Interpretando auténticamente a la mayoría

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Interpretando auténticamente a la mayoría
Marcial Rubio Correa
La mayoría aprobó una ley que permite la reelección del presidente Fujimori.
Pero lo hizo atropellando la Constitución.
La mayoría del Congreso decidió interpretar auténticamente la Constitución en su
artículo 112, estableciendo por ley que el Presidente Fujimori fue elegido en 1995 y que, en
consecuencia, puede postular a la reelección inmediata autorizada en el año 2000.
La primera observación es que el Congreso no puede hacer lo que ha pretendido porque la
interpretación auténtica sólo la hace el órgano con autoridad para dictar la norma
interpretada. La Constitución fue dictada por un Congreso Constituyente que tenía tal
encargo. Una vez promulgada, la Constitución ya no es interpretable ni por aquel Congreso
elegido en 1992 que concluyó en julio de 1995, no digamos ya por éste que de
Constituyente, cuando menos, no tiene pasado (el tiempo dirá si tuvo futuro).
El Congreso, en cambio, sí puede interpretar auténticamente una ley porque es su
atribución dictarla, lo que es un asunto completamente distinto al que discutimos aquí, pero
esto mismo muestra que lo más grave que ha ocurrido en este episodio desde el punto de
vista formal es que, cuando la mayoría del Congreso pretendió interpretar auténticamente la
Constitución, en realidad lo que hizo fue usurpar el poder constituyente que tiene el pueblo
y que sólo le pertenece a él (quien desde luego, puede encargarlo expresamente, mediante
elección, a algún órgano constituyente).
¿Por qué la mayoría del Congreso realiza esta usurpación e insiste en llamar a esta ley
interpretación auténtica? La razón es muy simple: quien interpreta auténticamente, aclara
el sentido de una norma dictada antes, con la autoridad suficiente como para que, desde
siempre, se entienda que el sentido de la norma original era el que le da la interpretación
posterior. En otras palabras, la interpretación auténtica da sentido a la norma ya existente
no desde que la interpretación es aprobada, sino desde que la norma interpretada entró en
vigencia. La interpretación auténtica, en el Derecho, es, así, irrebatible.
Pero como el Congreso no puede interpretar auténticamente la Constitución, sólo ha
dictado una ley común que por principio no puede ser incompatible con ésta. Por
consiguiente, siempre será posible que los órganos encargados de revisar la
constitucionalidad de las normas inferiores, se ocupen de analizar si esta ley es o no
constitucional. Por lo demás, y desde que los propios voceros de la mayoría reconocen que
esta posibilidad está abierta, están también reconociendo que su interpretación auténtica
no es sino una frase hueca, un efecto sin contenido real.
El Tribunal Constitucional puede recibir una demanda de inconstitucionalidad de esta ley,
presentada por todos aquellos que puedan interponerla según el artículo 203 de la
Constitución: el Presidente de la República, el Fiscal de la Nación, el Defensor del Pueblo,
el veinticinco por ciento del número legal de Congresistas, los colegios profesionales en
materia de su especialidad y cinco mil ciudadanos.
Desco / Revista Quehacer Nº 102 /Jul-Ago 1996
Tramitada la acción de inconstitucionalidad, el Tribunal Constitucional necesita recoger
seis votos de los siete que lo conforman para declarar inconstitucional la ley. Si tal cosa
ocurre, entonces esta ley quedará invalidada y será evidente que el Presidente Fujimori no
puede volver a postular el año 2000 sino, en todo caso, el 2005 (cosa que sí permite el texto
del artículo 112 de la Constitución aún ahora).
También puede ocuparse del asunto el Jurado Nacional de Elecciones cuando, alrededor de
octubre de 1999, el Presidente Fujimori presente eventualmente su candidatura y alguien la
objete. En tal situación, el Jurado deberá definir si en su criterio la ley de interpretación
auténtica es o no constitucional. Si la considera inconstitucional, negará la inscripción de la
lista del ciudadano Fujimori. Si la considera constitucional, lo inscribirá.
En nuestra opinión, esta ley es de contenido inconstitucional por la siguiente razón: el
Congreso Constituyente estableció mediante ley constitucional, al inicio de 1993, que el
Presidente Fujimori (hasta ese momento Presidente del Gobierno de Emergencia y
Reconstrucción Nacional) era Presidente Constitucional. Por consiguiente, el 9 de abril de
1995, cuando se votó por él, era Presidente y fue reelegido. Además, el significado del
artículo 112 de la Constitución es que nadie en el Perú pase más de diez años legítimamente
en el poder, y esto es precisamente lo que ocurriría con el ciudadano Fujimori el año 2000.
No hay forma de entender, por tanto, que pueda volver a postular en una «primera
reelección» dentro de cuatro años.
¿Es posible establecer indisputablemente que el Presidente Fujimori pueda ser candidato a
las elecciones del 2000? Sí, pero eso requiere una modificación constitucional, la que se
hace de la siguiente forma, según el artículo 206 de la Constitución:
«Toda reforma constitucional debe ser aprobada por el Congreso con mayoría absoluta del
número legal de sus miembros, y ratificada mediante referendum. Puede omitirse el
referendum cuando el acuerdo del Congreso se obtiene en dos legislaturas ordinarias
sucesivas con una votación favorable, en cada caso, superior a los dos tercios del número
legal de congresistas (...)»
Todo indica que lo que en realidad está sucediendo es que la mayoría no tiene ochentiún
votos de congresistas a favor de la idea de conceder una nueva posibilidad de postulación al
Presidente Fujimori, y que no quiere arriesgarse a presentar el asunto a un referendum
popular.
Desco / Revista Quehacer Nº 102 /Jul-Ago 1996
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