TEMA 6.- LA SINGULARIDAD ECOLÃ GICA DE LOS ESPACIOS LITORALES.

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TEMA 6.- LA SINGULARIDAD ECOLÃ GICA DE LOS ESPACIOS LITORALES.
La singularidad de estos espacios deriva obviamente de esa condición de espacios ribereños, es decir, de
constituir la porción del territorio en contacto con las aguas marinas. De esta posición de lÃ−mite, frontera
entre tierra, mar y aire, (litosfera, hidrosfera (salada y dulce) y atmósfera) deriva su singularidad.
• Factores Climáticos.
La importancia de los mares y océanos en la dinámica atmosférica es algo incuestionable, sin embargo,
centraremos nuestra atención sobre su influencia en determinados aspectos o elementos del clima.
• Temperaturas:
El papel de los océanos como reguladores térmicos es una condición que, salvo contadas excepciones, y
para latitudes medias y bajas, resulta incuestionable. AsÃ−, si en los ámbitos intertropicales la influencia
marÃ−tima se traduce en isotermÃ−a, recordemos la connotación “i” de dicha condición en la
clasificación climática de Köppen, en nuestras latitudes implica veranos frescos e inviernos suaves , por
lo general libres de heladas. Recordemos que rasgo distintivo entre las tierras interiores y las litorales es la
diferencia entre las respectivas amplitudes térmicas e incluso por los rangos de las oscilaciones térmicas
diarias.
Este es el primer rasgo que singulariza a los espacios litorales y, por consiguiente, a buena parte de las
especies habituales en los poblamientos vegetales tÃ−picamente litorales. Por definición, este espacio
serÃ−a el propio de las llamadas plantas estenotermas.
Pero, hasta donde alcanza esta influencia del mar en el régimen térmico que nos permita hablar de
comunidades o formaciones vegetales litorales. Si nos referimos a los pisos bioclimáticos definidos por
Rivas - MartÃ−nez, es el denominado termomediterráneo, el que mejor representa las condiciones propias
de régimen térmico de las tierras más próximas al mar:
Temperatura entre los 17 y 19º C.
Temperatura del mes más frÃ−o entre 5 y 10º C.
Temperatura del mes más cálido entre 14 y 18º C.
Algunas It oscilan entre los 360 y 470, It=(T+m+M)*10, indicar que cada piso puede subdividirse en tres
horizontes o niveles, solo para el termo se utilizan dos, unos y otros se definen a partir del Ã−ndice de
termicidad antes definido.
Termicomediterráneo, inferior 415 y 470
Superior 360 y 415
Algunas especies indican claramente este aspecto de las condiciones ecológicas, e incluso se definen
dominios de vegetación o comunidades calificadas de dominios de vegetación o comunidades calificadas
de termofitas por su sola presencia.
Destacan:
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• Palmito (Chamaeros humilis).
• Ginesto valencià (Osyris lanceolata).
• Lentisco (PistacÃ−a lentiscus).
• Bufera (Whitania frutescens).
• Rubia (Rubia peregrina ssp. Longifolia).
• Ginebre (Juniperus oxycedrus ssp. Macrocarpa).
• Savina (Juniperus phoenicea ssp. Turbinata).
• Mirta (Myrtus communis).
• Arto (Maytemus galensis ssp. Europaeus).
• Humedad:
Brumas y rocÃ−os, sobre todo estivales, junto a los efectos de la humedad de la brisa y maresÃ−a, determinan
un aporte extra de agua, aunque en ocasiones no exenta de cierta salinidad. De manera que su influencia se
valorará debidamente cuando se analice la importancia de la salinidad en el complejo ecológico del litoral.
• El viento:
Cuando se citan territorios en los que el viento adquiere una acusada relevancia, se señalan:
Las cumbres de las montañas: Xerocanthetum o matorrales Xeroacantieos almohadillados.
Los desiertos: efectos morfológicos y abundancia de Camefitos.
Y las costas: conviene recordar que por ejemplo, Punta Tarifa es el punto de la penÃ−nsula más ventoso.
Recordando el régimen de viento de la Comunidad Valenciana destaca la alternancia casi estacional de
vientos terrales y merinos. Si para la dinámica y morfologÃ−a se destacó el papel de los levantes y la
escasa incidencia de los ponientes, desde un punto de vista biogeográfico sucede otro tanto.
Son los levantes lo que se encargan de llevar tierra adentro la influencia marina, no sólo a la zona costera,
sino también al concepto más amplio de litoral, bien transportando partÃ−culas salinas y humedad, bien
refrescando el ambiente estival mediante la penetración de las brisas.
Sin embargo, es el primero de estos aspectos el que tiene unas consecuencias más notables, pues se establece
un gradiente perpendicular a la lÃ−nea de costa y hacia el interior a medida que disminuye la salinidad
transportada por el viento. Se establece lo que se llama una sucesión catenal a base de franjas paralelas al
cero hidrológico en las que abundan adaptaciones morfológicas en las que convergen las especies vegetales
allÃ− presentes, tales como matorrales pulvinulares y achaparrados que apenas sobresalen de la superficie.
En otros casos, cuando las especies son de mayor talla, arbustiva o arbórea, comienzan por adquirir formas
aerodinámicas, en cuña y crecimiento disimétrico cuando son arbustos, mientras que los árboles, que
rara vez alcanzan tal condición a lo alto,
presentan crecimientos unilaterales o en bandera, pues no soportan sólo al viento, sino también el efecto
abrasivo de las partÃ−culas salinas que éste arrastra.
Las consecuencias de este factor, es preciso relacionarlas con la morfologÃ−a litoral, puede que como
principio básico debamos considerar que la franja afectada por la salinidad aventada será más amplia en
las costas bajas que en las acantiladas.
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• Factores morfológicos.
Por este motivo, entre otros, debemos conceder también mucha atención a los factores morfológicos. De
hecho, la dualidad entre costas abruptas y costas bajas a las que se ha aludido, constituye, implÃ−citamente el
esquema explicativo no sólo sobre la incidencia de las litofacies y formaciones superficiales, sino también
para distinguir dos grandes grupos de vegetación.
Es relativamente fácil de entenderlo, pues las costas abruptas, costas acantiladas o de erosión,
frecuentemente están constituidas por rocas compactadas, duras y resistentes, mientras que, por otro lado, las
costas bajas o de acumulación las forman formaciones superficiales de arenas, gravas o cantos. Se enfrentan
asÃ− dos ámbitos claramente contrapuesto:
• Ambientes petranos, con plantas propias del tipo de formación rupideserta o vegetación rupÃ−cola.
• Y los ambientes en los que el substrato se caracteriza por una acusada inestabilidad o movilidad, con
la presencia del tipo de formaciones movilideserta en la que se incluye la vegetación pramófila o
sabulÃ−cola.
Sin embargo, y a pesar de ser ambientes tan contrastados, la pendiente en el primero de los casos, y la textura
de las formaciones arenosas en el segundo, justifican que ambos tipos de vegetación tengan en la indigencia
hÃ−drica sea de los principales factores limitantes.
• Factores marinos.
Esta afirmación puede resultar paradójica, si a continuación indicamos que, en ambos casos, los vientos
marinos aportan mucha humedad a las áreas costeras. No obstante, bastarÃ−a con interrogarnos sobre la
procedencia de dicho aporte para comprender ese aparente contrasentido.
En efecto, en su mayor parte, por no decir su totalidad procede de rociones y salpicaduras de las aguas
marinas, por lo que es un aporte cuyo aprovechamiento está muy limitado.
La salinidad es el principal factor condicionante de origen marino. No es de extrañar que abunden las
plantas halófilas.
Plantas que, como su nombre ilustra, están especializadas en vivir en medios salinos, pues presentan
adaptaciones o estrategias para combatir esa limitación:
• Unas son suculentas, almacenan agua en sus hojas y tallos, y, de ese modo, compensan la diferencia
de presión osmótica del suelo. Fenoll marÃ− (Crithinum maritimum), Salicornia.
• Otras, expulsan el exceso de sal a través de pústulas en sus hojas, siendo fácil de reconocer
ésta en especies de eusopegalls, del género Limoniun, o en plantas como la Frankenia
corynubosa, con sus hojas habitualmente cubiertas de una fina pelÃ−cula salina.
Sin embargo, la salinidad aportada de este modo suele ser más patente en las costas de erosión.
Nos estarÃ−amos refiriendo a una salinidad de origen aéreo que, en ocasiones puede acumularse en la
superficie. Pero también hay que contar con la salinidad edáfica que, aún estando presentes en las costas
de erosión, su trascendencia es mucho mayor en las costas de acumulación, donde las formaciones
superficiales y escasa pendiente del postpaÃ−s continental facilitan la penetración de la salinidad de origen
marino.
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Esta influencia es, si cabe, más acentuada donde las mareas adquieren un rango considerable. En nuestro
ámbito, las costas bajas y habitualmente arenosas de restinga y albufera, son los tramos en los que la
influencia de las aguas marinas alcanzan mayor progresión hacia el interior. Per, en esos casos hay que
considerar la importancia de los aportes continentales de agua dulce, frente o lÃ−mite entre ambos con
relación con las cuencas hidrográficas o acuÃ−feros.
Sin olvidar que la sobreexplotación de estos últimos, en los pocos casos acarrea serio y graves problemas
de intrusión marina.
Como resumen, debemos insistir en la consideración de los siguientes elementos, que a pesar de la
benignidad climática condicionan:
• El viento es un factor o elemento claramente limitante.
• La salinidad aérea o edáfica.
• La movilidad o inestabilidad del substrato.
Nos permiten afirmar que los espacios costeros o litorales en sentido estricto, son medios poco acogedores. De
ahÃ− que la vegetación posible sea una vegetación muy especializada para poder soportar todos estos
inconvenientes.
En unas zonas que, a veces, no rebasan los 200 - 300 metros en las que, además, tanto desde un punto de
vista geomorfológico como biológico, se encuentran en un frágil equilibrio, sensibles a cualquier
agresión antropogénica.
GeografÃ−a de los Espacios Litorales. La singularidad de los espacios litorales.
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