Lectio: Juan 20,19-31 2º Domingo de Pascua La misión de los discípulos y el testimonio del apóstol Tomás Oración inicial ¡Oh Padre!, que en el día del Señor reúnes a todo tu pueblo para celebrar a Aquél que es el Primero y el Último, el Viviente que ha vencido la muerte; danos la fuerza de tu Espíritu, para que, rotos los vínculos del mal, abandonados nuestros miedos y nuestras indecisiones, te rindamos el libre servicio de nuestra obediencia y de nuestro amor, para reinar con Cristo en la gloria EL TEXTO El relato de Juan describe con rasgos precisos el estado de la comunidad cristiana –y de nuestras comunidades de Hermanos y de Laicos - cuando falta la presencia viva del Resucitado. La luz se apaga y llega la noche; los discípulos quedan paralizados por «el miedo a los judíos»; la comunidad permanece encogida y acobardada, con «las puertas cerradas», sin fuerza para la misión. Falta vida, vigor, vitalidad. Todo es miedo, cobardía, oscuridad. La presencia de Cristo vivo en medio de ellos lo cambia todo. El evangelista subraya, sobre todo, dos aspectos. Por una parte, el Resucitado arranca de sus corazones el miedo y la turbación, y los inunda de paz y alegría: «La paz con vosotros». Al mismo tiempo, les infunde su aliento, abre las puertas y los envía al mundo: «Como el Padre me envió, así también os envío yo». El misterio de Cristo resucitado es, antes que nada, fuente de paz: la vida es más fuerte que la muerte, el amor de Cristo más poderoso que nuestro pecado, Dios más grande que el mal. Por otra parte, Cristo resucitado conduce a sus discípulos a la apertura creadora al mundo. Liberada del miedo y la inseguridad, la Congregación, la comunidad ha de abrirse confiadamente al futuro, renunciando a la voluntad de poder, de saber y de tener, para buscar, como Cristo, ser «fermento» y «sal». Meditamos este texto en esta perspectiva desde nuestro ser parte de la Congregación Hermanos Menesianos y de Familia Menesiana. 19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con ustedes.» 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.21 Jesús les dijo otra vez: «La paz con ustedes” Como el Padre me envió, también yo les envío.» 22 Dicho esto, sopló y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.» 24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» 25 Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.» 26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con ustedes» 27 Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» 28 Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» 29 Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.» 30 Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos signos que no están escritos en este libro. 31 Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. DEJA UN TIEMPO DE SILENCIO PARA QUE LA PALABRA HAGA SU TRABAJO EN TI Y EN TU COMUNIDAD. Algunas preguntas para ayudar a la meditación: ¿Quién o qué cosa ha suscitado mi interés y maravilla en la lectura que he hecho? ¿Cómo identificas tu comunidad con la comunidad de los discípulos? ¿Qué momento de tu vida estás viviendo como creyente?¿Qué significado tiene para mí el don del Espíritu para la misión? Jesús envía a la misión ye eso no se termina? ¿ Cómo estás viviendo la misión ahora mismo? ¿Cómo enviado o como dueño, llamado a comenzar cada día o de forma rutinaria, después de la Resurrección, la misión de Jesús en el mundo? ¿Siento y vivo mi vocación menesiana en la comunidad como fundación permanente?. ¿ Es Cristo resucitado quien desde dentro la anima, la mueve, la impulsa y la recrea incesantemente? Puedo orar con las señales de vida resucitada que hay en mí y en mi comunidad y en la Iglesia. El texto sagrado habla de dos apariciones de Cristo a los discípulos (Jn 20,19-29), y agrega la primera conclusión del Cuarto Evangelio (Jn 20,30-31). En el escrito se pueden distinguir, entre otros, los siguientes elementos: • Los dones del Resucitado: El don del Espíritu Santo, que capacita para formar nuevas comunidades y anunciar la resurrección; la paz, entendida como armonía con el Dios de Jesucristo, con los seres humanos, y con la naturaleza; el perdón y la liberación de toda esclavitud, incluida la del pecado. • La historia de Tomás. Tomás (hebreo: to'am; arameo: tom'; griego: didimos, significa gemelo) es uno del grupo de los Doce (Gn 6,67; Mt 10,13; Hch 1,13). Juan nos dice que este discípulo estaba dispuesto a seguir a Jesús hasta la muerte (Jn 11,16). Después se queja a Jesús de que éste no les indica el camino que Jesús mismo iba a recorrer, el camino al Padre (Jn 14,5). Tomás permanece en la memoria común como "el que duda". La duda de Tomás está relacionada con el testimonio de la comunidad. Él siente la necesidad del encuentro personal con el Resucitado, para arrojar de sí el miedo a la muerte, que llevaba dentro. La condición es ésta: ver y tocar las heridas de Jesús, que son el signo de su victoria sobre la muerte. Sin embargo, cuando se encuentra con el amor gratuito de Cristo, brota desde su interior esta confesión de fe: "¡Señor mío y Dios mío!" La presencia del Resucitado abre el corazón de Tomás, que confiesa: "¡Señor mío y Dios mío!". Tomás confiesa su fe en el Señor Resucitado y glorioso, que es el único y verdadero Dios. Es importante este hecho: que Jesús se convierte en "mi" Señor y "mi" Dios para Tomás. Esta confesión muestra la fe como una relación profunda, personal e íntima. Jesús, sin embargo, pone de relieve que es mejor creer sin ver: "¡Dichosos los que crean sin haber visto!". Jesús dirige estas palabras no sólo a Tomás, sino a todos los hombres y mujeres que, a través de los siglos, lo buscan sin verlo (1 Pe 1,8-9) • Los otros signos. Si descubrimos los "muchos otros signos", que Jesús realiza en nuestra propia existencia, crecerá la fe en Él, y recibiremos de Él la comunicación de la Vida Divina. ¿Cómo y cuándo se hace presente la fuerza Jesús en la vida y la actuación de los creyentes menesianos? Antes que nada, hemos de decir que la resurrección se vive y se hace presente donde se trabaja por la vida y se combate contra la muerte y como menesianos cuando nuestra educación genera vida integral. Donde se liberan las fuerzas de la vida y donde se lucha contra todo lo que deshumaniza y mata al hombre estableciendo “lazos” de vida con los pobres, con los laicos, con los Hermanos, con los niños y jóvenes… Creer hoy en la resurrección es comprometerse por una vida más humana, más plena, más feliz. «La resurrección se hace presente y se manifiesta allí donde se trabaja y hasta se muere por evitar la muerte que está a nuestro alcance, y por suprimir el sufrimiento que se puede evitar». Quien a pesar de fracasos, frustraciones y sufrimientos, se mantiene incansablemente por todo aquello por lo que luchó Jesús, está caminando con él hacia la vida. Éste y no otros – número, prestigio, el pasado, poder, plata… - es el criterio de calidad de nuestra vida menesiana sea de Hermano sea de Laic@. Creemos en el gesto resucitador de Dios cuando damos vida a los crucificados, cuando damos vida a quienes están amenazados en su dignidad y en su vida misma, cuando educamos para que desaparezcan crucificados y crucificadores. Vivir como resucitados es vivir como servidores, buscando la vida y la justicia por la que Jesús vivió y murió. A partir de la resurrección, los primeros creyentes confesaron a Jesús como Señor. Pero esto no es una pura afirmación teórica. Se trata más bien de hacer que Jesús sea realmente Señor de la historia y de la vida- ¿Podemos decir que Jesús es el Señor de todo y de todos los menesianos? El señorío de Jesús resucitado no significa solamente que Cristo sea reconocido por los creyentes, sino que seamos servidores como él lo fue. «El reino de Cristo se hace real en la medida en que hay servidores como él lo fue». El máximo deseo de Jesús Resucitado para todos los hombres es la paz. Ese es el saludo que sale siempre de sus labios: «la paz con ustedes». La vida de los seres humanos está hecha de conflictos. La historia de los pueblos es una historia de enfrentamientos y guerras. La convivencia diaria está salpicada de agresividad. Lo estamos viviendo en estos últimos tiempos muy de cerca en nuestro País. La gran opción que hemos de hacer para superar los conflictos es la de escoger los caminos del diálogo, la razón y el mutuo entendimiento . Hemos de creer más en la eficacia del diálogo pacífico que en la violencia destructora. Hemos de confiar más en los procedimientos humanos y racionales que en las acciones bélicas. Hemos de buscar la humanización de los conflictos y no su agudización. Te doy gracias Jesús, mi Señor y mi Dios, que me has amado y llamado, hecho digno de ser tu discípulo, que me has dado el Espíritu, el mandato de anunciar y testimoniar tu resurrección, la misericordia del Padre, la salvación y el perdón para todos los hombres y todas las mujeres del mundo. Verdaderamente eres Tú el camino, la verdad y la vida, aurora sin ocaso, sol de justicia y de paz. Haz que permanezca en tu amor, ligado como sarmiento a la vid, dame tu paz, de modo que pueda superar mis debilidades, afrontar mis dudas, responder a tu llamada y vivir plenamente la misión que me has confiado, alabándote para siempre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.