RETIRO DE MATRIMONIOS Propuesta de Oración “ El regreso del hijo pródigo” Meditaciones a partir del libro de Henri J.M. Nouwen LECTURA El hijo pródigo (Lc 15, 11-32) En algunos momentos de nuestra vida nos hemos sentido probablemente como el hijo menor, perdidos, desesperados, ofensores y necesitados de abrazo y de perdón. Otras veces nos habremos identificado con el hijo mayor obedientes, serviciales, cumplidores pero heridos en nuestro orgullo, resentidos por el trato que nos dan, nos sentimos ofendidos. Pero como nos dice Henri Nouwen en su libro : “Tanto si eres el hijo menor como si eres el hijo mayor, a lo que estás llamado es a ser el padre.” PAUTAS PARA LA REFLEXIÓN El hijo menor Algunas veces hemos sido rebeldes, traicionando nuestros valores, desafiando a los demás, caprichosos en la consecución de nuestros deseos. Hemos abandonado el “hogar espiritual”, sordos a la voz del Padre que nos llama “hijo amado”. Cuanto más nos alejamos de la realidad espiritual, más nos enredamos en las manipulaciones y juegos de poder del mundo. ¿A quién pertenecemos a Dios o al mundo? ¿Quién da sentido a nuestra vida? El amor del mundo es condicional y nos vuelve adictos al poder, a las riquezas, al logro de un status social, nos hace vivir en un mundo de engaños. ¿Porqué seguimos ignorando el lugar del amor verdadero y nos empeñamos en buscarlo en otra parte? Cuando nos sentimos perdidos como el hijo menor ¿a quién recurrimos? ¿Intentamos redescubrir nuestro “yo” más profundo? ¿Nos sentimos hijos del Padre? ¿Confiamos en su amor? Uno de los grandes retos de la vida espiritual es recibir el perdón de Dios La fe ciega en el total y absoluto perdón no llega fácilmente. Mientras Él quiere devolvernos toda la dignidad de nuestra condición de hijos suyos, nosotros seguimos insistiendo en que nos gusta ser jornaleros. Recibir el perdón implica voluntad de dejar a Dios ser Dios y de dejarle hacer todo el trabajo de sanación, restauración y renovación de nuestra persona. El hijo mayor El extravío del hijo mayor es más difícil de identificar. Al fin y al cabo lo hacía todo bien. Es el hijo modélico, obediente, servicial, cumplidor, trabajador. Pero cuando ve la alegría de su padre por la vuelta de su hermano menor, un poder oscuro sale a la luz y de repente aparece la persona resentida, orgullosa, severa y egoísta que estaba escondida. Pensemos en aquellas situaciones en que nos podemos identificar con el hijo mayor. ¿Cuántas veces nos hemos sentido como el hijo mayor y como el fariseo presentando méritos y exigencias desde nuestro orgullo y aparente “perfección”? ¿Cuántas veces creemos estar en posesión de la verdad y que la culpa la tienen siempre los demás? ¿Cuántas veces exigimos el cambio en los demás? El hijo mayor o el fariseo están radicalmente impedidos para entender y practicar la misericordia y el perdón. Cuando estamos resentidos nos volvemos insensibles a la alegría, las quejas nos paralizan y la oscuridad nos envuelve. ¿Cómo se puede volver cuando se está perdido en el rencor, atrapado en los celos, prisioneros de la obediencia y del deber?“ La conversión es posible pero necesitamos confianza que es la convicción profunda de que el Padre nos quiere y gratitud que nos permite reconocer que todo lo que soy y tengo me ha sido dado. “Tenéis que nacer de nuevo” “Lo que para mí es imposible, es posible para Dios” “En la casa de mi Padre hay sitio para todos” “El amor del padre no fuerza al amado. Aunque quiere curarnos de nuestra oscuridad interior, somos libres para permanecer en la oscuridad o caminar hacia la luz del amor de Dios” El Padre El Padre deja marchar a su hijo menor en libertad y no lo retiene por amor. Deja a su hijo encontrar su propia vida. “Soy amado en la medida que soy libre para dejar el hogar” “Tu eres mi hijo bien amado en quien me complazco” El amor del Padre es inagotable e ilimitado y hemos de procurar que este amor dirija nuestra vida diaria “Si soy capaz de mirar al mundo con los ojos del amor de Dios y descubrir que la visión de Dios es la del Padre que todo lo da y todo lo perdona, que no mide al amor que siente hacia los hijos según lo bien que se comportan, entonces veo que mi única respuesta es la de una profunda gratitud.” El Padre no sólo perdona sino que entrega lo mejor e invita a la alegría. “Dios desea encontrarme tanto como yo deseo encontrar a Dios. Dios no es el padre que espera que sus hijos vuelvan a él, que pidan perdón sino que abandona la casa, ignora las disculpas y las promesas de cambio y los conduce a la mesa magníficamente preparada para ellos.” Es a través del perdón constante como llegamos a ser como el Padre. Perdonar de corazón es muy difícil. “El perdón de Dios es incondicional. Surge de un corazón que no reclama nada para sí, de un corazón que está absolutamente vacío de egoísmo. Es su divino perdón lo que tengo que practicar en mi vida diaria.” “Me acerqué al Hijo Pródigo de Rembrandt como si se tratara de mi propia obra : un cuadro que contenía no sólo lo esencial de la historia que Dios quería que yo contara a los demás, sino también lo que yo mismo quería contar a los hombres y mujeres de Dios. En él está todo el Evangelio. En él está toda mi vida y la de mis amigos. Este cuadro se ha convertido en una misteriosa ventana a través de la cual puedo poner un pie en el Reino de Dios.” Henri J.M. Nouwen RETIRO DE MATRIMONIOS EN PAZ CONMIGO MISMO, EN PAZ EN MI PAREJA “El perdón es el don de los dones, como lo dice la palabra. Ciertamente es el don más difícil de regalar” Ignacio Larrañaga CUANDO OFENDEMOS En la vida, todos hemos vivido circunstancias desagradables, todos hemos cometido muchos errores, que en tanto que desagradables son algo más para incluir en la lista de cosas a evitar. En mis relaciones con los demás es posible que, por ignorancia, por un estado de ánimo alterado, por el motivo que sea, haya cometido muchas injusticias, muchas cosas impropias. Pienso en esas situaciones en que voluntaria o involuntariamente ofendo a los demás. Repaso algunos ejemplos concretos en mi relación de pareja. ¿Cómo me siento? ¿Por el hecho de que quiera ignorarlo, de que lo intente olvidar, significa que ya no exista? ¿Me siento culpable por ello? Cuando yo tengo un sentimiento de culpa por causa de algo, este sentimiento persiste constantemente en mi interior. Y la culpa es la negación del ser, de la realidad, de la felicidad, del bien. Y hasta que no redima esa culpa, hasta que no pueda eliminar, de veras, en mi interior este sentimiento negativo, no podré tomar conciencia directamente de lo que soy, ni podré sentirme libre y en paz conmigo mismo. CUANDO NOS OFENDEN Al mismo tiempo, es casi seguro que nosotros también nos hemos sentido víctimas de injusticias, de violencias, de presiones y de atropellos morales. A veces, nos sentimos ofendidos porque somos orgullosos y nos creemos “perfectos” y en posesión de la verdad. Otras veces, nos sentimos ofendidos simplemente por el hecho de que las personas no han respondido a la idea que nos habíamos formado de ellas. Es como si nos sintiéramos engañados. Repaso alguna de las situaciones en que me he sentido ofendido por mi pareja. ¿Qué reacciones se producen en mí? ¿Cómo me siento? Siempre que nos sentimos víctimas de algo, se produce en nosotros una reacción natural a protestar contra el causante. Es decir que hay en mí un movimiento de hostilidad, de rechazo, de condena, de resentimiento contra la persona que me ha producido una experiencia negativa. A menudo, todo tiene su origen en nuestro modo interno de vivir, de valorar las cosas. Mientras yo me mantenga en la idea del bien y del mal, y por lo tanto en el resentimiento, estoy impidiéndome vivir mi propia identidad espiritual. LOS SENTIMIENTOS QUE APARECEN CUANDO HAY OFENSA A partir del momento en que se produce un daño moral o una ofensa, diversos sentimientos pueden aparecer y enturbiar nuestras relaciones. Se trata de diferentes formas de reaccionar frente a la agresión. Estas diferentes emociones agresivas están en cada persona en una mezcla combinada. En el problema del perdón pueden hacer su aparición todas ellas —o alguna de ellas— en grados y especificaciones diferentes. Otras veces puede tratarse de un sentimiento general contra el prójimo. Repasemos estos sentimientos y nuestras reacciones, tanto en nuestra relación de pareja como en nuestra relación con los demás. ¿Cuáles corresponden a nuestra forma de reaccionar? ¿Nos resulta fácil identificarlos? El rencor es la tendencia a hacer daño y a recrearse en ello. Llamamos odio a la inclinación a exterminar a otro. Es una «protesta», hecha con toda el alma, contra el hecho de que el otro exista. El rasgo especifico del odio es el deseo de que el otro no disfrute de la existencia. Es lo más opuesto al amor. Pero la emoción del odio puede encubrirse, con más frecuencia de lo que se cree, entre los pliegues de otros sentimientos. Cuando el deseo de poseer y la necesidad de estimación son lesionados, nace la necesidad de la venganza, así como nace la gratitud como un impulso reactivo a lo bueno que recibimos de los demás. Si el deseo de poder o estimación quedan lesionados en sus exigencias, se busca la compensación produciendo un daño igual a aquel que ha obstruido la aspiración: ojo por ojo: me quitas un ojo, te quito un ojo. Existe, pues, en la venganza un ajuste de cuentas. El resentimiento es diferente a la venganza, por los motivos y por la forma. Esta emoción agresiva nace del hecho de saber que el otro consigue lo que uno no ha podido obtener. El motivo del resentimiento es que yo no tengo lo que él tiene: él tiene más éxito, prosperidad y estima que yo. El impulso vital de donde nace este sentimiento es querer tener todo para mí y ser más que los demás. En la envidia existe todo el contenido del resentimiento y, además, encierra la inclinación a vengarse de los que han sido más afortunados que uno, a pesar de que los tales afortunados no me han causado ningún daño. Se procura la satisfacción rebajando los valores de los demás; y en esta operación desvalorizadora se puede tomar un aire de objetividad, racionalizando con nuevos principios otros códigos de valores, otros criterios para poder decir: al final, tú no eres más que yo. En la emoción de la envidia hay siempre escondida cierta dosis de frustración. No hay resentimiento sin envidia, aunque sí envidia sin resentimiento. En los celos queda perturbado el deseo de tener todo para sí, al observar que el otro es objeto de gran estimación por parte de los demás, estima que uno la desearía exclusivamente para sí. Antipatía es una tendencia emocional por la que el prójimo es como un polo en el que yo no encuentro resonancia. Esta emoción nace a veces del fondo vital. Otras veces, en cambio, es el resultado de una transferencia inconsciente por la que uno evoca un personaje olvidado con el que hubo conflictos en tiempos pasados. ¿QUÉ ES PERDONAR? Perdonar es extinguir esos sentimientos como quien apaga una llama. En estas emociones de malevolencia existe una vinculación emocional entre el otro y yo. Estos sentimientos adversos son cargas de resistencia, lanzadas mentalmente contra el prójimo. Las cargas, al ser permanentes, forman una cadena que sujeta destructivamente a los dos individuos. Perdonar es, pues, quebrar esos vínculos y desligarse. ¿CÓMO PERDONAR? A partir de nuestra experiencia personal y de pareja, repasamos lo que hemos hecho en situaciones de conflicto para perdonar o para pedir perdón. Para ayudaros en esta reflexión, podéis intentar contestar a las siguientes preguntas : ¿Cómo lo hemos hecho? ¿Qué dificultades podemos identificar? ¿Qué debemos hacer para perdonar de verdad? ¿Qué barreras hemos de superar? Muchas veces hemos oído decir esta frase: “Perdono pero no olvido”. ¿Qué juicio os merece el sentido de esta frase? ¿Porqué es especialmente importante en la relación de pareja? ¿Qué lugar debe ocupar el perdón en la vida matrimonial? 1. Identificar los sentimientos que tengo hacia las personas. No podemos eliminar los sentimientos negativos si previamente no los hemos identificado. Y este es un ejercicio que debemos aprender a realizar 2. Comprender Si supiéramos comprender, no necesitaríamos perdonar. Bastaría comprender, y la sed de venganza quedaría calmada. Comprender significa abarcar o rodear por completo una cosa. Comprender a una persona significa medirla, rodearla por completo, analizarla en sí misma lo más objetivamente posible. Sucede que muchas veces vemos al otro a través del prisma de nuestros prejuicios emocionales: antipatías, rivalidades antiguas, historias desagradables... De esta manera, nuestra visión del otro queda enturbiada y coloreada. Esta visión distorsionada provoca en nosotros un estado emocional adverso al hermano. En el fondo de la incomprensión está presente, pues, la falta de realismo y sabiduría. 3. Evocar la fe y la presencia del Señor Por la experiencia de la vida sabemos cuánto cuesta perdonar; sabemos también que para ello necesitamos de Jesús. Por gusto no se perdona. Tampoco por ideas ni por convicciones, ni siquiera por los ideales. ¿Cómo hacerlo? Concéntrate. Evoca por la fe la presencia del Señor. Y cuando hayas llegado a un «encuentro» de intimidad con El, dile: Jesús, entra hasta las raíces más profundas de mi ser, asume mi corazón con sus hostilidades y sustitúyelo por el tuyo, perdona tú dentro de mí, quiero sentir por tal hermano lo que Tú sientes por él, quiero perdonarlo como Tú perdonaste a Pedro... Ahora mismo, Jesús. Vas a experimentar cómo Jesús calma aquella agitación hostil y deja en el interior tanta paz, que puedes levantarte tranquilamente para ir a charlar con toda naturalidad, con el «enemigo». Estos prodigios los hace hoy Jesús. 4. Liberar a la persona evocada de los sentimientos negativos que la acompañan. Para esto sólo existe una vía : perdonando. Manifestando el perdón de un modo sincero, de corazón y amando explícitamente a la persona. Para saber si el perdón ha logrado su efecto basta con que me imagine estar con aquella persona y vea si me siento en paz interior y en actitud de cordialidad. 5. Solicitar el perdón de Dios Para todo el mundo es absolutamente necesario perdonar, este arreglo de cuentas con uno mismo, con los demás y con Dios. Dios no desea otra cosa que perdonarnos. Por nuestra parte ni siquiera tenemos que decir “lo siento”. Lo único que tenemos que hacer es desear volver a Él. Nada hay más fácil en el mundo que obtener el perdón de Dios, el cual está más dispuesto a conceder el perdón que nosotros a recibirlo. Jesús sólo nos exige dos cosas : “ Si queréis ser perdonando por vuestro Padre, tenéis que perdonar a vuestro hermano” “Dime que me amas y tus pecados serán perdonados” “Si he conseguido perdonar, dentro de mí no quedará la menor huella de intranquilidad, de incomodidad, de opresión, me sentiré libre y en paz con todo el mundo, de veras. Y en paz quiere decir en armonía, quiere decir en sintonía interna, con gozo frente a los demás, con una aceptación interna de los demás.” Antonio Blay RETIRO DE MATRIMONIOS EN PAZ EN MI PAREJA PARA LA REFLEXIÓN Y EL COMPROMISO • San Pablo advierte a los esposos: "Perdonaos mutuamente cuando alguno tenga quejas contra el otro. Así como Dios os perdona. así también vosotros debéis perdonaros" (Ef 4,32). • "No te dejes vencer por la tristeza ni abatir por la propia culpa; la alegría del corazón es vida del hombre, el gozo alegra sus años; consuélate, recobra el ánimo, aleja de ti la pena porque a muchos ha matado la tristeza, y no se gana más con la pena. Celos y cólera acortan los años, las preocupaciones aviejan antes de tiempo. Corazón alegre es gran festín que resulta provechoso al que lo come" (Ecclo 30, 22-27). • Dice Tolstoi: "No denomino héroes a aquellos que han triunfado por sus ideas o por la fuerza. Sólo considero héroes a aquellos que fueron grandes por su corazón". Y podemos añadir que no hay corazón más grande que el que sabe comprender y perdonar. 1. ¿Qué lugar debe ocupar el perdón en la vida matrimonial? 2. ¿Por qué hay que aceptar al otro como es y valorarlo con benevolencia y comprensión? 3. Muchas veces hemos oído decir esta frase: “Perdono pero no olvido”. ¿Qué juicio os merece el sentido de esta frase? ¿Porqué es especialmente importante en la relación de pareja? Quien sabe perdonar: ilumina su vida y la de los demás. Quien sabe perdonar: disminuye los sufrimientos propios y ajenos Quien sabe perdonar: podrá restañar con eficacia las heridas ajen as. Quien sabe perdonar: ha preparado su corazón para dar cabida a Dios y al prójimo. Quien sabe perdonar: tiene elegancia espiritual, es más humano y servicial. Quien sabe perdonar: está siempre cerca de Dios que es perdón.” Matrimonios en diálogo