Desconocer la Constitución, desquiciar las instituciones

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Desconocer la Constitución, desquiciar las instituciones
Quienes suscriben el presente documento, Decanos de las Facultades y
Núcleos de la Universidad de Los Andes, en vista de las decisiones recientes del
Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), queremos fijar posición ante la opinión
pública nacional, llamando la atención sobre la inconveniencia de aplicar
instrucciones inconstitucionales que nos pondrían al margen del estado de
derecho.
Reconocemos el acierto de la Sala Constitucional al suspender los efectos de la
sentencia de la Sala Electoral que multaba a los integrantes del Consejo
Universitario de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Aplaudimos la
reciedumbre moral de nuestros colegas universitarios y nos solidarizamos con
su actitud principista. Inspirados en la obra de teatro de Lope de Vega, en
asamblea de profesores habíamos acordado, todos a una, el descuento por
nómina a fin de contribuir al pago de la obligación pecuniaria.
Concedido todo eso, creemos que persiste el peligro de que la autonomía
universitaria resulte quebrantada. La Constitución, su Artículo 109
especialmente, establece el carácter constitucional de la autonomía universitaria.
Al poder darse sus propias normas de gobierno, esa potestad da cuenta de la
relación originaria entre el saber y la identidad de la Universidad. La creación del
conocimiento es el cometido de la institución, el cimiento sobre el cual apoya su
existencia. Siendo, como es, una institución que depende del conocimiento, las
jerarquías no se establecen por elección popular.
Valga reiterar, una vez más, que la comunidad universitaria quedó integrada por
profesores, estudiantes y egresados. En la Asamblea Constituyente hubo la
proposición de incluir también a empleados y obreros. Se votaron ambas
propuestas, fue negada la segunda, con lo cual el constituyente estableció
expresamente quienes componen la comunidad universitaria y quienes forman
parte del personal universitario.
Corresponde pues a la comunidad universitaria cumplir con ese cometido por
obra de la investigación científica, humanística y tecnológica, o bien mediante su
recreación a través de la aplicación a la docencia y la extensión universitaria.
Ese encargo rector nos define, de modo que la Universidad no puede ser
equiparada a una República, ni su autoridad es electa por todos los ciudadanos,
como tampoco es la extensión del cuerpo político de la sociedad.
Conviene subrayar que en la propuesta de reforma constitucional de 2007 se
planteó de nuevo ampliar los componentes de la comunidad universitaria a
empleados y obreros. Sabido es que esa reforma sometida a referéndum fue
rechazada, incluida esta proposición en particular. Entendemos que una
propuesta de reforma constitucional, derrotada en referéndum, no podrá en el
mismo periodo ser aprobada ni por la Asamblea Nacional (AN), ni por el
Presidente de la República mediante ley habilitante.
Es necesario recalcar que la Ley Orgánica de Educación (LOE) fue aprobada
por la AN mediante un procedimiento legislativo inconstitucional. Transcurrieron
ocho años entre la primera y la segunda discusión, de modo que al no culminar
el proyecto de ley en el mismo periodo constitucional, el procedimiento
legislativo queda anulado.
Conste, pues, que no hubo una segunda discusión. Pero admitiendo el supuesto
negado de que la LOE hubiera tenido dos discusiones, entonces habrá que
observar la violación del Reglamento de Interior y de Debates de la AN. Para
que tenga lugar la segunda discusión de un proyecto de ley, debe la comisión
competente, en este caso la Comisión de Educación, Cultura, Deportes y
Recreación, presentar un informe en el que se analicen los cambios y se
expongan las consultas. Ese informe nunca existió.
Tampoco hubo consulta a los ciudadanos y a la sociedad organizada, lo cual dio
lugar a una nueva transgresión a la norma. De añadidura, se incumplió con el
procedimiento para calificar las leyes orgánicas: esta no fue remitida, antes de
su promulgación, a la Sala Constitucional del TSJ para que se pronunciara
acerca de su constitucionalidad. Contrasta tal proceder con el adoptado mas
tarde para el caso de la Ley Orgánica del Trabajo.
Hay que entender además que la LOE incluyó un concepto de comunidad
universitaria contrario al establecido en la Constitución, rechazado (volvemos a
decirlo) en el referéndum constitucional. Su inconstitucionalidad fue reclamada
por los Rectores ante el TSJ, mediante recurso de nulidad que hasta ahora no
ha tenido respuesta.
Avanzando en el tiempo, encontramos que se intentó aprobar una Ley de
Educación Universitaria (LEU) que por sus inconsistencias y el rechazo general
suscitado, fue vetada por el Presidente de la República. Apoyamos esta decisión
porque era inminente el desquiciamiento institucional de las Universidades. Al
quedar derogada la LEU a comienzos del 2011, cabe colegir que sigue vigente
la Ley de Universidades de 1970.
A despecho de tan importante rectificación, la Sala Electoral del TSJ ha
impedido la realización de las elecciones universitarias, pretendiendo imponer a
tabla rasa una norma inconstitucional de igualdad de voto a profesores,
estudiantes, egresados, empleados y obreros que no existe en la LOE. No es
posible hacer un reglamento con base a una ley inconstitucional que, para
mayores males, afectaría el sentido esencial de la Universidad.
Nuestras casas de estudios son instituciones especializadas en la búsqueda de
fines en las que capacidades, meritos y carrera académica se deben reflejar en
el sistema de elección de autoridades. Así, pues, que compartimos la idea de
que ni el conocimiento, ni la formación de los educandos, ni las propuestas de
soluciones a los problemas del país se deciden por mayoría de votos.
Podemos ahora percatarnos que de aplicarse el llamado ¨voto paritario¨, tal
eventualidad no significaría un peso mayor a estudiantes, empleados y obreros.
La verdad es que estos últimos votarían pero en la práctica no elegirían.
Quienes decidirían por su número serian los egresados, manejables por el único
factor que tiene capacidad logística para movilizarlos, hipótesis que partiría de la
premisa que da por cierta la satisfacción de los funcionarios de la administración
pública con el trato que reciben.
Ahondemos más. A las Universidades autónomas se les pide aquello que no se
reconoce a las Universidades experimentales: elegir a sus autoridades. Con esto
tocamos otro punto esencial: la modernización de las Universidades no se
reduce a modificar un reglamento electoral. Dentro de ese contexto es de
advertir que tal cosa significaría banalizar el cambio, que por omisión deja a un
lado el severo deterioro de las condiciones de vida de los universitarios, lo que
mirado de cualquier forma ha disminuido el rendimiento académico de los
universitarios.
Pero demos un paso más. La nuez del asunto es la naturaleza impráctica de la
exigencia que se nos hace: incumplir la Constitución y deshacer nuestras casas
de estudios. Tamaño despropósito debe ser revisado con buen juicio por
aquellos a quienes corresponda decidir. El mejor ejemplo para ilustrar el asunto
es que no hay Universidad alguna en el mundo con semejante régimen electoral.
En resumidas cuentas, creemos que Universidad autónoma es destinataria de
un mandato constitucional. Su ¨potestad autonormativa¨ la coloca en un plano de
igualdad con lo que dispone la Constitución de 1999, esto es, cuando manda al
TSJ y a la AN a dictar sus propias normas. Aun mejor, el principio de la
autonomía no está consagrado en el texto constitucional por voluntad del Estado
sino del Constituyente originario. Ya lo sabemos.
Considerado así, sumariamente, es deber del Estado adoptar una posición de
respeto frente a la autonomía universitaria. Lo decimos sin estridencia pero con
la más sincera convicción.
En Mérida, a los veintiocho días del mes de mayo del dos mil doce.
Luis Alfredo Angulo Rivas
Fac. Humanidades y Educ.
Argimiro Castillo Gandica Raúl
Fac. Arquitectura y Diseño
Huizzi Gamarra
FACES
Nory Pereira
Fac. Arte
Justo Miguel Bonamie
Fac. Odontología
Gerardo Tovitto
Fac. Medicina
Alfonso Sánchez
NUTULA
Darío Garay
Fac. Ciencias Forestales
José David Silva
Núcleo El Vigía
José Rafael Prado
Valle del Mocoties
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