El hundimiento del engranaje de la Transición: de aquellos

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El hundimiento del engranaje de la Transición: de aquellos
polvos vienen estos lodos
Angeles Maestro :: 05/10/2014
Hace aguas un modelo de izquierda cimentado
sobre el Pacto Social que implica la aceptación de la lógica del beneficio del capital
Prólogo
Cuando terminé de escribir este artículo para la revista Laberinto no había estallado aún el
escándalo de la corrupción masiva de los 86 ex-consejeros y directivos de Bankia que se apropiaron
de 15,5 millones de euros de una entidad pública que hubo de ser rescatada con 23.500 millones de
euros.
Que le capitalismo es sinónimo de corrupción es algo que debería ser patrimonio del conocimiento
de la clase obrera, pero lo que este hecho ejemplifica y resume es algo mucho más trascendente. La
corrupción masiva de los representantes de la izquierda política y sindical significa no sólo el robo a
las arcas públicas de unos cuantos.
Representa el mecanismo por el cual el capital corrompe a supuestos dirigentes, que ocupan puestos
relevantes en representación de organizaciones de la izquierda, para sobornar su complicidad en la
desmovilización de la clase obrera y el pueblo trabajador ante el saqueo de la burguesía de derechos
laborales y de servicios públicos.
Esos mismos, y muchos otros y otras, sobornados por unos cuantos miles de euros y otras
prebendas, son los que han estado vendiendo huelga a huelga, purgando a dirigentes obreros que se
han resistido a vender su dignidad, planificando la dispersión de las luchas, expandiendo el
sentimiento de impotencia , destruyendo la conciencia de clase y, sobre todo, han bloqueado el
ejercicio del inmenso potencial de poder que miles de huelgas y movilizaciones hubieran podido
ejercer. Es así como la izquierda política y sindical hatraicionado desde la Transición a quienes
representaban.
Y estoy hablando directamente de quienes tienen mas poder sindical, de la cúpula de CC.OO., y de
IU, que supedita su acción política a la alianza con CC.OO. a su subordinación al PSOE para ocupar
espacios en los diferentes gobiernos.
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La Transición fue, sobre todo, el origen y la perpetuación de una monumental traición de clase. Y,
ahora que nuevas expectativas electorales parecen encandilar a muchas gentes, es más
imprescindible que nunca saber que el capital es capaz de corromper o destruir a cualquier
dirigente político. A menos que el pueblo trabajador organizado sea capaz de enfrentar a su poder,
una fuerza superior.
Tenemos el deber de aprender de la historia. Es hora de arrumbar la escoria de la Transición y
construir, con la memoria heroica de quienes nos precedieron en la lucha, la fuerza que nos permita
enfrentar un combate para el que es imprescindible derribar los mitos que esos mismos corruptos
han contribuido a erigir y que son los que nos impiden constituirnos como clase y como pueblos: la
UE, el Euro, el Pago de la Deuda y la OTAN, como brazo armado contra cualquier pueblo que
enfrente el poder del imperialismo, incluidos nosotras y nosotros.-
Introducción
En los resultados de las pasadas elecciones al Parlamento Europeo y en la inmediata abdicación de
Juan Carlos se ha concretado un salto cualitativo del largo proceso de desmoronamiento del
engranaje institucional de la Transición.
Entre otras cosas, hace aguas un modelo de izquierda cimentado sobre el Pacto Social que - como en
todas las épocas históricas en las que se ha impuesto – implica la aceptación de la lógica del
beneficio del capital, la supeditación de los derechos sociales y laborales a la competitividad y, lo
más grave de todo, el debilitamiento de las propias organizaciones de clase.
Este trabajo pretende responder parcialmente a la necesidad de recuperar para la juventud
proletarizada la memoria de algunos aspectos de lo que ocurrió en el seno del movimiento obrero, en
una época de la que sólo conocen las enormes mentiras fabricadas por los vencedores de esa gran
derrota de clase perpetrada en la Transición. Precisamente esa derrota, que ha supuesto la ruptura
de la continuidad histórica de la lucha obrera y popular, es la que les priva del tesoro de experiencia
y conciencia acumulada y puede situarles con grandes carencias ante las tareas históricas que su
generación debe afrontar.
El cambio brusco de tendencia que se produjo en el movimiento obrero en los primeros años de la
Transición se ejemplifica de forma privilegiada en la legislación en materia de relaciones laborales,
en el espectacular descenso de la actividad huelguística y en la vinculación causal entre precariedad
y siniestralidad laboral, como concreción dramática de la lucha de clases.
El análisis de otros aspectos centrales de la Transición como es la complicidad de la izquierda
institucional en la construcción de la monstruosidad jurídica y ética de la legislación antiterrorista,
ampliamente apoyada también por CC.OO. y UGT, así como la identificación de sus consecuencias
en el aislamiento del pueblo vasco y en el debilitamiento del conjunto de la clase obrera de los
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pueblos del Estado español, desbordan el contenido de este trabajo.
I. Las elecciones europeas y la abdicación
Los momentos de crisis sistémica son periodos de profunda debilidad de las clases dominantes en los
que se abren objetivamente posibilidades para la clase obrera y los pueblos de subvertir los
cimientos de la dominación. Los poderes establecidos ya no pueden seguir gobernando como antes y
las clases y los pueblos sometidos, sobre los que se ejerce de manera descarnada la explotación,
empiezan a percibir que no hay espacios para reformas y que las condiciones más elementales de su
supervivencia dependen del cambio de base de la estructura de poder.
Ante esta crisis general del capitalismo de dimensiones especialmente acuciantes en el Estado
español y que ve descomponerse las principales pilares del engranaje institucional que desde la
Transición han sostenido los aparatos de dominación, es especialmente necesario someter a crítica
lo sucedido.
El desmoronamiento de las organizaciones surgidas de la Transición afecta especialmente a los dos
partidos garantes de la continuidad institucional – PP y PSOE - y a los grandes sindicatos “de clase”.
Se hunden modelos que son percibidos ahora mayoritariamente como inservibles para resolver los
gravísimos problemas planteados al pueblo trabajador y especialmente a la juventud.
La potente sacudida que han sufrido PP y PSOE en las pasadas elecciones europeas del 25 de mayo
(sumados sus votos apenas representan al 22% del electorado), amenaza con transformarse en un
seísmo político de gran magnitud[1].
En realidad lo que ahora perciben los dirigentes del PP, y sobre todo del PSOE, como una
emergencia nacional (nunca mejor dicho ya que se tambalean los principales representantes de la
plutocracia españolista) es el reflejo en las urnas del cataclismo vital que las oligarquías española y
europea – a través de sus gobiernos – han desencadenado sobre el conjunto del pueblo trabajador y
principalmente sobre la juventud.
Lo inquietante para el poder es que los resultados electorales no son la consecuencia de la mala
imagen coyuntural de tal o cual partido o dirigente político, ni tampoco la respuesta frente a un
hecho concreto como sucedió en 2004 con la invasión de Iraq y la masacre de Atocha. Son la
concreción político-electoral de algo más importante: del auge de la lucha obrera y popular
(Gamonal, las huelgas de Panrico, barrenderos, coca-cola, Can Vives, y sobre todo de las Marchas
del 22M.) ante la brutalidad con la que el capitalismo aplasta al pueblo trabajador y que cada vez
manifiesta más fuerza y más determinación en el combate por conseguir sus objetivos.
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La magnitud de la inestabilidad que se ha apoderado de los aparatos de poder tras las elecciones del
25 de mayo se percibe claramente en la velocidad vertiginosa con que han tomado la decisión de
quitarse lastre y acabar con el eslabón más débil, el rey Juan Carlos, en un desesperado intento de
preservar no sólo la Monarquía, sino todo el entramado institucional amenazado.
La imagen de un PSOE que ha perdido más votos que el PP, aún estando en la oposición, y que
objetivamente no tiene más salida que una renovación en profundidad que le distancie del PP,
saliendo a la palestra a reiterar su defensa inquebrantable de la Monarquía – aún siendo
“republicanos de toda la vida” - es una buena muestra del escaso margen de maniobra que tienen y
que les lleva al suicidio político.
La intensificación de la pérdida de votos que ya le auguran las encuestas muestra que los votantes
del PSOE perciben de forma masiva que efectivamente no es sino la otra cara de la moneda del PP.
La alternancia de ambos en el gobierno, junto a la concertación en todos los grandes temas (UEEuro-Deuda, intervenciones militares, OTAN, económicos laborales, privatización de servicios
públicos y un interminable etcétera) está dejando de ser creíble para unos pueblos que están
despertando.
Lo expresaba con toda claridad el actual candidato a presidir la Comisión Europea, Jean Claude
Juncker: “Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ser reelegidos después de hacerlo”.
En la cima de la pérdida de legitimidad democrática se sitúa el esperpento de la coronación. La
escasa afluencia de público llegado para vitorear al nuevo rey – a pesar del bombardeo mediático al
respecto - , la puesta en escena de los actos oficiales recordando los fastos de la Dictadura y el
Estado de Sitio de facto que se aplicó a las gentes republicanas en Madrid, expresa el miedo cerval
al pueblo y la escasa base de sustentación de un engranaje de poder que hace aguas por todas
partes. En este caso hay que añadir el silencio infame del PSOE ante la represión y la ausencia en
las calles de los dirigentes de Podemos y de IU, sin que hasta la fecha se tenga noticia de denuncia
pública o de iniciativa legal o parlamentaria alguna por su parte acerca de la vulneración
generalizada de derechos constitucionales por parte de la policía y los tribunales de justicia el
pasado 19 de junio.
El importante crecimiento electoral de IU (aunque menor de lo esperado) y, sobre todo, la
espectacular irrupción de Podemos expresan, tanto el creciente nivel de conciencia y de movilización
de amplios sectores del pueblo, como “la ilusión de que desde el sistema…, el mismo sistema
“cambie” de poder”[2]. La histérica reacción del PP, de destacados dirigentes del PSOE y de sus
aparatos mediáticos ante el surgimiento de Podemos refleja un desasosiego que no se sustenta en
sus propuestas políticas – que prácticamente se superponen a las de IU - sino al rugir del pueblo
que se oye detrás. Lo que les tiene aterrados no es Pablo Iglesias y su famosa coleta, sino la
conciencia y la voluntad de lucha creciente del pueblo trabajador que, por ahora, ha encontrado
expresión político-electoral en Podemos, pero que tiene ante sí retos políticos y organizativos que
necesariamente deben trascender ese ámbito.
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II. La Memoria y la nueva juventud proletaria.
Y no es que estemos en la antesala de la toma del Palacio de Invierno pero es evidente que los
tiempos están cambiando y que, en palabras de Lenin, “se está acumulando material altamente
inflamable”. Irrumpe con fuerza en el escenario de las movilizaciones populares una juventud con
más formación profesional y más proletarizada que nunca, que vive dramáticamente que no hay
futuro para ella que no sea el del combate.
Esta juventud tiene el derecho y el deber de crear su propia historia. Pero en su ineludible
enfrentamiento con las clases dominantes y sus aparatos mediáticos y represivos, va a encontrar
dificultades más arduas que las que estrictamente se derivan del poder del enemigo.
Si las organizaciones coherentemente revolucionarias no actuamos a contra reloj en el seno del
movimiento popular y la calor de la lucha para impedirlo, la juventud se va a encontrar en gran
medida desprovista del arma indispensable de la Memoria y con una conciencia de clase muy débil.
Con poca experiencia organizativa – y muchas veces rechazándola - sólo un sector minoritario de la
juventud es consciente de la imperiosa necesidad de reconstruir la continuidad histórica de las
luchas emancipatorias y de recrear, aquí y ahora, la identidad de clase y sus formas organizativas. Y
ese es un vacío peligroso que no llenan formas políticas aparentemente novedosas que hacen creer
que se está inventando la pólvora cada día.
Esa ruptura de la continuidad histórica de la lucha emancipatoria – que no logró llevar a cabo ni la
derrota en la Guerra Civil, ni el terror salvaje de la Dictadura - es la consecuencia más grave para la
clase obrera y los pueblos oprimidos de la Transición. Y el mayor logro conseguido por las clases
dominantes.
En un artículo escrito en 2006[3], que sigue teniendo plena vigencia, decía:”Si bien el
desmoronamiento ideológico, político y organizativo de las organizaciones de la izquierda
tradicional, política y sindical del Estado español, comparte características y causas [sobre todo la
derrota de los principales intentos de construir el socialismo] con el sufrido por estas entidades en
otros países capitalistas europeos, hay factores específicos directamente vinculados con su papel en
la Transición, sin cuyo análisis es imposible entender la magnitud del desastre y mucho menos
abordar la ardua y compleja tarea de la reconstrucción de la izquierda revolucionaria.
Dice Rodolfo Walsh que las clases dominantes siempre han procurado que las trabajadoras y los
trabajadores no tengamos historia, ni héroes, que se pierda la experiencia colectiva y que cada lucha
deba empezar de nuevo. Cuando las principales organizaciones de las clases oprimidas se hacen
cómplices de la amputación de la memoria, el desastre es mucho mayor.
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Este proceso de demolición lento y sistemático de las organizaciones de clase tiene origen en su
decisiva participación en un gran consenso que consagró la intangibilidad del Estado surgido de la
Transición y en un gigantesco pacto de silencio sobre la masacre de las cuatro décadas anteriores,
que – en la medida que afectaban a su naturaleza – acabaron destruyendo su identidad. Sobre esa
base fue mucho más fácil ir desvirtuando los ejes estratégicos de su programa político hasta
hacerlos desaparecer: la reivindicación de la República como instrumento de soberanía popular, la
agudización de la lucha de clases para destruir el Estado capitalista, el Derecho de
Autodeterminación de los Pueblos y su carácter antiimperialista”.
III. Correlación de fuerzas y lucha de clases en la Transición.
Cuando se efectúa un análisis crítico de la Transición quienes desde posiciones de izquierda la
defienden suelen argumentar que en aquellos tiempos no se podía hacer otra cosa y que para lograr
cualquier acuerdo hay que hacer concesiones por ambas partes.
Para sustentar ese discurso – compartido desde la izquierda a la derecha por todos los partidos que
participaron en el “Gran Consenso de la Transición” – se ven obligados a minimizar, cuando no a
ignorar el poderoso movimiento obrero que se gestó en los quince últimos años de la Dictadura y
que especialmente en los años en los que se forjaron los Pactos de la Moncloa manifestaba un gran
vigor.
Porque lo cierto es que dado el alto nivel que alcanzó la lucha de clases en los últimos años de la
Dictadura y la debilidad agónica de las estructuras de poder del franquismo, hubiera sido imposible
la continuidad de la dominación oligárquica española - a la que se incorporan las burguesías
nacionalistas y los nuevos ricos de las privatizaciones de PSOE y PP - sin la complicidad directa de
las direcciones de los grandes partidos y sindicatos de la izquierda.
La evolución de la legislación laboral, la calidad de las condiciones de trabajo y las variaciones
producidas en la morbilidad y la mortalidad de la clase obrera, en definitiva la práctica como prueba
de la verdad, serán quienes permitan identificar a favor de quién se ha modificado la correlación de
fuerzas capital/trabajo, 37 años después de los Pactos de la Moncloa.
III.1 De las Comisiones Obreras a la Central Sindical de CC.OO.
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En el momento de morir Franco, el 20 de noviembre de 1975, el movimiento obrero poderoso y
combativo hegemonizaba a las variopintas organizaciones políticas que luchaban contra la
Dictadura, entre las que destacaba el PCE.
Ese fuerte movimiento obrero se había construido desde abajo, tajo a tajo, fábrica a fábrica, y por lo
tanto de forma multifocal. Fueron las huelgas de la minería asturiana y leonesa en 1957, las que
engendraron las primeras comisiones de representantes elegidos y revocables en asambleas de
trabajadores, que fueron extendiéndose al resto del Estado y a todos los sectores productivos.
Estas Comisiones eran órganos unitarios de poder obrero, forjados como herramientas de lucha para
ejercer la dirección de la misma en las diferentes huelgas.
Estas tres características de las primeras comisiones obreras (o representativas, como se llamaron
en otros lugares): carácter asambleario, unidad de clase e instrumentos de poder obrero engendrado
en la lucha, son esencialmente las que se perdieron en la Transición. Su desnaturalización
progresiva se refleja en el debilitamiento agónico que tiene el movimiento obrero en la actualidad.
La unidad de clase estaba en su código genético, ya que las personas elegidas lo eran en la asamblea
general del centro de trabajo en función de la confianza depositada por sus compañeros y
compañeras. Eran, o podían ser plurales ideológicamente, sin que ello produjera mayores
complicaciones. La asamblea integraba además a todas las categorías del personal.
Así mismo, las y los trabajadores elegidos eran revocados en caso de no representar adecuadamente
la voluntad colectiva, y mucho más en caso de soborno por parte de la patronal y traición.
Eran además órganos de poder que no limitaban su acción a objetivos meramente laborales sino que
aspiraban eliminar la dictadura del patrón mediante la democracia obrera, no sólo en lo referente a
la organización del trabajo, sino a todo el conjunto del proceso productivo y su función social.
La comisión obrera se engendraba y se iba perfeccionando para ejercer su función esencial: servir
como arma de lucha y engendrar el poder obrero. Su creación en el seno mismo del combate, para
asegurar la unidad y la fuerza de los trabajadores, era el mejor antídoto contra cualquier riesgo de
burocratización. Su estructura organizativa, territorial y sectorial como movimiento sindical permitía
albergar en su seno tendencias ideológicas diferentes cuya fuerza en la estructura dependía del
respaldo obtenido desde la base.
Obviamente existían enfrentamientos y tensiones internas, pero quiero resaltar en este trabajo sus
características esenciales, de forma que puedan valorarse los cambios producidos y sus
consecuencias. Y sobre todo, porque contenían elementos genéticos esenciales e imprescindibles
para las necesidades de la reconstrucción del movimiento obrero y de la unidad de clase en la
actualidad.
A principios de 1975 las Candidaturas Obreras Unitarias y Democráticas, integradas esencialmente
por el movimiento de Comisiones Obreras, aliado con el pequeño sindicato USO, ganaron
abrumadoramente las elecciones sindicales realizadas dentro del Sindicato Vertical. Las críticas de
CNT y UGT al “entrismo” eran equivocadas. Estas Comisiones Obreras afirmaban su carácter sociopolítico, asumiendo la lucha general por la ruptura democrática.
Su enorme influencia en el seno del movimiento obrero era el resultado del reconocimiento de su
capacidad en la dirección de la lucha y a su vez terreno abonado para movilizaciones siguientes.
La lectura de las declaraciones de las Comisiones Obreras emitidas con ocasión de reuniones de
diferentes territorios en los últimos años de la Dictadura permite – por comparación con los
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posteriores - comprobar el dramático camino seguido en la descomposición de la conciencia de
clase.
Un elemento tan difícil ahora mismo como es la articulación de la lucha de la clase obrera de los
diferentes pueblos del Estado español se resolvía entonces mediante la plena soberanía de cada cual
y la Declaración general que expresaba su voluntad conjunta.
La Declaración que cito a continuación[4] – sin fecha en el documento reproducido – se realizó tras
los asesinatos del 27 de septiembre de 1975[5] y antes del 20 de noviembre (fecha de la muerte de
Franco) del mismo año, se iniciaba así (tras enumerar los territorios presentes): “En este momento
crucial de la situación política y social española, celebramos la reunión general de las comisiones
obreras”. No hay ninguna alusión a órgano de dirección como el que aparecerá en la Asamblea de
Barcelona ocho meses más tarde, llamado “Coordinadora General”.
En dicha Declaración aparece en primer lugar un fortísimo alegato contra los fusilamientos y contra
la represión contra la clase obrera y el pueblo en general, identificando al Régimen como el principal
generador del terrorismo: “Haciendo caso omiso de las demandas de exigencia de libertad, del
clamor expresado contra las penas de muerte por la mayoría de nuestros pueblos, Franco ha lanzado
un desafío a la conciencia nacional, a los pueblos del mundo civilizado”. En él se denuncia “El
Decreto ley Antiterrorista” que sirve a “la actuación del terrorismo oficial estimulando la violencia
contra la clase obrera, contra la mayoría de la población”. En otro punto dice: “las Comisiones
Obreras reafirmamos nuestra rotunda oposición al terrorismo como método político..”, aunque con
toda firmeza se llama a luchar contra las peticiones de penas de muerte y por las vidas de “Múgica,
Wilson, Forest y otros antifranquistas”.
El análisis de la situación económica es muy duro: un millón de parados, las continuas medidas para
elevar los precios o acrecentar la represión, la congelación salarial, la carestía de la vida, aumentos
de las cotizaciones a la Seguridad Social de los trabajadores, todo ello junto a mayores restricciones
y normas antidemocráticas en las elecciones al “sindicato vertical”. El deterioro de las condiciones
de vida de la clase obrera se contrapone a la represión como única respuesta política.
En la antesala de su legalización, la apuesta de las comisiones obreras por su constitución en
sindicato único de clase – mediante procesos unitarios desde la base, con otras organizaciones o en
un movimiento - , estuvo en el centro de los duros debates producidos en la Asamblea General
celebrada en Barcelona en julio de 1976. En un principio la Asamblea debía celebrarse en Madrid
con la asistencia de 2.000 delegados y delegadas. Marcelino Camacho y otros dirigentes solicitaron
permiso al Gobierno que fue denegado por Arias Navarro[6]. La dirección decidió realizarlo en
Barcelona, clandestinamente, con la asistencia de 500 delegados.
La preparación de esta Asamblea estuvo atravesada por duras polémicas y la publicación de
documentos que denunciaban que la prohibición “por la Dictadura” había sido aprovechada por el
órgano de dirección – la Coordinadora General de CC.OO.- para cocinar una composición de la
reunión favorable a sus tesis.
A este respecto es muy significativo un documento hecho público pocos días antes de la Asamblea y
que fue elaborado en sendas reuniones celebradas en Madrid y en Barcelona por delegados “de los
principales puntos del estado y de todas las ramas”[7].
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Destaca en el documento la presencia de representantes de las principales empresas de Nafarroa,
Araba (la matanza de Vitoria había ocurrido cuatro meses antes), Bizcaia, Barcelona, Valencia,
Madrid y Sevilla.
En el primer punto del documento, reproducido digitalizado de forma incompleta se aboga “Por un
Congreso de las CC.OO. tras discusión y elección democrática de sus delegados”. En él se denuncia
que no se habían producido asambleas de trabajadores en la mayor parte de las fábricas para elegir
a las delegaciones y que no se había respetado la pluralidad interna – base de la unidad –
aprovechando para repartir representantes de forma arbitraria.
La parte del documento disponible acaba haciendo una valoración del objetivo al que respondían las
restricciones democráticas realizadas, “que están estrechamente relacionadas con el proyecto de
sindicato que los líderes de la “Coordinadora General” defienden. Relacionadas con la oposición de
la dirección a que CC.OO. pueda levantarse como organización poderosa frente a la CNS [Central
Nacional Sindicalista, conocida como sindicato vertical], contra toda “reforma” de la misma (…)
organizar las luchas presentes y preparar la respuesta a toda la “reforma” del Gobierno [se entiende
que aquí se refiere en general a toda la reforma política] y preparar la Huelga General hasta
derrocar a la Dictadura”[8].
Las escisiones no tardaron en llegar. Como es sabido en otoño de ese mismo año 1976 se creó la
CSUT, vinculada al PTE, y unos meses más tarde el SU, vinculado a la ORT. Cuatro años después
ambos sindicatos habían prácticamente desaparecido.
Comisiones Obreras había empezado a renunciar a su esencia, a la fuerza unitaria que constituía al
movimiento obrero como tal. Es verdad que su oferta de unidad no había sido recogida por otros
sindicatos, pero también es cierto que su enorme arraigo entre la clase obrera le hubiera permitido
impedir que resurgiera con fuerza una UGT que nada tenía que ver con la republicana y que fue
diseñada para favorecer el control del movimiento obrero por parte de sus enemigos de clase. Para
ello hubieran sido imprescindibles posiciones más firmes de independencia de clase – que como
veremos empezaban a batirse en retirada - y no haber colaborado en la instauración de la estructura
jurídico-política de la Transición, concretada en los Pactos de la Moncloa de 1977 y en la
Constitución de 1978. En definitiva, no haber sido coautores de una gigantesca derrota de clase.
La Transición había comenzado y el principal instrumento del capital para conseguir sus objetivos
era (entonces como siempre) debilitar y dividir al movimiento obrero. La burguesía española e
internacional, que sí tenía muy claros sus intereses, se aprestó a financiar y organizar un sindicato
controlado que cortara las alas a un movimiento obrero potente y amenazador. Para ello nada mejor
que una sigla histórica, la UGT, que además había unido a socialistas y comunistas durante la II
República. El papel de la CIA y de la socialdemocracia alemana y francesa en la construcción del
nuevo PSOE (Suresnes 1974) y de la UGT ha sido estudiado sobre todo por Joan Garcés[9] y Alfredo
Grimaldos[10].
III. 2. La excepción vasca
El surgimiento de LAB en 1975 se inscribe en el mismo modelo de representación surgido de la
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asamblea de trabajadores y de búsqueda de la unidad de clase, con la voluntad de crear una
organización obrera que vinculara la liberación nacional y la emancipación de clase. Sus
antecedentes inmediatos son el Frente Obrero de ETA y las Comisiones Obreras Abertzales, creadas
en 1974. Junto a la lucha por conquistar más derechos y mejores condiciones laborales para las
trabajadoras y los trabajadores vascos, el nuevo sindicato – inserto en la alternativa KAS – estableció
como objetivos, entre otros, el combate por un estatuto de autonomía que reconociera el Derecho de
Autodeterminación y la unidad de Euskal Herria, la amnistía y la disolución de las Fuerzas del
Orden.
La abstención mayoritaria del pueblo vasco en la votación de la Constitución de 1978 – la
participación fue del 44,65% - y el triunfo del NO en el Referéndum de la OTAN en 1986 en la
Comunidad Autónoma Vasca y en Nafarroa marcan diferencias abismales con lo ocurrido en otros
territorios del Estado (el No a la OTAN ganó también en Cataluña y Canarias).
La identidad política diferencial del pueblo vasco perdura en el tiempo. En el caso del Referéndum
sobre la Constitución Europea, en el que ganó el Sí con un 77% de votos en el conjunto del Estado,
tuvo un resultado muy diferente en Euskal Herria. “El «no» en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa
dobla la media registrada en el Estado español. Sólo un 24,6% del censo de Araba, Bizkaia,
Gipuzkoa y Nafarroa dio su apoyo directo al Tratado Constitucional europeo en un referéndum
marcado por una abstención superior al 60%. Un tercio de las personas que se acercaron a las urnas
lo hizo con una papeleta contraria al texto sometido a consulta, doblando en este caso los
porcentajes del Estado español”[11].
La excepción vasca, es decir, el diferente recorrido del movimiento obrero y popular en Euskal
Herria y en el resto del Estado, tiene sus raíces en la diferente lectura que sus organizaciones
políticas y sindicales hacen de la Transición, marcada por la resistencia popular vasca a aceptar el
modelo de Estado que estaba surgiendo y que significaba – como hoy es evidente – la derrota de las
reivindicaciones tanto de clase, como de liberación nacional.
III. 3. La Ley de Relaciones Laborales, de 8 de abril 1976
Franco había muerto en noviembre de 1975 y menos de cinco meses después se publicaba - por un
Gobierno que había jurado los Principios Fundamentales del Movimiento, con los sindicatos
ilegalizados y con cientos de sindicalistas encarcelados – la Ley de Relaciones Laborales más
avanzada y garantista de los derechos de las trabajadoras y trabajadores que ha conocido el
movimiento obrero desde la Guerra Civil hasta nuestros días.
Pese a que se vivía una grave crisis económica con altos índices de desempleo semejante a la que se
viviría dieciocho meses después, en ninguno de los apartados de la ley 16/1976 aparece alusión
alguna a la misma. Llamo la atención sobre este hecho, ya que como veremos al analizar los Pactos
de la Moncloa, las grandes dificultadas económicas son el mantra que se repite para justificar el
retroceso continuado en los derechos laborales que los Pactos inauguran.
Todo lo contrario. En el preámbulo de esta Ley el discurso es de “respaldo…a las reiteradas
aspiraciones del mundo laboral…” que se espera sean ampliadas y desarrolladas en un futuro
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próximo: “De esta manera se recogen o quedan preparadas en su articulado algunas tendencias y
mejoras que se supone serán realidad en los próximos años”.
La mejor confirmación de esta valoración es el propio articulado de la Ley[12] 16/1976, cuyos
aspectos más importantes, destaco a continuación.
Prohibición de las empresas de trabajo temporal, que ya estaban ampliamente instaladas en otros
países de la CEE. Exclusión de cualquier intermediación de la empresa privada en la contratación.
(Art. 12.2 y 12.3)El contrato de trabajo es per seindefinido, salvo excepciones bien concretas. Aún
para éstas (personal artísticos y técnico de espectáculos, deportistas, y otras actividades temporales
expresamente autorizadas legalmente) los contratos sólo podrán ser prorrogados una vez y por un
tiempo máximo de un año. Si no fue pactado inicialmente o se prorroga expresamente, el contrato
temporal se convierte automáticamente en indefinido. También se aplica esta medida en los
contratos que deliberadamente constituyan fraude de Ley; es decir, que se trate de camuflar una
actividad productiva en alguna de las excepciones que esta Ley establece para la duración indefinida
de los contratos. (ATP 14 y 15). De esta forma, es la naturaleza del trabajo para el que se realiza el
contrato el que determina el carácter de éste.Establece periodos de prueba máximos de seis meses
para técnicos titulados, tres meses para el resto y dos semanas para el personal sin cualificación.
Durante este tiempo el trabajador tendrá los mismos derechos que si fuera de la plantilla. (Art.
17).Prohibición taxativa del prestamismo laboral y fijación de multas y sanciones, tanto para las
empresas que recluten el personal, como para las que lo utilicen. Los trabajadores y trabajadoras
objeto de prestamismo laboral, una vez transcurrido el periodo de prueba, pasaban a ser
trabajadores fijos. (Art. 19).Reducción de la jornada laboral de 48 a 44 horas semanales con
descanso no inferior a 12 horas (Art. 23).Ampliación del permiso de maternidad a 6 semanas antes
del parto y a 8 semanas después del parto, acumulables, y de la excedencia por maternidad hasta
tres años. (Art. 25)Probablemente el más significativo es el Artículo 35, incluido en la Sección X, que
lleva por título “Régimen disciplinario”.Dice así: “Cuando en un procedimiento por despido, el
Magistrado de Trabajo considere que no hay causa justa para el despido, en la sentencia que así lo
declare condenará a la empresas a la readmisión del trabajador en las mismas condiciones que
regían antes de producirse aquel, así como del importe del salario dejado de percibir desde que se
produjo el despido hasta que la readmisión tenga lugar”. En el apartado 4 de este mismo artículo
prohíbe que el despido sea sustituido por indemnización económica salvo acuerdo voluntario de las
partes.
Este trascendental Artículo 35, esencial para blindar a los dirigentes del movimiento obrero contra
las “listas negras” y la represión laboral, estuvo en vigor seis efímeros meses. La contraofensiva
patronal culminó en su derogación en octubre de ese mismo año. Una huelga general al mes
siguiente no logró reimponerlo.
En sentido contrario, el 4 de marzo de 1977 (antes de las primeras elecciones “democráticas” y de
los Pactos de la Moncloa) se publicaba el Real Decreto que reconoce el derecho de huelga como
derecho fundamental y limita el cierre patronal (lock out).
Más allá de los avances y retrocesos concretos propios de una época de profunda inestabilidad
política, es incontestable que la Ley de Relaciones Laborales de 1976 condensó un importante
paquete de medidas destinadas a asegurar la permanencia en el puesto de trabajo y la protección de
derechos laborales, a contracorriente de lo que ocurría en el resto de los países centrales del
capitalismo. Allí los derechos laborales habían entrado en fase de demolición con la piqueta de las
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políticas neoliberales. En el Estado español la correlación de fuerzas en la lucha de clases era otra.
En el centro y el norte de Europa Occidental los grandes sindicatos, cooptados y generosamente
financiados por el “estado del bienestar”, habían demostrado en mayo de 1968 en Francia y en el
aislamiento de las luchas obreras y estudiantiles de Italia a comienzos de los 70 que jamás iban a
poner en cuestión las relaciones de supremacía del capital sobre el trabajo, que no se iban a
violentar los fundamentos del sistema.
En el Estado español a pesar de los durísimos coletazos de la Dictadura, como los fusilamientos del
27 de septiembre de 1975, el asesinato de cinco trabajadores y los cientos de heridos de bala el 3 de
marzo de 1976 en Vitoria o la matanza de los abogados laboralistas de Atocha el 24 de enero de
1977, la combatividad y la organización del movimiento obrero eran grandes y crecientes. Además
no se trataba sólo de reivindicaciones laborales. Estaba preñado de contenidos políticos de ruptura
con el Régimen que agonizaba y de exigencias de democracia y de control obrero en la empresa. La
fuerza organizada de la clase obrera fue capaz de sobreponerse a los vientos neoliberales que
empezaban a arrasar las políticas sociales “del Bienestar” en una CEE con poderosas centrales
sindicales y supuesto paraíso de los derechos sociales.
III.4. La Ley de Amnistía de 15 de octubre de 1977.
Para entender las dimensiones del giro esencial que iniciaron los partidos y sindicatos de izquierda –
sobre todo el PCE y CC.OO que eran quienes hegemonizaban el movimiento obrero – es preciso no
olvidar que doce días antes de la firma de los Pactos de la Moncloa se aprobaba en el Congreso de
los Diputados – con el voto favorable de los Grupos Parlamentarios del PCE y del PSOE la Ley
46/1977 de Amnistía [13].
La Ley de Amnistía liquidaba cualquier responsabilidad por “todos los actos de intencionalidad
política, cualquiera que fuese su resultado, tipificados como delitos y faltas realizados con
anterioridad al día quince de diciembre de mil novecientos setenta y seis”.Quedaban así impunes los
centenares de miles de asesinatos, torturas, encarcelamientos, despidos, perpetrados por la
Dictadura contra la clase obrera y contra todos los pueblos del Estado español. Era y es una de las
más gigantescas “leyes de punto final” que ha conocido la larga historia del terrorismo de Estado en
el mundo. Bajo ese manto de impunidad cayeron hechos muy recientes entonces y de la magnitud
del fusilamiento de cinco jóvenes antifascistas el 27 de septiembre de 1975, con Franco agonizante y
con el Rey Juan Carlos ejerciendo de número dos en la Jefatura del Estado o la matanza por disparos
de la policía de cinco trabajadores en Vitoria el 3 de marzo de 1976, siendo Fraga Iribarne Ministro
de la Gobernación.
La Ley de Amnistía convirtió en un sarcasmo el clamor por ella que presidía las luchas obreras y
populares. No se anularon las sentencias de muerte, de cárcel, de expatriación, etc. tribunales
especiales constituidos bajo leyes fascistas, ni se cuestionó el robo masivo de propiedades de
personas republicanas cometido pueblo a pueblo por los vencedores de la Guerra Civil. De la Ley de
Amnistía quedaron excluidas las personas condenadas por delitos de sangre del bando de los
derrotados en la Guerra Civil.
lahaine.org :: 12
La Ley 46/1977 ha sido la muralla contra la que se han estrellado todas las acciones judiciales que
buscaban Verdad, Justicia y Reparación. Por ejemplo, el Tribunal Constitucional y el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, ante las demandas judiciales por los asesinatos de Vitoria o los
fusilamientos de 1975 o de anulación de los juicios militares sumarísimos (como el de Julián Grimau,
los de los anarquistas Granado y Delgado ejecutados a garrote vil en 1963 y los de tantos otros), han
utilizado la Ley de Amnistía y la Constitución de 1978, como escudos jurídicos ante cualquier
demanda, garantes así de la impunidad de la Dictadura. A nadie, ni en medios de comunicación, ni
en círculos políticos o judiciales, parece haberle llamado la atención que el mismo Tribunal
Constitucional haya declarado en varias ocasiones competente a la justicia española para procesar a
dirigentes de otros países responsables de crímenes de Estado (antes de la reforma de la Justicia
Universal), considerando para ello como ilegítimos marcos jurídicos semejantes al nuestro.
La Ley de Amnistía, votada por el PCE y el PSOE, dejó impune el Terrorismo de Estado de la
Dictadura y permitió que ninguno de los sucesivos gobiernos “democráticos” tome medida alguna
para depurar de criminales y colaboradores el Ejército, la policía, la Guardia Civil, la judicatura, las
administraciones públicas, los medios de comunicación y en general, todos los aparatos del Estado.
Claro, que habría que haber empezado por depurar la Jefatura del Estado y toda la Casa Real.
La conocida como Ley de la Memoria Histórica de 2007 efectúa un “reconocimiento” a las víctimas
de la Guerra Civil y de la Dictadura, pero ni siquiera ha conseguido que se abrieran las fosas
comunes en las que yacen decenas de miles de asesinados o que se cambiara el nombre de las calles
que en cada pueblo y en cada ciudad están dedicadas a los asesinos. Tampoco trata el asunto
central: la anulación de todas las sentencias regidas por la legislación fascista.
El terrorismo de Estado, lejos de cancelarse en la “Transición democrática” se multiplica en los más
de 100 asesinatos de jóvenes trabajadores y estudiantes perpetrados por las “fuerzas del Orden” y la
extrema derecha[14].
Poco después se recrearía en los GAL, constituidos precisamente por Gobiernos del PSOE y no
denunciados por el PCE e IU hasta la llegada de Julio Anguita a la dirección de ambas
organizaciones en 1989.
La Ley de Amnistía, la creación de la Audiencia Nacional [15], al día siguiente de la desaparición del
Tribunal de Orden Público de Franco, y la legislación antiterrorista – como legislación de excepción
y Código Penal del enemigo, aceptadas por PSOE y PCE [16] – son quienes verdaderamente
inauguran la Transición.
III.5. los Pactos de la Moncloa de 27 de octubre de 1977
Doce días después de aprobada la Ley de Amnistía, el 27 de octubre de 1977, todos los partidos
políticos con representación parlamentaria firmaban los Pactos de la Moncloa [17].
CC.OO, UGT y la Patronal los ratificaron poco después. Sobre esos pilares se levantó el texto
Constitucional de 1978 que – en cuanto a derechos y libertades – ha permitido la perversión jurídica
de la legislación antiterrorista o de la futura Ley de Seguridad Ciudadana y que en cuanto a
derechos laborales y sociales es menos que papel mojado, como es bien sabido.
Estos Pactos, cuyo primer apartado lleva por título “Política de saneamiento económico” suponen un
giro de 180 grados, sobre todo en materia de empleo, tanto en cuanto a la legislación vigente _ la
citada Ley de 1976 – como sobre los principios que han ido vertebrando la historia del movimiento
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obrero. Se acepta el eje central de la lógica del enemigo de clase: la competitividad es el mecanismo
fundamental para asegurar el crecimiento económico. El crecimiento se convierte en prioridad
social “porque él es el que permite crear empleo”… a condición de que se instaure la máxima
flexibilidad en la contratación y en el despido. Desaparecía la causalidad en la contratación, la
estabilidad en el empleo, la protección frente al despido y se abría la puerta a la precariedad masiva,
sobre todo para las mujeres trabajadoras y para la juventud.
En los Pactos se refleja la creación de un contrato temporal por dos años – obviamente sin derecho a
indemnización por despido – para quienes vayan a desempeñar su primer trabajo. También aparece
por primera vez la reducción en un 50% de las cuotas patronales de la Seguridad para estos
contratos.
Un mes después el Real Decreto 43/1977 [18] empezaba la demolición de los derechos laborales
mediante la amplia legitimación cosechada en dichos Pactos. Su exposición de motivos, que se
parece como una gota de agua a cualquier otra normativa posterior en esta materia, plasmaba por
primera vez en un texto legal el pretexto de la crisis para liquidar cualquier derecho laboral o
social, se inicia así: “La gravedad de la situación por la que actualmente atraviesa la economía
española, así como la necesidad ineludible de una profunda reforma de sus aspectos institucionales
más característicos al objeto de que estos respondan a los criterios y principios de una moderna
economía de mercado, han sido reconocidas por todas las fuerzas políticas con representación
parlamentaria y este reconocimiento se ha concretado en los acuerdos suscritos en el ámbito
económico por el Gobierno y las referidas fuerzas políticas”.
Este Real Decreto, en sus Disposiciones Adicionales Primera y Segunda, introduce un contrato “de
duración determinada” para trabajador en paro “de una duración máxima de dos años “para el
fomento del empleo juvenil”, independientemente de la “causalidad”. En los dos tipos de contratos
“el Estado asume con cargo a los recursos de la seguridad Social el 50% de la cotización” y ambos –
para mayor sarcasmo, se incluyen entre las excepciones para la contratación temporal – bien
concretas – establecidas en el Art. 15 de la Ley de Relaciones Laborales de 1976.
Así mismo, para que no quedara nada por quebrantar, se modificó esta Ley mediante un Decreto Ley
(norma de rango inferior), que ni siquiera se remitió al Congreso para su convalidación, hecho
absolutamente irregular en un Estado de Derecho. Todo ello sin que los recién legalizados
sindicatos, ni los grupos parlamentarios de la izquierda mostraran ningún tipo de reacción
significativa.
Una vez aceptada la justificación de la crisis, como ésta no hizo más que intensificarse, vinieron una
tras otra las sucesivas reformas laborales que nunca eran suficientes para alterar su trayectoria y
siempre había que “flexibilizar” un poco más. El resultado para la clase obrera fue un retroceso
progresivo en todos los frentes, revelando que las causas esenciales de la crisis no tenían que ver
con las relaciones laborales y que la destrucción de derechos era una lucha de clases pura y dura, a
la que la clase obrera asistía desarmada.
Se inició así un ciclo inacabado de contrarreformas laborales que – pese a no tener efectos
significativos sobre la evolución de las diferentes crisis económicas[19] - fue imponiendo, una tras
otra, las medidas fundamentales del programa del capital dirigidas a ir acercándose a su meta en la
lucha de clases: máxima desregulación y negociación individual de las condiciones de trabajo.
III.6. El sometimiento del movimiento obrero.
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Merece la pena valorar la evolución de la combatividad del movimiento obrero desde la Transición a
través de los datos ofrecidos por las estadísticas oficiales.
Los números reflejan el importante descenso de las huelgas desde 1976. El número de jornadas no
trabajadas pasa de 12.593,1 en 1976 a menos de la mitad – 6.177,5 en 1980. Y a partir de ahí,
aunque tienen lugar ofensivas brutales contra la clase obrera – reconversiones industriales y
privatizaciones masivas de empresas públicas, contrarreformas del sistema de pensiones y sucesivas
reformas laborales que instauran una precarización progresiva - se produce un descenso
generalizado de la conflictividad obrera.
Año
Huelgas
Participantes (miles)
Jornadas no trabajadas
1976
3.662
2.556,7
12.593,1
1977
1.194
2.955,6
16.641,7
1978
1.128
3.863,8
11.550,9
1979
2.680
5.713,2
18.916,9
1980
2.103 (1.365)*
2.287 (1.170)*
6.177,5*
Fuente: Boletín de estadísticas laborales. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
No incluye Cataluña
La serie citada más arriba, que no reproduzco íntegra por razones de espacio[20] y que estudia el
periodo 1976 – 2006, refleja una caída permanente del número de huelgas, del de participantes y de
las jornadas no trabajadas.
En la década de los 80, de las más de 2000 huelgas se baja a poco más de 1000. En la de los 90 y en
la de los 2000, los tres indicadores estudiados continuaron disminuyendo.
La representación gráfica de los tres indicadores analizados[21]: nº de huelgas, de participantes y
de jornadas no trabajadas muestra con mayor claridad la fuerte caída de la lucha obrera
precisamente a partir de 1977.
Esta disminución de la lucha obrera tuvo lugar al tiempo que se producía una pérdida continua de
derechos laborales, mucho antes del periodo álgido de la crisis actual. Las normas aprobadas por los
lahaine.org :: 15
diferentes gobiernos del PSOE y del PP son las siguientes [22]: “extensión de la contratación
temporal (Ley 32/1984), creación y desarrollo de las empresas prestamistas de mano de obra (Ley
14/1994), facilitación de la modificación de condiciones (Ley 11/1994) y de la extinción de contratos
por causas objetivas (Ley 11/1994, Ley 63/1997, RD-Ley 5/2001), precarización del contrato a
tiempo parcial (RD-Ley 5/2001), reducción de la indemnización por despido improcedente (Ley
63/1997, Ley 12/2001, RD 5/2006) y limitación de los salarios de tramitación (RD-Ley 11/2002,
posteriormente convalidado como ley).
La Ley 35/2010, Real Decreto 7/2011, Ley 3/2012, Real Decreto 11/2013, aprobadas también por los
gobiernos del PSOE y del PP intensifican la caída en picado de los derechos laborales que – según la
UE, el BCE y el FMI - “va en el camino correcto aunque aún es insuficiente”.
Los datos fríos de descenso objetivo y sostenido de la actividad huelguística ocultan la realidad
dramática de las ingentes y duras luchas llevadas a cabo empresa a empresa por miles de
trabajadores y trabajadoras cuando se encontraban ante la repercusión concreta en su centro de
trabajo de medidas generales. Hay montones de ejemplos de combates bien dirigidos – muchas veces
por representantes de los sindicatos mayoritarios – que, o bien permanecían aislados, o eran
traiciondos por las cúpulas sindicales.
La lucha de SINTEL, la huelga general de las y los trabajadores de la Justicia, el ejemplo más
reciente de Pan Rico, son algunos de los miles de ejemplos que han abonado el descrédito general de
CC.OO. y UGT y que aún no se ha traducido – excepto en Euskal Herria – en el surgimiento de
mayorías sindicales alternativas.
IV. El mito de la Europa social
En la ofensiva ideológica de la burguesía e inscrito en el cambio de naturaleza del movimiento
obrero hay otro elemento central que aparece en escena en la década de los 80: el mito de la
“entrada en Europa” como objetivo mayor. Una vez agotada la gran razón de “conquistar la
Democracia y del Consenso” para justificar el continuo retroceso en derechos laborales y en
condiciones de vida de la clase obrera el nuevo señuelo fue la entrada de España en la CEE, paraíso
de derechos y libertades.
Ante él que había que inmolar el cierre masivo de empresas públicas (la mal llamada reconversión
industrial), la liquidación de buena parte de la agricultura y la ganadería, la destrucción de derechos
laborales en aras de la competitividad y la masiva privatización de empresas estratégicas y de
servicios públicos. La entrada en el paraíso de la Comunidad Económica Europea se produjo en
1986, convenientemente engrasada por la integración el la OTAN.
La colaboración de las organizaciones de la “izquierda” política y sindical con la burguesía para
facilitar la implementación de sus políticas, minimizando la respuesta de clase a través del “sueño
europeo”, ha sido analizada recientemente en dos trabajos publicados en la Revista Laberinto, a los
cuales me remito:
* El efecto narcotizante del señuelo de la “Europa social” y los “aspectos progresistas de la
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Constitución española” bandera central utilizada hasta ahora mismo por el cuarteto PSOE-IUCC.OO. y UGT, así como su reivindicación constante de la “vuelta al Estado del Bienestar”, ha sido
brillantemente estudiado por Manuel Muñoz Navarrete[23] y es el tema central de un Informe de
Red Roja[24].
La utilización de la Deuda, en el marco de la Unión Económica y Monetaria, por la fracción
dominante del capitalismo europeo como instrumento privilegiado para imponer los brutales ataques
contra la clase obrera – liquidando de paso cualquier atisbo de soberanía – ha sido examinado por mi
para la revista Laberinto hace pocos meses[25].
V. Precariedad y siniestralidad laboral
Si la desigualdad social es el rasgo definitorio de la vida en el capitalismo, lo es mucho más la
muerte prematura en la clase obrera. La evidencia empírica del coste en salud y en años de vida
perdidos a causa de la explotación y de la opresión es por tanto una de las expresiones más
concluyentes de la validez del concepto de división de la sociedad en clases y de lucha de clases para
explicar la esencia del funcionamiento social. En los periodos de crisis capitalista, cuando la
burguesía descarga brutalmente sobre la clase obrera los costes de la misma para intentar
recuperar la tasa de ganancia, el reflejo en la desigualdad ante la muerte es aún más nítido[26].
La masificación de la precariedad a lo largo de estas casi cuatro décadas transcurridas desde la
Transición han determinado que la siniestralidad laboral, tanto de accidentes graves como mortales,
en el Estado español haya sido históricamente y continúe siendo la más alta de la UE[27].
Los datos son abrumadores y vinculan dos factores que caracterizan - tanto la sobre-explotación
existente, como la exacerbación de las medidas de ajuste aplicadas por los diferentes gobiernos e
impuestas por el FMI y la UE - la precariedad y el desgaste[28]:
Las tasas de mortalidad por lesiones traumáticas son dos veces y media más elevadas entre
trabajadores temporales que entre trabajadores indefinidos.El riesgo de morir por accidente de
trabajo en función de la edad es mayor entre los trabajadores mayores de 54 años.
La pasividad sindical es el patético resultado de los millones de euros pagados por el Estado a
patronal y sindicatos en concepto de prevención de riesgos laborales para “cursos de formación”. Se
engrasan así unas las burocracias sindicales que callan ante la generalización de la precariedad
laboral masiva, factor estructural determinante de los accidentes laborales.
El hecho de que el riesgo de morir por esta causa se concentre en trabajadores mayores, indica que
prevalece el factor desgaste, intensificado por los destajos y las interminables jornadas de trabajo,
por encima de la experiencia como elemento protector. Que en estas condiciones se haya alargado la
lahaine.org :: 17
vida laboral hasta los 67 años es un acto criminal pero no exento de ventajas, calcularán ellos: los
trabajadores de este grupo de edad que acaban aplastados contra el suelo contribuyen a rejuvenecer
la plantilla y además la Seguridad Social se ahorra su pensión.
El silencio ante este drama cotidiano oculta además un poderosísimo factor de conciencia social: el
capital no sólo roba en el salario, sino que vampiriza la vida y la salud de los trabajadores y de sus
familias.
VI. Conclusiones
El análisis de los factores que han ido abonando el dramático debilitamiento del movimiento obrero
desde la Transición es indispensable para identificar las claves del proceso al que nos enfrentamos
como clase y como pueblos en momentos en los que a las clases dominantes se les hunde el
engranaje institucional que les ha servido durante casi cuatro décadas para mantener su estructura
de dominación. Y, sobre todo, cuando nos urge reconstruir la fuerza del movimiento obrero y
popular.
Para ello planteo que los ejes fundamentales son:
1º La denuncia del “pacto social” y el “consenso” que se expresó en los Pactos de la Moncloa y en la
Constitución de 1978 y de quienes los protagonizaron en representación del movimiento obrero.
2º La recuperación de la independencia de clase y de la unidad de la clase obrera que,
inevitablemente, debe basarse en el protagonismo en la lucha de sus sectores
más explotados – mujeres, juventud precaria e inmigrantes -, junto a la indispensable recuperación
de la memoria histórica de quiénes lucharon con más determinación en la época de la Dictadura y en
estas cuatro décadas. Es preciso revertir el sentimiento de derrota y recuperar para la juventud
proletarizada el tesoro de experiencia en el combate que tantos hombres y mujeres acumulan.
Precisamente en momentos en los que la práctica desaparición de derechos nos obliga a actualizar
formas de lucha de la clandestinidad.
3º La ruptura y el enfrentamiento con quiénes se atreven a enarbolar la bandera de la “vuelta del
Estado del Bienestar” y de la “Europa social” - como los integrantes de la Cumbre Social[29]
4º La identificación del No al pago de la Deuda y la ruptura con la UE y el Euro como elemento
aglutinante de las diferentes demandas sociales y como “línea de demarcación” que señala a la UE,
al BCE y al FMI como buque insignia del capitalismo europeo. Se trata de “un conjunto de demandas
concretas, estratégicamente diseñadas para alcanzar el corazón del adversario, donde las
contradicciones tienden a concentrarse, con el fin de crear la palanca necesaria para cambiar el
equilibrio global de fuerzas (…) y que son el equivalente contemporáneo de las demandas de paz,
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pan, tierra y autogobierno popular de las que dependía el primer asalto al cielo del siglo XX”[30]
5º Articular, sobre esa base, la lucha obrera y popular internacionalista, que tiene la potencialidad
de agrupar a la clase obrera, a los pueblos de Europa y de otras partes del mundo, y de enfrentar
sobre bases concretas el auge del fascismo sobre el pilar indispensable del Derecho de
Autodeterminación de los Pueblos, que incluye la plena soberanía sobre los recursos y la salida de la
OTAN.
Son estos principios políticos concretos para avanzar en la acumulación de fuerzas y para ser
capaces de responder, hoy con más urgencia y claridad que nunca, al reto esencial que nos espera:
Socialismo o Barbarie.
16 de julio de 2014
[1]
Un análisis de los retos políticos tras la elecciones europeas puede encontrarse en:
http://www.redroja.net/index.php/noticias-red-roja/opinion/2636-el-referendum-no-es-la-res
puesta-reanudar-el-hilo-rojo-que-rompio-la-transicion
[2] El análisis que realiza Red Roja sobre lo que representa Podemos y la línea de intervención
política de la izquierda revolucionaria puede consultarse en:
http://www.redroja.net/index.php/comunicados/2626-ante-y-tras-las-elecciones-del-25m
[3]
http://redroja.net/index.php/noticias-red-roja/opinion/2676-la-fuerza-de-la-memoria
[4]
http://www3.andalucia.ccoo.es/archivohistorico/Investigador004_Visor.aspx?idDoc=35&TituloFondo
=Las%20Comisiones%20Obreras%20clandestinas
[5] El 27 de septiembre de 1975 se ejecutaron las últimas condenas a muerte firmadas por un
Franco agonizante, que se vio obligado convocar una manifestación de adhesión y a salir al balcón
de la Plaza de Oriente junto a su sucesor Juan Carlos, ante la gran presión en contra de los
fusilamientos en el Estado y fuera de él. En juicios sumaríamos, sin las menores garantías procesales
fueron condenados y asesinados tres militantes del FRAP, José Humberto Baena, José Luis Sánchez
Bravo y Ramón García Sanz, y dos militantes de ETA político-militar, Juan Paredes Manot (Txiki)
y Ángel Otaegui.
[6]
http://www3.andalucia.ccoo.es/archivohistorico/Investigador004_Visor.aspx?idDoc=45&TituloFondo
=Las%20Comisiones%20Obreras%20clandestinas
lahaine.org :: 19
[7]
http://www3.andalucia.ccoo.es/archivohistorico/Investigador004_Visor.aspx?idDoc=37&TituloFondo
=Las%20Comisiones%20Obreras%20clandestinas
[8]
Ibid.
[9] Garcés, Joan . “Soberanos e Intervenidos”. Editorial siglo XXI. 4ª edición. El Club de Amigos
de la UNESCO de Madrid (CAUM) realizó un resumen de este libro que se puede obtener en
http://www.caum.es/CARPETAS/cuadernos/cuadernospdf/libro1/soberanos.pdf
[10] Grimaldos, Alfredo. “La sombra de Franco en la Transición”
http://www.transicion.sbhac.net/Vanguardia/TRAN_AlfredoGrimaldos_FranquismoSinFranco.pdf
Y “La CIA en España”
http://colectivolibertariosantboi.files.wordpress.com/2011/02/135-grimaldos-alfredo-la-cia-en-espac3
b1a-2006.pdf
[11] http://www.lafogata.org/paisvasco/pais_8.htm
[12] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1976-8373
[13] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1977-24937
[14] Este tema está tratado con todo detalle y documentación en el libro de Alfredo Grimaldos “La
sombra de Franco en la Transición”.
[15] La creación de la Audiencia Nacional es anterior a la Constitución de 1978 y regida por lo
tanto por la legislación fascista. Es también anterior al primer Parlamento surgido de unas
elecciones realizadas con el PCE legalizado (junio de 1977), aunque no lo fueron otras
organizaciones de izquierda. Aquí se puede consultar el Real Decreto 1/1977, de 4 de enero.
https://www.boe.es/boe/dias/1977/01/05/pdfs/A00172-00174.pdf
[16] PSOE y PCE se negaron a la convalidación parlamentaria de las modificaciones de la Ley
Orgánica del Código Penal mediante decretos leyes, desde 1977 – cuando llegan al Parlamento hasta que votan a favor de la Ley Orgánica 11/1980., de 1 de diciembre – conocida como Ley
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Antiterrorista - ya con el ruido de sables del 23F.
[17] http://vespito.net/historia/transi/pactos.html
[18]
http://feis.pv.ccoo.es/wp-content/uploads/2010/04/R.D.L.43-1977-de-25-nov.-1977-Politica-salarial-y-e
mpleo.pdf
[19] En la crisis de 1976 se necesitaron 13 años en recuperar el nivel de empleo con una caída
continuada de más de 8 años. En la crisis del 91 la recuperación tardó 5 años y
medio.http://www.fedeablogs.net/economia/?p=14239
Desde el año 2007 a 2013 se perdieron 3,7 millones de puestos de trabajo, equivalentes al 18%
de la población
activa.http://economia.elpais.com/economia/2014/03/21/actualidad/1395404265_021139.html
[20] http://revintsociologia.revistas.csic.es/index.php/revintsociologia/article/viewFile/471/492.
No se incluyen en este estudio las huelgas generales de ámbito estatal del 14 de diciembre de
1988, 28 de mayo de 1992, 27 de enero de 1994, ni 20 de junio de 2002
[21] Ibid.
[22]
http://www.mientrastanto.org/boletin-105/notas/el-origen-de-los-derechos-laborales#sthash.aUWr26
8t.dpuf
[23]
http://nocionescomunes.files.wordpress.com/2013/02/muc3b1oz-navarrete-no-hay-alternativas-otro-c
apitalismo-es-imposible.pdf
[24]
http://redroja.net/index.php/comunicados/831-el-mito-de-la-vuelta-al-estado-del-bienestar-otro-capita
lismo-es-imposible
[25] El citado artículo de Laberinto puede encontrarse en:
lahaine.org :: 21
http://redroja.net/index.php/noticias-red-roja/opinion/2217-la-deuda-o-la-vida-la-ue-y-sus-gobiernos-c
ontra-los-pueblos
El informe de Red Roja sobre la Ley Orgánica 2/2012, que desarrolla el nuevo artículo 135 de la
Constitución y el tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza (TSCG – 2012) de la Unión
Económica y Monetaria puede consultarse en:
http://redroja.net/index.php/noticias-red-roja/noticias-cercanas/1910-informe-de-red-roja-sobre-la-ley
-organica-22012-el-final-de-cualquier-soberania-y-el-arma-de-destruccion-masiva-de-los-serviciospublicos
[26] Estos aspectos han sido estudiados en “Crisis capitalista: guerra social en el cuerpo de la clase
obrera”. Ángeles Maestro (2010) http://www.rebelion.org/docs/135854.pdf
[27] Los datos recientes de disminución de la mortalidad por accidentes de trabajo en los últimos
años, aun poco significativa, reflejan la gran y brusca disminución de la actividad en la construcción,
principal sector implicado en la siniestralidad laboral.
[28]
Informe salud Laboral. España 2006. Benavides, F. (Coordinador). 2007.
www.bvsde.paho.org/bvsacd/cd67/isl06/indice.pdf
[29] Un acertado análisis sobre este tema puede encontrarse en “El mito de la vuelta al “Estado del
Bienestar. Otro capitalismo es
imposible”
http://redroja.net/index.php/comunicados/831-el-mito-de-la-vuelta-al-estado-del-bienestar-otro-capita
lismo-es-imposible
[30] Costas Lapavitsas (2012) “Crisis en la Eurozona”. Capitan Swing Libros. S. L. Página 13.
_______________
http://www.lahaine.org/est_espanol.php/el-hundimiento-del-engranaje-de
lahaine.org :: 22
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