Fundamentación de la metafísica

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Cuestionario sobre la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres
1) Distinga las acciones hechas contrariamente al deber, conforme al deber y por deber. Dar ejemplos y
explicar en qué consiste cada una.
2) Enuncie y explique los tres principios de la moralidad kantiana.
3) Enuncie el imperativo categórico. Explique su sentido y su función.
1) Para poder responder esta pregunta adecuadamente, tendríamos que definir primero lo que es deber. Como
un primer acercamiento al concepto, podríamos decir que es lo correcto, lo que hay que hacer . También
podríamos agregar que es universal; todas las personas se sienten obligadas por el deber a hacer las mismas
cosas si es que se guían por la razón; el deber es definido por ésta. Alguien podría preguntarse: ¿cómo es que
todas las personas se ven obligadas a hacer las mismas cosas, siendo ellas tan distintas? La razón es pura, ya
que no se ve afectada por ninguna de las características particulares del individuo. La razón es lo que nos hace
ser hombres, por lo tanto todos la tenemos. Sin embargo, no es el color de pelo ni la altura ni las emociones lo
que nos hacen personas; son simplemente contingencias. Por lo tanto, a igual razón, iguales deberes. Yendo
un poco más allá, la razón es el principio que determina la buena voluntad. La voluntad es una facultad de la
razón. Al formar parte la voluntad de la razón, está enteramente supeditada a ella, y sería ilógico que fuera en
contra del todo del que forma parte. Por ejemplo, si una persona milita en un partido de izquierda, no tiene
sentido que reparta folletos sobre Mussolini. Las leyes impuestas por el grupo de izquierda la afectan, la
condicionan y la contienen, puesto que son también sus leyes. Las normas del partido de izquierda se hacen
extensivas a sus integrantes, del mismo modo que las leyes de la razón se hacen extensivas a la voluntad. Al
ser el deber dictado por la razón, también contendrá a la buena voluntad. La cadena sería la siguiente: razón −
deber − voluntad − acción. Esta voluntad es la ideal; es lo que llamamos buena voluntad, la que realiza las
acciones por deber, siguiendo puramente a la razón como guía. Pero si uno actúa por instinto o siguiendo sus
sentimientos, etc., está haciendo caso omiso a la razón. Cuando las acciones no son inspiradas por el deber, es
decir, no se realizan por el mero hecho de cumplir con el deber impuesto por la razón, estaremos ante una
voluntad mala. Entonces, podemos concluir que una acción es moral cuando la razón, y por lo tanto el deber,
es la que inspira a la voluntad. La moralidad no reside en la acción misma, sino en la voluntad que conduce a
la realización de la acción.
Sin embargo, hay veces que las acciones pueden parecer morales, cuando simplemente son correctas. Por eso
es que nos ha parecido pertinente crear esta clasificación de acciones a fines de echar luz al tema:
• Según su moralidad: esta clasificación está basada en las formas, es decir, en la voluntad. Por lo tanto,
es a priori
• Según sean correctas o no: esta otra se fija en el contenido de la acción, en la apariencia de la acción
sin mirar la voluntad. Es a posteriori.
Para Kant hay tres tipos de acciones: las hechas por deber, conforme al deber y contrariamente al deber. A
continuación las analizaremos según esta clasificación.
Según la moralidad de las acciones
La única voluntad buena es, como ya explicamos anteriormente, la que se guía por la razón; ésta genera
acciones por deber. Las acciones por deber son aquellas en las que la voluntad, para producirlas, no se fija en
nada más que en la razón, es decir, el deber. La voluntad no está guiada en este caso por ninguna inclinación.
Las acciones inmorales son aquellas hechas conforme al deber y contrariamente al deber: las dos están hechas
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por malas voluntades, puesto que las acciones inmorales no están guiadas por la razón. Si no hay razón no hay
moralidad.
Las acciones hechas contrariamente al deber son aquellas que ni en contenido ni en forma siguen los designios
del deber.
Las acciones conformes al deber son las que presentan una mayor complejidad de análisis, puesto que resulta
difícil muchas veces desentrañar la verdadera intención de la voluntad. El contenido de las acciones
conformes al deber es correcto, tanto que si no pusiésemos demasiada atención en la voluntad que la inspira
podríamos aseverar que la acción es moral. Pero muchas veces hay una inclinación que despierta a la
inclinación inmediata de hacer una cosa: supongamos que encuentro una billetera tirada en la calle, con los
documentos dekl dueño adentro, la primer inclinación que voy a tener es la de sacar provecho económico a
partir de haberla encontrado, lo que me va a llevar inmediatamente a llamar al dueño para avisarle que tengo
su billetera en su poder, devolvérsela y poder cobrar una recompensa. Aquí tenemos una inclinación mediata
que me lleva a la inclinación inmediata de devolver la billetera. Pero el problema es mayor cuando la
inclinación que nos conduce a la acción es inmediata, como es el caso de la conservación de la vida o la
búsqueda de la felicidad. La acción de conservar la vida es conforme al deber si es que yo quiero seguir
viviendo por curiosidad. Supongamos que me están por matar, y yo me defiendo, pero no porque crea que si a
mí me fue conferida la vida es mi deber conservarla ya que caso contrario estaría yendo en contra de los
designios de mi razón, sino porque quiero saber qué va a pasar después o por temor a la muerte. La
inclinación a salvarme es inmediata, pero sin embargo estaré actuando conformemente al deber y no por
deber.
Según sean correctas o incorrectas
Los dos primeros huevos representan acciones correctas; la acción es la misma, pero las voluntades difieren.
El que está podrido por dentro es el de la acción conforme al deber: se apega a las formas pero la voluntad es
mala. La otra acción representada por el tercer huevo ni siquiera conserva la estructura, por lo que es
incorrecta. La acción incorrecta siempre va a ser inmoral, aunque no ocurre lo mismo con la acción correcta:
la correcta puede ser inmoral o no dependiendo de la voluntad que dirija la acción.
2) El primer principio de la moralidad kantiana es el siguiente: una acción debe ser hecha por deber para tener
un valor moral, principio que se desprende de lo anteriormente expuesto en la pregunta n º 1.
La moralidad de las acciones reside en las formas; los contenidos de éstas son irrelevantes, puesto que son
meramente empíricos o a priori. Por ejemplo, no interesa si yo le di dinero a un mendigo, lo que interesa es lo
que inspiró a mi voluntad a hacerlo. La forma está dada por el deber; el contenido es la acción en sí.
El segundo principio enunciado por Kant es el siguiente: una acción hecha por deber tiene su valor moral no
en el propósito que por medio de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido decidida.
Las acciones que suceden por deber son aquellas que han sido sustraídas de todo principio material. Lo
material no es nada más que el contenido de las formas. Esto quiere decir que no importa el propósito que se
quiera lograr con ellas, porque el propósito es material y es despertado por la facultad de desear, que es una
facultad del sentimiento y no de la razón. Los propósitos son a posteriori y no a priori.
El tercer postulado es el siguiente: el deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley.
Las leyes de la moral se hacen extensivas a cada individuo, puesto que la misma razón es la que las formula.
Al pensar en leyes de la moral, podríamos equivocarnos y decir que el hombre se convierte en heterónomo al
cumplirlas; sin embargo, como el hombre es racional, éstas leyes se vuelven intrínsecas por su condición de
ser racional, por lo que pasa a ser autónomo y por lo tanto libre si las cumple.
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Cuando uno hace el bien por deber, estamos ante el amor práctico. Podemos decir que amamos a nuestra
madre cuando la ayudamos con las tareas de la casa porque es nuestro deber como hijos. Es nuestro deber
amara a nuestros padres en el sentido de hacerles el bien. El respeto es una consecuencia. Sólo es objeto de
respeto lo que se relacione con la voluntad sólo como fundamento y nunca como efecto. El respeto en Kant no
es entendido como un sentimiento, sino como un reconocimiento de la subordinación. Por lo tanto, el respeto
a la ley moral no es mero sentimiento sino que implica una supeditación a ella. Sin embargo, la autonomía
persiste por la razón que explicábamos en líneas anteriores: la ley moral se hace extensiva a cada uno de
nosotros por nuestra condición de seres racionales.
3) Una máxima es el principio subjetivo del querer.
El imperativo categórico es el siguiente: obra de modo tal que puedas querer que tu máxima deba convertirse
en ley universal.
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