Santo Tomás de Aquino Marco histórico, social, cultural y filosófico Marco histórico: Tomás de Aquino nació en el siglo XIII. Ingresó en los dominicos. Por su aspecto corpulento y su gran poder de concentración se le apodo como el buey mudo de Sicilia. En 1323 fue canonizado y se le conoce como Doctor Angelicus. Toda su obra tiene una gran influencia aristotélica. Los avances técnicos en agricultura como el arado de ruedas, molinos hidráulicos y la rotación en los cultivos, unido a las buenas cosechas, propiciaron un gran auge económico, un aumento de la población al estar mejor alimentada y un resurgimiento de las ciudades. No obstante, a finales del siglo XIII aparece una fuerte crisis protagonizada por la peste, el hambre y la guerra.. Políticamente, comenzaron a consolidarse las grandes monarquías hereditarias europeas dando lugar al concepto de nación, como la de Castilla, Aragón o Inglaterra, destacando entre todas la de Francia. Se planteó la idea de una cristiandad universal, que acabó en fuertes enfrentamientos entre los reyes y el papado por ver quién de las dos partes se alzaba con la hegemonía. Ejemplo de ello fue la pugna que mantuvieron Enrique IV, emperador de Alemania, y el Papa Gregorio VII. También destacan las figuras de Federico I Barbarroja que defendía que el Imperio deriva directamente de Dios. Por su parte, el Papa Inocencio III mantenía la teocracia al defender que el poder religioso es superior al político. En este ambiente enrarecido entre reyes y papas surge el Cisma de Occidente a partir del traslado de la corte papal a Avignon. En el siglo XIII aparecen las Cruzadas para reconquistar Tierra Santa y también la Inquisición con el fin de controlar las herejías. Marco social: La organización social seguía siendo feudal, por lo que la sociedad se dividía en tres estamentos vinculados entre sí por relaciones de vasallaje: la nobleza, el clero y el campesinado. En la Baja Edad Media la vida urbana va surgiendo al calor de los comerciantes dando lugar a los burgos, cuyos habitantes, los burgueses, se dedicaban básicamente al comercio. Hay un auge de la industria textil que fomentará la actividad monetaria dando lugar a la aparición de la banca y de las letras de cambio. No obstante, el reparto poco equitativo de las riquezas hizo que este período fueran frecuentes los conflictos sociales, como las revueltas campesinas, las comunas urbanas y otras formaciones es las que se mezclaban móviles políticos, económicos y religiosos, especialmente contra los judíos. En el ámbito religioso se fundaron, a principios del siglo XIII las órdenes mendicantes, como los franciscanos y los dominicos. Sus miembros ocuparon la mayor parte de las cátedras de las primeras universidades europeas como las de Oxford y París. Pero fueron los monasterios y las abadías los que tuvieron una gran riqueza económica y una gran responsabilidad cultural. Marco cultural: A partir del siglo X aparecerá la orden de Cluny fundada por San Benito, y se fue extendiendo por toda Europa con la construcción de más de 1500 monasterios. La cuestión es que a esta expansión de la orden se relaciona la aparición del arte románico. Más adelante, ante la escandalosa prosperidad material de estos monasterios, surgió un deseo de reforma que fue encabezada por la Orden del Cister, fundada por San Benito de Claraval, que defendía un estilo más sobrio de vivir la religión. Junto a la expansión de esta orden religiosa se relaciona el desarrollo del arte gótico. El siglo XIII es la época de los trovadores, de la literatura cortesana que defendía el amor cortesano, siempre narrando amores imposibles en los que el hombre estaba dispuesto a llegar hasta la muerte por el amor de su dama. Aparece, de esta manera, todo un ideal caballeresco que fue impulsado por Leonor de Aquitania, María de Champagne y muy especialmente por Dante y Petrarca. También aparecen los temas de la Virgen y su mediación en los milagros. Comienza a ser nombrada patrona de muchas ciudades. En arquitectura señalar la construcción de grandes catedrales, que dada la duración del proyecto, se convertía en una labor de toda la ciudad. También se edificarán ayuntamientos para las gestionar cuestiones burocráticas de la ciudad, palacios para nobles y burgueses y lonjas en las que los comerciantes se reunían para valorar transacciones comerciales. La escultura al igual que las vidrieras tenía un fin didáctico ya que servían para educar a los creyentes, dado que la mayoría eran analfabetos. La escultura gótica se volvió más humana, más sentimental y sus temas predilectos fueron la Virgen y los santos. Marco filosófico: La Iglesia y el cristianismo inundaban todo el pensamiento europeo. La vida del ciudadano estaba impregnado del cristianismo en todas sus facetas, hasta el punto que el que disentía de ese pensamiento era sometido a la percusión. Aparecen las Universidades en relación con el auge de las ciudades. Los monasterios seguirán siendo importantes centros culturales con la labor de los monjes en la copia de libros. El siglo XIII es el momento de mayor esplendor de la Escolástica, que se refiere a los saberes que se enseñaban e las escuelas medievales. La labor que se desarrollaba en estas escuelas cristianas era la de una conciliación entre el pensamiento racional y la teología cristiana. La Biblia, los escritos de los Santos Padres y filósofos de diversas épocas, eran la base de las enseñanzas escolásticas. De esta labor surgieron las Sumas, que eran compendios sobre conocimiento adquirido, siendo la más famosa la Summa Theologica de Santo Tomás. Hay una escolástica cristiana representada fundamentalmente por Santo Tomás de Aquino, San Alberto Magno entre otros; una escolástica musulmana protagonizada por Averroes y Avicenas, y una escolástica hebrea, impulsada por Maimónides. En este siglo XIII se va a intentar asimilar la filosofía aristotélica por parte del cristianismo donde tendrá mucha importancia la Escuela de Traductores de Toledo, y la propia labor de Tomás Aquino. Uno de los problemas que planteaba para el cristianismo la filosofía aristotélica era que ésta no se reducía a una mera colección de conceptos o de procedimientos lógicos, sino que constituía fundamentalmente una metafísica, una filosofía generada en un ámbito intelectual distinto de la esfera cristiana y cuya aceptación creaba profundos problemas. La corriente neoplatónica y agustiniana, que no creía en más que en la existencia de ideas generales, independientes de la percepción, estaba a punto de perder la batalla. El pensamiento filosófico de Santo Tomás de Aquino Su obra: La Suma teológica Las Sumas eran obras enciclopédicas muy habituales en el apogeo de la escolástica, si bien la Suma teológica de Santo Tomás es, sin duda, la más importante de este género. Se trata de una obra grandiosa en la que Santo Tomás resume sus ideas filosóficas y teológicas, realizando una síntesis magistral de cristianismo y aristotelismo. La obra se divide entres partes, cada parte se divide en tratados, y estos, a su vez, en cuestiones, dentro de las cuales se distinguen diferentes artículos. Cada artículo posee una estructura invariable: se plantea un problema; luego, se exponen las objeciones o argumentos en contra de la posición defendida por el autor; a continuación, se exponen uno o varios argumentos a favor de ella, así como la solución ofrecida por Santo Tomás la problema planteado; por último, se nos ofrece una respuesta a las objeciones del comienzo. Razón y fe Frente a la doctrina de la doble verdad de los averroístas latinos, Santo Tomás sostiene que la verdad es única, aunque se puede conocer de dos maneras diferentes, como son la razón y la fe. La razón conoce a partir de los datos de los sentidos; en cambio, la fe conoce a partir de la revelación divina. En consecuencia, ambas son independientes. Las verdades de fe sobrepasan la capacidad de la razón humana y las estudia la teología. No pueden demostrarse racionalmente y han de ser aceptadas sin discusión, porque emanan directamente de Dios. En cambio, las verdades de razón, que estudia la filosofía, sí pueden ser comprendidas por el entendimiento humano y son demostrables racionalmente. Además, existen algunas verdades que la razón puede demostrar, pero que Dios ha querido revelarnos, son los llamados preámbulos de la fe. Es aquí donde la fe y la razón confluyen, y la teología puede utilizar la razón para conocer la verdad revelada -teología natural-. En consecuencia, que la filosofía está al servicio de la teología, y como la verdad es única, la filosofía y la razón se equivocan si llegan a conclusiones incompatibles con la fe. La filosofía se ocupará de las verdades accesibles a la razón humana y su alcance es limitado. Aunque su objeto es el ser, sus causas y sus principios, puesto que la filosofía se apoya en la metafísica, y ésta busca la causa primera de todo ser, Dios debe ser el último objetivo de la filosofía. En sus investigaciones, los filósofos parten del mundo de la experiencia, de los seres creados, y proceden a elevarse por encima de lo posible hasta Dios. Pero el único conocimiento racional que se puede alcanzar de Dios es indirecto, a través de las cosas creadas por Él. En la Suma teológica Santo Tomás define la teología como la doctrina de la revelación, cuyo objeto es la palabra de Dios y cuyo fundamento es la fe. Por la fe se alcanza lo sobrenatural, más allá de los límites humanos. Al contrario que el filósofo, el teólogo parte de Dios y avanza hacia las cosas creadas. Dentro del contenido de la revelación, santo Tomás distingue entre lo revelado y lo revelable. Lo revelado consiste en una serie de conocimientos sobre Dios, necesarios para obtener la salvación y que sólo pueden ser alcanzados por revelación divina, pues sobrepasan la capacidad del intelecto humano. Son los artículos de fe, como por ejemplo, el hecho de que el mundo fuese creado en el tiempo, la Encarnación y la Santísima Trinidad. Lo revelable es también un conjunto de conocimientos sobre Dios necesarios para la salvación, pero accesibles para la razón humana. Se llaman preámbulos de fe, y son las afirmaciones de la Biblia que pueden ser explicadas racionalmente, como la existencia de Dios. Aunque casi toda la filosofía se dirige al conocimiento de Dios, no todas las verdades alcanzadas racionalmente son necesarias para la salvación, por eso la teología no incluye todas las verdades posibles, sino que deja un ámbito para la ciencia que consideras las cosas por sí mismas. Filosofía y teología coinciden, pues en el ámbito de lo revelable, allí donde llega la razón la fe no tiene ningún cometido. Pero, en la práctica, la fe tiene que sustituir a la razón en algunos casos como cuando los ignorantes creen cosas que otros pueden comprender y la fe corrige los errores racionales. A su vez, la filosofía puede ser un apoyo para la teología en situaciones en las que se necesite demostrar los preámbulos de fe, aclarar las verdades de fe o rebatir objeciones contra la fe. Por tanto, Santo Tomás rechaza la teoría averroísta de la doble verdad. Para él ambas verdades deben de coincidir, ya que ambas provienen de Dios y, si la razón, en algún momento contradice a la revelación, porque el hombre se equivoca, siempre es aquélla la que debe someterse a ésta. Demostración de la existencia de Dios Una de verdades reveladas por la fe, pero susceptible de demostración racional, es que Dios existe. Para demostrarlo San Anselmo había empleado el argumento ontológico: si Dios existe es el mayor ser que existe y ha de existir tanto en la mente como en la realidad. Frente a esta demostración a priori, Santo Tomás propone una demostración a posteriori, que parte de los sentidos, y que va del efecto (los seres del mundo) a la causa que los ha producido (Dios). Las vías tomistas son pruebas basadas en el principio de causalidad y esencialmente metafísicas, en tanto que la causa primera a la que conducen se sitúa más allá de la naturaleza. Todas ellas tienen una estructura similar: 1) La constatación de un hecho experimental, 2) aplicación del principio de causalidad, 3) afirmación de la imposibilidad de una sucesión infinita de causas, es decir, de una serie de causas sin principios y 4)Una conclusión que muestra la necesidad de una causa primera, que es Dios. Primera vías: la del movimientito: Es innegable que las cosas del mundo se mueven. Todo movimiento tiene una causa exterior a él mismo, ya que nada puede ser a la vez el motor y la cosa movida. Pero, si lo que mueve a algo necesita, a su vez, un tercero que lo mueva y así indefinidamente, tendríamos una cadena infinita de motores movidos, lo cual es imposible. Es necesario un primer motor inmóvil que no sea movido por nadie, y éste no es otro que Dios. Segunda vía: la de la causa eficiente: En el mundo ninguna cosa puede ser causa de sí misma y efecto a la vez, pues la causa es anterior al efecto. Toda causa está causada, pero no es posible una cadena infinita de causas eficientes, pues si no hay una primera causa no existen las demás. Así pues, es necesaria una primera causa eficiente, que no es otra que Dios. Tercera vía: la de lo posible o contingente: Todos los seres de la realidad existen, pero podrían no existir, pues son contingentes. Puesto que lo contingente no tiene en sí mismo la explicación de su existencia, si todos los seres fueran contingentes, no existiría nada. Es, pues, forzoso que exista un ser necesario: Dios. Estas tres vías se denominarán posteriormente pruebas cosmológicas. Cuarta vía: la de los logros de perfección: En la naturaleza hay seres buenos, verdaderos, nobles, etc. Para que pueda hablarse de un más o menos en la perfección de los seres es necesario que haya un ser perfecto que haga posible la comparación, y ese ser no es otro que Dios. El fundamento de esta vía es más platónico que aristotélico en tanto que supone que los valores de los seres participan de la suma perfección. De Dios. Quinta vía: la del gobierno del mundo: Todos los seres irracionales o carentes de conocimiento tienden a un fin. Esto sólo es posible si alguien los dirige. Luego tiene que existir un ser inteligente que dirija todas las cosas, y es Dios. Esta prueba se llamará en el siglo XVIII prueba teológica Santo Tomás, al analizar la esencia de Dios, añade otras dos pruebas que vienen a demostrar su existencia: Vía afirmativa o de la eminencia: El hecho de que la esencia de Dios consista en su existencia no significa que no tenga esencia y, en consecuencia, que no posea las propiedades de las criaturas, sino que, al contrario, las posee todas de un modo más excelente que todas ellas, pues todas son una en Él; es decir, que cuando decimos algo de Dios lo decimos en un grado eminente, en un orden superior al utilizado para referirnos a las criaturas. Al afirmar que Dios es bueno, queremos decir que es la perfección o esencia de la bondad, en un sentido que trasciende nuestra experiencia y que la bondad de las criaturas preexiste en Dios. De esta manera, Santo Tomás afirma que Dios es uno, no puede estar dividido, que es verdadero y que es bueno. Vía negativa: Santo Tomás también afirma que podemos alcanzar una noción sobre la esencia de Dios mediante el conocimiento de lo que no es, es decir, excluyendo de Dios aquellas cualidades o formas de ser que no le convengan. Por ejemplo, Dios es simple, porque en Él no hay partes; es infinito y omnipresente en tanto que su ser no es generado ni limitado; puesto que no cambia, es inmutable; puesto que no se puede concebir con ninguna imperfección, es perfecto, y así con el resto de cualidades de Dios. En realidad se trata de negar en Dios todo aquello que sí se observa en los seres creados. La creación del mundo Según Santo Tomás toda la realidad de contingente y surge a partir del único ser necesario, Dios, por un proceso de creación continua a partir de la nada, ex nihilo, puesto que antes que Dios no puede haber nada. Toda criatura tiene una relación esencial de dependencia con su creador, pero Dios no está relacionado sustancialmente con ellas, Por ello, mientras que las criaturas no podrán existir si no existiera Dios, Dios puede existir perfectamente sin el mundo. Sólo Dios puede crear y no lo hace por necesidad, sino libremente, para difundir su infinita bondad en todos los seres creados, especialmente en el hombre que es consciente de ello. La realidad creada tiene una estructura jerárquica, determinada por la mayor o menor simplicidad de los seres. Sólo Dios es simple. La perfección de cada criatura depende de su esencia o modo de ser. En primer lugar, están los ángeles, que son las criaturas más simples y perfectas, carentes de materia, pero no por ello exentos de composición, ya que están formados de esencia y existencia. Al ser formas puras con existencia y al carecer de materia, no es posible en ellas la individuación en particulares físicos, por lo que cada ángel es una especie. A continuación, en la jerarquía ontológica se encuentra el hombre, compuesto por cuerpo y alma. El alma puede subsistir tras la corrupción del cuerpo, aunque sin él no puede llevar a cabo determinadas operaciones. A continuación están los seres sensitivos y los vegetativos, que no pueden subsistir sin el cuerpo. Seguidamente se hallan en esta organización los seres inorgánicos y para terminar se encuentra la materia primera, pura potencialidad, que se sitúa en el polo opuesto al puro acto de ser, es decir, a Dios. A través del principio de plenitud, santo Tomás justifica la gran variedad de seres. El mundo fue creado por Dios para comunicar su perfección, pero ninguna criatura puede reflejarla totalmente porque todas son contingentes, materiales y poseen potencialidad. Con respecto a si la creación es eterna o surgió en el tiempo, santo Tomás defiende que el mundo fue creado en el tiempo y que ello es un artículo de fe, por lo que no puede ser comprendido ni demostrado racionalmente. Y sobre cuestiones de su época acerca de si Dios pudo crear otro mundo distinto al que conocemos o sobre si el poder de Dios está limitado de algún modo, santo Tomás afirma que Dios crea libremente y que puede subsistir sin el mundo, sin que ello suponga cambio alguno para Él, mientras que las criaturas no pueden existir sin Dios. Y sobre la cuestión de porqué permite Dios el mal y el sufrimiento en el mundo, o si han sido creados también por Dios, santo Tomás responde, al modo agustiniano, que el mal no es un ser, sino una privación de ser, en otras palabras, el mal y el sufrimiento no es querido por Dios, que lo podría eliminar si quisiera, pero lo permite, para salvaguardar la libertad humana. Antropología o psicología tomista Para santo Tomás, al igual que Aristóteles, el hombre es una sustancia compuesta de alma y cuerpo, y esta relación es sustancial como lo demuestra el hecho de que el alma no puede realizar determinadas funciones sin el cuerpo. El alma, en tanto que forma, es el principio de todas las determinaciones tanto de las físicas, pues informa la materia, como de las distintas funciones propias del hombre. La diferencia entre santo Tomás y Aristóteles es que mientras que para éste el alma sin el cuerpo no tiene sentido de acuerdo con la teoría hilemórfica, para aquél, y de acuerdo con el cristianismo, el alma humana es inmortal. El alma humana es la forma del cuerpo y ambos unidos forman la sustancia que es el hombre. Pero en tanto que el alma puede subsistir independientemente del cuerpo, ha de ser también, sustancia ella misma. Aunque el alma pueda existir separada del cuerpo, tiene una inclinación natural a unirse con él, pues, de lo contrario, es una sustancia incompleta, ya que sólo es completa la sustancia formada por la unión de alma y cuerpo. Las funciones del alma son tres: vegetativa, sensitiva y racional. Sin embargo, otras funciones del alma, como el conocimiento o la libre elección, nos hace concebirla como una sustancia inmaterial con actividades propias e independientes del cuerpo. En este sentido, si el alma fuese material, sólo podría sentir, es decir, recibir las formas sensibles e individuales de las cosas. El conocimiento intelectual, aquel que recibe las formas inteligibles de las cosas o esencias, requiere un sujeto de naturaleza inmaterial. Precisamente, porque es una sustancia inmaterial es por lo que es inmortal. Sólo aquello que es compuesto de materia y forma es corruptible, pero el alma, como sustancia inmaterial, es sólo forma y, por tanto, incorruptible, o lo que es lo mismo, inmortal. Además, el alma es única, es decir que en el hombre no hay otras formas sustanciales distintas del alma intelectiva que asume todas las funciones que le son propias, como el entendimiento y la voluntad, y las que comparte con el cuerpo, como son las orgánicas y sensitivas. El alma humana no es eterna, sino que comienza a ser, esto es, tiene un principio. Todo lo que comienza a existir es engendrado o es creado de la nada, ex nihilo, pero el alma humana no puede ser engendrada, ya que sólo lo que es compuesto de materia y forma puede ser engendrado y el alma es pura forma, por consiguiente, cada alma es creada por Dios. Por otro lado, el alma humana está dotada de entendimiento y de voluntad. Además de la capacidad de conocer, el alma humana tiene la facultad de desear el bien. En su actuar el alma humana está dotada de libertad, es decir, se determina racionalmente a sí misma a obrar. Sólo cuando se ha conocido como bueno la voluntad lo desea como un bien. Dios es, para santo Tomás, el bien que desea el alma. Teoría del conocimiento El conocimiento, según santo Tomás, se produce por una adecuación entre la cosa y el hombre que conoce. Puesto que el ser humano es la unión sustancia de cuerpo y alma, los sentidos, vinculados al cuerpo, son la potencia receptiva del alma para todas las formas sensibles. El alma, como forma, es la potencia receptiva de todas las formas inteligibles. El conocimiento intelectual ha de comenzar en el conocimiento sensible y depende de éste, ya que los conceptos son formados a partir de la experiencia sensitiva. El entendimiento abstrae los conceptos a partir de los datos proporcionados por el conocimiento sensible. Lo percibido que captan los sentidos, la especie sensible, deja en la imaginación o sentido interno imágenes que son representaciones de las cosas que mantienen los rasgos individuales y concretos. Sobre estas imágenes actúa la capacidad abstractiva del entendimiento agente y, eliminando todos los elementos individuales, obtiene la especie impresa. A partir de aquí el entendimiento paciente sale de su pasividad y conoce en acto, lo que permite la formación de la especie expresa o concepto. Conocer, por tanto, es abstraer la forma a partir de la materia individual, sacar lo universal de lo particular, la especie inteligible de las imágenes singulares. Por el entendimiento requiere una doble capacidad. Por un lado, la capacidad de universalizar o capacidad abstractiva, que santo Tomás llama entendimiento agente; y por otro, una capacidad de conocer universalmente o por conceptos, que corresponde al entendimiento paciente. La posibilidad de conocer del entendimiento paciente se actualiza mediante la abstracción de las formas. La teoría de la abstracción garantiza la verdad del conocimiento intelectual. El entendimiento humano no puede equivocarse en el conocimiento de la esencia de una cosa, pero no es infalible en el conocimiento de sus propiedades y accidentes. A diferencia del entendimiento divino, no puede aprehender en un solo acto una cosa, sino que requiere actos sucesivos en los que formula juicios sucesivos sobre las propiedades de la cosa que dan lugar a razonamientos, en los cabe la posibilidad de error. Ética La ética de Santo Tomás está inspirada en la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Por tanto, se trata también de una ética eudemonista y teleológica, pues determina la ordenación de todas las criaturas hacia Dios. El fin de las criaturas, pero que sólo puede ser alcanzado por el hombre, es conseguir la felicidad absoluta que consiste en la visión de Dios en el más allá. Es una felicidad sobrenatural que santo Tomás llama beatitud, y que viene a ser un premio a haber llevado una vida bajo los designios de la virtud, y para alcanzarla es necesaria la ayuda divina, esto es, la gracia. Sólo son objeto de consideración moral los actos libres. Son buenas aquellas acciones que llevan a la beatitud o son compatibles con ella, y son malas las que nos alejan del fin ético o son incompatibles con él. El hombre como ser inteligente aspira al conocimiento de la verdad, pero como ser que ama, desea el sumo bien. La verdad absoluta y el sumo bien son Dios, por lo cual la felicidad no es alcanzable en esta vida. La virtud surge cuando la voluntad se adecua a la razón. Santo Tomás define las virtudes como hábitos y cualidades de la mente por los que el hombre vive rectamente. Distingue entre virtudes intelectuales y morales. Estas últimas se refieren a la adecuación del apetito a la razón con el fin de evitar el exceso y el defecto en nuestras acciones. La moral tomista se presenta así como un intelectualismo, pues da prioridad al intelecto sobre la voluntad, ya que primero conocemos y luego deseamos, concepción ésta que se opone al voluntarismo agustiniano. Dios gobierna al mundo mediante la ley eterna, de la que participan las criaturas mediante la ley natural, que las dota de una naturaleza propia y de unas inclinaciones específicas. El hombre actúa correctamente cuando sigue la ley natural que le dicta su razón. La ley natural es, pues, el hábito de la razón práctica, su forma de actuar habitualmente, que se encuentra de forma universal, invariable e indeleble en la razón. Por eso su primer precepto es: ha de hacerse el bien y evitarse el mal. Por otro lado, las leyes positivas son la aplicación de la ley natural a la sociedad humana, por lo que necesariamente tienen que ser compatibles con la naturaleza racional del hombre. Política Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles de nuevo, concibe al hombre como un ser social por naturaleza, por lo que es incapaz de vivir y desarrollarse como tal aisladamente. Pero la vida en sociedad exige necesariamente la dirección de los más capaces para atiendan al bien común. Esto se debe a que el hombre se inclina fácilmente a seguir sus caprichos. El Estado puede conseguir que determinados hombres hagan por costumbre lo que antes hacían presionados por él. Gracias a las leyes racionales el hombre puede ser noble, ya que sin ellas no es más que un bruto. El fin del Estado es conducir a los ciudadanos a una vida feliz y virtuosa por lo que el gobernante, a la hora de legislar, debe intentar que las leyes sociales se acomoden a la ley natural, y no tiene legitimidad para crear leyes contrarias a dicha ley. El Estado debe garantizar una serie de condiciones: Conservar la paz interna y externa, para lo cual Santo Tomás justifica en casos extremos el uso de la fuerza. Cubrir las necesidades materiales de los ciudadanos. Promover las buenas acciones de los súbditos y ayudarles a alcanzar el fin último favoreciendo la vida religiosa. En este sentido, Santo Tomás, distingue dos fines en el hombre, uno sobrenatural, que sería asunto de la Iglesia, y otro natural, del que se encargaría el Estado. La cuestión de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, aunque Santo Tomás no defiende el poder absoluto de la Iglesia, sí es partidario de su intervención indirecta, mediante la cual la Iglesia puede ordenar aquellos asuntos terrenales que contribuyan a alcanzar la felicidad en el más allá. Por último, santo Tomás considera que la organización más adecuada para gobernar es la monarquía constitucional, cuya soberanía se basa en el bien del pueblo. Para evitar abusos, lo más adecuado parece ser mitigarla con una mezcla de aristocracia y democracia. En el extremo contrario, la tiranía le parece la forma de gobierno más deplorable, aunque no justifica la abolición del sistema mediante la violencia y el asesinato.