NOTA DE PRENSA REGENERACIÓN Y REFORMA: ESPAÑA A COMIENZOS DEL SIGLO XX La muestra, organizada por la Fundación BBVA y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, ilustra el proceso de modernización de la sociedad española tras el Desastre del 98 Bilbao, 22 de abril de 2002. Desde el próximo 30 de abril la Sala de la Fundación BBVA en Bilbao (Plaza de San Nicolás, 4) acoge la muestra Regeneración y reforma: España a comienzos del siglo XX, organizada por la Fundación BBVA y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. La exposición, comisariada por Mercedes Cabrera y Javier Moreno Luzón, profesores de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense de Madrid, con la asesoría artística de Pilar de Miguel, pretende ofrecer una visión de la España del cambio de siglo, una sociedad que, a pesar al impacto que supuso la pérdida definitiva del imperio colonial, se encontraba en pleno proceso de transformación. La exposición, que permanecerá abierta hasta el 2 de junio, se ha exhibido con anterioridad en Madrid, donde ha sido visitada por más de 25.000. La muestra cierra un ciclo de exposiciones históricas cuyo objetivo ha sido profundizar en el conocimiento de ese período fundamental de la Historia de España que se extiende desde mediados del siglo XIX hasta el segundo decenio del XX. El programa, que se inició en 1997 con Cánovas y la Restauración, ha incluido también la muestra Sagasta y el liberalismo, y se clausura ahora con una exhibición en la que se ilustran los proyectos de modernización desplegados a lo largo del período 1898-1914 –entre el Desastre y el inicio de la Primera Guerra Mundial (un conflicto que tuvo gran influencia en España pese a su posición neutral en el mismo). Y lo hace a través de sus protagonistas –individuos, asociaciones y partidos–, de sus ideas y perspectivas, de los medios que utilizaron para expresarlas y de los escenarios en los que actuaron: la prensa política, las revistas satíricas y la prensa de masas; los círculos, comités y casas del pueblo; el Parlamento y las instituciones públicas, los mítines y la movilización electoral; las huelgas y protestas; las fábricas, las minas y los bancos, sin olvidar las diferencias entre el campo y la ciudad y entre las diversas regiones que componían el mosaico español. Para ello, se ha reunido un amplio conjunto de obras de arte y documentos originales, representativos de la época y de su riqueza de contenidos. Entre ellos sobresalen los trabajos de pintores (como Ramón Casas, Ignacio de Zuloaga, Joaquín Sorolla, Darío Regoyos, Aureliano de Beruete, Aurelio Arteta, Evaristo Valle y Valentín Zubiaurre) y escultores (Mariano Benlliure, Agustín Querol, Miquel Blay y Victorio Macho, entre otros), algunos de los cuales se exponen por primera vez en España. Junto a ellos figura una gran selección de fotografías, dibujos y caricaturas, objetos de diverso tipo (banderas, pertenencias personales, monedas, uniformes…), libros y cartas, que componen un muestrario singular. Además, se reproduce el despacho de Antonio Maura, una de las figuras políticas más relevantes del período. La visita se completa con dos audiovisuales: uno con imágenes cinematográficas que reflejan distintos aspectos de la sociedad y la política del momento; y otro sobre un debate parlamentario, síntesis de los conflictos políticos de entonces. Para facilitar la visita, la exposición se ha dividido en cinco apartados: El nacimiento de los intelectuales, Cambios económicos y fuerzas sociales, Los conservadores y la revolución desde arriba, El nuevo liberalismo y La política de masas, que dan cuenta de los diferentes aspectos señalados. El nacimiento de los intelectuales La primera parte de la muestra está dedicada a uno de los fenómenos más significativos del paso del siglo XIX al XX en toda Europa: el surgimiento de los intelectuales como protagonistas de la vida pública, que en España estuvo ligado al diagnóstico sobre los males que habían conducido al Desastre y sus correspondientes remedios. En general, este juicio fue bastante duro: España era un país enfermo, los españoles estaban degenerando, la política oficial impedía el progreso de la nación. Había que emprender sin tardanza los cambios necesarios para situar a España en el lugar que le correspondía entre los pueblos europeos, por medio de diversas reformas. Los remedios que propusieron los intelectuales variaron enormemente, pero en general puede hablarse de un gran interés por la educación – los españoles eran incultos y analfabetos, incapaces de asimilar la modernidad occidental, por lo que resultaba esencial educarlos. Este interés destaca en los cuatro grupos representados en la exposición, especialmente en los hombres de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), pero también en la generación del 98 y su dolorido descubrimiento de España, en los regeneracionistas que reclamaban remedios milagrosos y en la generación de 1914, que ya miraba claramente hacia Europa. El Dibujo de mis amigos, de Zuloaga, representa a la perfección la emergencia de los intelectuales. En primer lugar se habla de los institucionistas encabezados por la figura de Francisco Giner de los Ríos. La Institución Libre de Enseñanza, creada en 1876, representa la principal escuela de pensamiento laico en España, en todos los terrenos –filosófico, económico, jurídico, científico y, sobre todo, pedagógico. Para los institucionistas, la modernización del país iba necesariamente unida a la educación, empezando por las elites que debían guiar al resto de la población, una educación integral, no autoritaria ni dogmática, en contacto activo con la cultura y la naturaleza. Por ello promovían nuevos métodos educativos (representados por un pupitre ergonómico) y las excursiones. Los hombres de la ILE redescubrieron el paisaje español, especialmente el Guadarrama (pintado por Beruete). En segundo lugar figura la generación del 98. Los jóvenes del 98 (Azorín, Baroja, Maeztu), aunque destacaron sobre todo por su valor literario, no carecieron de una notable proyección pública. Sobresale entre ellos la figura de Miguel de Unamuno, verdadero líder de las campañas políticas en las que participaron –desde el anticlericalismo de comienzos de siglo hasta los actos de apoyo a los aliados durante la Primera Guerra Mundial. De Unamuno se incluyen, aparte de un magnífico retrato de Sorolla, diversos objetos personales como su atril y sus gafas. En tercer lugar, los regeneracionistas y la llamada “literatura del Desastre”. Aunque tienen un valor literario mucho menor que los anteriores, los llamados regeneracionistas adquirieron un relieve fundamental en la definición del lenguaje político. Destaca la figura de Joaquín Costa, quien encargó la encuesta del Ateneo titulada Oligarquía y caciquismo como forma de gobierno en España, que fijó los términos de la crítica contra el parlamentarismo liberal de la Restauración que heredaron muchos de los protagonistas de la política española en el siglo XX, como muestran los diversos proyectos costistas presentes en la muestra. Por último, la generación de 1914, con José Ortega y Gasset a la cabeza, representado por el excelente retrato de Sorolla de la Hispanic Society, que raramente se ha visto en España. Se trata de los Adolescentes del 98, que se decidieron directamente por la acción pública, desde plataformas como la Liga de Educación Política, destinada a movilizar a la sociedad profesional (abogados, médicos, ingenieros, funcionarios, etc.) contra la vieja política de la Restauración. Su objetivo era transformar el régimen para convertirlo en una verdadera democracia a la europea. Cambios económicos y fuerzas sociales El cambio de siglo estuvo acompañado por el desarrollo económico y la modernización de la sociedad española, por la organización de las fuerzas agrarias e industriales y por el aumento de la conflictividad obrera. Todo ello se refleja en la muestra, donde se repasa el progreso agrícola, industrial y financiero –dando idea de las variedades regionales y de las diversas organizaciones económicas–, y, como corolario, la movilización obrera encarnada en los sindicatos de clase. En el mundo agrario contrastaban las penurias de la agricultura tradicional, en Galicia, Castilla o Andalucía –representada por los jornaleros que trabajaban en latifundios– con la eclosión de la agricultura comercial, dedicada a menudo a la exportación, en algunas zonas como Valencia (la naranja), Jerez (las bodegas) o Cataluña (la producción de cava, representada por Codorníu en la exposición). En relación con la agricultura, y enlazando ya con el comercio, los movimientos regeneracionistas lograron movilizar a las llamadas clases neutras (clases medias tradicionales) en algunas regiones poco después del Desastre, sirviéndose de las Cámaras de Comercio y las Cámaras Agrícolas, a través de diferentes ligas y uniones. Otro de los sectores tradicionales que adquiere nueva vida en estos momentos es la minería, de la que se pueden encontrar ejemplos en Vizcaya (el hierro) o en Asturias (el carbón). En el caso de Vizcaya, el desarrollo de la minería estaba estrechamente vinculado con la industrialización de la ría de Bilbao, núcleo principal de la segunda revolución industrial en España, con el despegue fundamental de la siderurgia –representada por los Altos Hornos de Vizcaya– y de los astilleros –como la Naviera Sota–, y el complemento esencial de los bancos, como el Banco de Vizcaya y el Banco de Bilbao. Diversos personajes (la familia Ybarra, Víctor Chávarri y Ramón de la Sota) encarnan este esfuerzo económico, que plasmaron en su obra artistas de gran calidad, desde Adolfo Guiard hasta Aurelio Arteta, presentes en la muestra. También figuran en ella la industria y las finanzas catalanas y, en menor medida, madrileñas, con personajes como el marqués de Comillas y Antonio Basagoiti, fundador del Banco Hispano Americano. Estos sectores industriales dieron lugar al auge del asociacionismo empresarial que encarna el Fomento del Trabajo Nacional. Pero la movilización social y política quedó sobre todo en manos del movimiento obrero, dividido en dos ramas principales: la socialista marxista, cuya principal organización sindical fue la Unión General de Trabajadores, fundada en 1888 y con fuerza en Madrid, Vizcaya y Asturias; y la anarquista y anarcosindicalista, que desembocó en la creación de la CNT en 1910-1911 y que tenía mayor implantación en Andalucía y sobre todo en Barcelona y su entorno. Si los socialistas emplearon una práctica en general posibilista y centraron sus protestas en las demandas laborales, los anarquistas emplearon el terrorismo –de la bomba del Liceo a la bomba que lanzó Mateo Morral contra el cortejo de la boda de Alfonso XIII– y adoptaron una estrategia revolucionaria. Fotografías, estandartes y banderas, reliquias como los restos de la bomba de Morral, y obras de calidad (como los cuadros de pintura social de Luis Graner y Antonio Fillol) ilustran estos movimientos. Los conservadores y la revolución desde arriba Después del Desastre, los aires de cambio afectaron también a los dos partidos gubernamentales del sistema político de la Restauración, el Partido Conservador y el Partido Liberal, que se turnaban pacíficamente en el poder. Aunque usaban el fraude electoral y los mecanismos caciquiles para fabricarse mayorías parlamentarias en las elecciones, ambas organizaciones fueron conscientes de la necesidad de renovarse y de emprender reformas que autentificaran la política española y ayudaran a la modernización del país. El programa conservador hablaba de la revolución desde arriba y proponía abrir el sistema a través de la atracción de la ciudadanía hacia instituciones públicas depuradas del lastre de la corrupción. En definitiva, se trataba de movilizar a las clases medias conservadoras y católicas en apoyo de la Monarquía renovada que representaba el joven rey Alfonso XIII, que juró la Constitución en 1902 y comenzó así su reinado personal. El regeneracionismo conservador se plasmó en los proyectos de hombres como Camilo Polavieja, a quien llamaban “el general cristiano” (se exponen su bastón y su espada, labrada por Benlliure), pero de manera más fructífera en personajes como Francisco Silvela, sucesor de Cánovas en la jefatura del partido y promotor de la moralización de la política; Raimundo Fernández Villaverde, autor de la reforma fiscal que equilibró las cuentas públicas después del Desastre, y Eduardo Dato, quien elaboró las primeras leyes sociales españolas –como la de accidentes laborales y la del trabajo de mujeres y niños– en nombre de un intervencionismo estatal orientado a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Esta época también contempló la movilización del mundo católico que, frente a las amenazas secularizadoras de la modernidad, se propuso defender sus intereses y abordar la tarea de recristianizar España. A la cabeza de esta movilización se situaron las órdenes religiosas, especialmente los jesuitas (ilustrados por un magnífico cuadro de Evaristo Valle). Fue Antonio Maura quien, con sus proyectos de socialización conservadora, simbolizó la revolución desde arriba. En la exhibición se reconstruye fielmente, con los muebles y objetos originales que aún se preservan, el despacho del líder conservador, y se ilustran los diferentes aspectos de su programa, como la ley electoral, orientada a depurar el ejercicio del sufragio de corruptelas caciquiles; la reforma de la administración local, destinada a dar mayor capacidad de gestión a las instituciones locales, el ámbito preferente de actuación de los caciques; o la política de construcción naval, pensada para dotar a España de una auténtica flota de guerra tras el Desastre, representada por una auténtica joya: el hacha del acorazado Alfonso XIII, en plata y oro, de Mariano Benlliure. Por último, se reflejan los problemas de los gobernantes en general, y de los conservadores en particular, originados por el estallido de la guerra de Marruecos, motivado por las reacciones a la actuación de empresas españolas en la zona del Rif. Las protestas contra el embarque de tropas para la guerra desencadenaron el motín anticlerical de la Semana Trágica, cuya represión provocó una campaña internacional en defensa del pedagogo anarquista Francisco Ferrer, ejecutado tras un juicio militar. De todo ello se exhiben fotografías de un gran valor documental. El nuevo liberalismo También el Partido Liberal acometió un programa de renovación política tras el Desastre, en la época del regeneracionismo. El proyecto liberal, de elaboración más complicada que el conservador, consistía en nacionalizar la Monarquía –es decir, abrirla en busca de nuevos apoyos sociales– por medio de la acción del Estado. Los liberales encontraron sus principales dificultades en la pugna por el liderazgo tras la decadencia y muerte de su líder, Sagasta. Por otro lado, el regreso del intervencionismo militar en la vida política, como puso de manifiesto el asalto a la prensa catalanista en 1905, hacía muy complicado el asentamiento de un poder civil fuerte. El respaldo del nuevo monarca al ejército, que encabezaba como rey-soldado, marcó este período y, en general, todo el reinado de Alfonso XIII hasta 1931. Si en el Partido Conservador Maura representó el esfuerzo reformador, su equivalente en el Liberal fue José Canalejas, que formuló en España una suerte de nuevo liberalismo intervencionista al incorporar las novedades del liberalismo europeo de comienzos del siglo XX. Dentro de su programa ocupó un lugar primordial el refuerzo de las atribuciones del Estado frente a las actividades de la Iglesia, en especial la de las órdenes religiosas. La movilización de la sociedad civil católica, con el apoyo de los círculos conservadores, impidió la aprobación de la citada ley y del grueso del programa anticlerical, bastante moderado y en absoluto antireligioso, ya que los líderes liberales eran católicos. En la exposición figura, por ejemplo, la bula que concedió el Papa León XIII a Canalejas para tener capilla privada en su casa. En sintonía con los intelectuales progresistas, los liberales también subrayaron la importancia decisiva de la educación, que se convirtió en una parte fundamental de su programa. Desde el nuevo Ministerio de Instrucción Pública, personajes como el conde de Romanones dieron un nuevo impulso a la enseñanza pública, mejoraron y regularizaron las condiciones de trabajo de los maestros y procuraron la modernización de los planes de estudio. En colaboración con los hombres de la Institución Libre de Enseñanza, diseñaron un amplio proyecto de renovación científica y cultural que se plasmó en la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, un organismo público (ampliamente ilustrado en la muestra) que, bajo la presidencia de Santiago Ramón y Cajal, concedió cientos de becas para estudiar en el extranjero y albergó algunas de las instituciones clave para la ciencia y la cultura españolas, como distintos institutos y laboratorios, el Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estudiantes. De la mano de Canalejas, el Partido Liberal formuló por último una política social en la que se dieron al Estado nuevas atribuciones sobre las relaciones económicas y laborales, definida a menudo en colaboración con los conservadores y los republicanos moderados. Canalejas fue asesinado en noviembre de 1912 por un anarquista en la Puerta del Sol de Madrid. Con su muerte, el Partido Liberal perdió a un líder que le había costado mucho tiempo encontrar, y su programa volvió a tropezar con la división en sus filas. Si a ello sumamos la fragmentación en el Partido Conservador provocada por la dimisión de Maura, 1913 se convierte en una fecha fundamental en la crisis del sistema político del turno bipartidista que hasta entonces había dominado la vida pública española. Además se recogen distintos objetos personales de Canalejas, algunos de los cuales llevaba al morir (como su bastón y su reloj), y fotografías que reconstruyen su asesinato y su multitudinario entierro. La política de masas Junto con la renovación de los partidos gubernamentales, el siglo XX trajo el nacimiento y expansión de nuevos partidos vinculados, no ya a la política tradicional de notables, sino a la política de masas que se extendía por las ciudades en expansión y que, aun con muchas limitaciones, remozó el escenario público español. Las costumbres caciquiles sucumbieron, se transformaron o se vieron relegadas al mundo rural con la movilización de amplios sectores del electorado por los medios más diversos. Los republicanos, los socialistas, los catalanistas y los nacionalistas vascos formaron movimientos de masas que se ilustran con las piezas más variadas. En primer lugar, el republicanismo superó los hábitos elitistas y alumbró nuevas maneras de actuar, más acordes con la política moderna, que consiguieron atraer a sectores populares importantes, sobre todo en ciudades como Barcelona o Valencia, con un discurso demagógico y populista basado en un feroz anticlericalismo que formularon líderes como Alejandro Lerroux y Vicente Blasco Ibáñez, presente en la muestra con las tremendas caricaturas anticlericales de la época. La exposición también deja constancia del republicanismo reformista acaudillado por Melquiades Álvarez, de clases medias profesionales y barniz intelectual, más preocupado por la existencia de un régimen republicano que por la forma republicana o monárquica del mismo. En segundo lugar, el socialismo español, además de la organización sindical, dio origen a un partido, el PSOE, que completó junto a las Juventudes Socialistas una cultura política muy definida, cuyo líder, Pablo Iglesias, fue idolatrado por sus fieles, y que se plasmó en un ámbito de sociabilidad característico, la Casa del Pueblo (se exponen fotografías y planos de la de Madrid). En tercer lugar, se recoge, en forma de retratos y caricaturas de sus líderes, el surgimiento del catalanismo político que supuso la Lliga Regionalista de Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. En cuarto y último lugar, se pueden contemplar los primeros pasos de otro movimiento nacionalista, el vasco, de menor envergadura que el catalán en esta época pero también significativo. Desde su fundación por Sabino Arana, presente en la muestra, este movimiento desarrolló múltiples actividades que lo convirtieron en un partido-comunidad, el Partido Nacionalista Vasco. En conjunto, se ilustran las diferentes caras de una época marcada por la transformación de la sociedad y la política españolas, que entró en el siglo XX en pleno proceso de cambio. Los proyectos de regeneración y reforma, surgidos en los ámbitos más variados, se proyectaban sobre un país más complejo y conflictivo, camino de la modernidad. En Bilbao: Sala Fundación BBVA (Plaza de San Nicolás, 4). De 30 de abril al 2 de junio de 2002. Horario: de lunes a sábados, de 11,00 a 14,00 y de 17,00 a 20,00 horas. Domingo, de 11,00 a 14,00 horas. Festivos cerrado. Tel. 94 487 56 22 Si desea más información, puede ponerse en contacto los Departamentos de Comunicación de la Fundación BBVA: (91 374 67 97 o 94 487 44 79 y del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte: (91 7017242)