UNIVERSIDAD ALAS PERUANAS Escuela Profesional de Obstetricia REFLEJOS Y FUNCIONES BÁSICAS DEL RECIÉN NACIDO (Para los alumnos de a Escuela Profesional de Obstetricia II Ciclo) REFLEJO DE MORO Un ruido fuerte, súbito o la sensación de caer hacen que el bebé estire las piernas, los brazos y los dedos, arquea la espalda e inclina la cabeza hacia atrás, en seguida repliega los brazos sobre el pecho con los puños cerrados. En la tercera fase del reflejo se emite un chillido leve. Duración: cuatro a seis meses. REFLEJO DE BABINSKI Cuando se le pasa suavemente la mano por la planta del pie desde el talón hasta el dedo gordo, levanta los dedos y voltea el pie hacia adentro. Duración: entre seis meses y dos años, después de este tiempo, recoge los dedos hacia abajo. REFLEJO DE BUSQUEDA Y SUCCION Si toca suavemente su mejilla, el bebé volteará la cabeza en dirección del estímulo con la boca abierta listo para succionar. Si coloca algún objeto en su boca, por ejemplo el seno materno, este lo succionará. Duración: tres o cuatro meses aunque puede persistir cuando el niño duerme. REFLEJO DE MARCHA Si le coloca en posición vertical sobre una mesa o sobre una superficie firme y plana, sostenido por las axilas, el bebé levanta primero una pierna y luego la otra como si quisiera dar unos pasos. Esto se observa mejor después del cuarto día de vida. Duración: variable pero generalmente un mes. REFLEJO DE PRENSION El bebé acostado mirando hacia adelante con los brazos doblados, si se le coloca el dedo índice en la palma de la mano cierra la mano tratando de agarrarlo. La fuerza de sostén de la mano de un bebé puede ser tan fuerte que puede sostener todo su peso. Duración: tres o cuatro meses. REFLEJO DE EXTENSION CRUZADA Estando acostado de espalda, el bebé toma una posición de esgrimista, la cabeza hacia un lado y el brazo y la pierna de ese lado extendido y los del lado contrario doblados. Duración: puede existir al nacimiento o aparecer a los dos meses y desaparece mas o menos a los seis meses. FUNCIONES BÁSICAS LACTANCIA MATERNA La alimentación del recién nacido se debe iniciar desde las 12 horas de vida, después de ofrecerle una o dos tomas de agua azucarada. Al bebé se le debe pegar al pecho cada 6 horas el primer día. Del segundo día en adelante se le dará pecho cada vez que él lo pida. Es muy importante ofrecerle exclusivamente el pecho ya que el principal estímulo para la producción de leche materna es la succión del niño. Salvo muy raras excepciones como enfermedades transmisibles que posea la madre (tuberculosis, por ejemplo) o complicaciones en el parto (hemorragias, infecciones); al niño se le debe dar siempre la leche materna. Las ventajas de la leche materna son: Siempre está lista, a la temperatura adecuada, libre de microbios y otros contaminantes que pueden estar presentes en los biberones. Tiene la formulación exacta que necesita el bebé en cada etapa de su crecimiento, pues va variando su composición según el bebé crece. Posee “inmunoglobulina” que protege al bebé de infecciones por virus o bacterias. Su costo es cero. La producción de leche materna en los primeros días es escasa y va aumentando poco a poco. Durante los primeros días no se producirá leche propiamente dicha, sino un líquido acuoso, poco espeso, pero muy rico en proteínas, llamado “calostro”. Al tercero o cuarto día, es que comienza la producción de la verdadera leche. Por ello los padres deben tener paciencia para evitar cambiar inmediatamente a la alimentación artificial con el pretexto de que la madre tiene escasa leche, además de que el pequeño se acostumbra a la alimentación al biberón por ser más cómodo y fácil. Antes de amamantar al niño la madre debe limpiarse los pezones con agua. Posteriormente se coloca al niño a un ángulo de 45 grados en relación con el eje del cuerpo materno. La madre toma el pezón entre sus dedos y presiona un poco la glándula. Se da de mamar entre 10 a 15 minutos por pecho. Cuando el niño termina de mamar, se le coloca erguido y se le dan palmaditas en la espalda con el objeto de que expulse del estómago el aire que se introduce al tragar. LOS RITMOS NEONATALES. El ritmo -aparición recurrente de un fenómeno a intervalos de tiempo concretos- está inscrito en la naturaleza. La vida es una superposición de ritmos: respiramos rítmicamente y nuestro corazón late con ritmo; caminamos con ritmo, el habla posee una cadencia rítmica... En último análisis, el pautado temporal que impregna tantas de las manifestaciones vitales tiene su asiento en nuestro sistema nervioso, el gran director de orquesta de nuestra vida corporal y psíquica. El S.N. funciona a base de pulsaciones (ciclos de carga/descarga eléctrica). Manifestaciones de estos microrritmos neuronales son el electroencefalograma, la locomoción, en alternancia de concentración/ relajamiento, sueño/vigilia, ciclos de atención, formas sociales de interacción, etc. El niño viene al mundo dotado de ritmos innatos, muy individualizados por cuanto son los que le impone su propio S.N. que aun no se ha estrenado frente a las estimulaciones medio-ambientales. El recién nacido es muy sensible a estas últimas: uno de los capítulos más trascendentales del desarrollo es el paulatino acoplamiento de los ritmos vitales innatos (alimentación, sueño/vigilia, defecación, etc.) a las pautas de crianza y educación que pugnan por ajustarlos a ritmos de naturaleza social (las horas de comida y descanso, la jornada escolar, entre otros.). Los primeros días de la vida suponen al recién nacido una reorganización de los ritmos fetales, al efecto de situarse en su nuevo y definitivo medio ambiente extrauterino. Hay una fase de desequilibrio, al principio, que se traduce en lloros, desazón y que reclama la intervención frecuente de la madre. Poco a poco debe emerger una organización que incorpora elementos del medio ambiente (una de las funciones básicas de todo organismo "bien montado" es la de autorregularse) y el niño empieza a asentar sus ritmos, es decir, ostenta una conducta relativamente previsible. Lic. Gustavo Waldo Zavala Garcia CPsP 10271