LA HUELLA JUDÍA II: RAÍCES PERDIDAS Mª Auxiliadora Pacheco Morente Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. (Gn. 35:11). Entre las promesas que Dios le dio a los patriarcas de los que nació Israel, se encuentra ésta. Más tarde, Jacob se la recuerda a José, y le hace una parecida a Efraín (Gn. 48:3, 4, 19). Entiendo que esta promesa es de las que tienen un doble cumplimiento, por motivos que expondré a continuación. En primer lugar la “nación y conjunto de naciones” se refiere al Israel bíblico. Israel era una nación, formada por los territorios de las doce tribus. Estos territorios eran el “conjunto de naciones”. El segundo cumplimiento se refiere a España, Portugal, y todo el conjunto de naciones latinoamericanas. Hay una parte de nuestra historia que permanece oculta, y pocos eruditos la conocen. Nadie nos ha dicho de donde procede Ibérica, como se denomina a nuestra península. Pues ibérica procede de ivrit, hebreo en la lengua de Israel. Así que a la Península podríamos llamarla la Península Hebraica. Este nombre le fue dado por la presencia judía desde tiempos antiguos. Las primeras referencias se encuentran en la Biblia. En 1 R. 10:22 y 23 y otros textos se cuenta que Salomón, aproximadamente mil años antes de Cristo, enviaba delegaciones a comerciar a Tarsis. Tarsis o Tartesos es un antiguo reino que ocupaba Andalucía occidental. Parte de esas delegaciones se quedó en Tarsis, y al conjunto del territorio de la Península lo llamaron Sefarad, que es como llaman los judíos a España. Jonás intentó huir a Tarsis (Jonás 1:3), donde continuaban viajando los fenicios. Los judíos que se asentaron en España y Portugal recibieron el nombre de sefarditas, como se continúa llamando a sus descendientes. Con posterioridad los judíos tuvieron un papel importante en los reinos cristianos y árabes. Llevaban la administración de los reinos, y eran los mejores médicos, además de formar una importante elite cultural. A pesar de todo, sufrieron normativas injustas, y se alternaban los períodos de persecuciones y matanzas con las épocas de tolerancia. Finalmente fueron expulsados de España y Portugal, después de 2.500 años de presencia ininterrumpida. Lo que no dicen las enciclopedias es la gran cantidad de judíos que presionados por estas circunstancias se hicieron cristianos. Como mucho, se cuenta que había algunos judíos conversos que eran llamados “marranos”. Estos judíos, además de cambiar de nombre, debieron cambiar de apellidos. Algunos pudieron elegirlos ellos mismos, pero la mayoría les fueron impuestos por quienes les bautizaban. Pero continuaban siendo sospechosos, y sufrieron a manos de la Inquisición. Después del descubrimiento de América, se quiso impedir que los judíos conversos emigraran allá, pero encontraron la forma de sortear la prohibición. La mayoría de los que emigraron a América eran judíos conversos en busca de un lugar donde se les dejara vivir en paz. En los tratados de heráldica impresos o de internet se pueden consultar los datos de muchos apellidos, pero no dicen cuales son de origen judío sefardita. Esta información hay que buscarla en la lista que se encuentra en Internet en www.ifmj.org y otras páginas similares. En la actualidad, estos apellidos son los que más abundan en España. Todos los presidentes que ha habido en España desde la democracia tenían apellido judío. Incluso doña Letizia Ortiz, la esposa de don Felipe de Borbón, el heredero de la corona, lo posee. Ortiz significa nada menos que “la luz de la tierra de Israel”. De manera que si España continúa siendo una monarquía constitucional, llegará a sentarse en el trono un descendiente de estos antiguos judíos sefarditas. Por todo lo expuesto pienso que España y Portugal, la antigua Sefarad, más las naciones latinoamericanas son un cumplimiento de Gn. 35:11, “una nación y conjunto de naciones”. Dios no se olvida de su pueblo ni cuando pierde sus raíces.