hablando de mitos

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HABLANDO DE MITOS
La mitología griega a nutrido a toda la civilización occidental con abundantes páginas
que explican las relaciones de los dioses entre sí y con el resto de la creación.
El universo de su genealogía emparenta, une y separa amores y venganzas donde
los conflictos se resuelven con rapidez. El nacimiento, la metamorfosis y la muerte
balancean los premios y castigos en un juego ejemplificador, y los hombres los honran y
reflejan en sus acciones mundanas.
El mito es fundacional y está presente de esa forma en la sociedad humana de todos
los tiempos.
Los estudiosos de este tema tan apasionante los han clasificado según coincidencias
en diversos grupos:
Cosmos:
conjunto
Cosmogónicos
Agonía :
lucha
Teogónicos
Teos:
Dios
Antropogónicos
Antrhopos: hombre
MITOS
Etiológicos
Etiología:
tratado de las causas
Escatológicos
Lo visceral: la vida de ultratumba
Los mitos en definitiva explican la creación del universo con sus dolores de parto y
sus frutos: astros . constelaciones, continentes, ríos, Dioses ,hombres y animales, etc.
Dentro de la genealogía divina hace su irrupción un joven Dios que fue venerado
como Dios de la viña, del vino, del delirio místico, de la fertilidad de la naturaleza y sobre
todo de los placeres.
DIONISIO BACO
Su origen. Harmonía dio a Cadmo, fundador de Tebas, una hija a la que llamó
Semele; ella era tan hermosa que Zeus, el Dios Padre, en una de sus frecuentes recorridas se
enamoró de ella, cosa que no le costaba mucho, y la sedujo, cosa que le costaba menos,
despreocupándose el Dios de los problemas conyugales que frustrarían la cálida aventura.
Zeus había elegido a Hera, su hermana, como tercer y legítima esposa para toda la
eternidad, ya que divinos ambos eran inmortales.
Hera, la protectora de la familia y del vínculo matrimonial, estaba conciente de que
las frecuentes correrías de su esposo estaban poblando la tierra, pero altiva y celosa no
dejaba de castigar a quienes perturbaban o debilitaban la paz familiar, tomando terribles
venganzas. La metamorfosis fue uno de los recursos habituales de los inmortales para
ocultar su personalidad, para castigar o recompensar a los mortales.
Así, Hera, tomó la apariencia de la nodriza de
Cadmo fue metamorfoseado en
Semele, a quien esta amaba entrañablemente y de
serpiente y a su
quien recibía sabios y preciados consejos haciéndola
esposa, tras ferviente súplica, le fue
dudar de la autenticidad de su divino amante. Bajo
concedido igual destino.
esta apariencia la instruyó en un sencillo y letal ardid.
Le hizo jurar, inocente, a Zeus que atendería un ruego poniendo por testimonio a Estigia,
juramento sagrado e inviolable. –El ruego fue satisfecho y el padre de los dioses a su pesar,
ya que no pudo disuadirla, debió mostrarse en su esplendor y los rayos y relámpagos de su
apoteosis redujeron a su amante a cenizas. No hubiera sido otro el fatal destino del niño que
llevaba en sus entrañas si una enredadera no se hubiera interpuesto entre él y el fuego como
una pantalla protegiéndolo. Zeus encerró al niño en gestación en su muslo, cuando estuvo
maduro lo sacó y lo entregó a Hermes que encargó la crianza del niño a Ino, hermana de
Semele y esposa del rey Atamante, pero Hera no había sido burlada y enloqueció a ambos
esposos. Zeus, decidido a salvar a su hijo lo confió nuevamente a Hermes que lo llevó al
país de Nysa, encomendando su crianza a las ninfas del lugar después de transformarlo en
cabrito para evitar que fuera reconocido por Hera. Cuando llegó a la adolescencia Dionisio
transformó los frutos de la vid en un delicioso vino que comenzó bebiendo con moderación,
pero Hera, obstinada en su venganza lo indujo a una demencial borrachera.
Cuando Dionisio recupera la razón comienza a recorrer el mundo imponiendo su
culto.
En uno de estos viajes la hija del rey Icario le da a Dionisio un hijo Erigone que lo
colma de felicidad. Icario comparte el vino que le obsequia Dionisio con unos pastores y
estos, al embriagarse, le dan muerte. El cadáver es descubierto por su propia hija que
enloquecida de dolor se cuelga de un árbol cercano. Dionisio, fuera de si, venga la muerte
de su enamorada enloqueciendo a todas las doncellas atenienses que ponen fin a su vida
ahorcándose.
En su apasionada vida la mesura jamás se hace presente. Joven y bello las aventuras
amorosas definen los hitos de su peregrinación; romances, hijos y sangrientas venganzas
marchan con él.
Llegado a la costa de la isla de Naxos, vio tendida en la orilla a la bella Ariadna, hija
de Minos, que había sido abandonada por Teseo, después de haberlo ayudado en la isla de
Creta a dar muerte a su hermano, el Minotauro.
Afrodita hizo que Dionisio la tomara por esposa, y del feliz encuentro nacen tres
hijos: Evantes, Enopio y Estafilo. Ariadna fue elevada a la inmortalidad y luce en los cielos
como brillante constelación.
La aventura más notable de Dionisio fue sin duda, la conquista de la India, de donde
regresó triunfal y transformado. Se había afeminado y lucía los rasgos de un efebo, hermoso
adolescente, que se cubría con una túnica y se adornaba con una guirnalda de flores.
A pesar de su carácter díscolo y excéntrico, Zeus lo recibió en la morada celestial,
donde convivió según su rango como uno más entre los dioses.
REY DE NISIA
Dionisio rompe el crisol de los dioses. Metamorfoseado en cabrito para eludir la
venganza se mezcla con los hombres y marca la diferencia. Lleva en su sangre el fuego que
consumió a su madre, Semele, hija del mítico Cadmo, fundador de Tebas.
En apariencia humana descubre el joven Dios los placeres de los hombres y los goza
sin desenfreno. Se embriaga. Al gesto adusto de los dioses viejos y de los sumisos héroes le
muestra su rostro niño, imberbe, coloreado por el rojo elixir de las viñas.
Peregrina, lo sigue una corte de hambrientos de sexo y sedientos de vino. Faunos
viriles, hombres procaces, mujeres enardecidas que olvidan el rostro de sus propios hijos,
girando al compás de las flautas de pan, marcando el ritmo con los crótalos relucientes
ajustados a sus tobillos.
Una corte que se transforma en un ejército con ritmo en la pelvis, alas en los pies y
serpientes en las cestas. Placer para sus adoradores, muerte y locura para quienes lo niegan.
Recorre el oriente, llega a la India y retorna triunfal, transformado. Sus facciones se
afeminan, su cuerpo es pulido y grácil como el de un efebo. No lleva en su mano una lanza
ni sostiene un escudo, su corona es de pámpanos. Su cetro, un cáliz exquisito.
Por donde pasa el cultivo de las vides se impone.
Las fiestas se hacen en su honor. Se celebran por doquier. En la fiesta de todos nivela
las clases. La danza y el canto apagan el llanto de la tragedia. Lo katárquico se desvanece, se
funde, en el desenfreno de la sátira y en el aroma del vino.
Así Dionisio-Baco, nombre este último con el que se lo conoció en Roma, tal vez por
ser el Ditirambo que traducido podría ser “el que nació dos veces”, es amado por el pueblo y
aceptado en el Olimpo por la familia de los dioses.
Dionisio es inmortal, como su culto. Se renueva pagano y viril en el chocar de las
copas trasegando el mosto sagrado.
Una vasija que contuvo el vino no está vacía, guarda su espíritu feliz e incitante.
ROBERTO GRIFFO
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