V Domingo de Pascua • AÑO / B • Jn 15, 1-8 ● Primera lectura ● Hch 9, 26-31 ● “Les contó cómo había visto al ● Segunda lectura ● 1 Jn 3, 18-24 ● “Éste es su mandamiento: que Señor en el camino”. creamos y que amemos”. ● Salmo responsorial ● Sal 21 ● “El Señor es mi alabanza en la gran ● Evangelio ● Jn 15, 1-8 ● “El que permanece en mí y yo en él, ése da asamblea”. fruto abundante”. Jn 15,1-8 1 «Yo soy la vid verdadera y mi Padre el viñador. 2 Él corta todos los sarmientos que no dan fruto en mí, y limpia los que dan fruto para que den más. 3 Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he dicho. 4 Seguid unidos a mí, que yo lo seguiré estando con vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid, así tampoco vosotros si no estáis unidos a mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo en él, da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada. 6 Al que no está unido a mí se lo echa fuera, como a los sarmientos, que se los amontona, se secan y se los prende fuego para que se quemen. 7 Si estáis unidos a mí y mis enseñanzas permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y se os concederá». 8 «Mi Padre es glorificado si dais mucho fruto y sois mis discípulos. ● Como el pasado domingo con la imagen ● En la tradición bíblica, la imagen de la viña del buen pastor (Jn 10,11-18), hoy encontramos un texto en el que Jn hace hablar a es aplicada al pueble de Israel, el Pueblo Jesús de si mismo con esta fórmula del “yo que Dios ha plantado y del cual se espera soy” (1). Otros lugares de Jn en qué hay buena uva. Esto lo encontramos especialesta fórmula de autorevelació son: el pan mente en Is 5,1-7. Pero hay otros muchos de vida (Jn 6,35), la luz del mundo (Jn 8,12), lugares del AT que usan esta imagen (Is la puerta (Jn 10,7), el pastor (Jn 10,11), la re3,14; 27,2-5; Jr 2,21; Os 10,1; Sl 80[79],9-20). surrección y la vida (Jn 11,25) y el camino, ● El Nuevo Testamento recoge esta tradición, la verdad y la vida (Jn 14,6). Y –ya lo decíaespecialmente los evangelios sinópticos (Mt mos el domingo pasado- detrás de esta ex20,1-15; 21,33-46; Mc 12,1-12; Lc 20,9-19). presión está la experiencia del Éxodo (Ex ● El Evangelio de Juan también se hace eco 3,1-22): Dios se da a conocer a su pueblo de esta tradición bíblica. Pero Juan, a partir con la acción liberadora, generando el paso de lo que esta imagen ya decía por ella de la esclavitud a la libertad; el nombre, yo misma a los oyentes–lectores judíos, hace soy quien soy (Ex 3,14), quiere expresar esta identidad del Dios que actúa liberando. nuevos pasos y le hace decir más cosas. Notas para situar el Evangelio ● Jn 15,1-18 constituye el comienzo de lo que muchos exégetas denominan la gran glosa (Jn 15-17). Un intenso texto, que forma dos de los tres discursos de adiós, con los que Jesús se despide de los suyos la noche de la pasión, descubriendo en la intimidad los secretos de su corazón. Probablemente se debe a la pluma del redactor final del cuarto evangelio que con su meditada inserción quiso completar la genial obra del evangelista. Éste no había tratado en profundidad el tema del verdadero discipulado y aquél, en continuidad con el espíritu del evangelista y en comunión con el pensamiento existente en la llamada escuela del discípulo amado, ahondó en algunas cuestiones básicas, entre ellas la del seguimiento de Jesús, introducido con la famosa alegoría de la vid y los sarmientos. Notas para fijarnos en Jesús y en el Evangelio 9 Con esta imagen, “yo soy la vid...” (1.5) Jesús habla no sólo de su identidad; también dice cuál es la relación entre Él y los discípulos. 9 Con respecto a la identidad, aplicándose a si mismo la imagen de la “vid-cepa” (1.5), Jesús se está identificando con el Pueblo de Dios (Israel, en el AT; la Iglesia, en el NT). Pero hay una novedad: el Pueblo no había dado nunca los frutos que se esperaban – se esperaba buena uva; pero dio agrazones (Is 5,1-7) –; ahora, en cambio, Jesús es “la vid verdadera” (1), la cepa que dará “fruto” (2.5.8). 9 Y sobre la relación Jesús–discípulos –“los sarmientos” (5)–, se planteada como la unión a la persona de Jesús, sin distancias. Es una relación personal. 9 Y se da mucha importancia a la necesidad de mantener esta unión (4.5.7). De tal manera que esta página del evangelio nos habla de la identidad del “discípulo” de Jesús (8): es “discípulo” quien está unido íntimamente a Él en una relación personal y, estando unido, vela-trabaja –“podalimpia” (2)– por mantener esta unión, que se puede romper (6). Sólo así dará “mucho fruto” (5). Del mismo modo que Jesús no puede hacer nada sin el Padre (Jn 5,19-20), el creyente no puede hacer nada sin Jesús. La vida del discípulo es dejarse modelar según Jesús. Ha de amar como él (Jn 13,34) y debe dar la vida como él (Jn 13,1ss; 1Jn 3,16). 9 Por tanto “el fruto”, pues, que podemos dar los discípulos no depende sólo de nosotros. La acción de los cristianos, la transformación del mundo que pretendemos, no depende de la técnica con qué podamos actuar, ni de las estrategias, ni –en absoluto– de los medios económicos o del poder que podamos tener en el mundo. Los “verdaderos” (1) “frutos” serán los que resulten de nuestra unión con Jesús, de nuestra atención a su persona, de nuestra apertura a la acción de su Espíritu que nos envía a los más pobres, a los que no tienen ningún poder ni siquiera los medios para vivir con un mínimo de dignidad. 9 El texto remarca especialmente que esta unión con Jesús pasa por retener sus palabras (3.7). Es la fidelidad a la Palabra. Una Palabra que es punto de referencia del que no podemos prescindir. Una Palabra que, esto sí, leemos cada vez desde la novedad que supone la vida de cada cual, la vida del mundo, la vida de cada día. 9 También se pone de relieve que la fideli- dad a las palabras de Jesús nos abre a la oración-plegaria. Y que la unión entre nosotros alrededor de esta Palabra, hará que nuestra oración-plegaria sea eficaz. Es decir, la eficacia de la plegaria no está en la perfección estética, ni en la pureza personal... La plegaria sólo es eficaz si estamos unidos entre nosotros y si hay unión entre nosotros y Jesús y, por lo tanto, con los pobres. “El Evangelio en medio de la vida” (Domingos y fiestas del ciclo-B) José María Romaguera Colección Emaús Centro de Pastoral Litúgica • • Ruego para pedir el don de comprender La poda el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor . Nos poda el Padre, eso dices Tú. Poda a los que dan fruto, para que den más. Nos podan los amigos, el grupo, la comunidad, a través de las relaciones claras y fraternales; a través de la ayuda, la crítica y la experiencia. Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado. • Leo el texto. Después contemplo y subrayo. • Ahora apunto aquello que descubro de JE- SÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho...veo. • Y me puedo plantear cómo cuido mi rela- ción con Jesús, como escucho su Palabra y le soy fiel. También si, a través de la unión con Él, vivo la unión con los otros discípulos, es decir, con la Iglesia. • Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo? • Y contemplo la acción de los cristianos que conozco. Y sus frutos cuando esta acción transformadora responde a la voluntad del Padre. Y me planteo (o nos planteamos) cuáles son las acciones que llevo a término por transformar la realidad en la dirección del Reino de Dios, y si dan frutos o no. • Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compro- miso. • Nos podan cuando ponen en crisis nuestro estilo de vida y escala de valores; cuando nos hacen afrontar las incoherencias y zonas oscuras de nuestro ser. Algunos se podan a sí mismos para dar más fruto. Saben decir no a ciertas cosas. La mayoría de las podas vienen sin buscarlas. Las trae la vida cuando menos lo esperas; son podas involuntarias, imprevistas, a veces duras y dolorosas, y no siempre las aceptamos como algo positivo. Involuntaria o voluntaria, a tiempo o a destiempo, asumida o rechazada, la poda es el secreto de las personas que se han hecho fuertes, de los hombres y mujeres que dan fruto, de quienes tienen vida. ¡Pódanos, Señor! ¡Pódame, Señor! Ulibarri, Fl. Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo... odas” p y s e t r o c e “R VER D esde hace unos meses estamos sufriendo los llamados “recortes” en diferentes áreas de nuestra vida. Según el diccionario, recortar es cortar o cercenar lo que sobra de algo, y sin entrar a valorar si estos recortes son acertados o no, lo que nadie pone en duda es que era necesario hacer cambios profundos para afrontar la situación de crisis que padecemos, (pues como nos dice Benedicto XVI, prevalece una crisis económica, espiritual y moral), ya que el modo de vida que habíamos estado llevando desde hace décadas ha desembocado en la situación actual. Y de cara al futuro, hay que “recortar” por algún sitio, para evitar males mayores. JUZGAR J esús hoy en el Evangelio nos ha hablado también de algo muy similar a los “recortes”, no de los recortes presupuestarios, sino del significado y sentido de esos “recortes”; y para eso Él utiliza una imagen más comprensible para sus oyentes (y también para nosotros, aunque vivamos en una cultura principalmente urbana). Jesús ha hablado de la poda. Podar tiene dos significados: cortar o quitar las ramas superfluas de los árboles, vides y otras plantas para que después se desarrollen con más vigor; y también eliminar de algo ciertas partes o aspectos por considerarlos innecesarios o negativos. La mayoría de las plantas necesitan una poda para renovarse, para crecer mejor y dar más fruto; en caso de no podarla, la planta no se desarrolla y puede incluso morir. Y Jesús hoy nos dice que también necesitamos ser podados, necesitamos recortar y eliminar de nosotros ciertas actitudes, comportamientos, etc., que impiden que le sigamos con fidelidad: Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. En este tiempo de Pascua, Jesús nos dice que, para nuestro bien, hay que hacer recortes: o los hacemos nosotros, o los hará el Padre. Porque nos ama. Haber celebrado la Resurrección de Cristo debe significar para nosotros un cambio profundo, una inyección de “savia nueva”, la de Cristo Resucitado. Y eso se nos tiene que notar, debemos dar fruto, ya que con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos. Jesús, con sus palabras sobre la poda, nos advierte que podemos caer en la tentación de limitarnos a “estar con Él”, a vivir nuestra fe de un modo muy pasivo. Pero si creemos que Él ha resucitado, no podemos conformarnos con eso. La unión de fe, vida y celebración que necesitamos alcanzar (como vimos en Semana Santa), reclama de nosotros más que un simple “estar”, debemos “permanecer” en Cristo: permaneced en mí y yo en vosotros, si queremos ser de verdad sus discípulos y dar fruto, porque el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante. Por tanto, hará falta recortar y podar todo aquello que nos lo impida; no es una poda “porque sí”, es porque como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Está en juego el sentido de nuestra vida, porque sin mí no podéis hacer nada. El tiempo de Pascua es el tiempo de acostumbrarnos a permanecer unidos a Cristo Resucitado, y de “recortar y podar” para dar los frutos que Él espera de nosotros. Así, permaneciendo en Cristo hoy también se cumplirá, como primer fruto, lo que hemos escuchado en la 1ª lectura: La Iglesia… se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo. Y como segundo fruto, iremos mostrando lo que decía la 2ª lectura: no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad… que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó. ACTUAR ¿C ómo está influyendo la Resurrección de Cristo en mi vida, en qué se me nota? ¿Siento la necesidad de hacer “recortes y poda” en lo que se refiere a mi espiritualidad? ¿Estoy dispuesto a hacerlo, quiero avanzar en la unidad de fe-vida-celebración? De cara al futuro, ¿qué frutos creo que espera el Señor de mí, de mi comunidad parroquial, de la Iglesia? ¿Progreso y progresamos en fidelidad al Señor, nos amamos con obras y según la verdad, o de palabra y de boca solamente? La Eucaristía es el Sacramento en el que Jesús Resucitado se nos entrega para que podamos permanecer en Él, unidos a Él íntimamente como los sarmientos a la vid. Vivamos la Eucaristía y vivamos de la Eucaristía, para que su misma Vida circule por todo nuestro ser como “savia nueva” y así demos los frutos que Él espera por nuestro bien y el de todo el mundo, siendo así “hijos de la Pascua”.