Lettieri Laura Beatriz c/ Transportes Metropolitanos General Roca S

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Tribunal: CAMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CIVIL
Autos: Lettieri Laura Beatriz c/ Transportes Metropolitanos
General Roca S.A. y otros s/ daños y perjuicios
Fecha: 23/10/2013
Sumario:
No resulta responsable el Estado Nacional por los daños y
perjuicios entablados por una pasajera que sufrió lesiones
cuando viajaba en una formación de trenes como consecuencia
del impacto de una piedra arrojada desde el exterior del
tren.
Se condena, en cambio, a la empresa concesionaria del
servicio a indemnizar a la damnificada, pues el contrato de
concesión establece la responsabilidad del concesionario
por los daños producidos por la actividad o utilización o
riesgo de los bienes muebles o inmuebles afectados al
servicio o por sus dependientes, personas o cosas de las
cuales se sirve.
Resulta
inadmisible
que
se
pretenda
extender
una
responsabilidad al Estado por el deber genérico de
garantizar la seguridad de la población o como dueño o
guardián de la cosa, toda vez que el daño no sucedió como
consecuencia de defecto alguno del tren.
Vocablos:
ACCIDENTE
FERROVIARIO
–
RESPONSABILIDAD
RESPONSABILIDAD
DEL
ESTADO
–
IMPROCEDENCIA
RESPONSABILIDAD DE LA EMPRESA CONSECIONARIA – DAÑOS
PERJUICIOS - CULPA
–
–
Y
“Lettieri, Laura Beatriz c/ Transportes Metropolitanos
General Roca S.A. y otros s/ Daños y perjuicios” (Expte.
39.858/02) – L. 603.379 – Juzg. 28
En Buenos Aires, a los
23
días del mes de octubre de
2013, hallándose reunidos los señores Jueces integrantes de
la Sala H de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil
de la Capital Federal, a los efectos de dictar sentencia en
los
autos
“Lettieri,
Laura
Beatriz
c/
Transportes
Metropolitanos General Roca S.A. y otros s/ Daños y
perjuicios” y habiendo acordado seguir en la deliberación y
voto el orden de sorteo de estudio, el Dr. Picasso dijo:
I.-Contra la sentencia de primera instancia dictada a fs.
413/19, que admitió la demanda de daños y perjuicios
entablada por Laura Beatriz Lettieri en contra de
Transportes Metropolitanos General Roca S.A., y la
desestimó respecto del Estado Nacional, apeló la parte
actora a fs. 422, y expresó agravios a fs. 457/59. Corrido
el traslado de ley, contestaron Transportes Metropolitanos
General Roca S.A. a fs. 465, y el Estado Nacional a fs.
468/78. La actora se agravia de la admisión de la excepción
de falta de legitimación pasiva opuesta por el Estado
Nacional. Sostiene que, de acuerdo a lo dispuesto por el
art. 1113 del Código Civil, el dueño o guardián será
responsable por los daños causados por el riesgo o vicio de
la cosa. Afirma que, además, corresponde al Estado Nacional
vigilar y controlar la explotación del servicio de trenes,
que no existió adecuada vigilancia para prevenir hechos
delictivos y que sobre el Estado Nacional recae el deber de
seguridad en el transporte, ya que se trata de un servicio
público. Añade que mediante el contrato de concesión no
puede delegar su responsabilidad. Finalmente, critica la
sentencia apelada en cuanto a la tasa de interés que fija.
II.- A mi criterio, la imputación de responsabilidad al
Estado Nacional por hechos como el que motiva el presente
proceso
podría
intentar
fundarse
en
tres
líneas
argumentales diferentes, a saber: a) el Estado es
responsable del modo en que se presta un servicio público,
como es el transporte ferroviario; b) el Estado es
responsable por su omisión de garantizar la seguridad de la
población, y c) el Estado es responsable en tanto dueño de
las cosas que han causado el daño, en los términos del art.
1113 del Código Civil. Respecto del planteo que he
identificado como “a”, cabe recordar que la concesión de
servicio público es el acto mediante el cual el Estado
encomienda a una persona -individual o jurídica, privada o
pública-, por tiempo determinado, la organización y el
funcionamiento de un servicio de carácter público. Dicha
persona, llamada “concesionario”, actúa a su propia costa y
riesgo,
percibiendo
por
su
labor
la
retribución
correspondiente, que puede consistir en el precio pagado
por los usuarios o en subvenciones y garantías otorgadas
por el Estado, o en ambas cosas a la vez. En consecuencia,
la explotación del servicio público es hecha por el
concesionario a su propia costa y riesgo. Ello significa
que toda responsabilidad que derive de hechos que concreten
el “ejercicio” de la concesión corresponde al concesionario
(Marienhoff, Miguel S., Tratado de Derecho Administrativo,
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1994, t. III-B, ap. 1149, p.
595; esta cámara, Sala A, 5/3/2009, “Sayago, Andrés Ireneo
y otros c/ Transportes Metropolitanos General San Martín y
otros s/ Daños y perjuicios”, L. n° 519.352). Desde este
enfoque, cabe señalar que en la causa, a la fecha del
accidente, se encontraba vigente el contrato de concesión
celebrado
entre
el
Estado
Nacional
y
Transportes
Metropolitanos General Roca S.A., que en el art. 17.1.1.
establece que “el concesionario deberá responder por todos
los daños y perjuicios causado por el incumplimiento o mal
cumplimiento de cualquiera de las obligaciones asumidas por
la Concesión que se le otorga”. Asimismo, el art. 17.1.2.
de
dicho
contrato
prevé
la
responsabilidad
del
concesionario por los daños y perjuicios producidos por la
actividad o utilización o riesgo de los bienes muebles o
inmuebles afectados al servicio o por sus dependientes,
personas o cosas de las cuales se sirve (vid. fs. 69/70).
Por tal motivo, es prístino que no puede hacerse
responsable por esta vía al Estado Nacional por los daños
sufridos por la actora.
En cuanto al argumento que he enumerado como “b”, señalo
que la jurisprudencia del fuero ha entendido que resulta
inadmisible que se pretenda extender una responsabilidad al
Estado en casos como el presente basándose en el deber
genérico que pesa sobre éste de garantizar la seguridad de
la población (esta cámara, Sala L, 16/8/2011, “De
Alemcastro, Diana Arlinda c/ U.G.O.F.E. S. A. San Martín y
otro
s/
Daños
y
perjuicios”,
LL
Online,
cita
AR/JUR/50926/2011; ídem, sala G, 3/10/2008, “Monzón, Héctor
Omar y otros c. Transportes Metropolitanos S.A. y otros”,
LL cita: AR/JUR/9881/2008; ídem, Sala B, 15/12/2005,
“García, Teresa M. c/ Unidad Ejecutora Programa Ferroviaria
Provincial”, LL Online, cita: AR/JUR/8167/2005; ídem, Sala
A,
18/2/2003,
“Sacchi,
Sebastián
c/
Transportes
Metropolitanos General Roca S.A. s/ Daños y perjuicios”, L
534.862; ídem, CNCom., Sala E, 18/12/2006, “S., S. N. y
otro c. Ferrovías Concesionaria S.A. y otros”, DJ 2007-II ,
640;
entre otros). Este es el temperamento que adopta
nuestro más alto tribunal al establecer, en casos de
accidentes causados en corredores viales a causa de la
presencia de animales –pero con un criterio que puede
aplicarse también al caso en estudio-, que la mera
existencia de facultades de policía de seguridad en cabeza
del Estado Nacional o Provincial no resulta suficiente para
atribuirle responsabilidad en un evento en el cual ninguno
de sus órganos o dependencias tuvo participación, toda vez
que no parece razonable pretender que su responsabilidad
general en orden a la prevención de los delitos pueda
llegar a involucrarlo a tal extremo en las consecuencias
dañosas que se produzcan con motivo de hechos extraños a su
intervención directa (Fallos, 312:2138; 323:3599; 325:1265
y 3026:608, entre otros). Es que en lo concerniente a la
responsabilidad del Estado derivada de las omisiones (art.
1074, Código Civil) cabe distinguir entre los casos de
omisiones a mandatos expresos indeterminados en una regla
de derecho, en los que puede identificarse una clara falta
de servicio, de aquellos otros en los que el Estado está
obligado a cumplir una serie de objetivos fijados por la
ley solo de un modo general e indeterminado, como
propósitos a lograr en la mejor medida posible. Respecto de
este segundo caso, la determinación de la responsabilidad
civil del Estado debe ser motivo de un juicio estricto y
basado en la ponderación de los bienes jurídicos protegidos
y las consecuencias generalizables de la decisión a tomar.
En particular, el servicio de seguridad no está legalmente
definido de un modo expreso y determinado, y mucho menos se
identifica con una garantía absoluta de que los ciudadanos
no sufran perjuicio alguno derivado de la acción de
terceros. Consagrar una regla de este tipo es una decisión
que el legislador no ha tomado y tampoco registra
antecedentes en el derecho comparado. Por añadidura, sería
irrazonable que el Estado esté obligado a que ningún
habitante sufra daños de ningún tipo, porque ello
requeriría una prevención extrema que sería no solo
insoportablemente costosa para la comunidad, sino que haría
que se lesionaran severamente las libertades de los
ciudadanos a proteger. No existe pues un deber de evitar
todo daño, sino en la medida de una protección compatible
con la tutela de las libertades y la disposición de medios
razonables (CSJN, Fallos, 330:563; CNACAF, Sala III,
19/11/2010, “Mirabmell, Jorge Rubén c/ EN -M° Interior-,
PFA y otro”, El Dial, AA6792). En otras palabras, en
supuestos como el sub lite la responsabilidad del Estado no
podría fundarse en su genérico deber de prevenir los
delitos, sino que requeriría una concreta imputación y
prueba en el sentido de que no se han arbitrado en el caso
concreto los medios razonables para cumplir diligentemente
con esos objetivos generales. Como nada de eso sucede en la
especie, corresponde concluir que no se ha demostrado la
existencia de una omisión antijurídica del Estado en los
términos del art. 1074 del Código Civil. Finalmente, en
relación al argumento que he identificado como “c”, la
apelante funda su queja en que el art. 1113 del Código
Civil dispone que el dueño o guardián será responsable por
los daños causados por el riesgo o vicio de la cosa, lo que
comprometería, según su criterio, la responsabilidad
estatal en el caso. Sobre este aspecto señalo que –como lo
he sostenido al votar como juez de la Sala A de esta cámara
en los autos “Camacho Díaz, José Alfirio y otro c/ Estado
Nacional y otros s/ daños y perjuicios”, del 8/7/2013, a
los que me remito brevitatis causae- no encuentro ningún
motivo para que no pueda responsabilizarse al Estado
Nacional en tanto dueño de una cosa riesgosa en los
términos del art. 1113, segundo párrafo, segundo supuesto,
del Código Civil. Sin embargo, para ello es preciso,
obviamente, que se configuren los presupuestos exigidos por
la mencionada norma, y en particular, que medie una
intervención causal del vicio o riesgo de la cosa en la
producción del daño. Cuadra recordar que se ha entendido
que una cosa es “riesgosa” cuando aquella, por su
naturaleza, su estado o su modo de utilización, genera el
peligro de causar daños a terceros (esta sala, “San Miguel,
María Laura c/ Telecentro S.A. s/ Daños y Perjuicios”,
10/12/12, L. 606.945). Por otra parte, el “vicio” es un
defecto de la cosa que la torna peligrosa (Pizarro, Ramón
D., comentario al art. 1113, en Bueres, Alberto J. y
Highton, Elena I., Código Civil. Análisis doctrinario y
jurisprudencial, Hammurabi, Buenos Aires, 1999, t. 3A, p.
538). Desde este enfoque, se puede apreciar con claridad
que el hecho que originó los perjuicios a la actora no
encuadra en ninguno de los dos conceptos antes expuestos en
relación al Estado Nacional. En efecto, el hecho no sucedió
como consecuencia de defecto alguno del tren o de otros
bienes mediante los cuales se prestaba el servicio de
transporte ferroviario, ni derivó del riesgo propio de la
cosa en cuestión. Ello es así, puesto que las lesiones
sufridas por la actora fueron producto del impacto de una
piedra arrojada desde el exterior del tren. Nótese,
entonces, que la cosa propiedad de la demandada no tuvo
intervención activa ni pasiva en el hecho. En ese sentido
se ha sostenido que la responsabilidad del dueño no tiene
lugar cuando la cosa no ha tenido participación causal en
la producción del daño (Kemelmajer de Carlucci, Aída,
comentario al art. 1113, en Belluscio, Augusto C.
Zannoni, Eduardo A. (dirs.), Código Civil y leyes
complementarias comentado, anotado y concordado, Astrea,
Buenos Aires, 1984, t. 5, p. 461).
De hecho, la demandante se limita en sus agravios a
atribuir responsabilidad al Estado Nacional en razón de ser
dueña del tren, pero sin indicar por qué entiende que el
daño que sufrió fue consecuencia del riesgo o vicio de la
cosa de la que la demandada es dueña. Asimismo, con
respecto a la presunción de adecuación causal que establece
el ya citado art. 1113 del Código Civil para el caso de
daños causados por el vicio o riesgo de la cosa, cuadra
recordar que para que ella rija debe demostrarse la
existencia de una relación de causalidad material entre la
cosa y el daño (Trigo Represas, Félix A. y López Mesa,
Marcelo J., Tratado de la responsabilidad civil, La Ley,
Buenos Aires, 2011, t. 2, p. 359), que, según vengo
diciendo, en este caso no ha sido demostrada.
Finalmente, tampoco desconozco que la responsabilidad que
establece la norma en análisis puede extenderse también a
los daños causados por actividades que puedan considerarse
peligrosas,
pero
en
tal
caso
el
responsable
es,
necesariamente, quien las realiza u obtiene provecho de
ellas (esta cámara, Sala A, 11/7/2013, “F., José Luis c/
B., Juan Carlos y otros s/ Daños y perjuicios”, L. n°
590.675), lo cual, dado que los trenes son explotados por
un concesionario, no puede predicarse del Estado Nacional.
En consecuencia, entiendo que tampoco puede imputarse
responsabilidad al Estado Nacional por el hecho de autos
con fundamento en lo dispuesto por el art. 1113, segundo
párrafo, segundo supuesto, del Código Civil.
Por las razones hasta aquí expuestas, propongo al acuerdo
que se confirme la sentencia apelada en este medular
aspecto del debate. III.-La actora se queja de la tasa de
interés que establece la sentencia de grado (6% anual desde
el hecho hasta la sentencia y tasa activa desde esta hasta
el efectivo pago), y sostiene que debe aplicarse la tasa
activa por todo el período en virtud de la doctrina
plenaria sentada en el fallo plenario “Samudio”, puesto que
no se da en el caso de autos el supuesto de excepción de
configuración de un enriquecimiento indebido. En este tema
debe partirse, efectivamente, del fallo plenario dictado
por esta cámara en los autos "Samudio de Martínez, Ladislaa
c/ Transportes
Doscientos Setenta S. A. s/ daños y perjuicios", del
20/4/2009, que estableció, en su parte pertinente: "2) Es
conveniente establecer la tasa de interés moratorio. 3)
Corresponde aplicar la tasa
activa cartera general
(préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco
de la Nación Argentina. 4)La tasa de interés fijada debe
computarse desde el inicio de la mora hasta el cumplimiento
de la sentencia, salvo que su aplicación en el período
transcurrido hasta el dictado de dicha sentencia implique
una alteración del significado económico del capital de
condena que configure un enriquecimiento indebido". No
soslayo que la
interpretación
del mencionado fallo
plenario, y particularmente de la excepción contenida en la
última parte del texto transcripto, ha suscitado criterios
encontrados. Por mi parte, estimo que una correcta
apreciación de la cuestión requiere de algunas precisiones.
Ante todo, el propio plenario menciona que lo que está
fijando es “la tasa de interés moratorio”, con lo cual
resulta claro que –como por otra parte también lo dice el
plenario- el punto de partida para su aplicación debe ser
el momento de la mora. Ahora bien, en materia de
responsabilidad extracontractual, es moneda corriente la
afirmación según la cual la mora (en la obligación de pagar
la indemnización, se entiende) se produce desde el momento
en que se sufre cada perjuicio objeto de reparación. Por lo
demás, así lo estableció esta cámara en otro fallo
plenario,
“Gómez,
Esteban
c/
Empresa
Nacional
de
Transportes”, del 6/12/1958. Así sentado el principio
general, corresponde ahora analizar si en el sub lite se
configura la excepción mencionada en la doctrina plenaria,
consistente en que la aplicación de la tasa activa “en el
período transcurrido hasta el dictado de dicha sentencia
implique una alteración del significado económico del
capital de condena que configure un enriquecimiento
indebido". En ese derrotero, la primera observación que se
impone es que, por tratarse de una excepción, su
interpretación debe efectuarse con criterio restrictivo. En
consecuencia, la prueba de que se configuran las aludidas
circunstancias debe ser proporcionada por el deudor, sin
que baste a ese respecto con alegaciones generales y meras
especulaciones. Será necesario que el obligado acredite de
qué modo, en el caso concreto, la aplicación de la tasa
activa desde el momento del hecho implica una importante
alteración del significado económico del capital de condena
y se traduce en un enriquecimiento indebido del acreedor.
En palabras de Pizarro: “La alegación y carga de la prueba
de las circunstancias del referido enriquecimiento indebido
pesan sobre el deudor que las alegue” (Pizarro, Ramón D.,
“Un fallo plenario sensato y realista”, en La nueva tasa de
interés judicial, suplemento especial, La Ley, Buenos
Aires, 2009, p. 55). Así las cosas, no creo posible afirmar
que la sola fijación en la sentencia de los importes
indemnizatorios a valores actuales basta para tener por
configurada esa situación. Ello por cuanto, en primer
lugar, y tal como lo ha señalado un ilustre colega en esta
cámara, el Dr. Zannoni, la prohibición de toda indexación
por la ley 23.928 –mantenida actualmente por el art. 4 de
la ley 25.561- impide considerar que el capital de condena
sea susceptible de esos mecanismos de corrección monetaria.
En palabras del mencionado colega: “La circunstancia de
que, cuando se trata de resarcimientos derivados de hechos
ilícitos, el juez en la sentencia estima ciertos rubros
indemnizatorios a valores actuales –como suele decirse-, a
los fines de preservar en equidad el carácter resarcitorio
de la indemnización, no significa que se actualicen los
montos reclamados en la demanda o se apliquen índices de
depreciación
monetaria”,
pues
tales
mecanismos
de
actualización están prohibidos por las leyes antes citadas
(Zannoni, Eduardo A., su voto in re “Medina, Jorge y otro
c/ Terneiro Néstor Fabián y otros”, ésta cámara, Sala F,
27/10/2009, LL Online, entre otros). Pero más allá de ello,
lo cierto es que, aun si se considerara que la fijación de
ciertos montos a valores actuales importa una indexación
del crédito, no puede afirmarse que la tasa activa supere
holgadamente la
inflación que
registra la
economía
nacional, de forma tal de configurar un verdadero
enriquecimiento del acreedor. La fijación de tasas menores,
en las actuales circunstancias del mercado, puede favorecer
al deudor incumplidor, quien nuevamente se encontrará
tentado de especular con la duración de los procesos
judiciales, en la esperanza de terminar pagando, a
la postre, una reparación menguada –a valores realesrespecto de la que habría abonado si lo hubiera hecho
inmediatamente luego de la producción del daño. Finalmente,
no desconozco que el art. 303 del CPCCN fue derogado por el
art. 12 de la ley 26.853, recientemente sancionada. Sin
embargo, en virtud del art. 15 de aquella norma, tal
disposición recién entrará en vigor a partir de la efectiva
integración y puesta en funcionamiento de los tribunales
que allí se crean, razón por la cual hasta ese momento
continúa vigente la doctrina plenaria. En atención a lo
antes expresado, no encuentro que se configure, en la
especie, una alteración del significado económico del
capital de condena que importe un enriquecimiento indebido
de la parte actora. En consecuencia, estimo que debe
modificarse este aspecto de la sentencia de grado, y
disponerse la aplicación de la tasa activa cartera general
(préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco
de la Nación Argentina desde la fecha del hecho y hasta el
efectivo pago. IV.- Finalmente, en atención al éxito
obtenido en esta instancia por cada una de las partes,
mociono que las costas de alzada sean impuestas en el orden
causado. V.- Por las razones expuestas, y para el caso de
que mi voto fuere compartido, propongo al acuerdo que se
modifique la sentencia apelada en lo relativo a la tasa de
interés, que debería calcularse de la manera que se
especifica en el punto III, y se la confirme en lo demás
que decide y fue materia de agravios. Con costas de alzada
en el orden causado. El Dr. Kiper y la Dra. Abreut de
Begher, por las consideraciones expuestas por el Dr.
Picasso, adhieren al voto que antecede. Con lo que se dio
por terminado el acto firmando los señores Jueces por ante
mí, que doy fe.
///nos Aires,
de octubre de 2013. Y VISTO, lo
deliberado y conclusiones establecidas en el acuerdo
transcripto precedentemente por
unanimidad de votos, el
Tribunal decide modificar la sentencia apelada en lo
relativo a la tasa de interés, que debería calcularse de la
manera que se especifica en el punto III, y confirmar en lo
demás que decide y fue materia de agravios. Con costas de
alzada en el orden causado. Regístrese, comuníquese a la
Dirección de Comunicación Pública, dependiente de la CSJN
(conf. Ac. 15/13), notifíquese y, oportunamente, archívese.
FDO. Sebastián Picasso, Liliana E. Abreut de Begher y
Claudio M. Kiper.
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