Desde pequeños principios, la investigación de telómeros - las estructuras especializadas en las puntas de los cromosomas – ha explotado en un reino de biotecnología El Juego del Fin del Cromosoma Genera una Multitud Incluso para un biólogo, la pequeña criatura de una célula conocida como Tetrahymena puede parecer un poco extraño. Un ciliado, llamado así por sus prolongaciones como pelos denominados cilios, Tetrahymena no tiene uno sino dos núcleos. Y el ciclo de la vida de un ciliado incluye una fase durante la cual los cromosomas del núcleo más grande de estos dos núcleos se fragmentan en miles o incluso millones de piezas, dependiendo de la especie. Fue el último capricho que atrajo la atención de la biólogo celular Elizabeth Blackburn. A mediados de los ’70, Blackburn se embarcó en un estudio que parecía esotérico de las puntas de los cromosomas- de los cuales Tetrahymena y otros ciliados ofrecen en abundancia. Ahora Blackburn Tetrahymena se encuentran en el escenario central de una de las áreas más “calientes” de la biotecnología y la biología celular básica: la investigación de los telómeros- las estructuras especializadas que cubren las puntas de los cromosomas. Los telómeros hacen el crucial trabajo de proteger a los cromosomas de la erosión durante la división celular. Sin ellos, información genética esencial se perdería. Pero los telómeros son mucho más que meros cascos pasivos: Los investigadores los han relacionado al envejecimiento y cáncer. No sorprendentemente, estas conexiones (relaciones) han atraído a una amplia gama de investigadores- entre ellos una inusualmente grande contingencia de mujeres que han emergido como líderes en el campo. Los telómeros también han tentado a biotécnicos y a firmas farmacéuticas impacientes a invertir en drogas antienvejecimiento y anticáncer, algunas de las cuales se están moviendo a ensayos clínicos. Es un grito lejano de los inicios del campo, dice Blackburn, quien ganó el premio cáncer de General Motors del 2001 en ciencia básica por su trabajo inicial en los telómeros. Incluso, tan recientemente como a fines de los ’80, en una reunión, dice, que los cromosomas podrían tener una sesión sola en el tema. Blackburn, ahora en la Universidad de California (UC), San Francisco, recuerda usualmente ser la última en hablar en la última sesión de las conferencias de Gordon. Ahora, “tenemos reuniones completas de telómeros,” dice ella. La gran afluencia de investigadores ha subido a nivel de competición, nota Carol Greider de la Universidad de la Escuela de Medicina de John Hopkins en Baltimore, Maryland, quien entró en el campo a mediados de los ’80 como una estudiante graduada en el laboratorio de Blackburn. “Al principio, podíamos pensar en un experimento y conseguir a un estudiante graduado para hacerlo,” dice. “Ahora tenemos que preocuparnos de si la compañía pondrá 10 postdoctores en el proyecto y abarcarnos.” Incluso así, Greider y otros dicen que tener más competidores es, en balance, benéfico. Un lento comienzo Los telómeros hace mucho que han tenido sus seguidores. Hace décadas, tuvieron el interés de los genetistas ganadores del Premio Nobel Barbara McClintock y Hermann J. Muller. Su trabajo en los 30’ y 40’ indicó que los telómeros previenen que los cromosomas se fusionen punta con punta, un evento que tendría catastróficas consecuencias para la célula. Pero los telómeros eran difíciles de estudiar directamente, principalmente porque el material es muy escaso. Las células humanas, por ejemplo, tienen sólo 92 telómeros- uno en cada punta de sus 46 cromosomas. Consecuentemente, permanecieron como un poco más que una curiosidad hasta que Blackburn tomó la causa a mediados de los ’70. Recién se había cambiado al laboratorio de Joseph Gall, en la Universidad Yale, después de completar un post-grado con Fred Sanger en la Universidad de Cambridge. Reino Unido. Sanger era el líder en esfuerzos para desarrollar métodos de secuencia de DNA, y Blackburn y Gall estaban ansiosos por probarlos. El DNA telomérico era un buen blanco porque podía ser etiquetado y así fácilmente aislado. Así es cuando Tetrahymena, con sus numerosos minicromosomas y rápido ciclo vital, entró primero a la película. “Joe sabía la bestia correcta para usar”, recuerda Blackburn. Ciertamente, Tetrahymena y otros organismos simples probaron ser centrales en la investigación de los telómeros. “Casi todos los mayores avances de los primeros estudios han sido basados en Tetrahymena y levadura,” dice Jerry Shay de la Universidad de Texas Sur-oeste Centro Médico en Dallas. Gall obtiene crédito por influenciar el campo de otra manera, también. “Por cualquier razón, cuando habían pocas mujeres en la ciencia, su laboratorio siempre tenía un número sustancial,” dice Virginia Zakian de la Universidad Princeton. Y como esas mujeres establecieron sus propios laboratorios, atrajeron más al campo. “Había un gran número de mujeres para empezar, y engendraron más,” dice Greider. Blackburn pone la proporción de mujeres al 50%. “Este es un campo que no tiene tendencia de género,” dice Vicky Lundblad, una prominente investigadora de telómeros en la Universidad Baylor de Medicina en Houston. Otras pocas áreas de investigación pueden demandar tan alta representación de mujeres entre sus líderes hoy, hace 15-20 años. “¿Ayudó tener mujeres mentores? Espero que sí,” dice Blackburn. La búsqueda de la telomerasa Como Blackburn y Gall laboriosamente secuenciaron el DNA telomérico de Tetrahymena, encontraron que era “muy extraño,” recuerda Blackburn. Distintos a los pocos genomas virales antes secuenciados, consistía en una corta secuencialos seis nucleótidos CCCCAA- se repetían desde 20 a 70 veces. Estos investigadores y otros pronto se dieron cuenta que el DNA repetido y la variación de longitud son una marca registrada de telómero. Esto es cierto para os telómeros de la levadura Saccharomyces cerevisiae, como Blackburn, quien para ese tiempo se había unido a la facultad de UC Berkeley, y Jack Szostak en el Instituto del Cáncer Dana Farber de Harvard en Boston encontraron en 1984. Y en 1988, Robert Moyzis y colegas en Los Álamos National Laboratory mostraron que los telómeros humanos consisten en una secuencia (repetición) de 6 nucleótidos: TTAGGG. Aun, nadie sabía exactamente qué hacían los telómeros hasta 1982, cuando Blackburn y Szostak confirmaron la proposición de McClintock y Muller de que los telómeros protegen a los cromosomas. Normalmente, DNA ajeno introducido en levadura es rápidamente desglosado. Pero Blackburn y Szostak encontraron que podían prevenir eso uniendo primero telómeros de Tetrahymena en las puntas del DNA ajeno. Zakian, en ese tiempo en el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson en Seattle, Washington, obtuvo un resultado similar con DNA telomérico de otro ciliado, Oxytricha fallax. Y ambos equipos encontraron que en la levadura, los telómeros ciliados se hacían más largos agregando secuencias teloméricas de las levaduras. “La levadura tiene la habilidad de agregar su DNA a algo que parezca telómero,” dice Blackburn. “Eso nos llevó a pensar que debe haber una enzima sintetizadora de telómero.” Blackburn, ahora profesora en la UC Berkeley, se dispuso a encontrarla. En 1984, Greider, una nueva estudiante graduada, comenzó a buscar la enzima, ahora conocida como telomerasa, en extractos de células de Tetrahymena. Captó los primeros signos de la existencia de la enzima en el día de Navidad de 1984. Uno de sus preparaciones de gel mostró signos de una escalera de repeticiones teloméricas que habían sido agregadas a un telómero por la esquiva enzima. “Estaba muy emocionada pero inmediatamente empecé a pensar en qué podría darme un resultado que pareciera una telomerasa pero realmente era otra cosa,” dice Greider. No fue sino hasta primavera que confirmó qua había visto la actividad de una nueva enzima que sintetiza DNA telomérico y no, por ejemplo, una conocida DNA polimerasa. Una señal en que Greider tuvo la enzima correcta fue su descubrimiento que, distinta a las polimerasas ordinarias, la telomerasa contiene un componente de RNA que es necesario para la actividad de la enzima. “La última parte de la tesis de Carol era clavar ese RNA,” dice Blackburn. Greider lo hizo, mostrando que es la forma templada de la cual esas pequeñas secuencias teloméricas repetidas son copiadas. Como Blackburn acredita a Greider, otros acreditan la vision de Blackburn. Thomas Cech, cabeza del Instituto Médico Howard Hughes en Chevy Chase, Maryland, dice, “Estaba tan adelantada a su época, que fue años antes de que cualquiera supiera si la síntesis de telómeros era sólo algo que Tetrahymena hacía o que tuviera un amplio significado.” Lundblad está de acuerdo: “El campo estaba realmente dominado por las ideas de Liz Blackburn. Ella proporcionó el marco molecular- cómo se ve un telómero- y después descubrió la telomerasa con Greider.” Nuevos campos que conquistar La identificación de la telomerasa proporcionó una solución al misterio de muchos años en la biología celular- el llamado problema del fin de la replicación. Los investigadores han conocido por décadas que la polimerasa que replica el DNA antes que la célula se divida no puede hacerlo hasta el final de la hebra que está copiando. Sin una enzima como la telomerasa, el DNA erosionaría con cada división celular. De hecho, Titia de Lange, ahora en la Universidad Rockefeller, en la ciudad de Nueva York, dice que el descubrimiento ayudó a atraerla al campo al inicio de los ’80. “Era intrigante que hubiera una solución en la telomerasa,” recuerda. En unos pocos años, los investigadores le pusieron más atención a reunir resultados- forjando las primeras uniones entre los telómeros y el envejecimiento. Algo de este trabajo vino de Lundblad, en ese tiempo en el laboratorio de Szostak. Comúnmente, los cultivos de levadura y otros organismos unicelulares pueden dividirse indefinidamente. Pero estos investigadores identificaron una levadura mutante, llamada est1 (ever shorter telomeres 1), en los cuales los telómeros progresivamente se acortaban y también dejaban de dividirse, experimentando lo que es llamado vejez (senectud) replicativa. “Si eliminas la replicación del telómero, confieres vejez,” Lundblad dice. Poco después, el grupo de Blackburn demostró que enredarse con la estructura telomérica también lleva a la vejez en Tetrahymena. “Esto nos dijo que las células necesitan la telomerasa para su mantenimiento normal,” dice Blackburn. Otros investigadores, mientras, estaban extendiendo este trabajo a los humanos. Por ejemplo, en los ‘60s, Leonard Hayflick, en ese tiempo en el Instituto Wistar en Filadelfia, había encontrado que las células humanas, no como los organismos unicelulares, tienen una capacidad límite para dividirse en cultivo. Después de 35 a 50 ciclos de división, se detienen, llegando a la vejez replicativa. Greider, en ese tiempo en el Laboratorio Cold Spring Harbor en Long Island; Carl Harley, que estaba en la Universidad McMaster en Hamilton, Notario; y muchos colegas querían saber por qué. La respuesta parecía estar en los telómeros, los cuales parecían acortarse con cada división de células humanas- una indicación de que proporcionan el reloj que les dice a las células que están viejas y que es hora de dejar de replicarse. En estas células, los telómeros efectivamente se sacrifican para proteger la información genética, pero últimamente se acortan tanto que la división cesa. Un descubrimiento aun más excitante llegó al inicio de los ‘90s, cuando los investigadores- incluyendo a Greider, Harley, Silvia Bacchetti, también en McMaster, y Shay y su colega de sudoeste Woodring Wright- relacionaron la telomerasa con el cáncer. Demostraron que mientras la enzima no está activa en células normales- permitiendo así el acortamiento progresivo del telómero- el gen para la enzima de alguna forma se devuelve (rebobina) en células cancerígenas. Ciertamente, la enzima es activa hasta en un 90% en cáncer humano. Eso hace a la telomerasa “un importante objetivo para la terapia de cáncer,” dice el investigador de cáncer Robert Weinberg del Instituto Whitehead para Investigación Biomédica en Cambridge, Massachussets. Exactamente cómo la telomerasa que hace genes se rebobina en las células cancerígenas no está claro, aunque el trabajo de Shay y Wright da algunas pistas. En su ruta a convertirse en cancerígenas, las células primero tienen que superar a la división celular normalmente impuesto por telómeros cortos. Y ellos pueden hacer esto, los científicos de Texas encontraron, si han perdido también copias activas de los gener represores de tumores p53 y Rb- mutaciones conocidas a contribuir con el desarrollo del cáncer. Los telómeros de las células que continúan dividiéndose se hacen progresivamente más cortos, llevando a aun más anormalidades cromosomales, aparentemente incluyendo, en raros casos, reactivación del gen de la telomerasa. Y cuando eso pasa, la célula puede seguir creciendo, formando un tumor cancerígeno. En el despertar de estos descubrimientos, el campo del telómero explotó. Cuando Greider revisó el número de papers mencionando la palabra “telomerasa,” encontró un dramático incremento comenzando en 1994, y sigue creciendo. Los descubrimientos también dieron cabida al incremento de ímpetu a la investigación del gen de la proteína catalítica de la telomerasa, la cual aun estaba “en general”, una situación que era una desventaja para un entendimiento completo de cómo la enzima trabaja- sin mencionar los esfuerzos para desarrollar inhibidores para uso en la terapia del cáncer. Un ciliado, esta vez Euplotes aediculatus, de nuevo proporcionó la primera entrada. Joachim Lingner, en ese tiempo un post-doctor en el laboratorio de Cech, en la Universidad de Colorado, Boulder, fue capaz de aislar la proteína de la telomerasa de Euplotes en 1996. Una unión a la levadura llegó con el descubrimiento de que la proteína es el equivalente a Euplotes de Est2, una proteína hecha por un gen que Lundblad había identificado en levadura como necesaria para mantener la longitud del telómero. En 1997, cuatro grupos habían clonado el gen para la proteína catalítica de la telomerasa (también llamada hTERT). Uno de los grupos incluía a Cech, Harley- ahora en la Corporación Geron, una compañía biotecnológica en Parque Menlo, California- y sus colegas; los otros tres fueron guiados por Murria Robinson y Lea Harrington de Amgen Inc. En Thousand Oaks, California, Weinberg, y Roger Reddel del Instituto de Investigación Médica de Niños en Sydney, Australia. Desde entonces, los investigadores han reforzado la relación entre la telomerasa y el envejecimiento y el cáncer. Por ejemplo, en 1998, Shay, Wright, y sus colegas mostraron que podían extender el período de vida replicativo de las células humanas en cultivo introduciendo el gen clonado hTERT. Además, equipos independientes, uno guiado por Kathleen Collins de UC Barkeley, y el otro por Tom Vulliamy en el Hospital Hammersmith en Londres, han encontrado que las mutaciones que se reducen, pero no se eliminan, la actividad de la telomerasa causa algunos casos de dyskeratosis congénita, una rara enfermedad genética cuyos síntomas incluyen algunos que son consistentes en el envejecimiento prematuro. Blackburn describe el trabajo como “fascinante. Argumenta que para un período normal de vida humano, la dosis de telomerasa es importante.” Y en el frente del cáncer, Weinberg, William Hahn del Instituto de Cáncer Dana-Farber, Christopher Counter del Centro Médico de la Universidad Duke en Durham, Carolina del Norte, y sus colegas reportaron en Nature del 29 de Julio de 1999 que podían hacer células humanas cancerosas introduciendo sólo unos pocos genes: los antígenos T del virus 40 (simio), los cuales interfieren con las actividades supresoras de tumor de p53 y Rb; el oncogen Ras; y hTERT. “Nadie antes había puesto genes definidos y obtenido una célula cancerosa humana,” dice Weindberg. “Estábamos emocionados.” Tan importante como eso, muchos investigadores han demostrado que pueden inhibir el crecimiento de células de tumor bloqueando la actividad de la telomerasa en las células. Muchos equipos, incluyendo investigadores en firmas de biotecnología tales como Geron y Amgen, así también como gigantes farmacéuticos como Novartis y Boehringer Ingelheim, están ahora persiguiendo esta iniciativa a desarrollar terapias para el cáncer. Preguntas sin responder Aunque la conexión del cáncer es un enorme dibujo, muchos investigadores aun están abordando preguntas fundamentales de la biología telomérica. Una es cómo el DNA del telómero es protegido. Si los telómeros fueran sólo DNA en las puntas de los cromosomas, la célula los reconocería como DNA dañado y los “repararía”, produciendo cromosomas fundidos y otras anormalidades. Los telómeros tienen un par de formas de evitar este destino. Usando microscopía electrónica, Jack Griffith de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill, de Lange de Rockefeller, y sus colegas mostraron en 1999 que las puntas desnudas de los telómeros de mamíferos se doblan y se meten en la doble hebra de DNA. Desde entonces, los investigadores ah encontrado similares “vueltas-t” (t-loops), como el grupo los llamó en ciliados y en tripanosomas. “El que se metan puede ser cómo los telómeros protegen sus puntas,” de Lange dice. Las vueltas-T no se forman por sí solas. Los investigadores, incluyendo a de Lange, Cech, y Lundblad han identificado muchas proteínas que se unen al DNA del telómero. De hecho, dice Cech, “te preguntas cómo hay espacio” para todas ellas. El grupo de De Lange tiene evidencia de que dos de estas proteínas, TRF1 y TRF2, están implicadas en la formación de las vueltas-T y la protección telomérica. Y hace como un año, Cech y Peter Baumann, post-doctor de la Universidad de Colorado, encontraron a la proteína q dobla la punta del telómero, Pot1 (para la protección de los telómeros 1) presente en organismos que van desde levaduras hasta mamíferos. La deleción del gen Pot1 en levadura resulta en rápida pérdida de telómeros, mostrando que es necesario para el mantenimiento de telómeros. Porque estas proteínas son esenciales para el mantenimiento de telómeros, ellos, también, podrían ser blancos de terapias anticáncer. Los investigadores ahora quieren desenterrar las funciones de todas las proteínas enlazadoras (que unen). Además de TRF1 y TRF2, y Pot1, éstas incluyen muchas proteínas conocidas por participar en la reparación del DNA. “¿Por qué pondrías proteínas implicadas en la unión punta con punta del DNA junto con los telómeros?” pregunta Zakian de Princeton. “Parecería ser el último lugar en que las querrías.” Otras preguntas conciernen cómo los telómeros se “sacan el casco” cuando el DNA se replica y después de lo vuelven a poner cuando termina, y cómo la célula sabe que los telómeros se han acortado al punto donde no hay tiempo para envejecer o morir. “No tenemos idea sobre què es lo que hace que un telómero se vea bien o mal para la célula,” dice Blackburn. Pero mientras haya mucho trabajo por hacer, una cosa es cierta: Hay muchas manos para superarlo.