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Asentamiento de juveniles de la
lapa ferruginosa por primera vez
en el laboratorio
Juan Bautista Peña Forner
Cuando nos preguntan que citemos una
especie animal en peligro de extinción siempre
pensamos en los que tienen cuatro patas (lince
ibérico, oso pardo, foca monje) o en las aves (águila
imperial, quebrantahuesos, cigüeña negra), pero a
nadie le viene a la memoria una especie marina que
hace años se distribuía por todo el Mediterráneo
occidental y actualmente sólo se encuentra en la
costa andaluza (desde el cabo de Gata a Algeciras),
la costa del Magreb (Marruecos, Ceuta, Melilla,
Argelia, Túnez y las islas Alborán y Chafarinas) y
en Córcega y Cerdeña. Se trata de la lapa
ferruginosa (Patella ferruginea), una de las más
grandes de la costa europea, que puede alcanzar los
10 cm de longitud.
Estas lapas son moluscos gasterópodos
marinos (caracoles) dotados de una concha fuerte en
forma de cono, con una silueta que asemeja a una
montaña aplanada, pero se puede diferenciar de otras
especies de lapas porque tiene las costillas muy
marcadas, dando un perfil sinuoso o festoneado.
El único medio de defensa que tienen las
lapas es su fuerte pie con el que se adhieren a las
rocas. Si quieren cambiar de una roca a otra nunca
pasarán por una zona arenosa, porque serían
vulnerables a cualquier depredador.
La forma de alimentarse de las lapas es el
ramoneo. Utilizan la rádula de la boca que contiene
varias filas de dientes duros que raspan la superficie
de las rocas o de las macroalgas. En este ramoneo
dejan unas huellas características, de forma que las
algas que quedan entre las franjas ramoneadas
puedan crecer y al poco tiempo puede volver a
pastar sobre la misma roca.
Foto 2: Adulto y juveniles de lapa ramoneando las
paredes del tanque. Hay un juvenil comiendo sobre
la concha del adulto.
Foto 1: Lapa mostrando el pie, la cabeza con los
tentáculos cefálicos y la boca con la rádula.
Las lapas habitan en la zona mesolitoral o
intermareal de los sustratos rocosos, quedando
expuestas al aire y al sol durante varias horas al día.
La mayoría de lapas son hermafroditas
proterándricas, de forma que los ejemplares jóvenes
a los dos años maduran como machos y tienen la
primera emisión de espermatozoides, pero a los tres
o cuatro años de edad una mayoría cambia de sexo
y cuando maduran la gónada lo hacen como
hembras. Así, los ejemplares más pequeños, entre
25 y 40 mm de longitud, suelen ser machos y los
más grandes son hembras. Este hecho ha
contribuido a su extinción, porque los humanos han
capturado principalmente los individuos más
grandes, quedando mayoritariamente los machos.
La reproducción natural de la lapa ferruginosa
se produce a mediados de noviembre, está muy
sincronizada en ambos sexos y dura sólo de 2 a 3
semanas. La fertilización es externa, o sea, la
hembra expulsa los huevos que se van al fondo y los
machos emiten los espermatozoides que nadan en el
agua hasta que pueden fecundar los huevos. La
primera larva (trocófora) eclosiona del huevo a las
19 horas de la fecundación, hacia las 27 horas se
transforma en larva veliger, que ya tiene concha
larvaria (protoconcha) y el velo con una corona de
cilios. A las 50 horas pasa a larva pediveliger, que
ya dispone de ojos, de tentáculos cefálicos y de pie
para la fijación, aunque todavía conserva la corona
de cilios del velo que le permite nadar. Estas larvas
no se alimentan hasta que hacia las 72 horas sufren
la metamorfosis, en que pasan de la vida nadadora y
planctónica a la vida reptante y bentónica, fijándose
al sustrato y empiezan a ramonear.
La paulatina desaparición de ejemplares
grandes hace cada vez más difícil la reproducción en
su medio natural. En Andalucía se han contabilizado
unos 50 ejemplares en varios kilómetros lineales de
costa, por lo que en noviembre, si los machos no se
encuentran cerca de alguna hembra, los
espermatozoides tendrán que nadar mucho hasta
conseguir fecundar un huevo, ya que la vida máxima
de un espermatozoide es de menos de 24 horas.
Además, como la puesta se realiza durante pocos
días, si no consigue la fertilización, tendrá que
esperar al año siguiente. Otro efecto negativo de la
biología de esta especie es la corta duración de la
fase larvaria que impide la dispersión de las larvas.
Finalmente, el hombre contribuye a la desaparición
de estas poblaciones naturales por la alteración y
destrucción del hábitat al modificar la costa
(construcción de puertos deportivos y playas
artificiales) y por la contaminación del agua por los
vertidos de aceites, hidrocarburos y detergentes. Por
tanto, a la difícil reproducción de esta especie:
periodo corto de madurez sexual, escasa viabilidad
de los espermatozoides y la fase larvaria corta, se
suman los efectos negativos de la contaminación, la
alteración del hábitat y el gran tamaño de las
hembras que las hace apetecibles a los depredadores
humanos.
La lapa ferruginosa está incluida en la Lista
Roja de Especies Amenazadas de la UICN (anexo
IV de la Directiva Hábitat, anexo II de los
Convenios de Berna y de Barcelona). Además,
figura en el Catálogo Español de Especies
Amenazadas con la categoría de “en peligro de
extinción” (BOE 148: 23921-23922 de 22 de junio
de 1999). Es la primera especie marina y el primer
invertebrado que ha requerido un tratamiento
especial para su conservación.
Foto 3: Macho adulto de lapa ferruginosa que,
además de los balanos y otros organismos adheridos
a la concha tiene un hijo de dos mm de longitud,
justo en el centro de la foto.
Ante esta situación, un grupo de
investigadores científicos del Museo Nacional de
Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) de Madrid, de la
Universidad Autónoma de Madrid, de la
Universidad Católica de Valencia, del Institut de
Recerca Agro-Alimentaria de la Generalitat de
Catalunya (IRTA) de Sant Carles de La Ràpita
(Tarragona) y del Instituto de Acuicultura de Torre
de la Sal (IATS-CSIC) de Castellón solicitaron un
proyecto de investigación para estudiar aspectos de
la biología, la genética y la reproducción de la lapa
ferruginosa en condiciones de laboratorio, con el
objetivo de inducir el desove de los adultos en el
laboratorio y fertilizar los huevos con el esperma de
varios machos (para que los juveniles no sean hijos
de los mismos padres) y poder soltarlos en el mar
en zonas protegidas, repoblando algunas reservas
marinas.
En noviembre de 2010 conseguimos huevos
fecundados, larvas trocóforas, larvas veliger y
larvas pediveliger, tanto en las instalaciones del
IRTA como del IATS, pero a las 72 horas las
pediveliger se fijaron en las paredes de los acuarios
y nunca más se volvieron a ver. En esta ocasión, al
hacerlo por primera vez, no se dispuso de colectores
envejecidos y los tanques donde se colocaron las
larvas pediveliger tenían las paredes limpias, sin la
cobertura algal necesaria para que las larvas recién
fijadas empezaran a comer.
y 3 mm de longitud, en uno de los colectores. En
días posteriores, al remirar las paredes de los
acuarios y el resto de colectores, se han podido
contabilizar unos 50 individuos y, es posible que,
con el incremento de la temperatura primaveral
aumenten de tamaño y se puedan registrar unos
pocos más.
Un grupo de investigadores de la Universidad
de Sevilla llevan varios años realizando puestas en
esta especie de lapa y solamente han llegado a
obtener larvas veliger que a las 48 horas se les
mueren.
Foto 4: Colectores usados para la fijación de las
larvas de lapa ferruginosa en el IATS. Se pueden
observar los diferentes materiales y colores.
El 14 de noviembre de 2011 repetimos el
mismo proceso, primero en el IRTA y luego el 21 de
noviembre en el IATS. En esta ocasión disponíamos
de varios tipos de colectores de diferentes formas y
colores, para que las larvas pudieran encontrar un
sustrato adecuado para su adhesión. Previamente,
estos colectores se dejaron varios meses dentro de
tanques con agua de mar sin filtrar, con el fin de que
las bacterias y algunas especies de microalgas se
adhieran sobre su superficie, formando el conocido
“verdín” del que se alimentan las lapas, tanto adultas
como juveniles.
Foto 5: Grupo de nueve (9) juveniles de lapa
ferruginosa situados sobre un colector negro con
abundante cobertura algal.
Durante el mes de febrero de 2012 estuve
mirando a diario los colectores por si aparecía algún
juvenil fijado en las paredes de los acuarios o en los
colectores, pero no se distinguía nada, hasta que el
16 de abril descubrí 13 ejemplares, de tallas entre 1
Foto 6: Dos de los juveniles de lapa ferruginosa a
mayor aumento, con una regla que permite conocer
su talla: 2,5 y 3 mm de longitud. Se puede observar
que las conchas blancas tienen diferentes líneas
oscuras, como las cebras, pero en dimensiones
mucho más pequeñas.
Con esta hazaña, en el IATS-CSIC hemos
conseguido, por primera vez, obtener juveniles de
lapa ferruginosa de varios milímetros de longitud,
en condiciones de laboratorio. Hasta la fecha nadie
en el mundo había logrado superar la fase de
metamorfosis en cualquier especie de lapa.
Esperemos que la supervivencia de estos juveniles
sea elevada y, al menos algunos ejemplares, puedan
cumplir el año de vida el próximo noviembre.
El cerramiento del ciclo reproductor tardará
unos años más, hasta que estos juveniles alcancen la
madurez sexual y sean capaces de reproducirse por
sí solos en una reserva marina, lo que será más
difícil de comprobar, o con la imprescindible ayuda
de los humanos en un laboratorio.
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