrocesos o consecuentes.
Manifiestamente se presenta cierto cliché respecto de sus lugares comunes, pautas u horizontes,
unos empujados por las proposiciones de la derecha y otros en virtud de la diversidad de criterios
con que es medido. No es que pongamos en duda las verdaderas iniciativas por potenciarlo y darle
direccionalidad, sino que en buena medida también encuentran expresiones rutinarias,
esquemáticas, maquilladas o hasta funcionalistas. De nuestra parte albergamos la idea de condensar
su naturaleza y consistencia, apreciando que en el escenario de la lucha de clases afloran algunas
tesis sobre el proceso revolucionario, ante las que merece abrir los ojos, en tanto que por sobre toda
la endemia fraseológica revolucionaria, prueban despejar el camino de las clases laboriosas.
Partiendo de aquí, ya corre el mes de marzo y los ánimos, mejor aún, la actividad política popular
despierta; el debate, el reclamo, la tensión sobre los conflictos cobran ampliamente el interés del
pueblo, la salud de Chávez, las artimañas de los escuálidos, los sucesos de los trabajadores de
Guayana, los programas sociales en disputa, los problemas sociales cotidianos, las cuestiones de
orden público (agua, transportes, energía, tomas, especulación, trabajo, democracia…) los trances
sindicaleros, burocráticos y de poder, en fin, cobra vida la polémica desde abajo. El proceso se
constituye de luchas progresivas en todos los ámbitos de la vida, de las tendencias que elevan a los
explotados y oprimidos en acciones lo suficientemente amplias y reiteradas como para marcar la
pauta de todo un periodo de la historia.
Del proceso revolucionario se habla tanto pero tan poco a la vez, que se da por entendido que se le
comprende, se opta por varias perspectivas: 1.- se prefiere dejarlo en estado de confusión para que
no prospere la movilización de organización popular y revolucionaria a efecto de que todo
transcurra sin sobresaltos, 2.- se tienen dificultades clásicas para abordarlo al margen de
dogmatismos o replanteamientos teóricos, y en presencia de la experiencia revolucionaria de estos
tiempos, 3.- prevalecen las condiciones materiales y los acontecimientos acaparan a tal punto
nuestra atención que abruman la noción. Por si fuese poco en cuanto al proceso revolucionario,
presenciamos múltiples descripciones, interpretaciones e intenciones; así entonces resta una gran
batalla por que prevalezca de entre todas como máxima guía, la línea de la acción-debate de todos
los sectores y clases comprometidos con halar el proceso.
Cabe ahora hacernos la pregunta de si vivimos un proceso revolucionario. Según toda evidencia
mundial, en medio de la debacle capitalista-imperialista, estamos frente a una época revolucionaria,
por la dimensión de los cambios sociales humanos que nos propone, por los alcances planetarios
adquiere dimensiones colosales de repercusiones para un muy largo tiempo, en este sentido los
procesos revolucionarios del proletariado y los pueblos surgen con vigor, se articulan o desarticulan,
pero son ya una constante en eso que se llama agudización de la lucha de clases. En tal contexto,
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cabe recordarnos que en Venezuela dicho proceso comenzó ya desde finales del s. XX, mas no ha
parado, las situaciones revolucionarias logran ciertas bases, se retraen y vuelven a resurgir en los
momentos difíciles, dicho proceso tiene sus avances y retrocesos como se acostumbra decir. En
América Latina, Grecia, Medio Oriente y muchos otros países se gestan luchas por abrir el proceso,
mientras que los imperialistas los sofocan e imprimen su propia dinámica fascista y
desestabilizadora. Esto es así, no podría ser de ninguna otra manera dado que se encuentran en
juego intereses vitales para las clases del mundo. El proceso revolucionario se combina y refuerza
con sus características nacionales, históricas, socioeconómicas, socioculturales y del acervo
universal de las luchas y teoría revolucionaria, para poner el acento en los intereses específicos y
ajustar su rumbo; forma sus escuelas y visiones combina o maniobra sobre intereses interclasistas,
descubre o hasta encubre intereses determinados de clase o grupo en esa intención de mantenerse
bajo algunos principios y propósitos.
Lo original es que se trata de un proceso prolongado, de acumulación y desacumulación de fuerzas,
de cambios continuos en la correlación de las clases y sectores sociales, de posicionamientos y
reposicionamientos donde no acaba de imponerse una clase revolucionaria que amplifique y
sostenga la obra iniciada, que a éste momento vive ya un momento de revolución democrática por
cuanto ha trastocado la vieja sociedad IV° republicana, pero no así al capitalismo. La estructura del
sistema, la dispersión de clases y sectores, las fuerzas del capital, tienen mucho que ver con estas
situaciones, y la concentración de fuerzas contra él se está volviendo claramente un aspecto
relevante, tanto como se destaca el problema de la revolución y la construcción socialista. El
proceso es más pronunciado, que en sus inicios, más tortuoso de sus primeros supuestos, más
riguroso sobre esa transición y construcción de la formación multidimensional de lo social sin
explotación ni opresión. Así mismo por su conformación histórica se afirma bolivariano, que
emprende la asimilación de tantos legados de lucha propia, visibilización de los pueblos,
reivindicación de sus demandas, y enraizamiento cultural-popular. Por su línea estratégica se
identifica socialista, en cuanto todas las fuerzas interesadas en él se han trazado esta consigna, a la
par que resuena como la única vía que pueda consolidar sus demandas sociales y económicas.
Así estamos en el proceso, de su esencia revolucionaria que está en estos y otros rasgos es que va
nuestra valoración un tanto apretadamente. Para esto debemos dar paso a la reflexión en lo
concerniente a los intrincados fenómenos y situaciones del proceso revolucionario en Venezuela.
Que la desesperación invade a ratos es indudable y natural, pero mirando el campo enemigo, su
desesperación es mayor porque los pueblos cavan su sepultura. Nuestra desesperación debe
convertirse en concentración de la lucha, porque sobra vida social, política, popular y bríos para
levantarse mil veces más, sobre todo profundizando conciencia y acción, el proceso revolucionario
aún no llega ni a su plenitud, mucho menos a su agotamiento, aunque sí sus etapas (someramente
podemos centrar algunos momentos: consolidación del polo cívico-militar, resistencia y conquista
del gobierno, resistencia frente al sabotaje y golpismo, reformas democráticas, fortalecimiento de la
efervescencia y participación popular). Pero esto no define por sí mismo que no pueda retroceder y
enfrentarse a nuevas batallas defensivas hasta por reconquistar el más mínimo derecho, remontar las
viejas expresiones del dominio burgués o enfrentar los nuevos mecanismos de control antipopular
que a diario se presentan y son parte de lo que en un proceso revolucionario se debe repudiar tanto
como aclarar de sus orígenes y repercusiones.
Todo proceso suele tener sus desviaciones estratégicas, tácticas o coyunturales, inclusive de debate,
no hay excepción, pero esto tiene que ver también con las fuerzas que se ponen en tensión y los
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intereses que se amenazan o se cree que están bajo amenaza. Así están las relaciones sociales
políticas y de poder, en esa tendencia que tanto se acusa de llevar el asunto a su bancarrota a pesar
de las experiencias históricas, aunque bien se sabe que para evitar la caída no importa cuántas veces
haya ocurrido, sino cuánto se logra finalmente darle al clavo orgánico, estructural, popular, clasista
y concientizador que lo supere.
Mucho del debate se circunscribe a la búsqueda de sustitutos, remover jefes, a que se perjure contra
cualquier retroceso, o sobre los subterfugios de la derecha; es lógico que haya preocupación,
angustia incluida, que se planteen tales visiones, de lo contrario no habría intereses en pugna y todo
sería demasiado extraño, nos parece que es parte del hecho de que el proceso revolucionario no se
ha afianzado suficiente y definitivamente, donde aún lo aparente se nos cambalachea por lo
verdadero en cuanto a la auténtica naturaleza de las cosas, y que sobre el proceso revolucionario
actúen fuerzas contrarias o comprometidas en domesticarlo. Como es obligada la preocupación
popular al respecto mientras siga careciendo de los instrumentos de poder suficientes y necesarios
para resolverse tan espinosos dilemas, por más tiempo esta cuestión va a acompañarnos apelando la
impronta de su solución.
Tenemos tareas para rato, he aquí nuevamente un punto que arriba mencionamos, la maquinaria de
la rutina y los clichés, porque ya no basta con citarse un conjunto de orientaciones de trabajo como
se dice de masas o político revolucionario, sino que las (los) revolucionarias, los proletarios, los
liderazgos dignamente sostenidos, las juventudes, todos los sectores que componen el bravo pueblo.
Entre lo inmediato y lo estratégico necesitamos traspasar en ofensiva revolucionaria al sistema
burgués, sus clases parasitarias y esa permanente forma en que acrecientan sus riquezas, el pueblo
es esencialmente antipoder, su poder socialista lo asume temporal, explícitamente contra la voluntad
burguesa de eternización. En el tejido organizacional de la nueva sociedad desde sus bases
constituyentes, en que todo lo demás son herramientas, instrumentos transitorios, estructuras que
deberán ponerse al servicio de éste fin, no servirse de él, ésta última que es real y críticamente otra
de las tantas tareas en que habrá de reflejarse consecuencia, comprensión del problema,
reorganización, control popular y obrero, sin dejarnos llevar por la credulidad de que todo se
resuelve fácilmente o que es cuestión del desvío, cuando es evidente que mencionado problema
forma parte de la formación capitalista en Venezuela tanto en su economía como en la constitución
del poder político burgués, de la conformación de intereses de señorío burocrático y de sectores que
presionan, y contaminan por adueñarse de lo que ya se les antoja propio, frecuentemente hasta de la
imposibilidad de ver el terrible daño que se hace, ni nos debe extrañar ni nos sorprender, hasta los
más críticos una vez instalados en sus sillas se ven afectados por los males del burocratismo, éste es
un mal congénito que enfrenta todo proceso revolucionario, que lo asfixia y llegado el momento
contribuye a su derrota, donde desde luego no faltan los retorcidos abiertamente plegados a la gran
burguesía o en franco vicio de los manejos ajustados al interés particular. Recuperando las valiosas
prácticas positivas y revolucionarias de firme gestión sobre los asuntos públicos, que tampoco
deben esquivarse ni despreciarse en la lucha; los males aludidos forman en su conjunto un
destacado baluarte de las formas de opresión latinoamericana.
La diversidad de corrientes revolucionarias, presenta su arcoíris entre las banderas progresistas,
populares, el colectivismo organizado, los partidismos, el grupismo, el sectarismo, el forcejeo,
reclamos, golpeteos, entre otras inercias, y las posibilidades de comprensión-acción suprema
revolucionaria. No es que llanamente existan las buenas y malas, sino que la dinámica envolvente,
si se quiere, las condiciones generales, impusieron un ritmo del cual no se logra salir, empero que es
indispensable superar, que aún a pesar de todo se ve la necesidad, mas no se consigue desplegarse.
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En su agenda se destaca el trabajo en el pueblo, la lucha contra la burguesía y la unidad; de esto las
comprensiones, las lógicas y las perspectivas varían, las proyecciones estructurales suelen
indisponerlas, y las visiones ideológicas trascienden también oscureciendo las cosas más aquejando
negativamente las tareas comunes. Pero ya que el panorama se va aclarando en cuanto a las
afecciones, bien puede reescribirse el borrador para que de estos tres lineamientos surja una concisa
y definida expresión de clase y popular que contribuya más y mejor al proceso general
revolucionario. Dicha tarea ha comenzado a cubrirse en parte, vemos declaraciones populares
conjuntas, esfuerzos unitarios, iniciativas frentistas entre fuerzas afines para enfrentar a la burguesía
o contra todo tipo de tendencias reformistas, claudicantes, sin embargo ello es sólo un comienzo y
en un nivel, no es nada fácil. Cierto, como que también es vital, anteponer esto último, la unidad de
revolucionarias y revolucionarios, superando la disputa “normal” en el periodo pasado, pero
desajustada o descontextualizada del actual, recrear los espacios del intercambio, la consulta o el
debate, el reconocimiento de la diferencia, el trabajo mancomunado, la recuperación de la confianza
política, la definición de ciertas normas de conducta revolucionaria con sus respectivos
compromisos, identificar la limitación propia, recuperar el discurso crítico-revolucionario en el
sentido en que también nos afecta y hace partícipes del proceso; para reconstruir el movimiento
revolucionario en todos sus planos; es el imperativo por la vorágine de la lucha social, porque
siempre ha sido una de las columnas fundamentales en el abanderamiento del proceso.
Mismamente como criticamos las nociones en sentido de improvisar parches, arreglos para lavar la
cara o enmendar errores y descarríos visibles, también consideramos que las consignas del pueblo
sean puestas en primer plano. Es obra suya, sin que ello obligue a que deban dejarse a un lado
aquellas que en el momento actual no vayan a resolverse, pues estas más bien alimentan la
perspectiva y dan cause a un potente debate revolucionario, socialista y comunista en todas las
manifestaciones de la vida y los problemas que a cada momento se resienten. Las dificultades están
a la vista, de lo que se trata es de emplearlas para destacar la vía de solución, difícilmente se
presentan oportunidades así para entrar en la arena, pero lo tenemos y es tarea de todo el pueblo
venezolano aprovecharlo a fondo marcando la diferencia entre el porvenir socialista y lo
provisional, entre lo meramente instrumental y lo primordial central. En cualquier situación ahora
debe el pueblo encargarse de conducir la campaña electoral, de reposicionarse en el escenario social
y público, no debería detenerse por quienes le juren actuar y hablar en nombre de Chávez y la
revolución, debe reclamar hechos concretos y consecuencia con lo que se proclama.
En otro ambiente del argumento social, en nuestro esfuerzo contra la mediatización que ve en ese
tema una causa en sí eludiendo las divergencias y conflictos que por esa vía se canalizan, todo
mundo sabe que una de las cuestiones de mayor polémica, en tanto asunto público ordenador de la
vida nacional es la concerniente a los problemas gubernamentales, el control estatal, el
burocratismo, la organización económica, política y profesional; se desarrolla bajo el
posicionamiento político de todas las clases sociales. Pasa de entre lo serio hasta lo insano, de lo
indiferente a lo profano según de donde venga, de entre la complacencia, la incertidumbre, el
combate, el radicalismo verbal y la crítica clasista-revolucionaria. Se destacan interpretaciones que
proyectan el reaccionarismo contra la idea socialista, la noción de que son secuelas del pasado, la
anarquía sobre su naturaleza, la desviación de la obra hacia el control y la mediatización, hasta la
presencia de condiciones y relaciones sociales dominantes; donde no tenemos que pecar de
ingenuidad, todas las clases y sectores se esfuerzan por convencer y encarrilar a sus objetivos.
Dentro de Venezuela y más allá de sus fronteras se debate tenazmente sobre cuál es la razón de su
situación en lo que atañe al gobierno y el Estado, de cuánto avanzó o estancó la lucha de clases, de
si es ya el porvenir o lo provisional; cuales sean las afinidades lo cierto es que se debate y revive el
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interés por fortalecer este bastión de la humanidad frente a los imperialistas y las burguesías de todo
el mundo.
La realidad social está ligada a todo ello, los ánimos se caldean, frente a cualquier revés de la vida
la lucha sigue su curso, las perspectivas de victoria contundente se presentan a la intuición popular,
no se debe permitir que se nos arrebate por las tantas fuerzas que lo intentan y lo seguirán
intentando. Poco le duró el gusto a la oposición, de su farsa electoral interna, desde varios frentes y
formas se le arrebató su efímera postura de gloria, las cosas fueron cayendo por su propio peso, mas
ella sigue trabajando para recobrarse. Economía y relaciones sociales generales conservan su
carácter eminentemente capitalista, la intención imperial de imponernos una derrota a toda costa o
desgastar nuestra victoria al grado que seamos llevados a nuevas concesiones fundamentales es
parte de ese concurso. En general los capitalistas rechazan todo proceso revolucionario, falsean su
visión para ganar adeptos entre las capas medias y confundir a las mayorías. Queda claro que los
burgueses tienen en meta instaurar un cambio de gobierno a cualquier precio donde la violencia es
una de sus perspectivas, trabajando en el presente por un fraude electoral hecho con dinero a manos
llenas, con transferencias de dólares a la derecha, con ese desfile mayamero tan prosaico de sus
grandes figurillas pa’ traer sus maletines repletos, cuentan con la compra-venta de almas. El capital
con sus presiones a que sigamos bajo el abrigo ideológico del afán de lucro insinúa que la
democracia la proporcionará a una muchedumbre consumista que le guiaría en sus intenciones de
satisfacción, pero esto es sólo ficción, su verdadero régimen es una dictadura burguesa que no ve un
pueblo, sino mercancía humana y recursos a expropiar. Una derrota de la oposición en estos
términos debilitará a la formación social capitalista que la sostiene, exigiéndonos el paso a la
ofensiva revolucionaria por el socialismo, pero tal paso no es consecuencia simple del éxito
electoral, es consecuencia de un arduo proceso de organización-acción revolucionaria del pueblo
que debe exponerse y resaltarse a cada paso.
La elección burguesa democrática es imposible ya a una escala mundial, por eso la clase financiera
la falsifica sistemáticamente mediante diversas formas y procedimientos, recurre a cambios de
personajes y partidos, teniendo que gastar inmensos recursos económicos, humanos, organizativos,
propagandísticos, movilizadores para generar acciones de aparente solidaridad con los intereses
capitalistas, en Venezuela esto se le complica aún más. La oligarquía diserta sobre los defectos,
errores, la democracia o intenciones, se evade y nos presenta un candidato que no está en
condiciones de decir abiertamente sus intenciones, debe balbucir entonces una cosa rara sobre el
bienestar y la no confrontación a pesar de que viene con un programa que confronta vivamente los
intereses más sentidos de la población, no le interesa con tal que sea del gusto de sus socios y
sectores enchufados, eso precisamente se ha convertido en uno de los modos más viables para hacer
pasar las tendencias oligárquicas, la democracia de los monopolios.
Insistimos, la lucha electoral no va a resolver los conflictos ni las relaciones sociales dominantes.
La fase de proceso electoral sólo evidencia los conflictos que padecemos, que una y otra vez han de
repetirse, debiendo de pasar el tiempo entre quedar bien con Dios y con el Diablo en tanto no se
canalicen todas las fuerzas a los objetivos propuestos, los antagonismos no harán otra cosa que
reproducirse, la iniciativa de la lucha de clases en esa reyerta puede perderse irremediablemente.
Para esto es que se arman todas las trincheras de trabajo, presentándose las expectativas inmediatas
de profundización. Estas son a nuestra consideración las cuestiones que se le vienen presentando al
proceso revolucionario:
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a) Liberación nacional y defensa del bolivarianismo.
b) Reformas populares y democráticas.
c) Plataforma de la estructura económica orientada a cambiar la correlación de fuerzas a favor
de las y los trabajadores.
d) Unidad, alianza e independencia organizativa popular.
e) Maduración de la conciencia de clase.
f)
Pugnas internas sobre el control del país.
g) Línea participativa.
h) Fuerza y dinámica propia del movimiento revolucionario.
Las fortalezas, presiones y limitaciones del periodo de revolución democrática saltan por todas
partes, la lucha de clases tuvo un importantísimo desarrollo en unos aspectos y en otros
evidentemente se retrasó y obstaculizó. De estas premisas entre la consolidación y la limitación
estructural para darles nuevo soporte socialista revolucionario es que se nos presenta la ordenación
del proceso revolucionario inmediato. Grados o etapas de todo proceso, condiciones concretas del
por ahora, demandas inmediatas, tareas inmediatas, consignas, formas de lucha y organización;
cohesión y fusión direccional al proceso revolucionario que requiere por su fructificación:
a) Adoptar-continuar en todas sus formas y en todas partes la propaganda revolucionaria.
b) Alianza proletaria, campesina, popular, polo patriótico y organización revolucionaria por
todas partes.
c) Lucha firme por la organización proletaria y popular que asegure su mandato y su control
obrero.
d) Desmantelamiento del Estado burgués, el conjunto de sus estructuras, sus conjuras y de los
medios que se vienen desarrollando a su favor.
e) Democracia clasista popular, concreción del poder popular.
f)
Resignificación del papel de las capas medias en el proceso.
g) Aislamiento de la burguesía, desarrollo de medios suficientes para golpearla en sus
intereses.
h) Debate masivo y profundo sobre el destino del país.
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i)
Concentración de los medios de producción en manos del pueblo trabajador.
j)
Desgaste de las organizaciones burguesas.
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k) Línea de acción-debate abierto para garantizar la continuidad del proceso revolucionario, la
organización de las mayorías, sus liderazgos y el dictamen de las tareas generales rumbo al
socialismo
La campaña es multilateral, es conquista de nuevos logros y posicionamiento popular. Estamos en
un punto del largo camino latinoamericano por la emancipación social, que exige celeridad,
definiciones y resoluciones ante el capitalismo, el imperialismo, su política y todo tipo de golpismo
para el retroceso neoliberal. Los marcos actuales requieren grandes ampliaciones para hacer
prevalecer la hegemonía de los intereses populares, el proceso revolucionario debe coronarse con el
éxito en el cambio revolucionario del sistema social.
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