Reconstruyendo Historias Reconstruyendo Historias de Vida

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Reconstruyendo historias de vida: Un viaje junto a mujeres Lenquinas.
Reconstruyendo Historias de Vida:
Vida:
Un viaje junto a mujeres Lenquinas:
Aportes a la memoria local de Lenca
ONG Vínculos
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Seminario 447, Puerto Montt.
Puerto Montt 2011
Reconstruyendo historias de vida: Un viaje junto a mujeres Lenquinas.
UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE
SEDE PUERTO MONTT
ESCUELA DE PSICOLOGÍA
Agradecimientos:
La realización de estas historias de vida tiene el objetivo de contribuir a la historia local de Lenca desde las voces y
experiencias femeninas, este trabajo no hubiese sido posible sin la colaboración de dos mujeres que no dudaron en
compartir sus vivencias; la señora Elvira Naimán y la señora Afrodita Sánchez. Por otra parte se agradece el apoyo
de ONG Vínculos en el proceso llevado a cabo y por último a la Universidad Austral de Chile y su Escuela de
Psicología.
Sofía Almonacid Neumann.
Estudiante en práctica Abril-julio de 2011
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Reconstruyendo historias de vida: Un viaje junto a mujeres Lenquinas.
Introducción a las Historias de Vida de dos mujeres lenquinas.
Mediante el relato de dos mujeres, la señora Elvira Naimán y la señora Afrodita Sánchez se
reconstruye parte de la memoria histórica de la localidad de Lenca, quedando reflejado en sus
historias el vivir cotidiano, el vivir en el campo, en la ruralidad de Lenca. Aquello significó que las
principales labores cotidianas estuvieran girando alrededor de actividades ligadas al hogar,
la
huerta, el bosque, la tejuela de alerce, la quilineja, los viajes a la ciudad, la venta de productos,
influidas sus labores por los cambios traídos por la construcción de la Carreta Austral la cual atrajo
a empresas extranjeras. De alguna y otra forma todos estos procesos y muchos otros no
nombrados, van moldeando la vida de estas mujeres, que hoy, mediante este cuadernillo, permiten
adentrarnos en algunos relatos que han significado sus vidas.
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Apatronaos
“Apatronaos” es la descripción que da una de las mujeres para dar cuenta del trabajo que realizaba su padre en
tierras de otras personas, trabajando como inquilino, en el caso de la señora Elvira, en donde toda la familia vivía
en el campo del patrón, realizando actividades como deschampe, limpieza de terreno, cultivo de papas, cuidado
de animales. Por estas labores se les retribuía a través de pagos que generalmente eran destinados para la compra
de víveres básicos, muchas veces era el mismo patrón quien se poseían una pulpería en donde los inquilinos
podían comprar con su trabajo diario los alimentos necesarios que serian pagados según el ajuste de cuentas
hecho por el patrón a fin de mes.
“Apatronados no mas… trabajo de su casa no mas, su terreno…en la custión de la tierra, sembraban, cosechaban…”
“encerraba animales y de ahí empezaron a vivir, y empezó a llegar ayuda de comestible, la ayuda llegaba del patrón...él
mandaba la plata y el papá iba a comprar a Puerto Montt”
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Infancia
Desde la niñez estas mujeres se ligaron a los trabajos que realizaban sus padres, el trabajar la tierra, la
búsqueda de tejuelas de alerce en la cordillera; la búsqueda de leña para mantener el fuego; lana, hilados y telar; la
quilineja, liana que se buscaba en el bosque para hacer escobas que junto con las tejuelas de alerce y los tejidos
viajaban en lanchas a Puerto Montt, para ser vendidos en Angelmó. Labores que iban tejiendo infancia y que
seguirían realizando estas mujeres una vez llegada la adultez.
La señora Elvira refiere lo siguiente al preguntarle por sus quehaceres de niña:
“Regalona no mas… hacía trabajos chiquititos …cuando era chiquita hacia trabajos.. los mismos … mis papas, levantar
tierra y eso de ahí…”
“Si nosotros íbamos los dos mayores y los mayores, papá, mamá, si nosotros éramos carretas a trabajar al alerce, y el
antiguo decía así, ustedes van de carrete al alerce. Y carreta, cargábamos al hombro…con tejuelas bajábamos, cinco
tablas, depende de la persona…”
“Arto trabajo, no es como ahora regalones, era ya, cada uno su tareas, uno empezó a sacudir el pasto, otro empezó
golpear los troncos con el gualato… cada uno su trabajo y trabajábamos todos, chicos y grandes”
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“Sii, sii todo, yo yo trabajaba la tejuela, terciaba los alerce, la labraba… y eso lo hacía con hacha, astillero hacia, este de
allá era el astillero y lo labraba con el hacha izquierda y derecha, y de ahí lo bajábamos al estuario y mi papá lo llevaba
con lancha velera, no de motores”
“El contrataba, (la lancha) el tenía un padrino y ahí lo llevaba, lo bajamos cuando había gente, las tejuelas y de ahí lo
llevaba a Puerto Montt a los patrones; Guillermo Munzenmayer.
La señora Afrodita, por su parte, ayudaba a su mamá en las faenas que implicaba el tejido en telar, hilar, buscar la
leña para encender el fuego y poner los tejidos a teñir con agua caliente y hojas recogidas en el bosque o barro
de pantanos para dar la coloración que se deseaba.
“Uno, uno iba estendiendo la lanita cuando mi mamá lo iba enseñando, pa estender lana pa que ella hile, lana, lana de
oveja. Si esa después se tiñe, de todo… sea todo lastra eso después también se tiñe, color café… el color que usted
quiera”
“Ayudar a juntar leña claro, pa poner, pa que el tarro hirba afuera, se ponía en un tacho, afuera, con un tarro grande se
ponía, entonces uno buscaba hojas de maqui, y de ahí era la chaqueihua y la lía, esa es una que tiene, debajo unos copitos
se acuerda unos copitos debajo, unos medios rojitos, que uno le chupa la orejita”
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Luego de juntar hojas:
“Lo poníamos, poníamos una grada de hojas de bajo, en el tarro,
se ponía una madeja de hilao y así hasta que llenaba el tarro,
después se le ponía agua y se hacía un fuego y se ponía que
hierva ahí…cuando ya estaba un colorcito café, cuando lo querían
teñir negro le sacaban todas las hojas y le ponía un barro que le
llamaban yogo, barro que salía en los médano, en los médano,
así cuando recoges… los pantanos, de ahí salía ese barro, un
barro medio negro, y de ahí se le ponía pa teñir, quedaba bien
negrito, después se le dejaba enfriar y quedaba lavar en frio.
Antes dejábamos juntada la leña, pa teñir al otro día…
A mí me gustaba andar a la leña, picando la leña con unos
primos, todo, porque nosotros todos nos criamos con los primos,
eran dos hermanos los de mi papá, con el finao, mi tío, nos
crecimos todos, íbamos a la leña, ¿se acuerda uté de los cauchao?
¿del maqui? Entonces se jalaban unos dos, tres cristianos arriba,
en un árbol, en un gajo grande, se iban hasta la puntaa de arriba,
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a jalarse hasta arriba, y
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Montt.a hacha y caíamos
cortaban
nosotros lo pescamos a hacha, lo
a hacha todo”
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La educación.
La educación formal de las entrevistadas está dada por dos situaciones diferentes, la de la señora Elvira que no fue
a la escuela y la de la señora Afrodita que sí asistió, siendo una educación breve y poco sistemática, más bien los
procesos de aprendizajes y transmisión de conocimientos prácticos y simbólicos, como el conocimiento de
aquellos valores y costumbres, fueron adquiridos principalmente durante la infancia, en donde la madre de estas
mujeres tenía un rol fundamental.
Diversas autoras (Valdés; 1991, Lagarde; 1992, Monecinos, 1996 en Peña 1999) coinciden en que en América
Latina, el imaginario sobre la mujer tiene su eje en la figura materna, la cual se configura como un importante
actor de socialización. El saber transmitido por vía materna tiene una especial relevancia entre los grupos sociales
que no son dominantes en cuanto es un saber que no se relaciona con los aprendizajes por un aparato
educacional. La transmisión oral configura la identidad de los grupos de menor poder, de las tradiciones locales y
de los grupos étnicos.
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Los relatos de la señora Elvira relativos a su no escolarización formal, cuentan el no poder asistir a la escuela
debido a que el puente que tenía que cruzar había sido desbordado por el río que cruzaba, posiblemente también
influyó el irse a vivir con su familia a un sector de la cordillera más alejado y quedando distante la idea de asistir a
la escuela. Arriba en la cordillera eran sus padres, en especial su mamá quién enseñaba a ella y a sus hermanos los
valores a tener en la vida.
“Si había una escuela, una pequeña. Yo habría estado, pero las instancia.. no, no, los puentes se caeron, se desbordó el rio
y nosotros quedamos al otro lado”
“Nosotros nos criamos en la cordillera, medios salvaje, ya solteros salimos con el, de ahí.. ya nos criamos, ya nos
hallábamos, bajamos no tanto…empezamos a trabajar el alerce, empezamos a medio...nosotros después, mi papá
empezó a vender todos sus animales, eso lo vendió, entiéndame bien nosotros vivíamos allí en la pampa de la iglesia esa
pampa bonita, ahí vivíamos .Y habían dos puentes grandes, una más arriba y otro más abajo…cuando vino esta nueva
ayuda cambio…eso sería…cuando, a los 9 años.
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Se cambian a vivir a la cordillera, una vez que su papá empieza a trabajar como inquilino;
“Si, a la cordillera, mi papa tenía terreno, una tremenda casa de puro alerce, linda ahí, si estábamos bien abajo, bien
también arriba”
“Encerraba animales y de ahí empezaron a vivir, y empezó a llegar ayuda de comestible, la ayuda llegaba del patrón...él
mandaba la plata y el papa iba a comprar a Puerto Montt. Educaba puro papá y mamá esa era la educación que
teníamos… ellos nos daban el respeto, nos daban los consejos, daban todo… la mamá fue muy educada”
Diferente es la situación de la señora Afrodita
quién asistió a la escuela desde los 7 años, cuenta que
bajaba desde Chilconal, que era el lugar en donde vivía, bajaba hacia la escuela junto a sus primos y hermanos. En
aquellos tiempos andaban con los pies desnudos pues no ocupaban zapatos, no había, como tampoco había
caminos “como hoy”, sino que refiere haber caminado por huellitas. La escuela de ese entonces contaba sólo con
una profesora y cursaban hasta cuarto año básico, no existían más cursos. Luego de estudiar debía ir a trabajar a
la ciudad más cercana, Puerto Montt.
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“¡Ahí se sufrió, Dios mío señor!, nosotros andábamos a pata pelá. Todo a pata pelá, cuando había escarcha, las patas le
salían rojitas le dijera, las patas salían rojos po, algunos pasaban a orinar y con eso, lavaban sus pies con todos los orines
para que agarren calor…”
“Habíamos como sesenta, una sola profesora. Yo quedé en cuarto no mas…”
“Tenía 12 años cuando salí a trabajar a Puerto Montt.”
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La mujer, la madre, la encargada de la economía familiar, la enfermera, la trabajadora…
Según el relato de ambas mujeres, la rutina dada desde la infancia se caracterizaba por los quehaceres del
hogar, los cuales al convertirse en mujeres, dueñas de casa, siguen reproduciendo al tener sus propias familias. Ser
madre, esposa, dueña de casa y trabajadora, se constituye como la justificación de una vida, que se da alrededor
del hogar, del campo y de las casas en donde por ejemplo la señora Elvira trabajaba diariamente para cambiar su
trabajo por los alimentos necesarios que contribuían al sustento familiar.
Ser mujer en el contexto campesino tradicional era símbolo de las asociaciones ya conocidas, es decir la
mujer que se remite al hogar, a la casa, a ser quien lleva la limpieza del hogar, la preparación de la comida, la
crianza y educación de los hijos, el tener siempre todo listo para el marido, la preocupación por el vestuario, el
cuidado de la huerta familiar, el tejido a telar y las costuras.
La organización predominantemente machista de la época confina a la mujer campesina al ámbito domestico
y la hace responsable del trabajo al interior de la casa, además de cumplir un rol como trabajadora ya que muchas
veces los ingresos percibidos por el esposo, no alcanzaban para el sustento de la familia completa, que
normalmente era numerosa.
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La vida de estas mujeres estaba muy marcada por las relaciones de poder existentes entre hombre y mujer,
en donde las actividades de la mujer eran desvalorizadas y no tomadas en cuenta.
La señora Afrodita relata cómo fue la etapa de enamoramiento con su marido:
“Andaba a la escuela cuando le conocí…cuando ya llegó el tiempo, me junté con él y me casé. Antes yo no salía de mi
casa, él iba arriba a mi casa...el iba…cuando yo bajaba pa abajo onde mi abuelo, por allá, cuando me iba yo pa arriba, ya
él me cruzaba pal camino. Pero nunca uno iba a ser que se iba a andar escondiéndose entre las matas, sacaba su camino,
uno se ponía uno adelante y otro atrás. El iba atrás, otro adelante, me iba a dejar hasta allá, a la orilla de mi casa, me
despedía me decía chao, y me iba.”
La Madre.
La crianza de los hijos eran labores que por esencia le correspondía a la mujer, esta condición estaba tan
naturalizada como la que el hombre debía ocuparse de sus trabajos en el campo, fuera de casa. Es necesario hacer
mención que en aquella época, que corresponde a 1950 aproximadamente, no existían los servicios médicos
como la posta que está hoy en Lenca, ni tampoco políticas de salud reproductiva, lo que coincide con la edad fértil
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de la señora Elvira, y unos años mas tarde con la de la señora Afrodita, por tanto en el caso de la señora Elvira,
esto significó que tuviera una gran cantidad de hijos, diez, en su caso. Referente a esto, ambas mujeres señalan lo
sacrificado de este tiempo, ya que ellas mismas eran quienes se encargaron de sus trabajos de parto, cuentan que
solicitaban también la ayuda de alguna otra mujer, partera cuando era necesario.
La señora Elvira y Afrodita cuentan sus experiencias de parto y el rol de sus maridos en él.
“Tuve algo de familia…todos mis niños chicos…ocho hijas y dos hijos.. diez……yo fui sola partera, yo criaba a mi chico
sola… no quería ir yo a Puerto Montt, qué iba a estar haciendo yo, caminando enferma…después mi mamá me
acompañaba no mas después… mi marido trabajaba poh…
El, bueno lo recibía, venía a verlos, su hijo y ya se iba a trabajar de vuelta, con mi mamá los cuidaba, yo estaba rica,
porque estaba con mi mamá y mi papá…”
“Contenta estuve con mi hija primera, aunque pase dolorpo, pero igual después…después del año tres meses nació mi otra
hija, la María, esa la tuve sola a cuenta, …mi marido no creía que yo me había enfermao, hasta que yo grito y se fue a
buscar a la matrona…
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Él, él va a buscar a la mujer a la partera, pa que lo cuiden a uno, el hombre tiene que andar buscándolo… se viene a su
casa poh, …pero después no va a quedar cuando uno está teniendo su hijo, sale a buscar leña…
Claaaro, después cuando ta nacía la guagua, él llega y pregunta si nació…qué cosa fue.
Sii, es que el hombre antes, eran… muy apagaos, que no tienen, esto, como decirlo, ¡que no le importa lo que haiga en la
casa de la mujer!, ¡le importa su vida ellos! … no es como ahora que se preocupan más de las mujeres.
Era, su vida ellos no mas ello andar, salir, a conversar con los amigos, y que la mujer se quede no mas poh, en la casa.
Yo tenía que estar en la casa con los niños, hacer comida y estar con los niños, buscar leña cuando tenía tiempo, dejaba mi
chica acostá…él andaba semanas que no estaba, andaba al alerce.
Cuando nació su primera hija estuvo contento pero siempre hizo su trabajo pa juera no más, hasta que las chicas ya
caminaron ahí ya el le agarro cariño, empezó a andar con su chica…”
También le correspondía la administración económica del hogar:
“Él no le gustaba la plata, le dio su patrón, y traía bien guardado y venía y me lo entregaba el me decía que me vaya a
Puerto Montt a hacer las compras así no mas era”
“Cuando uno tenía o sea cuando él trabajaba tenía plata, me lo daba a mí y después pa comprar las cosas, lo compraba
él, yo le daba la plata, él nunca, preguntaba, lo que le venía a la cabeza compraba…
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Foto: Señora Elvira Naiman, Lenca, 2011.
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Asesora del hogar.
La señora Elvira como la señora Afrodita comparten el haber trabajado como asesoras del hogar en casas ajenas a
las suyas, siendo característico entonces el tener que estar bajo la dirección y el mandato de un patrón. Sin
embargo sus realidades eran muy diferentes, los relatos de la señora Elvira tienen un arraigo territorial ligado a
Lenca, a realizar labores, las mismas que podría haber llevado a cabo su marido, como la limpieza de terruños o
deschampe, ella también trabajaba cada ciertos días en una casa y luego en otra recibiendo a modo de pago, no
dinero, sino que diversos víveres como harina, azúcar, alimentos que pudiesen ayudarle a mantener a los números
hijos que quedaban en casa, cuidados por los hijos mayores de ésta.
“Levantaba tierra hasta los chilcos…tierra revuelta yo lo trabajaba, y salía a trabajar…la plata del mes.”
“Las hijas mayores esas quedaban acá en la casa porque chiquitita aprendieron a cocinar”
Por su parte la señora Afrodita relata su experiencia luego de haber terminado de estudiar en la escuela:
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“Poco tiempo, no mas estuve (en su casa en Lenca) cuando después me vino una tía a buscar, y me fui a Puerto Montt a
cuidar un niño, un sobrino y ahí estuve, después… Puerto Montt algo fregao era, uno tenía que andar con cuidado, gente
mala, yo cuando dentré a trabajar abajo en Angelmó, casa alcalde que le decían, comencé a ganar trescientos pesos…
trescientos pesos ganaba yo, compraba una falda y un par de zapatos…Vivía ahí en mi mismo trabajo, era puertas
adentro, tres meses no más estuve de ahí anduve trabajando mas allá arriba, al lado de una tía. De apoco trabajaba yo
allá en Puerto Montt, de a dos o tres meses, porque no me hallaba trabajando. Después me volví a Puerto Montt de nuevo
a trabajar, ahí trabajé de cocinera, de dueña de casa con una señora hacía mi aseo, hacia comidas…le gustaba a la
señora las comidas que hacía, güena gente, el patrón…”
Foto: Señora Afrodita Sánchez, Lenca, 2011.
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El tejido a telar y las costuras.
“Vendían (los tejidos) en unos barco que venían este…no se de
a onde venían esos barcos, venían a cargar madera ahí, y ahí mi
tía lo vendía, ahí le pagaban bien, le daban comida que sobraba,
de todo le daban ahí…ella también me compraba ropa no
mas…”
Costuras…
“Yo si tejía, venga el trabajo que venga no mas…Tejía ehh algo
para las enaguas, para las sábanas, cómo se llamaba
eso…punta punta, nosotros el tejido que hacíamos se terminaba
aquí (muestra en el aire como si fuera una esquina), eh mas dos
cuartitos y ahií, iba nosotros a lotra güelta, que se tejía pa arriba
otro puntito mas, que venía siendo así, de esta manera, entonces
se iba enanchando, y eso vendía yo. Lo tengo arriba onde mi hija,
eso lo tengo yo, le gustó ellos, me pagaban…”
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La quilineja.
“La quilineja, se trabaja la escoba eso que está ahí, lo iba a buscar al monte, en esos palos parados que están. Esos se
cortan ahí, y de ahí se saca la quilineja, ya es tanto, tanto poco, tanto poco…hasta juntar un tanto… La sacudía con un
palo no mas, con un machetito, y de ahí se amarraba con un alambre. Yo…iba en veces con mi perro no más, tiempo
cuando después iba con mis chicos a trabajar…”
Cuenta la señora Elvira que después de haber juntado un buen lote, esta liana se dejaba secar fuera de la casa,
para luego hacer las escobas.
“Quien te iniciaba era la mamá y el papa, el papá también porque todo eso vendiendo rápido, se conseguía una lancha a
vela, llevaba tijuela y escobas, llevaba doscientas escobas, trescientas, a los patrones…”
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La agricultura, el huerto y la minga.
Los campesinos, refiere Chayanov (1970, citado en Favreau, 2008), poseen un modo particular de producción a
pequeña escala, eficiente y de carácter precapitalista, éste no domina los mecanismos de intercambio, dándole a su
mercancía un valor de uso y no de cambio, por tanto no considera ganancia, la racionalidad campesina se
constituye en cuanto a la unidad familiar, no actúa como empresa sino que está enfocada al desarrollo y sustento
de un hogar. Esta referencia se ve expresada en las actividades ligadas a la agricultura que poco a poco se han ido
perdiendo hoy en Lenca, producto de otras formas y maneras de trabajar la tierra que han disminuido la
productividad eficiente de la tierra, por el uso de agroquímicos fomentados por programas locales
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Recuerda en su niñez doña Elvira haberle ayudado a su padre en la siembra y cosecha de diversas hortalizas las
cuales cultivaban para consumo propio.
“Allá sembrábamos, papa, trigo, linaza, repollo, nabo, zanahoria, habían groseyales, alcaparra, eso había abundante y
avellanas, mmm que rico eso, habían sus buenos nargales, remolacha, repollo..”
Se usaba abono de animales, si porque había pesebrera de chanco, animales vacunos.. El patrón entregó cualquier animal
vacuno…”
Cuenta que las siembras no tenían el fin de ser comercializado, sembraban para ellos nada más…
“Preferible, preferible…si sobraba quedaba, no se vendían porque cada persona tenía antes, eran trabajadores, había mas
abundancia antes…¡¡hay señor..!!
Los tipos de relaciones que existía entre los vecinos, como plantea Amtmann (2005), estaban dados por la
cooperación traducida, por ejemplo, en mecanismos de “vuelta de mano”, los cuales estaban ajenos a la
competitividad y orientada por la motivación de subsistencia y satisfacción de necesidades básicas de la familia
campesina con fuerte presencia en comunidades indígenas.
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Era común la realización de trabajos comunitarios, se buscaban entre vecinos para ayudarse al deschampe y
limpia de campos o también:
“Minga la otra era cuando molían trigo, avena, ahí era la trilla, se hacían mingas porque de ahí tenían que buscar gente
pa, pa poder estar con la maquina…en la casa onde le tocaba hacer trigo…Nosotros también nos tocaba, pero nosotros
trillábamos no mas, no lo hacíamos minga, trillábamos no mas nuestro productos que sacábamos… Yo también me tocó
un tiempo dar vuelta la rueda de la máquina, no si es fácil no tiene peso, siguiéndole el rumbo dijera, es facilito… si hay
mucho trabajo que las mujeres y los hombres lo hacen”
El alerce.
El alerce constituyó para muchas familias Lenquinas, el sustento familiar por largos años, la tejuela de alerce, como
se ha evidenciado, no solo era trabajada por el varón, sino que en el caso de la señora Elvira, ella también tuvo un
rol activo en la explotación de éste, que le significaba un entrada mas a la economía familiar.
“Trabajaba todo, lavaba, trabajaba levantando tierra, pero el alerce yo lo trabaje más...”
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“Me levantaba en las mañanas yo, en las mañanas bien... salía el sol cuando estábamos en la cordillera todavía, en la
casa salíamos con la vecina, porque trabajábamos el alerce, llevábamos pan azúcar, café…”
“Ese trabajo era duro, nosotros cuando labrábamos tablas tejuelas, sacamos tablas arriba en la barraca, sacábamos las
astillas pa ajuera, y le poníamos en una bolsa, así nosotros trabajamos…”
“La casa tenía un cañón pa arriba y ahí tenía una vigas y secábamos las tejuelas…”
Las mismas que luego subían a la lancha a vela y a motor más tarde, en que llevaban las tejuelas de alerce al muelle
de Angelmó…
“había patrones no mas po, patrones que tenían pa vender…se entregaba alerce y ellos nos daban la compañía, después
las fuerzas cambiaron, sipo, nosotros llevamos tejuela y con eso nos pagaba”
“…a Angelmó. Ahí usted mismo se puede hacer la idea en que situaciones esta para llegar una lancha, tijuela vendíamos,
nosotros también íbamos a comprar custiones pa la casa, azúcar, leche y de ahí las cosas de comer”
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Alrededor de la década del 60´ a los 90´, se introdujeron forestales extranjeras (BIMA, CALVO y CIA) ligadas a
la explotación del Alerce o la producción de metro ruma, dichas empresas sin duda significaron cambios en la
vida cotidiana de las familias lenquinas, al constituir con sus pagos un mayor ingreso al acostumbrado en aquella
época.
“La primera empresa fue la….la Italiana, la CALVO, esa era puro madereo, consistía en madera que tenías que sacar,
varas de alerce, puros mochos y eso todo, no se pa onde lo trasportarían esa madera.. Y es que ¡era la ruma y la ruuuma
de basas! Eso es una cosa cuadrada , así como esto, tres metros sesenta. Cuantos más grande, bueno lo aserraban ellos, lo
aserraban igual, había aserradero. Ellos contrataban gente y le pagaban su mes. Este, (por su marido) trabajaba con
güeyes, allá arriba en la cordillera, su labor era ir a hacer basas en el alerce, son unas tiras largas, y eso después uté lo
corta, lo cuadra, el cholquequeno, lo que le de la madera…”
“Tenía mas cosas la gente, mas cosas pa comer, se alcanzaba mas, pero era la gente mas, mas mala…porque
empezaban a tomar por ahí andaban..mas..tomaban si. ¡Ahora toman en el camino! Que gente va a salir a andar por
ahí…sipo si es así…”
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En 1976, por decreto supremo, se prohíbe la tala y corte del Alerce en Chile…
“No alcanzó a estar, estaría unos diez años (pregunta a su marido) Se fue porque quebró, no hubo pega, dejo todo botao,
generando una cesantía pa la gente porque no tenía trabajo. Quedó todo botao, las casas, chalé, todo lo desarmaron, lo
quemaron, la misma gente lo quemaba las casas… era una firma muy potente era esa”
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Otro de los factores que influyó en la explotación del alerce, fue la explosión demográfica de la ciudad de Puerto
Montt, que cada vez requirió de mayores recursos forestales para su utilización en calefacción o en construcción.
La señora Elvira relata uno de los oficios a los que se dedicaba, la búsqueda de tejuela de alerce en el bosque, la
cual luego sería transportada y vendida en la ciudad.
“La casa era, tenía un cañón pa arriba y ahí tenía una vigas y secábamos las tejuelas…trabajaba en las tijuelas, trabajaba
en las tijuelas yo… Me levantaba en las mañanas…salía el sol cuando estábamos en la cordillera todavía…En la casa
salíamos con la vecina, porque trabajábamos el alerce. Llevábamos pan, azúcar y café…”
“Ese trabajo nosotros cuando labrábamos tablas tejuales, sacamos tablas arriba en la barraca, sacábamos las astillas pa
ajuera, y le poníamos en una bolsa, así nosotros trabajamos, y después ya cuando criaron mis hijos fue otra punto, ya no
nos fuimos molestando mas tampoco, y largando todo, crie mis hijos, no había forma, ya llegaban ellos con trabajo”
“Había patrones no mas po, patrones que tenían pa vender…se entregaba alerce y ellos nos daban la compañía, después
las fuerzas cambiaron, sipo, nosotros llevamos tejuela y con eso nos pagaban”
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Reconstruyendo historias de vida: Un viaje junto a mujeres Lenquinas.
La tejuela era llevada a Puerto Montt, al muelle de Angelmó en donde los “patrones” recibían la tejuela o bien
había otros compradores, allí mismo los lenquinos aprovechaban de comprar aquello que hiciera falta en la casa,
pues los viajes no se realizaban esporádicamente, demorándose tres días desde que salían de las playas de Lenca
hasta regresar nuevamente a casa.
Carretera Austral.
La construcción de la carretera Austral impulsada durante el periodo de la dictadura militar de Augusto Pinochet,
y llevada a cabo por el Cuerpo Militar del Trabajo desde 1976, involucró la contratación de trabajadores en
condiciones de empleo precario y que vivían, en este caso cercanos a las faenas, es el caso del marido de la señora
Elvira quien fue cocinero de uno de los campamentos que se formaron, en cambio el esposo de la señora
Afrodita, se encargaba de buscar la madera. Así, posteriormente, también la carretera trajo consigo diversas
empresas extranjeras ligadas a la explotación del recurso marítimo, como algas o empresas acuícolas ligadas a la
salmonicultura, se destaca que la llegada de estas empresas generó cambios tanto a nivel familiar como a nivel
ambiental en Lenca, siendo necesario dar cuenta de que aparentemente en ningún momento se pide o se toma en
cuenta la opinión de los vecinos, quienes tienen que aceptar y asumir sin más, las consecuencias de la llegada de
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estas empresas, que si bien otorgan un trabajo momentáneo a muchos lugareños, no se tiene en cuenta un
desarrollo sustentable del medio ambiente, puesto que se ha visto que si fracasan estas empresas, simplemente se
marchan del sector, dejando desempleo y además deterioro ambiental.
“De ahí llego la de los milicos, la que hacía los campamentos, “Pinocho”, ese hizo la carretera, esos años haciendo la
carretera, haciendo madera allá arriba pa hacer la carretera. ¡Cada madera allá arriba!... pa los puentes”
La carretera trajo consigo diversos cambios, como permitir un traslado a la ciudad más rápido, así como también
la llegada de otras empresas.
“Teníamos buses pa irnos a Puerto Montt y antes no había eso, porque había que salir en lancha, salía el día domingo a las
ocho de la mañana de su casa, llegaba hasta el martes en la tarde, en veces oscureciéndole el camino llegaba hasta la
noche a su casa eran tres a cuenta, ¡tres días! ¡Y sufriendo!
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“Y era de domingo a martes, dos días andando, esa era lancha a motor, a vela, esa cuántos días po, porque cuando no
había viento, las lanchas se quedaban ahí... cuando había sur se venia pa acá…Y llegaba abajo en Angelmó, ahí de ahí uno
salía en los botes que había ahí y uno se ponía a esperar a la gente que venía a comprar.”
“No es como ahora, ahora, nosotros así y bajamos pal lao, y la tarde de vuelta a la casa, ehh ahora si que está bien. Si, ya,
yo me da gusto cuando voy a Puerto Montt.”
Metro ruma.
“De ahí hubo la custión deee la forestal que empezó a comprar metro ruma. Venían los compradores no más poh, no vino
la forestal aquí, quedó en Puerto Montt.
Y esos compraban el metro ruma aquí no más. Metro ruma eran unos palos, también así, pero uno lo podía así, verde, era
de un metro y medio largo, y eso uno lo cortaba, lo sacaba afuera al camino. Esa, esa metro ruma, lo llevaban a otros
países, a Japón…”
“En eso fue que vino todo el… empezaron toda esa custión del metro ruma, si Pinocho estaba cuando jue la custión de
los japonés, por eso se compuso todo”.
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El esposo de la señora Afrodita refiere:
“Yo lo cortaba a moto, lo partía, meta partir no mas, llenábamos camionadas a Japón lo llevaban, todo a otros países,
cuando venían esos barcos feo que venían de Japón…”
“llevaban muchas riquezas los japoneses, nosotros limpiábamos montañas de eso, cada palo de dos ragues, de cohihue,
tenio, mañio, cuanta lesera”
El pelillo.
“La custion del pelillo, ehh vinieron empresas extranjeras de eh o sea los Japoneses a comprar las algas marinas, y ahí se
ganó plata. Sipo, nosotros que trabajamos en eso, si, las algas marinas..Si, después no se qué presidente fue que dentró lo
hechó todo, los japoneses se fueron po, ya no compraron pelillo…Por eso eso todo lo que cambió, eso todo cambió
Nosotras íbamos a Quillaipe, íbamos a hacer casas de nylon y ahí amanecíamos, teníamos dos mareas pa pescar, en la
mañana y en la tarde. Pero la semana no mas, yo me venía a pie de allá hasta acá, ya cuando me falta pan, pan pa que
lleve porque uno lleva todo. Íbamos con otras amigas…”
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“Se vendía a Puerto Montt, se hacia un curanto grande, en fuego esas piedras hasta el día de hoy, el siguiente de ahí se
juntaban los pangues, Y se… ahí quedaba se ponía una prensa de lonilla, y se ponía sobre el luche, de primera, después se
tiraba el pangue…se tiraba…si poh lo que era”
“Esas estarían unos tres año, mas no estuvieron.”
Empresas salmoneras.
“De ahí las empresas, de estas pesqueras no mas, ahí nosotros no pescamos na, ninguno de nosotros trabaja en eso,
pesqueras naa, no nos gustó nunca esa custión”
“Ponían sus empresas, y gente a trabajar, venden choritos, salmones, en eso trabajan, hay muchas pesqueras, jamás nunca
se había visto, nunca se había visto”
“Han hecho toma, como los ríos que están poniendo represas, se ha hecho con Camilo Escalona, se hizo una reunión y no
hubo caso, igual no mas lo han hecho”
Al preguntarle por qué no querían…
“porque contaminan el agua, hay otra empresa aquí cerquita abajo no mas, allá abajito, esta misma, allá abajo ya está
todo su criaderos de choros y eso no sé que irán hacer, ahí están haciendo una tremenda empresa”
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Finalmente, este cuadernillo fruto de
diversas conversaciones tanto con la señora
Afrodita como con la señora Elvira,
pretende ser un aporte a la reconstrucción
de la memoria histórica de Lenca…
reconociendo a través de las experiencias
cotidianas de dos mujeres sencillas y
fuertes, características de la mujer rural del
sur de Chile…
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BIBLIOGRAFIA
-
Favreau A., Moya M. & Contreras R. (2008) ¿Conservación o Crecimiento? Una mirada a la producción y comercio de leña
seca en las localidades de la Región de los Lagos. ONG Vínculos.
-
Montecino, S. (1996). De la mujer al género: Implicancias académicas y teóricas. Centro de estudios Miguel Enriquez.
Publicaciones
Chile.
Extraído
el
día
11
de
junio
http://www.archivochile.com/Mov_sociales/mov_mujeres/doc_gen_cl/MSdocgencl0013.pdf
-
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2011
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