UNIDAD 12 Significado y verdad: de A. Tarski a D. Davidson Índice esquemático INTRODUCCIÓN VERDAD Y CORRESPONDENCIA: LA TEORIA SEMÁNTICA DE LA VERDAD CONDICIONES DE UNA TEORÍA DE LA VERDAD CONTENIDO DE LA TEORÍA DE LA VERDAD DE A. TARSKI SIGNIFICADO Y CONDICIONES DE VERDAD: El PROGRAMA DE D. DAVIDSON Demostrativos Subordinación completiva proposicional Oraciones de acción INTRODUCCION Las teorías lingüísticas de G. Frege, L. Wittgenstein y B. Russell, y otros autores, introdujeron en el análisis lingüístico una novedad fundamental, que determinó buena parte de las investigaciones filosóficas posteriores sobre el lenguaje: la teoría semántica debe dar cumplida cuenta de que el lenguaje es un medio privilegiado para la representación de la realidad. La finalidad primordial que tiene el lenguaje, desde el punto de vista cognitivo, es la de figurar los hechos, la de transmitir información acerca de los componentes y la estructura de la realidad. La teoría semántica ha de incorporar por tanto conceptos relacionales, que pongan en conexión los niveles lingüístico y ontológico, de tal modo que sirvan para explicar la función representadora del lenguaje. Estos conceptos son fundamentalmente dos, el de referencia y el de verdad, aunque en ciertas teorías, como la propia fregeana, el último sea considerado una variante de la primera. la referencia y la verdad conectan el lenguaje con el mundo (o la realidad) a través de las relaciones de designación y correspondencia: las expresiones lingüísticas simples (nominales) refieren a componentes simples de la realidad (objetos, entidades individuales, particulares, etc.) y los enunciados se corresponden o no con los hechos realmente existentes. Las filosofías lingüísticas de Frege, Russell y Wittgenstein no son sino variaciones sobre este tema: el lenguaje se relaciona con la realidad a través de su función referencial y representadora, y es en esa función donde hay que situar el ámbito explicativo de la disciplina semántica. No es de extrañar, pues, que buena parte de la filosofía contemporánea del lenguaje, sobre todo la que centra sus investigaciones en la semántica, se haya articulado alrededor de reflexiones y elucidaciones sobre estos dos conceptos, sobre su aplicación a la explicación de fenómenos que se producen en los lenguajes formales y en as lenguas naturales. En el próximo capítulo tendremos ocasión de comprobar, a través del examen de la obra de S. Kripke, los problemas y polémicas que ha originado la noción de referencia. En éste, en cambio, expondremos, aunque en forma muy sucinta, el rendimiento explicativo que ha proporcionado la noción de verdad en la semántica filosófica, sobre todo teniendo en consideración la obra del filósofo norteamericano D. Davidson. VERDAD Y CORRESPONDENCIA: LA TEORIA SEMANTICA DE LA VERDAD A lo largo de la historia de la filosofía y, particularmente, en la filosofía contemporánea se han ofrecido diversas teorías que pretenden explicar el concepto de verdad, central en numerosas disciplinas filosóficas, como la epistemología o la ontología. Algunas de esas teorías se han fijado en ciertas acepciones del predicado 'es verdad' o han examinado su funcionamiento en ámbitos conceptuales muy específicos. Sin embargo, la teoría semántica de la verdad pretende recoger y precisar intuiciones que subyacen a las acepciones más generales del predicado o a sus usos más comunes. Esas intuiciones hacen parecer evidente que la verdad es una relación entre el lenguaje y la realidad, entre aquello que se dice y lo que es el caso o sucede. Esa relación parece consistir, siempre según nuestra intuición, en alguna suerte de correspondencia, de tal modo que lo que se afirma es verdadero, o falso, si se corresponde o no adecuadamente a lo que realmente existe. Pero más allá de estas afirmaciones no nos suelen llevar nuestras intuiciones; cuando tratamos de concretar o formular precisamente en qué consiste la correspondencia entre lenguaje y realidad, nos vemos enfrentados con dificultades. La teoría pictórica de la proposición de L. Wittgenstein fue un intento de superar esas dificultades, entendiendo de forma muy literal tal correspondencia, a la manera de la relación existente entre un cuadro y la realidad que pinta. Pero tal teoría, precisamente por su carácter literal, se enfrentó a problemas insolubles, y encontró pocos adeptos. La teoría de la verdad que ha disfrutado de mayor aceptación y que, más o menos explícitamente, ha sido utilizada en semántica filosófica, desde R. Carnap hasta R. Montague, es la del lógico polaco A. Tarski. Esa teoría se halla expuesta originalmente en un artículo suyo del año 1930, y divulgada en su ensayo La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica. La teoría de A. Tarski sobre la verdad tiene dos características primordiales; se trata de una teoría definicional y constituye una teoría semántica. Es definicional porque pretende precisar rigurosamente el significado de la expresión predicativo 'es verdad', al menos en la medida en que se aplica a los lenguajes formalizados. En este sentido se diferencia de otras teorías sobre la verdad que son criteriales, esto es, que pretenden especificar las reglas que hay que seguir para averiguar si algo es verdad o no. Por ejemplo, la teoría verificacionista de los positivistas lógicos era una teoría de esta clase, pues hacía depender la asignación de valor veritativo (valor significativo o cognitivo en general) del método (aplicación de reglas) a seguir en la confrontación del enunciado con la realidad. La teoría de A. Tarksi es una teoría semántica porque su definición pone en relación dos niveles, uno sintáctico y otro ontológico, es decir, uno propiamente gramatical, en el que se determinan los objetos a que es aplicable el predicado 'es verdad', y otro en el que reciben interpretación esos objetos. Se opone por tanto a las teorías sintácticas de la verdad, que definen la noción en términos puramente gramaticales o formales (como en ciertas teorías matemáticas). CONDICIONES DE UNA TEORIA DE LA VERDAD Como prólogo a la presentación de su teoría, A. Tarski estableció dos condiciones que toda teoría de la verdad que aspire a ser considerada ha de cumplir: la adecuación material y la corrección formal. La adecuación material hace referencia al marco de relaciones que deben mantener el lenguaje para el cual se está definiendo el predicado 'es verdad' y el lenguaje al que pertenece ese propio predicado, esto es, impone una restricción sobre la conexión que debe postularse entre el lenguaje-objeto y el metalenguaje. De acuerdo con esta restricción, la teoría de la verdad ha de ser tal que de ella han de poder seguirse enunciados de la siguiente forma: T. 0 verdadera si y sólo si p En estos enunciados T (de truth, verdad) p representa una oración del metalenguaje y 0 una oración que es el nombre de p en el lenguaje objeto para el cual se define el predicado de verdad. Por ejemplo, utilizando el mismo ejemplo de Tarski, la siguiente oración se ajusta al esquema T y debe poder ser deducida de una teoría de la verdad materialmente adecuada: (1) 'la nieve es blanca' si y sólo si la nieve es blanca Esto no significa que no se puedan deducir diferentes oraciones que especifiquen de otro modo las condiciones de verdad de una oración del lenguaje-objeto; sólo obliga a que todos los enunciados del tipo T se sigan de tal teoría: «ni la expresión T misma (que no es una oración sino sólo un esquema de oración), ni caso particular alguno de la forma T pueden considerarse como una definición de la verdad. Sólo podemos decir que toda equivalencia de la forma T, obtenida reemplazando 'p' por una oración particular, y 'O' por un nombre de esa oración, puede considerarse una definición parcial de la verdad, que explica en qué consiste la verdad de esa oración individual. La definición general debe ser en cierto sentido una conjunción lógica de todas esas definiciones parciales» («La concepción semántica de la verdad ... », pág. 16). El requisito de que sean deducibles todos los enunciados T tiene como objetivo asegurar la sensatez de las teorías de la verdad que se propongan, pues difícilmente pueden considerarse admisibles teorías de las que no se sigan consecuencias tan obvias, equivalencias tan directas y elementales como las que ilustra (1). La exigencia de corrección formal afecta a la dimensión estructural de la teoría propuesta en tres aspectos: 1) diferenciación neta de niveles lingüísticos, 2) categorías lingüísticas empleadas en cada uno de los niveles, 3) especificabilidad de cada uno de los niveles. El primer aspecto hace referencia a la distinción entre lenguaje-objeto y metalenguaje. Hay que advertir y respetar el hecho de que el predicado semántico 'es verdad' sea metalingüístico, esto es, que pertenezca a un nivel diferente del de las oraciones a que se aplica. Si no se diferencia claramente entre lenguaje objeto y metalenguaje, se entra en un sistema semánticamente cerrado, en el que se producen paradojas semánticas (como la del mentiroso, la del que afirma 'la oración que ahora pronuncio no es verdadera' o 'miento'). Las teorías de la verdad sólo son pues aplicables a sistemas lingüísticos abiertos, que no incluyen dentro de sí predicados metalingüísticos aplicables a sus enunciados. Así, si se quisiera proponer una teoría de la verdad para el español (en cuanto lenguaje objeto) habría que considerar fuera de él el término 'verdadero' y otros predicados de orden metalingüístico. En cuanto al tipo de condición formal que deben satisfacer las categorías empleadas en la teoría de la verdad, es evidente que el metalenguaje debe contener los medios expresivos suficientes para referirse al lenguaje-objeto y traducir de forma correcta sus elementos, esto es, ha de ser al menos tan rico expresivamente como el lenguaje-objeto y ha de poder formar nombres de las entidades pertenecientes a él. Considérese una teoría de la verdad en español sobre el inglés considerado como lenguajeobjeto. la corrección formal exige que, por una parte, el español pueda referirse a las oraciones del inglés, lo cual puede hacer mediante el artificio de las comillas como, por ejemplo, en 'snow is white', que es un nombre adecuado de la correspondiente oración inglesa. Además, ha de poder especificar traducciones adecuadas de las oraciones del inglés, pues si no es así, no se podrían deducir enunciados que constituyeran supuestas instancias del esquema T, como sucede en (2) 'snow is white' es verdadera si y sólo si la nieve es blanca En el caso de una lengua que funcione corno metalenguaje de sí misma (de una parte; una teoría de la verdad en español sobre una parte del español), lo que ocurre es que el lenguajeobjeto está incluido en el metalenguaje. Pero, cuando entran en juego lenguas naturales diferentes, la capacidad constrictiva de los enunciados T está mediada por la validez de la traducción efectuada, puesto que lo que se halla a la izquierda del enunciado no es un nombre estricto de la oración que se encuentra a la derecha, sino su traducción lingüística. En el caso de un lenguaje formal, que es el caso que primordialmente consideraba Tarski, no existe propiamente traducción, sino interpretación, y son las reglas que determinan ésta las que, a su vez, aseguran que se cumple la condición de adecuación material. Otro requisito formal importante, que Tarski subrayó, es el de que el lenguaje-objeto, para el cual se efectúe la definición del predicado veritativo, sea un lenguaje completamente especificado. Esto significa que es preciso disponer de un concepto decidible de 'oración de L' de tal modo que, enfrentados a la cualquier concatenación de símbolos, podamos averiguar efectivamente, mediante la aplicación de reglas explícitas, si esa cadena de símbolos es una oración de L o no. La necesidad inexcusable de este requisito es la que se encuentra en el origen de la desconfianza de Tarski sobre la aplicabilidad de su teoría a las lenguas naturales, pues «en la actualidad, los únicos lenguajes que poseen una estructura especificada son los lenguajes formalizados de los diversos sistemas de lógica deductiva, posiblemente enriquecidos mediante ciertos términos no lógicos» «La concepción semántica de la verdad ... », pág. 20). Tarski no creía, en su época, que existieran gramáticas de lenguas naturales lo suficientemente rigurosas como para definir de forma nítida el concepto de 'gramatical en L', siendo L una lengua determinada, y por ello pensó durante mucho tiempo que el concepto semántico de verdad sólo constituía un instrumento analítico adecuado en los lenguajes formales de la lógica y de la ciencia en general: «El problema de la definición de verdad adquiere un significado preciso y puede resolverse en forma rigurosa solamente para aquellos lenguajes cuya estructura se ha especificado exactamente. Para otros lenguajes - por ejemplo para todas las lenguas naturales o habladas - el significado del problema es más o menos vago, y su solución sólo puede tener un carácter aproximado «La concepción semántica de la verdad ... », pág. 21). CONTENIDO DE LA TEORIA DE LA VERDAD DE A. TARSKI Una vez que hubo determinado las condiciones formal y material de toda teoría de la verdad, Tarski propuso una definición del concepto para un lenguaje formal concreto, el de la lógica de clases. Su objetivo era el de no utilizar términos semánticos primitivos, esto es, términos semánticos no definidos. Pretendía que todas las nociones semánticas que introdujera fueran definidas en términos semánticos más elementales y, en última instancia, empleando nociones puramente sintácticas. Es dudoso si lo consiguió o no, pero las aplicaciones posteriores de su teoría han prescindido en general de este requisito, que en todo caso tiene más que ver con preferencias filosóficas que con necesidades prácticas. La definición del predicado veritativo consta de cuatro pasos, de los cuales proporcionaremos una explicación informal (para una explicación más formal cf. S. Haak, 1978 (1982); Acero, Bustos y Quesada, 1982), ilustrada someramente con ejemplos pertenecientes a una lengua natural y no a un lenguaje lógico. El primer paso, exigido por la corrección formal, es el de la especificación de la estructura sintáctica del lenguaje-objeto. En un lenguaje lógico, esto viene a suponer la enunciación del contenido de sus reglas de formación, esto es, de las reglas que determinan si una sucesión de símbolos es una oración (expresión bien formada) del lenguaje en cuestión. En una lengua natural, esa función la debe desempeñar la gramática de esa lengua, pues es la gramática la instancia a la que hay que acudir cuando se trata de averiguar si una oración es gramatical o no. Tanto en uno como en otro caso, hay que advertir que el conjunto de expresiones bien formadas resultante es un conjunto infi nito, que se pueden formar innumerables expresiones gramaticales desde el punto de vista sintáctico. Este hecho obliga a que la especificación de las reglas de formación, gramaticales en sentido amplio, sea una especificación recursíva, esto es, que estén dispuestas de tal manera que sea posible su aplicación indefinida. El segundo paso consiste en la determinación de la estructura del metalenguaje en que se pretende definir el predicado veritativo. El requisito de potencia o capacidad expresiva que es aplicable a este metalenguaje exige que sea de tal naturaleza que contenga al lenguaje-objeto como parte, o traducciones de todas sus oraciones. En el caso de dos lenguajes lógicos, esto significa que el metalenguaje ha de ser de un orden superior, incluyendo variables que tienen como valores expresiones del lenguaje-objeto. Cuando se trata de dos lenguas naturales, como el español y el inglés, por ejemplo, es necesario disponer de traducciones adecuadas (de un mecanismo que las genere) del segundo al primero (del lenguaje-objeto al metalenguaje, si ese es el caso) para que el metalenguaje pueda representar adecuadamente las condiciones de verdad de cada una de las oraciones del lenguaje-objeto. Además, el metalenguaje ha de disponer de expresiones metalingüísticas adecuadas para expresar la teoría de la verdad, entre ellas el propio predicado 'es verdad', variables metalingüísticas, expresiones lógicas adecuadas, expedientes para poder formar nombres de las expresiones del lenguaje-objeto, etc. El tercer paso de la definición tarskiana del predicado veritativo es la definición del predicado 'satisface en L'. Este paso es un prólogo necesario a la definición de verdad y corresponde a la necesidad de Tarski de no emplear términos semánticos no definidos. Que haya que definir tal predicado está determinado por el hecho de que, en los lenguajes formales, existen expresiones abiertas, esto es, expresiones que contienen elementos indeterminados y que, como tales, no son verdaderas ni falsas. Por ejemplo, ateniéndonos al inglés como lenguajeobjeto, 'Socrates is a man' es una expresión cerrada, puesto que todos sus elementos están referencialmente determinados, pero 'x is a man' es una expresión abierta, puesto que la variable x representa un elemento indeterminado. En las lenguas naturales, las expresiones que más se aproximan a las expresiones que introducen indeterminación referencia¡ son los pronombres, como por ejemplo en 'I'm the author of this book', en que 'I' y 'this' tienen una referencia indeterminada, que puede variar de un contexto a otro. Las oraciones abiertas, en lógica, no son verdaderas ni falsas, sino que precisamente se afirma de ellas que son satisfechas o no por secuencias. Una secuencia es un conjunto ordenado de elementos, de tal modo que la secuencia <Juan Carlos I, España>no es la misma secuencia que <España, Juan Carlos I>. Así, la primera secuencia satisface la expresión abierta 'x is the king of y', mientras que no lo hace la segunda. La definición de satisfacción ha de ser igualmente recursiva para que, a partir de su especificación para oraciones simples, pueda aplicarse a oraciones lógicamente más complejas. Un caso especialmente interesante que cubre la definición de Tarski y que es el que motiva tal definición, es el de la satisfacción de las oraciones cuantificadas, esto es, de las oraciones en que se afirma 'existe un...' o `para cualquier...'. La definición de Tarski para este tipo de oraciones fue pensada de tal modo que permitiera la definición posterior de verdad en términos de la satisfacción por secuencias. Aunque no merece la pena entrar en detalles, la definición de verdad de Tarski para las operaciones está formulada de tal modo que una cuantificación existencial, por ejemplo, es verdadera en el caso de que sea satisfecha por cualesquiera secuencias, y tal tipo de oración es satisfecha en el caso de que al menos una secuencia satisfaga la oración abierta que resulta de eliminar la cuantificación. Así, 'hay un x rey de y' es una oración verdadera puesto que existe al menos una secuencia «Juan Carlos I, España» que satisface 'x es rey de y'. La etapa previa de la definición de satisfacción está relacionada con una característica de la teoría de la verdad explicitada en el último paso: su carácter absoluto. Este carácter absoluto viene dado por el hecho de que la teoría de la verdad del lenguaje formal que consideró Tarski (y de cualquier otro tipo de lenguaje) está referida directamente al mundo real. Es decir, el mundo real es, en cualquier caso, el modelo que se ha de utilizara para la interpretación del lenguaje formal o natural, de tal modo que la caracterización de la verdad es definitiva. Esto significa, traducido a términos intuitivos, que la expresión 'Juan Carlos I es rey de España' es una oración verdadera, sea cual sea la situación que podamos imaginar, pues en la consideración de su verdad no desempeñan ningún papel la descripción de situaciones alternativas o contrafácticas. Del mismo modo sucede con la oración cuantificada 'existe un x tal que x es rey de España', pues la interpretación de la cuantificación es objetuat esto es, referida al mundo real, y no a descripciones alternativas de situaciones posibles. La definición de verdad se apoya pues en la noción previa de satisfacción y se formula en sus términos. Es igualmente recursiva, pues ha de generar todos los esquemas T, según obliga la condición de adecuación material, y se fundamenta en el carácter recursivo de la definición de satisfacción. Dicho brevemente, 'una oración es verdadera si es satisfecha por todos los objetos y falsa en caso contrario' («La concepción semántica de la verdad ... », pág. 34). Esta sintética enunciación es difícil de entender, si no se atiende a los vericuetos formales de la definición de satisfacción, pero viene a recoger la idea de que la verdad es producto de la relación en que se encuentran los términos en la oración y los objetos en el mundo. Viene pues a dar un sentido preciso a la relación de correspondencia entre lenguaje y realidad, como era el objetivo de A. Tarski. SIGNIFICADO Y CONDICIONES DE VERDAD Una forma de abordar el problema del significado en las lenguas naturales parece ser la de preguntarse qué forma debe tener una teoría semántica satisfactoria de ese tipo de sistemas o, lo que es lo mismo, inquirirse sobre las condiciones que debe satisfacer una teoría para que pueda considerarse una teoría del significado lingüístico. Esto es lo que hizo el filósofo norteamericano D. Davidson a finales de los años 60 (Davidson, 1967, 1970), llegando a una serie de conclusiones que han determinado las investigaciones de buena parte de la semántica filosófica posterior. En primer lugar, Davidson consideró que una teoría tal debía poder derivar enunciados de la forma (S) 0 significa p donde 0 constituyera una adecuada descripción de cualquier oración perteneciente a la lengua natural y p designara el significado de tal oración. La primera dificultad que surge inevitablemente es la de establecer la potencia o capacidad de una teoría así, el número de oraciones (S) que es capaz de producir. Es evidente que el número de tales oraciones es infinito, por lo que queda excluido un cierto tipo de teorías semánticas, las que constituyen enumeraciones de oraciones emparejadas con sus significados. Ninguna teoría de esta clase puede considerarse completa, pues siempre es posible determinar alguna oración significativa que quede fuera de esa enumeración o listado. El requisito de completud y la naturaleza de las lenguas naturales exigen por tanto que las teorías posibles del significado tengan la forma de teorías recursívas, esto es, teorías que utilicen un conjunto finito de reglas para la derivación de un número infinito de teoremas o enunciados (S). La completud de la teoría del significado exige que a cada oración del lenguaje le corresponda un determinado enunciado (S) que especifica su significado. Si la teoría es completa en este sentido cumple al menos una condición para ser considerada descriptivamente adecuada, esto es, para proporcionar un conjunto de afirmaciones empíricamente contrastadas sobre el sistema semántico de la lengua. Desde el punto de vista explicativo, a su vez, la recursividad necesaria en la teoría semántica es una contraparte de la creatividad o productividad de los hablantes de esa lengua. Tal creatividad consiste, en esta dimensión semántica, en la capacidad del hablante para producir y entender cualquier oración significativa de su lengua. Es decir, sean cuales sean los mecanismos mentales de que dispone el hablante de una lengua para realizar esas tareas de producción y comprensión, tales mecanismos han de tener una forma recursiva, que garantice la ilimitación potencial de su aplicación, han de manejar recursos finitos para la producción o reconstrucción de infinitos significados. La posesión o asimilación de esos mecanismos recursivos es la que garantiza la aprendibilidad (Davidson, 1965) de las lenguas; sólo ella explica por qué, siendo el cerebro humano finito en sus capacidades cognitivas, puede el hablante producir y entender oraciones que nunca anteriormente ha producido o comprendido. Otra consideración que ayuda a entender la forma que tiene una teoría del significado y, por tanto, que permite descartar otras, es la de «cómo los significados de las oraciones dependen del significado de las palabras» (D. Davidson, «Truth and meaning», pág. 23). Tal consideración se refiere al principio de composicionalidad formulado por G. Frege: sea cual sea la descripción del significado de una oración, tal descripción ha de mostrar cómo contribuyen los significados de sus elementos al significado global de la misma. Dicho de otro modo, la teoría semántica ha de dar cuenta de la estructura combinatoria que se halla en la base de la productividad semántica. Esto implica al menos que el signo 0, que se encuentra a la izquierda de los enunciados (S), ha de designar una descripción estructural de la oración cuyo significado se trata de derivar, pues sólo tal descripción estructural exhibe la forma en que se combinan los significados en el seno de la oración. Teniendo en cuenta estas restricciones de tipo general sobre las teorías del significado, Davidson abordó lo que es el núcleo central del problema, la especificación del predicado 'significa que p' en los enunciados (S), especificación que resulta problemática por la vaguedad de 'significa que' y la indeterminación de lo que p designa. El núcleo de la solución de Davidson fue el de sustituir estas expresiones por otras equivalentes, en el sentido de ejercer la misma función y satisfacer idénticas condiciones: «La teoría habrá realizado esto si provee, para cada oración 0 de la lengua de que se trate, una oración correspondiente (que reemplace a 'p') que, en cierto sentido que es preciso aclarar, 'proporcione el significado' de 0. Un candidato obvio para esa oración correspondiente es 0 misma, si el lenguaje objeto está contenido en el metalenguaje; en otro caso, una traducción de 0 en el metalenguaje. Como paso final, intentemos tratar de forma extensional la posición ocupada por 'p': para ello, suprimamos el oscuro 'significa que', proporcionemos una conectiva oracional adecuada a la oración que sustituye a 'p' y apliquemos a la descripción que reemplaza a 'O' este predicado. Posiblemente el resultado sea (V) 0 es V si y sólo si p Lo que pedimos a una teoría del significado para un lenguaje L es que, sin apelar a ninguna (otra) noción semántica, formule las restricciones suficientes sobre el predicado 'es V' para implicar todas las oraciones que se obtienen a partir del esquema V, cuando 'O' se reemplaza por una descripción estructural de una oración de L y 'p' por dicha oración» («Truth and meaning», pág. 23). Lo que concluye D. Davidson es que dar el significado del predicado 'significa que' se puede reducir al problema de especificar otro predicado extensionalmente equivalente (sometido a las mismas restricciones). El candidato más evidente para tal predicado extensionalmente equivalente al de sígnifícado es el de verdad, de hecho, las restricciones formales que D. Davidson exigió a la teoría del significado se corresponden prácticamente con las que Tarski enunció para la teoría de la verdad. De ese modo, la tarea de explicitar una teoría del significado para un lenguaje equivale a la tarea de formular su teoría de la verdad: el significado de una oración está determinado cuando se expresan sus condiciones de verdad. Esto no quiere decir que el significado sea las condiciones de verdad, sino sencillamente que su explicación consiste en la determinación de tales condiciones. Los enunciados (V) son por tanto enunciados que conectan descripciones estructurales de oraciones (O's) y descripciones de sus condiciones de verdad (p's). En esa conexión es donde reside toda la fuerza explicativa de la teoría del significado considerada como teoría de la verdad, esto es, la teoría es adecuada cuando establece los emparejamientos correctos entre descripciones de oraciones y condiciones de verdad, e inadecuada en caso contrario. La peculiar metodología de D. Davidson al proponer una teoría del significado pretende ajustarse, por otro lado, a intuiciones semánticas comunes. En una buena medida de casos, al menos en las oraciones declarativas, parece que conocer lo que significa una oración conlleva la capacidad para decir cuándo dicha oración es verdadera, para especificar los hechos a los cuales corresponde o, para decirlo de una vez, explicitar sus condiciones de verdad: «Conocer el concepto semántico de verdad para un lenguaje es saber qué es para una oración - cualquier oración- ser verdadera, y esto equivale, en uno de los sentidos correctos que podemos aplicar a la expresión, a comprender el lenguaje» («Truth and meaning», pág. 24). Así, es difícil concebir que un hablante mantenga que conoce el significado de una expresión oracional sin que sepa cómo habría de ser la realidad para que pueda ser verdadera. lo cual no quiere decir que el hablante conozca los medios para comprobar tal verdad ni que haya de ser capaz de efectuar su contrastación: conocer las condiciones de verdad de una oración no es lo mismo que conocer su método de verificación, y esa es la distancia que separa la concepción semántica del significado de la teoría verificacionista del positivismo. Conocer las condiciones de verdad de un enunciado significa poder describir el hecho (o conjunto de hechos) que hacen verdadero a dicho enunciado y tal capacidad es impensable sin la comprensión del enunciado, sin la captación de lo que significa. Lo que Davidson propuso en definitiva fue tratar un problema característicamente íntensional, el de la asignación de significado, en términos extensionales, en términos de la noción de verdad. Así, creyó poder reducir una cuestión conceptualmente confusa a una formulación relativamente clara y (parcialmente) resuelta por la teoría de A. Tarski: cómo definir los conceptos semánticos típicos (significado, sinonimia, analiticidad ... ) de tal modo que su aplicación estuviera determinada por un conjunto de reglas claras y explícitas, el conjunto recursivo de reglas que constituyen la teoría de la verdad para una lengua. El PROGRAMA DE D. DAVIDSON La propuesta de D. Davidson de considerar semánticarnente explicativa la teoría de la verdad chocaba al menos con dos objeciones de principio, mencionadas por el propio Tarski: el carácter semánticamente cerrado de las lenguas naturales y la existencia generalizada, en dicho tipo de lenguas, de la ambigüedad. Ninguna de estas dos objeciones de principio le pareció importante a D. Davidson. La primera se refiere al hecho de que en las lenguas naturales se pueden formar paradojas semánticas basadas en la indistinción de niveles semánticos. Según Davidson, éste es un hecho marginal a la teoría del significado, que tiene que ver con el alcance de las expresiones cuantificacionales, y que no se suscita en la mayoría de los casos. Además, «la mayor parte de los problemas de interés filosófico general se plantean dentro de un fragmento de la lengua natural en cuestión, del que puede considerarse que contiene muy poca teoría de conjuntos («Truth and meaning», pág. 26), de tal modo que la respuesta para la objeción tarskiana consiste en destacar su escasa repercusión práctica: los problemas semánticos interesantes son bastante menos sofisticados que los que plantean las paradojas. Respecto a la segunda observación de Tarski, la receta de Davidson se basa igualmente en consideraciones prácticas: «Tarski ha mostrado la manera de proporcionar una teoría para lenguajes formales interpretados de diversas clases; escójase uno lo más parecido posible al inglés. Como este nuevo lenguaje ha sido explicado en inglés y contiene mucho inglés, no sólo podemos sino que también pienso que debemos, considerarle como parte del inglés para aquellos que lo comprenden» («Truth and meaning», pág. 29). Así, aproximando cada vez más el lenguaje formal de que se trate a las estructuras de la lengua natural, se irá consiguiendo simultáneamente la expresión de descripciones estructurales de las oraciones de la lengua natural y la formulación de sus condiciones de verdad - y por tanto de su significado. La estrategia no es pues la de reducir la lengua natural a un lenguaje formalizado canónico, sino enriquecer éste hasta hacerlo lo suficientemente expresivo como para representar la riqueza estructural propia de las lenguas naturales. Estas son objeciones de principio para las que Davidson tiene respuestas, pero existen problemas de índole interna en la aplicación de su teoría semántica. Tal teoría debe aparejar, según el esquema V, descripciones estructurales de oraciones con las correspondientes condiciones de verdad, y las dificultades se presentan tanto en uno como en otro lado del esquema. En primer lugar, se encuentran las dificultades de precisar lo que se entiende por 'descripción estructural' de una oración. Está claro que Davidson no piensa (no sólo al menos) en una descripción sintáctica - o gramatical en general - de dicha oración. Una descripción de esta clase -independientemente de su viabilidad- no aportaría ninguna luz sobre la forma en que el significado de los componentes de la oración contribuye a las condiciones de verdad - al significado que le corresponden. Esta es, además, la objeción principal de Davidson a las teorías tradicionales, lingüísticas y filosóficas, del significado: la definición del significado de las piezas léxicas no explica (por adición, acumulación, amalgamiento, etc.) cuál es el significado de la oración completa. Esto sólo sucede cuando se considera que la estructura pertinente desde el punto de vista semántico es la estructura lógica. Sólo la estructura lógica muestra cómo contribuyen las partes de una oración a la fijación de sus condiciones de verdad: si se trata de una oración simple, mediante la conexión, interpretable de forma conjuntista, de sujeto y predicado; si se trata de una oración compleja, mediante la semántica veritativa de las conectivas lógicas. De tal modo que por 'descripción estructural' debe entenderse 'descripción de la forma lógica', pues es esta forma lógica la que tiene una conexión sistemática, puesta de relieve por A. Tarski, con las condiciones de verdad. El programa de investigación de D. Davidson consta pues de una parte analítica, que consiste en la asignación de formas lógicas a las construcciones de la lengua natural. Además, impone la tarea de la adscripción de las condiciones de verdad adecuadas a tales formas lógicas, de tal modo que la teoría, una vez contrastada, resulte descriptivamente adecuada. Parte de las lenguas naturales son susceptibles de una formalización más o menos directa. De hecho, la tradición lógica proporciona esas formalizaciones para ciertos subconjuntos de las lenguas naturales, ciertos fragmentos especialmente simplificados con fines filosóficos o científicos. Pero la inmensa mayoría de las construcciones en una lengua natural no pertenecen a esta clase, no existe una teoría lógica en la cual sean formalizables de una manera directa. El mismo Davidson se encargó de señalar algunas de estas construcciones: «Los que emergen como problemas más profundos son las dificultades de la referencia, de proporcionar una semántica satisfactoria para las oraciones modales, las oraciones sobre las actitudes proposicionales, los términos de masa, la modificación adverbial, los adjetivos atributivos, los imperativos y los interrogativos» («Semantics for natural languages», pág. 63). A lo largo de los años 70, D. Davidson y muchos otros filosóficos del lenguaje, partidarios o no de su teoría, trabajaron en el análisis de estas y otras construcciones siempre con el mismo objetivo: asignarles formas lógicas que implicaran condiciones de verdad congruentes con las intuiciones semánticas de los hablantes. Como botón de muestra, haremos mención de algunos de los análisis propuestos por D. Davidson sobre ciertos tipos de expresiones o construcciones lingüísticas. a. Demostrativos El análisis de los demostrativos - de los elementos deícticos en general - en la lengua natural desempeña un papel central en la teoría de la verdad. Los demostrativos ponen de relieve que «una teoría de la verdad para una lengua natural debe dar cuenta del hecho de que muchas oraciones varían de valor de verdad dependiendo del momento en que se pronuncian, del hablante y quizás incluso de la audiencia» «<Semantics for natural languages», pág. 58). Las condiciones de verdad de las oraciones que incluyen tales tipos de expresiones varían, y la teoría debe preverlo. Así, las oraciones (1) Yo soy el autor de este libro (2) Mañana te espero en aquel cine (3) El tren llegará a las 10 h. no tienen unas condiciones de verdad fijas, sino que, dependiendo de las circunstancias en que son empleadas, les son adscribibles unas u otras. Los elementos deícticos se pueden caracterizar como los elementos de la oración que hacen referencia directa al contexto o la situación en que se profieren las oraciones; es lo que sucede por ejemplo con el pronombre personal y el adjetivo demostrativo de la oración (1). No es posible determinar su referencia (ni a fortiori las condiciones de verdad) si no se tiene conocimiento de quién es el hablante, el oyente, los datos objetivos de la situación, etc. Y como las expresiones deícticas no se reducen a los pronombres, sino que incluyen también los adverbios y la flexión verbal, resulta que es improbable que se puedan asignar condiciones de verdad fijas a oraciones de una lengua. Incluso las que parecen estar más alejadas de esa variación, como serían las que tienen como función describir hechos, como en (4) Madrid tiene cuatro millones de habitantes están afectadas por ese tipo de relatividad. Así pues, no solamente 'muchas' sino la mayoría o práctica totalidad de las oraciones de una lengua están sujetas a esa variabilidad de sus condiciones de verdad, originada por la presencia de elementos deícticos. Por eso, en palabras de D. Davidson, «la acomodación de los elementos deícticos o demostrativos en una lengua natural significa aceptar un radical cambio conceptual en la forma en que se puede definir la verdad, como se apreciará en la reflexión de cómo se ha de derivar la convención T para que la verdad sea sensible al contexto» («Semantics for natural languages», pág. 59). Ahora bien, la introducción de elementos no definidos en esta caracterización de la verdad en una lengua natural suscita nuevos problemas, como lo es el de la precisión de la noción de contexto. Sin tal precisión la propia relación en que consiste la verdad, relación entre proferencia y contexto, resulta indeterminada, afectando a su vez a la nitidez que presuntamente introducía la teoría de la verdad en el análisis del significado. Subordinación completiva proposicional Mientras que en los lenguajes formales de la lógica y la matemática no se da el fenómeno de la subordinación completiva - las construcciones con verbo + que, en las lenguas naturales (en el español, en este caso) es muy frecuente. En este tipo de construcciones, ya había advertido Frege las dificultades en la aplicación de¡ principio de composicionalidad: el valor de verdad de la oración compuesta no constituía una función de la referencia de sus elementos componentes. El enfoque de D. Davidson es ligeramente diferente, pero el problema de fondo es ciertamente el mismo: la asignación de una forma lógica que prediga correctamente las condiciones de verdad de este tipo de oraciones. El análisis de Davidson (Davidson, 1968) propone considerar al pronombre relativo que como si fuera un demostrativo, de tal modo que las dos oraciones siguientes significarían lo mismo: (5) El presidente dijo que disminuiría el paro (6) El presidente dijo esto: disminuirá el paro El que apunta pues, a modo de deíctico, a una referencia, pero tal referencia no tiene por qué ser una idea (una proposición) como en el análisis de Frege -recuérdese que, según éste, las ideas son la referencia de los enunciados en contextos oblicuos u opacos, en los que no es posible la sustitución salva veritate. Además, lo referido por el deíctico que en (5) es lo que se encuentra tras los dos puntos en (6) que, se entienda como se entienda, no es idéntico a 'disminuirá el paro'. 'Disminuirá el paro' es un nombre propio de una proferencia y, por tanto, no sustituible sino por otro nombre propio de la misma proferencia. Esto es lo que diferencia a (6) de otro análisis propuesto, el que hace equivaler (5) a (7): (7) El presidente dijo: 'disminuirá el paro' en que lo que se halla entre comillas simples no puede ser sustituido por otra preferencia distinta, como por ejemplo 'bajará el desempleo', al contrario de lo que sucede en el análisis propuesto por Davidson. De acuerdo con éste, la interpretación del deíctico en (6) ha de postular una referencia para éste que sea una preferencia veritativamente equivalente a la proferencia (hecha por el hablante hi en un momento de tiempo tj) de la oración /disminuirá el paro/. Este análisis, que evita muchos de los inconvenientes de los propuestos por otros filósofos del lenguaje -Frege, Carnap, Quine son los más relevantes - no carece a su vez de problemas, el principal de los cuales es precisamente el de la dificultad de determinar la equivalencia veritativa de dos proferencias sin acudir a la identidad de su significado. Puesto que la ambición de Davidson es procurar una explicación del significado en términos extensionales, es evidente que no puede acudir a conceptos intensionales para definir la equivalencia de condiciones de verdad, pues ello haría circular su explicación. Oraciones de acción Otro tipo de construcciones lingüísticas a las cuales D. Davidson ha propuesto aplicar su método tarskiano es el de las oraciones de acción, esto es, las que incluyen un predicado que describe una acción realizada por un sujeto: (8) Juan esperó a María El análisis lógico tradicional de estas oraciones les asignaba una forma relacional, en la que el predicado de acción liga los diversos elementos entre los que se da la acción. Así, a (8) le correspondería una forma lógica del tipo Pab, donde P es la constante predicativa esperó, a representa a Juan y b a María. La razón por la cual no resulta satisfactorio este análisis tradicional es porque no da cuenta de ciertas inferencias intuitivamente correctas en la lengua natural. Por ejemplo, este análisis es incapaz de registrar las relaciones de consecuencia que se dan entre (9) Juan esperó a María en el parque (10) Juan esperó a María en el parque a las 18 h. y la oración (8) : (10) implica (9) que, a su vez, implica (8). El análisis lógico tradicional se limita a asignar a la forma lógica de (9) y (10) uno o dos argumentos más (Pabe, Pabcd), siendo incapaz por tanto de reflejar la conexión semántica existente entre estas oraciones. Para remediar esta deficiencia de las propuestas tradicionales, D. Davidson (1967) mantuvo que hay que entender estas oraciones como afirmaciones cuantificadas sobre eventos o acontecimientos, esto es, como equivalentes a 'Existe un acontecimiento x, tal que ese acontecimiento se da entre a y b en el caso de (8)'. Así, la correspondiente forma lógica de la oración (8) sería x Pabx, o, en la forma semiformalizada en que se suele indicar la estructura semántica (11) x (esperó (Pedro, María)) De acuerdo con esta estructura lógica, que admite variables sobre eventos, se puede reflejar la modificación adverbial de los complementos como predicados de tal evento. Así, el complemento 'en el parque' puede ser concebido como una relación del evento producido entre Pedro y María y el lugar en que tal evento se produce, de tal modo que la forma lógica de (9) sería (12) x (esperó) (Pedro, María, x) & ENcx) Del mismo modo se puede operar con el complemento temporal 'a las 18 h.', considerándolo una relación entre el evento y el momento de tiempo en que se produjo. De este modo, según Davidson, queda mejor reflejada la estructura lógica interna de las oraciones de acción y, lo que es decisivo desde su peculiar metodología semántica, se pueden recoger las relaciones de consecuencia semántica existentes entre (8) y (9) y (10), relaciones semánticas que quedan explicadas en la asignación de forma lógica a tales oraciones.