20110320IICuaresma

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II Domingo de Cuaresma z AÑO A z Mt 17, 1-9
z
Primera lectura z Gn 12, 1-4a z “Vocación de Abrahán,
padre del pueblo de Dios”.
z
Segunda lectura
nos ilumina”.
z
Salmo z 32 z “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.
z
Evangelio z Mt 17, 1-9 z “Su rostro resplandecía como
el sol”.
z
2Tm 1, 8b-10
z
“Dios nos llama y
S
eis días más tarde, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a
un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su
rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron
blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y
Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra
y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si
quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías». Todavía estaba hablando cuando una
nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien
me complazco. Escuchadlo».
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos,
no temáis». Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a
Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
Para situar este evangelio
y este tiempo de cuaresma
Recuerdo que son textos catecumenales (catequesis para
introducir en la comunidad
cristiana). Así podemos decir:
- Si con el primer domingo
(Jesús en el desierto y puesto
a prueba) se nos presenta un
tiempo para que seamos vistos y conocidos por lo que somos y lo que pretendemos
ser: hijos e hijas de Dios.
Este segundo domingo eleva
nuestro espíritu e infunde
ánimo a nuestro cuerpo y
alma: al subir al monte de la
transfiguración con Jesús,
para ver-experimentar a Jesús el Mesías, el hijo de
Dios... Dios nos invita a prestar atención a la Palabra de
Dios hecha carne... seguimiento a Jesús.
- En estos dos domingos contemplamos la persona de Jesús en dos experiencias personales básicas: su referencia
al mundo (como enfrentamiento y lucha) y su relación
con el Padre (como cercanía y
contemplación). Estos dos domingos hacen una unidad diciendo quién es Jesús.
- Los siguientes tres domingos nos mostraran la relación
de Jesús con el Reino y quién
es para nosotros.
En cuanto al texto, después
de la confesión de Pedro y del
anuncio de la pasión y muerte (Mt 16,21ss), viene la transfiguración. Tiene, sin duda,
una intención pedagógica. Los
discípulos han recibido con
preocupación el anuncio de la
cruz; la transfiguración anticipada de algún modo la gloria
victoriosa de la resurrección
(Mc 8,31-9,13).
Literariamente es un género
literario que llamamos TEOFANÍA, es decir un relato
cuyo centro es la manifestación de Dios. La teofanía tiene una serie de elementos
que se repiten: suele tener
lugar en un monte o en otro
lugar sagrado, la manifestación divina suele estar rodeada de unos elementos extraordinarios
(apariciones,
voz del cielo, luz...), que pro-
vocan miedo y turbación -“caer de bruces”- en
quienes las presencian.
Para fijarnos en el Evangelio
La transfiguración es una palabra de ánimo,
pues en ella se manifiesta la gloria de Jesús y
se anticipa su victoria sobre la cruz. La gente,
que quiere un masías político y nacionalista, no
entiende a Jesús y le abandona; los apóstoles
le siguen, aunque sumidos en la tristeza, el
desconcierto y el escándalo. Jesús concentra su
esfuerzo en la instrucción a los doce. Hay numerosas referencias a la resurrección: los vestidos de Jesús se vuelven blancos como la luz,
lo mismo que lo de los ángeles que anunciarán
su resurrección (Mt 28,3); Jesús pide a sus discípulos que guarden en secreto esta manifestación hasta que resucite de entre los muertos.
Se trata, pues, de una teofanía, sólo que en
este caso el centro no es la manifestación de
Dios, sino de Jesús, presentado como Hijo de
Dios. Si la teofanía provoca miedo turbación,
sin embargo Jesús posibilita el acercamiento
(“no temáis”).
La manifestación de Jesús está rodeada de fenómenos extraordinarios (transformación de
sus vestidos y resplandor de su rostro) que
muestran su gloria. Junto a él aparecen Moisés
y Elías, dos personajes a los que la tradición judía relacionaba con la llegada del Mesías. Vamos a ver algunos conceptos:
- Los “seis días” hacen referencia a la manifestación de Dios en el Sinaí (Ex 24,15-16), narración
en la cual aparece -como en esta de la transfiguración- la “montaña”, lugar de la revelación
de Dios, y la “nube”, signo de la presencia de
Dios (que encontramos también en Ex 40,34-35).
- “Moisés y Elías” representan la Ley y los Profetas (las dos primeras partes de la Biblia hebrea) y, por lo tanto, la Antigua Alianza. A través de la Ley y los Profetas el pueblo “escuchaba” a Dios. “Moisés y Elías”, por otra parte,
habían hablado con Dios en la “montaña”. Ambos personajes dan testimonio de que Jesús es
el Mesías esperado por Israel.
- Moisés había anunciado que un día Dios suscitaría un profeta como él a quién debían escuchar (Dt 18,15).
- Elías, por su parte, había desaparecido de
este mundo sin morir (2Re2,11), y la tradición judía pensaba que su regreso anunciaría la venida del Mesías (Mal 3,23-24).
- Las “tiendas” alude a la narración de “la tienda del encuentro” (Ex 33,7-11), de modo que
todo el que tenía que consultar algo a Dios acudía a ella.
- La “voz” que, refiriéndose a Jesús, invita a
“escucharlo”, hace referencia al profeta
anunciado por Moisés (Dt 18,15) y que el
judaísmo identificaba con el Mesías.
La voz que viene del cielo afirma que Jesús es
el Hijo de Dios. Las palabras son las mismas
que las pronunciadas en el momento del Bautismo de Jesús (Mt 3,17), y en ambos casos se
cita el Salmo 2,7. Salmo que canta la entronización del nuevo rey como hijo de Dios, y que
los primeros cristianos aplicaron a Jesús para
confesar que él era el verdadero Hijo de Dios.
Relato de presentación de Jesús. En Jesús se ha
manifestado la gloria de Dios; él es verdaderamente el Mesías esperado por Israel, es el Hijo
de Dios. Esta presentación tiene como destinatarios a los discípulos que lo acompañan y, en la
mente del evangelista, también a todos los que
lean el evangelio. Su propósito es acrecentar la
fe de los discípulos en Jesús a través de la contemplación de su victoria sobre la muerte.
- “Pedro, Santiago y Juan” son testigos de algunos de los hechos más importantes de la vida
de Jesús. Representan la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, que recibe, a través de ellos, la declaración fundamental de la fe-credo: “Jesús es
el Hijo de Dios”.
- Una curiosidad es que al principio se pone a
Jesús, Moisés y Elías al mismo nivel -“tres tiendas”-. La “voz de la nube” corrige esta percepción: “Jesús es el Hijo”; es a Él a quien tendremos que “escuchar”. Él actualiza y da plenitud
a la Ley y los Profetas (Mt 5,17), de manera que
ahora es la Palabra de Dios, vida para la Iglesia. A través de Moisés, con la Ley, y de los
Profetas, representados por Elías, Dios se había
manifestado anteriormente. Ahora se manifiesta en Jesús, el “Hijo”.
Este relato invita a superar la tentación de su
mesianismo glorioso y fácil, animando a los
discípulos a emprender con Jesús el camino de
la obediencia a la voluntad del padre. La fuerza
que vendrá de la experiencia pascual -anticipada en la transfiguración- permitirá a los discípulos “bajar”; ya no les hará falta quedarse allá
arriba. La vida, por dura que pueda ser (cruz,
muerte...), será vivida en otra perspectiva: la
resurrección de Cristo lo transfigura todo; el
pecado, la injusticia, la muerte... no tendrán la
última palabra sobre la vida de nadie.
z Ruego por pedir el don de comprender el
Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.
z Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
z Leo el texto. Después contemplo y subrayo.
z Ahora apunto aquello que descubro de
JESÚS y de los otras personajes, la BUENA
NOTICIA que escucho... Reviso si “escuchar Jesús” lo hago habitualmente y cómo.
Y qué tiempo dedico a leer-meditar la Palabra de Dios.
z Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio. Me pregunto si en los hechos vividos esta semana ¿me he parado a
escuchar a “Aquel que por su muerte y resurrección está vivo”, presente y activo en
medio de la vida?
RESPLANDECE EN MÍ
Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia
allí donde vaya.
Anega mi alma en tu espíritu y vida.
Impegna y posee todo mi ser,
hasta que mi vida
sea mero resplandor de la tuya.
Resplandece a través de mí,
para que todas las almas que me rocen
sientan tu presencia en mi alma.
Quédate conmigo y empezaré a brillar
como Tú brillas,
con un brillo que iluminará a los demás.
Y esa luz, Señor, saldré de ti, no será mía;
serás Tú, iluminando a los demás a través de mí.
Cardenal J.H. Newman
z Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.
z Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
Ver z Juzgar z Actuar
que
“Encuentruoeslla”
dejan h
VER
S
eguro que todos recordamos encuentros con personas que
nos han dejado huella. Encuentros que, aunque pasen los
años, siguen vivos en nuestra memoria. Encuentros en los que
tal vez no ocurrió nada especial o espectacular, simplemente
nos sentimos bien, a gusto. Encuentros en los que dialogamos y
compartimos en un clima de cercanía, confianza, cariño... Encuentros que el paso del tiempo hace que valoremos aún más a
las personas y aquello que vivimos y compartimos. Encuentros
que, al recordarlos, nos hacen volver a revivir lo que entonces
sentimos y a los que volvemos porque quizá nos ayudan a llevar
mejor las dificultades del presente.
JUZGAR
D
urante este tiempo de Cuaresma estamos llamados a tener unos “encuentros en la 3ª fase” con Jesús, no un encuentro
“de vista”, o superficial, sino un encuentro personal y profundo con Él por la fe. Un encuentro que
nos tiene que dejar huella, como hemos escuchado en este domingo II de Cuaresma que dejó
huella en Pedro, Santiago y Juan.
La escena, en principio, no tiene nada de particular: Jesús invita a sus amigos más cercanos a pasar
un rato juntos: «Jesús tomó consigo a Pedro, a
Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte
a una montaña alta». Y en ese clima de confianza,
de cercanía, Jesús «se transfiguró delante de
ellos», Jesús aprovecha para mostrarles su divinidad: «su rostro resplandeció como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz». Y es un
momento tan especial que Pedro exclama: «Señor,
¡qué hermoso es estar aquí!» y, cómo no, desearía
que no terminase: «Si quieres, haré tres chozas...».
Pero ese momento de transfiguración es eso, un
momento, y hay que volver a la vida cotidiana. Ha
sido un tiempo breve pero que deja huella. Jesús
quiere que la contemplación de su gloria les ayude a mantener la esperanza cuando lleguen los
días amargos de su pasión y muerte. Y que el recuerdo de su transfiguración les ayude a comprender mejor su resurrección y les sirva de apoyo cuando tengan que llevar adelante la misión
evangelizadora.
Por eso les recomienda: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Porque será a la luz de la resurrección cuando entiendan el verdadero significado de la transfiguración; sin eso, sólo quedaría el
recuerdo de “un rato agradable” con Jesús, pero
nada más.
Desde la resurrección de Jesús verán la huella que
ese encuentro les ha dejado, y entonces el recuerdo de ese momento de encuentro intenso con Jesús les dará ánimo y esperanza al continuar la misión evangelizadora.
ACTUAR
E
n este tiempo de Cuaresma, en este tiempo de
renovación, el Señor nos dice como a Abrahán
en la 1ª lectura: «Sal de tu tierra... hacia la tierra
que te mostraré»; sal de lo cómodo, rutinario, mediocre... porque te ofrezco infinitamente más. Y
nos dice también, como Pablo a Timoteo en la 2ª
lectura: «Toma parte en los duros trabajos del
Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé»; eres
corresponsable de la misión evangelizadora.
¿Qué le respondemos? ¿Qué objeciones ponemos, qué nos frena?
Como a Pedro, a Santiago y a Juan, el Señor también nos ofrece “momentos de transfiguración”,
momentos de “encuentro en la 3ª fase” con Él,
momentos de cercanía e intimidad: un rato de
oración, una charla, una celebración de la Eucaristía o de la Reconciliación, una lectura, una reunión de formación, un retiro... Momentos cortos
en el tiempo pero que nos hacen sentir bien, a
gusto... momentos incluso fugaces pero que nos
dejan huella porque realmente nos hemos encontrado con Él, y por eso nos mueven e impulsan a
seguir buscándolos aunque tengamos que “salir
de nuestra tierra”, aunque nos suponga “tomar
parte en los duros trabajos del Evangelio”, porque
ahora tenemos clara nuestra meta: compartir con
Jesucristo, no ya un simple momento sino por
toda la eternidad, la misma gloria que Él nos ha
mostrado.
Acción Católica General
Alfonso XI, 4 5º
28014 - Madrid
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