Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 TEMA 9 LA CORONA. LAS FUNCIONES DEL REY EN LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978. EL REFRENDO. LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA EN EL ESTADO SOCIAL Y DEMOCRÁTICO DE DERECHO.- 1. LA CORONA. 1.1. INTRODUCCIÓN. 1.2. SIGNIFICACIÓN DE LA CORONA EN LA CE DE 1978. 1.3. LA SUCESIÓN. 1.4. LA REGENCIA. 1.5. LA TUTELA DEL REY MENOR. 2. LAS FUNCIONES DEL REY EN LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978. 2.1. FUNCIONES GENERALES. 2.2. FUNCIONES ESPECÍFICAS. 2.1.1. Funciones en relación con el Gobierno. 2.1.2. Funciones en relación con Las Cortes Generales. 2.1.3. Funciones en relación con el Poder Judicial. 2.1.4. Funciones en relación con el Tribunal Constitucional. 2.1.5. Funciones en relación con las Comunidades Autónomas. 2.3. EL REFRENDO. 3. LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA EN EL ESTADO SOCIAL Y DEMOCRÁTICO DE DERECHO. 3.1. EVOLUCIÓN Y CONCEPTO. 3.2. FORMA POLÍTICA DE ESTADO. 3.3. LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA EN EL ESTADO SOCIAL Y DEMOCRÁTICO DE DERECHO. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 1 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 1. LA CORONA. 1.1. INTRODUCCIÓN El término Corona está tomado del constitucionalismo comparado, en el cuál, es utilizado en un doble sentido, amplio y estricto. En un sentido amplio, García Pelayo considera que la Corona, tomada en su significación general, es la forma de la unidad jurídico-político británica. La Corona, aclara el mismo autor, tiene cierta homología con la idea continental del Estado, y ha venido a ser para Gran Bretaña, entre otras cosas, las siguientes: la unidad frente al pluralismo de poderes; un centro de imputación de actos; el soporte de la personalidad jurídica del Estado; el factor de la continuidad del régimen; la encarnación visible de la comunidad política, no ya inglesa, sino británica, es decir, comprendiendo los dominios de ultramar. Como afirma Sánchez Agesta, la interpretación común de la Corona inglesa es la de un símbolo de la unidad de los órganos del Estado mismo. Es una forma popular de expresar la unidad del Estado y de su poder, dentro de la pluralidad de funciones que se atribuyen a órganos diferenciados, pero que cooperan entre sí. Más precisamente, es un conjunto de prerrogativas y funciones que son ejercidas por varios órganos, y entre los que el Rey es el órgano más relevante y representativo. Por eso, se agrupan como facultades de la Corona las que ejerce el Gobierno en su nombre y los mismos actos de los órganos legislativos, e, incluso, se refiere a la Corona, o al Rey, como su representante, la administración de la justicia, y específicamente el derecho de gracia, como un recuerdo histórico del sentido original de la soberanía como facultad de aplicar criterios de equidad en circunstancias excepcionales. Por el contrario, y como afirma Jorge de Esteban, en las restantes monarquías europeas, se da una evolución en la regulación de la Corona, que ya no es una persona jurídica, sino un órgano constitucional al que se atribuye, entre otras funciones, el poder ejecutivo. En la fase histórica en que se redactaron originariamente las Constituciones monárquicas europeas que aún sobreviven, se consideraba al Rey como el titular natural del poder ejecutivo: los Ministros eran «ministros de la Corona» y, al desarrollarse el Gobierno como el conjunto de los Ministros, «se siguió considerando al Gobierno casi incontestablemente como un órgano monárquico, y como tal fue y quedó inconcebible sin la influencia y participación de la Corona en su composición y duración». La evolución del parlamentarismo monárquico europeo (que confiere la dirección efectiva del ejecutivo a un primer ministro o jefe de Gobierno) no ha variado, en muchos casos, la fórmula jurídico-constitucional originaria, incluso, hay que indicar que se atribuyen al Rey capacidades de orden legislativo, al colaborar con el Parlamento en la elaboración de las leyes. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 2 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 La concepción de la Corona en España no responde a ninguno de los dos modelos aludidos, no se da, sin duda, la «personalidad jurídica» de la Corona al modo británico, ya que la Corona se configura como órgano del Estado (el Rey es el Jefe del Estado). Pero además, se atribuyen a la Corona funciones específicas que la diferencian, claramente, de los órganos encargados de ejercitar las funciones ejecutiva, legislativa y judicial. 1.2. SIGNIFICACIÓN DE LA CORONA EN LA CE DE 1978 En nuestra vigente Constitución Española, la Corona posee un significado radicalmente distinto, y ya no se refiere a uno de los poderes clásicos del Estado, sino a un órgano institucionalizado del mismo, cuyo titular, además de ser Jefe del Estado, aparece como un poder moderador, claramente diferenciado de los otros poderes estatales y al que se le atribuyen funciones propias. La Corona, por tanto, considerada como un órgano del Estado, implica que su titular debe ejercer única y expresamente las competencias que le reconocen la CE y las leyes; pero además, al ser un órgano institucionalizado, esto es, al tratarse de una institución, abarca también algo más de lo que se refiere exclusivamente a su titular. Además, la CE proclama en su art. 1.3, entre los principios constitucionales y dotados de la especial protección que deriva del art. 168, que la Monarquía Parlamentaria es la forma política del Estado. Como indica Menéndez Rexach, la Monarquía Parlamentaria es un producto histórico, resultado de una evolución que permitió acomodar la Monarquía, primero, con el liberalismo, y, después, con la democracia. El resultado es que: El Rey ya no es soberano, lo es el pueblo. El Rey no legisla, lo hace el Parlamento. El Rey no gobierna, lo hace, bajo su exclusiva responsabilidad, el Ejecutivo, con la única confianza del Parlamento. Por tanto, la Monarquía Parlamentaria supone la conciliación entre la Monarquía (que exige sucesión hereditaria e irresponsabilidad regia) y la democracia (que, por su parte, requiere soberanía popular, emanación democrática del Derecho y responsabilidad de los poderes públicos). De esta forma, la Monarquía, cuyo origen representa el único eslabón que enlaza el nuevo Estado democrático con el Estado franquista anterior, aparece como una caracterización esencial de la forma de Gobierno (no de Estado), que adquiere legitimación democrática desde que es refrendada por la voluntad del pueblo; y cuyos poderes son más simbólicos y moderadores que efectivos y ejecutivos (a diferencia de la Monarquía diseñada por las Leyes Fundamentales del franquismo). Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 3 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 Antes de analizar las atribuciones y competencias de la Corona conviene hacer mención a la regulación constitucional de aspectos fundamentales, como la sucesión, la regencia y tutela del Rey menor. 1.3. LA SUCESIÓN Nuestra Constitución regula la sucesión en el art.57, de acuerdo con el Derecho tradicional histórico (Partidas, Ordenamiento de Alcalá). La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos. El sistema se articula en varios puntos: Preferencia de la línea directa (ascendentes-descendentes) sobre la línea colateral. Preferencia de hijos varones sobre las mujeres. En el mismo sexo preferencia del mayor sobre el menor. Principio de representación, es decir, los hijos del heredero premuerto tiene preferencia en la línea sucesoria a los demás hijos del Rey. Extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho, las Cortes Generales proveerán a la sucesión en la Corona en la forma que más convenga a los intereses de España (art.57.3) Aquellas personas que, teniendo derecho a la sucesión en el trono, contrajeren matrimonio contra la expresa prohibición del Rey y de las Cortes Generales, quedarán excluidas en la sucesión a la Corona por sí y sus descendientes (art.57.4). Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica (art. 57.5). La preferencia del varón sobre la mujer, a la que alude el art. 57.1, es una reminiscencia de la Ley sálica que supone una quiebra del principio constitucional de igualdad. En los últimos tiempos, se ha suscitado el debate de la posibilidad de reformar, o bien abolir, este precepto, en cuyo caso, habría de hacerse al final de la legislatura, ya que, para ello, ha de seguirse el procedimiento agravado del art.168, que incluye la disolución de las Cámaras. (Algunos autores han expresado la duda de qué ocurriría en caso de que, en el transcurso de ese tiempo, los Príncipes de Asturias tuviesen otro hijo varón. A nuestro juicio, no existe problema alguno, porque “el Constituyente todo lo puede”. Así, podría indicarse en esa reforma, por ejemplo, que, desde los sucesores del actual Príncipe de Asturias, no existirá preferencia del varón en la sucesión). Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 4 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 En cuanto a la designación de Don Juan Carlos I, hay que reconocer que su fundamento no se encuentra únicamente en la normativa del régimen anterior, conforme al cual fue proclamado Rey en noviembre de 1975, sino que encuentra su legitimación, tanto en el respeto a una tradición histórica centenaria, después de que, en 14 de mayo de 1977, su Alteza Real, el Conde de Barcelona, renunciase a sus derechos dinásticos como heredero de su padre, Don Alfonso XIII, en favor de Don Juan Carlos, como en la legitimación democrática reflejada en el referéndum de la Constitución celebrado el 6 de diciembre de 1978. 1.4. LA REGENCIA Se regula en el artículo 59 CE. Cuando el Rey fuere menor de edad, el padre o la madre del Rey y, en su defecto, el pariente mayor de edad más próximo a suceder en la Corona, según el orden establecido en la Constitución, entrará a ejercer inmediatamente la Regencia y la ejercerá durante el tiempo de la minoría de edad del Rey.(Regencia legítima). Si el Rey se inhabilitare para el ejercicio de su autoridad, y la imposibilidad fuere reconocida por las Cortes Generales, entrará a ejercer inmediatamente la Regencia el Príncipe heredero de la Corona, si fuere mayor de edad. Si no lo fuere, se procederá de la manera prevista en el apartado anterior, hasta que el Príncipe heredero alcance la mayoría de edad. (Regencia legítima). Si no hubiere ninguna persona a quien corresponda la Regencia, ésta será nombrada por las Cortes Generales, y se compondrá de una, tres, o cinco personas. (Regencia dativa). Para ejercer la Regencia es preciso ser español y mayor de edad. La Regencia se ejercerá por mandato constitucional y siempre en nombre del Rey. El Regente prestará ante las Cortes Generales el mismo juramento que el Rey, y, además, el de fidelidad al Monarca conforme al artículo 61.2 CE. En cuanto a las funciones de la Regencia, la Constitución no hace ninguna referencia, dando por entendido que serán las mismas que las del Rey. En el caso de Regencia de más de una persona, procedería un desarrollo legal para la fijación de esas funciones. La duración de la Regencia será hasta la mayoría de edad del Rey menor o hasta el fin de la inhabilitación del Rey. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 5 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 Como ejemplos de Regencia en nuestra historia, hay que destacar la de María Cristina de Nápoles, mujer de Fernando VII, hasta la mayoría de edad de su hija Isabel II y la larga regencia de María Cristina de Habsburgo hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII, hijo póstumo de Alfonso XII. 1.5 LA TUTELA DEL REY MENOR La tutela del Rey menor es un mecanismo que actúa en aquellos casos en los que el Rey es menor de edad; es decir, en aquellos casos en los que accede al Trono una persona que, teniendo derecho a la Sucesión, es, en esos momentos, menor de edad. No debemos confundirla con la Regencia, pues mientras la tutela solo actúa en el ámbito de la esfera jurídica privada de la persona del Rey, la Regencia constituye un método de ejercicio de la Corona en nombre del Rey. Su regulación la encontramos en el artículo 60 de la Constitución española de 1978. En primer lugar, será tutor del Rey menor la persona que en su testamento hubiese nombrado el Rey difunto, siempre que sea mayor de edad y español de nacimiento. En caso de que el Rey difunto no lo hubiese nombrado, será tutor el padre o la madre, mientras permanezcan viudos. Por último, y en defecto del anterior, lo nombrarán las Cortes Generales No podrán acumularse los cargos de Regente y de tutor sino en el padre, madre o ascendientes directos del Rey. El ejercicio de la tutela es también incompatible con el de todo cargo o representación política. 2. LAS FUNCIONES DEL REY EN LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978. La posición constitucional del Rey queda definida en el conjunto de funciones que desempeña en relación con otros órganos e instituciones del Estado. En ese sentido se pueden diferenciar unas funciones generales y unas funciones específicas. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 6 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 2.1. FUNCIONES GENERALES Las funciones generales del Rey están enumeradas en el artículo 56.1 de la Constitución, según el cuál, el Rey es símbolo de la unidad y permanencia del Estado, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones y asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales. 1. Símbolo de la unidad y permanencia del Estado. Se podría realizar una reflexión teórica más allá del Derecho positivo sobre el carácter simbólico del Rey, pues el término «símbolo» tiene una profunda carga filosófica. En ese sentido, el Rey cumple una importante función integradora de la vida política y de su continuidad, que se manifiesta principalmente de dos modos: Como símbolo de unidad; el Rey participa o se refieren a él todas las actuaciones de los órganos constitucionales del Estado. Por eso, por ejemplo, nombra y cesa a los miembros del Gobierno y de otros órganos constitucionales, sanciona y promulga las leyes o la justicia se administra «en nombre del Rey» (art. 117.1 CE). Como símbolo de permanencia; el Rey se identifica con la continuidad histórica de España y, por tanto, con sus intereses permanentes por encima de las disputas políticas partidistas. Por eso, según justifican los defensores de la institución, la monarquía es hereditaria (art. 57 CE), pues permite la provisión de su titular al margen de la lucha de los partidos políticos. 2. Arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones. No es fácil diferenciar esas funciones de arbitraje y moderación, y por ello la doctrina suele entender que son términos prácticamente equivalentes. Además, como señala Sánchez Agesta, es una «zona de sombras», en cuanto se concreta en facultades en relación con otros órganos del Estado, que realiza personalmente el Rey, pero de cuyo ejercicio es responsable quien las refrenda. Por ejemplo, la disolución anticipada de las Cortes, función de arbitraje típica entre Cortes y Gobierno, corresponde ciertamente al Rey, pero a propuesta del Presidente del Gobierno y bajo su exclusiva responsabilidad (art. 115.1 CE). Es decir, se puede dudar razonablemente de si, desde el punto de vista jurídico, el Rey dispone de facultades concretas para llevar a cabo su función de arbitraje y moderación, más allá de su autoridad e influencia personales. O puede también defenderse que, de esa función general, podrían derivarse algunas de las facultades implícitas a que nos referiremos más adelante. 3. Asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales. Esta es una función propia de un Jefe de Estado y consecuencia del carácter simbólico de representación de la unidad y permanencia del aquél, manifestado en el plano de las relaciones con otros Estados u organizaciones, pero al máximo nivel, pues no excluye otros tipos de representación inferior (ministros, embajadores, etc.). Esta función se proyecta en facultades concretas, como las de acreditar y recibir a los embajadores y otros representantes diplomáticos y manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medio de tratados (art. 63.1 y 2 CE). Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 7 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 La Constitución ha añadido en su artículo 56.1, en virtud de una enmienda introducida en el Senado, un párrafo conforme al cual esta función de representación internacional del Rey lo es «especialmente con las naciones de su comunidad histórica». Esta referencia tiene el valor emotivo que justifica constitucionalmente alguna especialidad de las relaciones políticas españolas con esas naciones (se trataría principalmente de los países iberoamericanos), pero no se traduce en una acción efectiva personal del Rey, independiente del refrendo. 2.2. FUNCIONES ESPECÍFICAS Se trata de funciones efectivas, que realiza personalmente el Rey, pero con la participación de otros órganos, autores materiales de los actos en que se concretan a través del refrendo, y que son responsables de la actuación del Rey. Por esa razón, parece conveniente estudiar las funciones del Rey según la mayor relación que suponga con los diferentes órganos del Estado. 2.1.1. Funciones en relación con el Gobierno. Tradicionalmente, el Rey era el titular del poder ejecutivo aunque, de hecho, se ejerciera por el Gobierno, figura a veces desconocida en las Constituciones. La Constitución de 1978, recuerda Sánchez Agesta, ha cortado deliberadamente toda identificación del Rey con el poder ejecutivo, para pasar a ser el órgano moderador y representante del Estado, lo que ha modulado toda relación del Rey con el Gobierno. 1. Nombramiento y cese del Gobierno [arts. 62.d) y e), 99, 100 y 113 CE]. Se distingue entre el nombramiento del Presidente del Gobierno ordinario o extraordinario, es decir, tras las elecciones generales o como consecuencia de una moción de censura. 2. Derecho a «ser informado de los asuntos de Estado» [art. 62.g) CE] Se trata de una prerrogativa de tradición inglesa que permite al Rey ejercer sus facultades de influencia y consejo. En principio, esa información está limitada a la relación con el Presidente del Gobierno, por tanto, no habría, como norma general, «despacho» con los Ministros. Esa información ha de versar sobre «asuntos de Estado», es decir, los temas de trascendencia nacional puesto que el Rey está por encima de problemas políticos concretos o de asuntos que afectan a la política de partido, pero, en la práctica, esa información es muy amplia. 3. Derecho a presidir, a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros, cuando lo estime oportuno, a petición del Presidente del Gobierno [art. 62.g) CE]. Estamos ante la excepción a la norma general de la presidencia del Consejo de Ministros por el Presidente del Gobierno, pero con efectos puramente de recibir Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 8 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 información. Lógicamente, en esas sesiones el Rey puede animar, advertir o aconsejar, pero no tomar parte en las deliberaciones y acuerdos. 4. Facultad de expedir los decretos acordados en el Consejo de Ministros [art. 62.f) CE]. Con un término procedente de la Constitución de 1876, supone una forma de participación del Rey en la función ejecutiva que corresponde al Gobierno. Lógicamente, se incluyen los decretos legislativos y los decretos-leyes. 5. Facultad de conferir los empleos civiles y militares [art. 62.f) CE] Esta facultad no tiene alcance general, pues se limita a aquellos cargos que, de acuerdo con la legalidad vigente, precisan de un decreto acordado en Consejo de Ministros, lo que sucede en la Administración civil para los cargos que tengan, al menos, rango de Director General, y, para la Administración militar, los de General. 6. Facultades respecto a las relaciones internacionales (art. 63 CE). Corresponde al Rey en este orden: Acreditar y recibir a los embajadores y otros representantes diplomáticos (art. 63.1). Manifestar el consentimiento del Estado para obligarse internacionalmente por medio de tratados, de conformidad con la Constitución y las leyes (art. 63.2). Declarar la guerra y hacer la paz, previa autorización de las Cortes Generales (art. 63.3). El Rey tampoco tiene en esta materia margen de discrecionalidad, pues corresponde la iniciativa al Gobierno (art. 97) y la autorización a las Cortes Generales. 7. Mando supremo de las Fuerzas Armadas [art. 62.h) CE]. Esta facultad del Rey, conectada con las funciones que el artículo 8 CE atribuye a las Fuerzas Armadas por encima de las interpretaciones políticas, ha de ser compatible con las facultades del Gobierno que refrenda y al que el artículo 97 CE atribuye la dirección de la Administración militar y la defensa del Estado. 2.1.2. Funciones en relación con Las Cortes Generales. Le corresponden al Rey las siguientes facultades: 1. Convocatoria de elecciones a Cortes Generales [art. 62.b) CE] Dicha convocatoria se realiza mediante Real Decreto, expedido con el refrendo del Presidente del Gobierno, a propuesta del mismo y bajo su exclusiva responsabilidad y previa deliberación del Consejo de Ministros (art. 167.1 y 2 LOREG). El Presidente del Congreso de los Diputados refrenda la convocatoria de las elecciones en el supuesto previsto en el artículo 99.5 CE (art. 167.4 LOREG). 2. Convocatoria de las Cortes Generales [art. 62.b) CE] No se trata de la convocatoria ordinaria, que corresponde al Presidente de la Cámara respectiva, sino la primera convocatoria tras la celebración de elecciones generales (art. 68.6 CE). Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 9 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 3. Disolución de las Cortes Generales [art. 62.b) CE] Son posibles varios tipos de disolución: a) Supuesto del artículo 99 CE. Se trata de una disolución automática, pues si, transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras, con el refrendo del Presidente del Congreso (art. 99.5 CE). b) Supuesto del artículo 115 CE. En el caso de la disolución anticipada, el Rey decreta la disolución del Congreso, del Senado o de las Cortes Generales, a propuesta del Presidente del Gobierno, previa deliberación del Consejo de Ministros, y bajo su exclusiva responsabilidad, refrendando el correspondiente decreto de disolución (art. 115.1 CE). c) Supuesto del artículo 168.1 CE. Cuando se propusiere la revisión total de la Constitución o una parcial que afecte al Título preliminar, al Capítulo II, Sección 1a del Título Primero, o al Título Segundo, se procederá a la aprobación del principio por mayoría de dos tercios de cada Cámara, y a la disolución inmediata de las Cortes. 4. Sanción y promulgación de las leyes [art. 62.a) CE] Parece tratarse de un acto debido, pues según el artículo 91, el Rey sancionará, en el plazo de quince días, las leyes aprobadas por las Cortes Generales, y las promulgará y ordenará su inmediata publicación. 5. Convocatoria de los referendos [art. 62.c) CE]. En concreto se refiere esta facultad regia a la convocatoria de los referendos constituyente (arts. 167.3 y 168.3), el político o consultivo (art. 92), y los de iniciativa autonómica y aprobación y reforma de los Estatutos de autonomía plena (arts. 151 y 152.2). La convocatoria se realiza por el Rey, mediante Real Decreto acordado en Consejo de Ministros y refrendado por su Presidente (art. 2.3 LO 2/1980, de 18 de enero, sobre regulación de las distintas modalidades de referéndum). 2.1.3. Funciones en relación con el Poder Judicial. Le corresponde al Rey: 1. Relación simbólica de carácter pasivo La justicia se administra «en nombre del Rey» (art. 117.1 CE), lo que alude al carácter público de la justicia, dada la condición del Rey de símbolo de la unidad del Estado, al tiempo que supone un recuerdo histórico de la época en que los soberanos eran titulares efectivos de la administración de justicia. 2. Nombramiento del Presidente y de los miembros del Consejo General del Poder Judicial (arts. 122.3 y 123.2 CE) 3. Nombramiento del Fiscal General del Estado El citado nombramiento se efectúa a propuesta del Gobierno, oído previamente el Consejo General del Poder Judicial (arts. 124.4 CE y 29 Ley 50/1981, de 30 de diciembre, por la que se regula el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal). Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 10 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 4. Derecho de gracia [art. 62.i) CE] Esta facultad, que se ejerce en los términos de la Ley de 18 de junio de 1870, reguladora del derecho de gracia, modificada por la Ley 1/1988, de 14 de enero, ha perdido el valor emotivo que suponía la pena de muerte. En la actualidad se concreta en la facultad de conceder amnistías e indultos, con los límites que señala la Constitución. En efecto, en primer término quedan prohibidos los indultos generales [art. 62.i) CE], y en segundo lugar, la prerrogativa real de gracia no es aplicable en los casos de responsabilidad penal del Presidente y de los demás miembros del Gobierno (art. 102.3 CE). 2.1.4. Funciones en relación con el Tribunal Constitucional. Corresponde al Rey el nombramiento de los Magistrados del Tribunal Constitucional y de su Presidente (arts. 159.1 y 160 CE). 2.1.5. Funciones en relación con las Comunidades Autónomas. Además de los actos de otros órganos del Estado (por ejemplo la sanción y promulgación de las leyes orgánicas de aprobación y reforma de los Estatutos de autonomía, o de cualesquiera otras leyes en relación con las Comunidades Autónomas) se pueden citar. 1. Convocatoria de los referendos, concretamente los de iniciativa autonómica y de aprobación de reforma de los Estatutos de autonomía plena [arts. 62.c), 151 y 152.2 CE]. 2. Nombramiento del Presidente de las Comunidades Autónomas (art. 152.1 CE), previamente elegido por la Asamblea Legislativa correspondiente, y con el refrendo del Presidente del Gobierno (STC 5/1987, de 27 de enero, de la cuál se hablará más adelante). 3. Promulgación de las leyes de las Comunidades Autónomas por el Presidente de la Comunidad Autónoma «en nombre del Rey», según disponen los diferentes Estatutos de autonomía. La razón es simplemente la integración del ordenamiento jurídico de las Comunidades Autónomas en el del Estado, cuya unidad simboliza el Rey. 2.3. EL REFRENDO La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Tal y como se ha expuesto anteriormente, sus actos tienen que estar siempre refrendados, careciendo de validez sin el mismo. La necesidad de que los actos del Rey sean siempre refrendados; es decir, autorizados o confirmados por otro órgano constitucional, normalmente el Presidente del Gobierno o los Ministros, es una regla tradicional del constitucionalismo, como exención de la responsabilidad del monarca. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 11 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 El refrendo surge como un límite a las facultades del monarca, de tal forma que se autentifican sus actos y se asume la responsabilidad que le hubiera correspondido. La responsabilidad del refrendante se extiende tanto a la regularidad formal del acto como a su contenido. En concreto, serían objeto de refrendo los actos que el Rey realiza como titular de la Jefatura del Estado, exceptuando por tanto, los correspondientes a su vida privada, como son los actos relativos a la administración de su propio patrimonio. Fuera de ese ámbito privado, el refrendo es siempre exigible, sin más salvedad que aquéllos que el Rey lleve a cabo para la distribución de la cantidad global que anualmente recibe de los presupuestos del Estado para el sostenimiento de su familia y para el nombramiento de los miembros civiles y militares de su casa. La forma típica del refrendo es la contrafirma de los actos del Jefe del Estado por parte del refrendante; pero hay otras formas: Refrendo tácito: Consiste en la presencia de los ministros junto al Jefe del Estado en sus actividades oficiales (ceremonias, discursos, viajes o entrevistas) que implica la correspondiente asunción de responsabilidad. Refrendo presunto: Es una presunción general de que el Gobierno cubre con su responsabilidad la actuación del Jefe del Estado, a no ser que dimita en discrepancia con ella. La titularidad del refrendo se le atribuye al Presidente del Gobierno, a los Ministros y al Presidente del Congreso de los Diputados. El poder de los Ministros viene limitado por su propia competencia, de tal manera que les corresponde refrendar los Reales Decretos que cada uno haya propuesto al Consejo de Ministros. El refrendo del Presidente del Congreso sólo es posible en los casos expresamente previstos (artículo 99 CE), que son la propuesta del candidato y nombramiento del Presidente del Gobierno, y la disolución de las Cortes Generales, si ningún candidato hubiera sido investido pasados dos meses desde la primera votación de investidura. En cuanto a su naturaleza jurídica, resulta claramente definida en el artículo 56.3 CE, tratándose de una condición para la validez de los actos del Rey, y su ausencia determina la nulidad de dichos actos. El refrendo es un control entre el Gobierno y la Jefatura del Estado neutral y separada tanto del poder legislativo como del ejecutivo. Es un control cuya función primordial es compensar la inviolabilidad del Rey. De tal modo, el principal efecto es el traslado de la responsabilidad por el acto del rey al titular legitimado para prestarlo. Un acto sin refrendo es un acto carente de validez, es un acto nulo. El refrendo ha sido objeto de polémica constitucional. La sentencia del Tribunal Constitucional 5/1987 de 27 de enero declaró inconstitucional la previsión de la ley de Gobierno vasca que establecía que el Real Decreto de nombramiento del lehendakari electo debía ser refrendada por el presidente del parlamento autonómico, lo que era contrario a los arts. 56.3 y 64.1 CE, en los que se establece que dicha facultad corresponde al Presidente del Gobierno de la nación. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 12 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 La citada sentencia 5/1987 resulta especialmente importante para la interpretación de cuestiones básicas relativas a la Monarquía, tales como la definición del rey como símbolo de la unidad y permanencia del Estado, los sujetos y la naturaleza del refrendo, así como su integración en la esfera institucional de las Comunidades Autónomas. 3. LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA DEMOCRÁTICO DE DERECHO. EN EL ESTADO SOCIAL Y El artículo 1.3 de nuestra Constitución dice: «la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria».La problemática fundamental del precepto afecta a dos órdenes de cuestiones: en primer lugar, a la forma política del Estado, donde parece contemplarse una confusión entre las formas de Estado y las formas de gobierno, y, en segundo lugar, la cuestión referente a la Monarquía parlamentaria, que hace necesario efectuar una serie de consideraciones sobre las distintas formas históricas que la Monarquía ha revestido, así como sobre el proceso de instauración de la actual Monarquía española y los rasgos esenciales de lo que es un sistema de Gobierno parlamentario. 3.1. EVOLUCIÓN Y CONCEPTO. Dejando de lado precedentes anteriores al siglo XVI (en la Edad Media y, conforme al régimen feudal, los perfiles de definición del Rey frente a otros grandes señores feudales no son siempre fáciles), podemos distinguir históricamente tres grandes tipos de regímenes monárquicos, que suelen conocerse con los nombres de Monarquía absoluta, Monarquía constitucional y Monarquía parlamentaria. La Monarquía absoluta, que se hace coincidir con la desaparición del régimen feudal y el nacimiento de la Edad Moderna, se caracteriza por una aglutinación de todos los poderes del Estado en la persona del Rey, el cual, se hace titular de la soberanía, definida ésta según la conocida frase de Bodino como «poder supremo sobre los ciudadanos y súbditos, no sometido a las Leyes». El poder del Rey es perpetuo, ilimitado, incondicionado, inalienable e imprescriptible. No está sometido a las leyes porque se considera que el soberano es la fuente del derecho. El soberano no puede obligarse a sí mismo ni obligar a sus sucesores, ni puede ser hecho legalmente responsable ante sus súbditos. El atributo primario de la soberanía es el poder dar por sí leyes a los ciudadanos tanto colectiva como individualmente; los demás atributos (declarar la guerra y concluir la paz, designar magistrados y funcionarios, establecer tributos, acuñar moneda, etc.) son consecuencia de la posición del Rey soberano como Jefe jurídico del Estado. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 13 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 La Monarquía absoluta que hemos descrito es el régimen imperante en Europa en los siglos XVI, XVII y XVIII, pero va a ser sustituida desde finales de este último por la llamada Monarquía constitucional o Monarquía limitada, cuyo rasgo más característico es que el poder del Rey va a dejar de ser omnímodo, para pasar a estar limitado por una Constitución que le priva (en mayor o menor medida, según los distintos tipos de monarquía constitucional) de la potestad legislativa, que pasa a ser ejercida por las Cortes o Parlamento, y que reconoce, frente a su actuación, y en general, frente a la actuación de los poderes públicos, una serie de derechos, y parlamentaria (en la que el poder ejecutivo, en la práctica, es ejercido por un Gobierno responsable ante el Parlamento, que, a su vez, ejerce la función legislativa). En este último caso, Parlamento, Gobierno y jueces, se configuran como auténticos centros de poder, mientras que, el Rey, se convierte en una figura casi honorífica (el Rey reina pero no gobierna). 3.2. LA FORMA POLÍTICA DE ESTADO. La mayor parte de la doctrina ha criticado la consideración de la Monarquía parlamentaria como forma política del Estado, ya que con esta configuración parecen yuxtaponerse, desde la perspectiva doctrinal contemporánea, las formas de Estado, las formas de gobierno y los sistemas de gobierno. En efecto, cabe preguntarse si la Monarquía es una forma de gobierno o una forma de Estado, como propugna el citado precepto. Sin embargo, A. Torres del Moral apunta que la cuestión es más académica que sustancial. Señala M. Aragón que, sólo tomando Estado en sentido amplio y gobierno en sentido restringido, se puede decir, con Bodino, que las formas de Estado se identifican con la soberanía. Y entendidos así, la Monarquía sólo puede ser forma de Estado cuando se identifica con la Monarquía absoluta. A medida que la Monarquía va dejando paso al principio democrático, va pasando de ser una forma de Estado a ser una forma de gobierno, pues, en efecto, los Monarcas retienen el poder ejecutivo. Pero también este último fue desplazado del protagonismo monárquico por el principio democrático. Por esta línea de consideraciones, lo que se desprende, según López Guerra, es que la Monarquía es hoy una forma de Jefatura de Estado, porque, por formas de gobierno, suele aludirse al sistema de relaciones que pueden establecerse entre los diversos órganos constitucionales del Estado. A su vez, dentro de las formas de gobierno, cabe efectuar una distinción entre lo que serían los sistemas de gobierno (parlamentario, presidencial y de asamblea) y las formas de gobierno stricto sensu, que afectaría al carácter electivo o no de la suprema magistratura del Estado, esto es, a la distinción entre Monarquía y República. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 14 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 Las formas de Estado hacen alusión al sistema de relaciones que se pueden producir entre los elementos constitutivos del Estado (territorio, pueblo y poder). Dentro de ellas podría hablarse de formas jurídicas del Estado, que afectan a la distribución territorial del Poder político (Estado unitario, federal, y regional) y, de formas políticas de Estado, que apuntan a las relaciones entre los dos términos de la relación política, gobernantes y gobernados, es decir, a la noción de sistema y régimen políticos. Dentro de estas últimas, y prescindiendo de otras formas históricas políticas de Estado, como pudieran ser el Estado patrimonial o el Estado policía, hay que considerar, en la actualidad, el Estado democrático liberal y sus transformaciones, el Estado autoritario y el marxista. Como puede apreciarse, desde este planteamiento, la Monarquía parlamentaria no admite la consideración de forma política de Estado, ya que ésta se encontraría fundamentalmente definida en el artículo 1.1 de nuestra Constitución, y en su consideración de forma jurídica de Estado, en el artículo 2. y demás preceptos concordantes. Y es que la Monarquía, sin adjetivaciones, sería una forma de gobierno en sentido estricto, y, en su consideración de Monarquía parlamentaria, sería un sistema de gobierno. Las razones de esta formulación se han querido hallar en varias explicaciones. Primero, en la influencia que tuvieron diversos autores en la misma, autores que abogaban desde hacía tiempo por ella (Conde, 0llero, Fraga, Fernández Miranda, Jiménez de Parga, etc.). En segundo lugar, el considerar que la fórmula «forma política» engloba tanto a la forma de Estado como a la de gobierno, considerando como forma política a la Monarquía parlamentaria. Una última explicación consiste en basar la fórmula en el grado de apreciación del papel desarrollado por el Monarca en la transición política. Para M. Aragón, el concepto encierra dos enunciados perfectamente discernibles: uno de carácter político y otro de carácter jurídico. El primero enuncia la forma política del Estado o, mejor dicho, la forma de Estado desde el punto de vista político; el segundo enuncia la forma de gobierno, con indudable trascendencia jurídica. Del primer enunciado se derivan funciones latentes y políticas, del segundo, funciones manifiestas y jurídicas, es decir, del primero, influencia, y del segundo, competencia. En realidad, como hemos dicho, la cuestión parece más terminológica que materialmente importante, y así lo subrayan Torres del Moral y Álvarez Conde. Más importancia tiene el calificativo de parlamentaria que se predica de la Monarquía. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 15 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 3.3. LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA DEMOCRÁTICO DE DERECHO. EN EL ESTADO SOCIAL Y Consideraciones aparte de la propia evolución de los conceptos Estado social y democrático de derecho, objeto de estudio en otro tema, la constitucionalización de la Monarquía parlamentaria es una de las novedades de nuestra Carta Magna. El adjetivo «parlamentaria» supone la traslación del poder de decisión política del Monarca al Parlamento. Siguiendo a Álvarez Conde, la idea de Monarquía parlamentaria implica al menos dos premisas: El abandono total del principio monárquico, en cuanto corresponde al Monarca la potestad de expresar la voluntad del Estado y de ejercer los poderes públicos que, pese a sus modernas formulaciones, no puede olvidar su entronque con la teoría del origen divino del poder. La falta de adecuación al momento presente, que supone la consideración del Monarca como un poder moderador, ya que ello implicaría la existencia de poderes residuales a favor de éste, lo cual no es propio de una Monarquía parlamentaria. Señala Basile que, aunque la institución monárquica es la única fuera del principio democrático, es conciliable con éste, no sólo por la legitimidad democrática que alcanza con el referéndum constitucional, sino también por el carácter simbólico formal de la Corona, que resulta del artículo 56 CE, según el cual: «El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regulador de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales y, especialmente, con las Naciones de nuestra comunidad histórica y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las Leyes». La Monarquía no puede ser democrática más que siendo parlamentaria. La Monarquía parlamentaria supone la última etapa en la evolución histórica de las Monarquías, como consecuencia de la introducción y desarrollo de los principios democráticos. Aquí, el Rey ya no conserva ningún poder de decisión, ya que el centro de la dirección estatal ha pasado a manos del Parlamento y, a través de éste, al Gobierno. En este sentido, hay que señalar que el establecimiento de las Monarquías parlamentarias no se ha producido por cambios en la estructura constitucional, sino por la acomodación de la Monarquía a un nuevo proceso democrático. En este proceso de racionalización, el Rey deja de ser soberano y se convierte en órgano del Estado, con los poderes que la Constitución la confiere. La soberanía, como hemos dicho, pertenece al pueblo, cuya organización política es el Estado, siendo el poder de la Corona, parte del poder del Estado. De esta configuración se deriva que los poderes del Monarca son poderes tasados, atribuidos por la Constitución y delimitados por ella. El resultado de este proceso de racionalización ha sido la regla y la plena constitucionalización de la figura del Rey, de modo que sus funciones quedan estrictamente limitadas a las que le atribuyen la Constitución y las leyes. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 16 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 Dentro del sistema parlamentario establecido, todas las funciones del Rey pueden ser consideradas como actos debidos, sin perjuicio de sus funciones coadyuvadoras a la estabilidad gubernamental y al funcionamiento regular de las instituciones. Autor: Raúl Galán Segovia. Tema 9. Página 17 de 18 Temario General de la ESTT - OEP 2011 Grupo de Materias Generales Elaborado en 2011 BIBLIOGRAFÍA Y LEGISLACIÓN. Constitución Española de 1978. Ley Orgánica 2/1980, de 18 de enero, sobre Regulación de las Distintas Modalidades de Referéndum. Sánchez Agesta, L. “Sistema político de la Constitución española de 1978: ensayo de un sistema: (diez lecciones sobre la Constitución de 1978)”. Editoriales de Derecho Reunidas, S.A., Madrid, Enero - 1993. García Pelayo, M. “Derecho constitucional comparado”. Alianza, Madrid, 1984 Álvarez Conde, E. “Curso de Derecho constitucional. El Estado Constitucional, el sistema de fuentes, los derechos y libertades” Tecnos, Madrid, 2003. De Esteban, J. “Las Constituciones de España”, Boletín Oficial del Estado, Madrid. Menéndez Rexach, A. “La Jefatura del Estado en el Derecho Público Español”, Madrid, 1979. Aragón Reyes, M. “Dos estudios sobre la Monarquía parlamentaria en la Constitución Española”, Cuadernos Civitas, Madrid, 1990. Aragón Reyes, M. “La Monarquía Parlamentaria”, en Predieri, A. y García de Entrerría, E., “La Constitución Española de 1978”, Civitas, Madrid, 1980. Torres del Moral, A. “Constitucionalismo histórico español”, U. Complutense de Madrid, Facultad de derecho, 2004. 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