Para leer a Oscar Masotta

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Sábado, 18/10/2008
Revista Debate
http://beta.revistadebate.com.ar/2008/10/17/1208.php
ENTREVISTA A GERMÁN GARCÍA
Para leer a Oscar Masotta
La reciente reedición de dos textos clave del escritor y ensayista Oscar Masotta -Sexo
y traición en Roberto Arlt e Introducción a la lectura de Jacques Lacan- permite
reflexionar sobre la importancia de su obra con su discípulo y amigo, el psicoanalista
y escritor Germán García.
Hubo un tiempo en que el peronismo, el marxismo de Jean-Paul Sartre, el
estructuralismo francés y el pop-art estadounidense se dieron agitada cita en Buenos
Aires. También emergió de ahí la hoy extensa presencia de la obra de Jacques
Lacan, gracias primero a Oscar Masotta (1930-1970), uno de los intelectuales clave
en la configuración cultural argentina de la segunda mitad del siglo veinte. Fundador
de las revistas Cuestiones de filosofía junto a Eliseo Verón desde la carrera de
Filosofía (en la que no se licenció), y de la legendaria Contorno junto a los hermanos
David e Ismael Viñas, León Rozitchner, Juan José Sebreli, Carlos Correas y otros,
Masotta refirma hoy su actualidad con la doble reedición que hizo Eterna Cadencia
de Sexo y traición en Roberto Arlt (1965) e Introducción a la lectura de Jacques
Lacan, libro hecho en 1970 con el curso que el autor había dado en el Instituto Di
Tella por entonces.
Uno de sus discípulos-compañeros con los que fundó la Escuela Freudiana de Buenos
Aires en 1974, Germán García
-que desde el retorno democrático promueve ediciones y actividades sobre el rol
determinante de Masotta en el psicoanálisis en castellano, y es hoy uno de los
lacanianos de mayor renombre en el país-, prologó Introducción... y compartió con
Debate sus recuerdos y reflexiones.
¿Cómo fue evolucionando la relación de Masotta con el peronismo?
En un libro suyo que se llama Conciencia y estructura (1968) escribe el texto “Sur o
el antiperonismo”, Masotta analiza allí un número donde esa revista exalta la
llamada revolución libertadora. Ahí dice que los ilustrados, sean de derecha o
izquierda, siempre consideran que tienen que educar al pueblo y entonces creen que
tienen que, bajo esa consigna, juntarse todos. Por otro lado, que yo sepa él tuvo
relación con una revista fundada por Rodolfo Puiggrós, que había pasado del
comunismo al peronismo. La visión de Masotta era que por un lado estaba el polo
liberal, la revista Sur, el diario La Nación, por el otro estaba el PC, que creía en la
educación de las masas, y estaba el peronismo. Frente a eso, como decía Carlos
Correas, ellos eran “anti-antiperonistas”, o sea, prudentemente distantes del
antiperonismo. Masotta tenía la pretensión de ser de izquierda, pero en un sentido
metodológico. Seguía mucho a Sartre y el marxismo parecía el horizonte
metodológico de la época, el horizonte epistémico. Pero es más interesante ver qué
es lo que Masotta hacía, no lo que decía. Antes del golpe de Onganía intentó con una
gente de arquitectura hacer un departamento de Semiótica en la Universidad. Iba a
funcionar donde ahora está el Rojas. Subió Onganía y quedó en la nada. Entonces él
se va al exterior y le manda una carta a Jorge Romero Brest. Quiere convencerlo de
hacer un departamento en el Instituto Di Tella sobre investigaciones semióticas,
artísticas, etcétera. Es decir, se desplaza hacia el costado, se desarrolla una cultura
en los espacios sociales externos a la Universidad, lo que de manera exagerada
Pacho O’Donnell llamó la cultura de las catacumbas. La universidad se vuelve
anacrónica de repente, precisamente luego del golpe, porque Onganía la vació y se
metieron los católicos. Entonces la gente empieza a circular por otros lados,
comienza el furor de los grupos de estudio, había mucha gente aparte de Masotta:
Raúl Sciarreta, León Rozitchner. Toda esa gente hacía grupos en su casa y cada uno
tenía gran cantidad de alumnos. Por entonces también empiezan a surgir editoriales
que rompen la hegemonía de las clásicas, que eran Sudamericana y Emecé. Aparece
De la Flor, Jorge Álvarez, y aparece el mundo del rock nacional. La Argentina
empieza como a aggiornarse tanto a tono con corrientes europeas de corte
intelectual como norteamericanas más de corte artístico: los happenings, el arte
pop. Masotta está en el centro de ese cruce. Formado como intelectual a la
francesa, su interés en el arte tenía que ver con Estados Unidos.
¿Estaba entre Estados Unidos, Francia y Juan Perón?
Bueno, él prologó Las patas en la fuente, de Leónidas Lamborghini, y también le
gustaba mucho La hora de los hornos. Además, Masotta era maestro y lo habían
echado de la escuela porque cuando cayó Perón se le ocurrió hacer un ejercicio, les
había dado a los chicos una consigna para ver qué escribían: “Dios o Perón”. Pero él
siempre fue sartreano, estaba en una veta populista y anticolonialista, que no era
exactamente marxista. Aquí en la Argentina era la llamada nueva izquierda (Juan
Carlos Portantiero, Héctor Schmucler, “Pancho” Aricó, la gente de la revista Pasado
y presente en Córdoba). Eran gramscianos que no querían esperar que la clase
obrera adoptara conciencia plena de sí misma, sino disputar la cultura de masas.
Entonces, inevitablemente, iban a terminar mezclándose con el peronismo.
¿Se puede pensar, desde la idea sartreana de libertad y determinación del
sujeto, que el peronismo era la “fatalidad” de la clase obrera que había que
aceptar para poder desde ahí impulsar un algo distinto?
Un amigo dice que peronismo es sentir que uno es peronista, es decir que, como
diría Laclau, es un término flotante, y adquiere distintas configuraciones. Como
sartreano, Masotta tenía una perspectiva populista, en el sentido de que en vez de
seguir una ontología de clase (“obreros” y “burgueses” como únicas categorías
ordenadoras), pensaba en configuraciones sociales variables. Creo que el peronismo
era el movimiento de un país desfavorecido en el mundo que quería situarse mejor.
Perón era ante todo un nacionalista pragmático, creo que Masotta lo entendía así.
¿Cómo cree que lo que hubiera de marxismo en Masotta articulaba con el arte
pop y los happenings del Di Tella?
Hay que diferenciar una escalada: compromiso, vanguardia y militancia. La relación
entre la vanguardia y la militancia de izquierda fue siempre conflictiva en todos
lados. Había muchos militantes, por supuesto, que decían que Masotta era un tilingo,
lo tachaban de cínico, pero es la cuestión de las vanguardias. Ser políticamente
progresista no implica ser culturalmente progresista, ni viceversa, como lo
ejemplifica Borges. Pero Masotta aprende que lo que uno piensa no tiene
importancia frente a lo que uno hace. En aquel momento nadie se había atrevido a
disputarle la organización de los psicoanalistas a la APA (Asociación Psicoanálitica
Argentina), que, fundada en 1942, había establecido que sólo los médicos podían ser
psicoanalistas, condición que Freud no había puesto nunca. Después de caído Perón,
se arma la carrera de Psicología, pero los psicólogos no podían hacer psicoanálisis.
Masotta descubre esta masa crítica, y se convierte en el jefe de los psicólogos. Va,
da tres clases en la Facultad y detrás de él se fueron a estudiar cuatrocientas
personas en sus grupos de estudio. En sucesivas intervenciones críticas, comienza a
desautorizar a la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional) y a autorizar a los
psicólogos. Ese proceso es el que deriva años más tarde (bajo el gobierno de
Alfonsín) en la autorización oficial a que los psicólogos practiquen psicoanálisis, que
no es una práctica médica, porque el analista no hace recetas, conversa. Masotta
produjo un hecho político serio en la cultura argentina, que llegó a cambiar la ley,
entonces las acusaciones de esnobisno caen. El lacanianismo no es sólo una teoría
más, porque si uno es foucaultiano o derridiano, con eso hace papers. Pero si sos
lacaniano hacés una práctica social, la clínica.
Respecto de estas reediciones, ¿con qué novedades se encuentra este material
con relación al contexto de las apariciones originales?
Hay una cuestión bastante interesante porque la crítica literaria está en un estado
calamitoso, los modelos críticos fundados a partir del estructuralismo no corren más.
Hoy, la crítica es una especie de poesía, no hay un método. Un libro como Sexo y
traición…, que es un libro sugerente, con ideas, si hubiera un modelo crítico
establecido se le podría criticar la falta de método analítico, ese vaivén entre Arlt y
cosas medio confesionales de lo que a Masotta le pasa con Arlt, pero hoy no es tan
fácil. A nuevo contexto nuevo sentido y a nuevos lectores, con efectos incalculables.
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