Glaciarismo

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Acción de los hielos cuaternarios
en la Península Ibérica
Glaciarismo
La importancia de los hielos cuaternarios, sobre todo de la glaciación de Würm por ser la última, ha tenido
una gran incidencia en la morfogénesis actual.
Por su latitud la Península Ibérica se vio escasamente afectad por los hielos permanentes o glaciares. El
modelado periglaciar se extendió por la mayoría del territorio.
La abundancia y permanencia de la nieve estaban relacionadas con la altitud, latitud, orientación del relieve y
sentido de los vientos. Los dos primeros factores determinan que las nieves perpetuas glaciares desciendan
hasta los 1.800 m en los Pirineos, los 2.00 m en el Sistema Central y los 2.400 m en Sierra Nevada. La
abundancia de las precipitaciones atlánticas rebaja el nivel de los hielos en la Cordillera Cantábrica a los 1.400
m de altitud. Finalmente el sentido de os vientos favorece la existencia de una sobrealimentación nival por
acumulación.
El retoque glaciar produce multitud de formas erosivas (valle de artesa, horn, circos, crestería caliza,
superficie pulida, umbral, etc.) o de acumulación (morrenas frontales, laterales y de fondo, drumlin, etc.).
Macizo gallego
En las áreas glaciares de Galicia predominan casi exclusivamente las zonas degradadas por la erosión glaciar
sobre las recubiertas por los sedimentos glaciares. La glaciación se extendió en tierras principalmente
graníticas y pizarrosas.
Durante el cuaternario se producen las distintas fases de incisión que darán lugar a las terrazas fluviales y
marinas de amplio desarrollo. En la misma época se generan extensos glacis en áreas como la depresión de
Monforte o en la Galicia del sureste.
Las huellas del glaciarismo fósil en Galicia se encuentran en puntos determinados de la Sierra de Ancares,
Courel, Queixa − Invernadoiro, y Larouco − Xurés. En general las lenguas glaciares descendieron, durante la
fase de máxima expansión, hasta altitudes de 700 − 800 m., tanto en macizos con cumbres cercanas a los
2.000 m (Ancares, Trevinca) como en otros con menos altitud (Xistral, 1.062 m). A mayores altitudes
aparecen depósitos morrénicos que indican fases de estacionamiento durante la deglaciación.
Los depósitos de till (lateral, frontal y subglacial) se asignan a la glaciación de Würm, y algunos a la de Riss.
Aparece un límite de glaciación en la sierra de San Mamede con una altura máxima de 1.707 m. Tiene varios
circos pleistocenos y el glaciar avanza en casi todas las direcciones: N, NE, E, SE y SW. La extensión de este
límite es de 16 km aproximadamente y la dirección es SW − NE.
Los depósitos de origen periglaciar se concentran principalmente en dos zonas: la zona costera marginal y la
zona continental. Los depósitos están compuestos principalmente de grezes lités en el sustrato rocoso
granítico o cuarcítico, y coladas de fangos en los afloramientos de esquistos y metapelitas.
Todos estos depósitos están datados a finales del Pleistoceno, con lo que se asocia a la glaciación würmiense.
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Cordillera Cantábrica
La Cordillera Cantábrica, con una gran abundancia de precipitaciones nivosas debido a su apertura al mar, vio
cómo la acción de los hielos descendían hasta los 300 m de altitud en la vertiente Norte.
Al llegar los periodos fríos del Cuaternario las nieves se acumularon en las cabeceras de los valles ya
existentes e iniciaron su acción glaciar. Un escaso glaciarismo se desarrolló por encima de los 1400 − 1500 m
situándose sobre cuencas coincidentes con las cabeceras fluviales preexistentes.
Algunas lenguas glaciares de la vertiente septentrional (más húmeda) alcanzaron varios kilómetros de
longitud y llegaron a alcanzar cotas próximas a 1000 m; en la mayoría de los casos los glaciares no pasaron de
ser glaciares de circo o de pared.
La capacidad modeladora de estos glaciares fue muy limitada y estuvo potenciada por los relieves
estructurales sobre los que se asentaron.
Los restos más abundantes de erosión glaciar se encuentran en los Picos de Europa, en la zona Central de la
Cornisa Cantábrica, donde se superan las cotas de 2.000 m.
Los restos de circos glaciares, con o sin depósitos morrénicos, se localizan en las cabeceras de los ríos en las
zonas altas de la cordillera, en general en cotas comprendidas entre 900 m y 1.200 m. Otras formas
destacables de origen glacio − kárstico son los jous (depresiones de forma cónica labradas sobre caliza y que
generalmente se prolongan en un conducto kárstico vertical por el que se infiltran las aguas del deshielo).
Hacia el Oeste, en la Sierra Segundera − Cabrera abundan los lagos de origen glaciar, de los que el mayor es
el de Sanabria en el curso del río Tera. En esta zona, con una altura máxima de 2127 m se encuentran varios
circos pleistocenos, localizados principalmente en los alrededores de Peña Trevinca (2127m) y el Montalvo
(2044 m) al NW del lago.
En la Sierra de Courel otro límite de glaciación sin avances con tres circos pleistocenos. La altura máxima en
este límite es de 1.616 m. La extensión máxima aquí es de 20 km aproximadamente. Al igual que el anterior la
dirección es SW − NE.
Otro limite que se encuentra en la Cordillera Cantábrica tiene una extensión de aproximadamente 115 km.
Comienza en Sierra de Ancares (1969 m) tomando la dirección SW − NE hasta Peña Treisa (1923 m) y
después hasta Peña Ubiña (2417 m) con dirección W − E. Hay pequeños restos de depósitos fluvio − glaciares
del pleistoceno superior entre la Sierra Ancares y Peña Treisa.
En los Picos de Europa se esculpieron impresionantes formas kársticas, valles colgados, morrenas gigantes,
circos, etc. En esta región hay varios circos pleistocenos, todos ellos en torno a los tres picos más altos: Peña
Santa (2589 m), Torre Cerredo (2648 m) y Pico Cortés (2370 m)
En la Sierra de Peña Labra hay dos límites de glaciaciones, cuyas alturas máximas son Peña Prieta (2536 m) y
Valdecebollas (2136 m).
Al Este de los Picos de Europa se pueden observar restos de circos pleistocenos en la Sierra Valnera, rodeados
de depósitos coluviales.
Pirineos
El estudio del glaciarismo cuaternario en los Pirineos es, por sus características, evidencias y situación, el más
estudiado. Actualmente presenta pequeños glaciares activos.
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La cordillera pirenaica ofrece la máxima superficie y los hielos se extendieron de oeste a este a lo largo de 300
km. Su lengua más larga alcanzó los 65 km en el Noguera − Pallaresa y descendieron hasta los 800 m de
altitud.
En el Pirineo Occidental, al Oeste del valle de Roncal, sólo se desarrollaron glaciares de circo. Más hacia el
Este se pueden encontrar glaciares de valle (Macizo de Anie, 2570 m).
En la cuenca del río Aragón destacan las lenguas glaciares del Subordán, con 25 km de extensión y con
morrenas terminales a 800 m, y la del Aragón, con 22 km finalizando a 900 m. En otros valles de menor
importancia los glaciares llegaban a tener entre 7 y 11 km de extensión y terminaban entre los 950 m y los
1130 m.
Los valles del Pirineo Central, con cabeceras superiores a los 3000 m, presentaban sistemas glaciares
importantes:
• Valle de Gállego: 40 km de extensión y 500 m de espesor.
• Valles del Ara y Araza: 30 km de extensión y finalizando a 800 m.
• Valles del Cinca y Cinqueta: 25 km de extensión y finalizando entre 800 y 850 m.
La cabecera del río Ésera presenta la máxima altitud de la Cordillera Pirenaica, con el Pico de Aneto (3404 m)
y el Pico de Posets (3375 m). En el Pico de Aneto se registra el mejor desarrollo de glaciares cuaternarios de
la Península Ibérica. En la cabecera de este río tuvo lugar un glaciar de valle de 36 km que finalizaba a una
altitud de 900 m.
La longitud del límite de la glaciación en el mapa del Cuaternario es de unos 280 km, extendiéndose desde el
final de la Sierra de Abodi hasta la mitad de la provincia de Gerona, con restos fluvio − glaciares del
pleistoceno superior y depósitos glacio − lacustres del pleistoceno superior al Holoceno en su mayoría. Es en
la parte de los Pirineos Centrales en Lérida donde se cartografían mejor los depósitos anteriormente
mencionados.
En el valle de Arán, por su orientación Norte, alberga algunos de los glaciares de mayores dimensiones del
Pirineo Español. Su espesor podía superar los 800 m. En la cuenca del Noguera − Ribagorzana los glaciares
finalizaban a 900 − 1000 m. En estos glaciares destacan la presencia de grandes cubetas de sobreexcavación,
actualmente colmatadas por depósitos lacustres, fluviales y torrenciales.
La cuenca del Noguera Pallaresa presenta el glaciar de valle más largo del Pirineo meridional. Su extensión
máxima es de 50 km, finalizando a 820 m de altitud. Los valles afluentes también estuvieron ocupados por
glaciares que no llegaban a confluir con el valle principal:
♦ Ribera de Cardós: extensión de 30 km y finalizando a 850 m.
♦ Vall Ferrera: extensión de 28 km y finalizando a 990 m.
♦ Famicell: extensión de 18 km y finalizando a 1000 m.
Destaca también la cubeta de sobreexcavación de Esterri d'Arneu con un relleno de colmatación de 400 m de
sedimentos.
Hay numerosos complejos glaciolacustres de obturación lateral en los valles centrales del Pirineo: Linas de
Broyo y Diazas en el valle de Ara, y el de Cerler en el valle de Benasque.
Se han encontrado depósitos de fondo en el lago Llauset. En este mismo valle también hay depósitos laterales
glaciolacustres de obturación.
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El glaciarismo en el Pirineo Oriental destaca el valle del Alto Serge y sus afluentes. Presenta su mayor
desarrollo en sus extremos oriental (Valle del Querol) y occidental (valles de Andorra). Entre estos valles se
desarrollaron glaciares de dimensiones moderadas con una longitud máxima de 12 km.
En el valle del Querol se encuentran restos morrénicos que establecen la existencia de tres generaciones de
morrenas.
En los valles de Andorra la longitud máxima del glaciar de Valira fue de al menos 34 km finalizando a 860 m
de altitud.
Se ha podido establecer la siguiente cronología relativa al glaciarismo pirenaico:
• Restos y evidencias no cartografiables de una extensión glacial superior a la del último glaciar
pirenaico con bloques erráticos y depósitos muy alterados.
• Una última glaciación pirenaica con una fase de máximo, seguida por una fase de estabilización
después de un ligero retroceso y a continuación una fase de deglaciación con pequeñas pulsaciones,
todo ello definido a través de sedimentos laterales y de obturación, y de arcos morrénicos de altura
• Una fase tardiglaciar, fría y seca, con morrenas de glaciares rocosos que ocupan antiguos circos
glaciares excavados en glaciarismos anteriores.
• Una fase de avance histórico de los glaciares actuales con morrenas bien desarrolladas.
Sistema Ibérico
En la Cordillera Ibérica los glaciares tuvieron una débil incidencia, no se situaron nunca por debajo de los
1800 m de altitud por lo que en general los glaciares quedaban confinados a circos, con depósitos morrénicos
de escasa entidad. Están presentes en cinco de los macizos de la cordillera, ya que la escasa altitud se une a un
dominio de clima más continental:
• Sierra de la Demanda: varias decenas de circos y nichos de nivación de escaso desarrollo, además de
arcos morrénicos de 2 − 3 m de altura.
• Sierra de Neila.
• Sierra de Urbión: cordones morrénicos en los circos superiores e inferiores.
• Sierra de Cebollera y Sierra de Moncayo: arcos morrénicos de hasta 40 m de altura.
En los Picos de Urbión aparecen cordones morrénicos de los circos altos en los que los depósitos no están
cubiertos por el suelo y presentan una clasificación inversa vertical con materiales finos en profundidad. En
cambio en los circos inferiores los cordones morrénicos se desarrollan en suelos pardo − rojizos e incipientes
podzoles. Se puede apreciar tres límites de glaciaciones de pequeña extensión con diversos circos
pleistocenos, con una altura máxima de 2228 m en Urbión.
En la Sierra de la Demanda la extensión del límite de la glaciación es mucho más extensa en donde la altura
máxima la alcanza el Pico de San Lorenzo con 2262m.
Los arcos morrénicos más extensos se encuentran por debajo de los 1300 m en el valle de Urbión; en los
demás macizos se localizan entre 1400 y 1700 m. Los depósitos glaciares, a pesar de la reducida extensión,
son frecuentes: morrenas laterales y frontales, glaciares rocosos, etc.
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Se han podido definir varias fases glaciares:
• Máximo glaciar
• Estadio Intermedio
• Estadio de glaciares de circo.
Cordillera Central
La acción glaciar en el Sistema Central se concentró en aquellos macizos cuya altitud superaba los 2000 m.
Por lo general sufrió escasos retoques glaciares.
Se puede agrupar la acción de los hielos cuaternarios en tres grandes áreas: Somosierra, Guadarrama y
Gredos.
En su gran mayoría se trató de glaciares de circo o ladera como ocurre con todos los de Somosierra y con la
mayoría de la Sierra de Guadarrama. En esta última el mayor circo glaciar está ocupado por la laguna de
Peñalara. Las huellas en Somosierra del retoque glaciar son mínimas.
En la Sierra de Gredos, aunque también abundaron pequeños glaciares de de circo y ladera, tuvieron mayor
desarrollo los glaciares de valle con recorridos de hasta 9 km. En total se han contabilizado 16 glaciares que
han dado lugar a numerosas lagunas, entre las que destacan Laguna Grande y Cinco Lagunas.
Los restos cartografiados en la Sierra de Gredos pertenecen a depósitos fluvio − glaciares del Pleistoceno
Superior y a depósitos glacio − lacustres del Pleistoceno Superior al Holoceno.
En general los complejos morrénicos están bien definidos y conservados; en todos ellos aparecen crestas de
pulsación y en algunos pequeñas morrenas de reavance. Aparecen una serie de morfologías como aristas,
cuchillares, ombligos y lagunas de sobreexcavación o cierre morrénico, umbrales, homberas, circos y valles.
En la actualidad se piensa que todo los signos anteriores pertenecen a una sola fase glaciar: la Würm alpina.
Sierra Nevada
Sierra Nevada presenta los restos glaciares más débiles de la Península, a pesar de que cuenta con las mayores
altitudes de la Península Ibérica (Mulhacén, 3482 m; Veleta 3478 m). Su situación más meridional fue una
limitación importante para el desarrollo durante el Cuaternario de grandes áreas glaciares. Ello es debido al
descenso de las precipitaciones y al aumento de las temperaturas al perder latitud.
Se desarrolló en esta zona un glaciarismo típico de montañas secas, más semejante al de latitudes tropicales
áridas que a los de áreas templado − húmedas.
Aparecen en general circos y valles en artesa de tamaño reducido; hay también abundancia de derrubios en las
laderas y depósitos morrénicos bastante desarticulados por la erosión postglaciar.
Se puede distinguir claramente dos complejos morrénicos correspondientes a diferentes etapas del Pleistoceno
Superior. Al más antiguo se asimilan las morrenas abandonadas en las márgenes externas de los surcos
glaciares. El más reciente es datado como el Tardiglaciar cuya morfología más significativa es la de glaciares
escasos.
Las lenguas tenían entre 4 y 8 km de longitud, finalizando entre 1700 y 2100 m, salvo algún caso excepcional
como es el Valle de Lanjarón a 1400 m.
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El reducido trayecto recorrido por el hielo se debe tanto a la rápida fusión de los frentes a causa de la latitud
muy septentrional, como a las pequeñas dimensiones de las cuencas de acumulación. En este último punto el
nivel de nieves permanentes se debió localizar durante el máximo würmiense entre los 2300 y los 2600 m, y
durante el Tardiglaciar a 2900 m.
La acumulación de nieve a sotavento de los vientos dominantes permitió equilibrar el menor desarrollo de los
glaciares de la vertiente Sur respecto a los de la vertiente Norte.
En la actualidad únicamente aparece hielo en lugares muy umbríos enterrados bajo derrubios, posibles restos
de reducidos glaciares de la Pequeña Edad del Hielo.
Periglaciarismo
Los avances logrados en las últimas décadas han venido a demostrar que los procesos periglaciares heredados
(würmiense y anteriores) se reparten por toda la Península Ibérica.
Sus huellas aparecen particularmente en forma de depósitos, a partir de cotas relativamente bajas y siempre de
acuerdo con las condiciones paleoclimáticas regionales o locales (reistros muy cerca de la línea de costa en la
franja Noroeste, y por encima de los 700 m en los llanos del sureste).
Las manifestaciones heredadas del origne periglaciar se reparten por la mayor parte de la Península Ibérica,
aunque con mayor significado y extensión en altura.
Macizo gallego
El desarrollo espacial de modelados periglaciares abarcan desde las cumbres de los macizos, en torno a los
2000 m, hasta cerca de la linea de costa.
Se detecta de manera general tres crisis erosivas frías (glaciares − periglaciares) de la siguiente manera:
• 36.000 − 30.000 BP
• 20.000 − 18.000 BP
• 11.000 BP
Cordillera Cantábrica
En los Picos de Europa se señala la presencia de morfologías periglaciares cerca de la costa y de las sierras
litorales, en las montañas medias y en la alta montaña.
Los mejores restos corresponden a la época pleistocena (glaciación würmiense) y aparecen en la alta montaña
donde açun persisten los procesos nivoperoglaciares.
El periglaciarismo heredado coincide con un gran desarrollo de brechas cementadas y karstificadas tapizando
laderas y taludes, formas varias de gelifluxión, glaciares rocosos y protalus rampart, instalados éstos en las
antiguas depresiones glaciocársticas.
En las Montes de León, en las estribaciones meridionales de la Cordillera Cantábrica, aparecen glaciares
rocosos instalados por encima de los 1600 m y alojados sobre formas erosivas de origen glaciar en la Sierra
del Suspirón y en la Sierra del Gistredo
Pirineos
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La huella periglaciar heredada en el Pirineo Central se generaliza entre los 1500m y los 2600 − 2700 m. Se
explica por el predominio de periodos morfoclimáticos más fríos que los actuales desarrollados durante el
Pleistoceno y Holoceno.
Actualmente existen procesos fríos que tienden a desdibujar las formas heredadas.
Los glaciares rocosos heredados o relictos se reconstruyen a partir de la época Tardiglaciar. Responden a unas
condiciones paleoambientales muy precisas como el predominio de un clima muy frío y seco, orientación
local adecuada, substrato friable, pared rocosa de fuerte pendiente y concavidad basal adyacente.
Los derrubios estratificados, tipo grèze, son los depósitos que caracterizan el límite inferior de la
morfogénesis periglaciar. Los avances ratifican su expansión en la laderas, principalmente en las montañas
prepirenaicas.
El límite inferior podría establecerse en la franja de los 1000 − 1300 m, aunque existen registros puntuales a
partir de los 800 m en el Montsec y los 440 m en Graus.
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