23 Consejos de san Agustín a la Juventud A modo de prologo . Agustín de Hipona, san Agustín, en el año 386, inmediatamente después del momento milagroso de su conversión y unos nueve meses antes de su bautismo, que fue la noche de Pascua del año siguiente, dejó su cátedra de retórica en Milán. Habían terminado las vacaciones «vendímiales», y alegando una enfermedad no comenzó el nuevo curso. Se retiró a una finca, situada a unos treinta y cinco kilómetros de Milán. En esta granja agrícola, situada en Casiciaco -actualmente Cassago- que le había prestado su amigo profesor .de gramática, Verecundo, buscaba el sosiego, la paz y el silencio, que sentía como necesarios para prepararse para el bautismo que recibiría a los treinta y tres años de edad. Un grupo de amigos No fue solo. Siempre pensó que la búsqueda de toda verdad, dada la naturaleza social del hombre, debe hacerse en grupo y en clima de amistad. Le acompañaron: Mónica, su madre; su hermano Navigio; su hijo Adeodato; su gran amigo Alipio; sus primos Rústico y Lastidiano; y Licencio y Trigecio, alumnos suyos. Allí permanecieron hasta la Cuaresma, porque, junto con Adeodato y Alipio, tenían que prepararse como catecúmenos, en Milán, para recibir las aguas bautismales. En este retiro de Casiciaco, san Agustín y os suyos pusieron en práctica un antiguo proyecto de vida en común para buscar, también en común, la sabiduría con el estudio y la oración. Durante este ensayo de vida religiosa, que fue la base de su posterior y famosa Regla, escribió varios pequeños tratados que recogían las discusiones de aquellos días. Los dedicó y envió a algunos amigos que no habían podido hacer esta experiencia de vivir el clásico «ocio tranquilo», ahora iluminado por la verdad cristiana. Ordenar su vida adulta Estas obras, que son las primeras de su copiosa producción escrita, son las tituladas Contra los académicos, sobre la verdad La vida feliz, dedicada al tema de la felicidad El orden, sobre la armonía que existe en la naturaleza y que debe aplicar el hombre en su vida Soliloquios, una reflexión propia, en forma de diálogo con un interlocutor interior, sobre la verdad, la felicidad, el amor y la amistad, temas tratados con sus amigos del retiro campestre. En la tercera obra, El orden, reproduce tres conversaciones mantenidas en los días .16, 17y 23 de noviembre: del año 386 sobre el orden o disposición de todas las cosas, en cuanto se ordenan o dirigen aun fin, ordenado o mandado por Dios.. El capítulo VIII, en el segundo de los dos libros en que se divide la obra, lleva por título: «Se enseñan a los jóvenes los preceptos de la vida y el orden de la erudición». Su objeto es mostrar a la juventud el modo de vivir bien, de purificar el corazón, para que ordenen la vida adulta que están iniciando. Para su formación intelectual y moral, les da veintitrés consejos, muy breves y prácticos, que se irán exponiendo y comentando en próximas entregas. Importancia de los consejos Aunque los consejos estan dedicados a la juventud del siglo IV, son completamente actuales. No es ajena a nosotros la actualidad y necesidad de las recomendaciones venidas de “uno de los mas grandes convertidos de la historia cristiana”, tal como Benedicto XVI denominó a san Agustín en Pavía. En la basílica de San Pedro, en Cieldoro, ciudad del suroeste de Lombardía, se encuentran los restos mortales de este gran Padre de la Iglesia, testigo gigante de la tradición de la Iglesia. En las palabras del Papa en una audiencia semanal de febrero de 2008 -la quinta alocución que dedicó al santo obispo de Hipona-, Benedicto XVI se refirió a su «peregrinación»a Pavía, en abril del año 2007, para venerar los restos de san Agustín. Confesó: «De ese modo le expresé el homenaje de toda la Iglesia católica, y al mismo tiempo manifesté mi personal devoción y reconocimiento con respecto a una figura a la que me siento muy unido por el influjo que ha tenido en mi vida de teólogo, de sacerdote y de pastor». En esta misma audiencia, destacó la actualidad de su figura como ejemplo que imitar también en nuestros días. «San Agustín convertido a Cristo, que es verdad y amor, lo siguió durante toda la vida y se transformó en un modelo para todo ser humano, para todos nosotros, en la búsqueda de Dios». En otra audiencia, la segunda, manifestó: «Cuando leo los escritos de san Agustín no tengo la impresión de que se trate de un hombre que murió hace más o menos mil seiscientos años, sino que lo siento como un hombre de hoy: un amigo, un contemporáneo que me habla, que nos habla, con su fe lozana y actual». Encontrar la verdad San Agustín en su juventud vivía como todos los demás y, sin embargo, había en él algo diferente. Como la mayoría de los jóvenes, recordó el Papa en la ciudad italiana de Pavía «fue siempre una persona que estaba en búsqueda. No se 'contentó jamás con la vida como se presentaba y como todos la vivían. La cuestión de la verdad lo atormentaba siempre. Quería encontrar la verdad». En la primera audiencia citada añadió el Papa: «También hoy, como en su época, la humanidad necesita conocer y sobre todo vivir esta realidad fundamental: Dios es amor y el encuentro con él es la única respuesta a las inquietudes del corazón humano». Por eso, la juventud de hoy, afirmó el Papa en Paria, precisa también escuchar a san Agustín y particularmente sus consejos, porque «los jóvenes, en especial, necesitan recibir el anuncio de la libertad y la alegría, cuyo secreto radica en Cristo. Él es la respuesta más verdadera a las expectativas de sus corazones inquietos por los numerosos interrogantes que llevan en su interior». Eudaldo Formerít, padre de familia, catedrático de Metafísica en la Universidad Central de Barcelona