MANUEL AGUSTÍN, Manuel Menchaca Cortés, f. 02-05

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MANUEL AGUSTÍN, Manuel Menchaca Cortés, f. 02-05-1987
El H. Basilio Rueda había prometido “una semblanza que permita llegar a la
personalidad, a la vida, sobre todo al corazón, del H. Manuel Menchaca”.
Lamentablemente, sus compromisos y finalmente su muerte, le permitieron
entregar solamente el Prólogo, que apareció en el número 48 de México Marista.
Posteriormente, dejó escritas 16 páginas muy hermosas, que llegan hasta el
noviciado del H. Manuel.
Aquí tendremos que reducirnos a las limitaciones de espacio y forma general
previstos, haciendo referencias a lo escrito por el H. Basilio, a los escritos del
propio Hermano Manuel y a la correspondencia entre ambos.
Manuel Menchaca Cortés nació en Ixtlán del Río, Nayarit, el 13 de febrero de
1934, quinto hijo de una familia laboriosa y profundamente cristiana. Ya de niño,
fue muy formal y serio, reflexivo, bondadoso y caritativo. En una ocasión, vió a un
niño sin zapatos; corrió enseguida por los suyos nuevos y se los dió.
Su primera educación fue en la propia casa paterna con maestras particulares, a
causa de la imposición de la enseñanza antirreligiosa y socializante en las
escuelas oficiales. Los lunes y jueves asistía a la doctrina y el rosario se rezaba
diariamente en familia.
Sus papás lo inscribieron en 1942 en el Colegio Cervantes de Guadalajara, para
asegurar así, con la calidad y validez oficial de los estudios, una educación con
espíritu cristiano. El Colegio Cervantes acababa de salir de la persecución
religiosa y socializante. Bajo la Dirección del H. Leoncio recibía un dinamismo y
fecundidad notables. Manuel cursó aquí desde el tercer año de primaria hasta el
segundo de secundaria. En 1944, un accidente en la carretera le arrebató a su
papá y tres años más tarde, a su primo Agustín. Sin que hayan sido
determinantes, sí influyeron, ambos accidentes, en el carácter serio, reflexivo, de
Manuel. Cuando el H. Alfonso Wimer le insinuó la idea de la vida marista, después
de unos días de reflexión, dió el sí, ingresando al juniorado de Querétaro el 24 de
diciembre de 1947.
Más tarde, escribió en la Historia de mi Vocación: “Dios trocó mi voluntad con una
gracia palpable. Desde ese momento, decidí y nunca pensé en volver atrás en mi
resolución”.
El H. Director del juniorado, Salvador Orozco, supo afianzar esta naciente
vocación y Manuel pasó al noviciado en 1949 bajo la Dirección del H. Othonis
Eyme, vistiendo el Hábito Marista el 8 de diciembre de 1950 con el nombre de
HERMANO MANUEL AGUSTÍN. Fue testigo en ese período, del fallecimiento
inesperado y repentino de su Hermano Maestro, prosiguiendo su formación con el
H. Gustavo Salles. Pronunciados sus primeros votos al año siguiente en el mismo
día de la Inmaculada Concepción, siguió el escolasticado bajo la Dirección del H.
Jesús Rodríguez.
En 1954 inició su apostolado con los pequeñitos del Colegio Franco Mexicano en
Monterrey y al año siguiente, formó parte de la comunidad fundadora del Instituto
Aguascalientes, mejor conocido desde el principio como “el marista”. Una
fotografía de ese año, que conservó con cariño, lo presenta en medio de su grupo
de 43 alumnos de tercer año de primaria, cuyos nombres anotó al reverso.
En las vacaciones de ese mismo año 1956, el H. Manuel Menchaca participó en
los Grandes Ejercicios, preparatorios a su Profesión Perpetua, con la seriedad y la
reflexión propias. Al final de éstos, escribió: “Estoy resuelto, Señor, a emprender
desde hoy una vida nueva... Me llamaste a la vida religiosa marista, para hacerme
santo. Señor, mis Grandes Ejercicios serán en mi vida, mediante tu santa gracia,
una verdadera conversión a una vida religiosa, marista y apostólica”.
En 1959 volvió a Monterrey, como profesor del CUM por tres años. En su vida
comunitaria, era agradable vivir con él, servicial, platicador con sentido de humor
delicado. Además de su clase, se encargó de la Acción Católica y de la
Catequesis de los niños pobres del barrio, rodeado de chiquillos, empeñoso en
conseguir para ellos, regalos para la posada y premios por su asistencia.
Su espíritu serio, reflexivo y profundamente religioso, lo señalaron para el cargo de
Superior Comunitario y Director del sector de la primaria del Colegio Cervantes en
Guadalajara, de la calle entonces de Munguía 90.
Desempeñó bien su nueva función y en 1966 fue destinado a una formación
especial en Roma por cuatro años, en el Jesus Magister. El personalmente, no se
sentía llamado a una investigación intelectual, sino más bien, a algo que le
ayudara a ser más humano, capaz de comprender a los demás y a una
espiritualidad y religiosidad más auténtica en su vocación de Hermano Marista.
Sus compañeros de estudios apreciaron su seriedad y capacidad humano
religiosa y lo designaron como su representante oficial ante el Consejo General.
El aprecio en que los Superiores lo tenían, hizo que lo designaran como auxiliar
eficaz y discreto, ante el Capítulo General XVI.
Concluidos sus estudios en Roma, regresó a su Provincia en 1970 como profesor
del noviciado interprovincial de Morelia, bajo la Dirección del H. Baltasar Santillán.
Las tensiones inevitables en un grupo numeroso y heterogéneo, incrementadas
por la nueva situación de cambio originada por el Concilio y por el reciente
Capítulo General de Renovación, le preocupaban y le dolían, sin hallar solución
eficaz.
Más tarde, fue designado además como Consejero Provincial, distinguiéndose en
esta nueva función, nuevamente, por su buen juicio y espíritu profundamente
religioso.
El Capítulo General y el nuevo H. Superior General Basilio Rueda, había hecho al
Instituto un llamado urgente a las misiones de evangelización “ad Gentes”. El H.
Manuel se sintió personal y fuertemente interpelado y en respuesta, escribió al H.
Basilio: “Desde siempre he sentido admiración y atractivo por las misiones,
aunque nunca he hablado de ello a nadie, por creer que mis cualidades naturales
no eran indicativas de tal vocación como se la entiende generalmente. He sentido
especial atractivo a partir del llamado que Ud. hizo al Instituto, de acudir en ayuda
de nuestras misiones con diferentes medios y a diferentes escalas; llamado que es
un eco del llamado conciliar a vivir más la vocación esencialmente misionera de la
Iglesia. He pensado que podría ofrecerme concretamente para ayudar al menos
por un período... en algún noviciado o escolasticado de nuestros sectores
misioneros”.
Al H. Basilio le llegó “de perlas” tan generoso ofrecimiento y el H. Manuel fue
llamado a colaborar en la Provincia marista de Zaire.
En su comunicación a los Hermanos de la Provincia, el H. Manuel escribió: “El
tiempo que físicamente pasaré separado de la Provincia a la que amo de todo
corazón, me servirá para acrecentar en mí el espíritu marista que en ella bebí y
siento la responsabilidad de llevar ese mismo espíritu como mensaje a todos mis
Hermanos”.
El 9 de abril de 1973 el H. Manuel Menchaca se presentó en Save. “En mis
primeros cinco meses africanos, escribe, he vivido experiencias agradables y
desagradables... pero valiosas desde el espíritu de Fe”.
Su servicio a las misiones fue por cinco años. El H. Etienne, en carta personal al
H. Menchaca al fin de ese tiempo, testifica: “Usted hizo muy buen trabajo...
Hombre de orden y método, todo lo tenía en su lugar. Cuanta información yo
requería, me la proporcionaba al momento. Gracias por su buen trabajo en favor
de la Provincia, con total desinterés”.
Sus novicios, a su vez, siguieron escribiéndole. Algunas muestras: “Su confianza
en la oración, me impresionó... He procurado vivir, con la gracia de Dios, una vida
de oración como parte central de mi vida. ...Aún te recuerdo abriendo tu puerta y
recibiéndome con un “Qu’est ce qui il y a, jeune homme?”
Se incorporó de nuevo a su Provincia con sencillez y la sonrisa en los labios, en
1978. Se le encomendó la organización de los estudios religiosos de los
Hermanos jóvenes y al año siguiente fue nombrado Director del Postulantado
inicial interprovincial en Loma Bonita. En las vacaciones, organizó y fue el primer
Director del Instituto de Ciencias Religiosas de Occidente (ICRO).
En 1984, el aprecio y confianza de los Hermanos, confirmados por el Consejo
General, lo designó como Hermano Provincial de Occidente, aunque previamente
él había escrito al Basilio: “Me siento en muchos aspectos humanos y religiosos,
muy limitado”. Ante la designación de sus Hermanos, el H. Basilio lo animó:
“Ponga su gobierno en manos de la Santísima Virgen, nuestra Primera Superiora,
la cual será la que se encargará de conducir a buen puerto la nave de nuestra
querida Provincia mexicana”.
El H. Menchaca aceptó y como testimonio de su entrega total pronunció el voto de
estabilidad y con grande amor a sus Hermanos y Fe en Dios, inició su mandato o
mejor su servicio, con la delicadeza y cariño que le eran característicos.
En realidad, el H. Manuel Menchaca, hombre de consejo y de gran espíritu
religioso y amor a sus Hermanos, no era hombre de Gobierno. Le costaba decidir
y más, imponerse. No faltaron los problemas, aunque fue por poco tiempo...
En mayo de 1985 tuvo que someterse a una delicada operación quirúrgica, ante
molestias que pensaba eran simplemente un reumatismo, pero que persistían con
mayores problemas. El diagnóstico fue grave. Hubo que extirparle todo el pulmón
derecho, que se hallaba afectado por un tumor muy grande, aunque no se lo
declaró maligno. La recuperación fue lenta y larga. El H. Rigoberto Limón hubo de
hacerse cargo del servicio de la Provincia.
El enfermo escribió al H. Basilio: “Bendito sea Dios que me ha dado esta primera
oportunidad en mi vida de acompañar más de cerca a Cristo en su Pasión. He
sentido la solidaridad y la amistad profunda de todos los Hermanos y de mis
familiares que en ningún momento han dejado de cuidarme y de apoyarme”.
El H. Basilio le contestó: “Crea, Hermano Provincial, que aún sin uno de sus
pulmones, usted podrá recibir y difundir el oxígeno de Dios sobre la Provincia y
sobre el Capítulo General a través de sus sufrimientos y de sus oraciones”. Es que
por su situación particular, no había podido asistir al Capítulo General XVII que se
celebraba en ese tiempo y su renuncia presentada al cargo de Provincial, hubo de
esperar para hacerla efectiva, al siguiente Consejo General. Este la aceptó y el H.
Charles Howard, nuevo Superior General escribió al enfermo: “Ejemplar ha sido su
renuncia, visto el estado de su salud... Yo conocí su amor a la Congregación y su
permanente y generosa disponibilidad a decir SÍ, aún en situaciones difíciles. Su
trabajo como Maestro de Novicios y como Consejero Provincial en El Zaire,
confirman lo dicho”.
El restablecimiento, que se pensaba lento pero cierto, no llegó a ser pleno. Un
desmayo súbito antes de salir para Morelia, fue la nueva señal de alarma. El
cáncer había invadido buena parte de su organismo, incluso el cerebro, en lugar
no operable.
El H. Manuel Menchaca hubo de recogerse en reposo absoluto en la comunidad
de Pérez Verdía, bajo observación médica y atendido día y noche por sus
familiares y por los Hermanos. Recibió la visita reconfortante del H. Basilio y
posteriormente, del H. Charles Howard, nuevo Superior General.
A partir de entonces y con mayor intensidad que desde el principio de su larga y
penosa enfermedad, su repetida oración era: HÁGASE SEÑOR TU VOLUNTAD!
ofreciendo sus sufrimientos por lo que tanto amó: la Iglesia, la Congregación, las
Misiones, las vocaciones, sus Hermanos y sus familiares todos.
El 2 de mayo de 1987, el Señor de la vida aceptó su sacrificio definitivo en la
serenidad de quien lo sirvió siempre generosamente. Su edad, 53 años y 36 de
vida religiosa marista.
El H. José G. Romero, su sucesor, comunicó la noticia a los Hermanos: “La vida
de nuestro Hermano Manuel, se caracterizó por un grande amor a Dios en la
persona de los demás a quienes contagiaba su bondad y paz. Tuvo una grande
devoción a María Santísima, quien le concedió su deseo de morir en mayo y
además en sábado. Amó de todo corazón y profundamente a la Iglesia y a sus
Pastores, a Marcelino Champagnat y al Instituto. La conservación de las
vocaciones y el acrecentamiento de las mismas, fue una de sus mayores
preocupaciones e intereses”.
FUENTE: Intercambio epistolar con el H. Basilio
Grabación del mismo y otra del H. Brambila.
Notas personales.
H. Antonio Franco y Carlos Toral.
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