UNA EXPERIENCIA DE GRATUIDAD Chea Granada Tengo una historia de Amor del Señor que contaros. Soy viuda y tengo una hija única que cuando tenía 21 años, el 7 de Diciembre de 1999, fue diagnosticada de leucemia. Los primeros análisis señalaban que tenia 235.000 leucocitos, e iniciaron un tratamiento para bajar estas cifras desbocadas del análisis. El 13 de Diciembre en la primera punción medular, aparece el 96% de la medula tumorada. Los médicos me informaron que aunque para ese tipo de leucemia existía un tratamiento, les preocupaba mucho la gran masa de tumor. Cuando dieron el diagnostico, avisé a las personas del grupo de oración más cercanas que, mientras podían reunirse para orar juntas, comenzaron individualmente a presentar el caso ante el Señor. A todas separadamente, cuando pidieron una palabra al Señor siempre aparecía la misma: La curación de la hija de Jairo. Salía en distintas biblias, en distintos textos, pero siempre machaconamente lo mismo. Yo estaba estupefacta y no podía orar, me había quedado paralizada. Solo tenía mente, alma y corazón para mi hija. Cuando me llevaron el texto… No encontró eco en mí. Pero noté el profundo amor de la Comunidad y el deseo de compartir con nosotras lo que pasaba y eso fue el gran consuelo: alguien nos estaba presentando ante el Señor. Cuando por fin pude dirigirme a El le dije. Mi Señor, si piensas llevártela procura concederme antes una cosa muy importante para mí: Quiero que tengas un gran encuentro con ella que la haga sentirse inmensamente feliz en ti. Será mi consuelo para siempre. Pero pasaban los días y no sucedía nada. El siguiente paso a que me llevo el Señor fue a decir: Esta bien, aunque yo no lo vea, se que lo vas a hacer porque eso es lo que Tu quieres. Y esto me dio una gran paz. Mientras, mi comunidad seguía orando Mi hija entró en la primera fase del tratamiento de quimioterapia y a la semana pudimos ir a casa. Una noche, ella vino a mi cuarto temblando y con voz angustiada me dijo: Me encuentro muy mal, oigo unos ruidos muy raros, no puedo dormir. Le contesté: quédate aquí en la cama conmigo. La puse a mi lado y se acurruco contra mí temblando. La abracé. Pero no sabía que decirle, no sabia que hacer y estaba tan asustada como ella. Entonces miré hacia el Señor y se me ocurrió decirle a ella: ven tranquilízate, vamos a ir a la presencia del Señor que El puede tener algo que decirnos a ti y a mi. Y muy despacio tratando de tranquilizarla le dije: vamos a ir juntas bajando unos escalones para ir a su encuentro. Y empecé a contar un escalón, dos, tres y al decir cuatro se quedo dormida en mis brazos. Sentí la presencia del Señor y dije: Aquí traigo ante ti a mi hija. No entiendo nada. Yo creía que me la dabas hasta que fuera adulta y todavía no lo es. No te entiendo Señor. Y me quedé callada Había una fuerte presencia de mi Señor que también callaba. Y así quedamos un rato, hasta que mi hija despertó y dijo exactamente. Mamá, he tenido un sueño muy raro. Estaba en el fondo de un pozo muy profundo, muy oscuro y muy negro del que no se podía salir, Pero vino una mano grande y fuerte. (Con su mano hacia movimientos acariciando el aire). Y esa mano después me sacó de allí Y sabes lo mas raro? Que no me pidió que hiciera nada. Lo hizo porque si, porque me quería y porque quería hacerlo y podía. No pedía nada a cambio. Pensé: Se ha encontrado con la gratuidad de Dios. Permanecimos en silencio y a los pocos minutos dijo: tengo sueño, me voy a mi cama y cuando fui a arroparla, estaba profundamente dormida. Algunos días después comentando su sueño dijo muy pensativa y con un rictus de repugnancia: El mal existe. Estaba allí en el fondo del pozo. Es muy feo. Después de esto y con un intervalo de 14 días de la anterior le hicieron una segunda punción en cuyo informe decía: Dado el diagnostico anterior se considera en remisión del mismo. La enfermedad había desaparecido y no ha vuelto más hasta hoy. Pero lo realmente importante es que a partir de ese sueño mi hija fue una niña sonriente, alegre y llena de paz que soporto el tratamiento con serenidad y preocupándose de los otros enfermos que la rodeaban, hasta que fue necesario suspender el suyo sin terminar porque su organismo muy castigado no lo soportaba .¿Queréis saber donde me llevó el Señor a mi a través de todo esto? Me llevo a que me diera cuenta de que yo aun no le había expresado mi anhelo más profundo que era que la curara. Y que debía hacerlo porque era su madre. Entonces vi claro y le dije ¿Ah si? Pues quiero todo Señor, te pido todo: que la cures, que la Vida la invada, que os encontréis plenamente y que tu amor se desborde en ella. Que la hagas plenamente feliz. Pero desde ya. Que la colmes de bendiciones y que ella las acoja. Todo, pido todo Señor. Pido además todo lo que no se pedirte para ella y que Tú con todo Amor le tienes preparado. Estaba pidiendo la plenitud de Dios. Me di cuenta de que estaba pidiendo a través de Jesús lo que el Padre quiere dar a todos. Y el Sr. me hizo ver que escucha nuestras peticiones, que desea oírlas y acogerlas pero que no hay que limitarle. No hay que ponerle fechas, condiciones, ni decirle que es lo que tiene que hacer, porque es maniatarlo. Su Amor, su Sabiduría y su Voluntad siempre irán mucho mas lejos de lo que somos capaces de pedir y ni siquiera de imaginar. Porque todo en El es don. Hoy que escribo esto aun no tiene mi pequeña el alta definitiva. Nos habían dicho que el 5 de Abril, si todo iba bien, serian los últimos análisis, pero no ha sido así. Los análisis son buenos, la enfermedad sigue desaparecida pero debe continuar con los controles. No han explicado porque. Recibimos la noticia con una gran paz, por ello supe enseguida que se estaba orando por nosotras, que el Señor “había movido ficha” y que lo que había decidido estaba, como todo lo que hace, lleno de Sabiduría y Bondad. Solo nos cabe de nuevo dar gracias, no solo a El sino también a todos los que habéis orado por nosotras y nos habéis puesto en su presencia. Que El os bendiga también a todos