25112012CristoRey

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Jesucristo Rey del Universo • AÑO / B • Jn 18, 33-37
● Primera lectura ● Dan 7, 13-14 ● “Su dominio es ● Segunda lectura ● Ap 1, 5-8 ● “El príncipe de los
eterno y no pasa”.
reyes de la tierra nos ha convertido en un reino”.
● Salmo responsorial ● Sal 92 ● “El Señor reina, ves- ● Evangelio ● Jn 18, 33-37 ● “Tú lo dices: yo soy rey.
tido de majestad”.
Yo para eso nací y para eso he venido al mundo”.
Jn 18, 33-37
33
Pilato volvió a entrar en el palacio,
llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú
el rey de los judíos?». 34 Jesús respondió: «¿Dices esto por ti mismo o te lo
han dicho otros de mí?». 35 Pilato respondió: «¿Soy yo acaso judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». 36
Jesús respondió: «Mi reino no es de
este mundo. Si mi reino fuera de este
mundo, mis súbditos lucharían para
que yo no fuera entregado a los judíos.
Pero mi reino no es de aquí». 37 Pilato
le dijo: «¿Luego tú eres rey?». Jesús respondió: «Tú lo dices: yo soy
rey. Yo para eso nací y para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
Para entender el Evangelio
● El último domingo del año
litúrgico (el año litúrgico
empieza con el primer domingo de Adviento y termina con el domingo llamado
de “Jesucristo, Rey del universo”) quiere tener un tono especial poniendo en el
centro de atención la
“realeza” de Jesús: Él ofrece el Reino de Dios y se
ofrece a sí mismo como referencia, como aquel a
quien hay que seguir para
formar parte de este Reino.
● Leemos parte del proceso
de Jesús ante Pilato (18,28-
19,16a).
Relata siete escenas
que se alternan dentro y
fuera del pretorio. Pilato
hace de puente entre Jesús
y sus acusadores. El texto
de hoy es la segunda escena, dentro del pretorio. Es
el diálogo entre Jesús y Pilato. Marca el centro teológico del proceso. La acusación jurídica era la presunta
realeza subversiva contra el
poder romano. Después de
la resurrección, ven el significado mesiánico del rey
prometido por los profetas.
La realeza de Jesús consiste
en ser testigo de la verdad;
es decir, de Dios en el mundo. Volverá este tema de la
realeza en el mismo cuarto
evangelio: en los símbolos
del manto y de la corona,
en la frase de Pilato “aquí
tenéis a vuestro rey”, y en
el letrero de la cruz. Su realeza es la entrega de la vida
como testimonio de la presencia de Dios entre los
hombres. Ser “testigo de la
verdad” es ser testigo de la
realidad de la vida, lo que
significa ser persona de
verdad. Jesús es persona
unida a Dios y a los hombres, es Dios y hombre .
Notas para fijarnos en Jesús y en el
Evangelio
 En el evangelio de san Juan es Jesús mismo el que se llama “rey” (37). Y habla de “mi
reino” (36). En los otros tres evangelios, en
cambio, Él habla del Reino de Dios y cuando
en el relato de la Pasión aparece la palabra
“rey”, son otros los que la aplican a Jesús.
 Sin embargo, hay que tener en cuenta que
el mismo Juan pone en boca de Pilato, refiriéndose a Jesús: aquí tenéis el hombre (Jn
19,5). Es decir: Jesús es el Mesías —eso es lo
que se destaca con la palabra “rey”— y es
“el hombre” —ha imagen y semejanza de
Dios (Gn 1,26-28) a la que está llamada a
ser cada persona-.

El tema de la realeza ocupa un lugar fundamental en el relato de la Pasión. Este contexto indica por sí mismo que el modo de
reinar de Jesús “no es de este mundo” (36).
No se trata de un poder de este mundo. Pilato lo ha podido comprobar: cuando lo detuvieron no hubo resistencia alguna. Jesús
no tenía ningún poder policial o militar (36).
 La palabra “mundo” (36) en el evangelio de
Juan señala una oposición compacta y radical contra Jesús (Jn 14,17.19.27; 15.18.19;
16,6.20; 17,9.14.16.25). En este sentido, ni
Jesús es del “mundo” (Jn 8,23) ni los discípulos lo son (Jn 17,14.16). Pero el mismo evangelio afirma con fuerza que Dios ama al
“mundo” y le envía a su Hijo (Jn 3,16), y también los creyentes serán enviados al
“mundo” (Jn 17,18). En todo caso, la realeza
de Jesús no tiene su origen en este “mundo”
ni tiene nada que ver con los valores que
dominan en el mismo; por ello, ese “rey” no
es reconocido: Al mundo vino y en el mundo
estaba; el mundo se hizo por medio de él, y
el mundo no lo conoció (Jn 1,10).
 ¿Por qué llamamos a Jesús Rey del universo?
— porque ejerce como “rey” aquí, en este
universo del que formamos parte, en
esta realidad nuestra, no fuera de la
realidad. En el evangelio que comentamos él lo dirá muy claro: “he venido al
mundo” (37). El “reino” lo ejerce en su
pobreza, en su pequeñez al lado de los
pobres, en su debilidad ante el poder
del Imperio. El “reino” lo ejerce con las
manos atadas (Jn 18,12) y coronado de
espinas (Jn 19,2.5);
— y porque el que Jesús reine significa,
para nosotros, los que lo seguimos —
como lo significaba para la comunidad
de Juan—, que la palabra y los hechos
vividos hasta la pasión y muerte y su
acción permanente a través del Espíritu
Santo desde la Pascua hasta ahora, tiene consecuencias en todo lo que nosotros vivimos. Él es nuestro punto de referencia. Pilato intuye que Jesús ha removido algo y le pregunta: “¿Qué has
hecho?” (35).
 La misión de este “rey” tan especial es la
de “ser testigo de la ver dad” (37). Testigo de lo que ha visto y continúa viendo,
porque viene del Padre y está siempre con
el Padre. La verdad es Dios mismo, Dios
mismo que se ha hecho hombre y que
ama a todas y cada una de las personas
(Jn 14,6). Por ello, en labios de Jesús “la
verdad” no es una teoría: es práctica, es
acción, es vida. Como ha dicho alguien:
quien no tiene la verdad, la explica; quien
la tiene, la hace.

“Su voz” (37), la pueden “escuchar” todos. A todos se les ofrece la posibilidad de
vivir en el camino del Reino, de vivir de
esa verdad que nos hace libres (Jn 8,32).
“El Evangelio en medio de la vida”
(Domingos y fiestas del ciclo-B)
José María Romaguera
Colección Emaús
Centro de Pastoral Litúgica


Ruego para pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo
mejor
SIEMPRE LA VERDAD
Yo para eso nací y para eso he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad. (Jn 18,37)
Apunto algunos hechos vividos esta
semana que ha acabado
En cada gesto escondido,
en cada hecho aplaudido,
la verdad siempre.

Leo el texto. Después contemplo y subrayo.
En cada hablar candado,
en cada silencio obligado,
la verdad siempre.

Ahora apunto aquello que descubro de
JESÚS y de los otros personajes, la
BUENA NOTICIA que escucho...veo.
En las noches oscuras,
en los días sin nubes y de luz
la verdad siempre.

Me pongo en el papel de Pilato y pregunto a Jesús: ¿Qué has hecho? Dedico un rato a contemplar algunas de sus
acciones recogidas en los Evangelios.
Cuando hay rosas en los caminos
o, en su canto, hay espinos,
la verdad siempre.
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Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS
vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio ¿veo?
En lo que he vivido esta semana y, sobre todo, en las personas que he tenido a mi lado, ¿qué testimonios he tenido de cristianos que de veras estén tocados- marcados por Jesucristo, que
sea su referencia permanente (no de
palabra sino con la vida)?
Llamadas que me hace -nos hace- el
Padre hoy a través de este Evangelio y
compromiso.
Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo su ayuda...
A modo de manto, por fuera,
y en el corazón del alma
la verdad siempre.
En cada lugar del cuerpo
en cada placer y en cada dolor,
la verdad siempre.
La verdad para el rico,
que lo libere de su vicio,
la verdad siempre.
La verdad para el pobre,
que de la pobreza lo recobre,
la verdad siempre.
Para esta tierra vasca (-española, u occidental),
donde la mentira señorea,
la verdad siempre,
siempre la verdad.
(Manolo Regal; Un caxato para o camiño; p 201)
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“Y su Re
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esde hace unas semanas, un párroco ha distribuido hojas en el templo con el texto del Gloria,
del Credo y del Padrenuestro, y ha pedido a sus feligreses que cuando llegue el momento lean los textos
en lugar de recitarlos de memoria, porque afirma que
se limitan a repetirlo maquinalmente sin fijarse en lo
que están diciendo. Es cierto que a veces, durante la
celebración de la Eucaristía, corremos el peligro de
“desconectar” y vamos repitiendo respuestas y fórmulas sin pensar. Y también es cierto que a menudo
hemos aprendido de memoria esas oraciones, fórmulas y respuestas pero sin saber qué significan realmente, y sin haberlas interiorizado, hecho “nuestras”.
JUZGAR
el Señor, viéndonos responder de ese
Q uizá
modo durante la Eucaristía, también podría
preguntarnos, como a Pilato: ¿Dices eso por tu
cuenta o te lo han dicho otros de mí? En este
último domingo del año litúrgico, después de
todo lo que hemos orado, celebrado, reflexionado, vivido… ¿las respuestas que damos, las decimos porque de verdad las creemos, o porque
nos han enseñado que eso es lo que debemos
decir, aunque no sepamos muy bien qué significan?
Y entre esas respuestas, hay un artículo del
Credo que afirma: Y su reino no tendrá fin.
En este último día del año litúrgico, en que celebramos a Jesucristo, Rey del Universo, debemos preguntarnos qué significa para nosotros
esa afirmación. Porque como afirma el Papa en
Porta Fidei 11: el Año de la Fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en
el Catecismo de la Iglesia Católica, del cual
estamos celebrando el 20º aniversario de su
publicación, ya que a través de sus páginas
se descubre que todo lo que se presenta
no es una teoría, sino el encuentro con una
Persona que vive en la Iglesia. Y el Catecismo nos habla del Reinado de Cristo en los
números 668 a 679; en ellos encontramos las
razones para afirmar que Jesucristo es Rey del
Universo, y que su Reino no tendrá fin, y debemos conocerlos porque como indica el Papa en
Porta Fidei 10: el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse
plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. Para saber
lo que respondemos.
Pero el propio asentimiento de fe lo daremos si
esos conocimientos aprendidos también los
hemos interiorizado, como también dice el Papa
(10): el conocimiento de los contenidos
que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la
persona, no está abierto por la gracia que
permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios. Para hacer
“nuestros” esos contenidos de fe, podemos
también en la oración preguntarle a Jesús, como hizo Pilato: Conque, ¿tú eres rey?... ¿qué
has hecho? ¿Por qué he de afirmar que eres
Rey del Universo y que tu Reino no tendrá fin?
Y la Palabra de Dios en la 2ª lectura nos ha recordado lo que Jesús ha hecho por nosotros:
Aquel que nos amó, nos ha librado de nuestros
pecados por su sangre, nos ha convertido en un
reino… Todo eso ha hecho Jesús por nosotros,
y cuando somos conscientes de ello, de su
amor, de su perdón y de su propuesta del Reino, es cuando cobran sentido los contenidos
de fe conocidos y las respuestas y fórmulas
aprendidas de memoria, porque están reflejando que para nosotros, Cristo es nuestro
Rey y creemos que su Reino no tendrá fin.
ACTUAR
L
a semana pasada decíamos que “este
mundo” debe terminar para dar paso al
mundo nuevo en el que Cristo será el Rey, y
que debemos sentirnos corresponsables en
que “este mundo” se acabe, haciendo cada
vez más presente entre nosotros el Reinado
de Dios, ese reino eterno y universal: el
reino de la verdad y la vida, el reino de la
santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz, como diremos luego
en el Prefacio, ese Reino que todos deseamos
que llegue y que no tenga fin.
Debemos “decir por nuestra cuenta”, no porque otros nos lo han dicho, que Cristo es
nuestro Rey; para ello, aprovechemos los instrumentos como el Catecismo y los Itinerarios
de Formación que nos ayudan a conocer los
contenidos de la fe; cuidemos la oración, la
meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Eucaristía que nos ayudan a interiorizar esos contenidos, a tener presente lo
que Cristo ha hecho por nosotros. Y después,
con nuestro compromiso cristiano, hagamos
cada vez más presente su Reino hasta que
llegue el día en que será plena realidad y ya
no tendrá fin.
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