Jóvenes, Educación y Trabajo: Desafíos para una Nueva Década. Leandro S epúlveda V1. Presentación La década pasada presentó un escenario de fuertes contrastes para las esperanzas y expectativas del desarrollo y la integración social en América Latina. Por una parte, su inicio está marcado por el despliegue de un discurso dominante de carácter optimista: es la década en que se pretende consolidar los procesos de democratización de los países del continente, y junto a ello, sentar las bases para “ajustar las economías, estabilizarlas e incorporarlas a un cambio tecnológico mundial intensificado, modernizar los sectores públicos, elevar el ahorro, mejorar la distribución del ingreso, implantar patrones más austeros de consumo y hacer todo eso en el contexto de un desarrollo ambientalmente sostenible”2. Desde este punto de vista, la transformación productiva con equidad era un desafío posible, donde las sociedades en su conjunto, en el marco de democracias recuperadas, estaban llamadas a jugar un rol fundamental. A través de la educación, amplia y extensiva para todos, sería posible lograr las metas de inserción productiva competitiva en los mercados mundiales. Ya no bastaba, desde esa perspectiva, con la mera capacitación para la calificación laboral; el desafío educativo de las nuevas generaciones se convertía en un desafío integral: “la necesidad de pluralismo institucional y de flexibilidad implican que elevar el nivel de la calificación de la fuerza de trabajo y mejorar la capacidad de innovación y comunicación no sólo es tarea de las instituciones de capacitación o de formación profesional. Depende, en medida importante, de la efectividad del sistema educativo regular, pues es allí donde las personas desarrollan destrezas básicas, motivación para el aprendizaje, flexibilidad para adaptarse a nuevas tareas y habilidades” 3. Los jóvenes constituían, en este discurso, el resorte fundamental de una nueva posibilidad para el continente; los llamados a construir una sociedad mayormente integrada, recreando nuevas lógicas de acción y asociación. La década del 90 concluye, sin embargo, con un panorama sombrío que contrasta con este optimismo inicial. Pese a avances en la ampliación del empleo y la estabilización de varias economías en comparación con la década del 80, la sensación de incertidumbre y perdida de sentidos articuladores de futuro, emerge como una realidad que domina mayormente los escenarios de la discusión pública. El efecto social de las nuevas formas de organización productiva y el impacto de la crisis en la segunda mitad de la década constituye un cuadro que no puede ocultarse: 1 Antropólogo, Investigador del Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación Cepal “Transformación productiva con equidad: La tarea prioritaria de Améri ca Latina y el Caribe en los años noventa”; Santiago de Chile, 1990:12. 3 Ibid:122 2 16 “Las cifras de la última década sobre el desarrollo del empleo en América Latina no son muy alentadoras: en la actualidad 18 millones de personas que viven en las áreas urbanas de América Latina y el Caribe están sin trabajo; 4,5 millones más que hace 18 meses. Las tasas de desempleo juvenil son el doble o el triple de las del promedio nacional. El crecimiento del empleo en los sectores modernos y organizados se estancó y hasta 85% de todos los nuevos empleos se crearon en el sector informal de la economía, donde hay precariedad de protección social y alta rotación 4”. Así comenzaba la introducción de una invitación reciente a reflexionar la situación de los jóvenes y el trabajo en nuestro país. En un escenario como éste, donde no son suficientes los discursos prescriptivos, puede resultar adecuado seguir el consejo propuesto por M affesoli: “cuando la sensación de urgencia se halla en su punto más álgido es quizás cuando llega el momento de poner en juego una estrategia de lentitud”5. Antes que intentar reproducir discursos generales, en la perspectiva de orientar un modelo de desarrollo para la siguiente década, parece importante revisar con algún detalle el proceso verificado en los últimos años y discutir sus consecuencias para la organización de sociedades como la nuestra. En este tiempo, donde prevalecen discursos globalizantes, explicaciones generales y actitudes excluyentes ante perspectivas que asoman consideraciones críticas, la estrategia de la lentitud sugerida por M affesoli, debería posibilitar un análisis más reposado sobre la evidencia disponible, y en función de lo mismo, intentar una reflexión que lleve a levantar preguntas plausibles sobre el devenir de nuestra sociedad 6. Desde esta perspectiva, en este documento se intenta recoger de la bibliografía reciente algunos antecedentes del debate sobre la relación juventud, educación y trabajo. Con una mirada específica a la realidad chilena, se analizará la evolución de los datos a lo largo de la década, y en función de los mismos, se abordará la discusión sobre el concepto de exclusión. Dentro de las limitaciones propias de un ejercicio como éste, intentaremos aquí levantar una opinión acerca de una afirmación cada vez más recurrente, esto es, la existencia de un sector excluido de la sociedad resulta una condición necesaria para sostener el actual modelo de organización productiva mundial. Los jóvenes trabajadores pobres, bajo esta consideración, resultan un objeto de interés prioritario para el análisis del desarrollo económico y social de nuestra sociedad. 4 Cepal, “La brecha de la equidad: una segunda evaluación”; Santiago, 2000. Maffesoli, M. “ Elogio de la razón sensible”; Ed. Paidos, Barcelona, 2000:3. “ Cuando no se tiene ninguna seguridad, sea cual fuere: ideológica, religiosa, institucional, política, es quizá cuando hace falta s aberse fi ar de la sabidurí a rel ativista. Ella “ sabe”, graci as a un s aber incorporado, que nada es absoluto, que no hay verdad general, sino que todas las verdades parciales pueden entrar en rel ación con las otras”. 6 Este trabajo intenta, en rigor, ejercer el oficio antropológico: “Para algunos, las sirenas del desencantamiento deberían seducir al etnólogo en su camino de regreso. Pero el camino del etnólogo no tiene retorno. La paradoja del momento actual quiere que toda ausenci a de sentido pida sentido, así como la uniformización llama a la di ferencia. Es en ese juego complejo de apel aciones y respuestas donde el antropólogo encuentra hoy sus nuevos objetos de refl exión. El etnólogo no los había olvidado detrás de sí cuando partió en busca de remotas tierras: los descubre frente a él el día en que comprueba que, por primera vez en la historia de la humanidad, la tierra es verdaderamente redonda”. Augé, M. “ Hacia una antropología de los mundos contemporáneos”; Ed. Gedisa, Barcelona, 1995:9. 5 17 El Problema. La problemática juvenil ha sido un tema recurrente en la definición de políticas públicas en la segunda mitad del siglo. En nuestro país, la proporción de jóvenes de 15 a 29 años representa el 25,6% de la población total nacional (3.742.031 personas), y pese a que la baja de fecundidad incidirá en un descenso de esa proporción hacia el futuro, el peso relativo de este segmento de la población sigue siendo demasiado relevante en consideración a los procesos generales de organización de la sociedad. En un periodo de importantes cambios en el orden mundial, la integración de los jóvenes a los procesos sociales, económicos, políticos y culturales de la sociedad constituye un factor fundamental en la consideración de cualquier proyecto de desarrollo del país. Sin embargo, tanto a nivel nacional como en el contexto latinoamericano, la tarea no ha sido sencilla. Uno de los problemas de mayor persistencia y dificultad de enfrentamiento para las políticas públicas a lo largo de la última década ha sido el desempleo juvenil. En efecto, la tasa de desocupación de los jóvenes ha sido de una magnitud mucho mayor que el resto de los tramos etáreos, pese a desarrollarse durante todo este período un conjunto amplio de programas destinadas a favorecer la empleabilidad e integración social de los jóvenes. La encuesta Casen 1998 señalaba que mientras el porcentaje de desocupados de la población activa de 30 años y más alcanzaba a 6.6% en los hombres y 7.7.% en las mujeres, para el tramo 15 a 29 años, el porcentaje era superior al doble, alcanzando a 15% en los hombres y 18.8% en las mujeres. La tasa de desocupación de jóvenes constituye una constante a lo largo de la década, tal como se expresa en el siguiente cuadro: Edad 15-19 años 20-24 años 25-29 años 30-44 años 45-64 años 65 y más Total Fuente: Mideplan, 1987 29.5 18.0 10.1 5.6 5.9 3.8 10.0 Encuestas Casen 1990 21.3 14.5 8.7 5.9 4.9 7.0 8.3 1987-1998. 1992 17.0 11.2 5.7 3.5 2.6 3.0 5.5 1994 21.4 13.6 7.1 4.4 3.7 2.9 6.7 1996 19.2 10.4 6.7 4.3 3.0 4.6 5.7 1998 29.3 18.6 11.1 7.6 6.1 5.6 9.9 No puede deja de indicarse que durante este período se ha verificado una reducción de la participación juvenil en la fuerza de trabajo total. En 1998, la fuerza de trabajo entre 15-29 años representaba un 31% de la fuerza total a diferencia de lo que ocurría en 1990, donde la cifra se empinaba al 37%. El aumento de la escolaridad de los jóvenes es la variable que incide significativamente en este caso y constituye una de las consecuencias más evidentes del impacto de la Reforma Educacional llevada a cabo durante esta década. 18 Pese a ello, el cuadro futuro resulta preocupante. Los datos aquí revisados expresan el comportamiento de las cifras en una coyuntura económica que difícilmente se repita en la década del 2000. De hecho, la información disponible de los últimos dos años ratifica lo observado en otros períodos respecto al aumento del desempleo en general, y en particular, el agravamiento del problema de desempleo en los jóvenes. Posiblemente, la novedad de este tiempo radica en el contexto, que presenta características de mayor inseguridad: el mundo del empleo ha cambiado significativamente condicionado a un escenario de escala mundial; surgen nuevas cualificaciones laborales exigidas por esas transformaciones; el trabajo independiente, la jornada parcial, la flexibilidad y polivalencia, aspectos destacados como nuevas oportunidades de desarrollo social, por oposición, se constituyen en la referencia explícita de un mundo mucho más difícil y competitivo, y con menores señales de integración. Los jóvenes de hoy se enfrentan, de este modo, a un mundo del trabajo con características de mucha mayor inseguridad que la vivida por sus propios padres; la posibilidad de construcción de un proyecto de vida hacia el futuro, bajo este marco, puede ser ampliamente cuestionada. El desempleo juvenil y los jóvenes pobres. La distancia existente entre el desempleo juvenil y adulto no es un fenómeno particular del caso chileno, sino que expresa una tendencia a escala mundial. En nuestro país, como hemos visto, las diferencias entre el desempleo adulto y juvenil presentan rasgos que algunos autores consideran estructurales. En efecto, si se analizan las cifras del desempleo juvenil durante la década del 80 y se las compara con los 90, podrá observarse que aunque las cifras absolutas experimenten una variación significativa, la tasa de desempleo juvenil duplica, aunque con fluctuaciones, el desempleo adulto. Independiente del período, la tendencia es similar al que se presenta en el siguiente gráfico (correspondiente al período 1996-2000): C o m p a ra ció n T a s a D e s e m p le o G e n e ra l y J u v e n il; C h ile 1 9 9 6 -2 0 0 0 30 25 20 15 10 5 0 1 99 6 1 99 7 19 98 1 9 99 2 00 0 19 Desde este punto de vista, el empleo juvenil muestra una alta sensibilidad frente a las fluctuaciones de la economía. Como ha sido observado de manera reiterada en los estudios sobre el tema, en los ciclos contractivos la tendencia de reducción del empleo se concentra mayoritariamente en los trabajadores con menor calificación y menor experiencia, no existiendo, necesariamente, una recuperación proporcional en períodos de aumento de la contratación. Sobre esta base, el crecimiento económico no beneficiaría por igual a adultos y jóvenes. Estos últimos tendrían mayores dificultades en encontrar un empleo en épocas de expansión y serían los primeros en ser despedidos en épocas de recesión o menor crecimiento. Este cuadro general parece encontrar una expresión común en la mayoría de los países, y constituye la base para la elaboración crítica de no pocos autores en el último tiempo7. Sin embargo, para una sociedad como la nuestra, el análisis no puede quedar en un nivel de generalidad; una sociedad como la chilena expresa, además, grandes diferencias en su interior. El siguiente cuadro indica la tasa de desocupación de la población entre 15 y 29 años por quintil de ingreso autónomo del hogar, consignado por la encuesta Casen del año 1998: Sexo Quintil I Quintil II Hombre 34.4 15.1 Mujer 48.9 23.7 Total 39.3 18 Fuente: Mideplan, Encuesta Casen 1998 Quintil III 10.9 15.2 12.6 Quintil IV 8.0 11.5 8.5 Quintil V 7.4 7.4 7.4 Total 15 19.5 16.7 El cuadro es elocuente. Como puede verse, la tasa de desempleo del Quintil de más altos ingresos es 5 veces menor que el Quintil I que concentra a la población de menores ingresos. De igual manera, existe un evidente impacto negativo de la participación laboral en el análisis por sexo. Casi el 50% de las mujeres del Quintil I se encontraban desocupadas en contraste con el 7.4% del Quintil V y el 19.5% del total nacional. De este modo, el problema del desempleo juvenil en Chile es significativamente más profundo en el análisis por estratos sociales; son los jóvenes pobres, y de manera significativa, las mujeres jóvenes pobres, quienes sufren las mayores dificultades de integración social vía trabajo. Existiendo una situación general que afecta a la juventud, la explicación del problema no puede reducirse únicamente a la característica de incorporación temprana a un empleo para el segmento etáreo. La información proporcionada indica una mayor complejidad del problema, y la variable desigualdad social se constituye en un referente necesario para caracterizar un cuadro como el descrito. 7 “ los jóvenes de hoy no ponen a la cabeza de sus miedos del futuro la guerra nuclear como sus mayores, sino el desempleo. En el futuro la mayor part e tendrá que escuchar que les digan que la sociedad no los necesita, que sus capacidades son inútiles...”. Jaquard, A. “ Yo acuso a la Economía Triunfant e”; Ed. Andrés Bello, Santiago; 1995:49. 20 De igual manera, la gran diferencia existente entre hombres y mujeres para este indicador en la mayoría de los estratos (por los menos, de manera significativa en los tres primeros quintiles), refleja una situación de tipo socio-cultural que va más allá de un análisis estrictamente económico. El embarazo adolescente, la desigual accesibilidad a un empleo y salario adecuado, y la baja cobertura en el sistema de apoyo al cuidado de niños de madres trabajadoras son sólo algunas de las variables que pueden influir en esta situación, configurando un cuadro de retroalimentación de las condiciones asociadas a la situación de pobreza. Consideremos, en otro nivel, la información que nos proporcionan los siguientes cuadros: Distribución de la población 15-29 años ocupada, por sexo, según categoría ocupacional Chile 1998 (en %) Categoría ocupacional Patrón o empleador Trabajador por cuenta propia Empleador u obrero Servicio doméstico puertas adentro Servicio doméstico puertas afuera Familiar no remunerado FFAA Total Hombre Mujer 0.8 12.9 82.3 0.1 0.1 2.3 1.6 100.0 Total 0.5 6.9 78.4 4.3 7.9 1.7 0.3 100.0 0.7 10.6 80.8 1.7 3.1 2.0 1.1 100.0 Fuente: Encuesta Casen 1998 Distribución de la población 15-29 años ocupada, por sexo, según rama de actividad Chile 1998 (en %) Rama de Actividad Hombre Actividades no bien especificadas 1.0 Agricultura, caza y silvicultura 18.6 Explotación de minas y canteras 1.9 Industria manufacturera 16.5 Electricidad, gas y agua 1.3 Construcción 12.2 Comercio 18.1 Transporte y comunicaciones 9.2 Establecimientos financieros y de seguros 6.8 Servicios comunales y sociales 14.5 Total Fuente: Encuesta Casen 1998 100.0 Mujer 1.0 7.0 0.2 11.9 0.3 1.7 27.9 3.7 9.5 36.8 100.0 Total 1.0 14.2 1.3 14.8 0.9 8.2 21.8 7.1 7.8 22.9 100.0 Como puede verse, la población juvenil ocupada tiende a concentrarse, como expresión de la tendencia nacional, en tareas de servicios y a ocupar puestos de empleados u obreros. Los trabajadores por cuenta propia constituyen un segmento no menor del universo de trabajadores ocupados, configurando, en su conjunto, una masa laboral con bajo nivel de 21 calificación, situados en empleos no necesariamente estables y con una exposición no menor a las fluctuaciones de la economía mundial. La reiteración del discurso oficial acerca de la necesidad de calificación y capacitación permanente apunta en esta dirección. Aquellos jóvenes empleados no son, como pudo haber sido en el pasado, jóvenes con mayor seguridad y proyectos de futuro. La inestabilidad es la otra cara de este mismo problema, constituyendo un cuadro cultural de mayor resonancia que el meramente expresado por quienes, en una coyuntura específica, se encuentren desempleados. En rigor, se trata del cuadro de la exclusión social sobre el que volveremos más adelante. En síntesis, el desempleo juvenil es una situación que afecta las posibilidades de desarrollo del país; esto es más urgente si se analiza las grandes diferencias existentes al interior de la sociedad, y el aumento en esta década de la desigualdad en Chile y el resto del continente. Como lo indica el Panorama Social de la Cepal para el año 98, durante el período 19901997 “la relación entre las tasas de desempleo predominantes en el cuartil más pobre y en el más rico han venido aumentando en 8 de los 12 países estudiados...esta relación apunta la hecho de que el peso del desempleo está recayendo principalmente en estos grupos vulnerables...” 8. Ante un cuadro de esta magnitud, la apuesta por la educación como un mecanismo de superación de la brecha de la equidad ha sido una recomendación a escala continental y que nuestro país ha implementado con fuerza durante la década. Revisaremos algunos elementos asociados a este proceso. Ampliación de cobertura y calidad de educación como estrategia de integración. La información que proporcionan los principales instrumentos de evaluación y seguimiento de la realidad social chilena, da cuenta de importantes cambios sociales, económicos y culturales a lo largo de la década del 90. Posiblemente, el ámbito educacional es uno de los expresan de un modo más evidente el proceso de transformaciones. En efecto, en el marco de un proceso de Reforma verificado durante estos años, la última medición de la encuesta Casen 2000 señala que la cobertura de la enseñanza media en el país alcanza a un 90% de los jóvenes entre 14 y 17 años logrando, de este modo, una meta histórica de carácter inédita. Este dato, vinculado al conjunto de iniciativas en marcha (programas especiales para establecimientos de sectores más pobres, reforma curricular, extensión de la jornada escolar), es un indicador de los esfuerzos realizados en el área a lo largo de toda la década recién pasada, y refuerza la idea predominante de que la educación es una herramienta fundamental para el desarrollo del país. La cobertura del sistema educacional ha experimentando un incremento destacable durante el período. En efecto, mientras que en el año 1998 el porcentaje de jóvenes que no asistía a 8 Cepal; Panorama Social de América Latina, Edición 1998. 22 un establecimiento educacional era del 13% de la población de jóvenes entre los 14 y 17 años, en la medición del año 2000, el porcentaje se redujo al 9.9%. El número de niños y jóvenes en esta situación se redujo de 140.000 a 106.000 entre ambas mediciones. M ás significativo aún es considerar estas cifras en el marco de la evolución a lo largo de la década. En 1990 el porcentaje de niños y jóvenes de este tramo de edad que no asistía a un establecimiento escolar se elevaba al 19.7%, produciéndose una mejoría de 10 puntos en el período de diez años. En síntesis, una primera mirada general a la deserción escolar en el país, señala que se trata de un problema de magnitud menor en comparación a lo verificado a comienzos de la década del 90, y que su evolución puede observarse con relativo optimismo en función al impacto de las políticas gubernamentales implementadas en el sistema educacional en todos estos años: “Todo el esfuerzo (dirigido al campo educacional) ha dado sus frutos en mayor eficiencia de las instituciones escolares. Así puede verse que durante la década han disminuido las tasas de repitencia y de abandono y ha mejorado el aprendizaje sobretodo en los alumnos de las escuelas atendidas por los programas de discriminación positiva”9. Pese a lo anterior, otros antecedentes complementarios a este cuadro general deben poner una mirada de mayor alerta sobre el fenómeno de la deserción en el sistema escolar chileno. En efecto, como ha sido reiterado en los análisis de los últimos años, uno de los problemas de mayor complejidad tiene que ver con la marcada segmentación social que se evidencia en la evolución de los indicadores educacionales para el país. Existiendo un mejoramiento ostensible de la cobertura de la enseñanza durante los últimos años, la brecha sigue siendo significativa en el análisis por estrato socio-económico. A diferencia de lo que ocurre en la educación básica, donde la diferencia de cobertura es mínima, en la educación media puede observarse un foco crítico de abandono o deserción escolar marcadamente mayor en el caso de los sectores más pobres. De acuerdo a cifras del año 1998, mientras que para el V quintil más rico de la población chilena la cobertura de educación media alcanzaba el 97.7% de la población, para el I quintil más pobre esta cobertura solo llegaba al 77.4% de la población, brecha demasiado amplia, y que requiere una consideración particular. Esta brecha es mayormente preocupante si se considera la circularidad reproductiva de la segmentación social, pese a los esfuerzos correctores que pueden realizarse desde las políticas públicas. La persistencia de desigualdad de logros por estrato socioeconómico y la distancia en condiciones técnicas, calidad de la enseñanza y financiamiento de la educación particular respecto a la pública (que cubre al 63% de la matrícula total) constituyen variables que concurren para la explicación del fenómeno y que deben ser objetivados en un análisis transversal. 9 García Huidobro, J.E. “Temas Actuales de la Educación Nacional”; en Asuntos públicos.Org; Informe n°11, Santiago, Diciembre de 2000. 23 Algo similar puede decirse respecto a lo que sucede en el análisis comparativo rural/urbano y en el análisis de tipo de establecimiento educacional de enseñanza media. De acuerdo a los datos de la Encuesta Casen, el porcentaje de la población entre 14 y 17 años que no asiste a un establecimiento educacional es más que el doble para la población rural que para la población urbana (en 1998 el porcentaje se empinaba a 27.8% para el primero, 10.7% para el segundo 10; la Encuesta Casen 2000 arroja 23.2% para el primero y 8% para segundo); aunque en cantidad de jóvenes, el predominio sigue siendo urbano, los datos coinciden con la característica de pobreza dura que se observa en varias zonas rurales del país. En el caso de la consideración por tipo de establecimiento, los datos disponibles establecen una diferencia porcentual cercana a los 2 puntos, predominando una mayor recurrencia del abandono en los establecimientos de tipo técnico profesional 11. En lo que refiere a la distribución por sexo, la información que existe sobre abandono escolar establece una diferencia de cerca de 1 punto porcentual entre hombres y mujeres (mayor recurrencia en hombres) aunque, como se verá, las principales diferencias se observan en los argumentos esgrimidos para justificar la situación de abandono. Finalmente, también es importante analizar los resultados que arroja la medición de la Encuesta Casen aplicada a lo largo de estos años. Como puede verse en el gráfico adjunto, entre 1994 y 1998 se produce una desaceleración del ritmo de disminución de la población entre 14 y 17 años que no asiste a un establecimiento educacional. Particularmente notable es la información consignada para el período 1996-1998, donde la disminución alcanzó apenas un 0.6%. El nuevo salto observado en la medición 2000 respondería a las políticas específicas para el sector implementadas por la autoridad educacional chilena, y menos a la inercia de la evolución provocada por el conjunto de instrumentos de la reforma a comienzos de la década 12. 10 Ministerio de Educación, Departamento de Estudios y Estadísticas; “ Deserción Escolar”; Doc. De Trabajo, Octubre de 1998. 11 Anuario Estadístico del Ministerio de Educación, 1999. 12 Esta argumentación es coincidente con el análisis gubernam ental: “los cambios producidos entre 1998 y 2000, muestran un resultado positivo con respecto a la tendencia observada entre 1996 y 1998. Ello indica que las acciones des arrolladas por el gobierno en el último período, como el programa Liceo Para Todos, ha tenido un efecto signifi cativo”; Gobierno de Chile; Ministerio de Plani ficación y Cooperación, “Situación de la educación en Chile 2000, Informe Ejecutivo”; Santiago, julio 2001:12. 24 25 20 19.7 17.5 15.4 15 13.6 13 10 9.9 5 0 1990 1992 1994 1996 1998 2000 Lo anterior tendría implicancias relevantes. A manera de hipótesis podemos sostener que las actuales cifras de abandono escolar podrían acercarse a un cuadro o condición estructural de la población escolar, resultando mucho más compleja su superación a través de instrumentos tradicionales. Junto a la información revisada, no puede dejar de considerarse los datos de contexto que pueden influir en el problema de la deserción escolar. La década del 90 ha sido un período de significativa estabilidad socio-económica en el país, verificándose entre los años 90 y 98, una tasa de crecimiento anual cercana al 7% y tasas de desempleo no superiores al 6%. Este cuadro comienza a modificarse en los años 98-99 y tiene una mayor agudización en los primero años de la actual década. Si bien los antecedentes de cobertura escolar constituyen referencias con un grado de consolidación significativo, la eventual persistencia de la inestabilidad económica y la mantención de tasas de bajo crecimiento y alto desempleo, es decir, los factores exógenos al sistema educacional y su propia dinámica, pueden introducir en el futuro modificaciones a este proceso y regresiones de magnitud no menor. Desde este punto de vista general, el problema de la deserción escolar en el país adquiere dimensiones específicas que enmarcan cualquier intento de intervención o definición de políticas sectoriales. En síntesis, los antecedentes generales que ofrecen los instrumentos de medición y seguimiento de tipo nacional, señalan que la deserción escolar, pese a ser un problema que ha reducido considerablemente su impacto durante la década del 90, en la actualidad se presenta mayormente focalizado en sectores pobres, condicionado por la fuerte segmentación social que caracteriza a nuestra sociedad y que presenta ras gos de continuidad con el análisis de desempleo revisado en la sección anterior. De igual modo, es posible que el porcentaje de población de 14 a 17 años que no asiste en la actualidad a un establecimiento escolar contenga características de mayor resistencia a la reinserción en el sistema educativo, debiéndose considerar las variables asociadas a esta situación. La condición urbano-rural, el tipo de establecimiento (científico-humanista o 25 técnico-profesional) y la especificidad de género deberían ser dimensiones relevantes a tenerse en consideración para una revisión sistémica del proceso. El abandono escolar puede responder a una o a un conjunto de causas de peso diferente, y aunque en la explicación del mismo puede observarse una tendencia a identificar un factor como predominante, por lo general, la articulación o concatenación de elementos parece ser un rasgo en común, obligando a una mirada integrada de estos factores, más aún si en el tiempo esas causas no tienen un carácter estático. Un estudio realizado a comienzos de la década del 90 resaltaba este ras go de articulación de factores, indicando que su confluencia termina por consolidar un cuadro psicosocial de los jóvenes desertores signados por la soledad y el descrédito social 13. Aunque los estudios cuantitativos realizados en el marco de los instrumentos de medición nacional han avanzado considerablemente en la identificación de factores asociados al abandono (véase el cuadro comparativo de causas de no-asistencia a un establecimiento educacional 1996-2000), parece necesario una mayor profundización para el levantamiento de hipótesis interpretativas respecto a cada una de las menciones consignadas: Motivos (en porcentajes) declarados para la no-asistencia a un establecimiento escolar. Población 14-17 años, 1996 Motivos Porcentaje Accesibilidad 0.9 Factores socio-económicos 46.9 Enfermedad o Discapacidad 8.7 Conducta o Rendimiento 25.8 No tiene edad suficiente 2.7 Otro 14.9 Total 100 Fuente: Mideplan-Mineduc en “ Deserción Escolar” OpCit Motivos (en porcentajes) declarados para la no-asistencia a un establecimiento escolar. Población 14-17 años, 2000 Motivos Porcentaje Problemas familiares 4.5 Problemas de conducta 4.8 Problemas de rendimiento 8.1 No le interesa 13.8 Maternidad o embarazo 13.9 Está trabajando o busca trabajo 14.0 Dificultad económica 22.8 Total 100 Fuente: Mideplan; Encuesta Casen 2000 13 Magendzo, S. & Toledo, I. “Soledad y Deserción. Un estudio psicosocial de los desertores es colares en los sectores populares”; PIIE, Stgo., 1990. 26 En efecto, como puede verse, la medición del año 2000, profundiza en aspectos no consignados (u ocultos) en mediciones anteriores 14. El embarazo adolescente (que es esgrimido como causa de abandono escolar por el 28.7% del total de las jóvenes mujeres), la distinción entre problemas de conducta, rendimiento o desinterés escolar (dimensiones que, sumadas, representan el 26,7% de las razones esgrimidas por los jóvenes), y la variedad de respuestas posibles para explicitar “problemas económicos” constituyen categorías de diferenciación relevantes. Desde este punto de vista, pueden orientarse tres ejes analíticos asociados a la deserción escolar, sin que esto inhabilite su interdependencia. Estos son: el eje de factores asociados a la escuela (rendimiento, interés, conducta al interior de los establecimientos); el eje trabajo (asociado a las dificultades económicas y la búsqueda de trabajo) y un eje psicosocial (relacionado a problemas familiares, conflictos personales, embarazo adolescente, entre otros). El embarazo adolescente constituye un dato de realidad no menor y que debería movilizar mayores energías integradas para su enfrentamiento público15. Con todo, estos ejes parecen estar íntimamente asociados a los problemas de organización familiar y pobreza que afecta a un porcentaje importante de familias chilenas. Replanteando el Problema: Exclusión S ocial Hasta aquí hemos revisado dos aspectos fundamentales asociados a la situación juvenil en Chile. En primer lugar, a lo largo de buena parte de la década del 90, en un contexto económico favorable, con altas tasas de crecimiento y moderadas tasas de desempleo, la persistencia de la brecha social sigue siendo un factor crítico que expresa una alta segmentación social. Tal situación se agudiza, por cierto, en el marco de las crisis económicas verificadas a partir del año 1998 y el fuerte incremento de la desocupación existente desde entonces en nuestro país. Por otra parte, algunos indicadores educacionales, particularmente, la tasa de retención escolar, indica que los esfuerzos de la última década han permitido incrementar el porcentaje de población joven que permanece en el sistema escolar, pero encontrando serias dificultades, particularmente en los últimos años, para incidir en los estratos o segmentos pobres de la sociedad. De igual manera, aspectos culturales asociados a la pobreza constituyen marcos de difícil superación, pese a algunos esfuerzos realizados desde el campo educacional por transformar la escuela en un espacio de protección social de los jóvenes. 14 Lamentablemente no puede realizars e un análisis comparativo más riguroso para la medición de este problema en las anteriores encuestas Cas en. Para la medición 1998, la información disponible agrega jóvenes entre 15 y 24 años, señalando como las principales caus as de no estar incorporado en el sistema educacional al hecho de estar trabajando (42.6%); ayudar en la casa (10.9); dificultades económicas (10.3%); est ar buscando trabajo (9.0); maternidad o embarazo (7.4%); no le interesa (4.8%); y otras causas (15.0%). 15 Un estudio recient e entrega un panorama de esta situación para América Latina: Cepal, “ Juventud, población y des arrollo: problemas, posibilidades y desafíos”; Proyecto Regional de Población 2000-2003, Celade-FNUAP; Santiago, Septiembre 2000. 27 Aunque no existe suficiente evidencia empírica, resulta cuestionable a estas alturas indicar que el incremento de la tasa de escolaridad de la población tendrá como efecto una mejor inserción en el mundo laboral o el aumento de salarios de los trabajadores. Por lo menos, la relación no es evidentemente mecánica. Como lo demuestran estudios de los últimos años, solamente es posible observar un cambio importante en el incremento de salarios en segmentos con 13-14 años o más de educación (es decir, población con educación postsecundaria); el aumento de la población con educación media completa que demanda trabajo, ha provocado ajustes en el mismo mercado laboral, incrementándose las exigencias formales para puestos específicos. Lo anterior, por cierto, puede generar una dinámica masividad-elitización, que haga del incremento de los años escolaridad un esfuerzo que no entrega beneficios palpables para los sujetos16. De este modo, empleo y educación, por sí mismos son dos mecanismos que parecen no estar respondiendo a las necesidades de integración social que exige una sociedad como la nuestra para enfrentar sus desafíos de desarrollo integrado, más allá de los esfuerzos gubernamentales implementados en esa dirección en los últimos años. Desde nuestro punto de vista, este hecho refleja más bien un cuadro de segmentación y exclusión asociado a la “crisis del trabajo” en el marco de las transformaciones productivas a escala mundial. Es por eso que parece relevante la necesidad de considerar un enfoque como el de exclusión social que posibilita una mirada sistémica del proceso y no reducida a indicadores específicos: “El enfoque de exclusión social, a diferencia de los enfoques de marginalidad y de otros más recientes que enfatizan el potencial integrador del proceso de crecimiento y modernización de la sociedad, pone el acento en los procesos de desintegración social o integración precaria que ocurren como consecuencia de ambos procesos. Estos procesos tienden a redefinir las segmentaciones tradicionales, así como la idea comúnmente aceptada que asocia integración con acceso a un empleo en el llamado sector formal de la economía (...) uno de los rasgos más significativos del nuevo patrón de crecimiento es la reproducción de un importante segmento de trabajadores informales, junto con un contingente de trabajadores que se incorporan a empleos del sector formal en una situación de precarización y desprotección relativa”17. 16 El análisis del impacto de la educación en el trabajo y salario presenta, a fines de la década del 90, lecturas diferent es a las encontradas a comienzo de la misma: “ ...en Chile la elevación del nivel educativo de los empleados administrativos, los trabajadores del comercio y todos los trabajadores manual es urbanos no ha tenido los frutos esperados, ya que todos ellos obtienen ingresos ocupacional es muy inferiores al promedio de su propio país y semejantes a los de esas mismas ocupaciones en países con niveles educativos e ingresos ocupacionales promedio mucho más bajos. Ello no significa que el aumento del nivel educativo no tenga ninguna influenci a en el m ejoramiento de los ingresos ocupacional es, pero represent a una advert encia para aquellas líneas de política que consideran que es e aum ento es una condición sufi ciente para lograr el mejoramiento de los niveles de ingreso de los estratos inferiores”. Cepal; Panorama Social de América Latina, 1999-2000:84. 17 Wormald, G. & Ruiz-Tagle,J. “ Exclusión social en el mercado del trabajo. El caso de Chile”; Equipo técnico multidisciplinario para Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay; OIT-Fundación Ford; Doc. De Tranbajo nº106; Stgo., 1999:75. 28 En efecto, la exclusión social remite a un cuadro global de segmentación que tiene incidencia en todos los niveles de la vida individual y colectiva y que responde a procesos de transformación estructural de la sociedad en su conjunto. Sostenemos que este cuadro estructural es el que condiciona el acceso restringido al empleo de los jóvenes de escasos recursos y que limita las posibilidades reales de incidencia de los esfuerzos educacionales por superar los problemas de desigualdad. Los jóvenes chilenos (y de la mayoría de los países de América Latina) de los estratos más pobres, han visto en esta última década que, pese a contar con mayores posibilidades de acceso y permanencia en la educación formal o de acceso a capacitación y calificación laboral, se han visto expuestos a cambios que reducen drásticamente sus expectativas de obtener empleos estables y con cobertura de seguridad social mínima. En un marco de crecimiento del desempleo y expansión de la informalidad, estos jóvenes constituyen una generación que desconoce los derechos laborales mínimos y las defensas gremiales en el lugar del trabajo, y le resulta cada vez más difícil y distante el levantamiento de reivindicaciones generacionales. De igual manera, y como factor asociado, un conjunto de cambios culturales profundos se verifica en el marco de este nuevo orden social sin que tengamos, todavía, claridad sobre su magnitud e incidencia. La prolongación de la dependencia en los hogares de origen, el impulso de estrategias de sobreviviencia familiar, la integración precaria al mundo laboral (con entradas y salidas esporádicas, que no constituyen una historia laboral en rigor), las relaciones de pares y la creación de ámbitos de refugio primario, asociado al incremento del embarazo adolescente y la violencia barrial, son sólo algunos de los componentes de un cuadro como el descrito. La exclusión social, desde este punto de vista, constituye un sello del nuevo orden que afecta de un modo estructural la vida de personas y familias en este tiempo. Los intentos sostenidos por hacer frente a la diversidad de expresiones de la desigualdad generada en nuestros países durante esta década (como los contenidos en las propuestas de Cepal), chocan muchas veces, con las estrategias necesarias para lograr la integración competitiva a los mercados contenidos en estas mismas propuestas. De este modo, se genera una suerte de circularidad viciosa que reproduce las lógicas de segmentación aquí reseñadas. La desregulación y flexibilización laboral es un buen ejemplo de las nuevas reglas del orden social y agudiza, de un modo creciente, el cuadro restrictivo y excluyente. En efecto, las reformas laborales verificadas en nuestro país y en todo el continente expresan una tendencia de adecuación necesaria a las exigencias del orden económico mundial; no hacerlo significa perder capacidad de competencia en el mundo globalizado. Pero hacerlo, incide en la perpetuación del problema. En un trabajo reciente, el CEP plantea algunas propuestas para enfrentar los desafíos de retomar las tasas de crecimiento verificadas en la primera parte de la década del 90. Para tal efecto, entre otros aspectos se menciona, la necesidad de un orden institucional que 29 favorezca la flexibilidad horaria, la facilidad para contratar y despedir trabajadores, la capacidad de reasignar funciones al interior de una empresa y la capacidad de introducir distintas modalidades de pago, fijas o variables, a los operarios (cuestiones contenidas en la reforma laboral aprobada este año en nuestro país). De igual modo, se propone, en el marco de esta flexibilidad, otorgar facilidades a las empresas para disminuir salarios y la duración de la jornada en tiempos de crisis, como un modo de protección del empleo. Para incentivar la incorporación laboral, se sugiere “eliminar la obligatoriedad de los jóvenes menores de una determinada edad (25 años, por ejemplo) de cotizar al sistema previsional (no así al de salud). Bajo esta opción, los jóvenes entre 18 y 25 años tendrían la libertad de elegir si quieren, o no, cotizar al sistema previsional. Los efectos en el empleo juvenil que podría tener una política de esta naturaleza serían significativos...” 18. Es decir, la exclusión tal como lo hemos revisado aquí, es la condición necesaria para retomar un ritmo de crecimiento y consolidar la integración económica plena. Serán los jóvenes trabajadores las víctimas más evidentes de un sistema altamente competitivo y fundado en leyes de la selva. Como hemos sostenido, en un cuadro de estas características, la educación difícilmente será un soporte que posibilite la articulación e integración social. Por el contrario, es factible que las tensiones generadas por un cuadro de desprotección social tan amplio, hagan de este campo un nuevo foco de conflicto social en el futuro. Richard Sennet analizando estas transformaciones en sociedades desarrolladas, destaca la imposibilidad de constituir proyectos colectivos de mediano o largo plazo que permitan la construcción de sentidos de integración. Las nuevas formas de organización productiva y las exigencias que esto coloca a individuos y sociedades, incide, fundamentalmente, en la organización del carácter social, en la construcción de los sentidos comunes. Sus reflexiones pueden ser trasladadas, sin dificultades, para el análisis del problema aquí reseñado: ¿”Cómo pueden perseguirse objetivos a largo plazo en una sociedad a corto plazo? ¿Cómo sostener relaciones sociales duraderas? ¿Cómo puede un ser humano desarrollar un relato de su identidad e historia vital en una sociedad compuesta de episodios y fragmentos? (...) el capitalismo del corto plazo amenaza con corroer el carácter (de los sujetos), en especial aquellos aspectos del carácter que unen a los seres humanos entre sí y brindan a cada uno de ellos una sensación de un yo sostenible” 19 Desde nuestro punto de vista, esta dimensión cultural es la que incide, e incidirá en el futuro en los intentos por desarrollar procesos de integración de nuestras sociedades. El carácter estructural de la exclusión, y los límites de la educación para hacer frente por sí misma a este problema, exige la emergencia de nuevos formas de pensar y actuar globalmente. 18 Coloma, F. “ Los desafíos futuros en el campo l aboral ”; en Bayer, H. & Vergara, R. “¿Qué hacer ahora?: Propuestas para el Desarrollo”; CEP, Santiago, 2001:188. 19 Sennett, R. “ La corrosión del carácter: las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo”; Ed. Anagrama, Barcelona, 2000: 25. 30